Los hombres respetables,
¿Dónde viven?
Susurran entre los robles,
Y suspiran en el heno;
Verano e invierno, noche y día,
Fuera, en las praderas, ahí viven.
Nunca mueren,
Ni gimotean, ni lloran,
Ni nos piden compasión
Con ojos húmedos.
De buena gana abonan las tierras
De todo aquel que se lo pida;
Al océano la riqueza,
A la pradera la salud,
Al Tiempo su duración,
A las rocas la fuerza,
A las estrellas la luz,
A los agotados la noche,
A los atareados el día,
A los ociosos el juego;
Y así su buen ánimo nunca cesa,
Pues todos son sus deudores, y todos sus amigos.
¿Dónde viven?
Susurran entre los robles,
Y suspiran en el heno;
Verano e invierno, noche y día,
Fuera, en las praderas, ahí viven.
Nunca mueren,
Ni gimotean, ni lloran,
Ni nos piden compasión
Con ojos húmedos.
De buena gana abonan las tierras
De todo aquel que se lo pida;
Al océano la riqueza,
A la pradera la salud,
Al Tiempo su duración,
A las rocas la fuerza,
A las estrellas la luz,
A los agotados la noche,
A los atareados el día,
A los ociosos el juego;
Y así su buen ánimo nunca cesa,
Pues todos son sus deudores, y todos sus amigos.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Musketaquid
¿Quién ignoraría el más mínimo sonido celestial O la luz más tenue que baña el mundo terrenal, Si supiera que un día descubriremos Que esa estrella del Cisne es nuestro destino, Y hace palidecer a nuestro sol con su resplandor sagrado?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Los necios suelen hablar como si no existiese la gente enferma, pero yo creo que la diferencia entre los hombres en materia de salud no es lo bastante grande como para poner demasiado énfasis en ella. A unos se los considera enfermos y a otros no, pero a menudo sucede que el hombre más enfermo cuida del más sano.
Henry David Thoreau
Musketaquid
¿Quién escucha a los peces cuando lloran?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Aún se pescan sábalos en la cuenca del río Concord, en Lowell, donde se dice que llegan un mes antes que el sábalo del Merrimack, merced a la temperatura más alta del agua. Constante hasta el patetismo, con un instinto que no puede desalentarse, con el que no se puede razonar, vuelve a visitar sus antiguos lugares predilectos, como si sus severas Moiras se hubiesen relajado. Sin embargo, sigue topándose con la fábrica y su dique. ¡Pobre sábalo! ¿Dónde está tu resarcimiento? Cuando la Naturaleza te dio tu instinto, ¿te dio también corazón para soportar tu destino? Aún yerras por los mares, con tu armadura escamosa, preguntando humildemente en las desembocaduras de los ríos si el hombre, por casualidad, ha dejado el paso libre para que puedas entrar. Y entretanto merodeas incierto en bancos numerosísimos, limitándote a luchar contra la marea, expuesto al peligro de los depredadores marinos, esperando nuevas instrucciones, hasta que las arenas, hasta que las mismas aguas, te digan si hay o no vía libre. Y así, junto a enteras naciones migratorias, fiándote de tu instinto, que es tu fe, vas a la deriva en esta primavera invertida, y probablemente no sabes dónde no moran los hombres, dónde no hay fábricas en estos días. Sin aguijón y sin descarga eléctrica, desarmado, avanzas como un puro sábalo, armado sólo con la inocencia y una causa justa, por delante sólo tu boca blanda, muda, y unas escamas fáciles de arrancar. Estoy de tu parte de todo corazón, ¿y quién sabe qué podría hacerle una palanca de hierro a ese dique de Billerica? No desesperas, aunque miríadas de tus hermanos hayan acabado como alimento de esos monstruos marinos mientras tú permaneces entre dos aguas, mantienes tu coraje y tu indiferencia, nadando con elegancia, como un sábalo reservado a destinos más elevados. Dispuesto a ser diezmado en beneficio de los hombres tras la temporada de desove, lejos de la filantropía superficial y egoísta del ser humano —quién sabe qué admirable virtud de los peces podría encontrarse por debajo de la marea baja, soportando un destino cruel, ¡sin ser admirada por la única criatura que puede apreciarla! —. ¿Quién escucha a los peces cuando lloran? Algunos sabrán recordar que fuimos sus contemporáneos. Si no me equivoco, en breve podrás remontar los ríos, todos los ríos del mundo. Sí, incluso tu sencillo sueño acuoso se verá más que cumplido. De no ocurrir esto, sino que fueses ignorado de principio a fin, jamás me uniré a su cielo. Sí, lo digo yo, que creo saber más que tú. Así pues, resiste, sé fuerte, y lucha contra todas las mareas que pudieses encontrarte.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Todos estos sonidos, el canto de los gallos, el ladrido de los perros y el zumbido de los insectos a mediodía, son prueba de la buena salud y el brío de la naturaleza. Tal es su belleza inagotable y la precisión de su lenguaje, la obra de arte más perfecta del mundo, retocada por un cincel milenario.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Quien camina de noche y durante el día duerme, No encontrará más espíritu que el del duende.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Los indios nos hablan de un Río hermoso y lejano, que fluye al sur, y que ellos llaman Merrimack. Pierre du Gua Sieur de Monts, Relatos de los jesuitas
Henry David Thoreau
Musketaquid
El sauce de agua (Salix purshiana ), cuando es de gran tamaño y está entero, es el más elegante y etéreo de nuestros árboles. Sus masas de follaje verde claro, apiladas las unas sobre las otras hasta alcanzar los veinte o treinta pies de altura, parecían flotar sobre la superficie fluvial, y los delgados tallos grises y la orilla apenas si se podían distinguir entre ellos. Ningún árbol casa mejor con el agua ni está en tanta armonía con los ríos tranquilos. Es más hermoso incluso que el sauce llorón, o cualquier otro tipo de árbol pendular, cuyas ramas se hunden en el agua en lugar de ser sacadas a flote por ésta. Sus ramas curvadas caen sobre la superficie, como atraídas por ella. No parece propio de Nueva Inglaterra, sino de Oriente, y nos recuerda a los jardines ornamentados de Persia, de Hârûn al-Rachîd, y a los lagos artificiales de Oriente.
Henry David Thoreau
Musketaquid
¿Por qué toda nuestra vida y su paisaje no pueden ser tan nítidos y distintos? Las vidas de todos y cada uno de nosotros requieren un telón de fondo adecuado. Deberían, cuando menos, ser tan impresionantes de observar como la vida del ermitaño, como los objetos en el desierto, una vara rota o un montículo desmoronado, recortados contra un horizonte infinito. El espíritu elevado siempre se asegura esta ventaja, y por ende es distinguido al tiempo que se relaciona con los objetos cercanos o triviales, ya sean cosas o personas.
