¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer



Ahora, el subtítulo de la obra es “El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer”. Pero, ¿cuál es el porqué del “todo creyente deberá”? Podría pensarse que esta obra no tiene ninguna utilidad para un creyente pues este ya cree en Dios y, por tanto, no necesita nada más. Pero la verdad es que hay al menos dos muy buenos motivos para que un creyente se adentre en esta obra: primero, para que pueda consolidar su fe conociendo que existen razones para la misma; y, segundo, para que, teniendo ya una fe fortalecida, pueda ayudar a otros, incluso no creyentes, a acercarse a Dios por medio de la “predicación apologética” (explicación racional de la fe). Y es que luego de leer y comprender bien esta obra el creyente estará suficientemente preparado para enfrentar incluso el más “intelectualizado” y “refinado” ateísmo sin necesidad de recurrir a “clichés” fideístas (fe ciega) o emocionales sino únicamente en base a argumentos racionales. Y es precisamente de lo precedente que se deriva la respuesta a la otra pregunta que se podría suscitar sobre el subtítulo, a saber: ¿el porqué de “todo ateo temerá”? Si un ateo es intelectualmente honesto esta obra no lo dejará indiferente sino que, como mínimo, lo llevará a plantearse varias preguntas y dudas sobre su propio ateísmo y eventualmente ese proceso de reflexión podría llevarlo a la aceptación de Dios con la conciencia de que en ello no está cometiendo “suicidio intelectual” sino más bien siendo coherente con lo que le va mostrando la propia razón (así fue el caso, por ejemplo, con el filósofo inglés Anthony Flew, considerado como “el ateo más influyente del mundo”, quien, luego de examinar detalladamente la evidencia, llegó a convencerse de la existencia de Dios). De este modo, si el ateo que lee este libro es alguien intelectualmente abierto y con objeciones verdaderamente sinceras -y no por odio, rebeldía o moda- a la existencia de Dios, aseguramos que su contenido “lo pondrá a pensar” pues aquí interactuamos directamente con los más relevantes planteamientos ateos. Caso contrario será, por supuesto, el del ateo dogmático o fanático que ya está absolutamente seguro de que Dios no existe y que los creyentes son unos “tontos” que creen en “amiguitos imaginarios”. Este libro invita a pensar y si hay alguien que simplemente no quiere pensar, que mejor ni lo lea. Pretender hacer reflexionar a quien, por voluntad o prejuicio, ya está cerrado a la reflexión es tan inútil como dar pastillas a un muerto. Si algún ateo de este tipo quiere seguir repitiendo intonsamente las objeciones que aquí ya hemos refutado sin absolver previamente nuestras refutaciones o continuar ad nauseam con clichés burdos como “el amiguito imaginario”, “el unicornio rosa invisible”, “el monstruo del espagueti volador”, “el Dios de los agujeros”, “la carga (unilateral) de la prueba”, etc., se lo dejamos a él. Por supuesto, este ateo culpará de “cerrados” y “fanáticos” a quienes no acepten su forma de “argumentación” sin darse cuenta de que quien realmente cae en eso es él mismo. Pero este libro es de análisis racional y no de terapia psicológica, así que no daremos atención ni relevancia a tales obsesiones.
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer
 
 
El tema que ocupa a la presente obra es la demostración de la existencia de Dios. Por tanto, la primera cuestión que se suscita es la de si ello es posible, es decir, se suscita la cuestión de la demostrabilidad de la existencia de Dios. Para responder dicha cuestión debemos comenzar por definir el término “demostración”. Aquí entenderemos por demostración a todo aquel argumento lógicamente estructurado que pruebe de modo racional y suficiente la veracidad de una determinada proposición (en nuestro caso, la proposición “Dios existe”). De este modo, al categorizar nuestra demostración de la existencia de Dios como una “prueba racional y suficiente” nos estamos alejando radicalmente de dos extremos: 1) El neopositivismo lógico: De acuerdo con este extremo la cuestión de Dios cae absolutamente fuera del pensamiento filosófico y, por tanto, de ella “no se puede hablar” sino que más bien “se debe callar” (1). Rechazamos este extremo porque creemos que la cuestión de Dios sí puede ser iluminada por el pensamiento filosófico y que, por tanto, de Él sí se puede (y se debe) hablar. 2) El racionalismo teológico: De acuerdo con este extremo la razón humana puede comprender plenamente y con certeza absoluta la existencia y atributos de Dios. Rechazamos este extremo en primer lugar porque creemos que Dios va mucho más allá de la razón humana y que, por ende, esta no puede abarcarlo o comprenderlo del todo, y, en segundo lugar, porque la certeza absoluta solo puede hallarse en aquello que es para todos evidente y que, en consecuencia, no requiere de demostración, lo cual no parece ser el caso con la cuestión de la existencia de Dios ya que, si así fuere, simple y llanamente no existirían ateos. Ya estamos, pues, en condiciones de abordar de lleno la cuestión de la demostrabilidad de la existencia de Dios. Con respecto a este tema existen dos posiciones: el evidencialismo y el presuposicionalismo. Para el evidencialismo la existencia de Dios puede ser conocida por medio de la razón humana y existen sólidos argumentos racionales para probarla. Para el presuposicionalismo, en cambio, la existencia de Dios no puede ser conocida ni probada por la razón humana y, en consecuencia, debe ser aceptada únicamente por fe como una presuposición.
 
Dante A. Urbina
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Otro problema del argumento ontológico es que toma como punto de partida lo que, de acuerdo con nuestra metodología, ha de ser el punto de llegada: la idea de Dios. Y es que, como habíamos dicho, para demostrar rigurosamente la existencia de Dios no debe partirse nunca de Él mismo, pues no es directamente conocido, sino más bien de las cosas que conocemos y observamos, es decir, de sus efectos. De este modo, si partimos de la idea de Dios y luego solo hacemos deducciones en base a esa idea, como es que hace el argumento ontológico, nos quedaremos en la mera consistencia de la idea de Dios, pero no llegaremos a demostrar propiamente su realidad objetiva. El argumento ontológico pretende que sí lo logra aduciendo que la existencia misma debe ser una característica necesaria del máximo ser concebible. Pero ello cae en una grave falacia non-sequitur por cuanto del hecho de que lo máximo que se podría pensar de este ser es que exista no solo en la mente sino también en la realidad no se sigue necesariamente que exista también en la realidad ya que bien podría darse -sin absurdo ni contradicción- la posibilidad de que este ser solo exista en la mente, pero pensado como un ser que también existe en la realidad. En otras palabras, el argumento ontológico no logra justificar al final de cuentas el paso de la idea al ser.
 
Dante A. Urbina
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Frederick Copleston cuando en el famoso debate que sostuvo sobre la existencia de Dios en 1948 en el tercer Programa de la BBC puso en graves aprietos al mismísimo Bertrand Russell. Veamos cómo:
 
“RUSSELL: Verá, yo entiendo que hay cosas buenas y cosas malas. Yo amo las cosas que son buenas, que yo creo que son buenas, y odio las cosas que creo malas. No digo que las cosas buenas lo son porque participan de la divina bondad.
 
COPLESTON: Si, pero ¿cuál es su justificación para distinguir entre lo bueno y lo malo, o cómo considera la distinción entre lo uno y lo otro?
 
RUSSELL: No necesito justificación alguna, como no la necesito cuando distingo entre el azul y el amarillo. ¿Cuál es mi justificación para distinguir entre azul y amarillo? Veo que son diferentes.
 
COPLESTON: Convengo en que esa es una excelente justificación. Usted distingue el amarillo del azul porque los ve, pero ¿cómo distingue lo bueno de lo malo?
 
RUSSELL: Por mis sentimientos.
 
COPLESTON: Por sus sentimientos. Bien, eso era lo que preguntaba yo.
 
¿Usted cree que el bien y el mal tienen referencia simplemente con el sentimiento?
 
RUSSELL: Bien, ¿por qué un tipo de objeto parece amarillo y el otro azul?
 
