Ese momento crucial de cambio tuvo lugar mientras revisaba la investigación sobre los mecanismos que controlan la fisiología y el comportamiento celular. De pronto me di cuenta de que la vida de una célula está regida por el entorno físico y energético, y no por sus genes. Los genes no son más que «planos» moleculares utilizados para la construcción de células, tejidos y órganos. Es el entorno el que actúa como el «contratista» que lee e interpreta esos planos genéticos y, a fin de cuentas, como el responsable último del carácter de la vida de una célula. Es la «percepción» del entorno de la célula individual, y no sus genes, lo que pone en marcha el mecanismo de la vida.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Cuanto mejor comprendamos una célula, mejor llegaremos a entender la comunidad celular que conforma el cuerpo humano.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Mi postura deprimida y fatalista cambió en un instante en el otoño de 1985. Había renunciado al puesto fijo que tenía en la facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin y trabajaba de profesor en una facultad de Medicina del Caribe. Puesto que dicha facultad estaba muy lejos de la corriente académica principal, mis ideas comenzaron a liberarse de los rígidos límites de las creencias vigentes en las instituciones convencionales. Lejos de esas torres de marfil, aislado en una isla esmeralda situada en mitad del mar celeste del Caribe, experimenté una epifanía científica que hizo añicos mis creencias acerca de la naturaleza de la vida. Ese momento crucial de cambio tuvo lugar mientras revisaba la investigación sobre los mecanismos que controlan la fisiología y el comportamiento celular. De pronto me di cuenta de que la vida de una célula está regida por el entorno físico y energético, y no por sus genes. Los genes no son más que «planos» moleculares utilizados para la construcción de células, tejidos y órganos. Es el entorno el que actúa como el «contratista» que lee e interpreta esos planos genéticos y, a fin de cuentas, como el responsable último del carácter de la vida de una célula. Es la «percepción» del entorno de la célula individual, y no sus genes, lo que pone en marcha el mecanismo de la vida. Como biólogo celular, sabía que esa idea tendría importantes repercusiones en mi vida y en la vida de todos los seres humanos. Era muy consciente de que cada ser humano está compuesto por unos cincuenta billones de células. Había consagrado mi vida profesional a estudiar seriamente las células individuales, porque, al igual que ahora, entonces también sabía que cuanto mejor comprendamos una célula, mejor llegaremos a entender la comunidad celular que conforma el cuerpo humano. Sabía que, si las células individuales se regulan en función de su percepción del entorno, lo mismo ocurriría con los seres humanos, formados asimismo por billones de células. Al igual que en las células aisladas, el carácter de nuestra existencia se ve determinado no por nuestros genes, sino por nuestra respuesta a las señales ambientales que impulsan la vida. Por un lado, esa nueva visión de la naturaleza de la vida fue toda una conmoción, ya que durante aproximadamente dos décadas había estado inculcando el dogma central de la biología —la creencia de que la vida está controlada por los genes— en las mentes de mis alumnos de medicina. Por otro lado, me daba la sensación de que ese nuevo concepto no me resultaba del todo nuevo. Siempre había albergado molestas dudas sobre el determinismo genético. Algunas de esas dudas provenían de los dieciocho años que había trabajado en una investigación subvencionada por el gobierno sobre la clonación de células madre. Aunque fue preciso pasar una temporada lejos del entorno académico tradicional para que me diera plena cuenta de ello, mi investigación ofrece una prueba irrefutable de que los preciados dogmas de la biología con respecto al determinismo genético albergan importantes fallos. Mi nueva visión de la naturaleza de la vida no solo corroboraba el resultado de la investigación, sino que también, como comprendí muy pronto, refutaba otra de las creencias de la ciencia tradicional que había estado enseñando a mis alumnos: la creencia de que la medicina alopática es la única clase de medicina que merece consideración en una facultad de medicina. El hecho de reconocer por fin la importancia del entorno energético me proporcionó una base para la ciencia y la filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias (tanto modernas como antiguas) y para la medicina alopática. A título personal, supe que aquel instante de inspiración me había dejado pasmado porque, hasta ese momento, había creído erróneamente que estaba destinado a llevar una vida de espectaculares fracasos personales. Es obvio que los seres humanos poseen una gran capacidad para aferrarse a las falsas creencias con fanatismo y tenacidad, y los científicos racionalistas no son ninguna excepción. El hecho de que nuestro avanzado sistema nervioso esté comandado por un cerebro enorme significa que nuestra conciencia es más complicada que la de una célula individual. Las extraordinarias mentes humanas pueden elegir distintas formas de percibir el entorno, a diferencia de las células individuales, cuya percepción es más refleja. Me sentí rebosante de alegría al darme cuenta de que podía cambiar el curso de mi vida mediante el simple hecho de cambiar mis creencias. Me sentí revigorizado de inmediato, ya que comprendí que allí había un sendero científico que podría alejarme de mi eterna posición de «víctima» para darme un puesto como «cocreador» de mi destino. Han pasado veinte años desde aquella mágica noche caribeña en la que mi vida sufrió un cambio crucial. Durante esos años, las investigaciones biológicas han corroborado una y otra vez lo que yo comprendí aquella madrugada en el Caribe. Estamos viviendo una época apasionante, ya que la ciencia está a punto de desintegrar los viejos mitos y de reescribir una creencia básica de la civilización humana. La creencia de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas controladas por genes está dando paso a la comprensión de que somos los poderosos artífices de nuestras propias vidas y del mundo en el que vivimos.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Como todos sabemos, el conocimiento es poder y, en consecuencia, el conocimiento de uno mismo supone una mayor capacidad de actuación.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Espero de todo corazón que seas capaz de comprender cuántas de las creencias que impulsan tu vida son falsas y autolimitadas, y que te sientas motivado a cambiar dichas creencias. Puedes recuperar el control de tu vida y encaminarte hacia una existencia sana y feliz. Esta información es poderosa. Sé que lo es. La vida que me he forjado utilizándola es mucho más plena y satisfactoria, y ya no me pregunto a mí mismo: «Si pudieras ser cualquier otra persona, ¿quién serías?». Porque ahora la respuesta es obvia, ¡quiero ser yo!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Había llegado a cuestionarme no solo la competitiva versión darwiniana de la evolución, sino también el dogma central de la biología, la premisa de que los genes controlan la vida. Esa premisa científica tiene un error fundamental: los genes no se pueden activar o desactivar a su antojo. En términos más científicos, los genes no son «autoemergentes». Tiene que haber algo en el entorno que desencadene la actividad génica. A pesar de que ese hecho ya había sido postulado por la ciencia más vanguardista, los científicos convencionales, cegados por el dogma genético, se habían limitado a ignorarlo. Mi abierto desafío al dogma central hizo que me consideraran aún más un hereje de la ciencia. No solo era aspirante a la excomunión, ¡sino que era candidato a ser quemado en la hoguera!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La reciente importancia que se otorga al entorno como regulador de la actividad génica era el núcleo de la investigación celular que yo llevaba a cabo veinticinco años atrás, mucho antes de que el campo de la Epigenética existiera siquiera
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
En los últimos años me he vuelto aún más radical según los cánones académicos. Mi preocupación por la nueva biología se ha convertido en algo más que un ejercicio intelectual. Creo que las células nos muestran no solo los mecanismos de la vida, sino también una forma de llevar una vida rica y plena.
