Los duendes
La numerosa familia Valiente decidió desocupar la alquilada casona colonial, porque no podían dormir con tranquilidad por las travesuras de los duendes que, en las habitaciones, causaban estruendo y trastornos. En el momento de cerrar el vetusto portón de salida a la calle, la señora Valiente preguntó a los de la agencia de mudanzas:
—¿No dejan algo?
—Nada —le dijo al oído el invisible duende mayor que estaba a su lado— nos vamos también con ustedes.
Z. Moreno
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