Puedo dar una respuesta a esto gracias a los físicos, y en cuanto a que yo considere mala una cosa y otra buena, probablemente la respuesta es de la misma clase, pero no ha sido estudiada del mismo modo y no se la puedo dar.
 
COPLESTON: Bien, tomemos el comportamiento del comandante de Belsen.
 
A usted le parece malo e indeseable, y a mí también. Para Adolfo Hitler, me figuro que sería algo bueno y deseable. Supongo que usted reconocerá que para Hitler era bueno y para usted malo.
 
RUSSELL: No, no voy a ir tan lejos. Quiero decir que hay gente que comete errores en eso, como puede cometerlos en otras cosas. Si tiene ictericia verá las cosas amarillas aun cuando no lo sean. En esto comete un error.
 
COPLESTON: Sí, uno puede cometer errores, pero ¿se puede cometer un error cuando se trata simplemente de una cuestión referente a un sentimiento o a una emoción? Seguramente Hitler sería el único juez posible en lo relativo a sus emociones” (
 
Dante A. Urbina
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La experiencia de nuestra propia existencia es tan patente para nosotros que no hay ni puede haber ningún argumento que nos pueda hacer creer lo contrario. Y lo mismo vale para quien ha tenido una experiencia profunda de Dios.
 
Dante A. Urbina
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Refutar un argumento no es refutar a Dios. Dios seguirá existiendo sin problemas incluso si refutan todos los argumentos a favor de su existencia y esto lo sabe muy bien el auténtico creyente porque tiene la certeza de que Dios existe realmente. No puede decirse lo mismo del ateo. Él no puede ni siquiera apelar racionalmente a su “experiencia” de inexistencia de Dios porque de hacerlo así estaría cayendo en una falacia ad ignorantiam: ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.
 
Dante A. Urbina
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Aquí presentaremos pruebas razonables que puedan convencer razonablemente a las personas razonables.
 
Dante A. Urbina
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Cuando la voluntad rechaza lo que sabe el intelecto ya no tiene sentido argumentar.
 
Dante A. Urbina
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Las pruebas de la existencia de Dios que presentaremos en este libro serán ante todo filosóficas. En consecuencia, quien busque demostraciones directamente científicas quedará desilusionado, y no por culpa nuestra. Y es que es un gran error de rango epistemológico el pensar que la ciencia puede por sí misma probar o refutar la existencia de Dios. Él, por su intrínseca naturaleza, no es un engranaje más de lo existente y, por ende, no se lo puede asimilar de modo coherente a las solas causas que actúan al alcance de telescopios o microscopios. Luego, es absurdo pedir una prueba directamente científica de la existencia de Dios.
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer
 
 
Este libro buscará demostrar que las pruebas filosóficas de la existencia de Dios son absolutamente compatibles con la evidencia científica que manejamos actualmente. Según expresamos, nuestra metodología será partir de hechos de la realidad sensible para demostrar la existencia de Dios y, por consiguiente, es evidente que tenemos que apelar al conocimiento científico disponible para ilustrar mejor las premisas de partida y responder a las objeciones. No obstante, hay que remarcar que de todas maneras la validez de nuestro razonamiento depende ante todo de lo razonablemente establecido por la filosofía en general y no de lo provisionalmente establecido por la ciencia en particular. La ciencia puede cambiar, pero aun así podremos seguir concluyendo con igual rigor metafísico que Dios existe.
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer
 
 
… convencerse racionalmente de que “Dios existe” ¡no significa necesariamente “conocer a Dios”!
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer
 
 
… quien conozca a Dios aproveche esta obra para servirle de todo corazón por medio de la predicación apologética, ayudando a sus hermanos ateos para que se acerquen a Él. Y quien no lo conozca sírvase de la presente obra para comenzar a buscarle de todo corazón.
 
Dante A. Urbina
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Lo primero que necesitamos para realizar no solo la demostración de la existencia de Dios sino cualquier tipo de demostración, son los llamados dogmas filosóficos. ¿Y qué son los dogmas filosóficos? Son aquellos principios fundamentales que es necesario presuponer para poder filosofar. Estos principios no pueden ser probados ni refutados: todo aquel que intente probarlos ya los estará presuponiendo y todo aquel que intente refutarlos terminará afirmándolos involuntariamente.
 
Dante A. Urbina
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La definición de Dios que utilizaremos en este tratado será la siguiente: “Dios es el Ser Subsistente”. He aquí la más alta verdad del orden natural, el ápice más elevado que puede alcanzar la razón humana: Dios es el Ser Subsistente. Pero, ¿qué es exactamente el “Ser Subsistente”? Es el ser que existe por Sí mismo sin necesidad de ningún otro para existir. Posee la plenitud del ser sin ninguna limitación ni deficiencia. Incluso más: Él mismo es la plenitud del ser…
Así, pues, podemos conceptuar a Dios como un ser que posee de modo pleno y sin ninguna deficiencia ni contradicción los siguientes atributos: Simplicidad Se dice que un ser es simple en cuanto no tiene en sí ninguna clase de composición y su existencia se identifica con su esencia. Ahora bien, estas dos condiciones se cumplen plenamente en Dios. En Él no hay composición alguna porque todo compuesto es posterior a sus componentes o partes y Él, en cambio, por tratarse del Ser Subsistente, es el primer ser. Por otra parte, en Dios se identifican la existencia y la esencia porque, al constituirse como el Ser Subsistente, no recibe Su existencia de otro, sino que la tiene por Sí mismo directamente en virtud de Su esencia. Luego, Dios es simple. Perfección Se dice que un ser es perfecto en cuanto tiene en sí la máxima excelencia según su forma de ser. Ahora bien, Dios, al constituirse como el Ser Subsistente, ha de tener necesariamente en Sí toda la perfección y excelencia del ser en general, que es en sí la mayor de las perfecciones y excelencias. Además, ha de tener también en Sí -aunque de modo simple- todas las perfecciones de los demás seres particulares puesto que, al constituirse como el fundamento del ser de todos ellos, también se constituirá como el fundamento de sus perfecciones. Por tanto, no le falta ninguna perfección. Luego, Dios es perfecto. Omnipotencia Se dice que un ser es omnipotente en cuanto tiene en sí la plenitud y totalidad del poder. Ahora bien, dado que el poder se sigue del ser y el modo de poder del modo de ser, tendremos que Dios, el Ser Subsistente, tendrá en sí la plenitud y totalidad del poder. Además, tendrá en sí todo el poder que tenga otro ser o cosa pues, al constituirse como el fundamento del ser de todos y cada uno de los entes, se constituirá también como la fuente primaria de la que procede todo poder. Luego, Dios es omnipotente. Omnisciencia Se dice que un ser es omnisciente en cuanto tiene en sí la plenitud y totalidad del conocimiento. Ahora bien, dado que el conocimiento es una perfección pura, necesariamente ha de existir en Dios de modo pleno y total. Y no podría ser de otro modo. En efecto: Él lo sabe todo, sencillamente porque es el ser infinito en toda perfección y causante de todas las cosas. Luego, Dios es omnisciente. Omnipresencia Se dice que un ser es omnipresente en cuanto está en todos los lugares y espacios existentes a la vez. Ahora bien, esto es lo que le corresponde propiamente a Dios. Y es que, a pesar de que sean muchos los lugares que se supongan, incluso si hubiera muchos más de los que hay, necesariamente Dios estaría en todos porque nada puede existir si no es por Él. En otras palabras, Él está en todas partes simple y llanamente porque le da el ser y operación a todas las cosas. Luego, Dios es omnipresente. Bondad Se dice que un ser es bueno en cuanto tiene alguna perfección, es apetecible o posee una determinada virtud moral. Ahora bien, todo esto corresponde máximamente a Dios. Como ya hemos dicho, Él es perfecto, de modo que la bondad le advendrá a su ser en razón de su perfección. Por otra parte, al constituirse como el ser máximamente perfecto, será en grado sumo apetecible para sí mismo y para los demás seres, de modo que la bondad también le advendrá a su ser en razón de su apetecibilidad. Y, finalmente, al concentrar en Sí de modo simple todas las perfecciones, se sigue que poseerá en grado sumo todas las virtudes morales pues éstas son una especie de perfección; por tanto, la bondad le advendrá a su ser, además, en razón de su grado (máximo) de virtud moral. Luego, Dios es bueno. Inmutabilidad Se dice que un ser es inmutable en cuanto no tiene ninguna clase de movimiento o cambio en su ser. Ahora bien, esto le corresponde esencialmente a Dios. En primer lugar, por causa de su Subsistencia. Y es que el movimiento se constituye ante todo como un paso de la potencia al acto, es decir de la “capacidad de ser” al “ser”. Pero esto no puede darse de ningún modo en el Ser Subsistente porque, por el mismo hecho de serlo, Él nunca está en “capacidad de ser” sino que siempre y necesariamente “Es”. A su vez, la inmutabilidad le corresponde también por causa de su perfección. En efecto: si Dios es perfecto en grado sumo y, por tanto, concentra en Sí todas las perfecciones de los demás seres, se sigue que no puede haber cambios en Él porque si los hubiera adquiría alguna perfección que no tiene, lo cual sería imposible, o perdería alguna de las que tiene siendo entonces menos perfecto, lo cual es contradictorio. Luego, Dios es inmutable. Eternidad Se dice que un ser es eterno en cuanto tiene en sí la posesión completa, interminable, simultánea e invariable de su propio ser. Ahora bien, todas estas cosas corresponden a Dios. En primer lugar, Él tendrá en Sí una posesión completa e interminable de Su ser por causa de su subsistencia. Y es que al tener el ser por Sí mismo y no recibido de otro, lo tendrá en su total plenitud y sin principio ni fin. A su vez, Dios tendrá una posesión simultánea e invariable de Su ser por causa de su inmutabilidad. Efectivamente: al constituirse como un ser inmutable, la posesión que Dios tiene de Su ser se caracteriza necesariamente por darse toda al mismo tiempo (simultaneidad) y sin variación alguna (invariabilidad). Luego, Dios es eterno. Infinitud Se dice que un ser es infinito en cuanto no tiene ninguna limitación en el ser. Ahora bien, esto le corresponde esencialmente a Dios. Siendo Él el Ser Subsistente tiene en Sí la total plenitud del ser y, por tanto, lo tiene de modo ilimitado e infinito. Luego, Dios es infinito. Unicidad Se dice que un ser es único en cuanto posee la propiedad de ser inmultiplicable, es decir, de no ser compatible con otro ser del mismo rango. Ahora bien, eso le corresponde absolutamente a Dios. En efecto, dado que Dios es por definición infinito y perfecto, al postular la existencia de muchos dioses habría que aceptar la existencia de más de un ser infinito y perfecto. Ahora bien, si estos seres son distintos no pueden ser infinitos ni perfectos ya que cada uno no podría tener aquello en que se le distinguen los otros. Pero si no son distintos, entonces no forman más que un mismo ser. Por tanto, no puede haber más que un solo Dios. Luego, Dios es único. Trascendencia Se dice que un ser es trascendente en cuanto se distingue radicalmente de todos los demás connotando superioridad y/o hallándose en un plano superior. Ahora bien, esto es lo propio de Dios. Y es que Él, al constituirse como el Ser Subsistente, es completamente distinto y superior a todos los demás seres creados y contingentes. De este modo, la infinita distancia que media entre el Ser por esencia (infinito) y el ser por participación (finito) da suficiente razón de la trascendencia divina. Luego, Dios es trascendente. Inmanencia Se dice que un ser es inmanente en cuanto está unido de un modo inseparable a la esencia de los demás seres, pero sin identificarse con ellos. Ahora bien, esto le corresponde eminentemente a Dios. Y es que Dios, siendo el Ser Subsistente, se constituye como el que da el ser de todos los demás seres y, por tanto, se encuentra unido de modo inseparable a sus esencias, aunque sin confundirse con estas ya que, hablando aristotélicamente, esta unidad no es de orden material, sino que más bien se da en el plano formal, es decir, de fundamentación ontológica al nivel más profundo. Luego, Dios es inmanente. Personalidad Se dice que un ser es personal en cuanto tiene en sí los principios de intelecto y voluntad. Ahora bien, Dios cumple estas dos condiciones. Evidentemente en Él hay intelecto por causa de su omnisciencia. Y, por otra parte, hay también voluntad pues ésta se define como la capacidad que tiene un ser para autodeterminar su obrar y esto se da máximamente en Dios pues Él, al ser el Ser Subsistente, autodetermina plenamente su ser y como, por causa de su simplicidad, su ser se identifica con su obrar, tendremos que también autodeterminará este. Luego, Dios es personal. Espiritualidad Se dice que un ser es espiritual en cuanto es esencialmente inmaterial. Ahora bien, eso le corresponde en grado sumo a Dios. Y es que si fuera material sería necesariamente limitado y divisible, con lo cual ya no sería infinito ni simple. Tampoco podría ser perfecto, ni omnisciente, ni personal porque la materia por sí sola no puede ser principio de inteligencia, que es una perfección pura y base del conocimiento y la personalidad. Luego, Dios es espiritual.
 
Dante A. Urbina
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Una falacia es un razonamiento lógicamente incorrecto pero que puede ser psicológicamente persuasivo. Así, el problema con las argumentaciones falaces es que no siguen rigurosamente las reglas de la lógica y, por tanto, son inválidas. Sin embargo, cabe aclarar que un razonamiento falaz no necesariamente tiene una conclusión falsa, así como un argumento bien construido en términos lógicos no necesariamente lleva a una conclusión verdadera.
 
Dante A. Urbina
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Cincuenta falacias argumentativas
 
1. Falacia ad logicam: Asume que, si en una determinada argumentación a favor de algo se comete una falacia, entonces forzosamente la conclusión debe ser falsa.
 
Ejemplo: “Cometiste una falacia al intentar demostrar que Dios existe. Por lo tanto, Dios no existe”.
 
2. Falacia non sequitur: Se da cuando se deriva una conclusión que no se sigue necesariamente de las premisas del razonamiento.
 
Ejemplo: “Todo perro es un mamífero. Ese animal es un mamífero. Luego, ese animal es un perro”.
 
3. Falacia de falso dilema: Consiste en plantear un esquema en que solo se presentan dos ideas o aspectos como las únicas opciones posibles o como excluyentes entre sí cuando en realidad existen más opciones o hay forma de compatibilizar ambos puntos.
 
Ejemplo: “¿Eres neoliberal o comunista?”.
 
4. Falacia de petición de principio: Ocurre cuando la proposición a ser probada se incluye implícita o explícitamente en las premisas de partida del razonamiento.
 
Ejemplo: “La materia es lo único que existe. Dios no es material. Por tanto, Dios no existe”.
 
5. Falacia de blanco móvil: También conocida como falacia del hombre de paja, consiste en crear una posición fácil de refutar y luego atribuir esa posición al oponente para dar la apariencia de que se lo está refutando cuando en realidad solo se está refutando al argumento ficticio que se ha creado para el efecto.
 
Ejemplo: “Usted acaba de afirmar que el Estado debería intervenir en la economía. Entonces, está de acuerdo con implantar un sistema comunista absoluto, lo cual sería desastroso”.
 
6. Falacia ad ridiculum: Consiste en ridiculizar intencionada e injustificadamente el argumento de la otra parte por medio de analogías y/o calificativos fuera de lugar para hacerlo parecer insostenible. Se diferencia de la refutación por reducción al absurdo por el hecho de que en esta última sí se utiliza la pura lógica, la analogía coherente y el sentido común.
 
Ejemplo: “Así como tú escribes un libro sobre la existencia de Dios yo voy a escribir un libro sobre la existencia del monstruo del espagueti volador”.
 
7. Falacia de razonamiento circular: Sucede cuando en una demostración se requiere presuponer que el punto a ser demostrado ya es verdad.
 
Ejemplo: “Es evidente que todo lo que dice ese libro es verdad porque hay una parte del libro donde dice que todo su contenido es verdad”.
 
8. Falacia de arreglo del bulto: Se da al asumir que las cosas o ideas que con frecuencia han estado asociadas por tradición o historia a un determinado conjunto siempre y necesaruamente estarán unidas a él.
 
Ejemplo: “Usted critica al sistema capitalista actual. Por tanto, usted es un comunista”.
 
9. Falacia de probar con ejemplo: Sucede cuando se pretende probar un caso general apelando solo a uno o más ejemplos.
 
Ejemplo: “Los estudiantes de colegios públicos son delincuentes. Ayer vi uno robando una cartera”.
 
10. Falacia de la composición: Consiste en pensar sin mayor justificación que si algo es verdad para las partes entonces también debe ser verdad para el todo.
 
Ejemplo: “Cada jugador es individualmente bueno. Por tanto, el equipo será colectivamente bueno”.
 
11. Falacia de la división: Consiste en pensar sin mayor justificación que si algo es verdad para el todo entonces también debe ser verdad para las partes.
 
Ejemplo: “El hombre tiene conciencia. El hombre está compuesto por átomos. Luego, los átomos tienen conciencia”.
 
12. Falacia ad ignorantiam: Se da cuando se afirma que algo es verdad porque no se puede demostrar su falsedad o que algo es falso porque no se puede demostrar su verdad.
 
Ejemplo: “Nadie ha podido demostrar que los extraterrestres existen. Por tanto, los extraterrestres no existen”.
 
13. Falacia del punto medio: También conocida como falacia de la moderación, asume que las posiciones intermedias o moderadas siempre son las correctas.
 
Ejemplo: “Los teístas afirman que Dios existe, los ateos afirman que no existe. Frente a eso, yo me quedaré como agnóstico”.
 
14. Falacia de afirmación de la consecuente: Equivale a pensar que si de una premisa se sigue una consecuencia, entonces frente a la verificación de la consecuencia se sigue también la verificación de la premisa.
 
Ejemplo: “Si estoy dormido tengo los ojos cerrados. Entonces, si tengo los ojos cerrados debo estar dormido”.
 
15. Falacia de negación del antecedente: Implica asumir que si se niegan los antecedentes entonces también se niega la consecuencia.
 
Ejemplo: “Siempre que estoy dormido tengo los ojos cerrados. Por tanto, siempre que estoy despierto tengo los ojos abiertos”.
 
16. Falacia ad hominem: Consiste en atacar y/o descalificar de algún modo a la persona que sostiene el argumento en lugar de refutar su argumento.
 
Ejemplo: “Usted está equivocado en esta cuestión filosófica porque usted no es filósofo”.
 
17. Falacia ad baculum: Reemplaza la razón por la amenaza o la fuerza.
 
Ejemplo: “Yo tengo la razón porque si no te vas de mi casa”.
 
18. Falacia ad misericordiam: Consiste en apelar a la piedad para lograr el asentimiento cuando se carece de argumentos.
 
Ejemplo: “No me puede multar por haberme pasado la luz roja, he tenido un mal día”.
 
19. Falacia ad verecundiam: Pretende basar la veracidad de una afirmación en la autoridad, fama, prestigio, conocimiento o posición de la persona que la realiza.
 
Ejemplo: “Esto debe ser verdad porque lo dijo el gran científico Stephen Hawking”.
 
20. Falacia ad populum: Concluye que una proposición es verdadera porque una gran cantidad de personas está de acuerdo con la misma.
 
Ejemplo: “Debe ser un buen presidente porque la mayoría votó por él”.
 
21. Falacia ad consequentiam: Concluye que una idea es verdadera o falsa en función de si trae consecuencias deseables o indeseables respectivamente.
 
Ejemplo: “Si Dios no existe entonces no tengo que ceñirme a tontas restricciones morales. Por tanto, Dios no existe”.
 
22. Falacia ad náuseam: Se da cuando se pretende imponer la verdad de algo por el solo hecho de repetirlo muchas veces y/o de muchas formas.
 
Ejemplo: “Miente, miente que siempre algo queda”.
 
23. Falacia ad antiquitatem: Se pretende que una tesis es correcta solo porque ha sido tradicionalmente considerada como correcta.
 
Ejemplo: “Desde hace siglos que hemos confiado en la física newtoniana
 
¿por qué tendríamos que hacerle caso a ese chiflado de Einstein?”.
 
24. Falacia de apelación a la novedad: Asume que lo nuevo siempre es mejor o más veraz que lo anterior.
 
Ejemplo: “Este producto debe ser mejor porque es el más reciente que ha salido al mercado”.
 
25. Falacia tu quoque: Se basa en que la idea presentada por una persona es falsa porque esta misma persona no la sigue.
 
Ejemplo: “Mi vecino me dijo que robar está mal, pero él mismo roba. Luego, robar no está mal”.
 
26. Falacia de “dos errores hacen un acierto”: Se asume que si algo es erróneo entonces el extremo contrario es correcto.
 
Ejemplo: “Es comunismo estuvo mal. Por tanto, el capitalismo neoliberal está bien”.
 
27. Falacia genética: Consiste en descalificar a una determinada idea o creencia por la forma en que se origina.
 
Ejemplo: “Tú crees en el Cristianismo únicamente porque tus papás te lo inculcaron de pequeño. Por tanto, el Cristianismo es falso”.
 
28. Falacia taxicab: Se da cuando aplicamos un principio solo en el contexto que nos conviene y dejamos arbitrariamente de aplicarlo en los contextos que no nos convienen.
 
Ejemplo: “Para creer en Dios se requiere de evidencia absolutamente incontrovertible, pero no para creer en extraterrestres”.
 
29. Falacia cum ergo propter hoc: Afirma que, si dos eventos ocurren a la vez, entonces necesariamente tienen una relación causal entre sí.
 
Ejemplo: “Aprobé el examen porque tenía mi amuleto de la suerte el día que lo di”.
 
30. Falacia post hoc: Consiste en suponer que dado que un evento sucedió antes que otro entonces el primero fue causa del segundo.
 
Ejemplo: “El horóscopo decía en la mañana que conocería a alguien agradable y en la tarde de ese mismo día conocí a alguien agradable. Luego, la predicción del horóscopo fue la causa”.
 
31. Falacia de causa simple: Asume que solo existe una sola causa para un fenómeno que en realidad puede deberse a la interacción compleja de varias causas.
 
Ejemplo: “La gente es pobre porque no quiere trabajar”.
 
32. Falacia de conclusión desmesurada: Consiste en inferir algo que está mucho más allá de lo justificado por las premisas antecedentes.
 
Ejemplo: “El día de ayer mi novia no me escribió. Eso significa que ya no me quiere”.
 
33. Falacia de pendiente resbaladiza: Rechaza una línea de razonamiento o
 
acción alegando que conllevará una avalancha de absurdos o consecuencias negativas por medio de la exageración de hasta las posibilidades más improbables.
 
Ejemplo: “Usted dice que debemos regular el mercado. Pero si introducimos, aunque sea una pequeña regulación al libre mercado, cada vez iremos introduciendo más hasta que terminemos en un sistema comunista totalitario”.
 
34. Falacia de generalización apresurada: Consiste en inferir un caso general a partir de solo unos pocos casos particulares.
 
Ejemplo: “Mis dos anteriores novios me engañaron. Todos los hombres son iguales”.
 
35. Falacia de premisa falsa o indemostrada: Pretende demostrar algo por medio de un razonamiento que incluye una premisa que no se ha probado como válida.
 
Ejemplo: “El teísmo es una tontería. No hay filósofos ni científicos importantes que crean en Dios”.
 
36. Falacia de hipótesis ad hoc: Es la adición arbitraria de hipótesis corolarias o ajustes a una teoría para evitar que sea refutada por sus posibles anomalías o problemas que no fueron anticipados en el planteamiento original.
 
Ejemplo: “Tal vez el factor económico no sea el determinante directo de todos los acontecimientos históricos, pero el enfoque materialista sigue siendo cierto porque el factor económico de todos modos es el que los determina en último término”.
 
37. Falacia del accidente: Se comete al confundir la esencia con el accidente, es decir, lo sustancial con lo adjetivo.
 
Ejemplo: “Muchas guerras se han dado a lo largo de la historia a causa de la religión. Por tanto, la religión es mala”.
 
38. Falacia del equívoco: Consiste en emplear adrede en el mismo discurso o argumentación palabras equívocas (con varios significados) en dos o más acepciones distintas pretendiendo validar las inferencias en base a una acepción para lo correspondiente a la otra.
 
Ejemplo: “El hombre es el único ser racional sobre la tierra. Ninguna mujer es hombre. Por tanto, ninguna mujer es racional”.
 
39. Falacia de pregunta compleja: Es aquella que está formulada de un modo tal que el solo hecho de responder implica asumir algo que no hay por qué conceder como cierto.
 
Ejemplo: “¿Todavía le pegas a tu esposa?”.
 
40. Falacia del continuum: Implica asumir que pequeñas diferencias en un esquema continuo son irrelevantes y que, por tanto, no hay diferencia entre los términos extremos del esquema en cuestión.
 
Ejemplo: “Si a alguien se le quita un pelo, no queda calvo; si se le quita otro, tampoco; y así, quitándosele los pelos uno por uno, nunca será calvo”.
 
41. Falacia del paralogismo de los metafísicos: Consiste en plantear un pseudo-problema absurdo con alternativas igualmente absurdas y pretender darle solución mostrando lo absurdo de una de las alternativas para luego proclamar la veracidad de la otra.
 
Ejemplo: “¿La mesa es creyente o atea? Por supuesto que no es creyente. Por tanto, debe ser atea”.
 
42. Falacia de falsa analogía: Se apoya una conclusión no sobre un razonamiento sino sobre una analogía en la que se enfatizan las similitudes con el punto a probar, pero se dejan de lado diferencias importantes que vician la validez de la comparación.
 
Ejemplo: “A los estudiantes se les debería permitir consultar sus textos de estudio durante los exámenes del mismo modo que los abogados en ejercicio pueden consultar los libros de leyes cuando tratan un caso”.
 
43. Falacia del pez rojo: Implica introducir información irrelevante en la discusión con el fin de distraer la atención.
 
Ejemplo: “Bueno, continuando con la discusión de la proposición 7 del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein… Ah, por cierto, ¿sabían que Wittgenstein tenía tendencias homosexuales?”.
 
44. Falacia de argumento desde el silencio: Consiste en negar un determinado hecho o evento simplemente en base a que no se menciona o evidencia.
 
Ejemplo: “Él en ningún momento ha negado que sea homosexual. Por tanto, es homosexual”.
 
45. Falacia de argumento del escenario: Implica contar una historia en base a materiales no relacionados y luego utilizar la historia como “prueba” de que
 
los materiales están relacionados.
 
Ejemplo: “Jesús viajó un tiempo a Egipto en su infancia y varias de sus enseñanzas se parecen a las de los maestros espirituales de oriente. Por tanto, Jesús volvió luego a Egipto para aprender de ellos. Y eso es lo que explica que varias de sus enseñanzas se parezcan a las de estos maestros espirituales”.
 
46. Falacia del embudo: Consiste en rechazar la aplicación de una regla o principio general a un caso particular que nos interesa aduciendo que se trata de una excepción, aunque de modo infundado.
 
Ejemplo: “Voy a pedir que no me cobren ese impuesto este año, porque mi caso no es como el de todos. Necesito ese dinero para otras cosas”.
 
47. Falacia casuística: Rechaza una regla o principio general apelando a excepciones que, muchas de las veces, se refieren a experiencias personales que se relatan con el mayor histrionismo.
 
Ejemplo: “Dicen que los padres quieren a sus hijos, pero los míos me abandonaron de pequeño y fue muy traumático. Por tanto, no es verdad que los padres quieran a los hijos”.
 
48. Falacia secundum quid: Ocurre al pretender aplicar una regla o principio general a una excepción que sí está justificada.
 
Ejemplo: “¿Qué por qué no lo quité el cuchillo a ese hombre que se quería suicidar? Pues porque ese cuchillo era de su propiedad y uno nunca debe tomar las cosas ajenas sin permiso”.
 
49. Falacia de envenenar el pozo: Consiste en dar alguna información negativa sobre la fuente de una determinada idea para sesgar el juicio de los oyentes respecto de la misma.
 
Ejemplo: “Mi oponente cita a Aristóteles. Sin embargo, Aristóteles cayó en burdos errores como pensar que las mujeres tienen menos dientes que los hombres”.
 
50. Falacia ignoratio elenchi: Es una argumentación que puede ser válida en sí misma pero que no es relevante en cuanto a lo que se pretende defender o explicar.
 
Ejemplo: “Él debe ganar el campeonato mañana porque es muy buena persona y se merece todo”.
 
Dante A. Urbina
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El principio de causalidad no dice propiamente que “todo tiene causa” sino más bien, desde una formulación más precisa y profunda, que “todo ente contingente tiene causa” o, si se quiere, que “todo lo que comienza a existir tiene causa”.
 
Dante A. Urbina
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A Dios no lo hizo nadie. Él es el Ser Subsistente. Existe por sí mismo, por su propia Esencia y, por tanto, no requiere de otro para existir.
 
Dante A. Urbina
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… es bastante erróneo suponer que una cadena infinita de explicaciones fenomenológicas es satisfactoria sobre la base de que cada miembro es explicado por el anterior. Todavía queda el misterio de porqué existe la cadena. Leibnitz expresó elocuentemente este punto invitándonos a considerar un conjunto infinito de libros, cada uno copiado del que lo antecede. Decir que el contenido de cada libro está por lo tanto explicado es absurdo. Todavía tenemos derecho a preguntar quién es el autor del conjunto.
 
Dante A. Urbina
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Todavía hay ateos que se aferran a la idea de que la materia es eterna basándose en la Primera Ley de la Termodinámica de acuerdo con la cual “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Sin embargo, en términos rigurosos, la eternidad de la materia no se infiere necesariamente de este postulado. Hay que entender el contexto epistemológico. Cuando los científicos nos dicen que “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, establecen esto en base al análisis de la dinámica de la materia ya existente, independientemente de si esta tuvo un origen temporal o no. Así, es perfectamente concebible que el conjunto de lo material haya tenido un inicio temporal absoluto y que a partir de allí simplemente se transforme sin crearse ni destruirse. En otras palabras, el principio científico de conservación de la materia es completamente consistente con la idea filosófica de creación divina. “¿Pero no dice acaso este principio que la materia “no se crea”? ¿cómo podría haberla creado Dios, entonces?”, objetará el ateo. Allí hay un equívoco total. Como ya hemos dicho, este principio se postula en base al análisis de lo material y, por tanto, cuando dice que la materia “no se crea” lo que está negando no es la posibilidad metafísica de creación divina sino la posibilidad física de generación espontánea, es decir, ¡de que la materia se cree a sí misma! Para expresarlo con más claridad: el principio dice que la materia “no se crea” (a sí misma), no que “no ha sido creada”. De hecho, si analizamos sus implicancias conjuntamente con la evidencia anterior nos daremos cuenta de que nos lleva hacia la idea de creación. En efecto: si, como se ha demostrado, la materia comenzó a existir, debe requerir de una causa. Pero no puede crearse a sí misma ya que, como establece la Primera Ley de la Termodinámica, “no se crea” de por sí. Luego, debe haber sido creada por otro y este otro debe tratarse de un ser no material para no estar sometido a la misma restricción. Y curiosamente todo esto se corresponde con Dios.
 
Dante A. Urbina
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Hasta el presente no existen modelos científicos exitosos para restaurar la idea de un universo genuinamente eterno. Pero, en todo caso, el argumento tomista a partir de la causalidad es primariamente filosófico y, por tanto, no depende de las contingencias científicas. Es perfectamente posible que el inicio del universo (o, si se quiere, multiverso) en su conjunto sea distinto al que ahora identificamos con la singularidad del Big Bang hace como 13,7 mil millones de años. Tal vez en el futuro se descubra que el origen del universo es mucho más sofisticado y complejo. Sin embargo, eso no afectaría en nada al argumento filosófico tomista pues en ningún momento tiene una premisa del tipo “El universo comenzó en la singularidad del Big Bang”. Se apela a ello como elemento ilustrativo de la vía dados nuestros conocimientos científicos actuales, pero el principio metafísico de causalidad es mucho más profundo y, además, tenemos argumentos filosóficos independientes para mostrar la no-eternidad del universo.
 
Dante A. Urbina
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La segunda razón por la que desestimamos el planteamiento de Hawking y Mlodinow es por causa de la terriblemente ilegítima operacionalización que hacen de sus ya erróneamente definidos conceptos. Por ejemplo, es a todas luces absurdo decir que el universo se originó a sí mismo desde la nada como consecuencia de las leyes físicas porque la nada no tiene ni puede tener propiedades ni restricciones, ni menos ser gobernada por leyes físicas simple y llanamente ¡porque no existe! Es imposible, pues, que haya leyes físicas en la “nada” porque las leyes físicas son ante todo relaciones entre cosas realmente existentes y en la nada ¡no hay nada!
 
Dante A. Urbina
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Reducir la posibilidad de causación meramente a lo material no es probar el naturalismo sino simplemente presuponerlo y afirmar algo a partir de allí. Es casi como decir: “Todo lo que existe es material. Dios no es material. Por tanto, Dios no existe”.
 
Dante A. Urbina
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¿Por qué hay algo en lugar de nada? Tan fundamental es esta pregunta que, como decía el filósofo argentino José Pablo Feinmann, “bien puede ser el disparador de la filosofía. O su origen”
 
Dante A. Urbina
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Dios es por definición el Ser Subsistente, es decir, aquel que no depende de otro para existir. Por otra parte, un ser contingente es por definición aquel que depende de otro para existir. Así, pues, se sigue que hablar de un Dios contingente sería tanto como hablar de un “Subsistente contingente”, de un ser que no depende de otro para existir y que, al mismo tiempo, depende de otro para existir, lo cual es tan absurdo y contradictorio como hablar de un “soltero casado”.
 
Dante A. Urbina
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Un ser contingente no es simplemente un ser del cual podría pensarse que no exista (ya que ello también puede pensarse de seres que no existen) sino más bien un ser que efectivamente existe, pero podría no existir (como nosotros mismos, por ejemplo). Cuando un ateo piensa en la posibilidad de que Dios no exista no lo está pensando como un ser que efectivamente existe pero podría no existir, sino más bien como un ser que efectivamente no existe. De esta manera, queda claro que del que podamos pensar en la posibilidad de que Dios no exista no se sigue que podamos coherentemente pensar que existiendo (como es que supone hipotéticamente la objeción) sea contingente. Sea que se piense en su existencia o su no existencia Dios debe ser pensado como Subsistente, nunca como contingente.
 
Dante A. Urbina
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Vemos, pues, en síntesis, que la estrategia global de Kant en esta argumentación es la siguiente: 1) Sentar la invalidez del llamado argumento ontológico, que intenta probar la existencia de Dios a partir de la sola noción de Dios, es decir, con meros conceptos a priori. 2) Hacer depender a todos los demás argumentos de la existencia de Dios -en especial el de la contingencia- del argumento ontológico, de modo que la invalidez de este entrañe ya la invalidez de los otros. A continuación, nuestro análisis crítico de la crítica kantiana: Lo primero que hay que decir es que en su explicación del argumento de la contingencia Kant comete una tremenda falacia de blanco móvil. ¿Dónde? Pues en la parte en que sostiene que el argumento de la contingencia (que él llama “cosmológico”) implica el ontológico porque presupone que “el Ser Realísimo es el Ser Necesario”. En ninguna parte de la enunciación de nuestro argumento, ni tampoco en la enunciación tomista, existe una premisa que diga eso. Es más, como habíamos señalado en la explicación de la cuarta premisa, la gran ventaja de nuestro argumento, tal como lo hemos formulado, es que nos permite llegar directamente a la existencia del Ser Subsistente (Dios) sin tener la necesidad de seguir pasos adicionales (o de presuponer argumento ontológico alguno). No obstante, para darle gusto a Kant, explicaremos cómo es que se puede identificar al Ser Necesario con el Ser Realísimo (Dios) sin necesidad de asumirlo a priori. El razonamiento que nos permite identificar el Ser Necesario con el Ser Realísimo dice así: 1. El Ser Necesario es Incausado : Efectivamente, como vimos en la segunda vía, todo lo contingente es causado y también todo lo causado es contingente, ya que recibe el ser de otro y, por ende, no subsiste de por sí. Luego, el ser Necesario, por no ser contingente, debe ser Incausado. 2. El Ser Incausado es el Ser Subsistente: El Ser Incausado, por el mismo hecho de serlo, no puede recibir el ser de otro y, por consiguiente, debe existir pura y plenamente por Sí mismo. Luego, el Ser Incausado debe ser Subsistente. 3. El Ser Subsistente es el Ser Realísimo: Si, como es evidente, el Ser Subsistente es la plenitud originaria del ser, debe ser también absolutamente real ya que todo lo que es real lo es por el ser. Luego, el Ser Subsistente es el Ser Realísimo.
 
Dante A. Urbina
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Todo lo que es perfecto lo es en cuanto tiene una plena correspondencia con un modo particular de ser. Así algo es perfectamente cuadrado en cuanto su forma se corresponde plenamente con la “cuadratura”. Por tanto, algo será esencial y máximamente Perfecto en cuanto tenga una correspondencia plena con el ser en general, sin ninguna limitación de grado o forma, ya que todas estas limitaciones tienen que ver con el ser en particular. Pero ello es justamente lo que corresponde exclusivamente y en grado sumo al Ser Subsistente, es decir, a Dios. Luego, el ser esencial y máximamente Perfecto es Dios.
 
Dante A. Urbina
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Siguiendo a Santo Tomás de Aquino y a Aristóteles, postulamos que el pretendido “problema de los universales” se trata en realidad de un falso dilem. Particulares y universales tienen una unidad intrínseca y se implican mutuamente. Es clara, pues, nuestra postura ontológica realista: no es el “ser” un puro “general indeterminado” (universalismo) ni un mero “particular determinado” (nominalismo) sino más bien todo lo determinado en cuanto está determinado. De este modo, el “ser” no es propiamente ni un “particular” ni un “universal”. Es más bien un trascendental implicado en todas las cosas existentes; pero no de modo “unívoco”, es decir, aplicándose a todas del mismo modo, ya que así no incluiría sus diferencias que son también realmente existentes, sino más bien de modo “análogo”, es decir, diciéndose de cada una de las cosas existentes en un sentido en parte igual y en parte diferente, con lo cual incluye en sí todas las perfecciones particulares.
 
Dante A. Urbina
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Para el científico que ha vivido por su fe en el poder de la razón, la historia termina como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia, está a punto de conquistar el pico más alto, y cuando se está incorporando sobre la última roca lo saluda una banda de teólogos que han estado sentados allí por siglos”
 
Dante A. Urbina
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Partiendo del orden que observamos en los seres del universo hemos demostrado la imposibilidad de que este pueda venir primariamente de ellos mismos siendo necesario que postulemos la existencia efectiva de un Ser inteligente y libre que los dirija hacia sus respectivos fines. A continuación, hemos demostrado que este Ser inteligente y libre se identifica con Dios. Por tanto, dado que en un razonamiento deductivo si las premisas son verdaderas ha de aceptarse necesariamente la conclusión so pena de irracionalidad, debemos aceptar que Dios existe. Luego, Dios existe.
 
Dante A. Urbina
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Dios es eternamente Activo y Necesario por Sí mismo, independientemente de la creación. En efecto: es eternamente activo porque al constituirse como un ser Personal y existir en la forma de Acto Puro, conociéndose y amándose eternamente a Sí mismo desde su Intelecto y Voluntad. Y también es eternamente necesario ya que, al constituirse como el ser Subsistente mismo, simplemente no puede no existir.

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Ahora, yendo a la cuestión de la “tautología”: ¿es correcto decir que el ajuste fino solo se constituye como la constatación a posteriori del hecho de que estamos vivos y que, por tanto, no hay de qué sorprenderse? Creemos que no. ¿Por qué? Porque la existencia de vida no es la única posibilidad, sino que existen otras posibilidades ¡muchísimo más probables! No es una exigencia de las leyes físicas que exista vida, y menos aún vida inteligente. Es más, la cantidad de universos posibles prohibitivos para la vida es muchísimo más grande que la cantidad de universos posibles que permiten vida (27). Por tanto, sí hay motivo para sorprenderse.
 
Dante A. Urbina
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El teísmo no plantea que Dios no tiene explicación, sino solamente que no tiene causa. Se trata de cuestiones distintas.
 
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Obviamente un ser contingente requiere de una causa distinta a él porque, en virtud de su misma contingencia, no puede explicarse plenamente a sí mismo; en cambio, un Ser Subsistente no requiere de tal cosa porque, al existir por sí mismo en virtud de su propia Esencia, no requiere de otro ser para existir. ¿Significa esto que queda inexplicado? De ningún modo. El hecho de que el Ser Subsistente no tenga una causa distinta de Él no implica para nada que no tenga razón de ser. Él se constituye como la razón de ser de Sí mismo. Al ser ontológicamente autosuficiente no requiere de ningún referente externo para ser explicado. No sucede lo mismo con los seres de nuestra experiencia.
 
Dante A. Urbina
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… la primera crítica que se puede hacer a la teoría M -al menos en su variante multiverso tal como la sostienen Kaku, Susskind y Hawking - es que no es científica. En efecto, tal como explica el epistemólogo Karl Popper en su obra La Lógica de la Investigación Científica (1934), toda teoría científica debe poder ser contrastada con la realidad para constituirse como tal y la teoría M, al plantear la existencia de otros universos inaccesibles a nuestra experiencia, no cumple con dicha condición. Por tanto, debe ser rechazada como teoría científica.
 
Dante A. Urbina
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El otro gran problema de la teoría M es que se basa en una interpretación sumamente arbitraria (por no decir evidentemente errónea) del indeterminismo cuántico.
 
Dante A. Urbina
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Así, pues, pareciera que el recurso al multiverso como explicación del orden y regularidad que observamos en el universo no es más que una salida desesperada con tal de rechazar el planteamiento teísta sobre la existencia de un Diseñador Cósmico. Es como si nos encontráramos con un majestuoso castillo de arena en la playa y en lugar de pensar que fue hecho por alguien, dijéramos que en realidad existe una cantidad inmensa de playas (inobservables, claro está) en las que el viento da diferentes formas a la arena, siendo que por casualidad le dio forma de castillo a la arena de la playa en la que estamos. Una total necedad…
 
Dante A. Urbina
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La tesis multiverso en base a la Teoría M, al tener que multiplicar innecesariamente los entes para explicar lo mismo, viola el principio epistémico conocido como navaja de Ockham
 
Dante A. Urbina
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En efecto, cualquiera que piense que el ajuste fino se puede eliminar simplemente porque hay tal o cual evidencia de multiverso evidentemente no está entendiendo cuán incomprensibles y numerosas son las magnitudes y restricciones implicadas en este problema. Para citar un ejemplo, cuando uno escucha que la teoría M permite alrededor unos 10 a la 500 universos posibles, puede tender a pensar que con ello se va a poder afrontar sin problemas cualquier improbabilidad de ajuste fino. Sin embargo, considerando solamente el cálculo de Penrose respecto de la condición de baja entropía (76), tenemos que la probabilidad de que el ajuste fino se dé por azar en un escenario con 10 a la 500 universos es igual a: ¡Una cifra inconmensurablemente pequeña! Para darnos una idea solo pensemos esto: un 10 elevado a la 123 es igual a un 1 seguido por 123 ceros. Si le restamos un 500 (que solo tiene dos ceros) a esta cifra, dicha sustracción ¿significará realmente algo? Pues bien, ¡la cifra resultante no es la de la probabilidad de que el ajuste fino se dé por azar en la hipótesis multiverso sino únicamente el exponente al cual elevaremos el 10 inicial que hay en el denominador! Por tanto, la probabilidad del ajuste fino sigue siendo extremadamente baja incluso en este escenario multiverso. De hecho, es muchísimo más probable que un tornado ensamble por azar un Boeing 747 al pasar por un depósito de chatarra (probabilidad que el astrofísico Fred Hoyle calculó en 1 sobre 10 a la 40000. En consecuencia, en ese escenario, si el ateo quiere seguir rechazando nuestro argumento tiene que aceptar, para ser coherente consigo mismo, que es perfectamente posible que un Boeing 747 sea ensamblado al azar por un tornado. O sea, tiene que aceptar un total disparate…
 
Dante A. Urbina
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Nada impide que el propio multiverso exhiba un orden especial.
 
Dante A. Urbina
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Sí es lógicamente posible probar un negativo. ¿Cómo? Pues por el método de reducción al absurdo, es decir, probando que la definición misma de algo es absurda o contradictoria (así, por ejemplo, se puede demostrar que no existen “solteros casados” o “círculos cuadrados”).
 
Dante A. Urbina
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No basta con refutar los argumentos teístas para justificar el ateísmo. En efecto: a falta de argumentos positivos en contra de la existencia de Dios, eso solo nos dejaría con el agnosticismo, es decir, con la postura de “no sé si hay Dios o no” pues ausencia de evidencia no es necesariamente evidencia de ausencia. Por consiguiente, cuando Rand conviene en que “dado que no hay prueba de que (Dios) exista, por tanto, no existe” es obvio que está cayendo en una falacia ad ignorantiam pues la existencia o inexistencia de las cosas es independiente de nuestro conocimiento y nuestra capacidad para hacer demostraciones. Así, por ejemplo, el hecho de que alguien que crea en la existencia de extraterrestres no pueda presentar evidencia suficientemente concluyente de su postura, de ningún modo legitima para inferir en términos lógicos que “Los extraterrestres no existen”. Se trata de cuestiones distintas.
 
Dante A. Urbina
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El ateísmo propiamente dicho sí está comprometido con una afirmación muy concreta: la afirmación de que “Dios no existe”. Esta afirmación implica un juicio concreto sobre la realidad y, por tanto, también le corresponde “carga de la prueba”. Es fácil entender este último punto si seguimos con la analogía anterior (y nos deshacemos de ciertos prejuicios, claro está). En efecto, independientemente de si creemos en la existencia de extraterrestres o no, si estuviéramos con un grupo de amigos y alguno de ellos afirmara sin más ni más que “Los extraterrestres no existen” o que “Es imposible que los extraterrestres existan” varios de nosotros nos veríamos compelidos a preguntarle en qué se basa para realizar una afirmación tan radical. En otras palabras ¡le estaríamos poniendo la carga de la prueba! Y nadie, o al menos muy pocos, considerarían irracional pedirle algún tipo de sustento a nuestro amigo que tan firmemente cree en la no existencia de los extraterrestres. Más bien consideraríamos irracional que nos respondiera algo así como “No, ninguno de ustedes me ha demostrado de modo absolutamente seguro que los extraterrestres existen y, por tanto, ¡los extraterrestres no existen y punto!”. Simplemente cambiemos la palabra “extraterrestres” por “Dios” y al instante nos daremos cuenta de cuán irracional es el discurso de ciertos ateos que consideran irracional a todo aquel que no cree lo que ellos creen (es decir, que Dios no existe) pero que, curiosamente, no dan ni les interesa dar razones para sustentar su propia postura.
 
Dante A. Urbina
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Dios no es alguien que está sentado y aburrido en el cielo hasta que un día, de buenas a primeras, se le ocurre crear. Él existe en la eternidad y la idea y deseo de la creación ya existen en su Intelecto y Voluntad desde toda la eternidad
 
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Dios no tiene ninguna necesidad de la creación pues, como hemos dicho, ésta no añade ni quita nada ni a su Ser ni a su Perfección. Si Dios creó, entonces, no fue por egoísmo o necesidad sino más bien por un acto libre y bondadoso de su Voluntad. De este modo, si Dios creó no fue para aumentar su Felicidad sino para comunicar su Felicidad, de modo tal que todos los seres puedan participar de ella cada uno de acuerdo a su naturaleza y, en el caso de los seres racionales, de acuerdo a su voluntad.
 
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El teísmo en ningún momento postula que Dios existe en el tiempo sino más bien que existe en la eternidad
 
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Cuando el teísta dice que Dios es anterior al universo y, por ende, al tiempo, no lo está diciendo en el sentido de anterioridad temporal (lo cual lo llevaría al absurdo de postular un tiempo antes del tiempo) sino más bien en el sentido de anterioridad ontológica, siendo que en este sentido sí es posible hablar de un “antes” del universo pues muy bien puede suceder que un ser atemporal (Dios) sea la causa del conjunto de seres temporales (el universo). Es más: es absolutamente necesario hablar de un “antes” del universo en sentido ontológico porque el aceptar por un lado que el universo ha tenido un principio y rechazar por el otro la existencia de cualquier ser ontológicamente anterior a él implicaría decir ¡que surgió de la nada y por nada!, lo cual es evidentemente absurdo ya que “de la nada, nada sale”. Adicionalmente, es importante anotar que cuando la física actual demuestra que “con el inicio del universo se da también el inicio del tiempo”, lo hace en el marco de referencia de lo físico. Así, lo que se está demostrando es que la totalidad de la realidad física tiene una cota temporal precisamente porque ¡el tiempo es una dimensión física! No tiene sentido, por tanto, aplicar sin más la noción de tiempo a un ser metafísico (Dios),
 
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Al definir a un ser libre como aquel que “siempre debe tener abierta la posibilidad de tomar decisiones distintas” el “argumento” no solo está cometiendo una falacia de blanco móvil al tomar una definición de la Libertad divina que no es la del teísmo, sino que también comete una falacia de petición de principio ya que su definición de libertad elimina a priori la posibilidad de que exista un ser cuya libertad se dé en Acto Puro (Dios) y, por tanto, está presuponiendo desde sus premisas la conclusión a alcanzar.
 
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Un profesor de universidad retó a sus estudiantes con esta pregunta: - ¿Creó Dios todo lo que existe? Un alumno respondió: -Sí. El profesor dijo. -Si Dios creó todo, entonces creó el mal y como nuestras obras nos definen, entonces Dios es malo. ¿Ven ustedes? Otra vez les he demostrado que la fe es un mito. Otro alumno preguntó: -Profesor, ¿usted cree que existe el frío? - ¿Qué pregunta es esa? -dijo el profesor- por supuesto que existe el frío. ¿Acaso nunca lo has sentido? Los otros estudiantes se reían de la pregunta. Pero el estudiante continuó: - En realidad, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que llamamos frío es en realidad la ausencia de calor. El frío no existe. Hemos creado la palabra para describir una situación en la que hay poco calor. Luego preguntó: - Profesor, ¿existe la oscuridad? El maestro se quedó callado, pero el alumno continuó: - Usted debe saber que la oscuridad tampoco existe. Llamamos oscuridad a la ausencia de luz. Podemos utilizar el prisma de Newton para descomponer el rayo de luz en muchos colores y estudiar sus propiedades. Pero no se puede hacer nada semejante con la oscuridad. El alumno concluyó: - Con el mal ocurre del mismo modo: no existe en sí mismo, sino que es la ausencia de bien. Igual que con el frío y la oscuridad, el mal es una palabra creada para describir la ausencia de Dios, la ausencia del amor. Dios no creó el mal. El hombre puede apartarse de Dios. Entonces su comportamiento es malo porque carece de amor. El mal es la ausencia de la presencia de Dios. En conclusión, como hemos dicho, el mal considerado en sí mismo no tiene consistencia ni realidad ontológica. Y tampoco puede haber seres malos en sí mismos. Todos los seres, al ser creados por Dios, son buenos por naturaleza. El mal que se da -y no propiamente existe- en ellos es, por tanto, accidental. De ahí que Santo Tomás de Aquino diga que “ningún ser es llamado malo por participación (en el ser), sino por privación de la participación. Por lo tanto, no es necesario que se llegue a algo que sea malo en esencia”. Así, desde un punto de vista ontológico, no hay gente mala sino solamente gente que hace cosas malas.
 
Dante A. Urbina
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El amor es ante todo un acto de la voluntad y, por ende, no puede derivarse mecánicamente hacia su objeto, sino que más bien tiene que desearlo y elegirlo libremente. Por consiguiente, uno no puede ser obligado a amar. Pero en ese caso existe la posibilidad de que elija no amar y actúe en consecuencia, dándose entonces lo que hemos llamado “mal moral”.
 
Dante A. Urbina
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¿Qué es el “mal existencial”? Nada más y nada menos que el sufrimiento, tanto físico como espiritual.
 
Dante A. Urbina
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Cierta noche de invierno iba un hombre adinerado en dirección a una fiesta. En el camino vio a una niña que vendía flores bajo la lluvia. Se le veía muy enferma y hambrienta. “Pobre niña -dijo para sus adentros- ojalá Dios le ayude”. Pero como no quería “deprimirse” ni sentirse responsable, dejó inmediatamente de pensar en eso y siguió su camino hacia la fiesta. A la mañana siguiente, cuando volvía a su casa, se encontró con la misma niña. Pero esta vez yacía muerta al lado de la calle, no se sabe si de hambre o de frío. - ¡Maldito seas Dios! ¿¡Qué has hecho Tú por esta niña!? -reclamó el hombre. - Te hice a ti -respondió Dios.
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer
 
 
Cuenta Kreeft que un día, durante una de sus clases de ética, un alumno le dijo que la moral era algo relativo y que él como profesor no tenía derecho a “imponerle sus valores”. “Bien -contestó Kreeft-, voy a aplicar a la clase tus valores y no los míos. Tú dices que no hay valores absolutos, y que los valores morales son subjetivos y relativos. Como resulta que mis ideas personales son un tanto singulares en algunos aspectos, a partir de este momento voy a aplicar esta: todas las alumnas quedan suspendidas”. El alumno se quedó sorprendido y protestó diciendo que aquello no era justo. Kreeft le argumentó: “¿Qué significa para ti ser justo? Porque si la justicia es solo ‘mi’ valor o ‘tu’ valor, entonces no hay ninguna autoridad común a nosotros dos. Yo no tengo derecho a imponerte mi sentido de la justicia, pero tú tampoco puedes imponerme el tuyo... Por tanto, solo si hay un valor universal llamado justicia, que prevalezca sobre nosotros, puedes apelar a él para juzgar injusto que yo suspenda a todas las alumnas. Pero si no existieran valores absolutos y objetivos fuera de nosotros, solo podrías decir que tus valores subjetivos son diferentes de los míos, y nada más. Sin embargo — continuó Kreeft—, no dices que no te gusta lo que yo hago, sino que es injusto. O sea, que, cuando desciendes a la práctica, sí crees en los valores absolutos”.
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer
 
 
No hay vías fáciles, hay que razonar.
 
Dante A. Urbina
¿DIOS EXISTE?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer

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