Francisco Javier Alegre

"El colegio Seminario de S. Pedro y S. Pablo estaba en una situación que no podía durar mucho tiempo sin alterarse la constitución de su gobierno. La Compañía lo había tomado por segunda vez a su cargo por orden de la real audiencia, como dejamos ya escrito; pero aun este superior respeto no fue bastante para que en los siguientes cabildos no intentasen los patronos algunas novedades a que no se podía condescender sin deshonor. Informado nuestro muy reverendo padre general Claudio Acuaviva, envió órdenes muy apretadas al padre provincial Antonio de Mendoza, en que le mandaba que si aquellos señores (salvo el derecho de presentación) no cedían a la Compañía todos los demás, en cuanto a la temporal administración y gobierno económico del Seminario, se dejase del todo la dirección y se quitase aquel motivo de discordias que podían ser de muy perniciosas consecuencias a toda la provincia. En consecuencia de esta orden, juntos en cabildo los patronos a 30 de julio de 1588, propuso el padre provincial las instrucciones que se habían recibido de Roma, bien seguro que no estaban los ánimos en disposición de admitir tan duras condiciones. Efectivamente, habiendo escuchado aun la simple propuesta, no sin muestras de indignación, el padre Juan de Loaiza, que era entonces rector, entregó las llaves del colegio, y volvió a éste a su antiguo estado, bajo la administración y dirección del Lic. Francisco Núñez.
Mientras que así vacilaba, y amenazaba próxima ruina el colegio de S. Pedro y S. Pablo, los dos Seminarios de S. Bernardo y S. Miguel, felizmente reunidos, bajo el nombre de S. Ildefonso, que se vio desde entonces como un presagio dichoso de su duración y de sus aumentos, florecían cada día más en letras y en virtudes. Para el cultivo de éstas en que ha puesto siempre la Compañía su principal atención, se había emprendido algunos años antes una congregación formada de los mismos estudiantes, bajo el amparo y advocación de la Santísima Virgen María en el ministerio de su Anunciación, que honraban con particulares ejercicios. Estas piadosas congregaciones eran ya muy frecuentes en Francia, en España, Italia y Alemania. La que se había fundado en Roma, en nuestro colegio de estudios, era muy sobresaliente para que pudiese ocultarse a la paternal benevolencia del Sumo Pontífice Gregorio XIII, fundador de aquel insigne colegio. Había tenido principio desde el año 1563; en el siguiente se le dio el nombre de la Anunciata, con que hasta ahora florece. La frecuencia de los Sacramentos, la asistencia de las exhortaciones que les hacía su prefecto, la lección diaria de algún libro piadoso, algunos ratos de oración, la devoción al santo sacrificio y al Rosario, y otras oraciones en honra de la Santísima Virgen, eran sus principales ocupaciones. Los domingos, después de vísperas, acompañados de sus maestros, visitaban las estaciones de Roma o los hospitales y las cárceles, con una modestia y una fragancia de virtud que encantaba a toda la ciudad. El Soberano Pontífice, gozoso de ver en su colegio, no sólo la regular observancia de los nuestros, pero aun en la más tierna juventud, obras de tanta edificación, la enriqueció con muchas indulgencias por bula expedida a 5 de diciembre de 1584."

Francisco Javier Alegre
Historia de la provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España



"Y ya el tercer sol aparta las trémulas sombras, cuando el conductor macedonio distribuye la flota en forma de media luna con cuernos gemelos.
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En cambio para nosotros, existe un solo Dios, ni hembra ni macho, eterno, único, lejano del cuerpo terreno. La naturaleza de Dios no está contenida en ninguna figura, ella no tiene manos, ni ojos, ni sentido alguno, carente de principio y desconocedora de fin.
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Si de alguna manera la indebida fama os unirá con nuestras musas y la época tardía no lo mirará con malos ojos, la émula posteridad conocerá a los jóvenes invictos de espíritu por nuestro canto, sabrá los ejemplos de la primera fidelidad y llevará a las regiones etéreas vuestro nombre.
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Pero el héroe ya acabó con una horrible herida al que gime, en el momento en que éste, temblando, inclinado hacia la tierra, se voltea con todo el cuerpo, muerde el suelo enrojecido por tanta sangre y lanza la triste alma bajo los tártaros. Esto sea suficiente para que el poeta haya conmemorado los triunfos ematios, mientras tranquilo se recuesta bajo el arbóreo umbral, donde el líquido Antío se desliza por los campos mexicanos y fecunda las yugadas con plácidas aguas, y donde se levantan las felices bóvedas del templo Guadalupano y amenazan hacia los cielos con apuntalado declive. En otro tiempo, por fortuna, ¡oh divina Progenitora!, cantaré tus señales con grave estilo, y el confín Tule oirá a lo lejos tus alabanzas y venerará a la divinidad en las aras erigidas."

Francisco Javier Alegre
Alexandrías











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