Rojl Fishman

 Eslabón tras eslabón 

Y sobre la mesa, 
de nuevo entre nosotros, 
una botella de paradoja. 
Y tu voz crece de nuevo 
eslabón tras eslabón 
eslabón tras eslabón 
descienden ojo y mirada 
Sobre la mesa, entre nosotros, 
Solo una botella de añeja paradoja 
Y cada uno vuelca en ella 
Su propio rostro 
Y cada cual bebe de ella 
Su propia sed 

La cucharadita de memoria 
se me deslizó de la mano: 
estoy dele olvidar. 
ya ni siquiera me asombro. 
al comienzo 
quedaba muy perpleja: 
¿Cómo pude olvidármelo? 
Pero ahora 
Ya no me asombro. 
Estoy dele olvidar 
Y es apenas el comienzo. 
Tal vez cuando lo olvide todo 
sabré finalmente 
qué quedó de mí. 
Que se hizo de mí.

Rojl (Rukhl) Fishman


Miradla 

¡Miradla! 
Está lista. 
Y serena. 
Y seguro de tener razón. 
Y la llevan, efectivamente, 
en brazos. 
¡Oh, la sandía! 
en su integridad, 
en su verdor, 
en su pesada plenitud, 
respira profundo 
y sueña dulcemente. 
Un mesías. 
Una victima. 
La llevan en brazos, 
y los ojos de todos 
se sonríen 
He aquí que golpean 
—silenciosa, juguetonamente, 
(como la puerta de un amigo) 
con el dedo doblado— 
en sus costillas. 
“Y vio que era bueno” 
Si el veredicto es: sirve, 
entonces su amigo, el mejor, 
ha de ser el primero en apuntarle 
con un cuchillo. 
¡Oh, la sandía! 
¡Roja su dulzura! 
¡Dulce su rojez! 
Su elogio, su recompensa, 
sobre cada labio.

Rojl Fishman











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