Pierre Termier

"En el verano de 1898, un barco trabajaba en el tendido del cable telegráfico submarino que une Brest con el cabo Cod. El cable se había roto y los marinos intentaban repescarlo por medio de garfios. El hecho ocurría a 47 grados de latitud norte y 29 40’ de longitud al oeste del meridiano de París, o sea, a unas 500 millas al norte de las Azores. La profundidad media era de 1.700 brazas, es decir, 3.100 metros. La pesca del cable se presentaba muy dificultosa y hubo que pasear los garfios por el fondo del mar durante muchos días. He aquí lo que se observó: el fondo del mar ofrecía en aquellos parajes todas las características de un país montañoso con cimas elevadas, pendientes pronunciadas y valles profundos. Los picos eran rocosos y no había fango más que en lo profundo de los valles. Al recorrer aquel terreno tan accidentado, los garfios se enganchaban constantemente en las rocas puntiagudas y de aristas vivas: casi siempre volvían a la superficie rotos y torcidos y los trozos de cable presentaban largas y profundas estrías. En varias ocasiones venían entre las púas de los garfios pequeñas esquirlas minerales con superficies que brillaban como si se hubieran roto recientemente. Todas estas esquirlas pertenecían al mismo género de rocas. La opinión unánime de los ingenieros que asistían al dragado fue que las esquirlas pertenecieron a una roca desnuda y habían sido arrancadas de un afloramiento acerado y anguloso. Además, en aquella región era precisamente donde los sondeos habían acusado las más altas cumbres submarinas y la casi total ausencia de capas de légamo. Las esquirlas eran de una lava vidriosa de la misma composición química que las rocas basálticas y conocida por los mineralogistas por el nombre de taquilita. En el museo de la escuela de Minas de París se conservan algunos de estos preciosos fragmentos. La Academia de Ciencias tuvo conocimiento oficial del hecho en 1899. Hasta ahora pocos son los geólogos que han comprendido su inmensa importancia. Esa lava, completamente vítrea, semejante a algunos vidrios basálticos de los volcanes de las islas Sandwich, no ha podido consolidarse en ese estado más que bajo la influencia de la presión atmosférica. Sometida a una presión de varias atmósferas, y más aún, bajo 3.000 m de agua, se hubiera cristalizado indudablemente. Se nos presenta formada de cristales enmarañados en vez de ser de una materia coloidal. Los estudios recientes disipan hasta la última duda; por ahora citaré solamente las observaciones realizadas por Lacroix en las lavas del monte Pelado, en Martinica: cuando se fijan al aire libre, estas lavas afectan la estructura vítrea, mientras que si se enfrían bajo una capa, por pequeña que sea, de rocas solidificadas anteriormente, se llenan de cristales. Por consiguiente, el terreno que hoy constituye el fondo del Atlántico a 900 km al norte de las Azores fue cubierto por torrentes de lava cuando sobresalía aún de las aguas. Hay que admitir, pues, que estos terrenos se han desfondado, se han hundido a 3.000 m, y como la superficie de las rocas ha conservado la configuración accidentada, las asperezas rudas, las aristas vivas de oleadas más recientes de materias volcánicas, forzoso es reconocer que el hundimiento ha seguido muy de cerca a la salida de la lava, y que este hundimiento ha sido brusco. En caso contrario, la erosión atmosférica habría nivelado las desigualdades achatando toda la superficie. Prosigamos el razonamiento: estamos sobre la línea que une Irlanda con las Azores, en plena zona volcánica atlántica, en plena zona de movilidad, de inestabilidad y de plutonismo actuales. Consecuencia lógica: ha habido una región al norte de las Azores que comprendía probablemente a estas (las cuales, en este caso, no serían más que ruinas visibles) y que se ha hundido recientemente, acaso en esta época que los geólogos llaman actual y que para nosotros, los que hoy vivimos, es algo parecido al ayer."

Pierre Termier
Conferencia de P. Termier en el Instituto Oceanográfico de París, el 30 de mayo de 1912
Tomada del libro Atlántida de Roberto Pinotti, página 104


"Tras un período prolongado de desdeñosa indiferencia —escribe Termier—, en los últimos años se observa que la ciencia vuelve a estudiar la Atlántida. Cuántos naturalistas geólogos, zoólogos o botánicos se preguntan hoy los unos a los otros si Platón no nos habrá transmitido, ligeramente ampliada, una página de la historia real de la humanidad. Todavía no estamos en condiciones de hacer ninguna afirmación, aunque cada vez parece más evidente que una región inmensa, continental o compuesta por grandes islas, se ha hundido al oeste de las columnas de Hércules también llamadas el estrecho de Gibraltar, y que no hace tanto que se produjo dicho derrumbe. En cualquier caso, se vuelve a plantear a los hombres de ciencias la cuestión de la Atlántida y, puesto que considero que no se podrá resolver jamás sin la colaboración de la oceanografía, me ha parecido natural tratarla aquí, en este templo de la ciencia marítima, y dirigir hacia este problema —despreciado durante mucho tiempo, pero que ahora se reactiva— la atención de los oceanógrafos, así como también la de aquellos que, a pesar de estar inmersos en el tumulto de las ciudades, no hacen oídos sordos al murmullo lejano del mar."

Pierre Termier
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 105


















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