Pierre Louÿs

Bilitis

De lana viste la vecina ruda;
hay mujeres que lucen sedas, oro;
otras, con hojas cubren su decoro;
otra, las flores con primor anuda.

Yo no quiero vivir sino desnuda.
T ámame, amante, como voy. Adoro
de joyas y damascos el tesoro,
mas, no a Bilitis una gasa escuda.

Son mis labios de un rojo sin ardides;
es negro mi cabello, sin tocado,
flota libre en mi frente un solo rizo.

Una noche de amor así me hizo
mi madre. Tómame cual soy, amado:
mas, si te gusto, dímelo... no olvides.

Pierre Louÿs


Canción

Cuando lo vi, al regreso,
el rostro entre las manos oculté.
Él me dijo: "No temas, nuestro beso
¿quién, quién lo pudo ver?"

"Nos vio la noche" -díjele- "y la luna;
nos vio el alba, de fijo;
las estrellas, también.
Se miraba en el lago la importuna
y al agua bajo los sauces se lo dijo".

"Lo contó el agua al remo
y el remo, a la barquilla;
y al pescador, la quilla.
Ahí no quedó todo, bien lo temo,
pues, ¡ay! el pescador lo contó a su mujer".

"Si la mujer lo dijo a una comadre,
ya lo sabrá mi madre,
hasta mi hermana,
y la Hélade entera, esta mañana.
Todos, hasta mi padre, ya lo habrán de saber".

Pierre Louÿs


Confidencias

A la siguiente mañana
fui a su casa.
Tímidas amapolas,
las mejillas en brasa.
Y para estar a solas
me hizo entrar a su alcoba, muy ufana.

¡Tenía por preguntarle tantas cosas!
Pero al mirar su cíngulo ceñido
a la altura de las nuevas esposas,
¡por las diosas!
sufrí total olvido
y no osé ni abrazar su cuello erguido.

No ver cambio indiscreto
en su rostro me llenaba de asombro. Todavía
era mi amiga fiel, me parecía.
Pero desde la víspera nupcial, ese secreto
que me llenaba de susto reprimido,
mi amiga habría aprendido.

Súbito, me senté en su regazo;
en redor de su cuello puse el brazo,
y murmuré a su oído
como vivaz epodo,
las preguntas ansiosas.
Entonces ella, con las mejillas juntas, ruborosas,
-entonces ella me lo dijo todo.

Pierre Louÿs
De "Las canciones de Bilitis"
Versión de Enrique Uribe White



"Desde el primer instante comprendió él que volvería a caer a los pies de la cortesana. Cuando ésta se quitó del cinturón el espejo de pulido bronce, se miró un momento en él antes de entregarlo al sacerdote y le brillaron los ojos de un modo estupendo. Cuando, para tomar la peineta de cobre, posó la mano sobre sus cabellos con el brazo doblado, según la actitud de las Gracias, toda la hermosa línea de su cuerpo se desarrolló bajo la tela, y el sol abrillantó en su axila un rocío de sudor luminoso y menudo. Por último, cuando, para levantar y soltarse el collar de pesadas esmeraldas, separó la seda plegada que le cubría el pecho hasta el dulce lugar lleno de sombra, en donde sólo es posible deslizar un ramillete, se sintió Demetrios presa de un loco frenesí por apoyar allí los labios y desgarrar el vestido… Pero Khrysís había comenzado a hablar.
Habló, y cada una de sus palabras fue un sufrimiento para él. De propósito parecía insistir y recrearse en la prostitución de este vaso de belleza que era ella misma, blanco cual la misma estatua y lleno de un oro que manaba en cabellera. Se jactaba de tener abierta la puerta de la ociosidad de los que pasaban, de abandonar la contemplación de su cuerpo a los indignos y encomendar a las chiquillas inhábiles el encenderle las mejillas. Se gloriaba de la venal fatiga de sus ojos, de sus labios alquilados de noche, de sus cabellos entregados a manos brutales, de su divinidad trabajada.
El exceso mismo de las facilidades que inducían a abordarla arrastraba hacia ella a Demetrios, resuelto a tomarla para sí solo y cerrar la puerta a los otros. Tan cierto es que una mujer no logra seducir plenamente sino cuando da ocasión a los celos."

Pierre Louÿs
Afrodita



"El alma femenina es de una simplicidad que los hombres no pueden imaginar. Ellos buscan complicaciones, tropiezan en el vacío y se pierden."

Pierre Louÿs


El deseo

Ella entró, y apasionadamente, los ojos
cerrados, unió sus labios a los míos y
nuestras lenguas se conocieron... Nunca hubo
en mi vida un beso como aquél.
              
Ella estaba de pie contra mí, toda amorosa
y complaciente. Una de mis rodillas, poco
a poco, se colocó entre sus muslos cálidos,
que cedieron como para un amante.
              
Mi mano deslizándose sobre su túnica,
buscaba adivinar el cuerpo desnudo que curva
a curva ondulante se plegaba, donde se combaba,
se atiesaba con los roces de la piel.
              