Bruce H. Lipton
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Tal vez te consideres un ente individual, pero como biólogo celular puedo asegurarte que en realidad eres una comunidad cooperativa de unos cincuenta billones de ciudadanos celulares. La práctica totalidad de las células que constituyen tu cuerpo se parece a las amebas, unos organismos individuales que han desarrollado una estrategia cooperativa para la supervivencia mutua. En términos básicos, los seres humanos no somos más que la consecuencia de una «conciencia colectiva amebiana». Al igual que una nación refleja los rasgos distintivos de sus ciudadanos, la humanidad debe reflejar la naturaleza básica de nuestras comunidades celulares.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
He vuelto al punto de partida y he pasado de ser un científico reduccionista enfrentado a la vida a ser un científico espiritual. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y es necesario que volvamos a introducir el espíritu en la ecuación si queremos mejorar nuestra salud mental y física.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Puesto que no somos máquinas bioquímicas indefensas, el hecho de zamparnos una pastilla cada vez que nos encontramos mal física o mentalmente no es siempre la respuesta. Los fármacos y la cirugía son herramientas poderosas cuando no se utilizan en exceso, pero la idea de que los medicamentos pueden curarlo todo es, en esencia, errónea. Cada vez que se introduce un fármaco en el organismo para corregir una función A, se alteran inevitablemente las funciones B, C o D. No son las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes los que controlan nuestro cuerpo y nuestra mente; son nuestras creencias las que controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y, por tanto, nuestra vida… ¡Oh, vosotros, hombres de poca fe!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La idea de las células como humanos en miniatura sobre la que llevaba tanto tiempo reflexionando sería considerada una herejía por la mayoría de los biólogos. Tratar de explicar la naturaleza de cualquier cosa no humana relacionándola con el comportamiento humano es lo que se denomina antropomorfismo. Los «verdaderos» científicos consideran que el antropomorfismo es un pecado mortal y condenan al ostracismo a los científicos que lo utilizan a sabiendas en su trabajo. No obstante, me pareció que estaba apartándome de la ortodoxia por un buen motivo. Los biólogos tratan de obtener conocimientos científicos observando la naturaleza y conjurando hipótesis sobre cómo funcionan las cosas. A continuación, diseñan experimentos para comprobar si sus ideas son ciertas. Uno de los requisitos indispensables de la deducción de hipótesis y la experimentación controlada es que el científico «piense» cómo una célula o cualquier otro organismo viviente lleva a cabo su vida. Aplicar estas soluciones «humanas» (es decir, aplicar el punto de vista humano en la resolución de los misterios de la biología) convierte automáticamente a estos científicos en culpables de antropomorfismo. Hagas lo que hagas, la ciencia biológica siempre estará fundamentada en cierto grado de humanización del objeto de estudio.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
En 1984, Jordanova escribió que la teoría de Lamarck «se apoyaba» en cierto número de «proposiciones», entre las que se incluye: «[…] las leyes que rigen a los seres vivos han dado origen a formas complejas a lo largo de inmensos períodos de tiempo»
Bruce H. Lipton
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No obstante, hoy en día, la comprensión de la cooperación en la naturaleza es mucho más profunda que la que se obtiene mediante la simple observación. «Los biólogos son cada vez más conscientes de que los animales han coevolucionado, y de que continúan coexistiendo, mediante diversos conjuntos de microorganismos necesarios para la salud y el desarrollo normal», dice un reciente artículo de Science titulado «Seguimos adelante gracias a una pequeña ayuda de nuestros “pequeños” amigos» (Ruby et al., 2004). El estudio de estas relaciones se enseña ahora en un campo de rápido crecimiento llamado «biología de sistemas».
Bruce H. Lipton
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Por irónico que parezca, en las pasadas décadas nos han enseñado a declarar la guerra a los microorganismos con todos los métodos a nuestro alcance, desde los jabones antibacterianos hasta los antibióticos. Pero ese mensaje tan simplista no toma en cuenta el hecho de que hay muchas bacterias esenciales para nuestra salud. El ejemplo clásico de la ayuda que reciben los humanos de los microorganismos son las bacterias que pueblan nuestro sistema digestivo y que son fundamentales para nuestra supervivencia. Las bacterias de nuestro estómago y nuestro tracto intestinal ayudan a digerir la comida y permiten la absorción de vitaminas indispensables para la vida. Esta cooperación entre humanos y microorganismos es la razón de que el uso indiscriminado de antibióticos sea perjudicial para nuestra supervivencia. Los antibióticos son asesinos indiscriminados; matan bacterias necesarias para la vida con tanta eficacia como matan a las dañinas. Los recientes avances de la genética han revelado un mecanismo adicional de cooperación entre las especies. Resulta que los organismos vivos entran a formar parte de una comunidad celular compartiendo sus genes. Hasta ahora se creía que los genes solo se transmitían a la descendencia de un organismo individual a través de la reproducción. En la actualidad los científicos han descubierto que los genes se comparten no solo entre los miembros individuales de una especie, sino también entre miembros de distintas especies. La distribución de la información mediante la transferencia genética acelera el proceso de evolución, ya que los organismos pueden adquirir experiencias «aprendidas» por otros organismos (Nitz et al., 2004; Pennisi, 2004; Boucher et a ., 2003; Dutta y Pan, 2002; Gogarten, 2003). Debido a esta distribución de genes, los organismos ya no pueden considerarse como entidades aisladas; no hay muros entre las especies.
Bruce H. Lipton
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Debemos dejar atrás la teoría darwiniana, que resalta la importancia de los individuos, y acoger una que enfatice la importancia de la comunidad
Bruce H. Lipton
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Muchos de nosotros ponemos límites a nuestras vidas no porque sea necesario hacerlo, sino porque creemos que debemos hacerlo.
