Ulises Varsovia

Aquellos días

Desde el interior de los años
que el tiempo arrolló, transcurriendo,
desde el interior del ser
adonde las cosas huyen
y esperan como fieras, agazapadas,
el momento del salto,
que se abra la ventana de brumas
donde la luz y la sombra forcejean,

desde lo incierto, entonces,
desde la realidad parecida al sueño,
o, mejor, desde los días
que tal vez no fueron,
desde aquello que fue y no existió,
aleteando con su voluntad enferma…

Es otoño otra vez, es cierto.
Se escucha por doquier
el rumor de la muerte caer de las ramas,
tocar a la puerta de los hospicios,
olfatear en las salas de urgencia
de los hospitales,
aproximarse a los sueños enfermos,
desdibujarse en la niebla su leve silueta.

Y sin embargo no es eso.
No es que las hojas, no es
que el cielo espolvoree su ceniza,
no es que adentro un violín
suene su sonido gris, su música mortuoria.

¿Es que nadie entiende?
¿Es que estoy solo
enredado en las hebras de un idioma muerto?
¿Es que aquellos días
que fueron y no fueron
van a la deriva entre la bruma y los sueños?

¿Desde dónde, entonces,
como si hubieran sido,
como si fueran efectivamente
recordados, con forma y movimiento,
con su inequívoco color desdibujado?

Tal vez no viví realmente entonces,
tal vez aquellos días me pertenecieron
sólo indirectamente, gastados,
como adentro del traje de un difunto
en el que habité las horas insuficientemente.

Ahora las cosas que fueron
quieren recordarme, llegan a mí,
abren su ocurrida existencia ante mis ojos,
me enseñan sus raídos contornos
que quiero reconocer (o no quiero),
y mi afán desfallece
tactando infructuosamente las siluetas.

Es otoño, es cierto, las hojas
se me pegan a la piel y gritan,
me caen al sueño donde naufragamos,
jalan de mí como si fuera una de ellas.

Y sin embargo no es eso:
a la deriva en el tiempo,
días llenos de fantasmales figuras,
días con sonidos huyendo, huyendo,
días donde dejé de ser, donde mi vida
cruzó ciega o durmió, llena de espanto.

Ulises Varsovia


Autocanción

Las palabras
caen
del espíritu al papel
como una íntima voz
que deviniera libre,
de pronto, y gritara.

No puedo nada contra ello, Claire,
ellas se abren paso en mi interior,
ellas huyen de su prisión
y traducen mis más secretos sueños.

En el alto otoño,
mientras la muerte cercena
vegetales existencias,
se yerguen las palabras
desde el silencio
y delatan mi interior inaccesible.

Una canción canta entonces en mí
como un esclavo devenido libre
que acusara a su señor y le humillara.

Sobre el papel, entonces,
con plena conciencia, despiadadas,
cantan ellas mis más ocultos sueños,
yacen ante mí
cual niños quejumbrosos
erigidos brutalmente.

Ulises Varsovia



Dialecto

Quien hable por ti
desde ti mismo,
y diga las cosas  
en el dialecto
de tus criaturas,
 
quien asome sus lenguas
de azar y misterio,
e imponga sobre ti
su turbio alfabeto,
 
y diga y cante,
y hable y pronuncie
en el dialecto
de tus criaturas,
desde dentro de ti,
desde tan lejos…
Ulises Varsovia



Estupefacto

Estupefacto ante mí mismo,
pasmado de estupor delante
de mi presencia escindida
en numerosas presencias,
girando en torno al meollo
de mi dispersa mismidad.
 
Alguno de todos vosotros
el que mi domicilio óntico
interrogando las sombras
diferentes de mi persona,
 
alguno de vosotros, dobles
de mi yo perdido en el tiempo,
el que tactando las figuras
ocultas bajo las máscaras.
 
O todos vosotros yo mismo
el que disperso y reunido
en sus ónticas entidades,
armando mi vaga persona
de indicios y afinidades.
 
O ninguno de vosotros,
ni de las sombras llorosas
acercándose a mi meollo,
 
y aún mi meollo mismo
ajeno a mi óntica mismidad,
pues mi mismidad un otro
que extraviado en sus edades,
y todas mis edades huérfanas
estupefactas ante mí.

Ulises Varsovia



Los adioses

(A mi mujer, Claire)

Algún día
de los días de la tierra,
algún día
del tiempo terrestre,
cruzaremos la niebla
por última vez,
por última vez
seremos pasajeros de la luz
en la luz enceguecidos.
 
Por última vez
miraré tu humanidad,
mirarás el misterio
destruyéndose conmigo,
y conmigo permaneciendo.
 
Y nos diremos adiós,
y continuaremos,
y nos diremos adiós,
y seguiremos siendo,
 
indestructiblemente temblando
en los pétalos de esta flor
desafiando el tiempo terrestre.

Ulises Varsovia























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