A tan extraño poder (el de la costumbre) ¿qué cosa habrá que resista,
Pues basta a quitar la vista la costumbre del no ver?

Guillén de Castro y Bellvís


Anselmo. Mil veces me has de abrazar. Tanto, tanto, amigo mío, de nuestra amistad confío, que por darte más lugar de conquistar a mi esposa, fingiré cierta partida de Florencia. De mi vida te lastima.
Lotario (Aparte.) (¡Extraña cosa!)
Anselmo. Es pensamiento extremado para el intento que sigo. (Sale Culebro) ¡Culebro!
Culebro. ¡Señor!
Anselmo. Amigo, escucha lo que he trazado. Un secreto se ha ofrecido que ha de fiarse de ti.
Culebro. Estará enterrado en mí. Callado soy, y atrevido.
Anselmo. Yo he de fingir que me voy aprisa, para volver volando; tú has de saber que en casa Lotario estoy, adonde de cierta dama he de gozar la hermosura, porque tenga más segura en mi secreto su fama. Si mi esposa, porque tardo, me enviase algún papel, tómale tú y ven con él donde sabrás que te aguardo.
Culebro. Fía que serás servido.
Anselmo. Y tú vete y vuelve aquí.
Lotario. ¿Despídeste agora?
Anselmo. Sí.
Lotario. El seso tienes perdido. ¿Que no adviertes?
Anselmo. Tu disgusto me le pierde y me la apura. Deja.
Lotario. No más. Tu locura sigo a costa de mi gusto.
Anselmo. Vuelve luego.
Lotario. Que me place.
Anselmo. ¿Vas con gusto?
Lotario. Voy contento a ser uno de los ciento que dicen que un loco hace.

Guillén de Castro y Bellvís
El curioso impertinente



"Bienaventurado aquel que por sendas escondidas en los campos se entretiene, y en los montes se retira."

Guillén de Castro y Bellvís


"Celauro. Y yo, hermano, aunque ofendido,
sé conservar tu corona.
Arrodíllase.
Permítelo el cielo santo,
porque en tan buena ocasión
ese duro corazón
se enternezca con mi llanto.
No quiero darte disculpa,
que no hará mi causa buena
pedir perdón de la pena
y estar negando la culpa.
Digo que soy un abismo,
que es la disculpa mayor;
aunque los yerros de amor
los disculpa el amor mismo.
Y si, a mi yerro pasado,
no hay disculpa que le cuadre,
basta ver que de tu padre
soy un hijo desdichado;
y, que así, a pedir vengo
de sus manos generosas
perdón, que por estas cosas
le merezco, si le tengo.
Y, cuando mi gusto apruebes,
dame a Nísida querida,
que es mi vida, por la vida
que, como has visto, me debes.
Y si no ofrece perdones
tu pecho, de endurecido,
por no haberte enternecido
lágrimas y obligaciones,
toma y viértase a porfía
esta sangre que deseas,
y verás, cuando la veas,
que es tan tuya como mía.
Y dirán que el pecho fuerte
de un tirano fratricida
porque le he dado la vida,
me ha pagado con la muerte.
Rey. Bien pudiera perdonarte,
pues tu parecer apruebo,
mas confieso que te debo,
y que no puedo pagarte,
pues de tu ofensa maldita,
ese proceder honrado,
la obligación me ha quitado
y la rabia no me quita.
Ya sé que si se derrama
tu sangre por ti en mi mengua,
nadie negará la lengua
a la boca de la fama.
Pero aunque infame me llame
el mundo por no guardalla,
a trueco de derramalla,
tomaré el nombre de infame. "

Guillén de Castro y Bellvís
El amor constante



Este papel tengo escrito

Este papel tengo escrito,
desta noche imaginado,
donde pinto mi cuidado
y mis glorias solicito.

En versos doy a entender
las penas que estoy pasando;
que un enamorado
¿cuándo poeta dejó de ser?

Porque es de melancolía,
y de amor, proprios efetos,
y es oficio de discretos
el amor y la poesía.

