El acto de vivir el propio destino incluye una serie de
etapas que exceden en mucho a nuestra comprensión, y cuyo objetivo es siempre
reconducirnos al camino de nuestra Leyenda Personal; o hacer que aprendamos las
lecciones necesarias para cumplir el propio destino. Pienso que puedo ilustrar
mejor lo que digo contando un episodio de mi vida.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 2
Hay cosas que son colocadas en nuestras vidas para
reconducimos al verdadero camino de nuestra Leyenda Personal. Otras surgen para
que podamos aplicar todo aquello que aprendimos. Y, finalmente, algunas llegan
para enseñarnos.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 3
No siempre los planes del Señor concuerdan con el lugar
donde estamos o con lo que en ese momento sentimos, pero te garantizo que Él
tiene una razón para todo esto.
—Admiro tu fe.
El levita miró hacia el cielo, como si reflexionase un poco. Después se giró hacia Elías.
—Ni admires ni creas tanto: fue una apuesta que hice conmigo mismo. Aposté que Dios existe.
—Eres un profeta —contestó Elías—, también oyes voces y sabes que hay un mundo más allá de éste.
—Puede ser mi imaginación.
—Tú ya viste las señales de Dios —insistió Elías, comenzando a preocuparse con los comentarios de su compañero.
—Puede ser mi imaginación —fue de nuevo la respuesta—. En realidad, la única cosa que tengo en concreto a mi favor es mi apuesta: me dije a mí mismo que todo esto venía del Altísimo.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 7
Desde su infancia, oía voces y conversaba con los ángeles.
Sus padres le aconsejaron consultar a un sacerdote de Israel quien, después de
hacer muchas preguntas, lo identificó como un nabí, un profeta, un «hombre del
espíritu», aquel que «se exalta con la voz de Dios».
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 8
«Ya pasará. Tal vez demore una generación, pero pasará»,
continuaba pensando Elías.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 2
Cuando un hombre camina en dirección a su destino, se ve
forzado muchas veces a cambiar de rumbo. Otras veces, las circunstancias
externas son más fuertes, y se ve obligado a acobardarse y ceder. Todo esto
forma parte del aprendizaje.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 22
El secreto es éste: no desistir.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 22
Hay momentos en que las tribulaciones se presentan en
nuestras vidas y no podemos evitarlas. Pero están allí por algún motivo.
—¿Qué motivo?
—Es una pregunta que no podemos responder antes ni durante las dificultades. Sólo cuando ya las hemos superado entendemos por qué estaban allí.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 30
—Hoy has estado con un ángel del Señor.
—Sí —respondió Elías—. Pero los ángeles del Señor no conversan con los hombres; se limitan a transmitir las órdenes que emanan de Dios.
—Usa tu poder —dijo el ángel de la guarda.
Elías no entendió qué quería decir con esto.
—No tengo ninguno. Sólo el que me viene del Señor.
—Nadie tiene. Pero todo el mundo tiene el poder del Señor, y nadie lo usa.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 43
—¿Ves la Quinta Montaña? —preguntó Elías—. De cada lado que
mires te parecerá diferente, aunque sea la misma montaña. Así sucede con todo
cuanto fue creado: muchas caras del mismo Dios.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 52
Cuando Elías llegó a la ciudad, el gobernador había mandado
difundir rumores sobre la maldición que el extranjero traía consigo; así, si la
amenaza de guerra se hiciera insoportable, siempre podría culpar a su presencia
como la principal razón del desastre. Los habitantes de Akbar quedarían
convencidos de que, con la muerte del israelita, el universo volvería a su
lugar.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 53
—Cuando atrasamos la cosecha, los frutos se pudren —insistió
el comandante—, pero cuando atrasamos los problemas, no paran de crecer.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 53
—Envía a un emisario para negociar con ellos —dijo Elías—.
El mejor guerrero es aquel que consigue transformar al enemigo en amigo.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 53
En el pasado existía solamente la Quinta Montaña. Hombres y
dioses vivían juntos, paseaban por los jardines del Paraíso, conversaban y
reían entre sí. Pero los seres humanos habían pecado y los dioses los
expulsaron de allí. Como no tenían dónde enviarlos, terminaron creando la
Tierra alrededor de la montaña, para poder arrojarlos allí, mantenerlos bajo su
vigilancia y hacer que siempre recordaran que estaban en un plano muy inferior
al de los moradores de la Quinta Montaña. No obstante, se cuidaron de dejar
abierta una puerta de retorno: si la humanidad siguiese bien su camino trazado,
terminaría regresando a lo alto de la montaña. Y, para no dejar que esta idea
fuera olvidada, encargaron a los sacerdotes y a los gobernantes que la
mantuvieran viva en la imaginación del mundo.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 55
—¿Qué es un profeta?
—Alguien que continúa escuchando las mismas voces que oía en la infancia. Y cree en ellas. De esta manera, puede saber lo que piensan los ángeles.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 63
A cada edad de un hombre, el Señor le da sus propias
inquietudes.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 80
—¿Dios desaparecerá de las palabras? —preguntó la mujer.
—Continuará en ellas —respondió Elías— pero cada persona será responsable ante Él por todo lo que escriba.
Ella sacó de la manga de su ropa una tablilla de barro, con alguna cosa escrita.
—¿Qué significa? —preguntó Elías.
—Es la palabra amor.
Elías mantuvo la tablilla en las manos, sin valor para preguntar por qué le había entregado aquello. En aquel pedazo de arcilla, unos cuantos trazos resumían la causa de que las estrellas continuaran en el cielo y los hombres caminaran por la tierra.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 83
» Él cree que el enemigo tiene miedo. No sabe que los
guerreros asirios están bien entrenados: en cuanto entran en el ejército,
plantan un árbol, y todos los días saltan por encima del lugar donde está la
semilla. La semilla se transforma en brote, y ellos saltan por encima. El brote
se transforma en planta, y ellos continúan saltando. No les molesta ni lo
consideran una pérdida de tiempo. Poco a poco el árbol va creciendo, y los
guerreros van saltando más alto. Así, ellos se preparan con paciencia y
dedicación para superar los obstáculos.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 85
—¿Cuál de nosotros es mejor en el uso de la espada?
—preguntaba un guerrero.
—Ve hasta el sitio donde el espía fue lapidado ayer —dijo el comandante—; agarra una piedra e insúltala.
—¿Por qué tengo que hacer eso? La piedra no me responderá.
—Entonces, atácala con la espada.
—Mi espada se romperá —dijo el soldado—. Y no fue eso lo que pregunté; yo quiero saber quién es mejor en el uso de la espada.
—El mejor es el que se parece a una piedra —respondió el comandante—. Sin desenvainar la espada, consigue probar que nadie podrá vencerlo.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 89
—Todas las batallas en la vida sirven para enseñarnos algo,
inclusive aquellas que perdemos. Cuando crezcas, descubrirás que ya defendiste
mentiras, te engañaste a ti mismo o sufriste por tonterías. Si eres un buen guerrero,
no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 90
—Sólo una pregunta —dijo Elías—. ¿Por qué quieres ver
sacrificar al pueblo de tu país?
—Porque es necesario matar una idea.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 95
—¿Qué es lo pasajero? —preguntó Elías.
—Lo inevitable.
—¿Y lo definitivo?
—Las lecciones de lo inevitable.
Diciendo esto, el ángel se alejó.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 97
El miedo va hasta donde lo inevitable comienza; a partir de
ahí, pierde su sentido. Y todo lo que nos queda es la esperanza de haber tomado
la decisión adecuada.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 104
«Que se cumplan los designios de los dioses. Que los cielos
no caigan sobre la Tierra, porque hicimos todo como es debido, y obedecimos a
la tradición», concluyó él.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 107
«En el amor de una mujer descubrí el amor por todas las
criaturas —rezaba en silencio—. La necesito. Sé que el Señor no se olvidará de
que soy uno de Sus instrumentos, quizás el más débil de los que escogió. Ayúdame,
Señor, porque necesito reposar tranquilo en medio de las batallas».
