Manuel Asur

Destruición del poeta

Perlloñe del to llugar viaxes,
yes nome nidiu, fola
vagorienta baxu la horma del día.
Penriba qué ardor d'escuridaes,
baxu qué velenu de quexumes
dexasti'l xacíu, qué volontá
xuntu al ásperu vacíu,
y ónde, ónde te sobreviviríes,
en qué ciega alcordanza del olvidu.

Manuel Asur


El libro de las visitas

Yo buscaba escapar de una emboscada
de oficinas y risas de cemento,
cuando de ti me hablaron, Novellana,
con tu pequeña Playa del Silencio.
Por ti abandoné mi propia casa,
para ir a donde estabas en secreto
y preguntando quedeme sin palabras
y medida no puse a mis desvelos.
Las piedras levanté todas del alma,
para poder marchar algo ligero,
con sigilo, que nadie me notara,
ni se oyera cómo iba de contento.
Mi sigilo explotó como una salva
disparada al centro del sosiego,
pues cuanto más mi cuita yo cuidaba,
tornábase el estrépito más ciego.
¿En dónde te ocultas serena cala,
en qué orillas de susurros y anhelos,
ondula tu paz como una barca
libre ya del timón y de los remos?
¡Quién tuviera una mar que socavara
las costas de la risa de cemento
y unos ojos con luz de Novellana
para ver, la Playa del Silencio!

Manuel Asur González García 


El miu cuartu 

Nes parés del mio cuartu
una murnia volcánica
pinga penes amarielles
y parda indiferencia. 

Hai un bermeyu llamparón trespasáu
por quince mil anfileres multicollores
qu’esfelpéyense en frebes de borrina. 

Borrina que frañuca,
qu’avienta,
que tracamúndiase nuna congoxa de muerte infinita.

Manuel Asur










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