Henry David Thoreau
Musketaquid
En el fondo del cielo oriental
Se posa tu mirada oblicua;
Y aunque su hermosa luz
Nunca se eleve hasta mi vista,
Cada estrella que asciende
Por los sinuosos miembros
De aquella colina lejana
Expresa tu dulce voluntad.
Conocía, créeme, tus pensamientos,
Y que los céfiros traían con ellos
Tus deseos más amables,
Como te llevaban a ti los míos;
Que alguna nube atenta
Se posó, entre la multitud,
Sobre mi cabeza,
Mientras se escuchaban dulces palabras.
Los zorzales, créeme, cantaban,
Al ritmo de las campanas florales;
Las hierbas exhalaban su aroma,
Y las fieras comprendían el mensaje,
Los árboles saludaban encorvados,
Y los lagos bañaban sus orillas,
Cuando tu mente libre
Volaba hacia mi retiro.
Era una noche de verano
Y el aire soplaba suave,
Hasta que una nube baja
Cubrió tus cielos orientales.
El fulgor silencioso del rayo
Perturbó mi sueño tranquilo,
Recordándome de tu mirada el destello
Bajo tu pestaña oscura.
Yo seguiré luchando siempre,
Como si conmigo estuvieses;
Cualquiera que sea mi camino,
Lo recorreré en tu nombre,
Amplio y de pendiente suave,
Como si junto a mí estuvieses,
Sin raíces donde pudiera tropezar
Tu paso dulce y ligero.
Caminaré a un ritmo sosegado,
Escogiendo el sendero más suave,
Sumergiendo con cuidado los remos,
Alejándome de la orilla sinuosa,
Y dirigiendo con dulzura mi bote
Hacia donde flotan los nenúfares,
Y las flores del cardenal
Se erigen en sus cenadores silvestres.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Las aguas tranquilas y superficiales son insondables: allí donde se reflejan los árboles y los cielos, la profundidad es mayor que en el Atlántico, y no hay peligro de que la imaginación se quede encallada.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Las ranas, sentadas, meditaban sobre el domingo, repasaban su semana, con un ojo puesto en el sol dorado y el otro en un junco, observando el maravilloso universo del que formaban parte.
Henry David Thoreau
Musketaquid
He aquí la antigua Billerica (¿Villa-rica?), ya en su tercera edad, nombrada en honor a la inglesa Billericay, y cuyo nombre indio era Shawshine. Nunca he oído que fuese joven alguna vez. Mirad, ¿acaso no se ha deteriorado aquí la naturaleza, no se han vaciado las granjas y se han vuelto grises los templos derruidos por los años? Si queréis saber sobre su infancia, preguntad a esas antiguas piedras del prado.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Llega el hombre blanco, pálido como el amanecer, con su cargamento de ideas, con su inteligencia adormilada, como el fuego reavivado, sabiendo bien lo que sabe, no intuyendo, sino calculando. Llega en comunidades fuertes, rindiendo pleitesía a la autoridad, con una raza experimentada, con un maravilloso sentido común. Es obtuso, pero capaz, lento, pero perseverante, severo, pero justo, de humor parco, pero franco. Es un hombre trabajador, que desprecia el juego y el ocio, y construye casas resistentes, casas con armazón. Compra los mocasines y las cestas del indio, luego compra sus terrenos de caza, y al final se olvida de dónde está enterrado el piel roja y acaba labrando sobre sus huesos. Y aquí, en los registros del pueblo, en estas crónicas viejas, raídas, consumidas y manchadas por el tiempo, quizá se vea el sello del sachem indio, una flecha o un castor, y las pocas y fatales palabras con las que cedía sus terrenos de caza. Llega con una lista de antiguos nombres sajones, normandos y célticos, y los esparce a lo largo y ancho de este río —Framingham, Sudbury, Bedford, Carlisle, Billerica, Chelmsford—; y ésta es Nueva Inglaterra, tierra de los nuevos anglos, y éstos son los nuevos sajones del Oeste, a los que el piel roja no llama angleses o ingleses, sino yengeese, con lo que al final acaban siendo conocidos como yanquis.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Todo el mundo descubre por experiencia propia, así como en la historia, que la era en que los hombres cultivan la manzana y conocen las delicias de la jardinería es esencialmente diferente a la de la vida forestal del cazador, y que ninguna de las dos puede desplazar a la otra sin incurrir en pérdidas. Todos hemos soñado despiertos, y también hemos tenido proféticas visiones nocturnas. Sin embargo, por lo que a la agricultura se refiere, estoy convencido de que mi genio proviene de una era más antigua que la agrícola. Yo, como mínimo, clavaría mi pala en la tierra con la misma libertad descuidada pero precisa con la que el pájaro carpintero clava su pico en un árbol. Y es que hay en mi naturaleza un anhelo singular hacia todo lo salvaje. No tengo más cualidad redentora que un amor sincero hacia algunas cosas, al que siempre vuelvo cuando se me reprueba. ¿Qué tengo yo que ver con los arados? Yo trazo un surco distinto al que vosotros veis: no es el que pisa aquel buey de allí, está aún más lejos; ni aquel por el que camina este buey de aquí, está aún más cerca. Aunque el cereal fracase, mi cosecha no lo hace, ¿y qué son para mí la sequía y la lluvia?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Grecia, ¿quién soy yo para tener que recordarte a ti, A tu Maratón y a tus Termopilas? Si mi destino es cruel, si mi vida es vulgar, ¿En cuál de estos recuerdos dorados me podré apoyar?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Puede que haya un exceso de cultura, hasta el punto de que la civilización se vuelva patética, hasta llegar a un hombre extremadamente cultivado, ¡cuyos huesos todos puedan doblarse, cuyas nobles virtudes no sean más que buenas maneras!