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 108
Estabais tan preocupados por vuestras costumbres que os
olvidasteis de que las cosas cambian.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 116
«Han perdido hasta el sentimiento de rabia», pensó, mirando
a lo alto de la Quinta Montaña, cuya cumbre continuaba cubierta por sus nubes
eternas. Entonces recordó las palabras del Señor: Lanzaré vuestros cadáveres
sobre los cadáveres de vuestros dioses; mi alma se hastiará de vosotros.
Vuestra tierra será asolada, y vuestras ciudades quedarán desiertas. En cuanto
a los que de vosotros quedaren, os pondré en el corazón tal ansiedad que el
ruido de una hoja movida os perseguirá. Y caeréis sin que nadie os persiga.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 136
—No hacemos esto por ellos ni por nosotros —respondió
Elías—. Ella trabaja para demostrar a un niño que aún existe un futuro y yo para
demostrar que ya no existe el pasado.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 139
El gobernador le había explicado cierta vez que, según la
tradición fenicia, toda ciudad era un tercer punto, el elemento de unión entre
la voluntad del Cielo y la voluntad de la Tierra. El Universo hacia que la simiente
se transformase en planta, el suelo permitía que la planta se desarrollara, el
hombre la recogía y la llevaba a la ciudad, donde consagraban las ofrendas a
los dioses que después eran dejadas en las montañas sagradas… Aun sin haber
viajado mucho, Elías sabía que esta visión era compartida por muchas naciones
del mundo.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 142
» Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a
ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir
con todas sus fuerzas aquello que desea.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 2
Reconstruir Akbar. Lo que Elías juzgaba ser un desafío a
Dios era, en verdad, su reencuentro con Él.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 143
—Cuando un guerrero lucha con su instructor, ¿acaso lo está
ofendiendo?
—No. Es la única manera de aprender la técnica precisa.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 143
Elías y el niño llegaron al pie de la Quinta Montaña. La
vegetación había crecido entre las piedras de los altares; desde la muerte del
sacerdote, nadie aparecía por allí. —Vamos a subir —dijo. —Está prohibido. —Sí,
está prohibido. Pero eso no quiere decir que sea peligroso. Lo cogió de la mano
y empezaron a caminar en dirección a la cumbre. De vez en cuando se detenían y
contemplaban el valle allí abajo; la ausencia de lluvia había dejado marcas en
todo el paisaje y, con excepción de los campos cultivados en torno de Akbar, el
resto parecía un desierto tan duro como los de las tierras de Egipto. —Escuché
a mis amigos decir que los asirios volverán —dijo el chico. —Es posible, pero
valió la pena lo que hicimos; fue la manera que Dios escogió para enseñarnos.
—No sé si Él se preocupa mucho por nosotros —dijo el chico—. No necesitaba
haber sido tan duro. —Debe de haber intentado otras maneras, hasta descubrir
que no lo escuchábamos. Estábamos demasiado acostumbrados a nuestras vidas, y
ya no leíamos Sus palabras. —¿Dónde están escritas? —En el mundo que te rodea.
Basta prestar atención a lo que sucede en tu vida y descubrirás, en cualquier
momento del día, dónde esconde Él Sus palabras y Su voluntad. Procura cumplir
lo que te pide; ésta es la única razón de tu estancia en este mundo. —Si lo
descubro, lo escribiré en las tablillas de barro. —Hazlo si quieres. Pero más
importante es que las escribas en tu corazón; allí ellas no podrán ser quemadas
ni destruidas, y tú las llevarás dondequiera que vayas.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 164
Las tristezas no se quedan para siempre, cuando caminamos en
dirección a lo que siempre deseamos.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 143
Cuando estamos en lo alto, somos capaces de ver todo
pequeño.
Paulo Coelho
La quinta montaña, página 167
La quinta montaña, página 2
La quinta montaña, página 3
—Admiro tu fe.
El levita miró hacia el cielo, como si reflexionase un poco. Después se giró hacia Elías.
—Ni admires ni creas tanto: fue una apuesta que hice conmigo mismo. Aposté que Dios existe.
—Eres un profeta —contestó Elías—, también oyes voces y sabes que hay un mundo más allá de éste.
—Puede ser mi imaginación.
—Tú ya viste las señales de Dios —insistió Elías, comenzando a preocuparse con los comentarios de su compañero.
—Puede ser mi imaginación —fue de nuevo la respuesta—. En realidad, la única cosa que tengo en concreto a mi favor es mi apuesta: me dije a mí mismo que todo esto venía del Altísimo.
La quinta montaña, página 7
La quinta montaña, página 8
La quinta montaña, página 2
La quinta montaña, página 22
La quinta montaña, página 22
—¿Qué motivo?
—Es una pregunta que no podemos responder antes ni durante las dificultades. Sólo cuando ya las hemos superado entendemos por qué estaban allí.
La quinta montaña, página 30
—Sí —respondió Elías—. Pero los ángeles del Señor no conversan con los hombres; se limitan a transmitir las órdenes que emanan de Dios.
—Usa tu poder —dijo el ángel de la guarda.
Elías no entendió qué quería decir con esto.
—No tengo ninguno. Sólo el que me viene del Señor.
—Nadie tiene. Pero todo el mundo tiene el poder del Señor, y nadie lo usa.
La quinta montaña, página 43
La quinta montaña, página 52
La quinta montaña, página 53
La quinta montaña, página 53
La quinta montaña, página 53
La quinta montaña, página 55
—Alguien que continúa escuchando las mismas voces que oía en la infancia. Y cree en ellas. De esta manera, puede saber lo que piensan los ángeles.
La quinta montaña, página 63
La quinta montaña, página 80
—Continuará en ellas —respondió Elías— pero cada persona será responsable ante Él por todo lo que escriba.
Ella sacó de la manga de su ropa una tablilla de barro, con alguna cosa escrita.
—¿Qué significa? —preguntó Elías.
—Es la palabra amor.
Elías mantuvo la tablilla en las manos, sin valor para preguntar por qué le había entregado aquello. En aquel pedazo de arcilla, unos cuantos trazos resumían la causa de que las estrellas continuaran en el cielo y los hombres caminaran por la tierra.
La quinta montaña, página 83
La quinta montaña, página 85
—Ve hasta el sitio donde el espía fue lapidado ayer —dijo el comandante—; agarra una piedra e insúltala.
—¿Por qué tengo que hacer eso? La piedra no me responderá.
—Entonces, atácala con la espada.
—Mi espada se romperá —dijo el soldado—. Y no fue eso lo que pregunté; yo quiero saber quién es mejor en el uso de la espada.
—El mejor es el que se parece a una piedra —respondió el comandante—. Sin desenvainar la espada, consigue probar que nadie podrá vencerlo.
La quinta montaña, página 89
La quinta montaña, página 90
—Porque es necesario matar una idea.
La quinta montaña, página 95
—Lo inevitable.
—¿Y lo definitivo?
—Las lecciones de lo inevitable.
Diciendo esto, el ángel se alejó.
La quinta montaña, página 97
La quinta montaña, página 104
La quinta montaña, página 107
La quinta montaña, página 108
La quinta montaña, página 116
La quinta montaña, página 136
La quinta montaña, página 139
La quinta montaña, página 142
La quinta montaña, página 2
La quinta montaña, página 143
—No. Es la única manera de aprender la técnica precisa.
La quinta montaña, página 143
La quinta montaña, página 164
La quinta montaña, página 143
La quinta montaña, página 167
No hay comentarios:
Publicar un comentario