El camino del encuentro


Hojas de Ruta
 
Seguramente hay un rumbo
posiblemente
y de muchas maneras
personal y único.
 
Posiblemente haya un rumbo
seguramente
y de muchas maneras
el mismo para todos.
 
Hay un rumbo seguro
y de alguna manera posible.
 
De manera que habrá que encontrar ese rumbo y empezar a recorrerlo. Y posiblemente habrá que arrancar solo y sorprenderse al encontrar, más adelante en el camino, a todos los que seguramente van en la misma dirección.
 
Este rumbo último, solitario, personal y definitivo, sería bueno no olvidarlo, es nuestro puente hacia los demás, el único punto de conexión que nos une irremediablemente al mundo de lo que es.
 
Llamemos al destino final como cada uno quiera: felicidad, autorrealización, elevación, iluminación, darse cuenta, paz, éxito, cima, o simplemente final… lo mismo da. Todos sabemos que arribar con bien allí es nuestro desafío.
 
Habrá quienes se pierdan en el trayecto y se condenen a llegar un poco tarde y habrá también quienes encuentren un atajo y se transformen en expertos guías para los demás.
 
Algunos de estos guías me han enseñado que hay muchas formas de llegar, infinitos accesos, miles de maneras, decenas de rutas que nos llevan por el rumbo correcto. Caminos que transitaremos uno por uno.
 
Sin embargo, hay algunos caminos que forman parte de todas las rutas trazadas.
 
Caminos que no se pueden esquivar.
 
Caminos que habrá que recorrer si uno pretende seguir.
 
Caminos donde aprenderemos lo que es imprescindible saber para acceder al último tramo.
 
Para mí estos caminos inevitables son cuatro:
 
El primero, el camino del encuentro definitivo con uno mismo, que yo llamo El camino de la Autodependencia.
 
El segundo, el camino del encuentro con el otro, del amor y del sexo, que llamo El camino del encuentro.
 
El tercero, el camino de las pérdidas y de los duelos, que llamo El camino de las Lágrimas.
 
El cuarto y último, el camino de la completud y de la búsqueda del sentido, que llamo El camino de la Felicidad.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
—Hola. ¿Vas hacia allá? —Sí —contesto con una sorprendente (para mí mismo) alegría—. ¿Vamos juntos? —Claro —me dice—, vamos. Yo respiro profundo y me siento satisfecho. En todo el camino recorrido no había encontrado nunca a un compañero de ruta. Me siento feliz sin saber por qué y, lo más interesante, sin ningún interés especial en saberlo.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
 
 
Cuando pienso en la palabra encuentro en el sentido en que la cito en todo este libro, la asocio a la idea del descubrimiento, la construcción y la repetitiva revelación de un nosotros que trasciende la estructura del yo. Esta creación del nosotros adiciona un sorprendente valor a la simple suma aritmética del Tú y Yo. Sin encuentro no hay salud. Sin la existencia de un Nosotros, nuestra vida está vacía, aunque nuestra casa, nuestra baulera y nuestra caja de seguridad estén llenas de costosísimas posesiones. Y, sin embargo, el bombardeo mediático nos incentiva a llenar nuestras casas, nuestras bauleras y nuestras cajas de seguridad de estas cosas y nos sugiere que las otras son sentimentales y anticuadas. Los escépticos intelectuales, ocupantes del lugar del supuesto saber, están siempre dispuestos a ridiculizar y menospreciar a los que seguimos hablando desde el corazón, desde la panza o desde el alma, a aquellos que hablamos más de emociones que de pensamientos, más de espiritualidad que de gloria y más de felicidad que de éxito. Si alguien habla del amor es un inmaduro, si dice que es feliz es un ingenuo o un frívolo, si es generoso es sospechoso, si es confiado es un tonto y si es optimista es un idiota. Y si acaso apareciera como una mezcla de todo eso, entonces los falsos dueños del conocimiento, asociados involuntarios del consumismo diletante, dirán que es un farsante, un improvisado y poco serio mercachifle (un chanta, como se dice en la Argentina). Muchos de estos jerarquizados pensadores configuran a veces la peor de las aristocráticas y sofisticadas estirpes de aquellos que se muestran demasiado «evolucionados» como para admitir su propia confusión o infelicidad. Otros están totalmente atrapados en su identidad y no están dispuestos a salir de su aislamiento por temor a que se descubra su falta de compromiso con el común de la gente. A casi todos, seguramente, protegidos detrás de las murallas de su vanidad, les resulta difícil aceptar que otros, desde recorridos totalmente diferentes, propongan soluciones también diferentes.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Encontrarse con otro es como leer un libro. Bueno, regular, malo, cada encuentro con un otro me nutre, me ayuda, me enseña. No es la maldad, la inadecuación ni la incompetencia del prójimo lo que hace que una relación fracase. El fracaso, si es que queremos llamarlo así, es la expresión que usamos para decir que el vínculo ha dejado de ser nutritivo para alguno de los dos. (No somos para todos todo el tiempo ni todos son para nosotros todo el tiempo). Cada uno de los encuentros en mi vida ha sido como cada libro que leí: una lección de vida que me condujo a ser este que soy.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Sobre finales del siglo XIX, principios del siglo XX, empiezan a revisarse estas ideas y se hacen críticas importantes a Hegel y a sus seguidores. Los post -freudianos critican el modelo del conflicto edípico como explicación universal. Acusan al psicoanálisis de volver demasiado a La Bruyère al sostener que el ser humano es esencialmente solitario y que se conecta con los otros por un tema de necesidades (que define sobre todo desde la teoría de lo sexual). Freud se destaca por darle a la sexualidad el lugar de pivote sobre el cual giran casi todas las cosas. Si bien hay que aclarar que para Freud el significado de «sexual» difiere mucho del concepto coloquial de la palabra. Para el gran maestro lo sexual refiere a la libido, a la energía que ponemos al servicio de las cosas, es decir, al interés sobre hechos y personas. Lo sexual es mucho más que lo genital y puede no tener ninguna relación con el pene o la vagina. La idea sería aproximadamente la siguiente: Partiendo de la idea de La Bruyère que sostenía que el hombre se asociaba para satisfacer un deseo que no puede completar en soledad, el pensamiento psicoanalítico concluyó que, si el otro es un objeto de deseo para mí, esto me llevará a juntarme con él. Hasta el concepto del instinto de muerte que liga al inconsciente con la búsqueda de la autodestrucción suena ligado a la historia del aislamiento esencial al que tendemos a volver (con la idea de la sociedad como algo antinatural metido a presión en el ser humano). Si bien Freud es muy posterior, de alguna forma está retomando aquellas ideas de La Bruyère, de Montaigne y de Hobbes, a quien cita. La naturaleza humana, como el inconsciente, es esencialmente solitaria y egoísta y se rige por el principio del placer. Así que el debate no se termina en Hegel, ni en Nietzsche, ni se termina en ninguno de estos pensadores. El debate sigue y posiblemente seguirá. Porque es muy difícil decir: ahora que tenemos todo sobre la mesa, éstos son de verdad los que dan origen a todas las ideas. Porque cuando después aparecen Adler, Fromm y otros criticando las ideas de Freud, lo hacen también apoyados en los que criticaron en su tiempo a La Bruyère o a Maquiavelo. ¿Pensar al hombre como un ser solitario por naturaleza (como decía Montaigne o como dice también el psicoanálisis en un principio) o como un ser esencialmente gregario y de alguna manera incompleto cuando está solo y que necesita de los demás para sentirse completo (como sostenía Rousseau)?
 
