Lola Beccaria

"Amar es una receta excelente para entrar en la obsesión, pero a cambio te permite salir de la neurosis."

Lola Beccaria


"Creo que muchas veces los hombres, cuando se enamoran, se vuelven peores de lo que eran. En lugar de convertirse, por obra del amor, en mejores personas, se vuelven recelosos, crueles, evasivos, todo porque no saben manejarse con sus propias emociones y las consideran una amenaza a su estatus o su equilibrio vital. La forma de amar masculina muchas veces es tortuosa y contradictoria… Cuando finalmente el rayo del amor los hiere, su entrega emocional suele ir asociada a una rendición perturbadora, incómoda… Es una cuestión educacional, en la que la mujer está -histórica y educacionalmente- mejor pertrechada para aguantar el tirón de las emociones, mientras que el hombre vive de forma desasosegante el enamoramiento."

Lola Beccaria


"El amor es una emoción completa y compleja: incluye el olor, el tacto, la visión del otro, la química que se establece, las afinidades físicas y emocionales… Incluso la amada de Cyrano de Bergerac, por más que en un principio se enamorara de sus cartas, tuvo que sentir una química real por él al conocerlo. De no haber sido así, y aunque las cartas fueran maravillosas, él no habría conseguido seducirla de verdad y del todo."

Lola Beccaria


"En internet no liga más el que es más guapo, sino el que escribe mejor. La seducción se realiza mediante la palabra, aunque algunos seducen con el único fin de conseguir un rato de cibersexo o un encuentro sexual real puntual. Algunos otros sólo quieren chatear, sin siquiera encontrarse jamás con la persona con la que charlan al otro lado de la pantalla. El hecho de que proliferen las relaciones virtuales, de amistad, de amor o incluso de sexo, es un síntoma de la transformación de los comportamientos de la sociedad.
No todos los que se relacionan por internet, ni mucho menos, quieren una relación a medio o largo plazo. Creo que muchos buscan encuentros sin transcendencia, juegos de seducción detrás de la trinchera, que no lleven a mayores intimidades o enganches emocionales. Internet, en ese aspecto, es el marco ideal para este tipo de relaciones, y también es cierto que supone un desfogue para todos aquellos que, casados o emparejados, están aburridos de su pareja y buscan un chute de excitación «inocente», esto es, sin adulterio explícito. Internet es un lugar donde la responsabilidad por los actos cometidos se diluye: es como si todo estuviera permitido por el mero hecho de que pasa al otro lado de la pantalla, como si no ocurriera en la realidad, cuando en verdad sí ocurre. Sí estás estafando a otro si le mientes sobre tu persona o sobre tus intenciones aunque no se lo digas a la cara sino por un email, y la gente no es consciente del daño que puede provocar."

Lola Beccaria



"Es doloroso arriesgarse a amar, pero también darle la espalda."

Lola Beccaria



"No es difícil dominar el arte de perder, tantas cosas contienen el germen de la pérdida que perderlas no es un desastre. Elizabeth Bishop, Un arte.
Así que aun cuando su corazón pertenecía a Enzo, Sara seguía visitando Internet por las mañanas; no interrumpía aquella costumbre de curiosear en su buzón, en busca de nuevas misivas o para revisar los perfiles de los hombres que se habían interesado por ella. Le parecía que, haciéndolo, dejaba una puerta abierta a su cordura, una vía de escape a la obsesión o a su entrega en exclusiva a Enzo.
Después de chatear por la mañana con un divertido piloto, había quedado con él a tomar el aperitivo en una terraza cerca de su casa. Apareció en un Honda rojo, la recogió en la calle y, tras mirarla detenidamente, cambió de planes sobre la marcha y la invitó a comer. Al terminar la sobremesa, Sara tenía que hacer un recado. Pero el piloto no se quería separar de ella y se ofreció a hacerle de chófer. La llevó a comprar un barniz para restaurar una cómoda, y luego a recoger una silla en el tapicero. Más tarde la acompañó a casa, y en el coche, aparcado frente a su portal, la retuvo todavía un poco más. Ensayó unos besos y abrazos que ella no pidió, pero tampoco rechazó. Tras despegarse del cuerpo de Sara, mirándola tiernamente le explicó: «Eres muy dulce y delicada, tienes la sensibilidad a flor de piel. A ti hay que cuidarte mucho, hay que mimarte y vivir siempre pendiente de ti». Al oír aquella declaración, Sara sufrió un inesperado desasosiego vital. Le entraron ganas de salir huyendo del coche y de no volverlo a ver.
Quería alejarse lo más posible, y se despidió a toda prisa, bajándose acelerada y diciéndole adiós a través de la ventanilla abierta. Después, una vez a salvo en su piso, se preguntó qué le pasaba. Tenía a un hombre que se ofrecía a mimarla, justo lo que Enzo no era capaz de darle, y eso la enfermaba hasta casi el punto de la repugnancia física.
Era cierto que tenía la sensibilidad a flor de piel, eso no podía negarlo. Pero quizá precisamente por eso cualquier caricia, por mínima que fuera, podía producirle una rozadura insoportable. Y cuánto más un abrazo constante y pegajoso o todas las horas del día…
Parecía una verdad obligadamente asumida por el común que eran los raros, los malos, los cafres, los insensibles, quienes evitaban el pegamento de los demás, quienes no querían sentirse acariciados más que en contadas ocasiones, y los normales y buenas personas aquellos que se buscaban, se abrazaban y se restregaban sin duelo. ¿No serían en realidad estos últimos los que, insensibles, necesitaban de tanto roce para sentir algún dichoso nervio sensorial?
A Sara le empezaba a gustar ese ejercicio de reflexión a la contra, esa fructífera actividad de derrocar los modelos imperantes. Le abría opciones nuevas, le permitía tranquilizar sus escrúpulos, su indecisión, sus incertidumbres, su perplejidad ante un mundo que no entendía. "

Lola Beccaria
El arte de perder


"Hay que crear un club de románticas activas."

Lola Beccaria


"No estamos dispuestos a reconocer las necesidades emocionales. Son incómodas. Y como no queremos reconocer ni asumir que necesitamos amor, recurrimos a ese sucedáneo que es el sexo."

Lola Beccaria


"No había día en que no pensara que la vida es un objeto inmundo y pernicioso, que se nos entrega gratuitamente para que creemos con él la horca de nuestros propios sueños, nuestro particular modo de espanto y nuestro original sistema de suplicio, todo ello avalado y rubricado con la firma de nuestros nombres sobre la lápida de nuestra tumba, al término del período de su usufructo. Pero si no había día en que no lo pensara, poco a poco me fui dando cuenta de que no había hora en que no lo pensara. Es decir, cada veinticuatro horas pensaba casi veinticuatro veces -dieciséis o diecisiete por lo menos- que la vida, mi vida, era una mierda. Cuando llegué a esa terrorífica conclusión me propuse disminuir como fuera la dosis de pensar en esa idea, intercalándola con otras de menor importancia a la hora de provocar una crisis fatal e irreversible en el interior de mi cerebro. Fue entonces cuando me dediqué a mirar el mundo para no verme a mí. El intento de relativización de mi existencia a través de la contemplación del mundo que me rodeaba no hizo sino destruirme aun más todavía. La experiencia me dejaba exhausta, porque yo ya no podía mirar mi entorno si no era con los ojos de una hipercrítica lucidez que hasta a mí misma espantaba, por desconocer su origen y no poder delimitar con exactitud su zona de influencia en mi interior. Aquel feto voraz que en un comienzo veía crecer en mis entrañas, el que decía estoy harto, tengo hambre, ya no era un ser extraño, sino parte indisoluble de mi persona. Se había apoderado de mí de tal forma que había modificado mi carácter y mi pensamiento. Jamás volvería a ser la misma. Debía aceptar el cambio, la metamorfosis que mi propia voluntad había escogido.
Al mismo tiempo, el ámbito de mis relaciones personales se había ensombrecido. Bueno, en realidad, si quiero ser justa, tengo que aclarar que en dicho ámbito nunca había lucido el sol verdaderamente. Solía aparecer nublado todas las mañanas de mi vida, pero yo ya me había hecho a la idea de que debía ser así y, por lo menos, aunque fuera detrás de las nubes más negras, siempre brillaban, débiles, algunos rayos de rutina y sosiego. Sin embargo, ahora me ocurría que no soportaba a nadie, pero a nadie en absoluto. Tan solo resistía la presencia de Dánae, cuya existencia simbolizaba el cambio. De todas formas, mi actitud hacia ella no dejaba de ser contradictoria e inconstante, fruto lógico, por otra parte, de mi estado de ánimo por aquel entonces. Unas veces me sentía eufórica, cercana al cariño, sentimiento que jamás había practicado con nadie, sublimando mi relación con ella hasta unos límites desconocidos para mí; y otras veces llegaba a odiarla con una pasión destructora, igualmente desconocida dentro del habitual panorama de sentimientos que yo había puesto en práctica a lo largo de toda mi vida. Dánae catalizaba mis pasiones y mis deseos, y semejaba a mis ojos la puerta del paraíso, en la que yo no hacía más que reflejar mis cambios de humor, de tal forma que, según fuera ella más accesible o inaccesible, dependiendo de mí misma, así yo la amaba o la odiaba en la medida en que me acercaba más o menos al término de mi aventura."

Lola Beccaria
La debutante


"Otro tópico interesante sería el de que las mujeres somos más románticas que los hombres. Falso. La prueba es que los hombres, de lo que más disfrutan es del primer estadio de las relaciones, esto es, del proceso de la conquista, que es el momento más romántico de las relaciones amorosas. Desarrollan, además, mecanismos de seducción de lo más sofisticados y eso no es pura palabrería: es síntoma de un sentimiento muy profundo, que más adelante pisotean para que no los invada por completo. Tengo un amigo que asegura que los hombres conocen perfectamente el mensaje romántico que queremos escuchar las mujeres, y, al parecer, si se molestan en hacer la pantomima de decírnoslo es única y exclusivamente con el claro objetivo de seducirnos y llevarnos a la cama. Y yo creo que eso es mentira. El problema es que los hombres se creen esa mentira, y no saben leer dentro de sí mismos, pues nadie les ha enseñado a escuchar a su corazón, y entre tanto, seguirán seduciendo a las mujeres, poniéndose encantadores, sentimentales, melosos, mimosos, poéticos y superrománticos, creyendo que solo lo hacen para conseguir meterse en las sábanas de las mujeres, cuando lo que busca su alma sensible es la expresión del amor en toda su dimensión."

Lola Beccaria



"Porque lo que no conocemos de los otros es justo lo que desconocemos de nosotros mismos; porque en amar gastamos nuestro mayor esfuerzo, y amamos igual acatando las normas que rebelándonos, hablando que callando…"

Lola Beccaria












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