Robert Aickman

"A decir verdad, me siento absolutamente helada en este momento, a pesar de que incluso llevo puesto mi vestido de lana verde obscuro, que en Derbyshire me permitió sobreponerme durante el último invierno. Me pregunto si estaría más caliente dentro de la cama. Es algo que mi mente nunca ha podido elaborar. La señorita Gisborne siempre me llama friolera. Veo que he utilizado el tiempo presente. Me pregunto si ello es apropiado en el caso de la señorita Gisborne. ¿Alguna vez volveré a ver a la señorita Gisborne? Quiero decir en esta vida, claro está.
Ahora que han transcurrido seis días desde que inicié este diario, descubro que estoy poniendo todo, como siempre hago una vez que comienzo. Siento casi como si nada horrible pudiera sucederme mientras sigo escribiendo. Esto es sencillamente tonto, pero me pregunto a veces si las cosas más tontas no son frecuentemente las más verdaderas.
Escribo palabras sobre la página, pero ¿qué digo? Antes de partir, todo el Mundo me decía que, no importa qué es lo que hiciera, debía de llevar un diario, un diario de viaje. No creo que éste sea un diario de viaje de ninguna manera. Encuentro que en tanto estoy viajando con papá y mamá, no contemplo el Mundo exterior sino a duras penas. O bien nos movemos pesadamente, por instinto, en los lugares desde donde se puede ver algo, o, por lo menos, desde los que las cosas pueden verse mejor; o me contemplo solitaria sumida en la enorme bóveda de un dormitorio durante horas y horas y horas, generalmente incapaz de irme a dormir, a veces durante toda la noche. Podría ver mucho más, si tuviera ocasión de recorrer las distintas ciudades por mí misma...
Naturalmente, no quiero decir de noche. Anhelo que eso fuese posible. Algunas veces francamente odio ser una chica. Ni siquiera papá puede odiar tanto como yo el que yo sea chica.
¡Y cuando hay algo que hacer, parece ser siempre lo mismo! Por ejemplo, aquí estamos en una de esas casas en las cuales papá siempre parece tener derecho de entrada. Sinceramente, es demasiado maligno de mi parte, pero me resulta inevitable preguntarme por qué tanta gente deseará conocer a papá, que por lo general es muy silencioso y desagradable, ¡y tan viejo! Quizá la respuesta es sumamente simple: se trata de que en realidad no le ven, ni a mamá ni a mí. Llegamos, papá nos confía al mayordomo o a alguien, y la familia jamás pone los ojos sobre nosotros, porque la familia nunca está en casa. Estas familias extranjeras, al parecer, poseen una gran cantidad de casas, y constantemente están viviendo en otra de ellas. Y cuando uno de la familia aparece, él o ella habitualmente es casi igual de viejo que papá, y raramente puede decir una palabra en inglés. Yo creo tener una bonita voz, si bien no es fácil afirmarlo con total certeza, pero, realmente, desearía haber trabajado duro aprendiendo idiomas extranjeros. Claro que... la dificultad reside en que la señorita Gisborne es muy mala enseñándolos. Debo decir eso en mi propia defensa, aunque ahora no sirve de mucho. Me pregunto cómo lo pasaría la señorita Gisborne en caso de encontrarse en este cuarto conmigo. No mucho mejor que yo, supongo. He olvidado decir, sin embargo, que éste es uno de los momentos en que se supone que estamos reunidos con la querida familia; de todos modos, ésta se compone al parecer de sólo dos personas: la Contessa y su hija. De cuando en cuando pienso que ya he visto bastantes mujeres y que no tengo especiales deseos de conocer a otras, cualesquiera que sean sus edades. Las mujeres son más bien monótonas; a no ser que, claro, sean como Caroline y su mamá; ninguna de las dos lo es, ni puede serlo. Hasta ahora la Contessa y su hija no han aparecido. No sé por qué, aunque no hay duda de que papá lo sabe. Y me han dicho que las conoceremos a las dos de la mañana. Espero muy poco. Me pregunto si hará suficiente calor para permitirme que me ponga mi vestido de satén verde en lugar del de lana verde. Probablemente no."

Robert F. Aickman
Páginas del diario de una adolescente



"El primer paso para dominar el tiempo es hacer que el tiempo no tenga sentido."

Robert Aickman



"La isla, la roca que habitaban, seguía todavía estándolo, aunque quizá por poco tiempo, los seres humanos vivían en armonía con los ritmos de la naturaleza y eran las mujeres las que gobernaban. Pero luego llegaron los griegos, que separaron al hombre de la naturaleza, o más bien de la vida, y ellas fueron vencidas y expulsadas. Hicieron del mundo un lugar en el que nos era imposible vivir. También era imposible para ellos, pero eran demasiado estúpidos para saberlo."

Robert Aickman
El vinoso ponto


“Odiaría dar lástima a una mujer y, por otro lado, odiaría estar con una mujer que me diera lástima, una mujer que no fuera lo suficientemente atractiva para formar parte de la guerra de los sexos y que, por lo tanto, se encontrara disponible para alguien como yo. No me interesa estar con una mujer cuya belleza sea menos que extraordinaria. Quizá se deba al artista que hay en mí. La verdad es que no lo sé. Creo que sólo deseo al tipo de mujer que no es probable que me desee a mí. No puedo afirmar que el tema no me preocupe, pero, de acuerdo con lo que he leído y oído, me sorprende que no me preocupe aún más.”

Robert Aickman
Ravissante


“Por una cuestión de educación, estoy decidido a atenuar, a quitar énfasis, a suavizar. Soy tan hombre del siglo veinte como el que más.”

Robert Aickman

















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