Jorge Bucay
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Para Freud, nacer es abandonar un lugar maravilloso que es el útero materno, donde somos acunados, alimentados y protegidos. Dicho así, suena muy terrible. Sin embargo, esta conclusión es producto de una interpretación de Freud, pero no es la única interpretación posible. Porque el útero materno es un lugar maravilloso hasta el cuarto o quinto mes, después empieza a ser tan incómodo que si el bebé no nace a los nueve meses se muere por falta de oxígeno. Yo creo que el bebé nace porque ya no soporta más, porque necesita librarse de este lugar que en realidad está asfixiándolo, apretándolo; en cuanto el cuello del útero se dilata el bebé se toma un trabajo muy grande para nacer. Nace para librarse de una situación que alguna vez fue maravillosa y que hoy es de terror, así que nacer es el alivio de una situación de cárcel donde si se queda se muere. En la vida hay situaciones muy parecidas. Te sentís mal hasta que tocás fondo y entonces decidís hacer un esfuerzo, un movimiento, buscando la salida. Quizás sea tan parecido, que a veces no nos animamos a pensar que es lo mismo que nos pasó en la panza de nuestra madre: que una vez fue maravilloso y que ahora es asfixiante, y nos quedamos ahí porque una vez fue maravilloso… Aprender que el parto es un hecho liberador nos enseña a revisar si las situaciones actuales que vivimos no han dejado de ser maravillosas, y por haber sido antes placenteras las seguimos considerando así, aunque hoy sean desastrosas.
 
Jorge Bucay
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El mundo externo es una percepción, una abstracción. Yo tengo un registro interno del afuera. Por eso tengo que tratar de entender que el mundo del otro no es el mío, que no hay un mundo que podamos compartir. Podemos hacer un espacio común y transitar por él. El mundo externo es el estímulo y el mundo interno es la percepción, pero yo no tengo trato con el mundo externo.
 
Por ejemplo, yo te veo y, para mí, vos sos como yo te veo. Ahora, ¿cómo sos vos? Qué sé yo, cómo podría saberlo. Lo único que yo sé de vos es como yo te veo. Del mismo modo, lo que vos sabés de mí es lo que vos ves, no lo que yo soy. Es decir, no hay un mundo externo sobre el cual se pueda referenciar. La mirada de las cosas tiene una cuota de relatividad tan grande que las cosas se interpretan dependiendo de cómo se vean.
 
Un señor llamado Paul Watzlawick cuenta que en un laboratorio donde se hacen experimentos con animales, un investigador está tratando de hacer un reflejo condicionado con dos ratas en un laberinto. Entonces, cuando el señor de guardapolvo blanco entra, una ratita le dice a la otra: «¿Ves a ese señor de guardapolvo blanco? Lo tengo totalmente amaestrado, cada vez que yo bajo esta palanca me da de comer».
 
Dos maneras de ver el mismo proceso, la situación es exactamente la misma.
 
Admitir que el único mundo es el interno implica confiar en la esencia del ser humano. Para creer que el único acceso al mundo es mi percepción, tengo que imaginar al hombre esencialmente bueno, noble, generoso y solidario. Si yo pienso que el ser humano es dañino, perverso, cruel y demás, tengo que restringirlo, no puedo dejarlo en libertad.
 
Afortunadamente, hay seres humanos de estos dos tipos y, como soy un optimista sin remedio, creo que el mundo está compuesto más por gente esencialmente buena, noble, amorosa y solidaria, que por gente destructiva, cruel y dañina. Será función de quienes nos creemos estas cosas tratar de ver cómo educamos a todos aquellos que son así. En principio, sabiendo que si le damos espacio y lugar al otro para que se desarrolle naturalmente, lo que el otro desarrolla es lo mejor de él, no lo peor.
 
 
 
Jorge Bucay
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Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz que le iluminara el camino a seguir. Todas las noches, al acostarse, le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. Así anduvo por la vida, durante dos o tres semanas en un estado semimístico buscando recibir una señal divina.
 
Hasta que un día, paseando por un bosque, vio a un cervatillo caído, tumbado, herido, que tenía una pata medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado; estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias, se comía al cervatillo de un solo bocado. Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso también de que el puma, no satisfecho con el cervatillo, lo atacara a él. Sorpresivamente, vio al puma acercarse al cervatillo. Entonces ocurrió algo inesperado; en lugar de comérselo, el puma empezó a lamerle las heridas. Después se fue y volvió con unas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua; y después se fue y trajo un poco de hierba húmeda y se la acercó para que cervatillo pudiera comer. Increíble.
 
Al día siguiente, cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí, y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. El hombre se dijo: ésta es la señal que yo estaba buscando, es muy clara. «Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es ser ansioso y desesperado corriendo detrás de las cosas». Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. Pasaron dos horas, tres, seis, un día, dos días, tres días… pero nadie le daba nada. Los que pasaban lo miraban y él ponía cara de pobrecito imitando al cervatillo herido, pero no le daban nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre, que estaba ya muy angustiado, le dijo:
 
—Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. ¿Por qué me hizo esto? Yo soy un hombre creyente…
 
Y le contó lo que había visto en el bosque…
 
El sabio lo escuchó y luego le dijo:
 
—Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy creyente, Dios no manda señales en vano, Dios te mandó esa señal para que aprendieras.
 
El hombre le preguntó:
 
—¿Por qué me abandonó?
 
Entonces el sabio le respondió:
 
—¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo? Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a alguien que no pueda valerse por sus propios medios.
 
Jorge Bucay
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Rollo May dice que el eje problemático del hombre en nuestra sociedad occidental judeocristiana ha ido variando aproximadamente cada veinte años y por ende la psicología ha ido cambiando cada dos décadas el foco de interés de sus planteos teóricos. May sugiere, con gran acierto, que este viraje se debe no sólo a los hechos históricos que modifican hábitos y posibilidades, sino sobre todo justamente a que las escuelas sociales y psicológicas se han ocupado de esos problemas tan adecuadamente, que, de alguna manera, los han resuelto.
 
Jorge Bucay
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Nietzsche se pierde cuando descree de toda colaboración. Él considera que la pelea por las cosas es inevitable, y entonces concluye que el mundo es de los fuertes, de aquellos que pelean y ganan la pelea. En relación a esto establece una moral de amos y una moral de corderos. La moral del amo es la de aquel que es fiel a su propia esencia, a su propio deseo. La moral de corderos es la de aquellos que se sienten y se saben débiles y entonces se juntan con otros conformándose con la mera supervivencia.
 
Jorge Bucay
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Rousseau dice que el individuo tiene dos amores: el amor propio y el propio amor. Llama amor propio a lo que nosotros llamaríamos hoy vanidad, y propio amor a lo que hoy llamaríamos autoestima. La vanidad me lleva a conseguir lo que necesito por la utilización de los demás, a utilizar a los otros para congraciarme. Así, quiero los honores (Kant) para sentirme bien, y entonces busco a los demás para que me honren. Pero también me relaciono con los demás por la necesidad de ser considerado por el otro y llenar así nuestra olla de autoestima. Cuando Rousseau llega a esta idea, la relaciona con la idea aristotélica de que el hombre que no reconoce que necesita la vida en sociedad (o que no vive en sociedad) o es un dios o es una bestia. Esta frase de Aristóteles (384-322 a. C.) ya la había tomado Nietzsche afirmando: entonces seamos dioses, reconozcamos que no necesitamos de los otros. Pero Rousseau afirma: no somos ni bestias ni dioses, somos seres humanos, y por lo tanto necesitamos esencialmente la consideración de los otros. Se refiere entonces al mito de Aristófanes, de Platón (428-348 a. C.). La característica que tiene este personaje es que se siente incompleto y busca bienes, triunfos militares, parejas, tiene hijos y nunca se siente satisfecho, hasta que un día se sienta en una mesa con alguien que le dice: «Eres Aristófanes, yo te conozco», y cuando el otro le dice esto, Aristófanes se siente por fin completo. Aristófanes representa aquí la incompletud que sólo se resuelve cuando alguien te describe. Rousseau opina que el ser humano se junta con otros, no por utilidad, sino porque sin los otros se siente mutilado. La gran diferencia con Kant y La Bruyère es que para Rousseau la incompletud es parte de la naturaleza humana. Rousseau es el primero que dice: La naturaleza humana consiste en sentirse incompleto en soledad. Esto es lo opuesto de La Bruyère, quien decía: la naturaleza humana es la soledad y la sociedad surge como una necesidad propia de reconocimiento y valoración, de aplausos, de honores. Dice Rousseau: El salvaje vive en sí mismo, y cree que no necesita a nadie; el hombre sociable vive en manada y obtiene de los demás protección y reconfirmación de su existencia, aplauso o alabanza. El verdadero ser humano se relaciona porque sólo así tiene sentido su vida. Esta idea tiene tanta fuerza y es tan revolucionaria en la historia de la filosofía, que empieza a modificar el pensamiento político de su entorno. Soy incompleto si no tengo al otro, no tiene sentido mi vida si no tengo al otro, no puedo significar mi vida si estoy solo, dice Rousseau.
 
