Escapatoria
me gusta caminar –ebrio de ozono–
hasta la bahía de las tres anclas,
Drieankerbaai,
la playita está siempre sembrada
de todo lo que regurgita el océano:
residuos cloacales
cáscaras de mejillón, vértebras de foca, algas
un pulpo podrido y hediondo
y cada tanto –fatalmente sobrio–
el cadáver de un poeta
Daniel Hugo
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