Bruce H. Lipton
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Por supuesto, Lamarck no tenía ni la menor idea de la naturaleza molecular de los genes ni de su relación con la expresión en el organismo (y tampoco Darwin), así que no puedo negar que en realidad era un epigenetista. Las investigaciones modernas han necesitado laboratorios de alta tecnología para descubrir las sutiles modificaciones químicas del ADN y las proteínas asociadas al mismo que permiten a los organismos adaptarse al medio y pasar dichas adaptaciones a su descendencia sin alterar la estructura de las moléculas de ADN. La teoría de Lamarck sobre la herencia de los caracteres adquiridos, citada como la razón principal de la debacle de Lamarck, se considera ahora un mecanismo hereditario válido (Morris, 2012). La investigación puntera no solo está ayudando a restablecer la reputación de Lamarck, también está socavando la creencia de nuestra cultura en el determinismo genético, lo cual, como a estas alturas sabes muy bien, es uno de los temas principales en La biología de la creencia: ¡los genes que heredamos de nuestros padres y nuestras madres no son nuestro destino!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
El neodarwinismo atribuye las mutaciones a errores de copia accidentales durante la replicación de los genes; cuando el error genético aumenta la capacidad de supervivencia del organismo, la mutación se selecciona para su transmisión. Esto sugiere que la dirección de los avances evolutivos es accidental e impredecible… ¡Qué te parece! En respuesta a las eternas preguntas ¿cómo llegamos aquí? y ¿por qué estamos aquí?, la teoría neodarwinista intenta hacernos creer que evolucionamos gracias a miles de millones de años de «afortunados» accidentes genéticos. Por el contrario, la teoría lamarckiana afirma que las mutaciones que generan la evolución nacen de la «necesidad» de un organismo de adaptarse a un medio amenazador, de modo que no son aleatorias y resultan, en gran medida, ambientalmente predecibles. Este debate científico, en apariencia primitivo, resulta importante porque las mutaciones adaptativas implican un propósito en la evolución biológica: el propósito de amoldarse a las condiciones imperantes en el entorno, que incluye a toda la comunidad vital. Creo que al final la teoría de las mutaciones adaptativas prevalecerá, y eso corroborará la idea de que el complejo entramado de la vida y el proceso evolutivo son el resultado de una colaboración simbiótica altamente organizada entre todos los organismos vivos.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Ahora más que nunca necesitamos investigar más el abrazo cooperativo para la supervivencia a fin de no caer en un ciclo de defección que acabe con nosotros y con nuestro planeta. Creo que nuestra malinterpretación de la evolución como una simple lucha eterna y una búsqueda de la aptitud individual (medida por el número de «juguetes» de cada uno), nos ha llevado al borde del abismo. La civilización humana se ha tragado la advertencia que aparece en el título secundario del libro de Darwin, El origen de las especies: La conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia. En otras palabras, que la vida es una lucha sin cuartel en la que las riquezas serán de los más aptos, sin importar los medios que sean necesarios para conseguirlas. De acuerdo con este principio «científico», los menos aptos genéticamente solo se merecen las sobras… si acaso. Esa mentalidad nos ha llevado a guerras continuas por posesiones materiales, a un consumo excesivo que ha generado una explotación de recursos insostenible, a una repartición de riquezas cada vez más desigual y a un planeta cada vez más enfermo. El hincapié del darwinismo en la aptitud del individuo ha restado importancia a la cooperación comunitaria en la evolución. Una de las áreas más impresionantes en las que hemos ignorado la importancia de la cooperación entre los organismos es nuestro propio cuerpo. En los diez años que han pasado desde que denuncié nuestra «guerra a los microorganismos con todos los métodos a nuestro alcance, desde los jabones antibacterianos hasta los antibióticos», han salido a la luz multitud de efectos perjudiciales, que son el precio a pagar en esta guerra que tiene lugar en nuestro organismo. El hecho es que hay cientos de billones de «invasores» microbianos, la mayor parte en el intestino, que son necesarios para nuestra supervivencia, y estos invasores son diez veces más numerosos que las propias células del cuerpo humano. Puesto que el cuerpo no puede sobrevivir sin sus microbios (cuyo nombre colectivo es «microbioma»), podría decirse que son el equivalente funcional de cualquiera de nuestros demás sistemas orgánicos vitales. En reconocimiento (tardío) a la importancia del microbioma, los seres humanos, junto con la mayoría de los demás organismos, se denominan ahora propiamente como superorganismos (organismos complejos formados por muchos organismos más pequeños) (Saey, 2013B).
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La civilización no ha creado el cambio climático global (el planeta ya ha sufrido cinco glaciaciones), pero nuestro comportamiento y nuestra tecnología están generando estresantes medioambientales que exacerban el impacto de la crisis del cambio climático. El proceso del auge y colapso de una sociedad ha sido un fenómeno cíclico a lo largo de la historia y, en algunos casos, esos períodos de colapso han durado siglos. Si bien los colapsos anteriores afectaron fundamentalmente a sistemas sociales humanos localizados, el colapso que se aproxima ha tenido ya un profundo impacto global sobre la salud del planeta. En la actualidad vivimos en una era conocida como Antropoceno, que resalta que las actividades humanas est causando cambios masivos en nuestro mundo natural a un ritmo sin precedentes. Ninguna localización de nuestro planeta, desde el punto más al sur de la Antártida hasta lo alto del monte Everest, ha permanecido a salvo de la influencia humana. Por ejemplo, la combustión de los carburantes fósiles ha dejado una huella en nuestro entorno inmediato, y además el fino velo de la atmósfera terrestre lo transporta hasta todas las regiones del globo. Esto nos recuerda lo siguiente: 1) que todos estamos conectados; 2) que todos dejamos una huella; y 3) que la Tierra que nos cobija es finita. La crisis global actual nos avisa de que debemos dejar de explotar la abundancia y vitalidad de nuestro hogar y comenzar a reconectar y a honrar al planeta, tal y como muchas sociedades tradicionales han hecho durante eones.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Para comprender la naturaleza de la vida, primero hay que comprender cómo la «maquinaria» proteica es capaz de moverse.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los genetistas sufrieron una conmoción semejante cuando, en lugar de los 120 000 genes que esperaban, descubrieron que el genoma humano está compuesto por unos 25 000 genes (Pennisi, 2003a y 2003b; Pearson, 2003; Goodman, 2003). ¡Más del 80 por ciento del supuesto ADN necesario no existía! Los genes perdidos han demostrado ser un problema mayor que los dieciocho minutos perdidos de las grabaciones de Richard Nixon. El axioma de «un gen, una proteína» era el principio fundamental del determinismo genético. Ahora que el Proyecto Genoma Humano ha echado por tierra ese concepto, hay que descartar las teorías vigentes sobre el funcionamiento. Ya no es posible creer que los ingenieros genéticos puedan solucionar con relativa facilidad todos nuestros dilemas biológicos. Sencillamente, no hay suficientes genes para explicar la complejidad de la vida o las enfermedades humanas.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
El hecho de que las células enucleadas conserven sus funciones biológicas en ausencia de genes no es en absoluto un nuevo descubrimiento. Hace unos cien años, los embriólogos clásicos eliminaban de forma rutinaria los núcleos de las células del huevo en división y demostraban que una única célula de huevo enucleada era capaz de desarrollarse hasta la fase de blástula, una etapa embrionaria que consta de cuarenta células o más. Hoy en día, se utilizan células enucleadas con objetivos industriales, como las capas de alimento vivo en cultivos diseñados para la producción de vacunas víricas. Si el núcleo y sus genes no son el cerebro de la célula, ¿cuál es exactamente la contribución del ADN a la vida celular? Las células enucleadas mueren, pero no porque hayan perdido el cerebro, sino porque han perdido la capacidad reproductiva. Sin la capacidad para reproducir sus componentes, las células enucleadas no pueden reponer los componentes esenciales de las proteínas defectuosas ni replicarse. Así, pues, el núcleo no es el cerebro de la célula… ¡sino las gónadas! Confundir las gónadas con el cerebro es un error comprensible, ya que la ciencia ha sido siempre (y sigue siendo) un propósito patriarcal. Se ha acusado muchas veces a los hombres de pensar con las gónadas, ¡así que no debe sorprendernos del todo que la ciencia haya confundido sin querer el núcleo con el cerebro celular!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
¡Los genes no son el destino! Las influencias medioambientales, entre las que se incluyen la nutrición, el estrés y las emociones, pueden modificar esos genes sin alterar su configuración básica. Y los epigenetistas han descubierto que esas modificaciones pueden transmitirse a las futuras generaciones de la misma forma que el patrón del ADN se transmite a través de la doble hélice
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La historia del control epigenético es la historia de cómo las señales del entorno controlan la actividad génica. Ahora resulta evidente que el cuadro de la supremacía del ADN anterior está desfasado. El esquema revisado del flujo de información debería llamarse ahora «La supremacía del entorno».
