Las extraordinarias andanzas matutinas de mi madre
¿Vio alguno de mi madre yendo hacia el mercado
por pan, cebada, arroz o papas?
Ninguno la vio. ¡Quien se detiene
a observar a una judía, piel y huesos!
Pero yo, su hijo, porque la recuerden largamente
voy a describir sus andanzas matutinas.
Mi madre va hacia el almacén pensando preocupada
con que excusa hoy tomar de nuevo allí fiado.
Ayer mismo la alerto el almacenero
que no volviera son plata al otro día
y eso significa quedarse sin comer,
o vender el ropero o las cobijas de la cama.
Ante la puerta entonces da mi madre vueltas y más vueltas.
En cualquier momento, me parece, va a echarse en cuatro patas,
saltar adentro como una fiera enfurecida
y morderlo todo, destrozarlo todo.
Pero, con un esfuerzo mi madre se contiene;
solo mira por la vidriera para ver que pasa.
Y ve: el litro esta de pie, borracho
y los platillos de la balanza, alegres, se hamacan.
Piensa: las ollas cuelgan resecas y la cocina esta fría;
cinco personas permanecen en casa, sentadas con las cabezas gachas,
y se dice: voy a entrar, probar fortuna.
Estira el cuerpo hacia la puerta, pero continua parada.
Regresa por sin a casa, cruza el patio;
en silencio se escabulle escaleras arriba hasta nuestra pieza,
se detiene, apoya sobre la puerta el oído
y oye el gemir hambriento de gente y vajilla.
Mas pesada se vuelve su cabeza y mas triste su mirada,
y ya va de nuevo mi madre camino de la tienda…
ENVÍO:
Transeúnte que por nuestra calle, te cruzas de mañana
con una mujer pálida: es mi madre.
Y aunque por su aspecto parezca
estar por cometer algo terrible
en realidad apenas se dispone a pedir fiado un poco de comida,
una pieza de pan, algo de arroz, algunas papas.
Israel Aszendorf
Letras
Las letras góticas son punzantes:
bayonetas, lanzas y cuchillos.
Las letras latinas son redondas:
barriles repletos de vino.
Las letras judías, que no se emborrachan
con sangre ajena ni con vino,
son angulosas, floridas, encorvadas,
como la suerte de mi pueblo judío.
Israel Aszendorf
Polvo
De cada tierra que habité
sólo fue mío
lo que se adhirió
a mis zapatos.
De regreso de todos los caminos,
despojado aun de un nuevo sueño,
no conozco el sabor de la tierra todavía,
solo el sabor del polvo.
Israel Aszendorf
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