Jorge Bucay
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¿Cuáles son los problemas que más nos inquietarán en los próximos veinte años? Cada filósofo, cada pensador, cada analista, cada terapeuta tendrá su opinión al respecto. Para mí, el eje de nuestro desarrollo e inquietud pasará fundamentalmente por dos puntos: la crisis de valores y el aislamiento del individuo.
 
Jorge Bucay
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Me parece que querer a la humanidad en su conjunto sin querer particularmente a nadie es un sentimiento reservado a los santos o una aseveración para los demagogos mentirosos y los discapacitados afectivos (aquellos que no conocen su capacidad de amar y por lo tanto no aman).
 
Jorge Bucay
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Cuentan que una noche, cuando en la casa todos dormían, el pequeño Ernesto de cinco años se levantó de su cama y fue al cuarto de sus padres. Se paró junto a la cama del lado de su papá y tirando de las cobijas lo despertó.
 
—¿Cuánto ganás, papá? —le preguntó.
 
—Ehhh… ¿cómo? —preguntó el padre entre sueños.
 
—Que cuánto ganás en el trabajo.
 
—Hijo, son las doce de la noche, andate a dormir.
 
—Sí papi, ya me voy, pero vos ¿cuánto ganás en tu trabajo?
 
El padre se incorporó en la cama y en grito ahogado le ordenó:
 
—¡Te vas a la cama inmediatamente, ésos no son temas para que vos preguntes! ¡¡y menos a la medianoche!! —Y extendió su dedo señalando la puerta.
 
Ernesto bajó la cabeza y se fue a su cuarto.
 
A la mañana siguiente el padre pensó que había sido demasiado severo con Ernesto y que su curiosidad no merecía tanto reproche. En un intento de reparar, en la cena el padre decidió contestarle al hijo:
 
—Respecto de la pregunta de anoche, Ernesto, yo tengo un sueldo de 2.800 pesos pero con los descuentos me quedan unos 2.200.
 
—¡Uhh!… cuánto que ganás, papi —contestó Ernesto.
 
—No tanto hijo, hay muchos gastos.
 
—Ahh… y trabajás muchas horas.
 
—Sí hijo, muchas horas.
 
—¿Cuántas papi?
 
—Todo el día, hijo, todo el día.
 
—Ahh —asintió el chico, y siguió— entonces vos tenés mucha plata ¿no?
 
—Basta de preguntas, sos muy chiquito para estar hablando de plata.
 
Un silencio invadió la sala y callados todos se fueron a dormir.
 
Esa noche, una nueva visita de Ernesto interrumpió el sueño de sus padres. Esta vez traía un papel con números garabateados en la mano.
 
—Papi ¿vos me podés prestar cinco pesos?
 
—Ernesto… ¡¡son las dos de la mañana!! —se quejó el papá.
 
—Sí pero ¿me podés…?
 
El padre no le permitió terminar la frase.
 
—Así que éste era el tema por el cual estás preguntando tanto de la plata, mocoso impertinente. Andate inmediatamente a la cama antes de que te agarre con la pantufla… Fuera de aquí… A su cama. Vamos.
 
Una vez más, esta vuelta puchereando, Ernesto arrastró los pies hacia la puerta.
 
Media hora después, quizás por la conciencia del exceso, quizás por la mediación de la madre o simplemente porque la culpa no lo dejaba dormir, el padre fue al cuarto de su hijo. Desde la puerta escuchó lloriquear casi en silencio.
 
Se sentó en su cama y le habló.
 
—Perdoname si te grité, Ernesto, pero son las dos de la madrugada, toda la gente está durmiendo, no hay ningún negocio abierto, ¿no podías esperar hasta mañana?
 
—Sí papá —contestó el chico entre mocos.
 
El padre metió la mano en su bolsillo y sacó su billetera de donde extrajo un billete de cinco pesos. Lo dejó en la mesita de luz y le dijo:
 
—Ahí tenés la plata que me pediste.
 
El chico se enjugó las lágrimas con la sábana y saltó hasta su ropero, de allí sacó una lata y de la lata unas monedas y unos pocos billetes de un peso. Agregó los cinco pesos al lado del resto y contó con los dedos cuánto dinero tenía.
 
Después agarró la plata entre las manos y la puso en la cama frente a su padre que lo miraba sonriendo.
 
—Ahora sí —dijo Ernesto— llego justo, nueve pesos con cincuenta centavos.
 
—Muy bien hijo, ¿y qué vas a hacer con esa plata?
 
—¿Me vendés una hora de tu tiempo, papi?
 
Jorge Bucay
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Con la convivencia yo podría aprender a disfrutar de agasajarte de alguna de esas maneras que vos preferís. Y de hecho así sucede. Pero esto no tiene nada que ver con algunas creencias, más o menos aceptadas por todos, que parecen contradictorias con lo que acabo de decir y con las que, por supuesto, no estoy de acuerdo. Hablo específicamente sobre los sacrificios en el amor. A veces la gente me quiere convencer de que más allá de la idea de ser feliz, las relaciones importantes son aquéllas donde uno es capaz de sacrificarse por el otro. Y la verdad es que yo no creo que el amor sea un espacio de sacrificio. Yo no creo que sacrificarse por el otro garantice ningún amor, y mucho menos creo que ésta sea la pauta que reafirma mi amor por el otro.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
El amor es un sentimiento que avala la capacidad para disfrutar juntos de las cosas y no una medida de cuánto estoy dispuesto a sufrir por vos, o cuánto soy capaz de renunciar a mí.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
Todorov opina que a la humanidad le gusta autocriticarse, leer los crímenes, los asesinatos, la prensa amarilla. Entonces es mucho más atractivo pensar que el ser humano es destructivo y cruel, que pensarlo necesitado de los demás. Y yo modestamente coincido. Pensar que el ser humano necesita del otro para que lo mire y lo quiera tiene mala prensa. Es más popular decir que el hombre es básicamente malo que decir que es esencialmente bueno.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Nadie es más vulnerable a creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Mi consultorio, en problemas afectivos, se divide en tres grandes grupos de personas: aquellas que quieren ser queridas más de lo que son queridas, aquellas que quieren dejar de querer a aquel que no las quiere más porque les es muy doloroso, y aquellas que les gustaría querer más a quien ya no quieren, porque todo sería más fácil. Lamentablemente, todos se enteran de las mismas malas noticias: no sólo no podemos hacer nada para que nos quieran, sino que tampoco podemos hacer nada para dejar de querer.
 
Jorge Bucay
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Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
 
—Nos amamos —empezó el joven.
 
—Y nos vamos a casar —dijo ella.
 
—Y nos queremos tanto que tenemos miedo.
 
—Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán.
 
—Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.
 
—Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
 
—Por favor —repitieron—, ¿hay algo que podamos hacer?
 
El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.
 
—Hay algo… —dijo el viejo después de una larga pausa—. Pero no sé… es una tarea muy difícil y sacrificada.
 
—No importa —dijeron los dos.
 
—Lo que sea —ratificó Toro Bravo.
 
—Bien —dijo el brujo—, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?
 
La joven asintió en silencio.
 
—Y tú, Toro Bravo —siguió el brujo—, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más bravía de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta… Salgan ahora.
 
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur…
 
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.
 
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.
 
—¿Volaban alto? —preguntó el brujo.
 
—Sí, sin dudas. Como lo pediste… ¿Y ahora? —preguntó el joven—. ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
 
—No —dijo el viejo.
 
—Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne —propuso la joven.
 
—No —repitió el viejo—. Hagan lo que les digo. Tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero… Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
 
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros.
 
