Mis "primos"



Frente a este libro caben las siguientes actitudes: sonrisa cínica, aplausos, o confirmación de lo intuido.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
La pintura de Peñarroya me recordó un grabado del siglo XIII antes de Cristo. Se trata de una estela, en piedra, de la Edad del Hierro (inicial), según los arqueólogos; es decir, hace 3.300 años, aproximadamente. La he contemplado muchas veces. Actualmente se encuentra en la sala VI del Museo Nacional de Arqueología, en Madrid. Fue encontrada en Solana de Cabañas, en Logrosán (Cáceres, España). En la estela aparece de nuevo la célebre «H» de «Ummo». Para los arqueólogos —cómo no— sólo se trata del adorno en el escudo de un guerrero. Así han denominado el grabado: «estela de guerrero». De la imagen esférica que aparece sobre el «guerrero» no dicen ni pío… Respecto a los grabados de la parte inferior, los arqueólogos aseguran que se trata de un «perro» (!). Sin comentarios.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
Me he paseado por casi todas sus cuevas y abrigos rocosos. Y lo que he hallado me ha dejado perplejo.
Veamos algunos ejemplos que hablan por sí solos:
 
Cuevas del Pomier
Detecté media docena de petroglifos a cuál más inquietante. Todos son anteriores a Colón.
Uno de los grabados representa a un ser con escafandra.
Me limité a contemplarlo y dibujarlo, con especial emoción.
¿Qué fue lo que vieron aquellas gentes?
 
Cueva de las Maravillas
Entre otras imágenes aparece la de un objeto lenticular con ventanillas y antenas. Algo muy frecuente en el fenómeno de los «no identificados». En la parte inferior, el artista trazó ocho líneas que pueden representar «luz» o «movimiento».
 
Cuevas de Azua y Sajona
Quedé nuevamente maravillado. Los artistas habían grabado extraños objetos, igualmente luminosos. Me recordaron otras pinturas rupestres, a miles de kilómetros, en Argelia. El lector sacará sus propias conclusiones…
 
Cueva de Yabonal
La imagen del petroglifo no puede ser más clara. Alguien grabó un objeto con forma de media naranja, y provisto de patas o tren de aterrizaje. El grabado puede tener varios miles de años de antigüedad. Es obvio que alguien vio una nave con esa forma, probablemente posada en tierra, y la inmortalizó en la piedra. Esta clase de ovni es frecuentísimo en todo el planeta.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
PETRA
 
En una de mis visitas a la ciudad de Petra, en Jordania, descubrí al dios Dushara.
Me llamó la atención desde el primer instante. Es un dios cuadrado, en piedra; en ocasiones aparece provisto de dos ojos.
Consulté a los arqueólogos y me dieron la siguiente explicación: «Dushara (en griego, Dusares) fue un dios masculino. Lo simbolizaron en forma abstracta (generalmente como un cubo) y siempre en piedra. El culto a Dushara tuvo un carácter aristocrático, con ceremonias reservadas a la realeza y a los altos dignatarios. Con la romanización, Dushara se transformó en Dioniso».
La verdad es que no quedé muy satisfecho. Aquella forma cuadrada (con ojos) tenía que guardar una explicación más convincente. Y me propuse interrogar a los beduinos.
No me equivoqué (la intuición nunca traiciona).
La versión fue muy diferente.
«Dushara —dijeron— era la casa de Dios (Beth-El) en la tierra… Hace mucho tiempo, en la época de Moisés, Dushara bajó sobre el monte Sinaí e instruyó al profeta…».
Quedé perplejo. E intenté averiguar cómo era la forma de Beth-El o Dushara.
Los beduinos lo dibujaron en la arena del desierto.
¡Era un cubo, con patas!
No podía creerlo.
E insistí e insistí, hasta el aburrimiento.
Los beduinos siempre lo dibujaron igual.
«Era la casa de Dios —repitieron—. En ella viajaban los dioses. En ella vivían… De ella salieron las leyes que recibió Moisés…».
Desde entonces, Beth-El, el verdadero y original nombre de Dushara, fue representado tal y como lo vieron: en forma de cubo, y con ojos (ventanillas).
La llegada de estas naves sobre el Sinaí se registró hace 3.300 años, aproximadamente.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
En 1847, durante una serie de excavaciones en Nínive, salió a la luz parte de la legendaria biblioteca del rey Asurbanipal. Varias de las tablillas contenían un relato que dejó perplejos a los arqueólogos.
 
Dice así: «… El rey Etan, que vivió hace 5.000 años, y fue llamado el rey bueno , fue admitido como huésped de honor en una nave voladora con forma de escudo… La nave giraba sobre sí misma en mitad de una vorágine de fuego… De la nave descendieron unos hombres altos y rubios, con ojos de gato, de cutis oscuro y vestidos totalmente de blanco… Eran hermosos como los dioses… Y los dioses invitaron al rey Etan a dar un paseo en la nave voladora… Pero los consejeros del rey no lo permitieron… El rey, sin embargo, aceptó… En medio de un torbellino de llamas y de humo, el rey subió tan alto que la Tierra, con sus mares, islas y continentes, le parecieron una hogaza en una canasta… Y la nave se perdió de vista… Después de una ausencia de dos semanas, cuando ya estaban preparando una sucesión al trono, creyendo que los dioses se lo habían llevado con ellos, la nave voladora se presentó sobre la ciudad y tocó tierra, rodeada por un anillo de fuego… Abatido el fuego, el rey Etan descendió con algunos de los hombres rubios, los cuales permanecieron con él, como sus invitados, durante varios días…».
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
Durante una de las exploraciones del Tassili N’Ajjer, también en Argelia, los guías me hablaron, y encendidamente, sobre el wadi Djerat. Tenía que examinar sus pinturas. Se quedaron cortos. En realidad, el wadi es otra «capilla Sixtina» de la Edad de Piedra. Conté más de 4.000 pinturas.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
Investigué mucho en el Sahara. En los desiertos de Libia, Túnez, Argelia, Níger, Marruecos y Egipto disfruté con cientos de pinturas rupestres y otros tantos grabados en las rocas. Todos son antiquísimos (entre 4.000 y 12.000 años). Allí descubrí criaturas «oficialmente imposibles»: hombres con cola, con cabeza de insecto, con cabeza de halcón, de rata, de perro… ¿Se trataba de fantasías de los hombres de la Edad de Piedra o se limitaron a pintar y grabar lo que vieron?...
Estos casos, y las pinturas y grabados hallados en los desiertos, con antigüedades superiores a los cinco mil años, me llevaron, casi de la mano, a una conclusión inevitable: la mitología egipcia tuvo una base real. Horus, el dios con cabeza de halcón, pudo ser visto por los antiguos egipcios, y venerado como «Hr» (verdadero nombre de Horus) «Hr» o «hrw» significa «aquel que vuela alto en el cielo». Al igual que en los encuentros registrados en el siglo veinte, los antiguos egipcios pudieron contemplar a estas criaturas dentro o cerca de sus naves; de ahí que lo llamaran «Hr». Y lo mismo pudo suceder con Anubis, el dios con cabeza de chacal o de perro. Después, con el paso del tiempo, la fantástica realidad terminó deformándose. Y la ortodoxia consideró a estos personajes como seres mitológicos. Grave error.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
En otras palabras: alguien enseñó a los habitantes del Tassili N’Ajjer a pintar o, muy probablemente, muchas de las pinturas fueron obra de los seres que pilotaban aquellas naves. Si esto fue así, la intencionalidad pudo ser doble. En primer lugar (y más importante) para dejar testimonio de su paso por aquellas zonas, y en esas épocas. En este aspecto los «detalles» (amén de la perspectiva) me parecen especialmente significativos. Los hombres de la Edad de Piedra no podían comprender el significado del cierre de una escafandra o el porqué de un casco. Y mucho menos el sentido de un traje hinchado. Y, sin embargo, lo pintaron con exquisita perfección. La segunda posibilidad (nada desdeñable) me lleva a pensar en simples gamberros del espacio. De la misma manera que hoy se graba un nombre en un árbol, aquellos «turistas» cósmicos se entretuvieron en pintarse y grabarse a sí mismos. Y lo hicieron por todo el mundo. Pero la intuición me dice que debo inclinarme, sobre todo, por la primera probabilidad. Ellos deseaban dejar constancia de su presencia en la Tierra y la mejor forma fue pintando sus naves o pintándose a sí mismos. Sea como fuere, lo interesante es que nos visitan desde la noche de los tiempos. Y un último «detalle» (para la reflexión): ¿sabía el hombre de hace 5.000 y 9.000 años que la caseína era un integrante de las pinturas utilizadas en el Sahara? Es obvio que no lo sabía. Y es evidente que no sabía extraerla de la leche. Para eso hubiera necesitado de una tecnología que no estaba a su alcance. Y, sin embargo, como digo, la caseína se presenta como un aglutinante en las pinturas del Tassili. Otro «detalle», en fin, que hace pensar en «pintores no humanos» …
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
No he visitado Australia (todavía), pero he estudiado a fondo muchas de sus pinturas rupestres. La labor de los investigadores locales ha sido minuciosa y exhaustiva. En ellos me baso a la hora de las interpretaciones. Me centraré en las pinturas que los naturales australianos llaman wandjinas. Fueron descubiertas oficialmente en 1838, en Kimberley, al noroeste del continente.
Según los naturales, los wandjinas no fueron pintados por seres humanos, fueron obra de los propios wandjinas , que se autorretrataron en las paredes de las cuevas antes de regresar a su mundo. Estas afirmaciones de los aborígenes australianos ratificarían mi hipótesis sobre la autoría de otras pinturas en el resto del mundo.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
La Biblia, además de ser un naufragio, es uno de los mejores libros de ovnis del mundo.
 
J. J. Benítez
Mis «primos»
 
 
Jacques Vallée permitió desempolvar un interesante manuscrito del siglo IX en el que se confirman estas noticias. Se trata de un libro titulado Sobre el granizo y el trueno, del referido Agobardo. En él se lee: «… Pero hemos visto y oído a muchos hombres sumidos en tan gran estupidez, hundidos en tan profunda locura, hasta el punto de creer que existe cierta región, llamada por ellos Magonia, en la que los barcos navegan por las nubes, a fin de llevar a esa región los frutos de la tierra destruidos por el granizo y las tempestades; los marineros ofrecen recompensas a los brujos de la tempestad para recibir a cambio trigo y otros productos. Entre aquellos cuya ceguera y locura eran tan grandes que les hacían creer posibles tales cosas, había unos que exhibían en cierto concurso a cuatro personas atadas… tres hombres y una mujer que aseguraban haber caído de una de estas naves; después de mantenerlos unos días en cautividad, los condujeron a presencia de la multitud, como hemos dicho, para ser lapidados en nuestra presencia. Pero la verdad prevaleció»
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 74
 
 
Me hallaba estudiando el papado de Inocencio IV cuando, de pronto, al leer los lamentables sucesos de la llamada «peste negra», una idea llegó a mi mente. No podía creerlo… Y profundicé cuanto pude en el asunto. La peste negra ha sido una de las grandes desgracias de Europa (en toda su historia conocida). Según algunos autores, el número de víctimas superó los cien millones. Otros, más cautos, aseguran que, entre 1347 y 1453, la epidemia terminó con la tercera parte de la población europea; es decir, entre 35 y 40 millones de personas. En España, los muertos superaron los 230.000. Sevilla y Valencia, por ejemplo, quedaron prácticamente despobladas. Pues bien, como digo, al repasar las crónicas de la época, observé algo que, en un primer momento, rechacé de plano. Pero se repetía y se repetía… En todos esos textos se hablaba de unas neblinas previas a la llegada de la peste negra. Y al enigma se añadieron otros misterios: luces extrañas que también precedían a la enfermedad, brotes en lugares secos (donde no debía de haber aparecido la plaga) y zonas donde no existía la rata negra y, sin embargo, surgió el brote bubónico. Para más desconcierto, la peste desaparecía súbitamente. Me centré primero en las neblinas. Los autores de la época se referían a ellas como «nieblas espesas, súbitas, y de un olor repugnante». Surgían en tiempo cálido y «se arrastraban por la tierra como una serpiente». En ocasiones eran de color verde o azulado. Inmediatamente, cuando la niebla pasaba por un pueblo, la peste negra hacía su aparición, provocando grandes mortandades. También leí que tales nieblas aparecían precedidas por luces o éstas se mantenían en el interior de la nube, desplazándose a la misma velocidad que la niebla. Curiosamente, la plaga bubónica no ha sido la única enfermedad infecciosa que se ha transmitido en la presencia de extrañas nieblas. Con el cólera ha sucedido lo mismo. En 1854, cuando apareció en el Britania (barco de Su Majestad británica), los oficiales y la tripulación aseguraron que, «inmediatamente antes de la epidemia vieron salir del mar una extraña niebla. Y pasó sobre el barco. Nada más alejarse se declaró el primer caso». ¿Luces antes de las nieblas y en mitad de las neblinas? Aquello me hizo sospechar… Entre 1298 y 1314 (poco antes de la gran epidemia de 1348) fueron vistos sobre Europa siete grandes objetos volantes no identificados. Los testimonios de pequeños objetos sobre ciudades y aldeas se cuentan por centenares. En 1347, una «columna de fuego» se mantuvo durante horas sobre el palacio del papa, en Avignon (Francia). Bolas de fuego fueron observadas también en París. En 1479, un «cometa» con forma de viga, con la punta afilada, fue visto sobre Arabia. La relación de casos de avistamientos es interminable… Pero las sorpresas continuaron… En muchos de los lugares en los que se dieron los brotes bubónicos, las gentes decían haber visto —previamente a la peste— hombres extraños, vestidos de negro, con largas guadañas. Las cabezas eran pequeñas —decían— y emitían sonidos agudos. Los individuos barrían las calles o golpeaban las puertas de las casas con largas «escobas» o «palos metálicos». Acto seguido, los habitantes del lugar caían enfermos.  Los ejemplos de «hombres siniestros» (previos a los brotes de peste) se cuentan a decenas en la literatura de la época. Mencionaré uno: «… En el año de Cristo de 1571 fueron vistos en Cremnitz, en los pueblos montañosos de Hungría en la tarde del Día de la Ascensión para gran perturbación de todos, apareciendo de repente en la Schuelesberg, tantos jinetes negros que la opinión general fue que los turcos estaban llevando a cabo una incursión, pero desaparecieron rápidamente otra vez, y de inmediato estalló una furiosa plaga por los roedores». Quedé espantado. El miedo de aquellas gentes fue tal que buscaban cualquier forma de conjurar la epidemia. Y llegaron, incluso, a acusar a los judíos. «Ellos —decían— envenenan los pozos». Entre 1348 y 1349, en Alemania —según la Enciclopedia Collier — fueron destruidas decenas de aldeas en las que habitaban los judíos. Los asesinatos se contaron por cientos de miles. Si hemos de dar crédito a estas informaciones, la conclusión es terrorífica: parte de esa plaga (no sé si la totalidad) pudo ser provocada por los tripulantes de las naves que aparecían en el interior de las neblinas. Aquéllas y los extraños hombres de negro se ocuparon de sembrar los bacilos, tal y como hace el hombre moderno en la guerra biológica. USA y Rusia disponen en la actualidad de grandes reservas de peste bubónica, a utilizar en armas químicas. Las nieblas artificiales son de especial utilidad para la propagación de los bacilos. Naturalmente, no creo que los singulares «hombres de negro», que fueron vistos antes de las epidemias, portaran guadañas. Podían ser dispositivos para sembrar los bacilos.
Y surge la gran pregunta: ¿por qué? Si esto fue así, ¿por qué los tripulantes de esas naves provocaron el exterminio de millones de personas? ¿Contemplaban ya el problema de una superpoblación? ¿Se trató de un experimento, como tantos?
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 94 y siguientes
 
 
Y surge la gran pregunta: ¿por qué? Si esto fue así, ¿por qué los tripulantes de esas naves provocaron el exterminio de millones de personas? ¿Contemplaban ya el problema de una superpoblación? ¿Se trató de un experimento, como tantos?
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 947
 
 
Si consideramos que la isla de Guanahaní tiene colinas, pero que la más alta sólo alcanza los 43 metros sobre el nivel del mar, ¿a qué conclusión puede llegarse respecto a tan misteriosa «luz»? La información del capitán de submarinos es tan exhaustiva como demoledora. Lo que vieron Colón y sus hombres no fue una candela, en tierra, como pensaron, sino «algo» que volaba, ¡y a 425 metros de altura! La conclusión es lógica: «alguien» seguía los pasos de Colón, y lo hacía desde el aire. Mis «primos», sí…
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 107
 
 
Estoy convencido de que «ellos» utilizan la luna como base.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 127
 
 
Un día, leyendo El corazón de todo lo existente, de Bob Drury y Tom Clavin, descubrí algo que me hizo sonreír. En el libro se narra la vida de Nube Roja, el célebre jefe sioux que luchó contra el poder establecido en USA. Pues bien, según Drury y Clavin, cuando Nube Roja nació (1821), «una estrella roja que pasa haciendo ruido» se paseó a baja altura sobre el campamento indio. La vieron todos los sioux. Dos días después, Camina como piensa dio a luz a Nube Roja. Y todos estuvieron de acuerdo: el niño debía llamarse como la estrella que lo anunció: Nube Roja (Makhpiya-Luta).
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 127
 
 
Casi todo el mundo considera que la palabra «platillo» fue inventada por Kenneth Arnold, cuando vio una formación ovni el 24 de junio de 1947. Pues no… La primera vez que se usó el término fue en 1863 y lo hizo un periódico español: La Gaceta (de Madrid). He aquí lo publicado el 14 de agosto: «… Una especie de platillo luminoso, rojizo, que llevaba encima una cúpula resplandeciente, fue visto anteayer (12 de agosto) por la noche en el horizonte, al lado este del cielo de Madrid… Después de haber estado mucho tiempo inmóvil, la máquina se desplazó con rapidez, en muchas direcciones, horizontal y verticalmente, antes de desaparecer».
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 130
 
 
 
Decía mi abuela, la contrabandista, que el problema de los necios es que se reproducen…
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 132
 
 
Recuerdo que hubo algo que me llamó poderosamente la atención. Verne dijo: «He llegado tarde a esas luces (que surcan los cielos de Estados Unidos) y a Jesús de Nazaret». El escritor francés, fallecido en 1905, se refería a la oleada ovni registrada en USA en los años 1896 y 1897
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 134
 
 
Si tenemos en cuenta lo expuesto en páginas precedentes…, DESDE SIEMPRE. Es más: en mi opinión, esos seres no humanos podrían ser los «padres» de la especie humana; dicho con todo el respeto a los creyentes…
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 145
 
 
Y así interrogamos al resto de los ancianos. Todos coincidieron: «los demonios eran mala gente; causaron la ruina de muchos paisanos». Ignacio Zabaleta fue el último al que pudimos entrevistar. Tenía entonces noventa años. —Mi padre me contaba —explicó— que los demonios se metieron una noche en la aldea y rompieron puertas y tejados. Tenían manos con garras y emitían lamentos, como los lobos.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 150
 
 
El presente caso lo investigó el infatigable Jorge Eduardo Anfrúns Dumont. Él recorrió, en bus (44 horas), la distancia existente entre Santiago y Punta Arenas, en Chile. Allí se encontraba su testigo, un excarabinero al que llamaré el Poeta. Anfrúns era así: podía recorrer 3.700 kilómetros para conversar con una persona y, sobre todo, para mirarle a la cara. Los jóvenes investigadores del fenómeno ovni (si es que quedan) no deben olvidar este último «detalle»: mirar a los ojos al testigo (o supuesto testigo). Es vital. A lo que iba… El Poeta contó a mi amigo Anfrúns la siguiente historia: … Llegué a Punta Arenas hace 26 años… Era carabinero… En 1965 estaba destinado en el retén de Punta Delgada, en la frontera con la Argentina… En aquel entonces, el patrullaje se hacía a caballo y durante cuarenta días… Así recorríamos los alambres y los hitos… Pues bien, un atardecer, antes de armar las carpas con los pincheros, mi compañero, el Paco Álvarez, y yo vimos una nave… Al principio no supimos qué era… Parecía una estrella, pero más grande… Y, de repente, en fracciones de segundo, aquello se colocó a 300 metros de nosotros… Era grande… Al día siguiente lo dibujé en la libreta de patrullaje… Parecía un buque… Calculé unos 50 metros de largo… Tenía una serie de luces, con unos colores que no soy capaz de describir… Podría decirte rojo, amarillo, verde, pero no eran rojos, verdes o amarillos… Era otra cosa, nunca vista por mí… Emitía un sonido penetrante, como cuando uno va a activar un taladro… Y ese pitido acabó con la vida de mi caballo… La bestia, de pronto, se abrió de manos y cayó… Se sentó y murió… Yo sé que el caballo murió a causa de aquel maldito pitido… La otra bestia, en cambio, la del Paco, siguió viva… Podían ser las diez de la noche… Todavía había luz… La «cosa» llegó a tierra en medio de un fuerte viento, como un huracán… Después, el viento cesó… Yo quería acercarme, pero mi cabo se cagó de miedo, y lo prohibió… Quería ver qué era aquello y tocarlo… No tenía miedo… Con el paso del tiempo, los carabineros nos hacemos a todo, o a casi todo… La situación fue tan terrible que el Paco tuvo que acercarse al río para lavar la ropa… El pobre estaba tiritando, con espasmos, y botaba saliva por la boca… Entonces me senté en un tronco y me puse a fumar… Y esperé a que aquello se fuera… No puedo decir cuánto tiempo estuve así… ¿Minutos, horas?… Sé que el tiempo se me hizo muy corto… Y cuando me di cuenta estaba amaneciendo… Entonces, la «cosa» se levantó y se fue… Y sentimos cómo succionaba el aire… Después caminé hacia el lugar donde había estado la «cosa» y vi que el pasto, en esa zona, estaba lacio, como mojado con agua caliente… Un árbol había sido cortado, pero de una manera extraña: como si hubieran utilizado un láser… Yo soy carpintero y entiendo de esas cosas… La superficie del árbol aparecía suave como un espejo… Alrededor no había aserrín, nada.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 179
 
 
La presente información procede del investigador Preston E. Dennett, de Estados Unidos. Según Preston, sólo en USA, hay constancia de más de cien casos de curaciones por parte de los ocupantes de los ovnis. He aquí uno de ellos: … En mayo de 1974, la señorita Helen (nombre supuesto), con residencia en una pequeña localidad de Arizona (USA), fue diagnosticada de cáncer… La enfermedad no tardó en pasar de la cadera al páncreas… La mujer perdió mucho peso y le dieron unos meses de vida… Una noche, a eso de la una, despertó sobresaltada… Alguien la llamaba por su nombre…Montó en su coche y, a pesar de su debilidad, se dirigió a un lugar, a 7 millas del pueblo… Al llegar quedó perpleja: en el campo flotaba un enorme objeto… Era blanco y redondo… De la nave salieron dos criaturas de pequeña estatura… Tenían grandes cráneos y ojos enormes… Vestían buzos metálicos… Las criaturas trasladaron a Helen al interior del ovni y la tranquilizaron… Le dijeron que sólo pretendían ayudarla… La colocaron sobre una mesa fría y metálica y la examinaron con un instrumento de color rojo, parecido a una seta… Pasaron el aparato sobre el cuerpo y le dijeron lo que ya sabía: que padecía cáncer… Y le explicaron que el mal estaba muy extendido… Afectaba al pecho izquierdo, hígado, riñón derecho, páncreas y vesícula… Y procedieron a curarla… Utilizaron una especie de gran bandeja metálica que situaron por encima de Helen… Y la hicieron pasar diez veces sobre el cuerpo… La mujer sintió mucho calor y un gran dolor… Entonces le inyectaron un líquido de color púrpura en el abdomen… Procedieron a extraerle sangre y, finalmente, le dijeron que estaba curada… Y le mostraron un mapa estelar, asegurando que procedían de un sistema solar más allá de Orión… Después la dejaron junto al coche… A la mañana siguiente contó lo ocurrido, pero nadie la creyó… Esa tarde, Helen empezó a vomitar una sustancia negra… La llevaron al hospital y allí perdió la conciencia… Los médicos pensaron que se moría… Dos semanas más tarde, la piel recuperó el color normal y los médicos quedaron desconcertados: el cáncer había desaparecido… Nadie logró explicar la misteriosa curación de la joven… Y Helen siguió trabajando en su pequeño negocio, como si nada hubiera ocurrido.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 277
 
 
La conducta humana frente a un ovni es imprevisible.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 258
 
 
Nunca investigo lo que ya han investigado otros investigadores de campo. Es una norma sagrada para mí.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 346
 
 
¿QUÉ BUSCAN? ¿Los tripulantes ovni son científicos? ¿Quizá militares? ¿Son ángeles? ¿Los viejos ángeles de la Biblia? ¿Son misioneros? ¿Son mensajeros del «más allá»? Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que están en posesión de una tecnología mágica.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 362
 
 
 
 
¿Qué puedo añadir a lo expuesto en el presente capítulo? ¿Son pacíficos los tripulantes de los ovnis? ¿Son agresivos? Intentaré ser objetivo, una vez más. De los 103 casos presentados en este capítulo, 56 constituyen una clara agresión contra los seres humanos. Así, al menos, lo interpreto. En otros 27 casos, los tripulantes no identificados han ayudado o han curado a los testigos. Finalmente, 20 casos son de agresión humana hacia los ovnis. En otras palabras: el 54 por ciento de lo expuesto corresponde a violencia por parte de los ovnis. El lector sabrá juzgar…
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 362
 
 
En una de mis visitas a Panamá conocí al supuesto contactado. Máximo Camargo. Después conversé con él en diferentes ocasiones. En todas esas conversaciones me sorprendió. Camargo aseguraba que el primero de mayo de 1987 tuvo un encuentro con los tripulantes de un ovni. Después llegaron otros sucesos parecidos. En una de esas abducciones, el testigo recibió una información que me interesaba, y mucho: —Se acerca un astro —dijo Camargo—. Un astro o planeta de grandes dimensiones que provocará una gran catástrofe en la Tierra. —¿Eso te lo dijeron «ellos»? —Sí, varias veces. —¿Y para cuándo? —Para 2027. —¡Vaya! Después investigué la vida de aquel hombre. Sus orígenes eran inciertos. Nadie sabía cuándo había nacido. En 1938 (fecha no segura) fue encontrado en el interior de una extraña bolsa, en la zona de Jalobrá, en Veragua (Panamá). Máximo —según mis averiguaciones— tenía pocas horas. Fue una noche de tormenta. Y los lloros de la criatura alertaron a la familia Vega, que vivía muy cerca. Lo recogieron y Luisa Vega García se ocupó del bebé. La bolsa en cuestión, en la que apareció Camargo, era imposible para 1938. Y me explico: era una bolsa de medio metro, provista de un sistema de cierre que ahora llamamos «velcro». Este sistema fue patentado por el ingeniero suizo George de Mestral diez años más tarde. La bolsa de Camargo disponía de una malla, en forma de rejilla, con agujeros muy finos. El interior era de lana azul.
Al morir la madre adoptiva de Máximo, Luisa, pidió que fuera enterrada con dicha bolsa. —Ella —explicó Camargo— la guardaba bajo su cama, y la tenía en gran aprecio. —¿Por qué consideras que pidió ser enterrada con ella? —Porque vio algo más la noche que me recogió. —¿Como qué? —Una enorme luz y gente que depositaba la bolsa en el suelo, junto al camino. —¿Hablas de una nave? —Eso creo. Luisa era pobre y, lógicamente, una bolsa tan singular podía haber sido vendida. Sin embargo, no fue así. Y la conservó hasta el final de sus días. Camargo, que siempre conservó una excelente memoria, recordaba a las gentes que lo recogieron en ese supuesto 1938: —Micaela Carrasco fue la señora que cortó el cordón umbilical… —Eso quiere decir que sólo tenías horas. —Así es. Vicente Vega era el hermano de mi madre. También murió. —¿Y cómo recibiste el apellido Camargo? —El marido de Luisa, la señora que me recogió, se llamaba Sebastián Camargo. Y yo heredé su apellido. —En otras palabras: no sabes quiénes fueron tus padres biológicos… —Nunca lo supe. Pero «ellos», después, al entrar en una de las naves, me mostraron una secuencia de imágenes de un feto. Y me dijeron: «Éste eres tú». Luisa Vega, la madre adoptiva, falleció en 1945 en La Colorada. Cuando indagué en la zona comprobé que todas las personas relacionadas con Camargo habían fallecido. No fue posible contrastar la información. Máximo Camargo tenía alrededor de siete años cuando falleció Luisa. Y ahí empezó otra «aventura» … El niño se vio solo y terminó refugiándose en las montañas. —Allí viví durante seis o siete años —manifestó Camargo—. Siempre solo. Me alimentaba de lo que encontraba en el bosque. Y un día, al aproximarme a una casa, me caí de un árbol y me capturaron. Y recordé la historia de Kaspar Hauser, el niño salvaje que apareció en Núremberg en mayo de 1828. Una tarde, mientras charlábamos, Camargo volvió a sorprenderme. Contó cómo, en cierta ocasión, una nave se presentó cerca de la casa. Todo el mundo la vio. —Me asusté y me metí en el dormitorio. Y allí permanecí hasta la mañana siguiente. Eché el cerrojo de la puerta y me dormí. Al día siguiente me esperaba una sorpresa… Máximo sonrió, se levantó de la silla, y entró en una de las habitaciones. Al poco regresó con algo en las manos. Y me lo entregó, al tiempo que decía: —Esto estaba sobre la mesa del dormitorio. Y el cerrojo seguía echado. Por supuesto no es mío, ni lo había visto jamás. Era un cáliz, o eso parecía. Lo miré con asombro. Y Camargo añadió: —Te lo regalo.
Inspeccioné la habitación. La única ventana aparecía protegida por una reja. En cuanto al cerrojo, era sólido. —¿Cómo entraron en la habitación? —preguntó Camargo—. No lo sé… —¿Crees que el cáliz lo dejaron «ellos»? —No hay otra. Ese día estaba solo en la casa. —¿Y qué crees que simboliza? —Eso tendrás que decírmelo tú… Yo lo único que sé es lo que «ellos» me han transmitido: «La historia de ese cáliz es terrorífica». Al regresar a España fue analizado en el Instituto de Ciencias de los Materiales, en Sevilla. El análisis por energía dispersiva de rayos X fue claro: Se trataba de acero inoxidable, sin más. Peso: 505 gramos. Y volví a preguntarme: ¿por qué dejaron el cáliz en la casa de Camargo? ¿Qué buscaban? ¿Cómo lo materializaron? ¿O no fue así? Y lo más importante: ¿cuál es su historia?
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 366 y siguientes
 
 
La tecnología ovni es pura magia para el ser humano. Es posible que esas civilizaciones nos lleven miles de años de ventaja. ¿Podemos imaginar cómo será la vida en la Tierra dentro de 100.000 años?
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 372
 
 
La historia contada por la incansable investigadora Cynthia Hind me dejó perplejo y me recordó la aventura con la bella Ricky. … Edwin —contó Hind— era alto… Poco menos de 2 metros… Hombros anchos y ojos oscuros… Aunque no tenía cultura estudió electrónica, y en 1960, cuando contaba dieciocho años de edad, trabajó como técnico de radio en una fábrica de Durban… Quedó vacante un puesto de supervisor en su sección y lo ocupó un hombre llamado George… Durban se encuentra al este de Sudáfrica… Edwin y George hicieron amistad… Edwin lo llevaba en moto desde el hotel hasta la fábrica… Edwin era soltero y muchos fines de semana marchaba con George a Paterson Groynes, una zona de pesca muy popular… George era un hombre misterioso: no hablaba de su pasado… Edwin pensó que procedía de Johannesburgo, dado que hablaba mucho de aquella ciudad… Una noche, mientras pescaban, vieron una luz en el cielo… Edwin pensó que podía tratarse de un satélite artificial… Y George preguntó: «¿Qué sabes de ovnis?» … Edwin replicó que no sabía gran cosa, aunque reconoció que tenía que haber algo de cierto… Desde ese momento hablaron del asunto con frecuencia… George le hacía muchas preguntas sobre el particular: «¿Crees que existe vida en el espacio?, ¿Crees que la Tierra es el único planeta habitado?» … Un día, George le dijo: «Te voy a dar la prueba de que las luces que ves en el cielo no son satélites» … Edwin se quedó intrigado… Y quedaron en ir a pescar el sábado por la noche… Cuando Edwin pasó a recoger a George por su hotel, éste llevaba una maleta negra, de cuero… Preguntó, pero George respondió con una evasiva… Esa noche había muchos pescadores en Paterson Groynes… Y hacia las dos de la mañana se quedaron solos… George, entonces, comentó: «Quiero enseñarte algo»… Abrió la maleta y Edwin alumbró con una linterna… Era un equipo de radio… George sacó una antena telescópica y la armó… Y conectó el instrumento… Segundos más tarde se oyó a alguien que hablaba, pero en un idioma indescifrable… Quince minutos después apareció en el cielo una extraña luz… George se la señaló a Edwin y éste notó que se aproximaba… Cuando estaba cerca se detuvo… George explicó que se trataba de una nave espacial y que él se estaba comunicando con ella a través de la radio… Después escuchó una voz, pero esta vez en inglés… La voz se identificó como «Wy-Ora», comandante de la nave que estaba sobre ellos… Y explicó que él y su tripulación eran del planeta Koldas, de otra galaxia y miembro de la Confederación de Planetas… Wy-Ora explicó que George «era uno de ellos», y que su verdadero nombre era Valdar… Y que había venido a la Tierra en una misión especial… Para demostrar las habilidades de la nave, George dio instrucciones en un idioma extraño y Edwin vio cómo la luz se movía de este a oeste y de norte a sur… Después emprendió el vuelo a gran velocidad y desapareció… Edwin estaba perplejo… Con los meses, George le fue revelando nuevos secretos… Su frase favorita era: «Confía…» … Un día, Edwin vio algo insólito… Se había quedado solo en la fábrica; era la hora de la comida… Pero el muchacho decidió terminar un trabajo… Fue entonces cuando vio a George mover una máquina muy pesada… Y lo hizo él solo… Poco antes, la máquina había sido trasladada de lugar con la ayuda de cinco operarios… En esos meses, George instruyó a Edwin en muchas materias… Le dijo que estaban preocupados: una gran catástrofe se aproximaba a la Tierra, y no sabían cómo ayudar… George manifestó que hay cientos de seres como él, «infiltrados» en la red social humana… Permanecen en la Tierra de uno a cinco años… Nos estudian… Después regresan a su mundo… Y llegó el día de la partida de George… Un sábado por la mañana viajaron a la playa de Richards Bay… Era entonces un lugar solitario… Pescaron y hablaron durante horas… Y hacia las diez de la noche, cuando bajó la marea, George se puso de pie y se cambió de ropa… Y se enfundó un mono que había traído en la maleta… «Sitúate detrás de esa duna —le dijo George—. Y permanece ahí hasta que la nave se haya ido… Tú no estás preparado para resistir sus efectos»… Edwin no podía creer lo que estaba pasando… George, entonces, le entregó la maleta negra y corrió hacia la orilla del agua… Edwin se refugió detrás de la duna, pero vio la llegada de la nave… Era un disco de unos 50 metros de diámetro… Tenía una cúpula en la parte superior… Había una gran ventana y se veía una silueta en el interior… La nave aterrizó en la playa e hizo un ruido, como si raspara algo… Entonces apareció una columna y el disco quedó a 2 metros de la arena… En la parte inferior de la columna se abrió una puerta… Y George desapareció en el interior… El disco despegó a gran velocidad y se perdió en el firmamento… No cabe duda —plantea Cynthia Hind— de que George existió: hay registros en la fábrica y en el hotel en el que vivió, pero todo puede ser falsificado…
(…)
En una de mis conversaciones con Cynthia volvió a salir el caso de George. Ella lo consideraba auténtico. Y me reveló algo que yo conocía…, «por otros canales»: «Esas naves —explicó la investigadora ovni— se mueven en el espacio a través de las “autopistas gravitacionales”. Eso le confesó George a Edwin. Viajan a una velocidad muy superior a la de la luz (300.000 kilómetros por segundo), utilizando las citadas “autopistas gravitacionales”». —¿Cómo son esas «autopistas»? —Le dijo a Edwin que cruzan la totalidad del universo y forman una tupida red. Son como carreteras. Tienen de 1 a 5 kilómetros de ancho. La mayor velocidad se alcanza en los filos de la corriente gravitatoria. En el centro, en cambio, no hay movimiento. Ahí es donde hacen los cambios de dirección. Mis fuentes no hablan de «autopistas gravitacionales», sino de «canales de gravedad espiritual». Quizá sea lo mismo… Nosotros no hemos descubierto qué es la «gravedad divina o espiritual» que, al parecer, circula por los universos del tiempo y del espacio.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 383-385
 
 
Todo lo que uno sea capaz de imaginar en el fenómeno ovni, ya ha ocurrido…
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 459
 
 
 
El caso «Lens» me parece uno de los más completos y atractivos de la ufología. Por cuatro razones: 1ª. Por la categoría personal y profesional del testigo. 2ª. Por la captación del ovni en los radares. 3ª. Por las «voces». 4ª. Por las pruebas físicas (falta de remaches y desenroscamiento de las antenas en el F-1).
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 535
 
 
La respuesta a la quinta pregunta —«¿QUÉ BUSCAN? »— es tan difícil como comprometida. A juzgar por los casos expuestos en el capítulo precedente, mis «primos» podrían ser científicos, militares, ángeles, simples viajeros, o enviados del «más allá». Quién sabe… Lo que aparece con claridad es que nos llevan cientos o miles de años (quizá millones). Su tecnología es asombrosa y difícil de comprender para gente como nosotros, que se protege de la lluvia con un paraguas… En ocasiones, mientras investigo, me siento como un cavernícola en el interior de un submarino. Y me río de Stephen Hawking, el astrofísico, cuando decía: «Es racional pensar en vida extraterrestre. El desafío es saber cómo sería». No tengo la menor duda: Hawking era un gran sabio y también un perfecto analfabeto en el tema ovni.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 535
 
 
Llamo «vampiros» a los ufólogos de salón (que sólo investigan en Internet) y a los escépticos recalcitrantes que no admiten la realidad extraterrestre bajo ningún concepto.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 545
 
 
 
En ufología llamamos «contactado» a la persona que dice haber establecido comunicación con seres no humanos. Existen diferentes formas para llegar a ese contacto: mental, escritura automática, guija o encuentro directo.
 
J. J. Benítez
Mis «primos», página 550
 
 
 
 
 
 
 


No hay comentarios: