James K. Baxter

A mi padre

Te compararé a un arco doblado
Y yo, a una flecha lanzada al aire resonante ,vacío
Y debo irme a su tiempo, mi amigo
Donde no puedes seguirme
No es el amor el que me mantiene joven,
La flecha oxidada y el arco sin usar.
Tenemos una sola meta;
liberar a los hombres del miedo, la costumbre y de la muerte incesante
Del sí contra sí mismo, de ciudad contra ciudad
Así entenderán la paz para la que nacieron.

James Keir Baxter


Al lado de la tumba de Teseo

Las zarzas y gramales se enredan
Sobre el túmulo de huesos gigantescos
Este rey despreció el amor materno
Subyugó el caos taurino, levantó
Un acueducto, un cenotafio.
Sus huesos se pudren como todos los demás
El odio humano, la culpa humana
Mueven la máquina del estado.
El mendigo cojo que en la puerta espera
Tiene libertad todavía para reír o escupir.
Aquellas enredadas ramas se germinan
Sobre huesos que nunca conocieron el amor.

James K. Baxter


Aquí

Aquí donde el arroyuelo se escabulle entre dos rocas
Y el oleaje se escucha a una milla tierra adentro,
Y los carrizos esconden los nidos de cientos de pájaros,
Y los troncos encallan en las ciénagas como huesos de gigantes,
Y la maleza se pudre por montones sobre la superficie de la laguna,
Y el acantilado le da la espalda al sol incluso al mediodía,
Y el sendero se extingue en las praderas marinas:

Aquí, donde sólo el viento sopla,
Yo y mi encorvada sombra
Atraemos levemente el color de la identidad y de la muerte.

James K. Baxter



Carta de las montañas

Había un mensaje. Lo he olvidado.
Había un viaje por hacer. No llegó a nada.
Pero estas noches, amigo mío, bajo el techo de hierro.
De esta vieja cabaña de conejos donde se encuentran las trampas.
Todavía están colgando en las uñas,
Acostado en una litera seca, me siento extrañamente tranquilo.
Los verdaderos sueños, los anhelados extraños,
Empieza a venir a mí por las puertas del cuerno.

No los explicaré. Pero la ciudad, toda esa otra vida.
En el que nos deslizamos tristemente como animales
A través de matorrales de espinas oscuras, perseguidos por la humedad de las mujeres,
Y la roca de la amistad estéril, tiene ahora otra forma.
Si te lo agradezco Te vi subir como un Tritón,
Una gran calabaza de carne rojiza.
Desde el sofá en esa última fiesta, mientras su ama sonrió.
Esa sonrisa perfecta, y grita como si se ahogara.
'Siempre eres-'
La desesperación es el único regalo;
Cuando se comparte, se convierte en una cosa diferente; como la roca, como el agua;
Y así también puedes compartir este vacío conmigo.

Lágrimas de caras de piedra. Son nuestras propias lágrimas.
Aunque los hubiera olvidado.
La montaña que me ha quitado el ser.
Aún colgaría sobre esta choza, con los muertos y los vivos.
Retorcidos en sus grietas. Mi puerta ha olvidado como cerrar.

James K. Baxter


El Jesucristo Maori

Vi al Jesucristo maori
Caminando por el puerto de Wellington
Llevaba pantalones azules de algodón
Sus cabellos y su barba eran largos
Su aliento era de mejillones y pararoas
Cuando sonreía era como el amanecer
Cuando soltaba un flato los pececillos se asustaban
Cuando fruncía el ceño la tierra se sacudía
Cuando reía todos se emborrachaban.
El Jesucristo maori pasó a tierra firme
Y eligió a los doce apóstoles
Uno aseaba los servicios de la estación de tren
Tenía las manos rojas de frotarlas
Tratando de sacarse la mierda de los poros.
Otro era una prostituta que iba gratis
Otra era un ama de casa que se olvidó la píldora
Y que echo el televisor a la basura
Otro era un pequeño oficinista
Que quiso prenderles fuego a las oficinas del Gobierno
Sí, y había algunos otros
Otro era una triste y vieja mujerzuela
Otro era un cura borracho que se volvía
Lentamente loco en una parroquia respetable.
El Jesucristo maori dijo,-hombre,
De hoy en adelante va a brillar el sol.
No obró ningún milagro;
Se puso en el suelo a tocar la guitarra.
Al primer día lo detuvieron
Por no tener medios visibles de mantención
Al segundo día lo golpeó la policía
Por decirle a un detective que su casa no estaba en orden
Al tercer día lo acusaron de ser maorí
Y lo condenaron a Monte Crawford por un mes
Al cuarto día lo mandaron a Porirua
Por haberle dicho al guardia que el sol dejaría de salir.
El quinto día duró siete años
Los que trabajó en la lavandería del asilo
Al sexto día le dijo al jefe médico
Soy La luz en el Vacío
Soy quien soy.
Al séptimo día lo lobotomizaron
Partiendo en dos la mente del Señor.
Al octavo día no salió el sol
Ni salió al día siguiente
El Señor no estaba ni vivo ni muerto
La oscuridad del Vacío montañoso, profundo, oscuridad civilizada
Se posó sobre la tierra de allí en adelante.

James K. Baxter


Mi amor camina

Mi amor camina tardíamente por los pasillos blancos
de una lluvia que desgarra mis palabras,
aunque muchas voces nocturnas se burlen
y la sonrisa sepulcral de la luna
hiera las raíces de nuestra recién nacida canción.

Observa, amor, la última cosecha de grano luminoso,
el resplandor del fruto obtenido en la dura faena.
Mi corazón es un campo abierto.
Allí podrías perderte o esperar en casa,
no te arredraría ni el hueso del gigante
ni su escudo roto,
ni la zarza atrapada bajo una piedra de fuego,
ni el miedo, en la semilla rota, haría que mi halcón
se internara en tus alados sueños
manchando de sangre el suspiro del viento.

Déjalo que se mueva en la hondonada de tus sueños,
amor, en las guaridas de la esperanza
que germina en tus ojos.

Yo le canto al arpa de la lluvia que renueva la luz,
a las sombras deshechas y al brillo del fénix ardiente
que perdí entre los papeles rasgados del tiempo
y las tumbas quemadas.

Mi amor camina erguido por el sendero
de la abundancia esta noche.

James K. Baxter












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