Henry David Thoreau
Musketaquid
El mito que se compone de manera natural y verdadera, para satisfacer a la imaginación antes de abordar el entendimiento, hermoso, aunque extraño como una flor silvestre, es un apotegma para el hombre sabio, y admite las más generosas interpretaciones.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Ningún dios muere jamás.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
El sauce de agua (Salix purshiana ), cuando es de gran tamaño y está entero, es el más elegante y etéreo de nuestros árboles. Sus masas de follaje verde claro, apiladas las unas sobre las otras hasta alcanzar los veinte o treinta pies de altura, parecían flotar sobre la superficie fluvial, y los delgados tallos grises y la orilla apenas si se podían distinguir entre ellos. Ningún árbol casa mejor con el agua ni está en tanta armonía con los ríos tranquilos. Es más hermoso incluso que el sauce llorón, o cualquier otro tipo de árbol pendular, cuyas ramas se hunden en el agua en lugar de ser sacadas a flote por ésta. Sus ramas curvadas caen sobre la superficie, como atraídas por ella. No parece propio de Nueva Inglaterra, sino de Oriente, y nos recuerda a los jardines ornamentados de Persia, de Hârûn al-Rachîd, y a los lagos artificiales de Oriente.
Musketaquid
Musketaquid
Se posa tu mirada oblicua;
Y aunque su hermosa luz
Nunca se eleve hasta mi vista,
Cada estrella que asciende
Por los sinuosos miembros
De aquella colina lejana
Expresa tu dulce voluntad.
Y que los céfiros traían con ellos
Tus deseos más amables,
Como te llevaban a ti los míos;
Que alguna nube atenta
Se posó, entre la multitud,
Sobre mi cabeza,
Mientras se escuchaban dulces palabras.
Al ritmo de las campanas florales;
Las hierbas exhalaban su aroma,
Y las fieras comprendían el mensaje,
Los árboles saludaban encorvados,
Y los lagos bañaban sus orillas,
Cuando tu mente libre
Volaba hacia mi retiro.
Y el aire soplaba suave,
Hasta que una nube baja
Cubrió tus cielos orientales.
El fulgor silencioso del rayo
Perturbó mi sueño tranquilo,
Recordándome de tu mirada el destello
Bajo tu pestaña oscura.
Como si conmigo estuvieses;
Cualquiera que sea mi camino,
Lo recorreré en tu nombre,
Amplio y de pendiente suave,
Como si junto a mí estuvieses,
Sin raíces donde pudiera tropezar
Tu paso dulce y ligero.
Escogiendo el sendero más suave,
Sumergiendo con cuidado los remos,
Alejándome de la orilla sinuosa,
Y dirigiendo con dulzura mi bote
Hacia donde flotan los nenúfares,
Y las flores del cardenal
Se erigen en sus cenadores silvestres.
Musketaquid
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Musketaquid
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Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Dioses, escuchad al bromista,
Pues este plan no perjudica,
Y si os parece bien, yo encontraré la virtud.
Aunque soy vuestra criatura,
Y un hijo de vuestra naturaleza,
Aún conservo dignidad erguida,
Y sangre tibia,
Algo de autonomía,
Y mi propia descendencia.
No puedo esforzarme ciegamente,
Por tanto, portáos con amabilidad,
Y juro, cruz en mano,
Que de ningún Dios seré esclavo.
Si procedéis con claridad,
Mis esfuerzos serán vuestros,
Si decidís revelar para
Este amante grandes planes,
Y concederle una esfera
Algo más grande que la Tierra.
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Las Sensaciones e Ideas propagan el pecado
De esta educación contra natura.
Yo digo, sacadlo fuera,
Devolvedlo a la naturaleza.
Quiero una vida simple,
Que no se complique con cada espinilla,
Un alma que ninguna conciencia enferma domine,
Tan sana que no deje el universo peor de lo que estaba.
Quiero un alma sincera y seria,
Cuyas poderosas alegrías y penas
No se ahoguen en una botella,
Para despertar mañana a su lado;
Que viva una tragedia,
En lugar de setenta;
Una conciencia que valga la pena conservar,
No llorando, sino riendo;
Una conciencia sabia y firme siempre,
Así como providente;
Que con los hechos no cambie,
Ni con los halagos comercie;
Una conciencia que se ocupe de las
Cosas grandes, con la que uno pueda dudar.
No quiero un espíritu de madera entero,
Predestinado a ser bueno,
Sino uno real hasta la médula,
Fiel a sí mismo,
Y falso con nadie;
Nacido para sus asuntos,
Sus alegrías y sus problemas;
Por el que el trabajo que Dios empezó
Quede completo, y no desecho.
Retomado donde él lo dejó,
Ya sea para alabar o para burlar;
Si no es bueno, que sea malo,
A falta de buen dios, buen diablo.
¡Santo cielo! Panda de hipócritas, dejadlo ya,
Vivid vuestra vida, haced vuestro trabajo, luego marchaos.
No tengo ninguna paciencia
Con esos cobardes meticulosos.
Dadme a los sencillos trabajadores
Que aman su labor,
Cuya virtud es una canción
Con la que aclamar al buen Dios.
Musketaquid
Hay pocas cosas más descorazonadoras y desagradables que estar caminando por las calles de un pueblo desconocido un día de domingo y escuchar al predicador gritando cual contramaestre en medio del vendaval, profanando así, injustamente, la serena atmósfera del día.
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Algo menos de astucia, y algo más de oráculo.
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Todos los escritores distinguidos de aquel periodo poseen más naturalidad y vigor que los modernos —y es que nos está permitido difamar a nuestro propio tiempo—, y cuando leemos una cita de uno de ellos en el texto de un autor moderno, nos parece haber llegado de repente a un campo más verde, a una profundidad más oscura, a un terreno más sólido. Es como si una rama joven cruzase la página y su visión nos refrescase, como cuando vemos la hierba húmeda en pleno invierno o recién entrada la primavera. Encontramos siempre la garantía de la vida y la experiencia en aquello que leemos. Lo poco que se dice basta para implicar lo mucho que se ha hecho. Esas frases son verdes como los árboles de hoja perenne, pues están arraigadas en los hechos y en la experiencia. En cambio, nuestras frases falsas y floridas sólo tienen los colores de las flores sin savia ni raíces. Todos los hombres se sienten atraídos por la belleza de la oralidad, e incluso escriben con un estilo que trata de imitarla. Prefieren que no se les entienda a que sus palabras se queden cortas en exuberancia.
Henry David Thoreau
Musketaquid
¿Dónde habríamos de buscar el inglés estándar, si no en las palabras de un hombre estándar?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Puedes pasarte una vida afilando tu deseo,
Quien se mantiene firme no necesita apresurarse.
