Manuel Andújar

Bajo el prisma de morir
nada sería en vano
y quizá accedamos
a la palabra huidiza
del infinito humano.

Manuel Andújar



"El volver a mis lugares natales, a su entero y fronterizo entorno, favoreció la mejor terapia contra el añejo mal del prolongado desarraigo."

Manuel Andújar



"Estoy aclimatado, hasta cierto punto. Pasé sin pena ni gloria el examen de septiembre que borró el estigma de un par de suspensos pendientes y me las bandeo con las asignaturas del curso como alumno oficial, a despecho de mi creciente desgana por los textos. Esta considerable distancia de dos meses y medio me permite recapitular rápidamente los sucesos que he catado in situ, mi ajuste de cuentas con el medio, las nuevas personas que constituyen mi sociedad. Nadie en el piso. Es una tarde melada y redonda de octubre. De par en par las ventanas que dan a la calle, con un cuadernillo para resumir experiencias, me dedico al deleite simplón de atisbar el paso de las criadas en asueto, de las ristras familiares que desfilan. No atino con la forma de empezar. Quisiera captar, en su dibujo característico, el enjambre de individuos que se han descolgado en mi vida. Pero temo cansar, y cansarme, si no establezco en la reseña un vago orden de congruencia y desapasionamiento.
Corresponda el turno, en primer término, y como muestra de buena crianza a un anciano.
Don Andrés me recibió en su Negociado del Ministerio de Agricultura. Se destacaba acusadamente su elevado y enjuto esqueleto en aquel ambiente ratoneril, con fuertes emanaciones de papel sobado, goma de pegar, tagarninas y café de recuelo.
Negra indumentaria todo él, con barba blanca, recortada; camisa de cuello duro, andar calmoso y grave, determinado en parte por su preferencia presumida de los zapatos estrechos; inquieto y adusto al mirar. Desplegaba El Debate cuando avancé y su acogida fue una rara mezcla de urbanidad y recelo, de aspavientos y contención. Charlamos un rato y él monologó sin tasa."

Manuel Andújar
Cristal herido


"-Te dio pesimista.
-Tú, en cambio, tranquilo a chorros. La monotonía es rentable, muy a gusto en tu carril.
-Siempre menospreciaste mi labor, que no se destina al gran público, ni pretende aplausos. Me limito a servir. Ofrecí una estabilidad, cumplí y te la garantizo.
-Sí, el lucimiento me está permitido gracias a tu sacrificio y a la oscura abnegación que con generosidad me brindaste y que no sé agradecer, ¿verdad?
-¿Es que te divierte irritarte y atormentarte, mujer?
-Escapas por lo sensiblero.
-Te convendría un sedante.
-¿Quieres que fracase, que me descrisme? ¿No sabes que se trata, al fin y al cabo, de drogas, capaces de proporcionar una alteración de lucidez? Y que afectan, según las últimas averiguaciones, al cálculo personal de distancias.
Podía, por efectos emocionales, sufrir un amago de vértigo y...
Acalló la fácil réplica cruda, espontánea ("nada en tu tinta, calamar, no me consultes") e intentó relajar la crispación, el humor recriminatorio, el turbio afán que apila las añejas rencillas domésticas, los enconos reprimidos, que se desquitan minando la relación directa. "Es, de hurgar ahí, como si licuaran la ferocidad latente de dos seres atados y te la bebieses a gotas." "No piensa más que en sus apariciones espectaculares, en el modo atractivo de saludar, en el halago limosnero del público, para estimular las ovaciones y disimular las palmas de compromiso. Y mientras se le quema el aceite en la sartén, olvida también depositar, por teléfono, mi sueldo en la cuenta del Banco, no manda mi traje de postín al taller de regeneración fibral y voy a su lado hecho un adefesio."

Manuel Andújar
Mágica fecha


Un horizonte del innombrable

Yo, señoritas, señoritos,
-horror y error, vulgo-
soy escriba sedentario
que cabalga sobre la montura
de sus nervios:
jaco matalón de frágiles remos
y traqueteada osamenta.

(Y a veces indagar pretendo
quién me dio vela
en este panderetero entierro)

Miro en derredor,
preguntas balbuceo,
desmigajo sueños,
me yergo y aúpo
al carrusel del tiempo,
que me consume en vértigos.

Sé demasiado ya
o no sé nadica
todavía.

¿Es que me ofrece,
EL,
Innombrable de nuevo,
(suyos y míos labios resecos,
ardientes sienes)
el alquilable aposento
de un lucero?

Manuel Andújar













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