"El verdadero ejercicio
intelectual no consiste en seguir modas, sino en encararse con las dificultades
de la propia época."
Francisco Ayala García-Duarte
"La avaricia es la más
desinteresada de las pasiones, ya que exige una abnegación, a veces, de
magnitud heroica."
Francisco
Ayala
“La incompetencia es tanto más dañina
cuanto mayor sea el poder del incompetente, quien, aunque otra cosa crea él, no
siempre está asistido por serios aparatos de consejeros.”
Francisco
Ayala
“La libertad no es una fruta al alcance
de todas la manos.”
Francisco
Ayala
“La vida es el resultado de una
individualidad que se desarrolla dentro de una historia. Suprime la historia y
desaparece la personalidad.”
Francisco Ayala
"La patria
del escritor es su lengua."
Francisco
Ayala
"Los
intelectuales somos muy reaccionarios, y son más reaccionarios los que presumen
de progres."
Francisco
Ayala
"Nada debe
turbar la ecuanimidad del ánimo; hasta nuestra pasión, hasta nuestros arrebatos
deben ser medidos y ponderados."
Francisco
Ayala
“Recuerdo cosas
que están en la noche de los tiempos y no consigo traer a mis recuerdos sucesos
que están perfectamente documentados.”
Francisco
Ayala
"Sí, es después de tu muerte cuando habría de reconocer yo que me había quedado definitivamente solo, en soledad completa y sin remedio, ya para siempre. En aquellos momentos, en aquel lejano día de San José como en tantas ocasiones, tú estuviste a mi lado; tú parecías comprender mi angustia cuando, sin haberme decidido todavía a apartarme de la maldita mesa y salir de la habitación de mis pecados, empecé de repente a sentir náuseas, a sudar frío, a ver el piso moverse bajo mis pies, a apoyarme contra la pared, falto de aire y mareado; en fin, tú me seguiste en silencio cuando, con las piernas pesadas como el plomo, vacilante el paso, bajé las escaleras, y me apresuré, temeroso de no llegar a tiempo, hacia la letrina del jardín para devolver allí entre ansias de muerte la carga insoportable de mi exceso. Y cuando, aliviado ya, pero aún tembloroso, con la boca amarga y lágrimas en los ojos, fui luego a tenderme sobre una banqueta del patio pensando que, si bien nadie nos había sorprendido in fraganti, mi fechoría no podría dejar de ser descubierta, tú, mi fiel amigo, viniste a echarte al pie de la banqueta, en el suelo, cerca de mí, para darme triste compañía.
No, desde luego que mi fechoría no podría dejar de descubrirse, por más que nadie nos hubiera visto entrar ni salir del sagrario donde se guardaban las bien provistas bandejas de regalo: el estrago que había hecho yo en ellas era demasiado grande, y ni siquiera tuve tiempo, ni ánimos, para intentar disimularlo espaciando y reagrupando los dulces restantes para evitar que se notaran tantísimo las faltas. ¿Qué pasaría cuando se hubieran dado cuenta? Lo más probable sería —especulaba yo— que mi tío Pepe alcanzara alguna indulgencia para mí en atención al santo del día; pero lo cierto es que en aquella hora de desolación y miseria todo me importaba muy poco. Claro está que algo tenía que ocurrir; pero fuera lo que fuese, muy poco me importaba. Ya veríamos."
Francisco Ayala