CITAS DE CUENTOS DE FRED HOYLE


Partiendo de la base de que tanto Daghri como yo estábamos cuerdos, solo podía haber una explicación. —Daghri, creo que nos hallamos en una enorme nave espacial. Esto que vemos en las paredes es la vista que se disfruta desde la nave. Podemos contemplar el espacio tal como lo ve el piloto.
 
Fred Hoyle
Los zoólogos
Nueva Dimensión 74
 
 
La caja no era tan grande como había pensado al principio. De hecho, sus dimensiones debían ser aproximadamente de nueve metros de anchura por quince de longitud y unos seis de altura; era la iluminación lo que daba a la estancia el aspecto de una catedral, un efecto que yo ya había observado en algunas cuevas.
 
Fred Hoyle
Los zoólogos
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Ella y yo descubrimos que, si nos manteníamos a un metro de distancia el uno del otro, podíamos ir juntos a cualquier parte y a cualquier hora sin sufrir las molestias que afligían constantemente a Bill Bailey y Hattie Foulds.
 
Fred Hoyle
Los zoólogos
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—Desde el principio —proseguí—, mi problema ha sido comprender algo de la psicología de los seres que pilotan esta nave. Suelo imaginármelos como zoólogos. ¿Qué diablos están haciendo y con qué fin? Evidentemente, se dedican a capturar ejemplares de seres vivos, tal vez de todos los puntos de la galaxia. —¿Quiere decir con esto que puede haber animales de otros planetas en esta nave? —Me parece lo más probable. Tras las paredes de esta catedral, tras las paredes de los pasillos, puede haber otras «viviendas», más celdas y pasillos habitados por otros ejemplares. —¡Un zoológico! En toda la extensión de la palabra.
 
Fred Hoyle
Los zoólogos
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Los planetas volvieron a moverse sobre la pared, igual que antes. Nos alejábamos otra vez.
 
Fred Hoyle
Los zoólogos
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Mary me tocó suavemente un brazo. —Aún no me has dicho lo que hiciste tú. —Mi pecado es el peor de todos. He sido un consumidor. Yo me comía los pobres animales que McClay criaba en su granja, que Bailey descuartizaba y que Schmidt metía en sus latas de conserva. —¡Pero esto lo hacen millones de personas! Yo también, ¡todo el mundo! —Cierto, pero no saben lo que hacen. Yo sí lo sabía. Durante veinte años he sido consciente de ello, y sin embargo, he elegido el camino fácil. De vez en cuando hacía pequeñas concesiones, como comer más pescado y menos carne, pero nunca me enfrenté con el verdadero problema. Yo sabía lo que hacía.
 
Fred Hoyle
Los zoólogos
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Permítame que le haga una pregunta, profesor Pym. ¿Se considera usted un verdadero científico?
 
Fred Hoyle
Pyim gana la partida
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Las cuartillas estaban escritas con letra pequeña y clara. Pym se puso las gafas. Diez líneas de poesía y se hace evidente la mano del maestro. Lo mismo sucede con la música. Y lo mismo sucedía con aquello.
 
Fred Hoyle
Pyim gana la partida
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—Usted sabe mi nombre, pero yo no sé el suyo. Estoy en desventaja. —Más de lo que se imagina. Si lo que quiere es un nombre, algunos me llaman Muerte.
 
Fred Hoyle
Pyim gana la partida
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Tras seis tórridos meses de «business », el joven Pev tuvo la idea de ingresar en la escuela espacial. Sorprendentemente consiguió aprobar el examen de admisión para el año preliminar. Esto era una prueba típica de la diferencia entre el estilo de vida norteamericano y el británico: los norteamericanos le admitieron por sus pocos puntos fuertes, que lo eran mucho, mientras que los británicos le habían rechazado por sus varios puntos débiles.
 
Fred Hoyle
La magnetosfera
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Milagrosamente, se licenció, obteniendo un puesto muy bajo en la lista, pero graduándose de todos modos. Ahora ya tenía aquel maldito pedazo de papel, que nada da directamente a su poseedor, pero que causa muchos problemas si no lo tienes. Ahora disponía ya de autorización para actuar. Aunque el papel no decía cómo ni dónde.
 
Fred Hoyle
La magnetosfera
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Aunque pareciese increíble, había un orden controlado en la magnetosfera de aquel planeta. ¿Podría acaso estar funcionando allí alguna forma de procesado de datos? ¿Se hallaban los electrones y el campo magnético dispuestos de tal modo que la gran magnetosfera, en conexión con todo el planeta, se comportaba como un gigantesco cerebro electrónico?
 
Fred Hoyle
La magnetosfera
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El aterrizaje en aquel nuevo planeta había constituido un alivio indescriptible. Incluso los insectos eran un alivio. Sin embargo, los verdes valles y las rumorosas aguas no constituían un sustituto de formas de comunicación inteligibles. Era esto lo que deseaban ardientemente aquellos hombres, no tanto por aprender algo nuevo como por sentir que no estaban solos. Lo que necesitaban desesperadamente era librarse de la sensación de aislamiento, de ser un diminuto microcosmos en el vasto, implacable e inabarcable infinito del espacio y el tiempo. Establecer contacto con la maravillosa cosa del cielo llegó a tener una importancia abrumadora.
 
Fred Hoyle
La magnetosfera
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Fuese lo que fuese aquello, les ignoraba por completo.
 
Fred Hoyle
La magnetosfera
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—No puedo permitir que las dos os vayáis… —¿A la cama juntas? ¿Es eso lo que quieres decir? ¿Dejándote a ti, pobrecito, solo? ¿Qué otra perspectiva hay, mi pobre John, a menos que Cynthia o yo sintamos lástima por ti? Ya ves, con mujeres como nosotras, solo hay un problema difícil; los niños. Felizmente, tú has resuelto este problema, lo mismo que resolverás nuestro problema económico. Felizmente también, podrás ayudamos con los niños, a lavarlos cuando anden por la casa con las manos muy sucias, esos muñequitos, que tú nos has impuesto con esa ferocidad biológica.
 
Fred Hoyle
Solo un juego
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Todos los teatros deberían poder permitirse actores de categoría. Esto ahorraría muchos problemas, porque los actores de categoría sacan partido de cualquier cosa,
 
Fred Hoyle
Solo un juego
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El escritor interesado en la trama sigue el camino de la estructura y el orden. El escritor que se interesa por los aspectos patológicos de la Humanidad pocas veces tiene algo de lógica o de estructura. Busca solo satisfacer el básico instinto humano de dominio; de dominar, si no carne y sangre reales, al menos, las invenciones de su propia imaginación.
 
Fred Hoyle
Solo un juego
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Es sorprendente la cantidad de personas que tienen una buena idea y luego la echan a perder. Por ejemplo, los teólogos. Cuando idearon al Diablo parecían emprender un buen camino, pero luego concluyeron con una concepción ridícula. Imaginarse al Diablo molestándose por las almas una a una, tratando contigo o conmigo en una base individual, como un vulgar calderero. Hay que tener en cuenta que el Diablo piensa en grande, recogiendo cosechas de millones, como hizo en el caso de Ciudad Resbalosa.
 
Fred Hoyle
Bienvenido a Ciudad Resbalosa
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Existe una vieja historia de un hombre que salvó casualmente la vida de un rey. El rey dijo a su salvador que pidiese la recompensa que desease, esperando, sin duda, que pediría la mano de una de sus muchas hijas. Pero no, aquel hombre cogió un ajedrez con sus sesenta y cuatro cuadrados, y dijo que quería un solo grano de trigo por el primer cuadrado, dos por el segundo, cuatro por el tercero, y así sucesivamente hasta llegar al cuadrado sesenta y cuatro. El rey, un poco desilusionado, le dijo que pensase en otro regalo más valioso, pero su salvador no quería ningún otro regalo. De mala gana, el rey ordenó a su intendente que hiciese el cálculo necesario y que le entregase lo que pedía. Ante su asombro, supo que en el granero real no había cantidad suficiente de trigo, ni, según el intendente de su reino, había trigo suficiente en todo el mundo para satisfacer aquella petición. Pues es un caso similar al del truco del Diablo, esta simple progresión geométrica. Los seres humanos caen siempre en esta trampa. Todo consiste en hacerles empezar algo que les guste y luego empujarles hacia ese proceso progresivo; con eso basta. El resultado será siempre desastroso porque la multiplicación no puede proseguirse indefinidamente. Dale a un niño un caramelo para que se esté quieto. El niño naturalmente se condiciona a chupar caramelo. Compra dos en cuanto recibe su asignación semanal. Luego compra cuatro, cuando obtiene su primer trabajo. Luego ocho con el primer aumento de sueldo. Y así siempre. Resultado, se le caen los dientes. O una copa, dos copas, cuatro copas… De este sencillo modo se articulan en realidad los grandes desastres humanos.
 
Fred Hoyle
Bienvenido a Ciudad Resbalosa
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Financieramente, la Ciudad era próspera. Ofrecía buenos ingresos a quien quisiese trabajar realmente duro, a todo aquel que poseyese destreza e inteligencia razonables. La adquisición de dinero había pasado a ser el principal símbolo de éxito entre sus habitantes. Las tentaciones eran fuertes. A cambio de dinero se ofrecían, a una escala desconocida en el resto de la Tierra, «servicios» de todo género. Los individuos sentían la «necesidad» de adquirir una interminable sucesión de chismes, y de crear esta necesidad se ocupaban adecuadamente los medios de comunicación.
 
Fred Hoyle
Bienvenido a Ciudad Resbalosa
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Como todo el mundo hacía lo mismo, había respecto a ello una sensación de «comunidad». Como todo el mundo lo hacía, tenía que ser necesariamente la forma de vida correcta.
 
Fred Hoyle
Bienvenido a Ciudad Resbalosa
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En volumen fue «poquito», pero el efecto fue como el de la coz de una mula.
 
Fred Hoyle
Bienvenido a Ciudad Resbalosa
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El agente treinta y ocho veía caer el ovni. Veía un objeto pequeño, una cápsula ligada a un paracaídas se desprendió de él. Una vez que dio con la longitud de onda y la clave correcta había sido casi absurdamente fácil derribar al ovni. Entusiasmado, el agente treinta y ocho lanzó su cuerpo balleniforme a través de las olas, con el gran transmisor de su cabeza enviando descargas eléctricas a través del agua.
 
Fred Hoyle
El agente 38
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En el pálido y gris mundo de la Luna, el brotar de millones de toneladas de agua era un acontecimiento fantástico y maravilloso, muy distinto a lo que pudiera ser un géiser terrestre. Lo que uno percibía eran los colores, un chorro de color que llenaba todo el cielo.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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El siguiente paso fue utilizar la Luna para desarrollar las técnicas necesarias para la conquista de Marte. Se creó un laboratorio lunar permanente. Lo esencial del asunto era lograr la autosuficiencia con ayuda de sistemas regeneradores que permitiesen la vida.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Como había dicho sucintamente un portavoz de la NASA, la nación estaba ya en condiciones de llegar a Marte.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Pero Marte era otra cuestión. Veinte años antes, Marte había sido ya declarado reserva biológica. Se había llegado a un acuerdo internacional. Como dijo un notable biólogo: «La mera sugerencia de que pudiese arrojarse materia fecal en condiciones que contaminasen la superficie es sintomática de actitudes que no prestan la consideración adecuada a los objetivos exobiológicos». Y se condenaron total y categóricamente estos procedimientos irresponsables. En lengua llana, fácilmente comprensible para todos, esto significaba que no se podía cagar en Marte.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Nadie en la NASA llamaba nunca a las cosas por su nombre, ni utilizaba una palabra simple si podía utilizar otra complicada.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Cada poco, alguien salía con un artilugio realmente nuevo. Entonces todos se desesperaban por no haber caído antes en la cuenta. No era necesario que se tratase de algo más perfeccionado ni más inteligente. Lo importante era que fuese totalmente nuevo.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Cada poco, alguien salía con un artilugio realmente nuevo. Entonces todos se desesperaban por no haber caído antes en la cuenta. No era necesario que se tratase de algo más perfeccionado ni más inteligente. Lo importante era que fuese totalmente nuevo.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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En cualquier caso, ¿qué objetivo tenía un anuncio comercial en televisión, qué objetivo tenía la propaganda de los periódicos? Sin duda programar a la gente.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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La máquina con su presa en el vientre iniciaba su jornada de regreso a las profundidades. Las otras máquinas se separaban para dejarle vía libre. Luego se alejaba hasta una distancia media, de pronto se lanzaba en picado y desaparecía. Todo esto se descubrió tras el regreso de lo que quedaba de la tercera expedición marciana. A la NASA no le gustó. No le gustó a nadie. Todo el mundo pensaba que la expedición debía haber dispuesto de armas nucleares. Sin embargo, en realidad no se podía acusar a la NASA por no haber previsto la existencia de marcianos desarrollados. Los biólogos habían esperado encontrar únicamente unos cuantos microbios, o, como mucho, algunas plantas primitivas.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Durante quizás millones de años, los marcianos habían vivido bajo sus glaciares sin hacer ninguna visita al exterior. Puede que de vez en cuando echasen un vistazo al mundo exterior, y hallasen en él poco que tuviera interés. Pero ahora era muy distinto. Al fin se había producido una visita del exterior, y los marcianos estaban decididos a enterarse de todo, qué demonios.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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En el fondo del pecho de los más humildes hay siempre la esperanza irracional de que también ellos puedan llegar algún día a ser soberanos.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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Los humanos se habían cuidado ellos mismos de los aspectos físicos de la cuestión, hasta el punto de construir los robots que ahora les mantenían esclavizados.
 
Fred Hoyle
Los marcianos
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El enfermero caminaba hacia él, su compañero iba detrás, llevaban entre los dos la camilla. Y ninguno de los dos se detuvo. El que iba detrás se aproximaba tanto a Adams que este pensó que iba a tropezar con él. Sin embargo, no percibió el más leve contacto. Hadley llegó hasta él muy alterado. —No consigo que estos tipos me oigan. Ni una sola palabra. ¿Qué pasa? —No lo sé, pero ¿por qué no se calla? ¿Por qué no corta su verborrea durante un par de minutos?
 
Fred Hoyle
Un jurado de circo
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—Parece como si no fuesen más que fantasmas, tal como se comportan —dijo Hadley. —Al decir fantasmas, creo no anda usted muy errado. Salvo que es exactamente, al contrario. —¿Cree usted que somos nosotros los fantasmas?
 
Fred Hoyle
Un jurado de circo
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Sin duda la automatización pondría a muchos trabajadores en la calle, pero, ¿no era eso precisamente lo que llevaban años buscando los propios sindicatos, el que sus miembros trabajasen lo menos posible? Lo que evidentemente querían los sindicatos para sus miembros era estar al margen del trabajo, pero tener un trabajo. La solución a esta aparente paradoja se le ocurrió de pronto a un genio administrativo del servicio civil: debía pagarse a los sindicatos por no trabajar. Dado que la automatización hacía innecesario el trabajo, debía pagarse al sindicato correspondiente exactamente como si sus miembros aún siguiesen trabajando. Con lo que resultó que el concepto de «dinero de la automatización» pasó a convertirse en algo de decisiva importancia en la evolución de la sociedad inglesa.
 
Fred Hoyle
El elemento 79
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Un día, Joe consiguió un auténtico triunfo, pero no con Pat. Logró quedarse encerrado de noche en la gran biblioteca. Durante las largas horas, logró penetrar en la sala donde estaban los libros prohibidos, los libros que aún se conservaban pero que nadie, salvo de vez en cuando por pura cuestión de registro y archivo, algún viejo erudito, podía leer. Encontró la mayoría de las cosas que deseaba saber.
 
Fred Hoyle
La operación
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Joe no había dicho nada a nadie de su intención, ni siquiera a Pat. Le hubiese gustado convencer a Pat de que no se sometiese tampoco, pero entonces también para ella habría sido un grave problema.
 
Fred Hoyle
La operación
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El aspecto más cruel del control era la forma implacable con que se tomaban medidas para asegurar la total eficiencia del control, por medio de instrumentos de almacenaje seguros y sólidos insertados en el cráneo de todos los adultos. Y con el fin de comprobar el estado de estos instrumentos y supervisar sus registros, todos los adultos debían realizar aquellas visitas regulares a los cubículos. Debido a estas visitas, impuestas por el centro de control, los adultos no podían planear ninguna sublevación. Les resultaba imposible escapar en un sentido geográfico, como había hecho Joe. Eran prisioneros, juguetes emocionales en manos de un amo implacable.
 
Fred Hoyle
La operación
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Había cerebros humanos integrados en la cosa.
 
Fred Hoyle
La operación
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