El cielo en una habitación

Entre la despensa y la mesa
ya puesta,
bailamos lentamente a la luz de las velas
. La cena la
consumimos
como dos viajeros
en un oasis nocturno
en el comedor.
Incluso al lavarme
en el metro cuadrado de
mi cocina,
me sentí como
si estuviera a tu lado, a orillas
de un río en el Klondike.

Cuando estás aquí conmigo
esta habitación ya no tiene paredes
sino árboles

Martino Baldi


I

La chica de cuerpo redondo
y cabeza pequeña
tiene treinta años y no pensarías
que llegará a los diecisiete.
Tiene uñas como sonrisas, como
un animal. Y como
llama un gato , llora y se frota
en los días de calor. Ronronea con ojos.
Tosca en el amor, pronta a hundirse
(como todos) en abismales sospechas,
con ella la verdad no se esconde
detrás de medias frases, nada se puede esconder
cuando desde la hierba alta de la eterna infancia
abre sus ojos brumosos de
repente herida y inteligente
y ante tu dolor pregunta: "¿Por qué estás triste?

Martino Baldi



La mirada manchada de veneno es el preludio macabro.
En el gesto, de repente, es un rayo.
Desaparece para nada, se quita la ropa
y salta a la habitación con una postura burlona de
desnudo y pájaro. El jet es inevitable.
De nada sirve perseguirlo: demasiado rápido y plástico
y, sobre todo, un criminal brillante.
Fauno que salta y baila,
maneja el pipí como una boca de riego, ríe y amenaza
(y no solo), derramando lluvias de oro en las paredes,
pisos, muebles y desafortunados perseguidores.
Y salta, baila y se ríe, incluso estando quieto, una vez que está atascado.
Porque como un criminal de Hollywood en
algún lugar esconde la tarjeta de éxito,
un bromista bajo la manga o un temporizador ya activado:
dentro de un armario, en la sala de juegos
o tal vez incluso en la cantina
demasiado tarde alguien descubrirá
el fruto marrón de su triunfo.

Martino Baldi



Orval

Me rindo al placer amargo
de la Orval *, a la fragancia desnuda del mal
a la tentación adulta, al cerebral intento
de no oponerse al pecado, de hacerse penetrar
por la pena de todas partes, destilada;
me rindo
a la factura del desconocido trapense y mientras
escucho la ruidosa noche en la calle junto al Arno,
busco la jarra en lo oscuro, ciego palpo
el aire y los olores, sigo los aromas que se elevan
en la profunda cognición del caer.
¿Vacilará para siempre mi fatuo querer
resistir y no resistir, saber y no saber
que para ti tengo palabras muy simples
o muy complicadas?
Tú eres la más cauta balada
de un Leonard Cohen triste, de un moribundo
Brassens.

* La Orval es una cerveza trapense "de meditación".

Martino Baldi




No hay comentarios: