Los maestros de Paititi


Desde siempre, el ser humano ha orientado su búsqueda hacia los secretos más profundos de la Tierra y el Universo. La sabiduría es como un gran faro, su luz guía a los barcos extraviados para que éstos puedan salir de la niebla tan densa que los rodea; no obstante, aunque todos puedan ver la luz del faro, no todos se atreverían a dejarse guiar por su luminosidad; quizá porque la ignorancia se precipita por un plano inclinado, mientras que la verdad tiene que ir penosamente cuesta arriba.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, Prólogo
 
 
Según los extraterrestres, el ser humano pasa por numerosas existencias para aprender, acumulando conocimientos y experiencias fundamentales para el ascenso evolutivo.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 7
 
 
Tenía catorce años cuando observé por primera vez un ovni —es decir, un objeto volador no identificado— En aquel entonces vivía con mis padres en una acogedora casa de Maranga (urbanización de Lima, Perú). Aún recuerdo todo con total nitidez.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 9
 
 
En estas comunicaciones, los extraterrestres hablaban de la necesidad de encaminar nuestra evolución sin desligarnos de la naturaleza espiritual que nos forma. Los mensajes afirmaban que dentro de nosotros existe una «llave», un recuerdo, el mismo que nos permitiría comprender el propósito profundo de la visita extraterrestre y el destino cósmico del ser humano…
Desde 1974, estos seres han venido contactando a diversas personas que se integrarían en un programa de asistencia planetaria, misión de contacto que tiene como clave activadora la palabra RAHMA, que significa «Sol en la Tierra» (RAH = Sol, MA = Tierra); es decir, una misión de ayuda donde el hombre debe irradiar luz al planeta, transformándose a sí mismo para lograr con ello el progresivo despertar de consciencia de la humanidad. Y es que, según los extraterrestres, todo ser humano tiene una misión por cumplir.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 10
 
 
Una noche, poco después de todo esto, cuando me encontraba descansando en mi habitación, me sentí sorprendido por una fuerte presencia a mis espaldas. Percibía como si me estuviesen observando, con intensidad y atención. ¡Realmente había alguien allí! Me volví al instante, y entonces vi claramente en la penumbra de mi habitación una silueta blanca, brillante, la misma que permanecía estática e irradiándome un profundo sentimiento de paz. El destello de luz era tal que me impedía ver el rostro del ser ante quien me encontraba, sólo pudiendo determinar —por los contornos de la luminosa figura— que este personaje llevaba un manto o una túnica. Armándome de valor ante lo desconocido le pregunté quién era, de dónde procedía. Me asusté cuando este incógnito visitante empezó a hablarme con mi propia voz, diciéndome que lo que observaba era una proyección lumínica enviada por él desde su ubicación real: una ciudad subterránea escondida en las selvas de Madre de Dios, en el Parque Nacional del Manú, ¡en Perú! Con marcada seriedad me dijo «que había llegado el momento» de establecer el contacto, y que debíamos prepararnos para realizar diversos viajes a los Retiros Interiores de la Gran Hermandad Blanca. Por si todo esto fuera poco, mencionó que en Cusco tendríamos un encuentro con el Guardián del Templo, un emisario enviado por ellos con el objetivo de entregarnos importantes indicaciones para nuestra preparación. El marco para esta experiencia serían unas cavernas del Huayna Picchu, la montaña sagrada que se alza a un lado de la conocida ciudadela de Machu Picchu. Luego, disertó sobre el lago Titicaca como un lugar sagrado y de gran importancia para nuestra experiencia de contacto; y de Tiahuanaco como el remanente de una ciudad-templo que floreció hace miles de años. Allí también deberíamos viajar, pero ello no era todo: estos viajes culminarían en una expedición al Paititi, la supuesta ciudad perdida de los incas, desde donde este ser estaría enviando su imagen holográfica (¡!). Sin preámbulos de ningún tipo me describió el lugar donde estaría ubicado el Paititi, donde supuestamente, existirían especies de animales gigantescos que la ciencia actual considera desaparecidos (¿?). Asimismo, la flora que allí se encuentra posee la cura a las más terribles enfermedades que, hoy por hoy, aquejan a la humanidad. En aquella inhóspita selva existiría una gran civilización que habría sabido mantenerse en silencio durante mucho tiempo. Según lo que me transmitió, conforme se fueran desarrollando los viajes conectaríamos con un disco metálico, una llave que abre un túnel entre los mundos paralelos: «El Disco Solar no es una representación de la estrella que mantiene en equilibrio este sistema planetario —afirmó el ser—, es la imagen del Sol Central de la galaxia, aquel que alimenta a la Tierra con la energía de la Luz Violeta, por ello se le denomina Sol Manásico, que a su vez es la representación del Padre-Madre Creador. Es el emblema de la Hermandad...». De pronto, tras un monólogo que duró más de una hora —como si todo hubiese estado «grabado»—, se quedó en silencio unos interminables segundos para decirme que ya nos habíamos conocido en otro tiempo y en otro lugar. Entonces me explicó que las visiones que había tenido formaban parte de todo ello. Sin embargo, el momento de comprender aún no había llegado. Tendría que esperar para saber, y prepararme para asimilar futuras responsabilidades. Esta insólita experiencia terminó por convencerme de la realidad de futuros viajes de contacto, incluso al Paititi, tal como los Guías extraterrestres nos lo venían anunciando en las comunicaciones (quisiera dejar claro que al utilizar la palabra «Guía» o «Maestro», me refiero a un ser que es vehículo de orientación y conocimiento, sin que ello signifique que estos seres asuman un rol jerárquico que reste mérito a nuestro propio proceso de aprendizaje. Ellos tan sólo buscan activar un recuerdo que yace dormido en nuestra consciencia; y a menudo nos han dicho que no hay mejor Maestro que uno mismo.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 12
 
 
Paititi es considerado en la actualidad por diversos investigadores como el enigma arqueológico de Sudamérica; sin embargo, no ha sido hallado y para algunos historiadores la misteriosa ciudad perdida sigue siendo tan sólo una leyenda. Se dice que, en las selvas de Madre de Dios, en la zona sur oriental de Perú, existe una ciudad de piedra, con estatuas de oro erigidas en amplios jardines. Lo interesante de Paititi es que las «leyendas» señalan que hasta hoy en día el Imperio amazónico se encuentra en plena actividad, y por si esto fuera poco, se afirma además que es el lugar donde mora el último Inca, esperando el momento de retornar al «mundo de afuera» para restituir el orden que se rompió en el pasado.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 14
 
 
Hace miles de años, 32 seres extraterrestres que representaban a distintas civilizaciones unidas por las Fuerzas de la Luz, llegaron a la Tierra para establecer el Gobierno Interno Positivo del planeta. La Gran Hermandad Blanca sería entonces la fuerza antagónica a la oscuridad que se había establecido en nuestro mundo bajo la consigna de inducir al hombre al estancamiento, ocultándole su real identidad y misión dentro del orden de un Plan Cósmico. Estos 32 Maestros extraterrestres se asentaron en lo que hoy se conoce como el desierto de Gobi en Mongolia, (Según los testimonios geológicos del lugar, el antiguo desierto de Shamo (Gobi) estuvo parcialmente cubierto por las aguas. Hoy en día las arenas del desierto asiático ocupan un área aproximada de un millón de kilómetros cuadrados) fundando así la luminosa Shambhala, capital o centro matriz del reino intraterrestre de Agharta.
Una vez establecidos en galerías subterráneas, archivaron la historia de la humanidad y del Universo Local (Andrómeda y sus respectivas galaxias «satélite», entre las que se encuentra nuestra Vía Láctea) recurriendo al Registro Akáshico y grabando la información en cristales y en planchas metálicas de ingeniosas aleaciones.
 
La palabra «Akáshico» proviene del sánscrito Akásha, que significa «éter», por lo tanto, el lugar donde quedan impresos los pensamientos y acciones del ser humano estaría ubicado en un plano etérico, sutil, conformado por vibraciones magnéticas.
 
Los Guías extraterrestres mencionan que el cinturón magnético de Van Alien, que dicho sea de paso forma parte del aura azul de la Tierra, es el Archivo Akáshico que registra todas las emociones y acciones del ser humano, de tal forma que, si alguien llegase a conectarse con él, observaría acontecimientos que ya ocurrieron, como la lamentable Guerra del Golfo Pérsico, o las maravillosas enseñanzas de Mahatma Gandhi, antes de que fuera asesinado por un fanático hindú. Y para ir más lejos, incluso se podría conocer lo que muy probablemente se desataría en el futuro por consecuencia lógica de lo que ya ha ocurrido. Es la misma ley de Causa y Efecto manifiesta en estos anales de la historia cósmica que, al moverse en una dimensión atemporal, no hay límites para lo que el hombre pueda conocer.
 
De igual forma ocurre con el ser humano, ya que en su aura (cuerpo electromagnético que rodea a los seres vivos) se encuentra un Archivo Akáshico «personal», donde han quedado impresos los pensamientos y acciones a lo largo de vidas sucesivas. El sonido o vibración que se desprende del aura, «traducido» a palabras como una onomatopeya mágica, conforma el Nombre Cósmico de la persona. Por ello, la vocalización o meditación en este nombre clave se constituye en un camino seguro al conocimiento interno, y una llave a registros reencarnativos que nos ayudan a desvelar nuestra misión personal.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 16
 
 
La «Casa del Descanso» (traducción del quechua Samanahuasi) es la obra de fuerzas superiores a través de don Antón Ponce de León, quien guiado por unos misteriosos Maestros que lo acompañaron desde su niñez construyó este hogar donde se alberga a muchos niños desamparados, brindándoles de esta forma abrigo, alimento, cariño y educación.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 22
 
 
La figura del rombo juega un papel muy importante en el significado profundo de la clave activadora RAHMA, que como sabemos significa «Sol en la Tierra». En el rombo se encuentra una interpretación geométrica, sobre todo por la estrecha relación que guarda nuestra experiencia de contacto con el mensaje de la denominada Orden de los Esenios.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 30



El nombre esenio deriva de la palabra egipcia Kashaij que significa «secreto»; y es en secreto, aunque suene contradictorio, como se dan a conocer las grandes enseñanzas: «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha», dijo Jesús, que para algunos estudiosos podría ser el «Maestro de Justicia» de los esenios.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 31
 
 
Hoy en día aparece en las comunicaciones de los Guías extraterrestres (psicografías) la figura del rombo, y cabe mencionar que éste fue el símbolo sagrado de los esenios —con una cruz en el medio, representando al hombre con los brazos abiertos—. Estaba claro que la interesante geometría de la Gran Pirámide de Tanpu traía un mensaje que estaba plasmado en sus cimientos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 31
 
 
Se preguntan por qué tenían que venir hasta aquí para llegar a tan importante conclusión. Deben entender que de esta manera la enseñanza no sería olvidada, saben bien el valor que poseen aquellas cosas que nos costaron mucho poder realizar. Además, este lugar es testigo del desarrollo de una cultura milenaria. La memoria de los sacerdotes incas perdura en el ambiente. Ellos mantuvieron contacto con la Gran Hermandad Blanca de los Retiros Interiores y ahora la tradición santa continúa con todos aquellos que asumen ese rol: ser depositarios de la Antigua Sabiduría. Todo es más grande de lo que parece, incluso estas ruinas, hay muchas cosas que aún no han vislumbrado los estudiosos. Esta ciudad de piedra fue escenario de magnas ceremonias, solares y lunares. Estas actividades se desarrollaban en la Pirámide del Sol y en la Pirámide de la Luna. El pico más alto de esta montaña fue hace mucho tiempo esa pirámide de culto solar de la cual les hablo, y es en sus entrañas donde están los cuerpos de los nobles sacerdotes del Imperio. Este fue el lugar que se eligió como necrópolis sagrada. El acceso a las salas subterráneas está cortado. Así lo dispusieron los Maestros, hasta que llegara el momento.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 44
 
 
El lenguaje simbólico que se desprende de cuanto nos acontece es una clara señal de que por todos los medios llega la enseñanza. Meditábamos en que inicialmente fueron 32 civilizaciones extraterrestres las que constituyeron el Gobierno Interno Positivo del planeta —cada una de ellas representada por una entidad-civilización que vino a nuestro mundo—, v que en este tiempo la civilización que ocupe el «lugar 33» debe ser la humanidad. Por ello la constante observación de la clave numérica 33 en matrículas de automóviles, en la hora, la numeración al pie de página de un libro, entre otras; desde luego, es una forma de recordarnos nuestra misión de ser puente con el Universo. No es extraño entonces que muchas personas se «encuentren» a menudo con esta clave activadora de la consciencia.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 47
 
 
El día 5 y 6 la Confederación había programado la experiencia del Xendra Gimbra, procurando con ello darnos mayor información sobre futuros viajes a los Retiros Interiores de la Gran Hermandad Blanca. Un Xendra es una puerta dimensional creada gracias a la avanzada tecnología extraterrestre. Esta puerta, que suele aparecer como una media luna brillante posada en el suelo, corta el espacio-tiempo, permitiendo «transportar» a una o más personas hacia otro lugar, como por ejemplo a una de las bases extraterrestres que se encuentran en el fondo marino frente a las costas de Chilca, o quizá a Morlen (Ganimedes). El término Gimbra define al portal Xendra colectivo, es decir, lo pueden cruzar grupos de personas. Una experiencia de este tipo no es física, ya que el arco de energía se mueve en lo que podríamos denominar «plano astral». Sólo en algunas experiencias personales de portales Xendra se llega a vivir una experiencia casi física. Utilizo el término «casi físico» ya que, al movernos a través de puertas interdimensionales y en realidades paralelas, como hoy lo estudia la física cuántica, no tenemos la entera certeza de los mecanismos de transporte que se emplearon. En verdad, es impresionante el avance que han logrado estas civilizaciones extraterrestres en la apertura y control de puertas dimensionales. Volviendo al Xendra Gimbra, esta experiencia, más sutil y energética, actúa de manera especial en la mente del contactado, expandiendo su consciencia a niveles superiores de conocimiento. También incide en el correcto alineamiento de los cuerpos sutiles y centros de energía del cuerpo humano (estos centros de energía son conocidos también como chakras).
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 51
 
 
Aun estando en el interior del Xendra, podía observar el singular movimiento de las naves; las observaba girar bruscamente sobre el lugar del contacto, como si estuviesen marcando el sitio. En ese instante, mientras admiraba el magistral desplazamiento de aquellos ingenios voladores, una inesperada imagen me sacaría de mi distracción. A pocos metros frente a mí aparecían unos peldaños, muy blancos y luminosos; parecían subir hacia el mismísimo espacio. A pesar de que no era la primera vez que me enfrentaba a una experiencia de puerta dimensional, confieso que no guardaba la menor idea de lo que tenía que hacer. «Cierra los ojos y acércate», oí claramente estas palabras en mi cabeza.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 52
 
 
«Cierra los ojos y acércate», insistió nuevamente la voz y esta vez pude identificar en ella al Guía Xendor. Xendor es el único hijo de una pareja humana, desde muy niño fue adiestrado en Ganimedes logrando de esta forma un alto nivel de evolución.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 53
 
 
Los Guías extraterrestres entregaron los Cristales de Cesio a varios miembros de los grupos, procurando con ello un mayor compromiso en el interior del programa de contacto. Los Cristales de Cesio aparecen en las palmas de las manos como un destello blanco-brillante, el mismo que podría adquirir —-no necesariamente— la forma de dos pequeñas pirámides. La sensación de peso y calor en las palmas de las manos es también una señal de que la experiencia se está dando. Al recibir estos cristales, la persona debe cruzar las manos a la altura del pecho, para así integrarlos en su cuerpo, y a partir de ese instante los cristales adquieren la forma de una estrella de seis puntas, símbolo que anteriormente mencioné como la representación de la Confederación de Mundos de la Galaxia y del equilibrio de fuerzas en el hombre. Los Cristales de Cesio cumplen una función de catalizadores. A treinta y tres mil años luz de la Tierra, en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, existe un «Sol Central». Esta estrella envía radiaciones de luz violeta que están llegando a nuestro Sistema Solar. La luz violeta genera transformaciones a todo nivel, por tanto, debemos estar preparados para recibirla, teniendo en cuenta, incluso, que la radiación podría ser nociva si no nos encontramos equilibrados tanto física como energéticamente. Los Cristales de Cesio permiten una mejor asimilación de esta poderosa energía cósmica. Los Cristales de Cesio son también una herramienta más que necesaria para interpretar correctamente la abundante información que está llegando; es decir, actúan como decodificadores, facilitando al contactado una llave al conocimiento secreto.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 53
 
 
Muchas leyendas de Perú y Bolivia son prisioneras del lago, en especial la que trata sobre el origen de los incas. Manco Cápac y Mama Ocllo bajo las órdenes del Astro Solar, «emergieron» del lago Titicaca para ser la guía y orientación de los pueblos que vivían en un estado de barbarie. Según la leyenda, estos enigmáticos personajes poseían un bastón de oro y, donde se detenían, lo clavaban en la tierra. 68 En un determinado punto, el bastón se hundía totalmente: se había encontrado el lugar propicio para iniciar el desarrollo de una de las culturas más importantes del mundo. Así se habría iniciado el Imperio del Tawantinsuyo (Tawa significa «cuatro» y Suyo «región») teniendo como primer Inca o «Señor» a Manco Cápac.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 4



Los indios Aymarás denominan a Tiahuanaco Wiñaymarca, lo que en buen castellano significa «Ciudad Eterna».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 64
 
 
Después de contemplar el lago Titicaca retornamos al hotel. Allí, durante una meditación, recibimos información de los Guías de Venus a través de la práctica de psicografía. Entre otras cosas nos dijeron lo siguiente: El viaje tendrá una connotación simbólica en todo momento. Las claves numéricas actuarán como un despertador [...].
 
Estarán en Tiahuanaco, que fue una antigua sede física de los Mentores, Grandes Maestros del Gobierno Interno Positivo[...]. Saben que cada ciudad y cada templo eran construidos sobre vórtices de energía. Tiahuanaco está asentada en poderosas líneas de fuerza que actúan como una fuente de creación de puertas interdimensionales
[...].
Antiguamente, los Maestros formaban un triángulo y trasladaban estas energías, concentrándolas y creando puertas en mundos paralelos para poder guardar allí el conocimiento [...]. Conecten con los Maestros y con los Archivos. No estarán solos. Desde allí es un buen lugar para rodear de luz el camino a Paititi.
 
ANITAC, SAMPIAC, Titinac, CERES y RUMILAC (29/7/96)
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 64
 
 
 
 
 
Es atrayente conocer el posible significado etimológico de Ja palabra Tiahuanaco: Tia, en aymará, quiere decir «dios»; huan significa «de dios», y aka, significa «esto». Entonces Tiahuanaco se traduciría como «esto es de dios», un nombre que ya de por sí denota para qué fue utilizado Tiahuanaco: como un templo sagrado.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 65
 
 
Esta puerta monolítica (de Tiahuanaco) mide tres metros de alto por cuatro de ancho y su peso ha sido estimado en la no modesta cifra de ¡diez toneladas! Lo más intrigante del monumento pétreo se halla en el frontis, donde aparecen tallados unos extraños signos. En la parte superior, en el centro, se halla la figura de un misterioso personaje con una vara en cada mano (¿símbolo de dualidad?). Se ha querido identificar este grabado como una alegórica representación del «dios» Viracocha. Pues es un «dios» que llora, ya que claramente se ven unas lágrimas en el grabado que el artista por alguna razón debió de colocar allí. ¿Por qué? No es la primera vez que observamos a una divinidad llorando en algún grabado andino. Para nuestro asombro encontramos la «teoría» de que Viracocha no lloraba, sino que los orificios —que representan claramente unas lágrimas— eran la simulación de unas gemas de una máscara ritual…
No obstante, lo que más intriga del Inti Punku es que la puerta en sí no conduce a ningún lugar, al menos físicamente hablando. Para explicar esto algunos arqueólogos afirman que la construcción no está completa, teorizando que la puerta formaba parte de una especie de templete. Hasta hoy en día no sabemos que se hayan encontrado otras partes del hipotético templete. Al margen de ello, creemos que la puerta sí conecta con algún lugar, pero que no se encuentra en el mundo físico que conocemos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 67
 
 
Al charlar con él, observamos que sabía muy bien de lo que hablaba. Sergio seguía las instrucciones de un misterioso Maestro andino, que lo estaba preparando para ser en el futuro un Alto MisayoCj (Emisario de las alturas. Sacerdote andino que se encuentra en contacto con los espíritus de las montañas o Apus. Se le suele atribuir poderes sobrenaturales.) y debido a ello Sergio conocía «ciertas cosas» que están reservadas sólo para los iniciados... Nos acomodamos todos en una de las habitaciones, mientras escuchábamos atentos las historias que Sergio nos contaba. Empezamos hablando de los túneles subterráneos o Chinkanas incas. Es muy conocido que en la fortaleza de Sacsayhuamán y en la Zona X existen estos laberintos intraterrenos, donde en alguna oportunidad se habría encontrado una Mascaipacha (corona dorada que utilizaba el Inca). Según nuestro amigo, existiría un túnel en la localidad de Chincheros, específicamente en el Templo de la Pachamama, el mismo que comunicaría con el Templo del Sol o Qoricancha, en la ciudad de Cusco. Hablamos también de los túneles de Tiahuanaco, desde donde el primer inca se movilizaría para encontrar «El Ombligo del Mundo» y así fundar el Imperio del Tawantinsuyo.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 71
 
 
Emisario de las alturas. Sacerdote andino que se encuentra en contacto con los espíritus de las montañas o Apus. Se le suele atribuir poderes sobrenaturales.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 76
 
 
Se dice que en esta laguna (de Urcos) los sobrevivientes del Imperio inca que huían al Paititi arrojaron sus piezas de oro. Se hace alusión por lo general a una cadena, presuntamente parte de los' ornamentos y adornos rituales que llevaba consigo Atahualpa; ésta llevaría una maldición que haría presa en algún infortunado cazador de tesoros. Por otro lado, no es menos interesante lo que nos contaron los pobladores de Urcos sobre las apariciones que en dicho lugar se suscitan. Según lo que nos afirmaron, por la noche canta una «sirena», que tendría como disimulada residencia una caverna en las profundidades de la laguna. Nos dijeron que más de uno había escuchado sus cantos, una seductora melodía que llegaba hasta las casas del pueblo. Por si esto fuera poco, se nos aseguró que no sólo la habían escuchado, sino que también la habrían visto. A pesar de que nosotros estábamos familiarizados con experiencias que suelen ser debate de realidad o fantasía entre crédulos y escépticos, no nos tomamos muy en serio lo que escuchamos. Cierto es que la laguna de Urcos despide un aroma de misterio, quizá por las historias que giran sobre sus tranquilas aguas. Su imagen en el atardecer andino es conmovedora e inolvidable. Ya por la noche, podíamos ver las estrellas reflejadas en su superficie, a manera de un gran espejo que nos mostraba la grandeza del Universo, colmado de incontables estrellas.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 76
 
 
Una voz masculina me interrumpió diciéndome: No deben complicarse por las responsabilidades futuras. Vemos que toman demasiada atención en comprender qué significa ser un Maestro de la Gran Hermandad Blanca. 83 Analicemos así la palabra Maestro: Ma es la Tierra, la Madre, el Hogar. La Tierra no es sólo el suelo que pisan, sino también lo que hay bajo el suelo y lo que se halla en los cie los; todo ello forma parte de la estructura planetaria. Hablamos de un concepto antiguo que de seguro recordarán haber visto en la sabiduría Inca: Janan Pacha, Cay Pacha, y Ucu Pacha. Los tres «mundos» del Imperio del Sol Pues al descomponer de esta forma la palabra Maestro, vemos que significaría «Maestres», es decir, que la Tierra guarda un equilibrio, donde el número tres representa a su vez los tres planos de preparación: el Físico, el Mental y el Espiritual. Seguro que se preguntarán qué relación existe en ser un Maestro al servicio del Plan con lo antes expuesto. Pues un verdadero Maestro conoce y respeta el hábitat que ocupa, en este caso la Tierra. Y al cumplirse esto, el Maestro se funde con su verdadero hogar, el Cosmos. El Maestro es un ser integral, por ello no descuida el trabajo en los tres planos. Pronto comprenderán la relación que guarda el planeta azul y la preparación trina con la responsabilidad de llevar una enseñanza al prójimo Estén tranquilos porque cumplirán con los objetivos. Los seis son como las cuerdas de una guitarra: cada uno emite una vibración diferente, pero al juntarse emiten un acorde de agradable música... Era Alcir, estaba totalmente seguro de que se trataba de él.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 78
 
 
 
«¿Por qué dudan? ¡Las puertas están abiertas...!».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 80
 
 
Antes de partir de Ocongate, recordábamos en una interesante conversación la apertura de las doce puertas dimensionales existentes; pero algo nos decía interiormente que existía una «Puertal3». Era tan sólo una seguridad de su existencia, y según lo que sentíamos, la presunta puerta trece tenía una estrecha relación con el viaje que estábamos haciendo. Ya era conocido por nosotros que el número 13 representaba al Paititi —esto según las comunicaciones — pero ¿qué era específicamente la «Puerta 13»? Antes de seguir creo que es necesaria una breve explicación para aquellos lectores que desconozcan la existencia de las puertas dimensionales que he mencionado.
 
Los Guías extraterrestres nos han hablado de la «estructura» del Universo, constituido por tres planos: uno Físico, uno Mental y un plano Espiritual.
 
Cada uno de estos píanos contiene distintas dimensiones o Niveles de Consciencia donde se desarrollan diferentes formas de vida. A saber, nuestro Universo está formado de la siguiente manera:
 
Plano Material SepternaL Contiene siete dimensiones. Es el plano físico donde se desenvuelve el hombre, específicamente en tránsito de la tercera a la cuarta dimensión. Los Guías de Morlen (Ganímedes), por ejemplo, se encontrarían en la quinta dimensión. Los seres que se desenvuelven en dicho plano son obviamente físicos, pero conforme vamos ascendiendo en las dimensiones nos encontramos con seres materiales, pero de una vibración más sutil.
 
Plano Mental Septernal. En él se hallan tres dimensiones. Es el plano de la mente y, por tanto, los seres que se encuentran allí no poseen cuerpo físico
 
—no lo necesitan—. Son seres de energía, con un gran poder de creación. El plano mental habría «creado» al plano material a través de una gran explosión cósmica, que nuestros científicos han denominado «Big-Bang», la singularidad en el Universo —según los Guías, este «Universo» que estamos conociendo sería una de tantas creaciones en el plano material—. Los extraterrestres afirman que el cosmos se expande y se contrae como los latidos de un corazón humano o como la respiración del dios indio Brahma.
 
Plano Espiritual Esencial. Contiene dos dimensiones. Es el plano del espíritu, de la «esencia». Este plano «emanó» al mental. Entonces, hablamos de doce dimensiones a lo largo de tres planos en el Universo.
 
Pero ¿en qué plano o dimensión se encuentra Dios? Dios se encuentra en todos los planos, en todas las dimensiones, en todos los seres.
 
En el transcurso del desarrollo de la experiencia de contacto, se han venido realizando trabajos de conexión con estas doce dimensiones. Ya sea en Egipto, Paititi o en cualquier lugar magnético del mundo —y no sólo nuestros grupos de contacto, sino muchos otros que han ido trabajando por el cumplimiento del Plan Cósmico—, se han consolidado las conexiones, efectuándose la última —es decir, la de la llamada «puerta 12:12»- el 12 de diciembre de 1993.
 
El interrogante que teníamos recaía sobre la existencia de una supuesta puerta trece. Después de meditar mucho sobre ello llegamos a la conclusión de que esta «puerta» debía ser interna, lo cual explicaría la naturaleza espiritual del viaje y la verdadera conexión interdimensional que debíamos alcanzar. Afortunadamente, más tarde tendríamos la confirmación a todo esto. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, según lo que los Guías nos afirmarían posteriormente, no se trataba sólo de trece puertas, sino de catorce...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 82
 
 
 
Esta vez, sería la misma fecha de partida del pueblo de Ocongate: el 8 del 8, número que de por sí ya nos situaba en una vibración ascendente. El 8 es «volver a los orígenes», y curiosamente estábamos partiendo 8 años después del 8 del 8 del 88 (o sea el 8 de agosto de 1988), año en que se empezó a producir un gran cambio en el ámbito planetario. También fue el año en que se iniciaría mi aventura en el contacto extraterrestre a raíz de un avistamiento de ovnis. Ello nos indica que nada es fruto del azar, por el contrario, es la demostración concreta de que estamos siguiendo un derrotero, una programación, el Plan Cósmico al que tanto he hecho mención en estas líneas. Las claves seguirían apareciendo, cual coordenada matemática que nos situaba en el lugar y en el momento preciso.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 84
 
 
«¡Mordac! —una voz me llamó por mi Nombre Cósmico—, ¿por qué dudas si sabes que estamos aquí? Haz lo que debes hacer y no dudes más...»
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 86
 
 
El Sabio intraterreno me diría lo siguiente: Aún no estás preparado para ello, amado Mordac y al decirte eso no es porque mis rasgos difieran mucho de la apariencia humana. Mi aspecto es muy similar al de ustedes, tanto así que podría pasar inadvertido en cualquier ciudad de la Tierra. Pero mi lugar está en los retiros, a la espera de aquellos que han de tomar nuestro lugar. Aún no debes verme porque ello activaría en ti un re cuerdo que yace dormido, y si es despertado antes de tiempo podría causarte problemas, ya que no tendrías la sabiduría necesaria para enfrentar la responsabilidad de SABER...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 87
 
  
 
Es notable la similitud que hay entre las viviendas incas con las que hoy construyen los Q'eros. Las piedras son acomodadas con gran maestría, y el techo de paja es digno de manos hábiles e inteligentes. Al entrar en una de estas viviendas uno tiene que bajar por unos peldaños, ya que los Q'eros cavan el interior de la misma dándole mayor espacio al recinto.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 91
 
 
Siempre me preguntaba, desde la época del colegio, cómo los incas habían construido esas grandes paredes de roca que causan admiración a profanos y eruditos. Las explicaciones débiles que otorgaban algunos arqueólogos sobre su origen dieron espacio a otras interpretaciones, definitivamente menos fieles a la academia, pero que también buscaban desvelar el misterio. Me refiero a la teoría que sustenta la intervención extraterrestre —tan combatida— donde, hipotéticamente, una civilización avanzada proveniente de otras estrellas habría levantado Sacsayhuamán, Machu Picchu y cuanta evidencia arqueológica nos cuestione sobre su enigmático pasado. Se sorprenderá el lector al saber que nosotros no apoyamos a pies juntillas estas teorías, que no negamos son muy sugerentes; más bien afirmamos — sobre la base del contacto directo que mantenemos con civilizaciones superiores— que estas maravillas arqueológicas las hicieron los hombres; pero cabe aclarar que todo esto obedecía a un «plan de ayuda», donde estos seres brindaron el conocimiento necesario para hacerlo, pero sin que ello signifique una acción directa por parte de ellos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 91
 
 
En el transcurso del viaje a Q’eros habíamos observado en las rocas unos orificios extraños que de ninguna manera sugerían una formación natural. Nos enteramos de que eran los nidos de una curiosa ave andina denominada por los hombres Q'eros como «Pito». Pero ¿cómo perforó la roca esta ave? Según lo que nos dijeron, antiguamente los incas buscaban los huevos del ave Pito por ser estos fuente de alimento importante en el Imperio, y al encontrar los hoyos en la roca, esperaban a que el ave abandonase el nido, para luego hurtar los codiciados huevos. De esta forma, los incas advirtieron que la Pito tenía unas hojas en el pico que frotaba con la superficie de la roca, para luego picotear y así formar el orificio que serviría más tarde de nido. Al ver cómo estas hojas ablandaban considerablemente la roca, los incas siguieron al ave para ver en qué lugar crecía la misteriosa planta. El consecuente descubrimiento los llevaría a desarrollar una técnica de construcción, donde las rocas, después de ser sometidas a la sustancia química de las milagrosas hojas, serían acomodadas y cortadas —ya liberadas de toda dureza y peso— para edificar sus soberbios templos y fortalezas. Luego estas rocas recuperarían su característica normal, volviendo a endurecerse. Esto explicaría muchas incógnitas, aunque no tenemos la certeza de que el relato no haya sido deformado con el transcurrir del tiempo. Además, aún perduran otros enigmas que no encuentran una satisfactoria explicación. Hoy por hoy sabemos que alguien guio a los incas, ayudándoles a desarrollar una civilización que alcanzó un alto grado de conocimiento en diversas materias.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 92
 
 
La pieza fundamental en las curaciones es la fe, pero no sólo en el que cura, sino también —y fundamentalmente—- en el que está siendo asistido por esta fuerza purificadora. En la experiencia de contacto aprendimos que uno no debe utilizar su propia energía, ya que ello puede conducir a un excesivo desgaste en la persona que humildemente se brindó para asistir. Siempre se debe visualizar que somos protegidos por una energía superior que desciende del Cosmos; también es ideal hacer una cúpula de protección (rodearse en 99 luz) antes de iniciar este o cualquier otro trabajo.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 94
 
 
La enseñanza de la Gran Hermandad Blanca se otorga de una forma práctica, asegurando con ello que el discípulo jamás la olvidará.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 95
 
 
Un Pampa Misayoc, según la creencia Q’ero, posee tres «poderes»: el Munayniyoc, para curar el cuerpo y el espíritu, y comunicarse con el Apu; el Llank'ay, o fuerza para el trabajo; y el Yachay, o sabiduría para las decisiones.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 96
 
 
Nuevamente, el Profundo nos tocó con su dedo mágico, permitiendo que conociéramos a la persona más idónea para desentrañar nuestras dudas.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 67
 
 
Así conocimos a Pascual —nuevamente el nombre que recibiera Horacio— un anciano Q'ero que ostentaba una gran experiencia y honda sabiduría.
 
Gracias a Rómulo pudimos dialogar con este sacerdote andino, que entre otras cosas nos advirtió que no debíamos ir, por cuanto el trayecto era mágico y lleno de peligros. El anciano Q’ero se hallaba bien convencido de esto, quizá porque él había guiado a anteriores expediciones por el camino inca sin éxito, aunque sabía de la existencia real de la ciudad perdida.
 
Pascual mismo describió la misteriosa ciudad de los dioses con estas detonantes palabras: «Una ciudad dorada, brillantísima, que guarda los secretos de nuestro pasado, y donde mora el último Inca...».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 99
 
 
—Rómulo, ¿podrías preguntarles si saben algo de la existencia de un Disco Solar, como de oro?
 
Ni bien el profesor formuló la pregunta Pascual respondió en su lengua materna.
 
—Dice que bajo tierra... —tradujo Rómulo.
 
—O sea que el Disco existe, pero bajo tierra.
 
—Quise asegurarme de la afirmación.
 
—Dice que ustedes lo pueden ver, pero conforme se acerquen el Disco puede cambiar de forma, para convertirse en paja, en roca, o en cualquier otra cosa —nos aseguró el profesor según lo que Pascual afirmaba.
 
«¡El Disco Solar existe!», exclamaba en mis adentros. Según el anciano Q’ero se encontraba «bajo tierra» en el Paititi (¿una cámara subterránea?). Al parecer cualquiera no podría aproximarse a él, según Pascual estaba «encantado».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 101
 
 
Tras conocer éstas y otras informaciones que pudimos registrar en las grabadoras. Pascual tomó las ofrendas. Con firmeza se dirigió a la fogata y arrojó las dos envolturas de papel que contenían la dádiva a los Apus y a la Madre Tierra. Este momento fue sobrecogedor. Me atrevo a afirmar —y no soy el único— que vi en las flamas de la fogata lo que parecían ser rostros de ancianos. Nos observaban con mirada penetrante, profunda. Pero ello no es todo: pude escuchar, claramente, unas voces que a manera de un gran trueno estallaban en mi interior. Me decían algo en quechua, y a pesar de mis limitados conocimientos de esta sagrada lengua, logré comprender con simplicidad lo que se me decía... Después de que concluyera esta interesante ceremonia conversé con Miguel y Garlitos, pudiendo comprobar que a ellos íes había ocurrido lo mismo. Nuestro desconcierto y curiosidad eran tales que decidimos consultarlo con los dos sacerdotes Q’eros. Tuvimos una colosal sorpresa: según Andrés y Pascual, las voces que habíamos escuchado pertenecían a los mismísimos Apus...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 102
 
 
Ese día partimos tarde —después del mediodía—, ya que algunos miembros del grupo aún permanecían dentro de sus sacos de dormir a pesar de que en reiteradas ocasiones se les había hecho recordar la necesidad de partir temprano. Menciono todo esto para que el lector tenga una idea cercana de cómo transcurrió el viaje. No puedo pintar rosas donde no las hubo, y me veo obligado a no omitir estos detalles ya que quienes fuimos al Paititi éramos —y lo seguimos siendo— personas comunes y corrientes, como cualquier otro: con aciertos y equivocaciones. En viajes como éste uno aprende realmente a conocerse, a tolerarse y respetarse.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 104
 
 
Hay casos en que algunas personas se han llevado una «decepción» al comprobar que tan humano puede ser uno. Ya los Maestros y los Guías siempre han insistido en que no debemos idealizar a las personas, porque al conocer que éstas no son infalibles y que también cometen errores, ello podría llevarnos a malos entendidos y a actitudes tan ajenas a la espiritualidad como el hecho de opinar negativamente de algún hermano.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 105
 
 
Una vez que nos hallamos todos reunidos en el sembrado, Luis nos informó de que a partir de allí el camino ya no existía, que la maleza había crecido ocultando el acceso a la Ciudad de los Dioses. Incluso ellos mismos habían perdido el rastro. Ante esto, por la noche meditamos en grupo esperando con ello tener una respuesta. Y entonces entendimos. En 1533, fecha en la que se habría producido la huida a la selva -—ello según los indicios que hemos recogido de las crónicas de la época, así como de las diversas tradiciones andinas—, muchos miembros del Imperio del Sol que escapaban de ios conquistadores no lograron el cometido. Los Q'eros hablan de que una de las rutas que se tomó en aquellos tiempos fue la que nosotros, curiosamente, habíamos estado siguiendo desde Ocongate... Según lo que percibimos, muchos quedaron en el camino dadas las adversas condiciones en que viajaban, llevando a cuestas pesadas provisiones y en algunos casos pertenencias de profundo valor familiar —es bien sabido que en el camino los incas arrojaron hasta el oro que llevaban consigo para así avanzar más rápido—. Los que no lo lograron se quedaron en los Andes, como los conocedores y guardianes de la ruta al Paititi. Aquellos que se quedaron, fieles a las tradiciones antiguas de su civilización, se constituyeron en la Comunidad del Santuario: Q´eros (la palabra Q‘eros significa tanto en quechua como en machiguenga (dialecto selvático) «retiro» o «santuario») Los más ancianos de la comunidad cuentan que los conquistadores quisieron dominar esta región, acercándose a través del abra Willkakunka qcasa, hasta llegar a un lugar denominado Weraqocha pampa («la planicie de los blancos»). En' una terrible batalla los conquistadores derrotaron al primer regimiento inca que se había establecido allí; sin embargo, no contaron con el poder de dos Alto Misayoc que invocaron a las supremas fuerzas de la naturaleza, para así hacer caer galgas desde los cerros, las mismas que aplastaron con gran furia al regimiento invasor. Incluso, con el mismo poder, los altos sacerdotes andinos lograron que la laguna Yanaqochay que se halla bajo la «planicie de los blancos», engullera a los conquistadores que habían sobrevivido al ataque anterior... Desde entonces, Hatun Q'ero vive, y no como una leyenda, sino como una realidad que mantiene los recuerdos de la más alta civilización que floreció en los Andes.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 114
 
 
Éstos son los reinos del Paititi, donde se tiene el poder de hacer y desear, donde el burgués sólo encontrará comida y el poeta tal vez pueda abrir la puerta, cerrada desde antiguo del más purísimo amor...
 
Fragmento de un mapa confeccionado por misioneros jesuitas, siglo XVII
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 116
 
 
«La Hermandad Blanca espera con sabiduría que ustedes cristalicen la función de puente. La Tierra se prepara para recibir al Sol.»
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 116
 
 
En otro párrafo del mismo, el Sabio Joaquín (Joaquín es miembro del Consejo de los 12 Menores de Morlen (Ganímedes), cuya función es coordinar a los instructores extraterrestres o Guías de la Misión RAHMA) afirmaba: «El Libro de los de las Vestiduras Blancas será entregado en su totalidad con la apertura de la última puerta. Los portales son 14, y allí se encuentra la clave intrínseca de la Misión. Recuerden que la última clave es la invisible, la que da forma a los demás elementos...».
(…)
El «Libro» del que habla Joaquín no es más que la verdadera historia planetaria, que como mencioné, fue archivada por los Maestros Antiguos, permaneciendo oculta en los diversos Retiros Interiores de la Gran Hermandad Blanca. Si bien es cierto que esta información ha venido recibiéndose por distintos medios, aún no se ha concretado la recepción definitiva del Libro. Está dispuesto por los Mayores que sea la propia humanidad la que reciba el trascendental conocimiento, y no un grupo —o grupos— que considerándose «elegidos», y obedeciendo a la estructura formal de sus esquemas y tradiciones, consientes o no de ello, pretenden convertirse en una suerte de «salvadores de la humanidad». En la experiencia de contacto aprendimos que el hombre es quien se salva a sí mismo, y a través de la transformación individual, la misma que, por consecuencia lógica, afecta positivamente a otros caminantes que se orientan hacia la Luz.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 116-117
 
 
Mientras observaba el cielo, noté algo raro: una «estrella» —de las más brillantes— empezó a moverse. Rápidamente se acercó hacia el camión, hasta colocarse exactamente encima de nosotros. Entonces pude ver con mayor claridad su forma esférica, dotada de una gran luz blanca, centelleante. Después el objeto «dibujó» en el cielo un círculo perfecto, ayudándose de una hábil trayectoria que repitió en dos ocasiones más. En aquel momento no reparé en los tres círculos concéntricos que la nave había demarcado magistralmente con su vuelo —luego supimos que se trataba de un importantísimo símbolo: los tres círculos concéntricos representan a la Tierra, su proceso, y al Gobierno Interno Positivo—. Pensé que realizaba algunas piruetas que sólo buscaban llamar la atención, lo cual funcionó, ya que fueron varios los pasajeros que vieron la nave.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 131
 
 
La experiencia de contacto siempre nos ha deparado grandes sorpresas, y todas ellas lograban entregarnos un mensaje que difícilmente olvidaríamos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 132
 
 
Quizá lo que más ha contribuido al conocimiento de la presunta existencia del Paititi son los petroglifos de Pusharo. Estos extraños grabados habrían sido descubiertos en 1921 por el misionero dominico Vicente de Cenitagoya, hallándolos en una gigantesca roca que se acomoda a orillas del río Sinkibenia, considerado sagrado por los machiguengas. Más tarde, los pe- troglifos fueron observados por numerosos exploradores. Ya en 1970, el sacerdote y antropólogo A. Torrealba fotografió y estudió los grabados. Muchos investigadores coinciden en que los petroglifos no fueron hechos por los incas, entonces ¿quién los hizo? Pusharo no es la única evidencia de una obra humana en las selvas del Manú, también se han encontrado numerosas ruinas y caminos parcialmente pavimentados. Las pirámides de Paratoari son una prueba fehaciente de estas obras. Diversos estudios demuestran que estas grandes moles no serían producto de la naturaleza, sino la obra de una civilización desconocida. Aquí hay un dato interesante. Gracias a la tecnología moderna se ha podido fotografiar la cordillera del Pantiacolla, que generalmente se halla cubierta por sospechosas «nubes». La fotografía fue tomada en diciembre de 1975 por el satélite norteamericano Landsat 2, que formaba parte de un ambicioso proyecto de la NASA que se identificaba con las siglas ERTS. El enigma se inició cuando el Landsat 2 logró unas espectaculares fotografías en el sudeste peruano donde se apreciaban con nitidez unos diez «puntos» —-recuerde el lector que se ven así por ser vistos desde gran altura— agrupados en pares (dos filas de cinco). Por si esto fuera poco, posteriores análisis identificaron a cada punto como «una pirámide truncada de proporciones enormes». Como era de esperar, el descubrimiento generó las más encontradas opiniones, y el más profundo cuestionamiento: «¿Qué es esto?». Seguramente esto fue lo que se preguntó el explorador japonés Yoshiharu Sekino, que partió en busca de las «pirámides del Pantiacolla» —como se las bautizó posteriormente— sin llegar a dar con ellas debido a la tupida jungla. Es bien sabido que el tamaño calculado a cada uno de los «puntos» equivale a las dimensiones de la Gran Pirámide de Egipto (¡!). Como sabrá el lector, la pirámide de Gizeh consta nada más y nada menos que de 2,5 millones de bloques (algunos llegan a pesar unas 40 toneladas). Esta magnífica construcción tiene 147 metros de altura, y cada una de sus caras de base tiene 227 metros de largo. Si se llega a comprobar que, además de la cordillera del Pantiacolla, también hay pirámides en su desconocida meseta —como sostienen una y otra vez los machiguengas—, se tendría que reescribir la historia. Nosotros sabemos por qué. Curiosamente, en la insólita meseta se han constatado numerosas expediciones desaparecidas, perturbaciones electromagnéticas en los instrumentos, «apariciones» de inusitadas luces, ruidos extraordinarios que parecían surgir del suelo, y para añadirle el ingrediente final, como he venido haciendo alusión, los relatos de los machiguengas, quienes afirman, con total naturalidad, que «al otro lado» —con esto se refieren al Pongo de Mainiqui— existe una civilización muy antigua que «lo sabe todo».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 133-134
 
 
El objetivo que restaba culminar era cruzar el umbral secreto del Paititi, que tiene su demarcación física en el Pongo de Mainiqui. Este lugar está más allá de los petroglifos de Pusharo.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 137
 
 
La jungla reacciona según la actitud del que se adentra en ella, como si la misma tuviese vida propia.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 139
 
 
—¿Qué hay allí, Pancho? —consulté mientras señalaba en dirección a las montañas.
 
—¡Pantiacolla! —contestó nuestro amigo...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 142
 
 
Ahora se presentaba la oportunidad de tocar la roca y ver qué sentía. Esta experiencia se denomina dermóptica (piel-visión). En realidad, no es la piel la que «ve», sino la mente. Al colocar las manos sobre la roca procuramos «conectarnos» con ella, es decir, sentir que formábamos parte de su naturaleza. Entonces uno va relajándose hasta sentir que se funde con el objeto, en este caso lo hacíamos con los petroglifos de Pusharo. Y al conseguir esa unidad, al ser uno con la roca, «sabemos» lo que la roca sabe, porque ahora somos parte de ella. Hoy por hoy se está demostrando científicamente que toda materia registra una «memoria», basándose su «registro» en las vibraciones (vibroturgia) que se han impregnado en los átomos, conformando así un verdadero archivo de conocimiento.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 143
 
 
¿Qué tenían en común Pusharo y Tiahuanaco? ¿Eran acaso los «remanentes» de la misma civilización anterior a los incas, quizá antediluviana? Los indicios se nos mostraban tan sugerentes que nos planteamos la posibilidad de que el grabado de las lágrimas de Pusharo con los de la Puerta del Sol en Bolivia —tan alejados uno del otro— no eran un accidente.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 144
 
 
Es interesante comprobar que cada vez que los Maestros disponen un viaje al Paititi, éste se ve conectado de alguna forma con otro que se realiza a Egipto.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 145
 
 
Después de que sucedió esto nos percatamos que ya habíamos alcanzado el otro lado del Mecanto, y ello ocurrió precisamente a las doce del mediodía, en el instante en que nuestros amigos estaban haciendo sus trabajos en Pusharo. No supimos explicarnos el porqué de esta conexión, como otras tantas cosas que venían ocurriendo, pero que dejaban la impresión de estar siendo asistidos por fuerzas positivas. Así conocimos la misteriosa «Puerta 13». A diferencia de las doce conexiones anteriores, ésta nueva experiencia procuraba abrir la puerta dimensional que todos habíamos olvidado: la puerta del corazón o conexión con el universo interno. La Puerta 13 es simbólica y literal a la vez, es quizá la puerta clave para comprender las otras. Curiosamente, el 13 es el número del tiempo, sagrado para algunas culturas antiguas como la civilización maya, y es que dentro de nosotros mismos no hay tiempo, sino un enlace con lo eterno y lo inmortal, que es la esencia. Un dato interesante: en el Tarot el Arcano XIII significa precisamente inmortalidad, es decir, «el acto de renovar la vida...». No existe una sola Puerta 13, ya que cada ser humano tiene su propia «puerta» en las profundidades de su corazón. Y es allí, y no en otro lugar, donde se produce la apertura. También conocimos la llave, y tampoco hay otra: el perdón como sublime acto de amor en los seres humanos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 148
 
 
 
Regresamos motivados y con la seguridad de haber cumplido la misión encomendada por los Maestros. El viaje había sido productivo, y comprobamos que el Paititi siempre estuvo dentro de nosotros, la ciudad perdida de la humanidad interior.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 149
 
 
Lo que obtendrán del contacto con la Hermandad Blanca será para poner en marcha una serie de mecanismos que no sólo tienen que ver con la Misión, sino con toda la humanidad...
 
OXALC, Anitac, Titinac, 12/9/89 (Extracto de una comunicación) El descenso por la pared del cañón fue rápido y arriesgado. En varias ocasiones tropezamos con las gruesas y disimuladas raíces de los árboles.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 149
 
 
 
 
 
Durante el trayecto encontré un muro pétreo que me resultaba muy familiar; la pared la había visualizado más de una vez en mis meditaciones. Me quedé de pie frente a la muda roca, sólo la contemplaba y en eso se acerca Pancho, me observa con su habitual sonrisa —cuando algo le parece gracioso—, y se dirige a la pared. Para mi desconcierto vi cómo el impredecible aborigen acariciaba la roca con sus manos mientras me decía que «atrás» de la pared había machiguengas... Sabía que Machiguenga significa «la gente», por ello entendí de inmediato lo que Pancho me trataba de decir: ¡hay «gente» al otro lado! Esperé a que me dejase solo, y entonces yo mismo toqué la pared. Entonces visualicé que una serie de túneles y galerías subterráneas llegaban hasta la pared del cañón — ¿será por esta razón que a partir del Mecanto «empieza» el retiro físico de la Jerarquía intraterrena? —, y de pronto, una intensa luz me cegó. Sentí cómo me penetraba, llenando todo mi ser. Este fulgor venía cargado de una serie de informaciones. Sea lo que sea, «algo» había recibido.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 150
 
 
Decidí entonces guardar un ayuno silente tal como lo venía sintiendo. Esta práctica, sugerida por los Guías y Maestros, consiste sencillamente en permanecer en silencio. Aunque pueda parecer muy fácil, a muchos les cuesta permanecer un tiempo sin mencionar palabra alguna. El Ayuno Silente es una experiencia interior que le permite al caminante asimilar lo que en el exterior ha experimentado; es decir, es una forma de «revisar» la mente y espíritu, en paz y contemplación.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 151
 
 
«¿Por qué estaría aquí este ser?», pensé con fuerza.
 
—Para entregar un mensaje, el mismo que darás a conocer como aviso de la nueva etapa que están iniciando —respondió con marcada seriedad.
 
—Usted viene de los Retiros de la Gran Hermandad Blanca, ¿no es así?
 
Antes de percibir cualquier respuesta, se proyectó frente a mí una imagen, como si estuviese ante una pantalla de televisión, aunque las escenas que se me mostraban contenían un conmovedor realismo. Esta «pantalla» creció, y me hizo formar parte de ella, como si estuviese allí. La primera escena que observé mostraba una nave espacial de grandes proporciones. El vehículo extraterrestre, de un color blanco y de forma triangular, se posaba en un amplio desierto. Sabía que esto sucedía en la Tierra.
 
—Los 32 Mentores de la Luz llegaron en esta nave que observas —-intervino el ser—, la misma que está aguardando el momento de alzarse de nuevo hasta los cielos el día que el gran desierto se «abra» y muestre sus secretos.
 
Los Mentores de la Luz engendraron el sagrado Disco Solar, y éste fue dado a los sobrevivientes de la Atlántida...
 
—¿El Disco Solar? —pregunté ávido de conocer la respuesta.
 
—Sí, y está aquí, en el Paititi.
 
La pantalla cambió y mostró una amplia habitación subterránea donde se veía un impresionante disco metálico, de unos tres metros de diámetro y cubierto de una serie de símbolos entre los que resaltaba el tridente. Parecía hecho de oro y brillaba por sí solo.
 
—El Disco Solar abre las puertas entre las dimensiones, pero sólo aquel que abra las puertas de su corazón1 merecerá estar físicamente ante él en representación de aquellos que no llegaron —dijo tajante y muy solemne mi impredecible Interlocutor.
 
—¿Quién construyó el Paititi? —consulté, procurando escuchar del Maestro la última palabra sobre el enigma de la ciudad perdida.
 
—Quienes lo construyeron fueron supervivientes de la sumergida Atlántida.
 
Los sacerdotes incas conocían la historia y por ello enviaron más de una expedición hacia este retiro, construyendo casas provisionales y templos cerca de la ciudad de la Jerarquía. Esta ciudad se concentra en el subsuelo y se conecta con otras a través de pasadizos subterráneos. Actualmente son tres las entradas que conectan con Pal ti ti. Las hallarán en una caverna, en una laguna, y en una cascada.
 
—Pero ¿por qué allí y no en otro lugar?
 
—La diversidad que ofrece la Madre Naturaleza fue el signo que los Maestros supieron reconocer para desarrollar la ciudad. También era y es el lugar perfecto para mantener en silencio las actividades de la Hermandad hasta que llegase el momento... ¡Ahora observa!
 
La pantalla volvió a cambiar y observé una peregrinación de mucha gente al Paititi, todos
 
La pantalla volvió a cambiar y observé una peregrinación de mucha gente al Paititi, todos Iban en silencio; luego la Imagen cambió y vi el valle de Egipto, y miembros de nuestros grupos de contacto trabajando allí, en las pirámides y en otros lugares que no supe reconocer. Entonces la pantalla cobró un brillo dorado, y mostró lo que reconocí como el Arca de la Alianza. Era una gran confirmación ya que en el transcurso del viaje hablamos todos sobre ello. No quise desaprovechar la oportunidad, y así reanudé el diálogo mental con el expectante Maestro.
 
—¿Por eso los viajes a Egipto y Paititi? ¿Qué relación existe con el Arca de la Alianza?
 
—No te apresures, lo más importante es lo que representa el Arca para toda la humanidad. La respuesta la hallarás dentro de ti, así como dentro del Arca se encuentra el verdadero secreto...
 
De pronto, apareció otra escena en la pantalla que aún seguía frente a mí.
 
Era el espacio, y vi a varias personas viajando en las naves de la Confederación.
 
—Asuman la experiencia de contacto como un hecho natural —sentenció el Maestro—, muchas experiencias han sido postergadas porque aún no vencen esa barrera, la misma que no sólo compromete al invitado, sino al grupo que lo rodea. Son todos los que se deben preparar.
 
»El tiempo es cercano —continuó—, una gran nave estelar de la cual se les informó en su momento se acerca a la Tierra. Esta nave de la Confederación es tan grande como Sudamérica, y posee el poder de mil estrellas como vuestro Sol. Viene del centro mismo de la galaxia para cortarle el paso a una raza extraterrestre que no alberga buenas intenciones. Recuerden que el conocimiento que hay en la Tierra no sólo se refiere a la historia del planeta en sí, compromete también a todo el Universo Local. Todo esto atrae a algunas civilizaciones hacia la Tierra para sacar provecho de ello. No les importa cuánto daño pueda generar su intromisión para la humanidad.
 
—Pero ¿qué podemos hacer nosotros? —me decía en mis adentros, conmovido y agobiado por la responsabilidad que a todos nos implicaba.
 
—La misión que tienen pendiente será llevada a cabo cuando comprendan el proceso que se ha venido desarrollando y la parte complementaria que aún les falta pasar. No te subestimes, porque estás preparado al igual que muchos, pero son pocos los que son conscientes de esta preparación.,.
 
» Ahora observa detenidamente lo que harás de ti.
 
De súbito vi que mi cuerpo mutaba, cobrando la forma y apariencia de un grueso árbol que se elevaba hacia los confines del cielo. Era tan real que me asusté. Vi cómo las ramas se separaban y de ellas colgaban una diversidad de frutos. Ahora era un árbol y tuve temor de serlo, entonces el anciano me dice con potente voz:
 
Sólo aquel que ama y es consciente de su misión renuncia totalmente a
 
sí mismo para que como aquel árbol cuyo fruto está maduro, sirva de alimento a aquellos que tienen hambre de orientación; ésa es la llave de la Misión: ¡EL SACRIFICIO!
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 154 y siguientes
 
 
—Nunca lo olvides, Mordac —el Maestro me llamó por mi Nombre Cósmico, con clara señal de cariño y afecto—, son miembros de la Gran Hermandad Blanca, que durante mucho tiempo permaneció oculta al mundo exterior y hoy abre sus puertas para que el hombre sea consciente de esta ayuda. Ese es el encargo que les damos y que bien han intuido: vayan y den a conocer la existencia de la Jerarquía, ello debe ser así antes de que todo sea entregado...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 158
 
 
El acceso secreto conectaría entonces Pusharo con la ciudad subterránea del Paititi. Pero este túnel no está dispuesto aún para la «entrada» a pesar de conectar con el mundo secreto de la Hermandad Blanca. Las actuales «entradas» al Paititi se hallan al otro lado del umbral, más allá del Pongo de Mainiqui. Pusharo sería entonces una puerta de «salida», pero no de entrada.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 160
 
 
La Hermandad Blanca de la Tierra tiene sus orígenes en la destrucción de una de estas grandes civilizaciones. Con ello me refiero, de manera particular, a aquella «isla-continente».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 168
 
 
Antes de narrar lo que habría sucedido en la Atlántida, conviene aclarar que la Hermandad Blanca no es sólo de la Tierra, sino que actúa también a niveles cósmicos. Esta Confederación Galáctica es guiada por 24 Maestros que son mencionados en las santas escrituras por el apóstol Juan —asumiendo también que se trataba de él— quien, mientras se hallaba meditando en la isla de Patmos, es «llevado en espíritu» por los ángeles del cielo para que le sean desvelados los misterios divinos. En la visión, el presunto discípulo de Cristo contempla el Consejo de los 24 seres: Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos con ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Este importantísimo consejo, que halla su sede en Ciudad Cristal —- principal metrópoli ubicada en Ganimedes, una de las más grandes lunas de Júpiter-—, vela por la evolución de todos los mundos de nuestra galaxia.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 168
 
 
No sólo el adelanto científico y material se dejó notar con intensidad en la civilización del Atlántico. El desarrollo de facultades psíquicas y el camino espiritual fue el derrotero de aquellos atlantes que se mantuvieron firmes por las sendas de la Luz. No exagero si describo a estos seres como superhombres por el alto grado de evolución que consiguieron en los tres planos (física, mental y espiritualmente). Así el Consejo Supremo designó a un grupo de aquellos mestizos, altamente calificados por su sabiduría, para que archivasen y protegiesen los archivos de la Atlántida antes de la tercera y definitiva destrucción. En aquel tiempo, a estos Maestros se les conocía bajo el nombre de Estekna-Manés o «Guardianes de los Registros». Para ser uno de los santos guardianes se requería poseer físicamente los códigos genéticos de una raza del espacio y una humana; es decir, ser un mestizo o Estekna. Además, el guardián debía haber superado las más duras pruebas que lo ratificaban como un Mentor o Manés. Después, los Altos Maestros de la naturaleza entregaban al nuevo guardián un poder, para que con éste defienda los archivos que estarían a su custodia. Los Estekna-Manés habían previsto una tercera y definitiva destrucción de la Atlántida; pues el remanente de lo que fuera en un principio un gran imperio se hallaba condenado a su desaparición, y ello por haber quebrado el equilibrio permitido. La degeneración de muchos atlantes se originaba en la poderosa influencia de fuerzas de oscuridad, y en aquel entonces el enfrentamiento entre las fuerzas de la luz y las contrarias no encontraba el punto de equilibrio. El ocaso de la Atlántida se respiraba ya en las colosales paredes de Poseidonis.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 178
 
 
Sobre la existencia de los gigantes, no nos debemos sorprender en absoluto, por cuanto los cronistas antiguos hacen amplia referencia a ellos. De igual forma, en todas las culturas encontramos claras alusiones a seres de gran estatura. En la India se habla de los Dánavas y los Daityas; en Ceilán de los Rdksharas; en Grecia hallamos a los legendarios Titanes; Caldea, por su parte, mantiene en su memoria la existencia de los Izdubars (Nimrod); los judíos los Emins de la tierra de Moab.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 188
 
 
Inicialmente, la Gran Hermandad Blanca de nuestro mundo se hallaba conformada por seres extraterrestres —la primera generación—. Luego por mestizos —Estekna-Manés o segunda generación—- que sintetizaban en su cuerpo físico los códigos genéticos de una raza venida del espacio y otra que creció en la Tierra. El final es sencillo de adivinar: el hombre —la tercera y última generación— asumiría la posta final, ya que él mismo, y nadie más, tiene la responsabilidad medular de la evolución planetaria. Por ello la Jerarquía se «humaniza» conforme se van cumpliendo los designios del Plan Cósmico.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 191
 
 
Ciertamente, el ser humano se halla en un punto donde puede estancarse una vez más, o franquear finalmente las puertas de una dimensión superior.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 199
 
 
Los retiros de la Gran Hermandad Blanca se distribuyen en diferentes partes del planeta, unidos todos por las fuerzas de la luz y al servicio de la humanidad. Aquí citaremos algunos enclaves: El Uritorco, en Argentina; Paysandú, en Uruguay; Atacama, en Chile; la Cueva de los Tayos, ubicada en la zona fronteriza de Perú y Ecuador, la Sierra del Roncador — denominada así por los diversos «ruidos» que se dejan sentir desde el subsuelo—, en Brasil; Catatumbo y Roraima, en Venezuela; Guatavita y Tota, en Colombia; Teotihuacán, Palenque, El Valle de las Siete Luminarias y la Zona del Silencio en México; Monte Shasta, al norte de California; Compostela y el Pico Sacro, en España; los Pirineos y el Bugarach, en Francia; la Península del Sinaí, en Egipto; Pótala, en el Tíbet; los montes Karakorum, entre el Tíbet y China; en los montes Vindhya, al sur de la India; amén de otras moradas sagradas. Todos estos lugares se hallan unidos por túneles subterráneos. En el caso de Sudamérica, el gigantesco «pasadizo» se inicia en Monte Shasta, atraviesa México, penetra en Centro- américa, y hace su aparición en Sudamérica por Colombia; de allí continúa por Ecuador hasta penetrar en Perú; el inmenso túnel prosigue recorriendo las entrañas de Bolivia, Chile y concluyendo en la Patagonia argentina —y hay indicios de que de allí conectaría de alguna forma con la Antártida—. Una importante bifurcación se ubica precisamente en Perú; ésta se dirige hacia Brasil, donde se «abre» como la copa de un gran árbol, diversificándose hacia otras regiones. Es interesante escuchar las afirmaciones del Subsurface Research Center de Phoenix (Estados Unidos) a través de su Director Charles A. Marcus que sostiene la existencia de una vía subterránea de unos 4.000 kilómetros de longitud que parte de México dirigiéndose hacia el sur de Perú. No obstante, este túnel gigantesco, llamado por algunos el «verdadero camino de los incas», es aún mucho más grande...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 205-206
 
 
Es interesante saber que a pesar de tener tecnología punta a su alcance, los Maestros llevan una vida monástica, dedicados a la oración y al trabajo interno. Ellos se rigen por un código muy antiguo que denominan Decadrón; un conjunto de diez elevadas leyes que orientan la evolución del mundo intraterreno:
 
Primera Ley: «El verdadero estudiante de la Vida empieza estudiándose a sí mismo».
 
Segunda Ley: «La Luz verdadera alumbra o ciega según la actitud del estudiante».
 
Tercera Ley: «El verdadero soldado de la Luz batalla amando al enemigo».
 
Cuarta Ley: «La verdadera protección radica en el control del miedo interior».
 
Quinta Ley: «El verdadero Maestro enseña con el ejemplo».
 
Sexta Ley: «El verdadero mensajero es aquel que sólo transmite el mensaje».
 
Séptima Ley: «La Fe verdadera se sustenta en el conocimiento».
 
Octava Ley: «La sagrada doctrina se toma aún más sagrada si se es consecuente con ella».
 
Novena Ley: «El verdadero Templo es aquel que se construye sobre la base de sentimientos, pensamientos y actitudes».
 
Décima Ley: «El verdadero Místico es aquel que pone en práctica los principios del Cielo y que muere constantemente por amor al prójimo».
 
Tal como lo dicen los Maestros, el Decadrón se basa en las propias leyes cósmicas que rigen el Universo, y sólo a través de la correcta meditación se puede acariciar el significado profundo de cuanto señalan las sencillas y luminosas palabras de los Antiguos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 208
 
 
Los Sabios intraterrenos pueden «conectarse» mentalmente con nosotros, inspirándonos profundos sentimientos de paz, amor y armonía. En sueños — definitivamente la vía de comunicación más empleada por ellos, a diferencia de los Guías extraterrestres que utilizan con mayor frecuencia los mensajes telepáticos—, la persona podría estar siendo asistida por estos seres, sin recordar muchas veces lo que «escuchó» o «visualizó» en sueños. De pronto uno se despierta diferente, con un ánimo distinto, con mayor seguridad y con gran energía. Todo este despliegue procura suplir la presencia física de los Maestros en nuestro mundo de superficie. Para contactar físicamente con ellos —una vez que se nos dio la invitación para vivir tal experiencia—, tendríamos que aproximarnos a los lugares donde habitan para así facilitar el encuentro. No en vano, desde los inicios de la experiencia de contacto los Guías fueron muy claros al referirse sobre este punto: viajar a los diversos retiros interiores para contactar con la Jerarquía planetaria. Si el lector está familiarizado con este proceso, sabrá muy bien que los viajes clave de la misión de contacto estuvieron dirigidos principalmente hacia este punto. No olvidemos que es la Gran Hermandad Blanca de la Tierra la que entregará el denominado Libro de los de las Vestiduras Blancas: Hermanos, el tiempo físico nada les puede decir, pues no corresponde al de la Misión, dense cuenta de que al retrasar las realizaciones concretas de RAHMA, están aguantando o renunciando a su participación en el fin de la Misión: En la recepción del Libro de los de las Vestiduras Blancas... Oxalc (10/01/80) Ahora llega el tiempo en que el hombre asumirá la posta de la sagrada obra, convirtiéndose en heredero de un arcano conocimiento y sucesor de una estirpe de Maestros que, desde hace miles de años, han venido guiando, secretamente, el destino cósmico del ser humano. La cautela será una herramienta indispensable para caminar a paso firme y seguro; el enfrentamiento de fuerzas complementarias es tal que, si dejamos de lado nuestro trabajo interior, podríamos equivocar la marcha al no estar conectados con la luz interna que guía al caminante. Podemos tener la ayuda de los Guías y los Maestros, pero ésta no será efectiva si es que nosotros no asumimos un compromiso con el Plan. Así el hombre se transforma en puente de un designio superior. La incomprensión ha llevado a creer que los Maestros estarán allí dando los pasos por nosotros; y en verdad, aquel que ama no nos alejaría de una responsabilidad que sólo a nosotros corresponde. Algunos escritores al hablar de la Hermandad Blanca se preocupan de aspectos que se hallan atrapados en el mundo de las formas y de los esquemas, atribuyendo energías e influencias planetarias a presuntos Maestros que ya de por sí son muy cuestionables. Nadie, por más elevado que sea, se proclama el nuevo «avatar» de la Era Acuariana, sino que, como la misma palabra lo deja en claro —la palabra avatar es sánscrita y significa «descender»— una entidad superior vuelve a este plano por amor, llevando a la práctica los sabios dones de la paz, el respeto y la humildad; esta última difícil de encontrar en los supuestos Maestros de la Nueva Era que, dicho sea de paso, se les quiere comparar con el mismísimo Señor Jesús, en poder y autoridad.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 211
 
 
Los Maestros del Paititi pertenecen a una civilización superior, pero ello no debería significar que son «mejores» que nosotros; ellos están atravesando una etapa y nosotros vivimos otra; es como comparar a un alumno del colegio con un estudiante de universidad. Tan sólo nos hallamos ante procesos distintos, y ello se debe tomar con madurez y naturalidad.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 214
 
 
EL REAL TIEMPO DEL UNIVERSO
 
Para comprender esto, retomaré aspectos de la vida en el mundo interior, en donde hay uno muy interesante que merece ser descrito. Me refiero al promedio de vida —en cuerpo físico— que pueden alcanzar estos seres.
 
Según la medida de tiempo que nosotros empleamos —-ellos se rigen por otro «sistema»— el promedio de vida de esta civilización subterránea oscila entre los 900 y los 1.100 años. Aunque su apariencia pueda revelar lo contrario, estos Maestros logran perpetuarse varias centurias, como es el caso del mismo Alcir, que en algún momento me confió que su nacimiento fue en 1146, lo cual indica que actualmente él tendría algo más de 850 años, aparentando exteriormente sólo unos 65...
 
Así, el tiempo empieza a transformarse en un mero concepto teórico, sin desvelar sus misterios más profundos a la mente tridimensional del ser humano. Desde el remoto pasado, al ver el hombre antiguo la sucesión del día y la noche, empezaría a formularse este sistema de medición que llamamos tiempo. Ahora sabemos que éste es relativo.
 
