“En el año 1561, el 14 de abril por la mañana, entre el amanecer y poco después de las cuatro o cinco en el reloj, apareció en el sol al salir una visión aterradora y vista por muchos hombres y mujeres en Nuremberg, a la puerta de la ciudad y en el campo. Apareció por primera vez con el sol dos arcos rojo sangre como la luna en su último cuarto, arriba y abajo brillando como el sol, y colores de sangre a cada lado. Alrededor del sol había muchas esferas, azuladas o de hierro o negras. Otros colores de sangre se formaron en un círculo a cada lado del sol. Otros aparecieron en filas de tres, otros en filas de cuatro. Entre estos vimos cruces rojo sangre. Y entre todas estas esferas y cruces, estelas de color rojo sangre al fondo. Con esta visión se mezclaron cilindros flexibles y huecos. También había tres cilindros grandes, uno a la izquierda, otro a la derecha y un tercero encima del conjunto. Y en estos cilindros había cuatro o más esferas. Todos comenzaron a pelear entre sí: se informa que las esferas entraron primero al sol y salieron a chocar entre sí, los cilindros grandes comenzaron a dispararse entre sí con esferas. Durante una buena hora todo esto luchó ferozmente y luchó hasta el agotamiento de las fuerzas, subiendo y bajando ante el sol. Finalmente, como se ha informado, todos los objetos cayeron hacia la tierra, como s ' querían prenderle fuego a todo y finalmente cayeron al suelo en una gran ráfaga de vapor y se disolvieron. Luego de este espectáculo, se dice que apareció en el cielo algo parecido a una gran y ancha punta de lanza negra, con la caña mirando al este y la punta al oeste. Pero lo que significan todas estas señales, solo Dios lo sabe. Pero como hemos visto una tras otra en el cielo tantas señales diferentes que Dios Todopoderoso ha hecho aparecer, como si quisiera que hagamos penitencia por nuestra vida de pecados, somos tan ingratos que descuidamos tales señales y prodigios, y que bromear sobre eso e ignorarlo. Es de temer que Dios nos inflija un castigo terrible por nuestra ingratitud. Sin embargo, los que temen a Dios no lo descuidarán en absoluto, y todos guardarán fielmente la advertencia de su Padre misericordioso, mejorarán sus vidas y servirán a Dios con gozo para que él pueda apartar su ira y el merecido castigo de nosotros. Para que nosotros, como hijos suyos, podamos vivir aquí por un tiempo y allá por la eternidad."

Que Dios nos ayude. Amén.

Hans Wolff Glaser
Sobre el fenómeno celeste de Nuremberg en 1561






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