Henry David Thoreau
Musketaquid
En la mayoría de los casos, los autores se limitan a consultar a todos los que han escrito antes que ellos sobre un tema, y su libro no es más que la suma de los consejos de muchos. En cambio, un buen libro nunca antes habrá sido anticipado, sino que el propio tema será, en cierto sentido, nuevo, y su autor, consultando a la naturaleza, no consultará sólo a aquellos que le han precedido, sino también a aquellos que pudieran seguirle. Siempre hay espacio y razones suficientes para un libro verdadero sobre cualquier tema, al igual que hay espacio para más luz en el día más brillante, pues cada rayo que se sume no interferirá con el primero.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Los navegantes disfrutan de un crepúsculo más largo y brillante que quienes están en tierra, pues aquí el agua, amén de la atmósfera, absorbe y refleja la luz, y una parte del día parece quedarse hundida bajo las olas.
Henry David Thoreau
Musketaquid
En efecto, tal y como dice el poeta (El «poeta» es Shakespeare, que en Julius Caesar, acto IV, escena III, v. 218, escribe: «Existe una marea en los asuntos de los hombres».) existe una marea en los asuntos de los hombres, y a medida que las cosas fluyen y circulan, el reflujo siempre equilibra el flujo. Todos los ríos son meros afluentes del océano, el único que no mana, y sus costas permanecen sin cambios, pero en periodos más grandes de lo que el hombre puede medir. Adondequiera que vayamos, sólo descubriremos infinitos cambios en los elementos particulares, y no en los generales. Cuando entro en un museo y contemplo a las momias envueltas en sus vendajes de lino, veo que las vidas de los hombres empezaron a necesitar una reforma desde el momento mismo en que comenzamos a caminar sobre la tierra. Salgo a las calles y conozco a hombres que declaran que la hora de la redención de la raza está cerca. Sin embargo, de la misma manera que los hombres vivían en Tebas, viven ahora en Dunstable. «El tiempo se bebe la esencia de toda acción grande y noble que ha de ser realizada y cuya ejecución se retrasa». Eso dice Visnú Sharma. Y nosotros vemos cómo los conspiradores vuelven una y otra vez al sentido común y al trabajo. Así lo demuestra la historia.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Hay artículos secretos en nuestros tratados con los dioses, de una importancia superior al resto, que el historiador nunca podrá conocer. Hay muchos aprendices habilidosos, pero pocos maestros artesanos. En todos los ámbitos —en la educación, en la moral, en el arte de vivir— observamos una misma práctica sabia, encarnada por muchos filósofos antiguos. ¿Quién no ve que las herejías llevan un tiempo prevaleciendo, que ciertas reformas ya se han producido? Toda esta sabiduría mundana podría concebirse como la otrora mal vista herejía de algunos hombres sabios. Ciertas ventajas que no hemos tenido lo suficientemente en cuenta se han hecho un hueco en la tierra. Así pues, también quienes construyeron por primera vez estos establos y despejaron estas tierras tenían valor. Las épocas abruptas y los abismos se ven atenuados por la historia de la misma manera que las irregularidades de la llanura quedan ocultas con la distancia. Sin embargo, a menos que hagamos algo más que limitarnos a aprender el oficio de nuestro tiempo, no seremos más que aprendices, y no maestros del arte de vivir.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Hay que estar tranquilo antes de poder pronunciar oráculos.
Henry David Thoreau
Musketaquid
La mayoría de hombres no tiene inclinación, ni rápidos, ni cascadas, sino pantanos, y caimanes, y miasma.
Henry David Thoreau
Musketaquid
A fin de cuentas, ¿en qué consiste el carácter práctico de la vida? Las cosas que hay que hacer de manera inmediata son harto triviales, y podría posponerlas todas para oír cantar a este grillo. El hecho más glorioso de mi experiencia no es algo que he realizado o que deseo poder hacer, sino un pensamiento, una visión o un sueño efímero que he tenido. Cambiaría toda la riqueza del mundo, y todas las gestas de los héroes, por una sola visión verdadera. Pero ¿cómo puedo yo, fabricante de lápices en la tierra, comunicarme con los dioses sin convertirme en un loco?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Observemos la diferencia entre lo oriental y lo occidental. Lo primero no tiene nada que hacer en este mundo; lo segundo bulle de actividad. Uno mira al sol hasta que sus ojos quedan cegados, el otro lo persigue con diligencia en su trayecto hacia el Oeste. También en Occidente existe algo parecido a la casta, pero es débil en comparación: se trata del conservadurismo. Dice: «No renuncies a tu vocación, no ultrajes ninguna institución, no uses la violencia, no rompas ningún vínculo: el Estado es tu padre». Su virtud u hombría es completamente filial. En todos los países hay una lucha entre lo oriental y lo occidental, unos que se quedarían contemplando el sol para siempre y otros que se apresuran hacia el ocaso. Los primeros les dicen a los segundos: «Cuando hayáis alcanzado el ocaso, no estaréis más cerca del sol». A lo que éstos responden: «Pero así habremos prolongado el día». «Cuando cae la noche para todos los seres, es el momento en que el asceta y maestro de sí mismo se despierta. Cuando los demás seres se despiertan, cae la noche para el sabio silencioso».
Henry David Thoreau
Musketaquid
… al mundo occidental aún no le ha llegado toda la luz que está destinado a recibir desde Oriente.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Aunque todos los hados se muestren ingratos,
Nunca dejes atrás tu tierra natal.
El barco, sosegado, termina por detenerse;
El corcel ha de descansar bajo la colina;
Mas pronto nuestro destino de nuevo se encamina
Y acaba por atraparnos.
La nave, aunque de mástiles firmes,
Alberga bajo su cobre un gusano;
Rodea el cabo, cruza el Ecuador,
Hasta que su ruta encuentra campos de hielo;
No importa cuán tranquila sea la brisa,
Si son o no profundos los mares,
Si transporta cuerda de Manila,
O si lleva vino de Madeira,
O cueros de España, o tés de China,
Entrará en puertos o en cuarentena;
Lejos de la violenta costa de Nueva Inglaterra,
El gusano nativo perforará su casco,
Y la hundirá en los mares de la India,
Junto a la cuerda, el vino, el cuero y el té de China.
Henry David Thoreau
Musketaquid
… de suerte que somos hombres libres del universo, y no estamos condenados a pertenecer a ninguna casta.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Cualquier pensamiento sincero es irresistible.
Henry David Thoreau
Musketaquid
En el cerebro de todos los hombres se encuentra el sánscrito.
