Al sur de la razón



PECADO CONTRA EL SILENCIO

Alguien pregunta. Si no es posible herir o molestar a Dios, ¿qué es el pecado? Sólo puedo responder por mí mismo. Sólo conozco mis propios pecados. Y procederé a pasar revista, sin que sirva de precedente. Uno de mis peores errores es no saber guardar silencio. La palabra es un regalo de los cielos y yo la derramo, sin apreciar su verdadero coste. El silencio —ya lo dije— es el gran desterrado de mi vida. Siempre lo he mantenido a distancia, como a las víboras y a los emisarios de desgracias. Soy tan idiota que lo confundo con las credenciales del dolor y la muerte. Me acuso de pecar contra el silencio. Es decir, de no saber amar (el silencio es la máxima expresión del «te quiero»). El silencio es el perfume de Dios (cuando «suena» es que acaba de pasar). Me acuso de arrinconarlo y amordazarlo. El silencio es siempre la voz del otro, la que no escucho o no me gusta escuchar. Me acuso de pecar contra mí mismo, borrando el silencio del arcoíris.

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 11


¿QUÉ SERÁ DE NOSOTROS?

Según el documento Dominus Iesus la iglesia católica posee la verdad absoluta. Fuera de ella no hay salvación. Y me pregunto: ¿qué será de los que no creemos en ninguna religión? ¿Qué será de los que nos hemos borrado de la católica? ¿Qué será de los que buscamos a Dios por nuestra cuenta, y desesperadamente? ¿Qué será de los que dudamos de todo? ¿Qué será de los que intentan pensar por sí mismos? ¿Qué será de los que no comprendemos qué es la verdad? ¿Qué será de los nacidos antes de Jesús de Nazaret? ¿Qué será de los autistas? ¿Qué será de los musulmanes, o budistas, de buena fe? ¿Qué será de los partidarios de la intuición? ¿Qué será de los ateos de corazón? ¿Qué será de los creyentes, que aborrecen las religiones? ¿Qué será de los que aman, sin mirar a quién? ¿Qué será de los que se han convertido a la religión del arte? Me queda un consuelo: nadie está equivocado (sólo unos pocos conocen el «por qué»).

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 9


LA VERDAD

Al llegar al sur de la razón comprendí. Ahora casi estoy curado. Un día, cuando habitaba en el «norte», la vi pasar. Era hermosa. Cruzó ante mí con rapidez, pero dejándose ver. Estaba desnuda. Me guiñó un ojo y traté de retenerla. Huyó. No la he vuelto a ver. Después cometía un segundo error o pecado. Me subí a los libros y grité en blanco y negro: « ¡He visto a la verdad! ». Nadie me creyó. Y se burlaron. Algunos, incluso, me condenaron. ¿Cómo me atrevía? Mi verdad no era su verdad. Y aprendí la lección: la verdad no debe ser proclamada. Si alguna vez alcanzas a descubrirla, disfruta de ella mientras puedas, pero siempre en silencio. E intenta no enamorarte. Mañana puede que tropieces con otra más atractiva.

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 15


Lo peor de los necios es que se reproducen...

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 18



CIEN MINUTOS AL DÍA

Los laboratorios llamados del Sueño han descubierto que el ser humano experimenta una media de cien minutos diarios en los que sueña. Eso significa que una persona sana, de veinte años de edad, habrá soñado un total de 730.000 minutos a lo largo de esos veinte años. O lo que es lo mismo: del orden de 500 días dedicados exclusivamente a soñar. Para alguien de cuarenta años, el tiempo total dedicado a soñar sería de casi tres años y para un anciano de ochenta años rondaría los seis años de puro sueño. Cien minutos diarios en los que vivimos al sur de la razón, obligatoriamente. ¿Casualidad? Lo dudo...

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 23


CIELOS Y CIELOS

La intuición es así. Sabe, sin necesidad de demostración. Ella es Él. Tampoco necesita justificación. Y esa intuición «dice» que el cielo no es un premio. El cielo son los primeros peldaños hacia los cielos. En definitiva, una obligación para los hijos del tiempo y del espacio. Estamos obligados a «viajar» de cielo en cielo, como el hombre está obligado con la infancia, con la juventud, con la madurez y con la ancianidad. Eso es la muerte: empezar a subir escalones, de cielo en cielo. Y son tantos como seamos capaces de imaginar. Sólo al llegar al último tramo estaremos preparados para estrechar la mano (?) del Número Uno, el Padre. Ésa es la puerta de los cielos. En otras palabras: tras la muerte, todo es cielo, aunque, como el queso, en porciones...

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 57


REVOLUCIÓN

Al sur de la razón sólo cabe la revolución. Como saben los expertos, la intuición es la gran revolucionaria. En el «norte» la temen. Probablemente, porque no tienen conciencia del verdadero significado de la palabra «revolución». Aquí, al sur de todas las verdades, revolucionario es el que se revuelve contra sí mismo y cambia, radicalmente, su interior. No hay peor revolución que la del pensamiento-calcetín, capaz de dar la vuelta sobre sí mismo. El resto, las otras revoluciones, son carencias, venganzas y mediocridades que se atreven a salir al sol. El mundo cambiará cuando los seres humanos muden su interior. Lo dicho: sólo necesitamos un millón de años.

J. J. Benítez
Al sur de la razón, página 64




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