Pablo del Aguila

No te conozco mucho…
(A Paco Céspedes)

No te conozco mucho,
Juntos hemos hablado
de la vida.
Entre tu y mi silencio
Queda un camino largo
todavía.

No te conozco mucho.
Pero he visto tu voz en mi garganta
Ásperamente ahondando
día a día.
Juntos hemos pasado por las calles
hablando de las cosas más
sencillas.

Juntos hemos bebido.
Mañana tú a tus cosas. Yo a las mías.
─No me conoces mucho─.
Encontrarás quizá las alegrías
que no he sabido darte.
Hay en tu voz un eco que me mira.
Quizá recuerdes luego.
Puede que nunca olvides mi agonía.

No se qué más decirte
─Mañana tú a tus cosas. Yo a las mías─.

Pablo del Águila



Ahora es ya de día

Ahora es ya de día.
Hasta hace poco brillaban las estrellas en el cielo.
Esta mañana no hay nubes, sólo aire
y unos pájaros grises que cantan incasables.

Hace dos días llovió.
Pero hoy no hay más que aire en este amanecer,
en este día sereno que despunta
como un extraño barco en lontananza.

Estoy tranquilo; quiero decir…
que mi muerte y yo estamos bien; gracias a Dios,
mi pequeña parcela está acotada.

¡Pero qué amanecer!

Sólo pájaros grises y unas nubes doradas
que aparecen
como un ligero polvo del desierto.
Se oye también el ruido de algunos camiones.

¡… Y este frescor profundo
que me cala los huesos!

Cuando llegue la tarde quizá llueva.
Tal vez el sol se oculte
para siempre
tras de esa roca inmóvil que se eleva
en donde el horizonte se termina,
allí donde la mar parece cielo.

No importa:
la brisa ha trasladado este momento a mis pupilas
y este pedazo azul de firmamento
se ha llenado por siempre con sus cantos.

Ya todo acaba.
En las quietas ventanas crece el ruido.
La luz se hace más fuerte.
Se han callado los pájaros:
tras de alguna montaña, otros amaneceres los esperan.

Pablo del Águila



“Escribo para mí. Nadie me escucha.”

Pablo del Águila


Hablando en torno a no sé qué palabras

Hablando en torno a no sé qué palabras,
a preguntas sin tiempo a pedazos, a marchar porque sí,
porque no quiero y quieres sin embargo.
Preguntando si el cielo y si la tierra
y no sé qué de un mundo que crearon para la muerte nuestra.
Así pasan mis días
y mis noches.
Pronunciando palabras sin sentido –hombre, vivir, naciendo-.
Recordando que tengo entre las manos aire
y que no puedo ser aire yo mismo.
¡Ay mis noches!
Nocturnas noches mías en silencio. Desvelado ante un libro
y una estufa manchada.
Sin pensar en mañana que es viernes, ni en ayer, que era viernes. Me siento ante la mesa
y recuerdo otros tiempos en que todo era nuevo
y encontrar a otras gentes para hablar de lo mismo
que si el hombre, que el mundo…

Hablando de nostalgias y deberes
y de estar harto y de querer venirme
a mi rincón más triste
para soñar un poco en los ecos dormidos de alguna voz sin nombre.
Creyéndome en las noches
que mi ventana es mía y conversar con ella
y con el viento oscuro.
¡Ay mis noches que pasan!
Si fuera siempre noche y la vida se fuese…,
pienso a veces, para volver más tarde a hablar de que si el hombre,
o el mundo, o algunas otras cosas, no son como debieran.
Si alguna vez me siento
o simplemente me fumo un cigarrillo o leo a Jenofonte o el periódico
y escucho luego música
volteando la cabeza para evitar que el humo me penetre en los ojos
y así lograr que el humo no me venga a los ojos
y de este modo hacer como que lloro gracias al humo denso
que me vino a los ojos.
Así. Cuando me quedo volteando la cabeza
para saber de dónde ya no vendrán más tiros
o para ver si puedo impedir los tiros, me matan más personas
porque es el caso que ya no tengo amigos de tantos como matan.
Así. Cuando reposo en pie
o adustamente salgo para buscar náufragos
y mirar de camino la cartelera del cine.
Así también, en fin, cuando me clavo
la mano izquierda sobre el pie derecho para ver
qué impresiones soy capaz de sentir y, como al paso,
limpiar de mi conciencia los terribles pecados de la carne.
Entonces, lentamente, mirando bien de no matar hormigas
ni destrozar el césped,
me enrosco, lentamente, como digo,
y me voy enroscando lentamente
y espero así, cerrando bien la boca para tapar la risa,
a ver si exploto un tanto
o si reviento un poco y así, desesperadamente,
llevarme yo conmigo muchos clavos, tuercas, tornillos,
teclas lubrificadas pulcramente,
magníficos botones de chaqueta, todos ellos con cara,
piernas, brazos, licencia de pistolas, pasaporte
y hasta esposas rellenas de merluza
que les limpian la mugre de los años pidiendo libertad
para ser un poco más idiotas.

Pablo del Águila


Me queda la nostalgia, la esperanza
en mi muerte
prematura.
Lo demás no importa:
carece de importancia
lo que digo.

Pablo del Águila



"… Mi cuerpo es como piedra,
como piedra rajada por los vientos…"

Pablo del Águila



“... nuestra pequeña infancia
sin caricias. Nuestra pequeña infancia
sin infancia.”

Pablo del Águila














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