Bien que entiendo, apruebo y toco
que locos les llama el mundo,
pero ¿qué ingenio profundo
no tiene punta de loco?

¿Con quién podría enviallos?
Que los versos tienen esto:
que si no se logran presto,
da poco gusto el lograllos.

Guillén de Castro y Bellvís



No me aflige el corazón
un altivo pensamiento.
ni fundo torres de viento
en cimientos de ambición.

Ni el deseo me atormenta,
ni la esperanza me daña,
ni el falso amigo me engaña,
ni un enemigo me afrenta.

No lloro agravios, ni duelos,
ni me ofende un proceder,
ni temo que mi mujer
me afrente, o me pida celos.

Si quieres nietos, ahí están
presentes Ceslao y Teleo,
que logrando tu deseo
herederos te darán.

Deja que yo y mi apetito
siga en el lugar que estoy,
donde si honor no te doy,
al menos no te lo quito.

Guillén de Castro y Bellvís



(Salen un Escudero viejo y don Gutierre.)
Escudero. ¿Dónde vas?
Gutierre. A mi señora doña Inés.
Escudero. Y ¿es bien tomarse licencia, llegar y entrarse?
Gutierre. Impórtame hablarla agora y tengo licencia suya.
Escudero. Y ¿es con azogue en los pies? Espera.
Gutierre (Aparte.) (Porque el marqués los casamientos concluya, la avisaré del estado en que mis cosas están, y así mis ojos verán mi firmeza en mi cuidado.)
Inés. ¿Qué es esto?
Gutierre. ¿Señora mía?
Inés. ¿Quién sois? ¿Con qué atrevimiento os metéis en mi aposento?
Gutierre. Ignorancia fue la mía porque entendí hallar en él quien mejor me recibiera.
Inés. Y ¿quién en mi casa fuera poco honesta y poco fiel?
Gutierre. Mi señora doña Inés, que me tiene honesto amor, me recibiera mejor.
Inés. ¿Quién?
Gutierre. La hermana del Marqués.
Inés. Pues ¿ a quién estáis hablando? ¿Venís en vos? ¿Estáis ciego? ¿Yo amor a vos?
Gutierre. ¿A qué llego?
Inés. ¿Loco estáis?
Gutierre. ¿Qué estoy mirando? ¿Tiene otra hermana el marqués? ¿Sois vos?
Inés. ¿Qué decís?
Gutierre. ¡Señora! ¿Sin la que el alma adora? Mi señora doña Inés hizo mi suerte dichosa, hizo un mar de mi alegría, soy tan suyo y es tan mía, que trata de ser mi esposa. "

Guillén de Castro y Bellvís
El narciso en su opinión


Suspenso, de afligido,
estoy, Fortuna, ¿es cierto lo que veo?
¡Tan en mi daño ha sido
tu mudanza, que es tuya y no la creo!
¿Posible pudo ser que permitiese
tu inclemencia que fuese
mi padre el ofendido, ¡extraña pena!
y el ofensor... el padre de Jimena?
¿Qué haré, suerte atrevida,
si él es el alma que me dio la vida?
¿Qué haré (¡terrible calma!)
si ella es la vida que me tiene el alma?
Mezclar quisiera, en confianza tuya,
mi sangre con la suya,
¿y he de verter su sangre? ¡brava pena!
¿yo he de matar al padre de Jimena?

Mas ya ofende esta duda
al santo honor que mi opinión sustenta;
razón es que sacuda
de amor el yugo, y la cerviz exenta,
acuda a lo que soy; que habiendo sido
mi padre el ofendido,
poco importa que fuese ¡amarga pena!
el ofensor el padre de Jimena.
[…]
Todo es poco, todo es nada
en descuento de un agravio,
el primero que se ha hecho
a la sangre de Laín Calvo.

Guillén de Castro y Bellvís
Las mocedades del Cid, vv. 518-541 y 554-557 ed. de Stefano Arata, Barcelona, Crítica, 1996.













No hay comentarios: