Violette Leduc

"A menudo, mi madre me anunciaba en el desayuno: 'hoy tenemos qué comer, pero mañana…' Vaciaba su monedero sobre la mesa y a mí me fascinaba aquel dinero y el que nos había de faltar al día siguiente. Desolada, intrigada, oprimida, comía rebanadas de pan con manteca de cerdo y azúcar en polvo. 'Al día siguiente, el contrabandista me daba alguna cosa', me cuenta mi madre. Yo robaba las grandes coles en la parte trasera de las carretas alemanas a riesgo de recibir un latigazo, y mi madre las repartía…"

Violette Leduc
La bastarda


" “Aprende”, me decía mi madre. “No quiero que sufras las consecuencias de no tener una educación, como me ha pasado a mí. Escribir una carta sin faltas…” Una carta sin faltas: su tierra prometida. Yo le hablaba de las faltas de ortografía de Napoleón. Ella no se dejaba convencer y suspiraba. En aquellos momentos hubiera querido depositar mi libro de gramática a sus pies, sobre un cojín de camelias. He recibido de ella notas en lugar de cartas porque temía escribir mal las frases. Sus mensajes son abstractos como ella misma cuando le lavo la espalda."

Violette Leduc



"Desayunábamos y mi madre me contaba las fealdades de la vida. Cada mañana me ofrecía un regalo terrible: el del recelo y la suspicacia. Todos los hombres eran unos cabrones, unos desalmados (…) Cerdos, todos unos cerdos."

Violette Leduc



“Dices que a veces te odio. El amor tiene innumerables nombres.”

Violette Leduc



"El escalofrío es a la caricia lo que el relámpago a la noche."

Violette Leduc



“Envejecer es perder lo que se ha tenido.”

Violette Leduc


"He aquí la coronación de este instante capturado al mal tiempo y a la música radiofónica: el cuarteto de Schubert titulado La joven y la muerte. Mi Clotilde, mi amada, mi sangre, mi carne, mi cura de sueño, mi enfermedad, mi joven de quince años, el pequeño personaje de mi cuento Les Boutons dorés . He dejado a Clotilde recostada sobre un banco de cemento delante de una estación, para un tren de la una y veintiséis que no tomará jamás. Escucho la música. La muerte es lírica, la muerte es lancinante. Tengo cincuenta y tres años, tengo quince años. El corazón está fatigado, el corazón se siente refrescado por la pena. Muere, Clotilde, muere en esta música en la que el redoble es una armonía. Georges no te quiere, Georges te ha abandonado. Clotilde, mi pequeña, nacida de mis desarreglos, de mis extravíos, de mis ingenuidades, de mis ambiciones. Mi pequeña, mi niña, mi médula, mis pulsaciones, Clotilde de quince años, Clotilde de dos céntimos, mi criada de quien soy la criada. Amaba a una mujer, amaba a un hombre. De mis dos amores nació el hijo de la desesperación. La señora R. me contó su juventud como criada para todo. Clotilde se infiltró. Clotilde nacía con un oficio. La señora R. perdió a su hija de quince años. Como una terrible aturdida, aquel sábado me creí liberada. Yo, Clotilde, creí que moría para renacer liberada. La historia no tiene fin. La hijita de la señora R. (cuatro años) me dijo el otro día: «Te llevarán presa, eres tú quien ha hecho morir a Chantal». Así nacen los remordimientos de las pobres locas. No, Clotilde no ha muerto. Está sufriendo allí, en el banco de cemento. Nieva al lado de ella, llueve alrededor de ella. Es una tumba árida; sin embargo, Clotilde vive. Los trenes se van, los trenes vuelven, los silbatos pasan por encima de su cuerpo. Morirá con mi primer suspiro, puesto que al nacer morimos."

Violette Leduc
La bastarda


"Imperioso, perentorio como una ráfaga de granizo. Colosal como una nube de Holanda. Irresistible. Me fulmina cuando divago, me quema cuando monologo. El silencio después de la partida de mis cuarenta amigas. El silencio en el cual me diluyo, me expando. Es mi jardín, polvo y flores grises. Siempre se callan en casa. Silencio de tres libros junto al lecho, silencio de las fotografías, silencio de mis medias sobre la silla, silencio de mi hacha, silencio del hielo. El silencio; adorna mis cosas, mis objetos, la lámpara, el florero, el pimpollo de rosa. Leo en mi cama; una tiara; es el silencio sobre mi cabeza. Cosas, objetos, nuestra comunidad en el silencio. Un latido, mi corazón, la muerte golpea en el fondo de los mares. Una colmena en invierno, parece una cabaña sin vida, es mi cabeza; escucho el silencio de mi brasero apagado, soy la guardiana del silencio. Clavada en mi silla, clavada en mi puerta. Demasiado silencio. ¿Sangra en la pared? Es el silencio, está en mis venas. La silla se callaba, el silencio la adormece, letanía del silencio, esa silla. El espejo a lo lejos me vigila, el cielo por encima de la ropa tendida se asombra: es el silencio ante el vidrio. Las olas descansan, son más blandas que mi seno, es el silencio de mi noche blanca (...) Miles de otros muertos, miles de estrellas nuevas, me miran, me ven muerta. Silencio, silencio. Yo marchaba junto al maíz y los girasoles, la luz me hería. El silencio, el sol, un escarabajo huía. Silencio de un botón de nácar en el sendero. (...) No hay más que palabras definitivas. No hay otras palabras. Tengo una fiebre de buscador de oro para encontrar esa palabra: el diamante de una obrera. Si no la encuentro voy a arrastrarme a lo largo de los cafés cerrados a las once de la noche. Las sillas, una sobre otra, son elocuentes, y yo estoy muda. ¿En qué te has convertido, tú, que querías escribir? Un pedazo de diario pisoteado con el que se divierte el viento en una calle pisoteada. (...) Las tres de la mañana. Las cuatro de la mañana. El alma es friolenta, el corazón no está tranquilo, las manos están vacías, el pie que movemos dentro del zapato no demuestra que estemos vivas, estamos lívidas hasta la punta de los dedos, nos apretamos las unas contra las otras, esperamos el día. La vieja reinita desteje su bufanda, destruir la embellece."

Violette Leduc
La locura ante tod



"Mi caso no es único: tengo miedo a morir y estoy desolada por haber nacido. No he trabajado, no he estudiado. He llorado, he gritado. Las lágrimas y los gritos me han ocupado mucho tiempo. La tortura del tiempo perdido en cuanto pienso en él. No puedo reflexionar mucho tiempo, pero puedo complacerme en una hoja de ensalada mustia en la que no tengo sino penas que rumiar. El pasado no alimenta. Me iré tal y como llegué: intacta, cargada con los defectos que me han torturado. Desearía haber nacido estatua, soy una babosa sobre mi estiércol."

Violette Leduc



"Mi fealdad me aislará hasta la muerte."

Violette Leduc



"Me iré como he llegado: intacta y cargada con los defectos que me han torturado. Hubiera querido nacer estatua, y soy una babosa en mi propio estercolero», continúa Leduc. A pesar de su baja autoestima, la escritora habla de sus complejos con una sinceridad que desgarra a la vez que intenta abrirse paso desde una infancia marcada por el fantasma de la Primera Guerra Mundial, la pobreza, la enfermedad y la desconfianza hacia los hombres infundida por su madre. Desde pequeña se conoció como «un sexo maldito, amenazado por los machos."

Violette Leduc


 "Morir de hambre es lo más difícil del mundo."

Violette Leduc



"Seguíamos estrechándonos, nos queríamos engullir. Nos habíamos liberado de nuestra familia, del mundo, del tiempo, de las certezas. La estreché contra mi pecho, contra mi corazón abierto en canal: quería que Isabelle entrase. El amor es una invención agotadora."

Violette Leduc



"Seré el escultor de mi dolor."

Violette Leduc


"Siempre seré una exiliada. Envejecer es perder lo que se ha tenido. Yo no he tenido nada. Fracasé en lo esencial: mis amores, mis estudios. Amar la luz. Tenía 16 años y preferí el resplandor de la vela sobre un libro. Tengo 37 y prefiero el sol sobre un acantilado de tiza."

Violette Leduc



"Volvamos atrás, llévame contigo como solías, tengamos miedo juntas de las ratas que tenías que sortear en el pasillo de tu cuarto. Tu sangre, madre, el arroyo de sangre hasta la escalera cuando salí de ti, los regueros de sangre del moribundo. El hierro, los fórceps. Era tu prisionera tal y como tú eras la mía."

Violette Leduc












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