El águila y el halcón intentaron levantar vuelo, pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
 
—Éste es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que, además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos, pero jamás atados.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Una relación íntima es una relación afectiva que sale de lo común porque empieza en el acuerdo tácito de la cancelación del miedo a exponernos y en el compromiso de ser quienes somos.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
No hay que menospreciar el daño que se puede causar a un bebé que es una esponja y que, si bien entiende todo, no puede preguntar nada.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Recomiendo una pequeña tarea. Tomen una página y divídanla en dos columnas: una encabezada por «Recibí» y la otra por «Me faltó». En la primera columna, anoten todo lo que ustedes hayan recibido en sus casas de origen, y en la segunda, todo lo que crean que les ha faltado. Si yo tuviera que escribir esto para mí, diría que recibí mucho amor, cuidado, protección, estímulo, normas y conciencia de la importancia del trabajo; y diría que me faltó presencia, reconocimiento, caricias y juego. Ésta es mi historia, como yo me la cuento, la de ustedes será diferente. Las cosas que he recibido y las cosas que me han faltado condicionaron mi manera de ser en el mundo. Indudablemente, este que soy está claramente determinado por aquellas cosas que recibí y aquellas cosas que me faltaron. La lista de ustedes ocasiona que sean de una determinada manera. Y serían de otra forma si hubieran recibido y les hubieran faltado otras cosas.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Cuidado, ayuda no es sinónimo de terapia; es más, lamentablemente hay cosas que la terapia no enseña, cosas que hay que aprenderlas viviendo la vida. Con respecto a esas cosas, un terapeuta sirve cuando las otras instancias para recibir lo que necesito han fracasado. Sólo ahí.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 


Recomiendo una pequeña tarea.
 
Tomen una página y divídanla en dos columnas: una encabezada por «Recibí» y la otra por «Me faltó». En la primera columna, anoten todo lo que ustedes hayan recibido en sus casas de origen, y en la segunda, todo lo que crean que les ha faltado.
 
Si yo tuviera que escribir esto para mí, diría que recibí mucho amor, cuidado, protección, estímulo, normas y conciencia de la importancia del trabajo; y diría que me faltó presencia, reconocimiento, caricias y juego.
 
Ésta es mi historia, como yo me la cuento, la de ustedes será diferente.
 
Las cosas que he recibido y las cosas que me han faltado condicionaron mi manera de ser en el mundo. Indudablemente, este que soy está claramente determinado por aquellas cosas que recibí y aquellas cosas que me faltaron.
 
La lista de ustedes ocasiona que sean de una determinada manera. Y serían de otra forma si hubieran recibido y les hubieran faltado otras cosas.
 
Ahora bien, saquémosle el jugo al ejercicio.
 
Cuando yo salga de la casa de mis padres para ir al mundo a buscar mi propia vida, voy a tener tendencia (no condicionamiento absoluto) a elegir a alguien, o a algunos, que en principio me puedan dar lo que me faltó. ¿Cómo podría no ir a buscar a aquellos que me den las cosas que me faltaron?
 
Y entonces, seguramente, yo, Jorge Bucay, fui al mundo a buscar a alguien que estuviera siempre presente, que me valorara y me reconociera, que me diera las caricias que a veces me faltaron y que fuera capaz de jugar y de divertirse conmigo (lo que recuerdo que me faltó).
 
Cuando crecemos, en lugar de transformar esa falta en una acusación hacia los padres, salimos a buscar lo que sentimos que nos faltó.
 
Sin duda, nuestra manera de evaluar lo que nos faltó está condicionada por lo que somos, pero no se trata ya de mis padres, sino de mí.
 
Este juego está aquí para mostrar cómo mi historia puede condicionar mi libertad para elegir, pero también para establecer que esa libertad no puede evitarse.
 
Y si es cierto que salgo a buscar lo que me faltó, también es verdad que lo que más tengo para ofrecer es lo que recibí. Y entonces, aunque suene incoherente, a cambio de todas mis demandas, yo voy a tener tendencia a ofrecer: mi amor, mi cuidado, mi protección, mi estímulo, mis normas y mi conciencia de la importancia de trabajar.
 
Y ésta es mi manera de ser en el mundo.
 
Yo mismo estoy bastante satisfecho de dar mi amor, mi cuidado, mi protección y mis normas, cuando el otro viene y me dice: acá estoy, yo te reconozco, vení que te acaricio, vamos a jugar… Esto no tiene nada de malo.
 
Lo que no sería muy sano es que yo conteste enojado:
 
«Ah, no. ¡No es el momento! Porque ahora… ¡hay que trabajar!…».
 
A veces, la disparidad entre las cosas que pedimos y las que ofrecemos a cambio puede ser muy grande. Por supuesto, uno puede elegir para dar a cambio otras cosas que las que recibió en casa de sus padres. Porque aunque la tendencia natural es a dar estas cosas, uno ha crecido, se ha nutrido, ha aprendido.
 
Ojalá descubra que si bien hay un condicionamiento en lo que recibí, puedo conocerme y librarme de él para dar lo que elijo dar; y si no puedo hacerlo solo, puedo pedir ayuda.
 
Cuidado, ayuda no es sinónimo de terapia; es más, lamentablemente hay cosas que la terapia no enseña, cosas que hay que aprenderlas viviendo la vida. Con respecto a esas cosas, un terapeuta sirve cuando las otras instancias para recibir lo que necesito han fracasado. Sólo ahí.
 
Y pese a lo que ustedes crean, la mayor parte de mis colegas está de acuerdo con esto y asume con vocación y responsabilidad el rol reparador o de sustituto que el paciente necesita. Creo que cuando uno no ha recibido en la casa de los padres estas cosas que le han faltado, las va a buscar afuera. Y si uno busca, en realidad siempre encuentra. Y la verdad es que la única posibilidad de que alguien reciba algo de su terapia es que se vincule humanamente con el terapeuta. No pasa por una técnica, sino por el vínculo sano entre ellos.
 
Una vez, en un grupo terapéutico, una mujer que estaba muy afectada y muy dolida, en una situación personal muy complicada, hizo el ejercicio delante del grupo. Pensó mucho tiempo y dijo: ¿Qué recibí? Y anotó: «Nada». Y agregó: «Por lo tanto, me faltó: Todo».
 
Cuando hice la devolución, tuvo que darse cuenta que ella vivía en el mundo exigiendo «todo», a cambio de lo cual no daba «nada».
 
Y por supuesto que no encontraba lo que necesitaba.
 
Y por supuesto que lloraba todo el tiempo sus creencias y su soledad.
 
Y por supuesto que se quejaba de la injusticia de que nadie le quisiera dar lo que ella necesitaba.
 
Porque estaba puesta en este lugar: buscaba a alguien que le diera «todo» a cambio de «nada».
 
La vida es una transacción: dar y recibir son dos caras de la misma moneda. Si la moneda tiene una sola cara, es falsa, cualquiera sea la cara que falte. Es de todas formas dramático que alguien no quiera recibir «nada» a cambio de darlo «todo».
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Mi pronóstico no es el de un mundo siniestro y terrible, sino el de un mundo incierto.
 
Jorge Bucay


El camino del encuentro

La familia como trampolín
 
La casa donde vivió el niño que fui y las personas con las que compartí mi vida familiar fueron el trampolín hacia mi vida adulta.
 
La familia siempre es un trampolín y en algún momento tenemos que plantarnos allí y saltar al mundo de todos los días.
 
Si al saltar del trampolín me quedo colgado, dependo, y finalmente nunca hago mi viaje.
 
Qué bueno sería animarse a saltar del trampolín de una manera espectacular.
 
Esto es posible si el trampolín es saludable. Si la relación familiar es sana. Si la pareja es soportativa.
 
Este trampolín tiene cuatro pilares fundamentales. Tan fundamentales que si no son sólidos, ningún chico puede caminar por él sin caerse.
 
El primer pilar es el amor
 
Un hijo que no se ha sentido amado por sus padres tiene una historia grave: le será muy difícil llegar a amarse a sí mismo. El amor por uno mismo se aprende del amor que uno recibe de los padres. No quiere decir que no se pueda aprender en otro lado, sólo que éste es el mejor lugar donde se aprende. Por supuesto que además un niño que no ha sido amado no puede amar, y si esto sucediera para qué saldría a encontrarse con los otros.
 
El trampolín que no tiene este pilar es peligroso. Es difícil caminar por él. Es un trampolín inestable.
 
El segundo pilar es la valoración
 
Si la familia no ha tenido un buen caudal de autovaloración, si los padres se juzgaban a sí mismos como poca cosa, entonces el hijo también se siente poca cosa.
 
Si uno viene de una casa donde no se lo valora, a uno le cuesta mucho valorarse. Las casas con un buen nivel de autoestima tienen trampolines adecuados. Dice Virginia Satir: «En las buenas familias la olla de autoestima de la casa está llena». Quiere decir: los papás creen que son personas valiosas, creen que los hijos son valiosos, papá cree que mamá es valiosa, mamá cree que papá es valioso, papá y mamá creen que su familia es valiosa y ambos están orgullosos del grupo que armaron.
 
Cuando un hijo llega a la casa y dice: «¡Qué linda es esta familia!», ahí sabemos que el trampolín está entero.
 
Cuando el chico llega a la casa y dice: «¿Me puedo ir a vivir a lo de la tía Margarita?» … estamos en problemas.
 
Cuando un padre le dice a un hijo: «¡Por qué no te vas a vivir a lo de la tía Margarita!», también algo complicado está pasando.
 
El tercer pilar es el de las normas
 
Las normas deben existir con la sola condición de no ser rígidas, sino flexibles, elásticas, cuestionables, discutibles y negociables. Pero tienen que estar.
 
Así como creo que las reglas en una familia están para ser violadas y que será nuestro compromiso crear nuevas, creo también que este proceso debe apoyarse en un tiempo donde se haya aprendido a madurar en un entorno seguro y protegido. Éste es el entorno de la familia. Las normas son el marco de seguridad y previsibilidad necesario para mi desarrollo. Una casa sin normas genera un trampolín donde el hijo no puede plantarse para saltar…
 
El último pilar es la comunicación
 
Para que el salto sea posible, es necesaria una comunicación honesta y permanente.
 
Ningún tema ha sido más tratado por los libros de psicología como el de la comunicación. Léanlos en pareja, discútanlos con sus hijos, chárlenlos entre todos con el televisor apagado… Ésta es una manera de fortalecer la comunicación, pero no es la más importante. La fundamental es aquella que empieza con las preguntas dichas desde el corazón: ¿Cómo estás? ¿Cómo pasaste el día? ¿Querés que charlemos?…
 
Y sobre este pilar, exclusivamente sobre este pilar, se apoya la posibilidad de reparar los demás pilares.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Cuenta una vieja historia que había una vez un señor muy poco inteligente al que siempre se le perdía todo. Un día alguien le dijo: —Para que no se te pierdan las cosas, lo que tenés que hacer es anotar dónde las dejás. Esa noche, al momento de acostarse, agarró un papelito y pensó: «Para que no se me pierdan las cosas…». Se sacó la camisa, la puso en el perchero, agarró un lápiz y anotó: «la camisa en el perchero»; se sacó el pantalón, lo puso a los pies de la cama y anotó: «el pantalón a los pies de la cama»; se sacó lo zapatos y anotó: «los zapatos debajo de la cama»; y se sacó las medias y anotó: «las medias dentro de los zapatos debajo de la cama». A la mañana siguiente, cuando se levantó, buscó las medias donde había anotado que las dejó, y se las puso, los zapatos donde estaban anotados, los encontró y se los puso; lo mismo sucedió con la camisa y el pantalón. Y entonces se preguntó: —¿Y yo dónde estoy? Se buscó en la lista una y otra vez y, como no se vio anotado, nunca más se encontró a sí mismo.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Si hay alguien que debería estar conmigo todo el tiempo, ese alguien soy yo.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
 
 
Amor y sexo son dos cosas tan independientes como un saco y un pantalón. Uno puede ponerse las dos cosas juntas y, si combinan, quizás hagan un traje, y puede ser lindo verlos juntos. Pero uno puede usar un jean con una camisa, un pantalón negro con una polera verde, y esta combinación puede quedar bien o mal, pero siguen siendo dos cosas diferentes.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Hacer el amor implica una conexión con el amor que no se da todo el tiempo, ni siquiera entre dos personas que se aman.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Dice un paciente mío que cuando uno tiene una mujer capaz de ser madre y de ser puta, tiene una mujer de puta madre.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La mujer ideal, decía Schopenhauer, es una princesa en la vida social, una avara en los gastos y una puta en la cama. No como la mía —decía él—, que es una princesa en los gastos, una puta en la vida social y una avara en la cama.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Aunque parezca increíble, hasta 1960 ni la medicina ni la psicología habían hablado nunca de orgasmo femenino. Y no se hablaba porque la fantasía era que no existía. El planteo subliminal era: ¿Para qué nos vamos a ocupar tanto del placer de la mujer si la mitad de las mujeres no siente nada? En 1960, Masters amp; Johnson, por primera vez, hablan, estudian y escriben sobre el orgasmo femenino. Con el cambio del lugar de la mujer en el mundo y la tendencia a equiparar derechos civiles, laborales y sexuales, las mujeres no sólo se animaron a sentir lo que eran capaces de sentir, sino además (y éstos son los cambios que se advierten en los informes) a decir lo que sentían.
 
En los ‘70 se demuestra que muchas de las mujeres caratuladas como frígidas en las estadísticas anteriores no son frígidas sino anorgásmicas, que no es lo mismo. Estas mujeres sí se excitan, aunque no lleguen al orgasmo, y por ello en las nuevas estadísticas la cantidad de mujeres frígidas (incapaces de excitarse) baja rápidamente. Ya no son 45 de cada 100, sino sólo 10 o 12; el resto son anorgásmicas pero no frígidas. Para agravar la hegemonía masculina aparece un dato adicional, un descubrimiento revolucionario. Se descubre que la eyaculación es una cosa y el orgasmo es otra. Si bien el 30% de las mujeres es anorgásmica en los informes sexuales de los ‘70, el 30% de los hombres también lo es. Y esto es una revolución. La idea de que cada eyaculación conlleva siempre un orgasmo se derrumba para siempre. Ésta es una grave herida para el narcisismo del hombre. Nosotros, que estábamos convencidos de no tener problemas con el orgasmo porque teníamos eyaculación, descubrimos que no era así. Por primera vez nos enteramos de que un orgasmo es mucho más que una eyaculación. Nos enteramos de que un hombre puede tener una eyaculación, dos, tres, cinco, veintiocho, treinta y cinco, ciento cuarenta y tres… Pero que un orgasmo es otra cosa. Empezamos a ver que la respuesta orgásmica masculina es más o menos parecida a la respuesta orgásmica femenina. Que no hay muchas diferencias entre un orgasmo masculino y un orgasmo femenino desde el punto de vista de lo que sucede en el individuo como un todo. Y si bien es cierto que la mayor parte de las veces el orgasmo coincide con la eyaculación, eso no quiere decir que cada vez que hay una eyaculación haya un orgasmo.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
El orgasmo masculino no es sólo una excreción de líquido seminal con algunos espermatozoides, un poco de jugo prostático y una sensación de alivio transitorio. Un orgasmo es una respuesta global que tiene que ver con lo biológico, pero también con lo psíquico, lo psicológico y lo espiritual. El orgasmo es una expresión del cuerpo tan descontrolada, que en estudios encefalográficos realizados en personas que estaban manteniendo una relación sexual se ve que durante el orgasmo hay espinas irritativas de crisis seudoconvulsivas que semejan una pequeña crisis epiléptica transitoria (esto es: aparece, se desarrolla y termina). Repito: No hay orgasmo sin pérdida de control. Entonces, cuando pensamos en relaciones sexuales donde todo está controladito, donde un señor y una señora terminan, él eyaculando y ella sintiéndose satisfecha, donde todo está muy aséptico y muy bien demarcado, sabemos que allí puede haber placer, pero ¿orgasmo? Orgasmo no. El orgasmo necesariamente se cursa con descontrol. No hay ninguna posibilidad de que alguien tenga un orgasmo si todo está absolutamente bajo control.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Si admitimos que el orgasmo es dejar de controlar, si lo mejor que me puede estar pasando en la cama con el otro es que yo esté gozando tanto como para perder el control, y eso es el orgasmo, cuéntenme cómo hicimos para descolgar la absurda idea del orgasmo simultáneo, la idea de que para que una relación sea buena, ventajosa y apropiada, ¡tenemos que terminar juntos! Si el orgasmo es descontrol, ¿de dónde se saca la idea de que debemos terminar a la vez? Y además ¿cómo construyo la coincidencia?
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
… pensar que el sexo es un pito dentro de una vagina es una idea necia.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La sexualidad tiene que ver con muchas más cosas, no sólo con la penetración y la mera historia del orgasmo. Tiene que ver con una función fundamental relacionada no ya, por supuesto que no, con la procreación, sino con el contacto, el placer, la comunicación y el encuentro con el otro. Pensar que el placer reside en quién acaba antes y quién después, pensar que el placer se define en si terminé o no terminé, es la historia de los tipos que se quejan porque creen que tienen el pito corto (95%). Y entonces uno se pregunta: ¿Corto como para qué? ¿Cuál es la idea de lo corto? ¿De qué se trata la fantasía de la virilidad relacionada con el tamaño del pito? Hay dos órganos fundamentales, que son los que más intervienen en la sexualidad: la piel y el cerebro. Si bien es cierto que en una etapa hay una genitalización de la energía relacionada con la libido, esto es sólo en el momento preorgásmico. En el resto del tiempo habrá que ver cómo administramos toda la energía que nos sucede. La excitación sexual es energía que se acumula y que circula por todo mi cuerpo. Tratar de focalizarla en los genitales, en una erección o en cierta humedad, me parece que es demasiado nimio. La sexualidad le sucede a todo mi yo.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Salvando las distancias, hay que descartar la pretensión de conseguir cosas programadamente. No hay por qué querer coger una hora, dos horas ni media hora. Me parece que hay que querer todo el tiempo que uno tenga ganas. Y en ese tiempo uno hará con lo que tiene lo que puede y hasta donde puede. Y en todo caso, ésa será la sexualidad que uno puede en ese momento. Ésta es, para mí, la sexualidad sana. El 95% de los hombres y las mujeres que tienen disfunciones sexuales (anorgasmia, eyaculación precoz, impotencia) tienen lo que se llama la anticipación del fracaso. Esto es, piensan que no van a poder y entonces después no pueden, piensan en lo que tendría que pasar y después no pasa. Gran parte de nuestro fracaso sexual depende de esto. A partir de los estudios sexuales realizados desde los años ‘60 para acá, hoy sabemos que el 75% de los problemas sexuales se curan solos cuando el individuo cancela la expectativa de que tiene que ser diferente. La mayoría de los terapeutas sexuales recetan a sus pacientes un ejercicio casi infalible: Vayan a la cama, hagan de todo, pero no cojan. Esto es: cancelen la exigencia de estar lubricado, erecto, firme, durando, etc. Y lo que sucederá será que bajará la expectativa y la sexualidad comenzará a funcionar de otra manera. No puede elegir el que tiene una exigencia previa. Y el que tiene una exigencia previa tiene que aprender que su pito y su vagina no responden a su cabeza, que responden a la emoción, al sentir, al cuerpo y a la vivencia del encuentro. Hay, por supuesto, algunas pocas razones físicas que podrían determinar una incapacidad de erección o de excitación, pero representan en conjunto el 2% de todas las consultas por disfunción. Los demás, la inmensa mayoría, llegan a este odioso lugar desde sus propios bloqueos personales.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La sexualidad es tan importante en la vida que valdría la pena empezar a pensarla como un desafío. El desafío de la sexualidad plena. ¿Qué significa una sexualidad plena? La relación sexual plena debería incluir por partes iguales ternura y erotismo. A mí me gusta decir simbólicamente que habría que llegar a la cama con un ramo de flores y un video pornográfico. Ésta sería la suma.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
… de una manera o de otra todo empieza con la fantasía. Pero al seguir en el tiempo estas fantasías se multiplican y generan lo que yo creo una de las distorsiones más graves de la sexualidad de la pareja. Por alguna razón estamos condicionados a no compartir nuestras fantasías, ni siquiera aquellas que incluyen a nuestra pareja. Y esto es un grave error. Nada mejor que un cuarto lleno de «ratones» para crear un clima de encuentro sexual. Uno de los ejercicios favoritos que receto a parejas con problemas es sentarlos en un café más o menos oscuro y susurrarse al oído las fantasías de cada uno. El resultado es siempre el mismo. La pareja viene sorprendida de las coincidencias y reprochándose no haberse animado antes a compartir. Contarte mis fantasías es un acto de entrega y una fuente de placer para el compañero que no hay que escatimar. En una de mis charlas, una mujer me preguntó si era patológico incorporar la fantasía de un tercero cuando se te acaban las ideas. En todo caso, es patológico si uno de los dos no quiere. Pero aclaro, la fantasía de un tercero no tiene por qué llegar «porque se nos acabaron las ideas»; el tercero o la tercera, los cuartos y los quintos son solamente una fantasía más. Y tanto es así que la verdad, la mayor parte de las veces, ni siquiera hace falta traer verdaderamente a un tercero. Porque las fantasías no necesitan actuarse para disfrutarlas, las fantasías sexuales se disfrutan con sólo compartirlas con el otro. Muchísimas parejas fantasean con escenas que jamás actuarían y se excitan y lo disfrutan. No es una propuesta, forma parte del juego.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
El explorador occidental llega a la India. Entra en un templo tántrico y ve en las paredes escrito por todos lados el número 85. Un montón de monjes recorren el lugar cantando una canción que dice: «85… 85… 85…». El explorador pregunta:
 
—¿De qué se trata?
 
El que parece más anciano de los monjes le dice:
 
—85 son las posiciones para hacer el amor descriptas en el Kama-Sutra.
 
El explorador exclama sorprendido:
 
—¡¿85?! Pensar que yo conozco sólo una: el hombre arriba y la mujer abajo.
 
Los monjes lo miran sorprendidos y siguen recorriendo el templo al grito de:
 
—¡86… 86… 86…!
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
 
 
Según los orientales, el sexo es la máxima expresión de la iluminación. La iluminación es enunciada por los místicos como la disolución del yo. Esto es: ser un todo con el otro. Durante ese instante donde yo pierdo el control, por un momento dejo de ser yo y puedo conseguir la fantasía de fundirme con el otro. Fundirse con el otro es el deseo supremo del amor.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Nosotros no somos heterosexuales, homosexuales o bisexuales. Somos sexuales. Tenemos una sexualidad que es energía interna que pugna por expresarse.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
… no hay nada más erotizante que sentirme deseado por el que está a mi lado. Sea yo varón o mujer, nada me excita más que sentir que aquel que yo deseo me desea.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Evitar censurarnos. La censura en el encuentro sexual es perniciosa. Hay que trabajar con nuestra libertad y con lo que yo llamo autonomía, la capacidad para imponernos nuestras propias normas. Revalorizar la sexualidad hasta conseguir que recupere el enorme valor que tiene. Si tratamos de reprimir la conexión con nuestro deseo, cada vez somos más esclavos de él. En la medida que dejemos ser a nuestro deseo; en la medida que asumamos nuestra sexualidad como parte de nosotros y no nos avergoncemos de ello; en la medida que aceptemos nuestras inquietudes, nuestras fantasías y nuestro encuentro sexual con la persona que nosotros decidamos; en la medida que podamos vivir esta historia con libertad, sin frenar y sin reprimir, nuestra sexualidad se va a volver más libre y vamos a poder dejar de pensar en ella.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La solución del problema de la insatisfacción en la vida de parejas desdichadas, planteada modernamente por la sociedad que supimos construir, es separarse, comenzar otra vez con otra persona mejor para uno. En otras palabras, para el 80% de todas las parejas, y el 50% de los matrimonios, que la pareja haya fracasado es la consecuencia de la incapacidad de cada uno para elegir la persona adecuada.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La pareja no es un estado inmutable de dos personas que no cambian. Es más bien un viaje por un camino elevado psicológica y espiritualmente que comienza con la pasión del enamoramiento, vaga a través del escarpado trecho de descubrirse y culmina en la creación de una unión íntima, divertida y trascendente, capaz de renovarse en la reelección mutua, una y otra vez, durante toda la vida. La construcción de un vínculo de este tipo no se apoya en la habilidad para poder conquistar al compañero o a la compañera perfecta ni en la suerte de cruzarse algún día con la persona ideal, sino en el darse cuenta definitivamente de que: La creencia heredada del mito del amor como prisión es falsa. La pareja no es una prisión, ni un lugar donde engancharse o quedarse atrapado, sino un camino del desarrollo de ambos. Un camino elevado y quizás riesgoso. Pero sin duda uno de los más hermosos y nutritivos caminos que se pueden escoger. Redefinir la pareja significa hablar sobre amor y esto implica saber de qué cosas hablamos cuando hablamos de ese sentimiento en un vínculo tan especial como es el que se entabla entre un hombre y una mujer que planean seguir juntos el camino.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La teoría del complemento sustenta también de alguna manera la tesis desarrollada en nuestro libro Amarse con los ojos abiertos. Nos acercamos por las afinidades, pero nos mantenemos juntos por las diferencias, porque son ellas las que nos permiten utilizar los conflictos como herramientas de nuestro crecimiento y considerar al otro mi maestra o maestro cuando discutimos (en lugar de tratarlo como un enemigo), para poder enriquecerme con todo aquello de lo que el otro es capaz y yo no…
Y podría seguir enunciando teorías que intentan explicar el encuentro de dos que deciden armar una pareja. Pero hay un aspecto enigmático relacionado con la selección de pareja que ninguna teoría termina de explicar. Durante el curso de tu vida, vos has conocido a miles de personas, haciendo un cálculo conservador, supongamos que varios cientos de ellas resultaron lo suficientemente atractivas físicamente o tenían el suficiente éxito como para llamar tu atención. Cuando reducimos este campo aplicando la teoría de intercambio social podríamos llegar a cincuenta o cien personas de este grupo selecto, quienes tendrían un «valor de puntos» combinado igual al tuyo o superior. Lógicamente, vos tendrías que haberte enamorado de varios cientos de personas. Y, sin embargo, la mayoría de los individuos solamente se han sentido profundamente atraídos por algunas pocas personas. Conclusión: algo falta en las teorías. Y creo que lo que falta es justamente lo inexplicable, el verdadero misterio, la magia. Porque es ciertamente inexplicable que alguien «pierda la cabeza» por otra persona, que alguien no pueda pensar en otra cosa que el amado, que alguien llore durante semanas esperando un llamado de aniversario que no llegó… Estas emociones violentas e irracionales que pueden suceder únicamente cuando ese alguien está enamorado. Es que estar enamorado no es amar. Porque amar es un sentimiento y estar enamorado es una pasión. Las pasiones, por definición, son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y fugaces como el destello de un flash, que son capaces de producir transitoriamente una exaltación en el estado de ánimo y una alteración de la conciencia del mundo del que la siente.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Estar enamorado es enredarse en un doloroso placer, el de la disolución en el otro.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La confusión reinante entre estos términos, (amar y estar enamorado) más la malintencionada idea de homologarlos, ha sido y es causante de horribles desencuentros en las parejas.
 
«Ya no es como antes…», «Las parejas con el tiempo se desgastan…» y «No estoy más enamorado… me voy», son algunas de las frases que escucho en mi consultorio y leo en los medios, apoyadas en la idea de que los matrimonios deberían continuar enamorados «como el primer día». Es muy lindo pensarlo posible, y a uno le gustaría creérselo, pero es mentira.
 
El estado ideal de una pareja no es el de aquellos primeros meses en que estaban enamorados, sino el de todo el tiempo en que se aman en el sentido cotidiano, verdadero.
 
Probablemente desde la fantasía, a mí me gustaría estar enamorado de mi esposa después de veinte años, porque estar enamorado es algo realmente encantador. Aunque, con toda seguridad, si yo estuviera enamorado de mi esposa, de verdad enamorado de mi esposa, en este preciso momento no estaría escribiendo este libro.
 
Si yo estuviera enamorado, sentiría que esto es perder el tiempo.
 
Si yo estuviera enamorado de mi esposa, en este preciso momento no tendría nada de ganas de estar acá, porque estaría pensando en estar allá, en encontrarme con ella, o en todo caso en escribirle un poema, pero siempre alrededor de ella, porque ella sería el centro de mi vida.
 
Cuando en un vínculo que comienza con esa pasión, estar enamorado da paso al amor, todo sale bien. De hecho, nada mejor podría pasarnos.
 
Pero cuando no conduce allí, el desenamoramiento sólo deja detrás de sí una sensación de ciudad devastada, la ruina emocional, el dolor de la pérdida, el agujero de la ausencia.
 
Y uno se pregunta: ¿Por qué terminó? ¿Porque no era cierto? ¿Porque era poco? ¿Porque era mentira?…
 
No. Se terminó simplemente porque era una pasión.
 
En un vano intento de aportar algunos datos sobre la magia y sin ninguna posibilidad de saber por qué sucede, me atrevo solamente a establecer dos hechos que, sin lugar a dudas, son necesarios para que el enamorarse suceda:
 
El otro debe tener (o yo imaginar que tiene) una virtud o cualidad que yo (aunque sea por el momento) sobrevaloro. Quiero decir, eso que el otro es, tiene o hace me parece increíblemente valioso. (Si en ese momento de mi vida sobrevaloro la estética, me enamoraré de alguien que se ajuste a los modelos de belleza del momento; si en ese momento me parece fundamental el dinero, me enamoraré de alguien que tenga buena situación económica; y lo mismo con la inteligencia, el color de la piel, la simpatía, etc.)
Para enamorarme es imprescindible que yo tenga la predisposición «enamoradiza». Quiero decir, que yo esté dispuesto a perder el control racional de mis actos enamorándome. Si bien este concepto está en contra de nuestra idea de que enamorarme me pasa más allá de mi deseo, parece ser que esto es cierto después, cuando ya estoy enamorado. Es decir, antes, si yo no estoy dispuesto a dejarme arrastrar por la pasión, si no estoy decidido a vivir descentrado, si me niego a perder el control, el enamoramiento no sucede.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
La más bella definición de amor que escuché en mi vida es la de Josef Zinker: El amor es el regocijo por la sola existencia del otro.
La frase evoca un sentido casi supremo del amor, el más profundo y el más intenso. Posible o no, éste será el objetivo más deseable: llegar a amar tanto que me alegre sólo por el hecho de que el otro exista. ¿Y no existe un amor apasionado que pueda durar toda la vida? El otro día corregí a una paciente que hablaba de su noviazgo y me decía que estaba «perdidamente» enamorada de él. Entonces yo le decía: qué lástima que no puedas decir «encontradamente» enamorada. Amor apasionado es el nombre que le reservo a aquellos vínculos donde, amándonos tanto como para poder construir una pareja sin dejar de ser nosotros mismos, de vez en cuando podemos encontrarnos enamorándonos de esa misma persona con la cual vivimos desde hace años. Encontradamente enamorados. Cuando esto pasa es siempre hermoso, aun cuando nuestros enamoramientos no coincidan en el tiempo.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Propongo que la próxima respuesta que des cuando alguien te diga te quiero sea: Lo sé
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Creo que hay que ser muy tonto o muy tonta para pensar que aquella persona a la cual uno ha elegido presumiblemente para toda la vida es la única en el mundo que nos erotiza, la única que nos genera fantasías, la única linda entre todas y demás. Me parece que hay en el mundo otras personas que uno puede encontrar atractivas. Ahora bien. Cada uno decidirá después qué hace con esas fantasías.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
 
Lo que más me gusta de mi relación de pareja es que mi esposa y yo sabemos que cualquiera de los dos podría hacer una elección diferente. Lo que nos gusta de nuestra relación es saber que nos elegimos mutuamente porque así se nos da la gana. Ésta es la verdadera historia de la fidelidad.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 
  
 
Contrato Conyugal
Más allá del amor
 
por Jorge Bucay
 
1. Definición. El matrimonio es un compromiso afectivo, espiritual y social pensado para proyectar, compartir y disfrutar, en un marco seguro y trascendente.
 
2. Duración. El contrato se firma para toda la vida, pero el pacto debe ser renovado cada cinco años, debiendo renegociarse los términos. Si no hubiera acuerdo de un nuevo contrato, este convenio expira.
 
3. Propiedad. Las partes acuerdan definitivamente no considerar al otro como parte de sus propiedades. Se entiende que mi esposa, mi marido o mi pareja son términos coloquiales que no implican dominio.
 
4. Vida en común. La mayor parte del tiempo habitarán juntos. Las tareas serán compartidas. Los dos se abstendrán de regañar al cónyuge, aunque cada uno puede recordar al otro sus responsabilidades con tacto y delicadeza. Cada uno lavará su propia ropa interior.
 
5. Dinero. Marido y mujer compartirán a partes iguales la responsabilidad de los gastos, cada uno conservará su cuenta bancaria y abrirán una compartida para el proyecto en común. Si en la división de tareas uno de los dos generara más dinero que el otro, el ingreso será de todos modos compartido, disponiendo cada uno del dinero que necesite. Ambos evitarán decir al otro cómo y en qué debe gastar el dinero.
 
6. Disputas. Los desacuerdos no serán considerados nefastos. Dado que se trata de dos individuos diferentes, se da por sentado que habrá desacuerdos. En esos casos la pareja encontrará el tiempo para buscar un acuerdo. Si no lo encontrara acordarán el desacuerdo. Si hace falta una decisión urgente, se dará prioridad a la decisión del más capacitado o idóneo en el tema.
 
7. Peleas. Dado que los miembros son seres humanos y no máquinas, las disputas pueden generar discusiones y peleas. Las partes se comprometen a discutir sin faltarse el respeto ni psíquica ni físicamente.
 
8. Comunicación. Las partes se comprometen a estar siempre abiertas al diálogo. Él tratará de hablar con ella, aunque esté enfadado y ella tratará de no castigarlo a él restringiendo el contacto físico.
 
9. Sexo. Queda claramente establecido que la sexualidad de la pareja estará regulada únicamente por el deseo. Ninguno de los dos se sentirá obligado nunca a satisfacer los deseos del otro salvo que esto satisfaga sus propios deseos. A todos los demás efectos se establece que ninguna conducta sexual está prohibida, es sucia o pecaminosa si ambos acuerdan explorarla.
 
10. Fidelidad. La pareja puede pactar libremente esta regla optando entre cualquiera de las siguientes posibilidades.
 
a) La relación sexual es excluyente.
 
b) Podría haber otras relaciones, pero sin compromiso afectivo.
 
c) Cada uno decide libremente sobre sus relaciones extramaritales.
 
En b) y c) habría que acordar si estas otras experiencias deben contarse o deben ocultarse. Cualquiera sea la opción, derechos y obligaciones serán idénticas para los dos.
 
11. Niños. La pareja tendrá hijos sólo en caso de que ambos deseen tenerlos (y en el momento en que ambos coincidan en el deseo). Mientras tanto, los dos acuerdan que un aborto sería una decisión hiriente y por lo tanto será responsabilidad de ambos evitar un embarazo no deseado.
 
12. Familias. Cada uno tendrá con su familia de origen las relaciones que crea conveniente y aceptará la actitud que el otro tenga con ellos. Esto incluirá el derecho de cada uno de no dejarse presionar por sus suegros.
 
13. Amigos. Cada uno conservará sus amigos y amigas. No es imprescindible acordar ni hacer amistad con los amigos del otro, ni tampoco incluir los propios en la pareja.
 
14. Control. Cada uno renuncia expresamente a ejercer control sobre el tiempo, el aspecto, el cuerpo, los gustos y la forma de actuar del otro. Cada uno se hará responsable de sus acciones y de las acciones decididas en conjunto, pero no de las decisiones individuales del otro.
 
15. Divorcio. Cualquiera de los dos puede querer divorciarse cuando sienta que lo que han proyectado juntos ha perdido vigencia. El otro no se opondrá. Si existieran hijos menores, la pareja acuerda agotar los recursos para salvar el vínculo y proteger a los niños. Respecto de los bienes se acuerda que todo lo adquirido durante la vida en común será repartido y todo lo personal será conservado por cada uno.
 
16. De forma. Estos artículos podrán ser revisados a solicitud de cualquiera de los dos y modificados con el acuerdo de ambas partes. Violar alguna de estas cláusulas se considera suficiente causa para la ruptura del contrato y el infractor soportará como única pena el pleno derecho de su cónyuge de abandonar el vínculo.
 
17. Firma del contrato. El presente contrato no tiene ninguna validez jurídica, civil ni comercial. Es de uso exclusivamente privado y no puede ser esgrimido como argumento en un litigio. Para dejar esto claramente establecido debe ser firmado con la mano izquierda, sin ceremonia y sin testigos.
 
Fecha // firmas
 
¿Y hará falta tomarse tanto trabajo?
 
Contesto: Creo que sí.
 
Pero ¿no alcanza con el amor y con el deseo?
 
Contesto: Creo que no (aunque, sin lugar a dudas, es un maravilloso lugar desde donde empezar a compartir un camino).
 
Quizás deba aclarar una vez más que éste no es «EL PACTO CONYUGAL del matrimonio normal», sino sólo una idea. Habrá otras parecidas y diferentes. Habrá algunas más rígidas y otras más elásticas, adaptables a cada matrimonio y a cada momento del matrimonio. Habrá finalmente quienes piensen que no hay nada que pactar y menos por escrito, quienes consideren ridículo establecer normas de conducta acordadas, quienes se fastidien frente a la sola idea de un contrato conyugal… y quizás tengan razón. Hablo sólo de aquellas cosas que han servido para mi vida y de las señales que fui encontrando en MI camino. Las comparto… por si acaso.
 
Creo que la resistencia de algunos de nosotros a los pactos se debe a que los vivimos como si fueran las paredes de aquella prisión a la que me refería al principio.
 
Intento demostrar que no sólo no es tal, sino que más bien es todo lo contrario.
 
Un pacto de respeto a la individualidad, un contrato de mutuo acuerdo explicitado y consensuado, un modelo renovable de convivencia, un conjunto de pautas que por definición son cuestionables y modificables permanentemente, lejos de esclavizar liberan. Más que transformarse en celda, un pacto se constituye en una llave de entrada y de salida de cada encuentro.
 
Faltaría contestarse, con toda sinceridad, si somos capaces de establecer una pareja pactando clara y definitivamente que no tenés por qué desear lo que a mí me gusta.
 
Y que nos debemos mutuo respeto por encima de todas las cosas.
 
Y que esto implica no sólo aceptar sino HONRAR nuestras diferencias.
 
Y que la prisión no es tal porque una pareja es una elección de un lugar donde estar.
 
Y que la puerta estará siempre abierta (por lo menos para salir).
 
No solemos elegir voluntariamente esa libertad para nosotros, seguramente porque no queremos concedérsela a los demás; sin embargo, de todas maneras, la tenemos porque la libertad es un derecho irrenunciable y una condición inevitable.
 
Aunque escojamos armarnos nuestras propias cárceles de ideas, levantando paredes y forjando rejas de acero detrás de las cuales nos sentiremos encerrados, claro, pero con la seguridad que solamente se puede obtener de lo previsible, de lo estático, de lo eterno. Aunque allí dentro me muera de asfixia, de angustia o de aburrimiento.
 
Queremos pensar que se ama una sola vez en la vida y para siempre, aunque sepamos que no es verdad. Preferimos retorcernos de miedo controlando lo que el otro hace cuando no estamos juntos y seguir aferrados a la idea de que no podríamos vivir el uno sin el otro, aunque sabemos que sin el amado la vida igual continúa aunque no continúe igual.
 
Y lo pensamos, en gran medida, porque hemos sido enseñados a creer en estas mentiras. Falsedades para sostener la idea de la prisión deseable, pero también para condicionar una forzada fidelidad o una machista exclusividad (hasta hace treinta o cuarenta años los hombres pretendían ser únicos en la historia de las mujeres de bien, y las mujeres se conformaban con ser la última de los hombres de bien).
 
En este aspecto nuestra medrosa educación ni siquiera ha sido equitativa. Las víctimas sindicadas de esta distorsión son las mujeres. Se hayan dado cuenta o no, gran parte de las mujeres de aquellos tiempos han sido condicionadas por esta idea de que la mujer tenía que conformarse con un solo amor y con un solo varón, para toda la vida.
 
Jorge Bucay
El camino del encuentro
 









 

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