Elaboración del triunfo

Con el fin de las edades empezó la selva
y en marcas de agua la conspiración quedó.

La conspiración que atacaba toda manifestación
evidente de actividades compulsivas
en pos de la compulsión misma y en procura de nada.

Soy un Naxi y con gloria construí el olvido,
reino en magníficas llanuras playas de azul arena
y en verdad os digo:

lo que necesito es un árcade; pero díganme:
¿ha llegado el cartero
con fama y fortuna? ¿has terminado de ubicar 
los veladores en el resto del planeta?

Acaso no sabéis que el destino de los mestizos
es morir descalzos en algún lugar.

Para qué ser un playboy y vivir jugando
pachinko y majong
si cuando el oso polar sale de su madriguera
olfatea el aire buscando señales de peligro.

Acaso esperarías ochenta y ocho años por Saladino
al que no le gusta el llanto de las madres
así como a Marc Bolan no le gustan las mujeres que fuman.

Sean tales la inmensísimas arcadas
que de sendas rutas el bósforo rozan o multiplicadas
motonetas que en Roma no la hallas. Cisterna
de Constatinopla
fundiciones en el Paraguay y un calendario etíope:

cápsulas de un mundo flotante
que ni siquiera
forman un número en el disco del teléfono.

No hay victoria en climas o estaciones:

-Con sus guantes celestes la taxista de Hanzou
mueve el dial
en procura de un sonido de mayor calidad.

-La malvada dueña de Tankou pasa sus días
dentro de un barril y la bella de Tunxi se pasea 
con una bolsa de agua caliente en las manos.

-En perfecto inglés el viejo de 6 dedos
fuma su habano en una pipa.

-Junto al estanque de los 4 sapos el monje 
de traje color canela fuma un pucho
mientras las pequeñas damas juegan al bádminton.

Y detrás de todo esto
escucha las únicas palabras: oiga diga 

oiga diga.

Y así por eso tal vez así quizás.

Si fuese un tiburón estaría congelado
en un bloque de hielo
y mis ojos espasmódicos simularían
un batiente corazón, de generoso
ventrículo e hiperactivos leucocitos,

pero cómo decir esto a quien solo anhela
la felicidad
como una experiencia del temor.

No hay nada más cruel que esto
ni mirada que no se compasiva:
mientras te cuidabas
de la amenaza solar esto era lo que pensaba:

si fuera un ciervo el que se posara
sobre esta playa, qué sombra formarían
sus afelpados cuernos,
qué sería de la inclinación turística
del cocotero, cómo recordaría

el impacto inicial de la totalidad
de la luz, con quién hablaría y de qué. 

Armaduras que no pesan y palabras
sobre papel transparente: peces en movimiento,
otro tiburón.

Cuesta entenderlo: el triunfo
como el entorno del ombú: una estepa
descolorida y demasiado luminosa,
algunos arbustos espinosos arqueados drásticamente,

o un sedán pintado con patos y conejos.

Y así por eso así tal vez así quizás.

En el tiempo más preciso
atravesaron un arco completo
de peces.

Aislado él tropieza consigo mismo,
ella cierra uno de sus ojos
con fuerza absoluta y soberana.

Después de los peces, más peces:
uno de cada especie
en los distintos niveles del acuario.

No estés triste, debes ser
como el sol al mediodía: mudo.

Y así y. Basta

-No que no tronabas pistolita.

Darío Rojo




NO IMPORTA QUIÉN viaje ni adónde,
en su descripción del movimiento
tampoco está la respuesta. No hay
respuesta ni descripción, sujeto u objeto,

hay una sustancia que va al exterior
al exterior: al menos así parece.
Parece que una rana traspasa la puerta.
Parece que un guanaco caga en el patio.
Parece que el conde recibe una trucha.

Darío Rojo


Primera parte

[…]

…………
Evocar, entonces, la sustancia
que al encapsularse servirá
para congelar nociones de dicha,

y en ese acto un nuevo límite de caza:
coto donde no se come, bebe o fuma,
donde es posible confundir la demora

del alma con la sensación absoluta
de la llegada de una escuadra de helicópteros
sobre nuestra cabeza
para bloquear el pasado del tiempo,

el pasado del espacio, los traslados
y la cotidianeidad multipresente: imperio
de la edad, burocracia de la voluntad.


Segunda parte

[…]

…………
No hay mástil en el error,
sólo una cúpula que flota aislada
del núcleo del aire y quien la mira
sólo podría ir descubriéndola de a poco,

para llegar a la conclusión de que
desde ningún ángulo
se la podrá llegar a ver completo.

Y aunque se hubiese construido
un laberinto en el jardín,

y ese día cualquier palabra pronunciada

hubiese sonado como quien golpea
el capot de un Falcon con una llave francesa,
en ese momento el demonio más abyecto

y lábil estaría en condiciones de explorar
cómodamente su triunfo.

Es un perro: fue encontrado,
ahora vive en una casa, ladra y duerme
sobre una manta escocesa.


Tercera parte

[…]

La distribución de la soledad
mediante el orden de las palabras
instrumenta una narración

de la estructura interna del paisaje: falso.
Quizás en su sustancia, su enlace químico,
y su respectivo número atómico

que el padre de la combinatoria
expusiese cual error factorial después
de declarar: es incluso menos incorpóreo+

que el miembro fantasma del amor

en el que la perspectiva
siempre es lejana. Un objeto de humo
y sal rodeado de insectos de plástico,

ojales, dientitos, casas pintadas,
asteroides y trompetas que dan origen
a los números irracionales para recordar

“que los demonios
no han sido creados por demonios.”
Considerando que

“dormirán allí las bestias fieras
y sus casas se llenarán de hurones:
allí habitarán hijas del búho, y allí

saltarán peludos. Y en sus palacios
gritarán gatos cervales, y chacales
en sus casas de deleite…”

Darío Rojo
De La sexta armonía, Ediciones del Dock, Pez Naúfrago, Buenos Aires, 2018




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