Saki

"Apaguen ese maldito cigarrillo."

Héctor Hugh Munro
Se dice que fueron sus últimas palabras
Tomada del libro Prólogos de la Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, página 53


“- Después de todo –dijo la duquesa con vaguedad-, hay cosas ineludibles. El bien y el mal, la buena conducta y la rectitud moral tienen unos límites bien definidos.”

Saki


"El joven tiene aspiraciones que nunca pasarán, el viejo tiene reminiscencias de lo que nunca sucedió."

Héctor Hugh Munro conocido por el pseudónimo literario de Saki 



"El lobo era completamente del color del barro, con una lengua negra y unos ojos de un gris pálido que brillaban con inexplicable ferocidad. Lo primero que vio en el parque fue a Berta; su delantal estaba tan inmaculadamente blanco y limpio que podía ser visto desde una gran distancia. Berta vio al lobo, vio que se dirigía hacia ella y empezó a desear que nunca le hubieran permitido entrar en el parque. Corrió todo lo que pudo y el lobo la siguió dando enormes saltos y brincos. Ella consiguió llegar a unos matorrales de mirto y se escondió en uno de los arbustos más espesos. El lobo se acercó olfateando entre las ramas, su negra lengua le colgaba de la boca y sus ojos gris pálido brillaban de rabia. Berta estaba terriblemente asustada y pensó: «Si no hubiera sido tan extraordinariamente buena ahora estaría segura en la ciudad». Sin embargo, el olor del mirto era tan fuerte que el lobo no pudo olfatear dónde estaba escondida Berta, y los arbustos eran tan espesos que podría haber estado buscándola entre ellos durante mucho rato, sin verla, así que pensó que era mejor salir de allí y cazar un cerdito. Berta temblaba tanto al tener al lobo merodeando y olfateando tan cerca de ella que la medalla de obediencia chocaba contra las de buena conducta y puntualidad. El lobo acababa de irse cuando oyó el sonido que producían las medallas y se detuvo para escuchar; volvieron a sonar en un arbusto que estaba cerca de él. Se lanzó dentro de él, con los ojos gris pálido brillando de ferocidad y triunfo, sacó a Berta de allí y la devoró hasta el último bocado. Todo lo que quedó de ella fueron sus zapatos...."

Saki
El cuentista



"Era la vida que conocía, amaba y disfrutaba, y era la vida que estaba abandonando. Esa vida continuaría reproduciéndose una y otra vez, con su afición por el teatro, su actividad social y la intromisión de nuevos intereses, la misma multitud seguiría siendo bulliciosamente charlatana, las personas que reconocían a las personas que habían hecho algo se las señalarían a quienes no... todo continuaría igual, con incansable animación, con chispa y diversión, y para él se habría acabado por completo. Estaría en alguna ignota jungla abrasada por el sol, donde nativos, perros vagabundos y cuervos de voces estridentes darían vueltas a su alrededor burlándose de su soledad, donde debería cabalgar una sofocante cantidad de millas para tener la oportunidad de conocer a un cobrador o a un oficial de policía, con quienes lo más parecido a una amistad que podría desarrollar sería apenas un par de ideas en común, donde la compañía femenina estaría representada de tanto en tanto por una misionera marchitada por el clima o por la esposa de un funcionario, donde al final la comida, las enfermedades y el saber popular sobre veterinaria fuese uno de los tres temas más destacados que tendría la mente para considerar o, mejor dicho, para degradarse. Ésa era la vida que se veía venir y que temía, y ésa era la vida que le esperaba. Para un muchacho proveniente de una aburrida parroquia de campo, de un distrito donde un concurso de floricultura y un partido de cricket fueran los hitos sociales del año, la sensación del exilio podría no ser muy abrumadora, de hecho podría diluirse en la emoción del cambio y la aventura.
Pero Comus había vivido demasiado a fondo en el corazón de las cosas como para considerar la vida en un lugar perdido como algo más que estancamiento y, con todo derecho, consideraba que el estancamiento, mientras se es joven, es una ofensa contra la naturaleza y la razón, como la perversa ironía que envía decrépitos inválidos a recorrer dolorosamente el mundo y encierra a las panteras en jaulas estrechas. Lo estaban apartando como se aparta a un vino, pero no para mejorarlo en el proceso sino para deteriorarlo, para que perdiera los mejores momentos de su juventud, su salud y su belleza en un mundo donde la juventud, la salud y la belleza son tan importantes y donde el tiempo nunca devuelve lo que se ha perdido. Y así, cuando al cierre de cada acto caía el telón, Comus sentía caer sobre él una sensación de privación y depresión; con amargura veía cómo se escapaba su última noche de diversión social. En menos de una hora todo habría terminado; en unos pocos meses sería un recuerdo irreal."

Saki
El insoportable Bassington



"La moda imperante –prosiguió de modo combativo- es creer en el cambio perpetuo, la mutabilidad y todas esas cosas; y decir que sólo somos una forma mejorada del mono primigenio; imagino, claro está, que suscribe usted esa doctrina."

Saki 


"Lady Anne mantuvo su defensiva barrera de silencio. Displicentemente, el pinzón real colmó el intervalo con un aire de Ifigenia en Táuride. Egbert lo reconoció inmediatamente, ya que era el único aire que silbaba el pinzón y había llegado a sus manos con la reputación de silbarla. Tanto Egbert como lady Anne hubieran preferido algo de The Yeoman of the Guard, que era su ópera favorita. En materia de arte tenían un gusto similar. Ambos se inclinaban por lo sincero y explícito en arte; un cuadro, por ejemplo, que lo dijera todo por sí mismo, con la generosa ayuda de su título. Un corcel de guerra sin jinete, con el arnés en evidente estrago que irrumpe dando tumbos por un patio lleno de pálidas y desfallecientes mujeres y con la anotación, al margen, de “Malas noticias”, sugería a sus mentes una meridiana interpretación de catástrofe militar. Les permitía apreciar lo que se trataba de transmitir y explicárselo a sus amigos de inteligencia más obtusa.
El silencio se prolongaba. Por regla general, el enojo de lady Anne se tornaba articulado y acentuadamente voluble al cabo de cuatro minutos de mutismo introductorio. Egbert tomó la jarra de la leche y vertió parte de su contenido en el platillo de Don Tarquinio; como el platillo ya estaba lleno hasta los bordes el resultado fue un patético rebosamiento. Don Tarquinio lo contempló con un sorprendido interés que se desvaneció en una artificiosa impasibilidad cuando fue requerido por Egbert para acercarse y engullir parte de la sustancia derramada. Don Tarquinio estaba preparado para desempeñar muchos papeles en la vida pero el de aspiradora en la limpieza de alfombras no era uno de ellos."

Saki
La reticencia de Lady Anne



“Ninguna mujer realmente previsora almuerza de modo regular con su marido si desea aparecérsele como una revelación a la hora de la cena. Debe darle tiempo para olvidar; una tarde no basta."

Saki 
Reginald