Niccolò Ammaniti

"Contar un final es peor que cometer un asesinato. Es un final de esperanza."

Niccolò Ammaniti



"El ser humano necesita construir mitos para existir, mitos en los que la existencia tenga un sentido más profundo que la propia vida."

Niccolò Ammaniti



"En los últimos cuatro años de su vida, Anna había sufrido y superado dolores inmensos, fulminantes como la explosión de un depósito de metano, y que aún guardaba en su corazón. Tras la muerte de su madre, había sentido una soledad tan grande y opresiva que se había quedado como tonta durante meses, pero ni una sola vez, ni siquiera por un momento, se le había pasado por la cabeza acabar de una vez con todo, porque notaba que la vida es más fuerte que todas las cosas. La vida no nos pertenece, nos atraviesa. Su vida era la misma que impulsa a una cucaracha a moverse con dos patas cuando la han aplastado, la misma que hace huir a una serpiente de los golpes de la azada, con las tripas fuera. Anna, en su inconsciencia, intuía que todos los seres de este planeta, desde los caracoles hasta las golondrinas, pasando por los humanos, tienen el deber de vivir. Es nuestro cometido, es lo que han escrito en nuestra carne. Hay que seguir adelante, sin mirar atrás, porque nos impregna una energía que no podemos controlar, y aunque estemos desesperados, mutilados, ciegos, seguimos alimentándonos, durmiendo, nadando para que no nos engulla el remolino. Sin embargo, en aquella cantera, esta certeza vaciló. Aquel «Mandolino» pronunciado en voz baja le abrió nuevos y claros horizontes de dolor. Tuvo la sensación de que el corazón se le secaba en el pecho como una flor en un horno, y de que la sangre que corría por sus venas se convertía en polvo. "

Niccolò Ammaniti
Anna



"Estaba a punto de superar a Salvatore cuando oí gritar a mi hermana. Me volví y la vi desaparecer, tragada por el trigo que cubría la colina.
No debería haberla traído. Mamá se pondría furiosa conmigo.
Me detuve. Estaba sudando. Casi sin aliento, la llamé: ¿María? ¿María?
Una pequeña voz lastimera me contestó: Michele.
¿Te has hecho daño?
Sí, ven aquí.
¿Dónde te has hecho daño?
En la pierna.
Ella estaba fingiendo, sencillamente estaba cansada. Me voy, me dije a mí mismo. Pero ¿y si ella realmente estuviera herida?
¿Dónde estaban los otros?
Vi sus huellas en el trigo. Ellos estaban subiendo poco a poco, en líneas paralelas, como los dedos de una mano, hacia la cima de la colina, dejando una estela de tallos pisoteados detrás de ellos.
El trigo era de aquel año. A finales de primavera había llovido mucho, y para mediados de junio, los tallos eran más altos y exuberantes que nunca. Crecieron densamente, listos para ser cosechados.
Todo estaba cubierto de trigo que removía las colinas bajas como las olas de un océano de oro en medio del cielo, los grillos, el sol y el calor.
No tenía idea de lo caluroso que era el día, los grados centígrados no significaban mucho para un niño de nueve años de edad, pero yo sabía que no era normal tanto calor.
Ese maldito verano de 1978 ha pasado a la historia como uno de los más calurosos del siglo. El calor se metió en las piedras, se desmoronó la tierra, quemó las plantas y mataron al ganado, el tiempo hizo sofocantes las casas. Cuando recogió los tomates en la huerta no tenían jugo y los calabacines eran pequeños y duros. El sol le quitó el aliento, su fuerza, su deseo de jugar, todo. Y por la noche era insoportable."

Niccolò Ammaniti
No tengo miedo



"La adolescencia es un vado en el río de la existencia, dramático como la metamorfosis de una araña."

Niccolò Ammaniti


"La noche del dieciocho de febrero de dos mil me acosté temprano y me dormí enseguida, pero a media noche me desperté y ya no pude conciliar el sueño.
A las seis y diez, tapado hasta la barbilla con el edredón, respiraba por la boca.
La casa estaba en silencio. No había más ruidos que el de la lluvia batiendo contra la ventana, el que hacía mi madre en el piso de arriba yendo y viniendo del dormitorio al cuarto de baño, y el del aire que entraba y salía por mi tráquea.
No tardaría mi madre en venir a despertarme para llevarme con los otros.
Encendí la lámpara con forma de grillo que tenía en la mesita. La luz verde pintó un rincón de cuarto en el que se veía la mochila llena de ropa, el chaquetón y un bolso con las botas y los esquís.
Entre los trece y los catorce años di un estirón tremendo, como si me hubieran dado abono, y superé en altura a todos los de mi edad. Mi madre decía que me habían estirado dos caballos de tiro.
Me pasaba un montón de tiempo ante el espejo, mirándome la piel blanca llena de pecas, el vello de las piernas. En la cabeza me crecía una mata de pelo castaño entre la que asomaban las orejas. La pubertad había remodelado mis facciones y me separaba los ojos verdes un narizón enorme."

Niccolò Ammaniti
Tú y yo


"Tengo mucha dificultad para relacionarme con los demás. Soy mentalmente lento, y tiendo a vivir aislado, casi nunca salgo de casa."

Niccolò Ammaniti


"Sería interesante volver a los tiempos de Jesús para ver cómo reaccionaba la gente a los milagros de Jesucristo, y estoy seguro de que el único milagro que hizo de verdad, fue el de resucitar."

Niccolò Ammaniti


"Soy un viejo precoz. Uno es viejo cuando mira más hacia el pasado que al futuro."

Niccolò Ammaniti







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