Henry David Thoreau
Musketaquid
¿Vivimos en alguna época que no sea el presente? ¿Cómo es de amplia esa línea?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Un monumento debería al menos «apuntar a las estrellas, para indicar hacia dónde se ha marchado el espíritu, y no dónde está postrado, como el cuerpo que ha abandonado.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Ha habido naciones que no podían hacer otra cosa más que construir tumbas, y ésos son los únicos vestigios que han dejado. Éstas son las naciones paganas. ¿Pero por qué estas lápidas, tan erguidas y enfáticas, como si fuesen puntos de exclamación? ¿Qué fue eso tan extraordinario que vivió y que había bajo ellas? ¿Por qué debería el monumento ser mucho más duradero que la fama que se le ha encomendado perpetuar? ¿Una piedra para un hueso? «Aquí yace», «Aquí yace», ¿por qué no escriben alguna vez «Aquí se erige»? ¿Acaso sólo se pretende hacer un monumento para el cuerpo? «Habiendo llegado al final de su vida natural», ¿no sería más cierto decir: «Habiendo llegado al final de su vida innatural»? El rasgo menos común de un epitafio es la veracidad. Si se escribe la más mínima letra, debería ser tan severamente cierta como la decisión de los tres jueces del inframundo, y no el testimonio parcial de los amigos. Éstos y sus contemporáneos deberían limitarse a ofrecer nombre y fechas, y dejar a la posteridad la tarea de escribir el epitafio.
Henry David Thoreau
Musketaquid
La naturaleza es cercana y preciada para todos los hombres. Incluso las aldeas más antiguas están en deuda con la frontera del bosque salvaje que las rodea, y no tanto con los jardines de los hombres. Existe algo inefablemente bello y estimulante en la imagen del bosque que bordea y, de cuando en cuando, se adentra en los nuevos asentamientos que, como las montañitas de arena de las madrigueras de los zorros, han brotado en el corazón de lo salvaje. La propia verticalidad de los pinos y los arces reafirma la antigua rectitud y el vigor de la naturaleza. Nuestras vidas necesitan el alivio de este fondo de escena, donde crece el pino y el arrendajo aún grita.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Aquellos sencillos sonidos nos vinculaban a las estrellas. Ay, había en ellos una lógica tan convincente que ni siquiera la combinación de todos los intelectos humanos podría hacerme dudar un ápice de sus conclusiones. Detengo mi habitual flujo de pensamiento, como si de repente el arado se hubiese adentrado en el surco hasta atravesar la corteza terrestre. ¿Cómo puedo continuar, si acabo de atravesar este tragaluz sin fondo en la ciénaga de mi vida? De repente el viejo Tiempo me guiñó el ojo —ah, qué bien me conoces, granuja—, y supe que Él estaba bien. Este viejo universo tiene una salud tan férrea que no me cabe la menor duda de que jamás morirá. Curaos a vosotros mismos, doctores, por Dios, ¡yo estoy vivo! Entonces el ocioso Tiempo echó a correr sin rumbo Y me dejó a solas con la Eternidad; Ahora escucho allende el alcance del sonido, Veo allende los límites de la vista. Veo, huelo, saboreo, escucho, siento ese Algo eterno al que todos estamos vinculados, a la vez nuestro creador, nuestra casa, nuestro destino, nuestro propio Yo. La única verdad histórica, el acontecimiento más extraordinario que puede convertirse en el sujeto nítido e inesperado de nuestro pensamiento, la gloria real del universo, el único hecho que un ser humano no puede evitar reconocer, ni olvidar, ni dejar de lado. Él desvela mis secretos A todos, dejándome a solas en la multitud. He visto cómo se asentaron los cimientos del mundo y no tengo la menor duda de que permanecerán en pie un buen rato. Ésta es mi hora natal, Ahora estoy en la flor de la vida. No pondré en duda el amor inmenso Que me cortejó de joven, que me corteja de viejo, Y que me ha traído hasta esta noche. ¿Qué son los oídos? ¿Qué es el Tiempo? ¿Por qué esta serie concreta de sonidos llamada acorde musical, un ejército invisible y mágico que nunca barrió el rocío de ninguna pradera, puede descender a través de los siglos desde Homero hasta mí, y por qué éste pudo conocer el mismo encanto aéreo y misterioso que ahora estremece mis oídos? ¡Qué delicada comunicación entre épocas de los pensamientos más bellos y nobles, de las ambiciones de los hombres antiguos, incluso de aquellas que nunca fueron pronunciadas en un discurso; la música! Es la flor del lenguaje, el pensamiento colorido y curvado, fluido y flexible, cuya fuente de cristal está tintada por los rayos del sol y cuyas ondas vibrantes reflejan la hierba y las nubes. Un acorde musical me recuerda a un pasaje de los Vedas, y lo asocio con la idea de lo infinitamente lejano, la belleza y la serenidad, pues para los sentidos aquello que está más lejos de nosotros es lo que le habla a lo más profundo de nosotros mismos. Nos enseña una y otra vez a confiar en el instinto más remoto y delicado, que es el divino, y convierte en un sueño nuestra única experiencia real. Sentimos una alegre melancolía al escucharlo, quizá porque nosotros, que escuchamos, no somos uno con lo que está siendo escuchado.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Tenemos que aprender aquellas cosas para las que merece la pena tomarse el tiempo de aprenderlas
Henry David Thoreau
Musketaquid
En el pasado, escuché estos
RUMORES DE UN ARPA EÓLICA
Hay un valle que nadie ha visto,
Donde el hombre nunca ha puesto pie,
Mientras que aquí vive con esfuerzo y se enfrenta a
Una vida inquieta y pecaminosa.
Allí nace toda la virtud,
Luego desciende sobre la tierra,
Y hasta allí vuelven todos los actos
Que arden en su generoso seno.
Allí el amor es cálido, y la juventud es joven,
Y la poesía aún está por cantar,
Pues la Virtud sigue aventurándose en él,
Y respira libremente su aire natal.
Y si prestas oído,
Aún puedes escuchar su sonido vespertino,
Y las pisadas de hombres de gran alma
Que comparten sus reflexiones con el cielo.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Escuché una noticia más bella que la que cualquier periódico podrá imprimir jamás. Hablaba de cosas que merecía la pena escuchar, que a la corriente eléctrica le merecía la pena transportar. No hablaba del precio del algodón y de la harina, sino que se refería al precio del mundo mismo y de las cosas que no lo tienen, de una verdad y una belleza absolutas.
Henry David Thoreau
Musketaquid
¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
No has logrado mantener tu secreto,
Esperaré a ese día lejano,
A esas tierras de las que hablas.
¿No le quedan horas libres al tiempo para
Estas acciones que tú practicas?
¿No es la eternidad un arrendamiento
Para acciones mejores que los versos?
Es hermoso oír hablar de héroes muertos,
Saberlos aún vivos,
Pero todavía es mejor seguir sus pasos
Y que ellos vivan en nosotros.
Nuestra vida debería nutrir las fuentes de la fama
Con una corriente perenne,
Como nutren al océano los manantiales murmurantes
Que encuentran en él su tumba.
Cielos, gotead suavemente sobre mi pecho,
Y sed mi coraza azul;
Tierra, recibe mi lanza en reposo,
Mi fiel caballo de guerra.
Vosotras, estrellas, sois en el cielo
Mis puntas de lanza y de flecha;
Veo huir al enemigo en desbandada,
Mis brillantes lanzas siguen en su sitio.
Dadme un ángel por enemigo,
Fijad ahora el lugar y la fecha,
E iré directo a su encuentro
Al otro lado del carillón estrellado.
Y con el estruendo metálico de nuestros broqueles
Sonarán los planetas celestiales,
Mientras brillan las estrellas del Norte
Colgando junto a nuestro duelo.
Y si pierde a su campeón verdadero
Decidle al Cielo que no desespere,
Pues yo seré su campeón nuevo,
Y me encargaré de reparar su fama.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Hasta las nieblas más extensas tienen sus propios límites.
Henry David Thoreau
Musketaquid
En este mundo es muy infrecuente encontrarse con obstáculos que resulten difíciles de superar hasta para el hombre más humilde. Es cierto que podríamos llegar a un precipicio, pero no tenemos por qué saltar ni darnos de cabezazos contra la última roca. También puede un hombre caerse por las escaleras de su sótano o romperse la crisma contra la chimenea, si no está muy cuerdo. Puedo decir por experiencia que los viajeros también suelen exagerar las dificultades del camino. Como en la mayoría de los males, la dificultad es imaginaria: ¿qué prisa hay? Si una persona perdida llegase a la conclusión de que, a fin de cuentas, no está perdida, de que no se ha alejado de sí misma, sino que se encuentra justo en el lugar en el que está, y que por ahora vivirá ahí; si cree que los lugares que lo han conocido son los que están perdidos, ¡cuánta inquietud y cuánto peligro se desvanecerían de un plumazo! No estoy solo si estoy conmigo mismo. ¿Quién sabe hacia qué lugar del espacio se dirige girando este globo terráqueo? Y aun así no nos rendimos ni nos damos por perdidos: a quién le importa el lugar.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Era como si la humanidad estuviese aún muy verde, y fuese a acabar avergonzándose de ella misma en unos cuantos años, una vez dejado atrás ese periodo de inmadurez.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Pero «¿qué es una tierra extranjera para una persona instruida? ¿Quién es extranjero para quienes acostumbran a hablar amablemente?»
Henry David Thoreau
Cita de la Jitopadesa, de Visnú Sharma
Musketaquid
Las pequeñas acciones del hombre son grandiosas,
Contempladas desde toda la tierra,
Cuando yacen en el tiempo,
Que es su tierra natal.
Los barcos, bajo el peso del mediodía,
Se deslizan bañados por la luz
Hacia cierta bahía retirada,
Su residencia favorita,
Desde donde, bajo el sol tropical,
Vuelven a zarpar,
Cargados de resina de Tragicant y Senegal,
Pues para eso se hizo el océano,
Para eso se nos dio el sol,
Se nos prestó la luna,
Y están retenidos los vientos en cavernas lejanas.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Nuestros cadáveres discretos yacen a más profundidad
De la que alcanza la curiosidad de nuestra vida.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Mi vida es como un paseo por la playa,
En el mismo límite del borde del océano,
A veces mis pasos lentos penetran en sus olas,
Y otras soy yo quien les dejo inundarme.
Mi única ocupación, meticulosa tarea,
Colocar mi botín fuera del alcance de la marea:
Cada concha excepcional, cada guijarro moldeado,
Que pone en mis manos el océano amable.
Son pocos mis compañeros en la orilla,
Que desprecian esta arena y navegan por el mar,
Aunque a veces pienso que, para mí,
Es más fácil conocer su océano desde aquí.
El mar abierto no tiene algas carmesíes,
Sus grandes olas no dejan perlas a la vista,
Desde la costa le tomo el pulso con mi mano,
Mientras converso con una gran tripulación naufragada.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Un hombre puede considerarse afortunado cuando la que es su comida es también su medicina.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Quien se mantiene firme no necesita apresurarse.
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Nunca dejes atrás tu tierra natal.
El barco, sosegado, termina por detenerse;
El corcel ha de descansar bajo la colina;
Mas pronto nuestro destino de nuevo se encamina
Y acaba por atraparnos.
La nave, aunque de mástiles firmes,
Alberga bajo su cobre un gusano;
Rodea el cabo, cruza el Ecuador,
Hasta que su ruta encuentra campos de hielo;
No importa cuán tranquila sea la brisa,
Si son o no profundos los mares,
Si transporta cuerda de Manila,
O si lleva vino de Madeira,
O cueros de España, o tés de China,
Entrará en puertos o en cuarentena;
Lejos de la violenta costa de Nueva Inglaterra,
El gusano nativo perforará su casco,
Y la hundirá en los mares de la India,
Junto a la cuerda, el vino, el cuero y el té de China.
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Donde el hombre nunca ha puesto pie,
Mientras que aquí vive con esfuerzo y se enfrenta a
Una vida inquieta y pecaminosa.
Allí nace toda la virtud,
Luego desciende sobre la tierra,
Y hasta allí vuelven todos los actos
Que arden en su generoso seno.
Allí el amor es cálido, y la juventud es joven,
Y la poesía aún está por cantar,
Pues la Virtud sigue aventurándose en él,
Y respira libremente su aire natal.
Y si prestas oído,
Aún puedes escuchar su sonido vespertino,
Y las pisadas de hombres de gran alma
Que comparten sus reflexiones con el cielo.
Musketaquid
Musketaquid
No has logrado mantener tu secreto,
Esperaré a ese día lejano,
A esas tierras de las que hablas.
Estas acciones que tú practicas?
¿No es la eternidad un arrendamiento
Para acciones mejores que los versos?
Saberlos aún vivos,
Pero todavía es mejor seguir sus pasos
Y que ellos vivan en nosotros.
Con una corriente perenne,
Como nutren al océano los manantiales murmurantes
Que encuentran en él su tumba.
Y sed mi coraza azul;
Tierra, recibe mi lanza en reposo,
Mi fiel caballo de guerra.
Mis puntas de lanza y de flecha;
Veo huir al enemigo en desbandada,
Mis brillantes lanzas siguen en su sitio.
Fijad ahora el lugar y la fecha,
E iré directo a su encuentro
Al otro lado del carillón estrellado.