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
El nuevo y más sofisticado flujo de información biológica comienza con una señal del entorno, que después se transmite a una proteína reguladora y solo en último lugar llega al ADN y al ARN, y da como resultado una proteína. La ciencia de la epigenética también ha dejado claro que hay dos mecanismos mediante los cuales un organismo puede transmitir la información hereditaria a su descendencia. Estos dos mecanismos proporcionan una vía para que los científicos estudien tanto la contribución de la herencia (los genes) como la contribución del medio (mecanismos epigenéticos) en el comportamiento humano. Si solo nos concentramos en los moldes, tal y como han hecho los científicos durante décadas, nos será imposible llegar a comprender la influencia del entorno
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
He aquí otro dato que utilizo a menudo en mis conferencias a modo de moraleja sobre el peligro de resaltar demasiado la importancia de los genes: el mismo gen que se utiliza para crear la queratina, una proteína que se encuentra en el cabello, está también en todas las estructuras siguientes: piel, uñas, garras, cascos y cuernos. El gen que codifica la síntesis individual de los elementos fundamentales de la queratina no controla cómo se usarán esas moléculas de queratina. Así, pues, los genes que codifican las proteínas proporcionan los elementos celulares necesarios, pero no determinan la estructura de un organismo ni su complejidad. Eso nos deja una pregunta fundamental: entonces, ¿qué es lo que las determina? Averiguar la respuesta a esta pregunta nos lleva a otro resultado completamente inesperado del Proyecto Genoma Humano: los genes que codifican los componentes elementales de las proteínas celulares constituyen menos del 2 por ciento de la cantidad total de ADN presente en el genoma, así que la inmensa mayoría del ADN no contribuye al número de proteínas celulares. La creencia de que este ADN carecía de función llevó a Francis Crick a etiquetarlo como «ADN basura». Este término, aunque ampliamente aceptado por el público, irrita a un gran número de biólogos que no logran entender por qué las células acumulan cantidades masivas de ADN «inútil». Esa es la razón por la que los genetistas prefieren utilizar el término «materia oscura» cuando se refieren al ADN no codificante.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Dispuestos a desentrañar los misterios de esta materia oscura, un consorcio de científicos genetistas crearon el Proyecto ENCODE (por el acrónimo en inglés de Encyclopedia Of DNA Elements ) con el fin de averiguar la función del supuesto ADN basura presente en el genoma. Hasta la fecha, su investigación, que salió a la luz después de que yo publicara la primera edición de este libro, revela que alrededor del 80 por ciento del ADN no codificante está relacionado con la regulación de la producción y el ensamblaje de las proteínas codificadas en los genes. Otro gran descubrimiento fue que ese ADN «oscuro» contiene mecanismos que permiten el uso de la información ambiental para modificar la lectura de los genes que codifican las proteínas. Resulta que ese ADN oscuro utiliza mecanismos epigenéticos que capacitan a una célula humana con 19 000 genes para crear ¡alrededor de 100 000 moléculas proteínicas diferentes! (Ecker, 2012). Quizá la mayor sorpresa en los descubrimientos del consorcio, que fueron el resultado de trescientos años de tiempo de cálculo, es que hay grandes porciones del ADN que son en realidad «interruptores» génicos. En el ADN no codificante hay alrededor de cuatro millones de interruptores génicos, lo que supone un sistema de información casi inconcebiblemente intrincado, uno que activa y desactiva los genes y proporciona un mecanismo para reescribir la estructura proteínica codificada en el ADN
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
El folleto corporal de cada organismo, codificado en el ADN oscuro, está directamente relacionado con el ambiente dinámico gracias a los mecanismos epigenéticos, que interpretan, traducen y controlan la actividad de los genes que codifican las proteínas.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los resultados del proyecto ENCODE están cambiando radicalmente los paradigmas de investigación asociados a enfermedades como el cáncer. Antes de conocer el papel del ADN oscuro, los científicos estudiaban la genética de la enfermedad tan solo para identificar mutaciones en los genes que codificaban las proteínas. Los análisis del ENCODE revelan que hay tantas o más mutaciones relacionadas con enfermedades en la materia oscura, el ADN no codificante (Hall, 2012). Cuando los investigadores combinaron los datos obtenidos en el Proyecto Genoma Humano con los resultados del proyecto ENCODE, fueron capaces de identificar tramos de ADN no codificante llamados regiones «ultrasensibles». Estas regiones del supuesto ADN basura muestran casi el mismo nivel de mutaciones que los genes que codifican proteínas. Cuando los investigadores estudiaron los genomas de noventa pacientes con cáncer (entre los que se incluían cáncer de pecho, de próstata y tumores cerebrales), descubrieron que había casi un centenar de mutaciones en las regiones ultrasensibles no codificantes relacionadas directamente con el cáncer. Estas primeras investigaciones sobre el ADN oscuro se concentraron en el estudio del cáncer, pero ahora también se está estudiando la influencia del ADN no codificante en otras enfermedades (Khurana et al., 2013).
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La actividad de la telomerasa es el equivalente molecular de «la fuente de la juventud», ya que rellena los telómeros que incrementan la vitalidad y reproductibilidad de las células madre. La actividad de la telomerasa mejora la salud y prolonga la vida.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La actividad de la telomerasa es el equivalente molecular de «la fuente de la juventud», ya que rellena los telómeros que incrementan la vitalidad y reproductibilidad de las células madre. La actividad de la telomerasa mejora la salud y prolonga la vida. Pero la cosa tiene truco. Las experiencias vitales pueden estimular o inhibir la actividad de la telomerasa. Por ejemplo, las experiencias estresantes durante el desarrollo prenatal, el maltrato en la infancia (tanto verbal como físico), la violencia doméstica, el trastorno de estrés postraumático (TEP), las deficiencias nutricionales y la falta de amor inhiben la actividad de la telomerasa. Todos estos factores predisponen a la aparición de enfermedades y acortan la vida. Por el contrario, el ejercicio, una buena alimentación, una mentalidad positiva, una vida de felicidad y gratitud, prestar ayuda y experimentar el amor, sobre todo el amor a uno mismo, incrementan la actividad de la telomerasa y fomentan una vida larga y sana (Blackburn y Epel, 2012; Stetka, 2014). De hecho, en un reciente estudio canadiense se ha descubierto que las pacientes con cáncer de pecho que fueron incluidas en un grupo de apoyo y en la meditación de atención plena conservaron la longitud de sus telómeros, mientras que los telómeros de las pacientes del grupo de control, sin esas ayudas, se acortaron
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La influencia fundamental a la hora de controlar la actividad de la telomerasa es la mente, que a su vez se ve influida por la programación que adquirimos antes de los siete años. Y, como señalaré más tarde, SÍ… podemos fortalecernos conscientemente mediante la potenciación activa de nuestra telomerasa. Y SÍ, porque nunca me cansaré de repetir esto, según confirman todas las maravillosas investigaciones que se han llevado a cabo en la última década: ¡Es el ambiente, estúpido!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Creo que cuando comprendas cómo funcionan las estructuras químicas y físicas de la membrana comenzarás a llamarla como yo: la membrana mágica. También me refiero a ella en mis conferencias como «la membrazón mágica» para hacer un juego de palabras.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
