José de Arteche

“Amarillos y negros obtienen hoy apresuradamente derecho a la autodeterminación, pero muchos pueblos blancos de Europa carecen de esta elemental opción.”

José de Arteche


"El vasco da la verdadera medida de su capacidad precisamente fuera de su tierra natal."

José Arteche Aramburu


"La egolatría es vicio bastante frecuente en el vasco. El vasco es totalitario y más a menudo de lo que parece le anima el espíritu de venganza."

José de Arteche


"La escaramuza entre marañones y realistas no se produjo; unos y otros se limitaron a observarse. Las fuerzas del dominico reembarcaron
tranquilamente. Cuatro días más estuvo Montesinos en aquel paraje aguardando a los que quisieran agregársele. Del relato de Munguía se desprende así mismo que ninguno de los fugitivos en la sierra quiso embarcarse, y que hasta el estanciero Rodríguez prefirió volver a la espesura de la isla antes que acompañar al Provincial.
El mismo Rodríguez, junto con varios otros a caballo, uno de ellos criado de don Juan de Villandrando, llegándose una vez a donde el dominico, le informaron  de los rumores que corrían de haber Aguirre dado garrote a Villandrando y sus compañeros la noche anterior a su venida a las cercanías de la Punta de las Piedras, y le rogaron que los aguardase un día porque pensaban regresar acompañados de otros muchos más, si bien dieron también a entender que si se ponía en el morro del puerto cercano a Espíritu Santo, acudirían allí en mayor número.
En realidad, Rodríguez y los suyos, enemigos sin duda alguna de Aguirre, tampoco querían tomar partido de manera definitiva por el Provincial, hasta tanto que viesen de qué lado se inclinaba la victoria. Montesinos estuvo esperándolos en vano todo el día siguiente y la noche inmediata, durante la cual sólo vino un muchacho confirmando los rumores respecto a la muerte del justicia mayor que, en unión del alcalde, Manuel Rodríguez, el alguacil Cosme de León, y los vecinos Cáceres y Pérez, además de un criado del justicia mayor, habían sido agarrotados. Contaba también que Aguirre había así mismo mandado arcabucear a su maestre de campo, y a otro capitán.
A “punto del alba” el Provincial mandó levar anclas para dirigirse al morro del puerto del Espíritu Santo, distancia que tardó en recorrer dos días y dos noches. Al llegar, las embarcaciones izaron las enseñas reales. El día anterior, una piragua que se adelantó a la formación para acercarse al paraje y ver de recoger algún fugitivo, fue descubierta y tiroteada por dos marañones a caballo."

José de Arteche
Lope de Aguirre, traidor



"La experiencia, todavía no muy lejana, me dicta no seguir a remolque de situaciones opuestas a mi forma de pensar, o tratando, completamente en vano, de frenarlas."

José de Arteche


"Legazpi envió a tierra en un batel a varios de los expedicionarios con orden de demostrar a los indígenas sus propósitos pacíficos. No tardó en
subir a la nao Capitana un grupo compuesto por cuatro indígenas. Uno, llamado Camotuan, decíase hijo del cacique de aquel pueblo. El cacique se llamaba Maletee. El hijo de éste se presentaba al general para sangrarse.
Esta ceremonia, corriente en todo el archipiélago, consistía en un juramento de amistad verificado de muy singular manera. Entrambas partes se sacaban de sus pechos unas gotas de sangre, y, vertiéndolas en una copa, las bebían mezcladas con vino.
Legazpi, después de obsequiar con un refresco a los recién venidos, preguntó al hijo de Maletee el motivo de no venir su padre. Camotuan respondió que éste era de edad muy avanzada. Legazpi le dijo entonces que se sangrase con el alférez mayor, que era su hijo, y que él se sangraría con el mismo Maletee cuando personalmente viniera a la nao Capitana.
Obsequiados luego los embajadores de Cabalian con diversos regalos, Legazpi les pidió que le vendiesen bastimentos. A este requerimiento, ellos prometieron regresar al día siguiente con cuantos comestibles necesitara la Armada. Cuando abandonaron la nao Capitana parecían muy contentos."

José de Arteche
Legazpi


"Tantas y tan repetidas victorias producían siempre a los españoles inmediatamente de obtenidas la ilusión de haber resuelto definitivamente su situación. Pero la cercanía de su base de Malaca daba a sus contrarios, junto con la posibilidad de rehacer prontamente sus efectivos, una superioridad incontestable contra aquel exiguo grupo, cada vez más reducido por las bajas. El número de soldados españoles había disminuido a sesenta, aproximadamente. Este puñado de combatientes de ninguna manera podía aspirar a imponerse. El dominio de aquel espacio marítimo pertenecía a los portugueses. Más o menos pronto, aquella guerra tenía que acabar fatalmente con el triunfo de éstos.
Así sucedía que a poco de cada combate pudieran acrecentar cada vez más sus exigencias cerca de los españoles. Las peticiones elevadas a La Torre “el mismo día que partió Alvaro de Saavedra”, según observa Urdaneta sagazmente, atañían a la devolución del navío apresado, con toda su tripulación y artillería, así como de los paraos cogidos anteriormente, y al abandono de todas las islas conquistadas. Al mismo tiempo, la labor portuguesa cerca de los reyezuelos sometidos a La Torre no cesaba. Los argumentos portugueses ponderando la creciente merma de las fuerzas españolas eran cada vez más convincentes.
Por eso, la indecisión manifestada últimamente por el hasta entonces fiel aliado el rey de Gilolo preocupaba hondamente a La Torre. El jefe indígena pactó treguas con los portugueses, sin contar con el jefe español. Con toda la posible pompa marcha La Torre a Gilolo, para ver de atraer al rey nuevamente a su causa, como antes, incondicionalmente. Pero el rey de Gilolo estaba al cabo de sus posibilidades. Veinte meses llevaba teniendo a su cargo en la isla una pequeña guarnición. Exhaustas de recursos estaban sus arcas. Su determinación a pactar con los portugueses obedecía al deseo de comerciar con ellos y, así, procurarse dinero. El rey se manifestó dispuesto a romper con los enemigos de La Torre; sólo pedía a cambio treinta soldados españoles de guarnición permanente. Lo peor para La Torre es que no pudo acceder a ese deseo. Su situación venía siendo más trágica cada vez. Unos días más tarde cedería al rey de Gilolo un bergantín más veinte soldados; pero a pesar de todo el rey de Gilolo le pasa nuevamente 'aviso de estar dispuesto a confirmar sus treguas con los portugueses.
En vano intentará La Torre detener esta marcha contraria de los acontecimientos. Hasta desliza la especie de cierto hipotético navío navegando por aquellos mares, a punto de llegar de un momento a otro. Las relaciones entre portugueses y españoles con los indígenas constituyen desde aquí, mucho más que antes, maraña oscurísima de intrigas entreverada de audaces expediciones. Urdaneta desarrolla ahora papel principalísimo."

José de Arteche
Urdaneta



"Tenía el corazón seco, me hallaba descontento de todo, propicio a pensar mal de todo, de todos..."

José de Arteche






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