Con sus ojos en delirio, designaba el lecho,
pero no teníamos el derecho de amarnos antes
de la ceremonia de nupcias y nos separamos

Pierre Louÿs



“El que puede estar sin hacer nada y no se aburre, sino que se complace en este estado, es el más perfecto.”

Pierre Louÿs


La carta perdida

¡Ay de mí! He perdido su carta. La había puesto entre el estrofión y la piel, al calor del seno. Pero, he corrido
y ha debido perdérseme.

Desandaré el camino para buscarla, pues si alguien la encontrase, la llevaría a mi madre, y ésta me azotaría
ante la burla de mis hermanas.

Si la hallase un hombre, me la devolvería, y tal vez intentaría hablarme en secreto. En ese caso, creo saber
la manera de arrebatársela.

Pero, si es una mujer quien la ha leído, ¡oh, Zeus guardián, protégeme! Porque lo contará a todo el mundo,
o me birlará a mi amante.

Pierre Louÿs
De "Las canciones de Bilitis"
Versión de Enrique Uribe White



La noche

Ahora soy yo quien lo busca.
Todas las noches, en sigilo,
salgo de casa, y por la fasca
senda voy al campo tranquilo
para contemplarlo dormir.

Sin una palabra decir
me quedo allí por largo instante,
dichosa al poder acercar
mis labios hasta su semblante,
por sólo su aliento besar.

Me extiendo sobre él, de pronto;
despierta en mis brazos el tonto;
y al no poderse levantar,
renuncia a la lid; y cual gamos
toda la noche así jugamos.

¡Ah, malvada claridad diurna!,
aurora cruel, ¿ya has llegado?
¿En qué gruta siempre nocturna,
o en algún subterráneo prado,
puede Amor haber olvidado
tu remembranza taciturna?

Pierre Louÿs


"Sólo hay dos maneras de ser desgraciados: o deseando lo que no se tiene, o teniendo lo que no se deseaba."

Pierre Louÿs


"Ya no se parecía a Febe. Había perdido su virginidad. Nunca más le temerían los sátiros.
De un salto se puso en pie y retrocedió asustada.
El fauno le preguntó dulcemente:
—¿Quién eres?
—Soy Leda, respondió.
Calló un instante y prosiguió:
—¿Por qué no eres como las otras ninfas? ¿Por qué eres azul como el agua y la noche?
—No lo sé.
La miraba muy extrañado.
—¿Qué haces aquí completamente sola?
—Espero al Cisne.
Ella miró hacia el río.
—¿Qué Cisne? Preguntó él.
—El Cisne. No lo llamé, nunca lo había visto, pero vino. Estoy tan confusa. Escucha.
Le contó lo sucedido y apartó las cañas para mostrarle el huevo azul de la mañana.
El sátiro comprendió, se echó a reír y dio explicaciones groseras que ella intentaba contener poniéndole a cada palabra la mano en la boca. Gritó:
—No quiero saberlo. No quiero. ¡Oh! ¡Oh! Me has enseñado. ¡Oh! ¡Es posible! Ya no lo podré amar y seré desgraciada hasta la muerte.
Apasionadamente la cogió de los brazos.
—¡No me toques! ¡Oh! ¡Con lo feliz que yo era esta mañana! ¡No comprendía cuánto lo era! ¡Si volviera ya no podría amarlo! ¡Ahora que me lo has dicho! ¡Qué malvado eres!
La abrazó y le acarició los cabellos.
—¡Oh! ¡No! ¡No! ¡No!… ¡No! Gritó aún. ¡Oh! ¡Tú no! ¡Oh! ¡Eso no! ¡Oh! ¡El Cisne! Si volviera… Todo ha terminado, todo ha terminado.
Permaneció con los ojos abiertos, sin llorar, la boca abierta y las manos temblorosas por el espanto.
—Querría morir. No sé si soy mortal. Querría morir en las aguas, pero tengo miedo de las náyades, de que no me acojan entre ellas. ¡Oh! Qué he hecho.
Ella sollozaba ruidosamente sobre su brazo.
Una voz grave habló delante de ella. Cuando abrió los ojos, vio al dios del río coronado de verdes hierbas que surgía de entre las aguas, apoyado en su cayado de madera clara.
Decía:
—Tú eres la noche y has amado al símbolo de todo aquello que es luz y gloria y te has unido a él. Del símbolo ha nacido el símbolo y del símbolo nacerá la Belleza. Se encuentra en el huevo azul que ha salido de ti. Desde el comienzo del mundo sabemos que se llamará Helena y hasta el último hombre sabrá que ha existido. Has estado llena de amor porque lo has ignorado todo. Es en alabanza de las dichosas tinieblas. Pero también eres mujer y en la tarde del mismo día el hombre te ha fecundado. Llevas también en ti el ser oscuro que no será nada más que él mismo, que su padre no había previsto y que el hijo ignorará. Tomaré el germen en mis aguas. Permanecerá en la nada. Estás llena de odio porque lo has comprendido todo. Yo te haré olvidar. Es en alabanza de las dichosas tinieblas."

Pierre Louÿs
Leda o la alabanza de las dichosas tinieblas







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