El verdadero secreto de la vida no se encuentra en la famosa doble hélice. El verdadero secreto de la vida reside en comprender los sencillos y elegantes mecanismos biológicos de la membrana mágica, los mecanismos mediante los cuales tu cuerpo convierte señales ambientales en diferentes comportamientos.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Una bacteria no se pasea por el mundo como la bola de una máquina de pinball. Una bacteria lleva a cabo los procesos fisiológicos básicos de la vida, al igual que las células más complejas. Una bacteria come, digiere, respira, excreta los desperdicios e incluso muestra ciertos procesos «neurológicos». Pueden percibir dónde se encuentra el alimento e impulsarse hacia ese lugar. De forma similar, puede reconocer toxinas y depredadores y utilizar maniobras de evasión para salvar la vida. En otras palabras, ¡los procariotas demuestran inteligencia! Así, pues, ¿cuál de las estructuras de la célula procariota es la que le confiere la «inteligencia»? El citoplasma procariota no muestra orgánulos evidentes que se encuentren en las células eucariotas más avanzadas, tales como el núcleo o las mitocondrias. La única estructura celular organizada que puede ser considerada como candidato a cerebro de la célula procariota es la membrana.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Solo en los últimos años los científicos han comprendido la importancia de las proteínas integrales de membrana. Son tan importantes, de hecho, que el estudio de las PIM se ha convertido en un campo científico llamado «transducción de la señal». Los científicos que estudian la transducción de la señal se encuentran muy atareados clasificando los centenares de rutas de información compleja que existen entre el receptor de señales externas y la activación de las proteínas funcionales celulares. El estudio de la transducción de la señal ha convertido la membrana en el foco de atención, de la misma manera que el campo de la epigenética da relevancia al papel de las proteínas cromosómicas.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
En cuanto comprendí cómo funcionan las PIM, llegué a la conclusión de que las funciones celulares son generadas principalmente por la interacción de la célula con el entorno, y no por su código genético. No hay duda de que los patrones de ADN almacenados en el núcleo son moléculas importantes que se han ido acumulando a lo largo de tres mil millones de años de evolución. Pero por importantes que sean, no «controlan» las operaciones celulares. Como es lógico, los genes no pueden programar con antelación una célula o un organismo vivo, ya que la supervivencia de la célula depende de su capacidad para adaptarse de forma dinámica a un entorno que cambia continuamente. La función de la membrana de interactuar de «forma inteligente» con su entorno para generar una respuesta la convierte en el verdadero cerebro de la célula.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Para mostrar un comportamiento «inteligente», las células precisan que la membrana funcione, y que sus proteínas, tanto las receptoras (las que perciben estímulos) como las efectoras (las que llevan a cabo la respuesta), estén intactas. Los complejos proteicos son las unidades fundamentales de la inteligencia celular. Desde un punto de vista técnico, podrían llamarse unidades de «percepción». La definición de percepción es la siguiente: «Apreciación de los elementos del entorno mediante sensaciones físicas». La primera parte de la definición describe la función de las PIM receptoras. La segunda parte, la que hace referencia a las «sensaciones físicas», resume el papel de las proteínas efectoras. Al examinar estas unidades básicas de percepción, hemos realizado un profundo ejercicio reduccionista que ha llevado a la célula hasta sus principios básicos. A este respecto, es importante señalar que en un momento dado se producen cientos de miles de esos cambios en la membrana celular. En consecuencia, el comportamiento de la célula no puede determinarse examinando cada cambio individual. El comportamiento celular solo puede entenderse cuando se consideran todos esos cambios en su conjunto.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
“La membrana es un cristal líquido semiconductor con entradas y canales.”
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Mientras permanecía reclinado en la silla, me llamó la atención algo en un extremo de mi escritorio, donde mi nuevo y sonriente Macintosh, mi primer ordenador, estaba situado. A su lado había un libro de color rojo brillante titulado Conoce tu microprocesador. Acababa de comprar esa guía de bolsillo para saber cómo funcionaba un ordenador desde una conexión RadioShack. Cogí el libro y en la introducción encontré la definición de un chip: «Un chip es un cristal semiconductor con entradas y canales». Durante un par de segundos me dejó perplejo que el chip y la membrana celular compartiesen la misma definición técnica. Pasé muchos segundos más comparando y contrastando las membranas biológicas con los semiconductores de silicio. Me sentí aturdido por un instante al darme cuenta de que la coincidencia de las definiciones no era una casualidad. ¡La membrana celular era sin duda el equivalente estructural y funcional (el homólogo) de un chip de silicio!
Bruce H. Lipton
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… el hecho de que la membrana celular sea el homólogo de un chip significa que resultaría más apropiado y también más instructivo comparar las funciones de la célula con las de un ordenador personal. La primera idea fundamental que se deduce a partir de ello es que los ordenadores y las células son programables. La segunda es que el programador se encuentra fuera del ordenador, y también de la célula. La actividad biológica y génica está dinámicamente relacionada con la información procedente del entorno, que es lo que se descarga al interior de la célula.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Está claro que a mí me enseñaron una biología cuyo centro era el núcleo, del mismo modo que a Copérnico le enseñaron una astronomía cuyo centro era la Tierra. Por esta razón, fue todo un impacto descubrir que el núcleo que contiene los genes no programa la célula. Los datos penetran en la célula/ordenador a través de los receptores de membrana, que son el «teclado» celular. Los receptores activan las proteínas efectoras de membrana, que actúan como la CPU (Unidad de Procesamiento Central) de la célula/ordenador. Las proteínas efectoras «CPU» convierten la información del entorno en el lenguaje conductual de la biología.
Bruce H. Lipton
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Somos nosotros quienes controlamos nuestra biología, de la misma forma que soy yo quien escribe las palabras en este procesador de texto. Somos capaces de editar los datos que introducimos en nuestras biocomputadoras, al igual que yo elijo las palabras que tecleo. Una vez que comprendemos cómo las PIM regulan la biología, nos convertimos en amos y señores de nuestro destino, y no en víctimas de nuestros genes.
Bruce H. Lipton
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No puedo decir que los científicos convencionales hayan adoptado mi término membrazón, ni que hayan pregonado mi mensaje de que las Proteínas Integrales de Membrana (PIM) nos convierten en los dueños de nuestro destino. Lo que sí puedo decir es que hay un montón de investigaciones nuevas de lo más alentadoras sobre la forma en que la membrana interactúa con el medio para modelar la biología.
Bruce H. Lipton
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El resultado de los estudios en animales señala que el estrés crónico tiene un papel muy importante en la formación de histamina, en el inicio y exacerbación de la arteriosclerosis y en el avance de las cardiopatías. Es muy posible que, en contra de lo que se cree cuando se culpa al colesterol de causar las cardiopatías, las patologías cardíacas puedan ser el resultado de los agentes estresantes medioambientales, y no de disfunciones genéticas o bioquímicas.
Bruce H. Lipton
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El Estudio JUPITER, al que se hace referencia en numerosas ocasiones para apoyar el uso de estatinas, descubrió que, durante el período de estudio, se produjeron sesenta y ocho infartos en el grupo placebo y solo treinta y uno en el grupo que tomaba estatinas. Así pues, de acuerdo con esas cifras, las estatinas producían una asombrosa reducción del 58 por ciento en el riesgo relativo. Los resultados llevaron al grupo de investigación a asegurar que las estatinas eran efectivas en la prevención de los infartos (Ridker, 2008). A primera vista, estos datos estadísticos resultan impresionantes, pero la sugerente conclusión no es más que una simple manipulación de los datos. Debería resaltarse que el grupo experimental y el de control tenían cada uno 8901 participantes. En términos reales, el riesgo de infarto varía entre un 0,76 por ciento, muy bajo, en el grupo control (68 de 8901), y un 0,35 por ciento en el grupo de las estatinas (31 de 8901). Desde el punto de vista estadístico, el efecto «protector» de las estatinas supuso una reducción de 0,35 por ciento con respecto al grupo control, lo que significa que la reducción real del riesgo es de menos de la mitad de un 1 por ciento. Los datos indican que por cada 300 personas que toman las carísimas estatinas, podría salvarse tan solo una vida. Estudios posteriores revelaron que los supuestos efectos preventivos de los fármacos reductores del colesterol habían sido exagerados de manera considerable. Como nota al margen, diré que AstraZeneca, el fabricante de las estatinas utilizadas en el estudio, fue quien proporcionó la financiación para el ahora desacreditado Estudio JUPITER (Lorgeril et al., 2010). La utilización de estatinas en la prevención primaria de las cardiopatías ha disparado las ventas de estos fármacos, pero no ha cambiado las cosas en la guerra contra las enfermedades cardiovasculares. De hecho, como ocurre con muchas otras guerras últimamente, el coste es muy alto, y los resultados casi invisibles. A pesar de que las estatinas han generado alrededor de 29 000 millones en ventas en Estados Unidos solo en 2013, su guerra contra el colesterol apenas ha tenido impacto en las enfermedades cardiovasculares. Como mucho, las estatinas consiguen reducir el riesgo real de infarto en un 0,3 por ciento, mientras que, al mismo tiempo, provocan efectos secundarios en entre el 15 y el 40 por ciento de aquellos que las utilizan. Recientes estudios independientes han demostrado que el uso de las estatinas en la prevención primaria tiene un valor mínimo o inexistente a la hora de reducir los infartos y la mortalidad (Sultan y Hynes, 2013). El uso de estatinas para tratar las enfermedades cardíacas no es más que otra guerra carísima con un pronóstico muy pobre. Hasta el momento no hemos encontrado las «armas» de destrucción cardíaca masiva. En lugar de continuar con la búsqueda, quizá haya llegado el momento (o mejor dicho, hace ya tiempo que llegó) de revisar la conclusión de que el colesterol sea el culpable de los problemas cardiovasculares y dirigir nuestra atención a los agentes estresantes medioambientales en lugar de hacia las disfunciones genéticas o bioquímicas. El origen del 90 por ciento de las enfermedades cardiovasculares está no en una disfunción de los mecanismos celulares, sino en una respuesta conductual dirigida por señales del medio presentes en la sangre. El cerebro secreta hormonas, factores estresantes y agentes inflamatorios que se transportan en sangre a fin de coordinar la función de los 50 billones de células que sustentan la vida. Y esto nos lleva de vuelta a la historia de la membrazón mágica, ya que la membrana celular es el procesador de información que proporciona la interfaz entre la biología y la percepción del medio de nuestro cerebro. Un mejor entendimiento del papel crucial del colesterol en el procesamiento de la información por parte de la membrana pone de manifiesto que alterar el metabolismo del colesterol con estatinas no consigue otra cosa que estropear su función. Hasta hace poco, la enfermedad se consideraba una consecuencia de la alteración en los mecanismos bioquímicos de la célula. La inmensa mayoría de las enfermedades se consideran ahora el resultado del estilo de vida. Cuando la biomedicina acepte por completo que la membrana es realmente un cerebro mágico, se alejará de las disfunciones genéticas/bioquímicas y se centrará en encontrar una manera de cambiar nuestras percepciones/creencias (veremos más en capítulos posteriores) para prevenir las enfermedades cardíacas y, de hecho, casi todas las demás.
Bruce H. Lipton
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Los efectos adversos de los fármacos, como los que contribuyen a la controversia de la terapia hormonal sustitutiva, son la razón fundamental de que la iatrogenia (las enfermedades resultantes de los tratamientos médicos) sea una de las principales causas de muerte. De acuerdo con las conservadoras estimaciones publicadas en Journal of the American Medical Association , las enfermedades iatrogénicas son la tercera causa de muerte en Estados Unidos. Más de ciento veinte mil personas mueren cada año a causa de los efectos adversos de los medicamentos (Starfield, 2000). No obstante, un estudio más reciente basado en los resultados de un seguimiento de diez años de las estadísticas gubernamentales revela que las cifras son aún más descorazonadoras (Null et al., 2003). Este estudio concluye que las enfermedades iatrogénicas son la primera causa de muerte en Estados Unidos y que las reacciones adversas a los fármacos recetados son responsables de más de trescientas mil muertes cada año. Estos datos estadísticos resultan abrumadores, en especial para una profesión cuyo objetivo es curar y que ha desdeñado con arrogancia los tres mil años de eficacia de la medicina oriental por considerarla poco científica, a pesar de que está basada en un conocimiento más profundo del universo. Hace miles de años, mucho antes de que los científicos occidentales descubrieran las leyes del universo cuántico, los asiáticos ya honraban a la energía como el factor principal de la salud y el bienestar. En la medicina oriental, el cuerpo se define mediante un complicado despliegue de líneas de energía llamadas meridianos. En los diagramas fisiológicos chinos, esta red de energía se asemeja a la de un circuito electrónico impreso. Con la ayuda de instrumentos tales como las agujas de acupuntura, los terapeutas chinos evalúan los circuitos de energía de sus pacientes de la misma forma que un electricista testa los circuitos en busca de «patologías» eléctricas o cortocircuitos.
Bruce H. Lipton
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Los investigadores médicos tradicionales todavía no han comprendido los mecanismos moleculares que posibilitan la vida.
Bruce H. Lipton
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Creo que la razón principal de que la investigación energética haya sido casi ignorada es el dinero. La industria farmacéutica invierte el dinero destinado a investigación en la búsqueda de píldoras químicas mágicas porque las pastillas significan dinero. Si la energía sanadora pudiera venderse en forma de pastillas, los fabricantes farmacéuticos se mostrarían interesados de inmediato. En lugar de eso, identifican divergencias fisiológicas o de comportamientos que se apartan de alguna norma hipotética como alteraciones o enfermedades en sí mismas y luego se encargan de informar al público general de los peligros de esas amenazadoras enfermedades. Está claro que la sintomatología simplificada que se utiliza al definir los trastornos corrientes en los anuncios publicitarios de las compañías farmacéuticas consigue convencer a los espectadores de que sufren esa enfermedad en particular. «¿Estás preocupado? La preocupación es un síntoma primario de una “enfermedad” conocida como trastorno de ansiedad. Deja de preocuparte. Di a tu médico que quieres Adictazac, el nuevo fármaco de moda». Entretanto, los medios de comunicación evitan el tema de las muertes causadas por los medicamentos y dirigen nuestra atención hacia las drogas ilegales. Nos advierten que utilizar drogas para escapar de los problemas de la vida no es una buena forma de resolverlos. Qué curioso… Yo iba a decir exactamente lo mismo para expresar mi preocupación por el abuso de drogas legales. ¿Son peligrosas? Pregúntaselo a la gente que murió el año pasado. Utilizar las drogas recetadas para acallar los síntomas corporales nos permite desentendernos de cualquier relación que pudiéramos tener con el desencadenamiento de dichos síntomas. El uso excesivo de medicamentos nos proporciona un medio para deshacernos de la responsabilidad.
Bruce H. Lipton
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Los fármacos suprimen los síntomas corporales, pero la gran mayoría no hace nada por solucionar la causa del problema.
Bruce H. Lipton
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En 1895, D. D. Palmer creó la ciencia de la quiropráctica. Palmer se dio cuenta de que el flujo de energía que atraviesa el sistema nervioso es de crucial importancia para la salud. Se centró en la mecánica de la columna vertebral, el conducto que contiene los nervios espinales que llevan la información al cuerpo desde el cerebro. Desarrolló técnicas para evaluar y sintonizar el flujo de información mediante el ajuste de la tensión y presión de las vértebras. La profesión médica comenzó a sentirse amenazada por los quiroprácticos de Palmer, y también por los sanadores homeopáticos, los radiestesistas y otros terapeutas que no recetaban fármacos y que se estaban haciendo con gran parte de su negocio. La Fundación Carnegie publicó el Informe Flexner de 1910, en el que se exigía que las prácticas médicas estuvieran basadas en ciencias acreditadas. Puesto que los físicos aún no habían descubierto el universo cuántico, la medicina basada en la energía resultaba incomprensible para la ciencia. Denunciados por la Asociación Médica Norteamericana, los quiroprácticos y otros terapeutas cuyas técnicas se basaban en la energía adquirieron mala reputación. Los radiestesistas desaparecieron por completo. En los últimos cuarenta años, los quiroprácticos han realizado grandes avances en las artes de la curación. En 1990, los quiroprácticos ganaron una larga batalla legal contra el monopolio médico y la Asociación Médica Norteamericana fue juzgada culpable de un intento ilegal por destruir la profesión. Desde entonces, los quiroprácticos han extendido su ámbito de influencia y ahora incluso son aceptados en algunos hospitales. Y, a pesar del azaroso pasado de la electroterapia, los neurólogos están llevando a cabo nuevas y emocionantes investigaciones en el área de las terapias basadas en la energía vibratoria.
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La medicina establecida será finalmente expulsada entre gritos y pataleos por la fuerza de la revolución cuántica.
Bruce H. Lipton
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(Jacques) Benveniste fue atacado y demonizado porque investigó un tema que las comunidades ortodoxas científica y médica habían descartado como una excentricidad metafísica. Puesto que la homeopatía se basa en remedios altamente diluidos, los científicos convencionales han descartado dichos remedios sin más, argumentando que las soluciones homeopáticas están tan diluidas que ya no contienen ninguna molécula señal original. En respuesta a estas críticas sobre la dilución, Montagnier dijo en Science: «Una alta dilución de algo no es “nada”, es una estructura acuosa que replica las moléculas originales» (Enserink, 2010). Además, lo que Josephson denomina la «necia afirmación» de que las moléculas fluidas de agua no pueden tener una estructura que contenga información ya no se considera válida. Este pensamiento limitado no tiene en cuenta los nuevos conocimientos que ofrece la ciencia de los cristales líquidos, que revela que un fluido, como el agua, puede mantener una estructura ordenada en distancias macroscópicas. Estos nuevos conocimientos anulan las refutaciones habituales de los detractores de la homeopatía.
Bruce H. Lipton
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la Estimulación Magnética Transcraneal (EMT) que se usa para alterar la cognición, descrita en la primera edición de este libro, es empleada ahora por entusiastas personas que construyen o compran estimuladores de campos magnéticos para incrementar las funciones cerebrales. Esta nueva versión de dicha tecnología, conocida como Estimulación Transcraneal por Corriente Continua (ECCt), envía pequeñas descargas de corriente eléctrica al cuero cabelludo. Según la región del cerebro que se estimule, la ECCt puede influir sobre la actividad neural y dar como resultado un aumento de la atención, una expansión de la memoria, una mejora de las capacidades visuales y las habilidades matemáticas, y el alivio de los síntomas de depresión.
Bruce H. Lipton
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El hecho es que controlar el poder de tu mente puede ser más eficaz que esos fármacos que te han hecho creer que necesitas.
Bruce H. Lipton
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De forma similar, la ciencia se muestra ambigua a la hora de afirmar que el virus VIH sea el causante del sida. No tiene ni la menor idea de por qué un gran número de individuos que sufren la infección durante décadas no manifiestan la enfermedad. Más desconcertante aún es el número de pacientes con cáncer terminal que han recuperado sus vidas tras una remisión espontánea. Puesto que dichas remisiones están fuera de los límites de las teorías convencionales, la ciencia ignora por completo el hecho de que han tenido lugar. Las remisiones espontáneas se consideran excepciones inexplicables a las verdades establecidas o, sencillamente, diagnósticos erróneos.
Bruce H. Lipton
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No creo que los pensamientos positivos por sí solos logren la curación física en todos los casos. Se necesita algo más que «pensamientos positivos» para mantener el control de tu cuerpo y de tu vida. Es importante para tu salud y tu bienestar que cambies tu forma de pensar y te concentres en los pensamientos vitales y positivos, además de eliminar los siempre presentes y extenuantes pensamientos negativos. Pero, y hablo de un «pero» en todos los sentidos de la palabra, el mero hecho de pensar en positivo no tiene por qué provocar un cambio en nuestras vidas. De hecho, en ocasiones la gente que «fracasa» a la hora de tener pensamientos positivos se vuelve más débil, ya que cree que su situación es irremediable: cree que ya ha agotado todos los remedios mentales y físicos.
Bruce H. Lipton
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No creo que los pensamientos positivos por sí solos logren la curación física en todos los casos.
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Creo que el mayor problema al que nos enfrentamos es que pensamos que nuestras vidas funcionan con los deseos, motivaciones y aspiraciones creadas por nuestra mente consciente. Cuando luchamos por nuestras metas o fallamos a la hora de conseguirlas, generalmente llegamos a la conclusión de que somos víctimas de fuerzas externas que nos impiden llegar a nuestro destino. Sin embargo, la neurociencia ha demostrado que la mente consciente está al mando solo alrededor del 5 por ciento del tiempo, de lo que resulta que los condicionantes adquiridos por la mente subconsciente dan forma a un 95 por ciento o más de nuestras experiencias vitales (Szegedy-Maszak, 2005). Dado que los programas subconscientes funcionan sin la necesidad de observación o control por parte de la mente consciente, hemos de estar completamente seguros de que nuestra mente subconsciente es la encargada de tomar nuestras decisiones todos los días. Nuestras vidas son esencialmente una copia impresa de nuestro subconsciente, comportamientos que fueron adquiridos fundamentalmente de los demás (nuestros padres, familia y entorno) antes de cumplir la edad de seis años. Como reconocen los psicólogos, la mayoría de estos condicionantes en nuestro desarrollo son limitantes y discapacitantes.
Bruce H. Lipton
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¡Las creencias sí controlan la biología!
Bruce H. Lipton
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Quise explicar las implicaciones de mis experimentos por escrito, pero a mis colegas casi les dio un infarto ante la idea de incluir la conexión entre mente y cuerpo en un texto sobre biología celular. Así, pues, hice un críptico comentario sobre el significado del estudio, pero no pude decir cuál era ese significado. Mis compañeros no querían que incluyera las conclusiones de mi investigación porque la mente no es un concepto biológico aceptado. Los científicos biológicos son newtonianos hasta la médula: si no hay materia, no existe. La «mente» es una energía no localizada y, por tanto, no tiene relevancia para la biología materialista. Por desgracia, esa idea es una «creencia» que ha demostrado ser manifiestamente errónea en el universo cuántico.
Bruce H. Lipton
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Cuando los pacientes mejoran tras recibir una pastilla de azúcar, la medicina lo define como efecto placebo. Mi amigo Rob Williams, creador del PSYCH-K, un sistema de tratamiento fisiológico basado en la energía, sugiere que sería más apropiado denominarlo efecto ideológico. Yo lo llamo efecto de las creencias para recalcar el hecho de que nuestras ideas y percepciones, sean acertadas o no, tienen su efecto en nuestro cuerpo y en nuestro comportamiento.
Bruce H. Lipton
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Los médicos no deberían descartar el poder de la mente como algo inferior al poder de las sustancias químicas y el escalpelo.
Bruce H. Lipton
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La investigación del efecto placebo debería recibir importantes subvenciones. Si los investigadores médicos llegaran a averiguar cómo hacer uso del efecto placebo, los doctores dispondrían de una herramienta basada en la energía y sin efectos secundarios para tratar una enfermedad. Los sanadores energéticos dicen que ya poseen dichas herramientas, pero yo soy un científico y creo que cuanto más descubra la ciencia sobre el placebo, más oportunidades tendremos de utilizarlo en las instalaciones clínicas.
Bruce H. Lipton
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Creo que la razón de que la mente haya sido tan tajantemente descartada en medicina es el resultado, no solo de su pensamiento dogmático, sino también de las consideraciones económicas. Si el poder de la mente puede curar las enfermedades del cuerpo, ¿por qué íbamos a tener que a ir al médico? Y más importante aún, ¿para qué íbamos a tener que comprar medicamentos? De hecho, descubrí hace poco que, por desgracia, las compañías farmacéuticas están estudiando a los pacientes que mejoran tras la administración de píldoras de azúcar con la intención de eliminarlos de los ensayos clínicos iniciales. Como era de esperar, a la gran industria farmacéutica le molesta que, en la mayoría de sus ensayos clínicos con placebos, los fármacos «falsos» demuestren ser tan efectivos como sus combinados químicos diseñados por ingenieros (Greenberg, 2003). Aunque las compañías farmacéuticas insisten en que su objetivo no es facilitar que se aprueben fármacos ineficaces, está claro que la eficacia de las píldoras de placebo supone una amenaza para su industria. El mensaje de las compañías farmacéuticas me parece de lo más evidente: si no puedes vencer a las píldoras de placebo, ¡limítate a eliminarlas de la competición!
Bruce H. Lipton
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Los estudios sugieren que incluso en los casos en los que los pacientes saben que no están tomando un fármaco, las pastillas de placebo siguen funcionando.
Bruce H. Lipton
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Uno de los indicios de la eficacia de los placebos aparece en un informe del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos. El informe revela que la mitad de los pacientes con depresión grave que toman fármacos mejora, frente al 32 por ciento de los que toman placebo (Horgan, 1999). Incluso estas impresionantes cifras pueden infravalorar el poder del efecto placebo, ya que muchos de los participantes en el estudio averiguaron que estaban tomando el fármaco auténtico porque experimentaron efectos secundarios que no sufrían los que tomaban el placebo. Una vez que esos pacientes se dan cuenta de que están tomando el medicamento (es decir, una vez que comienzan a creer que toman el verdadero fármaco) se vuelven especialmente susceptibles al efecto placebo.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
¡Las creencias son contagiosas! Vivimos en una cultura en la que la gente cree que los antidepresivos funcionan, así que lo hacen.
Bruce H. Lipton
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Cuando la mente cambia, afecta por completo a tu biología.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
A pesar de que muchos de los miembros de la profesión médica son conscientes de la existencia del efecto placebo, muy pocos han considerado sus posibles implicaciones en la autocuración. Si los pensamientos positivos pueden sacarte de la depresión y curar una rodilla enferma, piensa en lo que los pensamientos negativos pueden hacer a tu vida. Cuando la mente mejora la salud mediante la sugestión positiva, se le denomina «efecto placebo». Por el contrario, cuando esa misma mente está llena de pensamientos negativos que pueden deteriorar la salud, los efectos negativos producidos se conocen como efecto nocebo.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los problemáticos casos de efecto nocebo sugieren que los terapeutas, los padres y los profesores pueden robarte la esperanza haciéndote creer que no puedes hacer nada.
Bruce H. Lipton
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Los pensamientos positivos y negativos no solo tienen consecuencias en nuestra salud, sino también en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Tus creencias actúan como los filtros de una cámara, cambiando la forma en la que ves el mundo. Y tu biología se adapta a esas creencias. Cuando reconozcamos de una vez por todas que nuestras creencias son así de poderosas, estaremos en posesión de la llave a la libertad. A pesar de que todavía no podemos cambiar la información que contienen nuestros genes, sí que podemos cambiar nuestra forma de pensar.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
En mis conferencias reparto dos tipos de plástico de colores, unos rojos y otros verdes. Pido a los miembros de la audiencia que elijan un color y que después observen una pantalla en blanco. A continuación, proyecto una imagen en la pantalla y les pido que griten si les provoca una sensación de amor o de miedo. Aquellos que eligieron los filtros de «creencia» rojos, ven una acogedora imagen de una cabaña denominada La Casa del Amor, con flores, un cielo soleado y un mensaje que reza «Vivo en el amor». Aquellos que eligieron los filtros verdes ven un cielo oscuro y amenazador, murciélagos, serpientes, un fantasma que revolotea en los alrededores de una siniestra casa espectral y las palabras «vivo en el miedo». Siempre me divierte ver la confusión del público cuando la mitad de ellos grita: «Vivo en el amor» y la otra mitad, con igual certeza, grita: «Vivo en el miedo» en respuesta a la misma imagen. Después les pido que cambien los filtros por los del color opuesto. Lo que quiero señalar es que puedes elegir lo que ves. Puedes ponerle un filtro a tu vida que tiña de color de rosa tus creencias y te ayude a crecer; o utilizar filtros oscuros que lo vuelvan todo negro y consigan que tu cuerpo y tu mente sean más susceptibles a las enfermedades. Puedes vivir una vida de miedo o una vida de amor. ¡Tienes elección! Pero te advierto que, si eliges ver un mundo lleno de amor, tu salud mejorará. Sin embargo, si eliges vivir en un mundo oscuro lleno de miedo, tu salud se resentirá, ya que quedarás atrapado en una respuesta fisiológica de huida o protección.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
No son nuestros genes sino nuestras creencias lo que controla nuestra vida… ¡Sí, vosotros, hombres de poca fe!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Cuando cambiamos nuestra forma de percibir el mundo, es decir, cuando «cambiamos nuestras creencias», cambiamos también la composición neuroquímica de nuestra sangre, lo que a su vez activa un cambio complementario en las células corporales. La función de la mente es crear coherencia entre nuestras creencias y la realidad que experimentamos.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La conclusión es simple: las percepciones positivas de la mente mejoran la salud activando funciones inmunitarias, mientras que la inhibición de las actividades inmunológicas debida a percepciones negativas puede dar lugar a enfermedades. Estas percepciones negativas también pueden generar estrés psicológico crónico y debilitante, que tiene un profundo impacto negativo en la función génica.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los rasgos epigenéticos no son rasgos genéticos inmutables.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los genes no condicionan tu vida y puedes cambiarla si cambias tus creencias.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los estudios de Achor ponen de manifiesto que nos han programado culturalmente para creer que solo cuando alcancemos nuestras metas (cuando entremos en Harvard, perdamos diez kilos, consigamos un trabajo bien pagado, etc.) seremos felices. Sin embargo, la fórmula para la felicidad es realmente la inversa: la felicidad promueve el éxito, y no al revés. Para decirlo en pocas palabras: el éxito no trae la felicidad; la felicidad trae consigo el éxito. Este hecho está respaldado por un buen montón de investigaciones psicológicas y neurológicas que demuestran que una visión positiva incrementa la actividad cerebral y conlleva una experiencia laboral más creativa, motivada y productiva.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
La modificación de las creencias puede provocar cambios rápidos en la actividad génica. Cuando los individuos incrementan sus niveles de optimismo y mejoran sus relaciones sociales (como sugieren el epigenetista Steve Cole y Brittney), no solo aumentan su nivel de felicidad, sino que además mejoran increíblemente los resultados en todas las pruebas educacionales y empresariales.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Tus creencias tienen más poder que tu realidad. De ahí… ¡La biología de la creencia!
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Para prosperar de verdad, no solo debemos eliminar los agentes estresantes, sino también buscar de modo activo la alegría y el amor, y llenar nuestra vida de estímulos que desencadenen los procesos de crecimiento.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Casi la totalidad de las enfermedades importantes de la población están relacionadas con el estrés crónico
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Eliminar nuestros miedos es el primer paso hacia una vida más plena y satisfactoria.
Bruce H. Lipton
La biología de la creencia
Los niños que desarrollan conductas propias del estrés crónico son más propensos a padecer deficiencias del aprendizaje y disfunciones psicológicas, como la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo, a lo largo de su vida
Bruce H. Lipton
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