Según los Guías y los Maestros, existe un desfase temporal en nuestro planeta. La Tierra está viviendo un tiempo alternativo, diferente al tiempo real del Universo. Quizá por ello nuestros astronautas han experimentado un menor envejecimiento al abandonar la Tierra a bordo de los vehículos espaciales. Ello nos trae a la memoria las palabras del Señor Jesús que, de forma sencilla, se refiere a este acelerado proceso como parte de un designio superior: «Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados...» (San Mateo 24:22).
 
Los Maestros del Paititi han logrado neutralizar en sus retiros el acelerado proceso de nuestro planeta, viviendo ellos 13 veces más lento —curiosamente el número 13 era sagrado para muchas culturas, como la maya, que basó sus construcciones en esta clave—. Esto nos da una razón más de por qué los intraterrenos no abandonan tan fácilmente sus mágicas moradas y, aquí también, encontramos la explicación a la leyenda del Shangri-La, que habla de lugares donde el tiempo se regula.
 
Empero, ello no es lo más impactante; aún continúan con nosotros algunos de los primeros sacerdotes atlantes que sobrevivieron a la destrucción de Poseidonis. Teniendo en cuenta que esta catástrofe ocurrió hace miles de años, no es difícil imaginar que estos seres deberían tener una edad enorme.
 
Si es así, ¿cómo lograron perpetuarse durante tanto tiempo?
 
Entre las informaciones que Alcir brindó se hallaba la historia de los «Tres Héroes», altos líderes de la Atlántida y que en todo momento velaron por la seguridad de los registros.
 
Fueron ellos los que sugirieron emigrar a moradas subterráneas que serían construidas en distintas partes del mundo; los Tres Héroes fueron también los que recibieron de los 32 Mentores de la Luz el sagrado Disco Solar y los archivos.
 
Al ver que su transición se acercaba, fueron depositados en cámaras de hibernación; allí podrían estar físicamente vivos durante mucho tiempo, esperando el día y la hora del Anrrorn, el momento de la «gran claridad».
 
En ese instante el Libro será entregado y el hombre asumirá, definitivamente, su labor de puente restituyendo el orden cósmico y conectándose con el Real Tiempo del Universo.
 
Muchas culturas en remedo de las cámaras de hibernación atlantes implantaron las técnicas de momificación, que estaban orientadas a los mismos fines. Ahora sabemos que los egipcios, los incas, los mayas y otras grandes culturas guardaban en sus momificaciones el recuerdo de un conocimiento antiguo. Así podemos rastrear otras curiosas similitudes, como por ejemplo las construcciones piramidales con elementos aislantes, las cámaras subterráneas, el uso de cristales, entre otros. Demasiadas «coincidencias» como para pretender obviar un mismo origen para todas estas civilizaciones.
 
Ésa fue la voluntad de los «Tres Héroes», los primeros Estekna-Manés que asumieron la posta de los 32 Mentores y que lograron vencer el paso del tiempo para perpetuarse. No es la tecnología lo que les permite mantenerse así, sino el alto grado de consciencia que franquea los conceptos espacio-temporales. Las máquinas no servirían de nada si ello no fuese así. Ahora, ellos esperan a alguien que los reemplace, para que así se continúe con la magna obra iniciada por los 32 Mentores...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 214
 
 
La ciudad secreta del Paititi no sólo alberga las sorpresas ya mencionadas. Muy cerca de ella existen instalaciones de una civilización espacial; con ello me refiero a la Base Azul ¿?, centro de operaciones de los Guías extraterrestres. La responsabilidad de dicha base recae principalmente en los Guías de Venus, quienes desde hace miles de años vienen trabajando estrechamente con los Maestros de los retiros interiores. Son pues los seres de Venus quienes tuvieron mayor participación en el proceso de las grandes culturas de América, en labor conjunta con los Estekna-Manés (al lado de los Maestros atlantes, instructores extraterrestres se abocaron también en la tarea de sembrar las bases de la civilización, ejecutando para ello diversos proyectos en distintos lugares del planeta, como por ejemplo Sumer).
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 216
 
 
Sin embargo, no sólo hemos encontrado el apoyo de civilizaciones plegadas a la luz. Existe otra Jerarquía «paralela» que pretende interrumpir para siempre el designio de lo alto. Al hablar de la Hermandad Blanca no puedo omitir la fuerza que la antagoniza: la Hermandad Negra, la eterna lucha entre el bien y el mal, y el posible desenlace de esta confrontación inimaginable, en donde el ser humano se halla envuelto...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 217
 
 
De existir la Biblioteca de Alejandría, por ejemplo, tendríamos muchas respuestas sobre nuestro pasado —según Cari Sagan, en Alejandría se guardaba un libro titulado La verdadera historia de la humanidad a lo largo de los últimos 100.000 años; lamentablemente Julio César y sus tropas saquearon la ciudad e incendiaron sus casas, destruyendo así los archivos.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 221
 
 
Ellos, los «dioses», vienen de lugares distantes, de las más lejanas luminarias de la noche; y el hombre no es ajeno a esta historia.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 224
 
 
La Puerta 13, «el Universo interno del ser humano», representa entonces la puerta que se abre en el interior, y un conocimiento ancestral que nos aguarda para desvelamos nuestra misión personal en el concierto de los mundos. He aquí la verdadera «llave» del contacto. En verdad es más que necesario tomar conciencia de ello, porque después de esta apertura nos aguarda una última e importantísima conexión...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 229
 
 
Según Alcir, el preciado objeto está custodiado por la Gran Hermandad Blanca en una cámara subterránea; aunque su localización exacta aún no nos ha sido revelada, tenemos sólidos indicios que nos orientan a una probable ubicación en Egipto y no en Etiopía como generalmente se sospecha. En lo que todos coincidimos es que el Arca está «bajo tierra». No olvidemos que la Misná y el Talmud apoyan la posible existencia de un recinto subterráneo o «gruta secreta» que escondería el Arca tras la «Piedra de la Fundación» o Setiyyah.
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 231
 
 
Algunos estudiosos del Arca creen que la gruta secreta podría hallarse en el monte Nebo, a 50 km de Jerusalén. Para defender tal hipótesis los investigadores se basan en el libro segundo de los Macabeos, un texto apócrifo que menciona al profeta Jeremías escondiendo el Arca «en el monte desde el cual Moisés contempló la heredad del Señor...».
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 231
 
 
Los indios Hopi y Pueblo que hablan de la danza de los 144.000 en torno al fuego sagrado, se reproduce como un canto celestial en nuestro corazón: Ciento cuarenta y cuatro mil Maestros Iluminados de la danza del Sol despertaran totalmente en sus cuerpos menta les oníricos. Ellos empezarán a encontrarse en sus propias ruedas de serpientes emplumadas y se transformarán en la principal fuerza de la Luz, para ayudar al resto de la humanidad a danzar su sueño del despertar. Un Maestro de la danza del Sol es cualquier ser humano que ha despertado, que ha ganado su cuerpo mental-onírico y que honra todos los senderos, todos los Maestros y todos los caminos...
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 234
 
 
Por si esto fuera poco, la «regla de oro» que pronunció Jesús «ama a tu prójimo como a ti mismo», la encontramos también en otras religiones, algunas muy anteriores al cristianismo. Aquí algunos ejemplos: hinduismo: No hagas a otro lo que, si se te hiciera a ti, te causaría pena; éste es el compendio del deber (extraído del Mahabharata).
 
Budismo: En cinco modos deberá un miembro de clan servir a sus amigos y familiares... tratándoles como se trata a sí mismo (extraído del Sigalovada Sutta).
 
Confucianismo: El Maestro contestó... «lo que tú no quieras que se haga a ti mismo no lo hagas a otros» (extraído de Analectos).
 
Taoísmo: Para aquellos que son buenos conmigo, yo soy bue no; y para aquellos que no son buenos conmigo, soy también bueno (extraído del Tao T-Ching).
 
249
 
Judaísmo: Cuida de ti, mi hijo, en todas tus obras; y sé discreto en toda tu conducta. Y lo que aborreces no lo hagas a nadie (extraído de Tobías, 4:14-15).
 
Filosofía griega: No hagas a otros lo que no desearás sufrir tú mismo (extraído de Oraciones Chipriotas de Isócrates).
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 236
 
 
EXTRACTOS DE COMUNICACIONES
 
 
«Esperanza y fe es la clave de lo que vendrá. ¿Cómo conseguir la fe? La fe no se consigue, la fe nace cuando uno siente que está en lo correcto» (Alcir).
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 249
 
 
«Les preguntamos: ¿En dónde acaba el camino cuando uno empieza a caminar? El camino nunca acaba, es el caminante el que se detiene» (Antarel).
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 249
 
 
«En los días de la Atlántida existió un hombre sabio al que llamaban NET; él se dirigía como todo atlante a limpiar su templo personal que había erigido en su propio hogar. Limpiaba sus interiores y el altar de la luz, así como también mantenía en cuidado los archivos de su familia que se conservaban en el templo. Pronto, el anciano Net perdió la constancia, sus visitas eran cada vez más esporádicas y, al poco tiempo, el sabio dejó de ir al templo. Entonces llegó un gran viento del norte, y este llenó de polvo la ciudad. El templo subterráneo de Net tragó el polvo a través de los canales de ventilación, cubriendo algunos objetos delicados que se empleaban para santas iniciaciones. También, los archivos que conservaban la historia de su familia, de generación en generación, fueron peligrosamente afectados. Pero Net ignoraba todo esto, ya que hacía mucho no se dirigía al Templo. Un día, el soberano Rey de la Atlántida decidió visitar a Net, motivado por la gran sabiduría que ostentaba el anciano. Y fue así como el Rey entró a conocer el Templo de Net, comprobando entonces el gran desorden que allí imperaba. Al ver esto, el Rey se volvió observando detenidamente al sorprendido Net, y dijo: ¡Oh, Net, tú que eres considerado hombre sabio has descuidado tu templo y los archivos de tu familia que son sagrados! Seguro que el sueño te venció y olvidaste que el poseer un templo es de por sí una gran responsabilidad. Reflexiona, y pregúntate si tu templo interior está en el mismo estado”.» (ALCIR).
 
Ricardo González
Los maestros de Paititi, página 251
 










 

No hay comentarios: