Así es la ciencia. No importa cuán aburrido pueda parecer un
trabajo determinado; puede que haya algo que estremezca al mundo esperando a la
vuelta de la esquina.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 83
Sea lo que sea o haga lo que haga un científico, en todos
los aspectos es un ser humano tan sujeto al dolor y a la tristeza como
cualquier artista, tenedor de libros o ama de casa.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 87
Aprender sobre la ciencia Supongo que más de un estudiante
joven se ha preguntado airadamente por qué diablos debe estudiar ciencia cuando
no tiene la intención de convertirse en un científico. Cualquiera que piense
esto puede creer que no necesita saber más de lo mínimo que le permita
simplemente vivir. ¿Por qué hay que estudiar historia si uno no va a ser
historiador? ¿O por qué geografía e idiomas si uno no va a viajar mucho? Pero
no hay duda de que hay vida más allá de lo que uno «hace». Incluso si uno vive
silenciosamente en su casa y realiza tareas simples y rutinarias, debe
encontrar algún valor en comprender el mundo que nos rodea, a entender los
hechos a la luz del pasado, a apreciar otros lugares y otras culturas. En
verdad, seguramente es divertido saber cosas. Arroja luz sobre nuestra vida,
agudiza nuestros cerebros, reduce nuestro aburrimiento, amplía nuestro
horizonte, hace que sea más interesante y placentero estar con uno. Eso es
cierto en relación a cualquier tipo de conocimiento o habilidad, en realidad,
incluso los que no son estrictamente materias escolares. Seguramente es más
divertido estar con una persona que sabe trabajar la madera de modo inteligente
o que lo sabe todo acerca de cómo coleccionar sellos, observarlo y escucharlo,
que estar con alguien que no sabe nada de nada. Entonces, si conocemos estas
otras cosas, ¿tenemos que conocer también la ciencia? ¿Qué tiene de especial la
ciencia? En realidad, tiene mucho de especial. Nuestro mundo moderno se basa en
la ciencia y en la tecnología, que es la aplicación de la ciencia a los asuntos
cotidianos. Casi todo lo que hacemos depende de instrumentos modernos como los
automóviles, los tocadiscos y los televisores, y estos a su vez dependen de
principios científicos. Nuestro futuro dependerá de los ordenadores, de los
robots, de la energía nuclear, de los cohetes, todos los cuales tienen sentido
si comprendemos la ciencia. Si una persona no entiende qué es lo que hace que
las cosas funcionen, puede creer que todo es magia. La gente sin ciencia vive
en un mundo misterioso que no tiene sentido para ellos. Aunque digan: «¿Y qué?
Todo lo que quiero es ganarme la vida, tener una familia y mirar el paisaje»,
encontrarán que eso no es fácil. En un mundo cada vez más científico, los
buenos empleos, los que permiten ganar dinero, serán para aquéllos que
comprenden la ciencia. La ciencia tiene sus peligros y sus beneficios.
Utilizada de manera inadecuada, la ciencia puede llenar la Tierra de polución,
de potentes productos químicos, de radiación, de instrumentos que destruyen
nuestra privacidad y nuestra libertad. Pero utilizada sabiamente, la ciencia
puede aumentar nuestros suministros de energía y de alimentos, mejorar nuestra
salud, prolongar nuestras vidas y ampliar nuestro sentido de la seguridad. Sin
embargo, ¿quién decide cuál es la mejor manera de utilizar la ciencia? En una
democracia, debería decidirlo la gente en general. Pero ¿cómo puede la gente
tomar una decisión inteligente si, para empezar, casi nadie sabe mucho acerca
de la ciencia? A medida que pasen los años, será más importante que la gente
sepa más acerca de la ciencia si se espera que ayude a tomar decisiones
inteligentes acerca de cómo utilizar la ciencia para salvar al mundo, y no para
destruirlo. Por eso es importante aprender sobre la ciencia, aun sin llegar a
ser un científico profesional.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 89
El autocontrol
De vez en cuando (no muy a menudo) los científicos descubren
que uno de ellos ha publicado datos falsos o ha plagiado el trabajo de un
colega.
Esta situación resulta siempre muy embarazosa, especialmente
debido a que hoy en día la noticia recibe por lo general amplia publicidad en
el mundo no científico.
Sin embargo, en cierta manera, estos escándalos en realidad
dan crédito al mundo de la ciencia. Analicémoslo:
1. Los científicos, después de todo, son humanos. Existe una
enorme presión y competencia en el mundo de la ciencia. La promoción y la
posición depende de cuánto se ha publicado y de cuán rápidamente se publica,
porque la parte del león a la hora de repartir los méritos la recibe el primero
en desarrollar una teoría importante o en realizar una observación determinada.
Bajo esas circunstancias, existe una gran tentación de acelerar las cosas, de
añadir datos adicionales que uno está seguro que acabará encontrando, o de
servirse del trabajo de otro. En realidad, lo que sorprende no es que a veces
suceda, sino que no suceda con demasiada frecuencia. Los científicos, de manera
casi unánime, resisten la presión maravillosamente bien.
2. Cuando sucede, el mero hecho de que se le otorgue tanta
publicidad es un tributo a los científicos. Si se tratara de un hecho común, o
si la gente esperara que los científicos fueran corruptos, la noticia sólo
llegaría a obtener titulares menores y pronto dejaría de tener importancia.
Pero los casos de corrupción científica dan que hablar durante largo tiempo e
inspiran grandes cantidades de artículos y de libros.
3. Los casos de mala conducta de los científicos son
indicios de las dificultades reales de llevar adelante estos hechos con éxito,
o durante un tiempo prolongado. De hecho, la mayoría de los casos de mala
conducta se presentan en las ciencias biológicas y médicas, donde los datos y
las teorías son menos elegantes que en las ciencias físicas. El comportamiento
animal y la estructura química están menos organizados que los movimientos de
las estrellas y de los átomos o el flujo de energía, y algo que no lo está en
el primer caso es detectado con menos facilidad. Sin embargo, un principio vital
en la investigación científica es que nada es tomado en cuenta hasta que puedan
repetirse las observaciones de manera independiente, y es aquí, de manera casi
inevitable, donde se descubre cualquier cosa que resulte peculiar. La ciencia
se controla a sí misma de un modo que ningún otro ámbito intelectual puede
igualar.
4. Son los propios científicos los que descubren los
fraudes; nadie más está preparado para hacerlo. La cuestión es que los
científicos sí los descubran. Nunca puede haber un ocultamiento tal que impida
que la propia ciencia se vea afectada. No importa cuán embarazosos sean los
hechos: el culpable debe señalarse sin piedad y en público. La ciencia se
vigila a sí misma, y lo hace de modo efectivo e inimitable.
5. Por último, el castigo es absoluto. Cualquier
investigador que se compruebe que ha quebrado la ética del esfuerzo científico
está acabado. No hay una segunda oportunidad: la posición conseguida se
desmorona. El científico debe dejar su trabajo, porque queda deshonrado para
siempre.
Agreguemos a esto que la ética científica requiere que todos
los científicos colaboren para encontrar defectos en sus propias observaciones
y teorías, y publiquen estos defectos cuando los encuentren, para que todos
comprendan cuán severos son los requerimientos de la ciencia. Quizá no sea tan
sorprendente que los escándalos resulten poco frecuentes.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 91
Supongo que, a medida que prosigue la marcha de la ciencia,
todo escritor de ciencia ficción puede lamentarse por las oportunidades
perdidas.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 97
La ciencia ficción encuentra su voz
No es fácil llegar a un acuerdo sobre el inicio de la
ciencia ficción. Están los ambiciosos que sostienen que el origen está en los
relatos de Platón sobre la Atlántida (alrededor del año 350 antes de Cristo), y
otros, aún más generosos, llegan hasta la Epopeya de Gilgamesh (alrededor del
2800 antes de Cristo). Pero en mi opinión eso no es más que una insensatez. La
ciencia ficción debe relacionarse con la ciencia y la tecnología, al menos
tangencialmente. Debe tratar acerca de una sociedad notablemente diferente de
la que existía en realidad en su época, y esa diferencia debe comportar algún
cambio en el nivel de la ciencia y la tecnología y el cambio social, y eso nos
lleva a la Revolución Industrial. Todo lo anterior es sólo fantasía, incluso si
aparecen viajes a la Luna, como en el caso de Historia verdadera, de Luciano de
Samosata (hacia el año 150). Algunos autores aceptan ese punto de vista y
consideran que la ciencia ficción se remonta a las primera décadas del siglo
XIX. Hay quien sugiere que el comienzo fue el Frankenstein de Mary Shelley
(1818), pero otros creen que Frankenstein debe considerarse más honestamente
como una «leyenda gótica» en la tradición de El castillo de Otranto de Horace
Walpole (1765). Ejemplos posteriores de lo que muchas veces se ha tomado como
los primeros relatos de ciencia ficción son las notables obras de Poe y
Hawthorne, a las que se podría etiquetar como tales. Parece, pues, que
deberíamos comenzar a hablar de verdadera ciencia ficción a partir de Cinco
semanas en globo de Jules Verne (1863). Verne escribió ciencia ficción sin
aderezos góticos, y fue la primera persona que se dedicó a ello casi
exclusivamente, y como resultado obtuvo gran popularidad y riqueza. De hecho, 1863
parece una buena fecha para el comienzo. Sin embargo podemos presentar un
argumento en su contra. La ciencia ficción, tanto si comienza en el año 2400
antes de Cristo, o en el 150 de nuestra era, o en 1818 o en 1863, ha sido
siempre un delgado hilo que ha recorrido la literatura en general. Son
relativamente pocos los autores que han escrito algo que pueda ser llamado
ciencia ficción, aun haciendo una interpretación liberal del término, y son
menos todavía los que lo han hecho en un estilo popular. Jules Verne y H. G.
Wells son los dos mejores que podemos mencionar antes de la década de los
veinte. ¿Por qué no intentamos encontrar el comienzo de la ciencia ficción como
un fenómeno masivo? ¿Cuándo empezó a publicarse ciencia ficción en gran
cantidad, por parte de algunos escritores primero, después por varias decenas,
hasta llegar a centenares de ellos? ¿Qué fue lo que colocó a la ciencia ficción
en el lugar que ocupa hoy en día, como un fenómeno literario
extraordinariamente popular que tiene muchos autores de primer rango? Sólo se
precisa mencionar a Robert Heinlein, Arthur C. Clarke, Anne McCaffrey, Frank
Herbert, Ray Bradbury, Ursula K. LeGuin —la modestia me impide continuar. No
hay duda de que los responsables de todo esto son las revistas de ciencia ficción,
que comenzaron con el primer número de Amazing Stories (abril de 1926), editado
por Hugo Gernsback. Están los que objetarán con fuerza contra la idea de que
las revistas fueron cruciales en el desarrollo del género de la ciencia
ficción. Los escritores y los críticos que exigen «respetabilidad» literaria
para la ciencia ficción consideran que la revista de ciencia ficción ha sido un
gueto que redujo el género a una variedad de ficción llamada pulp (las revistas
que aspiraban a atraer a un público semianalfabeto casi siempre se imprimían en
papel de pulpa de madera barato), ensuciándolo y provocando que los principales
escritores se negaran a tener nada que ver con ese tema. Algo de eso es cierto.
En realidad, casi el 90% de las revistas de ciencia ficción fueron en un
principio material dirigido a adolescentes. Pero recordemos la ley de Sturgeon:
el 90% de todo es tosco. Sin embargo, las revistas crearon un ámbito en el que
muchos jóvenes afinaron su talento; de otro modo no habrían comenzado a escribir,
o habrían escrito algo que no habría sido ciencia ficción. La ciencia ficción
«literaria» nunca fue popular en ese ámbito, aunque hizo que varios autores se
popularizaran. Fue la revista de ciencia ficción la que hizo el trabajo, a
pesar de que tuvo que gatear antes de caminar, y caminar antes de correr.
Fruncir el ceño ante las revistas de ciencia ficción es hacer una gran
injusticia al fenómeno y revela únicamente que los que fruncen el ceño son unos
arrogantes pretenciosos.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 98
La ciencia ficción es la rama de la fantasía que basa su
trama en cambios científicos y tecnológicos, y no pudo ser escrita hasta que el
mundo tomó consciencia de que estos avances estaban transformando la sociedad
—es decir, hasta cerca de 1800, cuando la Revolución Industrial ya estaba
encaminada.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 105
Al comienzo del siglo XIX, la Revolución Industrial daba sus
primeros pasos, y los observadores reflexivos se daban cuenta de que el mundo
estaba cambiando rápidamente y de que lo que daba fuerza al cambio era el avance
de la ciencia y la tecnología. Comenzó a existir la ciencia ficción propiamente
dicha: los relatos no trataban solamente de cosas fantásticas, sino de lo
fantástico que concebiblemente podía llegar a ser posible debido a un avance
científico.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 113
La radio era al comienzo el medio no impreso más apropiado
para la ciencia ficción porque, como ocurría con la palabra escrita, no había
que mostrar nada. Los efectos de sonido eran suficientes.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 116
El escritor de ciencia ficción está situado al frente de una
locomotora que atraviesa el paisaje a toda velocidad. No importa cuán lejos ni
cuán rápido va la locomotora, el escritor mira hacia delante y tiene una
perspectiva infinita.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 122
Si van a escribir relatos cortos de ciencia ficción, no se
olviden de probar con Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine, y suscríbanse a
ella para saber lo que buscamos. Admito que esto es un poco de publicidad, pero
no me importa.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 124
Liberemos a las mujeres, y los hombres también nos
liberaremos.
Isaac Asimov
Viaje a la ciencia, página 128
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