Amor, por ejemplo...

Si creces para ser el tipo de mujer que los hombres quieren ver,
Puedes dejar que te miren.
Pero no hay que confundir los ojos con las manos,
O las ventanas con espejos.
Que vean lo que es una mujer.
Puede que no hayan visto una antes.

Si creces para ser el tipo de mujer que los hombres quieren tocar,
Puedes dejar que te toquen.
A veces no eres tú lo que tratan de alcanzar,
A veces es una botella, una puerta, un sándwich, un Pulitzer, otra mujer…
Pero sus manos te encontraron a ti primero.
No debes confundirte a ti misma con un guardián o una musa o una promesa, o una víctima o un aperitivo.
Eres una mujer.
Piel y huesos, venas y nervios, cabello y sudor.
No estás hecha de metáforas,
Ni disculpas, ni excusas.

Si creces para ser el tipo de mujer que los hombres quieren abrazar,
Puedes dejar que te abracen.
Durante todo el día practican manteniendo sus cuerpos erguidos.
Incluso después de toda esa evolución, aún no se siente natural.
Aún así tensionan los músculos, mantienen firme los brazos y la columna vertebral.
Sólo algunos hombres van a querer saber lo que se siente curvarse a sí mismos, en un signo de interrogación en torno a ti,
Admitir que no tienen las respuestas que pensaban que tendrían para entonces.
Algunos hombres van a querer abrazarte como si fueras la respuesta.
No eres la respuesta.
No eres el problema.
No eres el poema, o el remate, o el enigma, o la broma.

Mujer, si creces para ser el tipo de mujer que los hombres quieren amar,
Puedes dejar que te amen.
Ser amado no es lo mismo que amar.
Cuando te enamoras,
Descubres el océano después de años de saltar en un charco.
Te das cuenta que tienes manos.
Es tocar la cuerda floja cuando todos ya se han ido a casa.
No pierdas el tiempo preguntándote si eres es el tipo de mujer a la que los hombres le harán daño.
Si él te deja con un corazón ruidoso,
Aprende a cantar con el ruido.
Es difícil dejar de amar al océano,
Incluso después de que se deja jadeando, cansada.
Así que perdonarte a ti misma por las decisiones que has tomado,
Las que todavía llamas errores cuando las repasas por la noche.
Y debes saber esto:
Debes saber que eres el tipo de mujer que busca un lugar para llamarlo propio.
Deja que las estatuas se desmoronen.
Siempre has sido ese lugar.
Tú puedes construirlo.
Naciste para construir.

Sarah Kay


"No hay nada más bello que la forma en que el océano se niega a dejar de besar la costa, sin importar cuántas veces se le envíe."

Sarah Kay


Partes privadas

El primer amor de mi vida nunca me vio desnuda.
Había siempre un familiar que volvía a casa en media hora,
siempre un hermano menor en la habitación de al lado, había tanto
cuerpo y tan poco tiempo para mostrárselo.

En lugar de eso, le di un hombro, un codo, la curva
de mi rodilla. Le presté mis bordes, mis esquinas:
las partes de mí que me estaban permitidas, las partes de mí
que hace mucho perdí la esperanza de ocultar.

Nunca me pidió más. A cambio me dio sus pestañas,
su nuca, las palmas de sus manos. Sosteníamos cada pieza
como a una nectarina que dañaríamos de no tener cuidado,
las recogíamos como si fuéramos a construir un huerto.

Y los espacios que nunca vio: aquello que mis padres
llamaban “partes privadas” cuando todavía
cabíamos, mis angustias y yo, en una bañera,
les compensé haciéndoles entrega de todas mis partes privadas.

No hubo secreto que no le contara,
no hubo instante sin compartir.
No crecíamos a lo grande, sino hacia adentro: como hiedra envolvente,
amoldados el uno en el otro en perfectos ying y yangs.

Nos besamos con las bocas abiertas, aspirando su aliento
en mi aliento y viceversa. Hubiéramos sobrevivido
bajo el agua o en el espacio exterior, viviendo apenas del intercambio
de nuestra respiración. “Amar” se deletreaba D-A-R.

Nunca quise ocultarle mi cuerpo.
De haber sido capaz, le hubiera regalado todo
con el resto. Ignoraba que fuera posible
guardar ciertas cosas para mí.

Hay noches en que despierto sabiendo de su ansiedad.
Él anda por el mundo en brazos de otra mujer
y los años nos han esparcido como semillas de diente de león,
desgastando los bordes de piezas de un rompecabezas que antes encajaba.

Bebe del vaso de la mesilla de noche, comprueba
la hora en el reloj digital, las cinco de la mañana. Se revuelve en las sábanas
y trata de calmarse. Espero a que se duerma, antes de plegarme
de codos y rodillas; tratando de alcanzar cosas que hace tiempo regalé.

Sarah Kay


Si tuviera una hija

Si tuviera una hija, en vez de mamá le diría que me llamara «Punto B», porque de esa manera sabría que no importa lo que pase, al menos, siempre podría encontrar su camino hacia mí.  Si tuviera una hija le pintaría los sistemas solares en las palmas de sus manos, para que tenga que aprender primero todo el universo antes que pueda decir, «Oh, conozco eso como la palma de mi mano».  Y ella va a aprender que esta vida te golpeará duro en la cara, esperará que te repongas sólo para patearte el estómago después. Pero quedarte sin aire es la única forma de recordarle a tus pulmones lo mucho que les gusta el sabor del aire, y que hay heridas que no pueden curarse con tiritas o poesía.  Entonces cuando ella comprenda que la Mujer Maravilla no vendrá, me aseguraré que sepa que no tiene que llevar la capa ella sola porque no importa cuan ancho extiendas tus dedos, tus manos siempre serán muy pequeñas para abarcar todo el dolor que quieres curar. Créanme, lo he intentado.  «Y, corazón mío», voy a decirle, no lleves la nariz tan levantada en el aire. Conozco ese truco; lo hice millones de veces. Sólo estás oliendo el humo para poder seguir el camino de regreso a una casa en llamas, para poder encontrar al chico que perdió todo en el fuego para ver si puedes salvarlo. O bien encontrar al chico que comenzó el incendio, para ver si puedes cambiarlo» Pero se que ella lo hará de todos modos, por eso siempre tendré cerca una ración extra de chocolate y botas de lluvia, porque no hay angustia que el chocolate no pueda curar. Bueno si, hay algunas angustias que el chocolate no puede curar. Pero para eso están las botas de lluvia. Porque si la dejas, la lluvia se lo lleva todo. Quiero que ella mire el mundo a través del fondo de vidrio de un barco, que a través de un microscopio mire las galaxias que existen en ese puntito que es la mente humana porque esa es la forma en que mi mamá me enseñó que habrá días como esté y días como aquel.  Días en que abres tus manos para atrapar y terminas sólo con moretones y ampollas en los dedos;  Días en que sales de la cabina telefónica y tratas de volar y las mismas personas que quieres salvar son los que están pisando tu capa;  Días en que tus botas se llenarán de agua, y estarás desilusionada hasta las rodillas.  Y serán precisamente esos días en los que tendrás más razones para dar las gracias. Porque no hay nada más hermoso que la forma en que el océano se niega a dejar de besar la costa, no importa cuántas veces se aleja.  Pondrás tu viento en ganar algo, en perder algo. Pondrás tu estrella en comenzar una y otra vez. Y no importa cuántas minas estallen en un minuto, asegúrate que tu mente aterrice en la belleza de este raro lugar llamado vida.  Y si, si, en una escala de uno a exceso de confianza, soy bastante ingenua. Pero quiero que ella sepa que este mundo está hecho de azúcar. Puede derrumbarse fácilmente, pero no tengas miedo de sacar la lengua y saborearlo. «Cariño», voy a decirle, «recuerda que tu mamá se preocupa y tu papá es un luchador, y tú eres la niña con manos pequeñas y ojos grandes quien nunca se cansa de pedir más».  Recuerda que las cosas buenas vienen de a tres, y las cosas malas también. Y siempre discúlpate cuando hayas hecho algo mal. Pero nunca te disculpes por la forma en que tus ojos se niegan dejar de brillar. Tu voz es pequeña, pero nunca dejes de cantar. Y cuando finalmente la tristeza te embargue, cuando el odio y la guerra se deslicen bajo tu puerta y te ofrezcan folletos en las esquinas de cinismo y derrota, les dices, sin dejar de sonreír: «Deberíais conocer a mi Madre.»

Sarah Kay



Te despertaré temprano
aunque sé que te gusta quedarte hasta el final de los créditos.

Te dejaré moneditas en los bolsillos,
estampillas de superhéroes
entre las páginas de los libros,
sobres de azúcar en el banco de la cocina.
Te hanseligretel-llevaré a casa.

Hablo en peliculés.
Incluso como en algunas que no he visto todavía.

Te amaré con un exceso de comas,
pero con asteriscos nunca.

Habrá más sudor del que estás acostumbrado.
Más piel.
Más palabras de las que son necesarias.

Mis pelos en el desagüe de la ducha,
mi olor en tus suéteres,
pasadores por todas las repisas.

Hago los mejores sándwiches del mundo.
Tú te encargarás de las servilletas.

No sé hacer una dominada.
Pero se me dan muy bien las excusas.

Cuento los paraguas rotos tras cada tormenta,
y caigo rendida repitiéndote: gracias.

Te despertaré temprano
con mi fuerte latido.
Tú dirás: ¿no podríamos seguir durmiendo?, y yo diré:
confía en mí, no sabes lo que te pierdes.

Sarah Kay














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