Sonarán los planetas celestiales,
Mientras brillan las estrellas del Norte
Colgando junto a nuestro duelo.
Decidle al Cielo que no desespere,
Pues yo seré su campeón nuevo,
Y me encargaré de reparar su fama.
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Cita de la Jitopadesa, de Visnú Sharma
Musketaquid
Contempladas desde toda la tierra,
Cuando yacen en el tiempo,
Que es su tierra natal.
Los barcos, bajo el peso del mediodía,
Se deslizan bañados por la luz
Hacia cierta bahía retirada,
Su residencia favorita,
Desde donde, bajo el sol tropical,
Vuelven a zarpar,
Cargados de resina de Tragicant y Senegal,
Pues para eso se hizo el océano,
Para eso se nos dio el sol,
Se nos prestó la luna,
Y están retenidos los vientos en cavernas lejanas.
Musketaquid
De la que alcanza la curiosidad de nuestra vida.
Musketaquid
En el mismo límite del borde del océano,
A veces mis pasos lentos penetran en sus olas,
Y otras soy yo quien les dejo inundarme.
Colocar mi botín fuera del alcance de la marea:
Cada concha excepcional, cada guijarro moldeado,
Que pone en mis manos el océano amable.
Que desprecian esta arena y navegan por el mar,
Aunque a veces pienso que, para mí,
Es más fácil conocer su océano desde aquí.
Sus grandes olas no dejan perlas a la vista,
Desde la costa le tomo el pulso con mi mano,
Mientras converso con una gran tripulación naufragada.
Musketaquid
Musketaquid
Más brillantes y profundos que el Flegetonte,
Nos aíslan para siempre, como el mar,
En un misterio atlántico.
Nadie alcanzó jamás nuestras costas legendarias,
Ningún marinero descubrió nunca nuestras playas;
Ahora apenas se ve nuestro espejismo,
Ni las olas verdes que flotan cercanas,
Pero los mapas más antiguos contienen
El perfil trazado de nuestro continente;
En tiempos antiguos, los días de verano
Mostraban a las islas occidentales,
A Tenerife y a las Azores,
Nuestras costas blancas y borrosas.
Pero no os hundáis aún, islas desoladas,
Pronto vuestra costa sonreirá con el comercio,
Y enviaréis mercancías preciosas
Hasta África o Malabar.
Sed hermosas y fértiles para la eternidad,
Por vuestras costas vírgenes
Príncipes y monarcas lucharán,
Para ver quién envía primero a vuestras tierras,
Y quién empeña las joyas de la corona,
Para reclamar como propio vuestro suelo lejano.
Musketaquid
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Cita de la Jitopadesa, de Visnú Sharma
Musketaquid
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Musketaquid
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Como el ala del águila,
Que sobrevuela la tierra, el mar
Y todas las cosas.
Y ponerla en tu salón,
No he de dejar mi cielo
Y mi luna nocturna.
Que detiene mi vuelo,
Astutamente dispuesta
Para llamar la atención.
Que me sostiene,
Y que sigue hinchando mi vela
Cuando ya te has marchado.
A tu antojo,
El amor verdadero vuela tan alto
Como el firmamento.
Ver a su pareja así vencida,
El que aprendió a mirar
Justo por debajo del sol.
Musketaquid
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Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Nuestro amor, para que podamos ser
La conciencia de nuestro prójimo.
Y dejemos que nuestra simpatía
Nos trataremos como dioses,
Y toda la fe que tenemos
En la virtud y en la verdad la pondremos
Para los dioses inferiores.
Dos estrellas solitarias,
De lejanos sistemas ignotos,
Pero con nuestra luz consciente nos
Dirigimos resueltos al mismo polo.
¿Qué necesidad confunde a la estrella?
Para él nunca es demasiado tarde,
Pues presencia de un deber el final,
Y del otro marca el comienzo.
Que el color de las flores,
Sólo el invitado independiente
Pasea bajo sus enramadas,
Ningún discurso, por dulce que sea, lo posee,
Pero él distribuye un silencio más dulce
Entre sus compañeros,
Que de día felicita.
¿Qué le dice la lengua a la lengua?
¿Qué escucha el oído del oído?
Año tras año,
Se comunica.
El abismo del sentimiento se abre desnudo:
Ni pasarela de gran arcada,
Puede franquear el foso que rodea
Al hombre sincero.
Mantendrán fuera al enemigo,
Ajeno a la mina secreta
Allí donde la duda lo ha conducido.
Dejará pasar al amigo,
Pero, como el sol elevado,
Él tomará el castillo,
No conozco nada en el mundo
Que pueda escapar del amor,
Pues desciende bajo cualquier profundidad,
Espera como espera el cielo,
A que las nubes se disipen,
Mas brilla siempre sereno
Tanto si se han marchado,
Como si siguen flotando.
Implacable es el Amor,
De sus intenciones hostiles,
Pero él continúa sin descanso
Sobre la bondad inclinado.
Musketaquid
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Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Ciertas naturalezas, a pesar de ser harto toscas y estar poco desarrolladas, tienen un mayor nivel de perfección que otras más refinadas y mejor equilibradas. Incluso el payaso tiene gusto, y sus dictados, a los que hace caso omiso, son más elevados y puros que aquellos a los que obedece en ocasiones el artista.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Hay dos clases de hombres a los que se les llama poetas. Uno cultiva la vida, el otro el arte; uno busca comida para alimentarse, el otro para saborearla; uno sacia su hambre, el otro agrada al paladar. Hay dos tipos de escritura, ambas grandiosas y poco frecuentes: la una es la del genio, el hombre inspirado; la otra la del intelecto y el gusto, en los intersticios de la inspiración. La primera está por encima de todo análisis, siempre es correcta, y dicta las leyes de la propia crítica. Vibra y late, llena de vida, eternamente. Es sagrada y ha de leerse con reverencia, como se estudian los trabajos de la naturaleza. Hay pocos ejemplos de un estilo sostenido de este tipo. Todos los hombres hablan, es cierto, pero al hablante no le preocupa que quede constancia de lo dicho. Este estilo elimina toda relación personal con su autor; no ponemos sus palabras en nuestros labios, sino su sentido en nuestros corazones. Es el río de la inspiración, que borbotea, ora aquí, ora allá, ora en este hombre, ora en aquél. No importa a través de qué cristales de hielo se vea, que sea una fuente o la corriente marina que fluye bajo tierra. Lo encontramos en Shakespeare, en Alfeo, en Burns, en Aretusa, siempre idéntico. La otra escritura es serena y sabia, muestra reverencia al genio y está ávida de inspiración. Es siempre consciente, en el mayor y en el menor grado, y consiste en el dominio más perfecto de las facultades. Vive en un sosiego como el del desierto, y en ella los objetos son tan nítidos como los oasis y las palmeras en el horizonte de arena. El tren del pensamiento se mueve a un ritmo suave y controlado, como una caravana. Aquí la pluma no es más que un instrumento en las manos del poeta —no rebosa vida, como haría un brazo más largo—, y deja una tenue capa de barniz o brillo sobre todo su trabajo, del que las obras de Goethe ofrecen un ejemplo extraordinario.
Henry David Thoreau
Musketaquid
La obra del genio está tallada con tosquedad desde el principio, porque se anticipa al paso del tiempo, y tiene una suerte de pulido incrustado, que sigue presente cuando los fragmentos se desmoronan, una cualidad propia de su sustancia. Su belleza es al mismo tiempo su fuerza, que brilla en todo su esplendor.
Henry David Thoreau
Musketaquid
El gran poema ha de contar con el sello de la grandeza, así como con su esencia. El lector pasa sin problemas sobre la poesía contemporánea más superficial, y se impregna con toda la vida y la promesa del presente, como el peregrino que va al templo y escucha los cantos más débiles de los devotos. En cambio, el gran poema tendrá que hablarle a la posteridad, atravesando sus desiertos y franqueando las ruinas de sus murallas más lejanas, merced a la grandeza y la belleza de sus proporciones.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Yo soy el sol otoñal,
Y mi carrera la corren vendavales de otoño;
¿Cuándo dará sus flores el avellano
O madurará la uva bajo mi emparrado?
¿Cuándo convertirán las lunas de la cosecha y
Del cazador mi medianoche en mediodía?
Soy todo amarillo y marchito,
Y mi núcleo es tierno.
Las nueces caen en mis bosques,
El invierno acecha en mi espíritu,
Y el crujido de la hoja seca
Es la música perenne de mi tristeza.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Y mi carrera la corren vendavales de otoño;
¿Cuándo dará sus flores el avellano
O madurará la uva bajo mi emparrado?
¿Cuándo convertirán las lunas de la cosecha y
Del cazador mi medianoche en mediodía?
Soy todo amarillo y marchito,
Y mi núcleo es tierno.
Las nueces caen en mis bosques,
El invierno acecha en mi espíritu,
Y el crujido de la hoja seca
Es la música perenne de mi tristeza.
Musketaquid
Los hombres aún no viven, en ningún lugar del planeta, ni en Oriente ni en Occidente, una vida natural, a cuyo alrededor crezca la vid, a la bondadosa sombra del olmo. El hombre la profanaría con su mano, de suerte que la belleza del mundo permanece velada para él. No sólo necesita ser espiritualizado, sino naturalizado, sobre el suelo de la tierra. ¡¿Quién puede concebir qué hermoso techo podrían extender los cielos sobre él, qué estaciones se pondrían a su servicio y qué trabajo dignificaría su vida?! Sólo los convalecientes levantan el velo de la naturaleza. La inmortalidad de su vida haría inmortal su morada. Los vientos serían su aliento, las estaciones sus estados de ánimo, y podría impartir serenidad hasta a la propia Naturaleza. Sin embargo, el hombre que conocemos es efímero como el paisaje que le rodea, y no aspira a una existencia duradera.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Musketaquid
Pero éstas no son las reflexiones ni el destino de los comunes mortales. ¿Qué es ese cielo que esperan, si no supera sus expectativas? ¿Están preparados para uno mejor del que pueden imaginar ahora? ¿Dónde está el cielo de quien muere sobre un escenario, en un teatro? Nuestro cielo está aquí o no está en ningún sitio.
Henry David Thoreau
Musketaquid
«Al igual que la bailarina, tras haberse mostrado al espectador, deja de bailar, también la Naturaleza deja de manifestarse, una vez se ha mostrado al alma […]. En mi opinión, no hay nada más discreto que la Naturaleza: una vez que es consciente de que ha sido vista, no vuelve a exponerse a la mirada del alma.
Henry David Thoreau
Musketaquid
Mientras mirábamos hacia arriba, en silencio, hacia aquellas luces lejanas, recordamos que quien explicó por primera vez que las estrellas eran mundos fue un hombre de una imaginación excepcional, que hizo un gran regalo a la humanidad. En la crónica de Bernáldez está registrado que durante el primer viaje de Colón los nativos «señalaron a los cielos, haciendo señas de que creían que allí estaban todo el poder y la santidad». Tenemos motivos para estar agradecidos por los fenómenos celestiales, pues responden principalmente al ideal de los hombres. Las estrellas son lejanas y discretas, pero brillantes y duraderas como nuestras experiencias más hermosas y memorables. «Deja que la profundidad inmortal de tu alma te guíe, pero mantén siempre los ojos clavados en el cielo».
Henry David Thoreau
Musketaquid
Así como la compañía más sincera se aproxima cada vez más a la soledad, también el discurso más excelso acaba por sumirse en el Silencio. Todos los hombres pueden escuchar el Silencio, en todas las épocas, en todos los lugares. Él es cuando escuchamos hacia el interior, mientras el sonido es cuando escuchamos hacia el exterior. La creación no ha suplantado al Silencio, sino que constituye su estructura visible. Todos los sonidos son sus siervos y sus proveedores, y no sólo proclaman que su señor es, sino que es un señor excepcional, al que hay que buscar con gran tesón. Están tan vinculados al Silencio que no son más que burbujas en su superficie, que estallan de inmediato, como prueba de la potente y prolífica corriente submarina. Son una tímida declaración del Silencio, aptos únicamente para nuestros nervios auditivos cuando chocan entre ellos y lo sustituyen. En la medida en que hacen esto, y realzan e intensifican el Silencio, son la armonía y la más pura melodía. El Silencio es el refugio universal, la secuela de todos los discursos insulsos y las acciones necias, un bálsamo para todas nuestras desazones, al que damos la bienvenida por igual tras la saciedad y la decepción. Es ese fondo donde la brocha del pintor no puede llegar, ya sea un maestro o un mediocre, y que, por incómoda que sea la figura en primer plano, sigue siendo nuestro santuario inviolable, que ninguna mezquindad puede mancillar, donde nadie puede molestarnos.
Henry David Thoreau
Musketaquid
El orador abandona su individualidad, y es más elocuente cuanto más calle. Escucha mientras habla, y es un oyente entre su audiencia. ¿Quién no ha oído Su estruendo infinito?
Henry David Thoreau
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
Musketaquid
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