Juan Jesús Armas Marcelo

“El éxito en la Literatura está en escribir lo que tú quieres escribir.”

Juan Jesús Armas Marcelo conocido también como Juan José Armas Marcelo o J. J. Armas Marcelo


"Es que el cubano nunca se termina de ir de la isla. Siempre aconsejo a los escritores jóvenes de mi tierra que lo primero que tienen que hacer si quieren ser escritores antes de leer y de escribir, es aprenderse de memoria el horario de los aviones para poder salir en el que te dé la gana y poder regresar en el que quieras, pero lo que hay que hacer es quitarse de encima la isla chiquitita…"

Juan Jesús Armas Marcelo


"Había amanecido, como siempre en aquella época del año, sobre las 7 a.m. Una hora más tarde, sin que tuvieran perspectiva de la distancia a la que se encontraba de ellos, avistaron un petrolero del que no pudieron captar su nacionalidad porque ni sabían mucho de banderas ni los colores de las que se movían al viento eran lo suficientemente nítidos para que los fugitivos los reconocieran. Además, estaba la distancia, que en el mar se acrecienta o adelgaza, y distorsiona el paisaje circular que se abre a la mirada, para terminar por engañar la vista del más lince. Las mujeres comenzaron a gritar, a gesticular, a moverse más de la cuenta encima de la embarcación. Era un subterfugio anímico de la desesperación angustiosa que las dominaba por dentro, sobre todo a Delia Camín, que formaba coro de gritos con Lisardo y Florito, sus dos hijos, levantando los brazos, con el consiguiente peligro para el equilibrio del resto de los balseros y el del propio lanchón. Sin embargo, para Cleva Suárez, la mujer de Efraín, la aparición de aquella mole petrolera en la lejitud del horizonte, un barco de verdad navegando libremente en alta mar, era un símbolo de la salvación cercana, una prueba de que los orishas habían escuchado sus plegarias y se cumplían sus profecías, porque la tierra prometida no podía estar ya muy lejos de aquella sólida imagen que caminaba en el mar como un majestuoso sonámbulo al que nada ni nadie puede interrumpir su marcha.
Se trataba de hacer señales por todos los medios para que la gente del petrolero alcanzara a ver al Progreso. Pero el barco avistado se mostró huidizo y esquivo, como si evitara conscientemente la balsa de los fugitivos, y lentamente fue aumentando la distancia del lanchón sin que llegaran a reparar en ellos, hasta que desapareció en lontananza dejando un mal gusto en la boca del estómago de todos los tripulantes, sobre todo en las mujeres, que ahora miraban a los hombres con una sospecha de desesperanza. Siguieron navegando. Ninguno de los balseros imaginó hasta ese momento la magnitud inmensa del mar. Tampoco ninguno se había hecho a la idea de que las aguas del Estrecho pudieran siquiera un instante ser portadoras de aquella calma casi chicha que no podía durar ya mucho tiempo. Nadie sin embargo se había sentido indispuesto durante la travesía ni anímica ni físicamente, lo que venía a representar una suerte de milagro que tendrían que agradecerle a alguno de esos orishas a los que Petra Porter había encomendado el éxito del viaje."

Juan Jesús Armas Marcelo
Así en la Habana como en el cielo



"Sabía de sobra que los revolucionarios más inteligentes -los imbéciles son mayoría, pero no tenía ningún interés por ellos- llegan a poseer un conocimiento de las leyes de la sociedad de una riqueza y precisión tales que les sirve para alcanzar el éxito cuando cambien de bando -incluso si ello se produce por razones perfectamente respetables- en el enfrentamiento social intrínseco e indispensable de una sociedad democrática de masas y mercado. Jorge Semprún.
En las aulas de los exámenes, repetitivos y distorsionados por los últimos acontecimientos, hacen los estudiantes el peor servicio con el que hasta ahora se han enfrentado. Son los exámenes finales de la carrera para toda una promoción de pájaros altivos, de rebeldes que han asomado la cabeza por encima de lo que es permisible. Y ahora hay que darle leña al mono hasta que hable inglés, hasta que se asfixie en el interior del potro de tortura que representan los exámenes finales de la carrera. Marcelo Rocha, por ejemplo, ha estudiado durante los últimos veinte días todo lo que, por una razón o por otra, había olvidado a lo largo del curso. Aníbal González ha sufrido vértigo inédito hasta encontrar al compañero que ha hecho de buen samaritano. Le ha prestado los apuntes primorosamente escritos a máquina, subrayados en rojo los párrafos más importantes de las disciplinas y asignaturas con las que ahora se está enfrentando entre sudores estivales y nervios de catecúmeno en puertas de salir del huevo universitario y lanzarse a la lucha de la calle, a la supervivencia y a la competitividad de una vida distinta. Juan Albarenga ha desaparecido del grupo, como un diablo que hubiera huido del cielo después del fracaso sufrido en la lucha final. Tal vez, piensa Marcelo Rocha, no ha querido enfrentarse con esta otra realidad que es el papel en blanco de los exámenes, las preguntas a las que hay que someterse para saltar por encima de todo y encontrarse, finalmente, al otro lado del mundo, aunque sea en efecto para decir adiós a todo esto, para escaparse de las aulas y encontrarse envuelto en otro universo bien distinto, diferente totalmente al del campus y las aulas universitarias."

Juan Jesús Armas Marcelo
Los Dioses de sí mismos

















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