Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo



Cuando era novicio reflexioné mucho sobre el concepto de espejo y gracias a las enseñanzas budistas comprendí muchas cosas. Tomar conciencia de lo que somos y de lo que nos rodea nos permite evolucionar espiritualmente. Al respecto se me ha quedado grabado el comentario que hizo un monje al finalizar un rígido camino ascético: «Las prácticas ascéticas son duras, pero la verdadera dificultad es volver a este mundo cuando concluyen». Quizá sea así. Quizá sea más duro para los que se ven obligados a vivir de manera constante en un ambiente ruidoso. Es un camino arduo, pero, según se dice, la flor de loto más hermosa nace precisamente en el barro. El budismo puede indicarnos la vía para tomar conciencia de nosotros mismos con serenidad, incluso en una vida llena de adversidades.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 6
 
 
Si queremos extirpar de raíz el ruido que emerge de nuestro mundo interior lo primero que debemos hacer es identificar sus causas.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 8
 
 
El budismo identifica el origen de todos los sufrimientos en los llamados «tres venenos»: la estupidez o estrechez mental, el deseo-apego y la cólera-odio. Además, explica cómo combatirlos y superar la negatividad y el dolor. El deseo-apego lleva a las personas a ser ávidas, la cólera-odio a perder el control de sí mismas, y la estupidez a perderse de vista a causa de los instintos. Según la filosofía budista la acumulación de los «tres venenos» produce el estrés y hace que nos encolericemos cuando las cosas no nos salen como queremos. Cuando esta rabia llega al ápice extraviamos y agredimos de manera instintiva a los demás agravando ulteriormente una persistente situación de sufrimiento.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 8
 
 
Si queréis vivir con tranquilidad, prestad atención a cada ruido, sobre todo a los que proceden de vuestra alma.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 9
 
 
Para obtener la tranquilidad del alma no es necesario refugiarse en un lugar insonorizado; ni siquiera los monjes que practican el ascetismo lo hacen. Es necesario recuperar la serenidad en la vida diaria, sumida en el estruendo; no escapar a una montaña solitaria. Puede que algunos piensen que esto es algo imposible, pero una de las mejores características de los seres humanos es su capacidad de cambiar solos su conciencia.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 9
 
 
Si no cambiamos nuestra manera de percibir las cosas veremos siempre el mundo lleno de nubes.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 10
 
 
Es típico del ser humano no saber observar la vida.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 12
 
 
Las relaciones humanas sólo pueden dar buenos frutos si el alma está serena.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 15
 
 
Los ritmos de la naturaleza sosiegan el alma.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 17
 
 
Cuando el cuerpo sufre es posible aliviar el dolor a través de la respiración y la meditación.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 20
 
 
Con una respiración consciente, basada en el equilibrio de la mente y el cuerpo, se puede lograr una sorprendente serenidad.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 21
 
 
Caminar es una práctica ascética budista. El extremo de dicha práctica es el sennichi kaihōgyō en el monte Hiei: se trata de una caminata de mil días que se realiza en siete años. En los primeros tres se recorren cuarenta kilómetros al día durante cien días, alimentándose de forma ligera para que el cuerpo no se sienta pesado. El cuarto y el quinto año se camina durante doscientos días. Al finalizar el día setecientos hay que abstenerse de comer, beber y dormir durante nueve días para aproximarse a Buda. Es necesario tener una fuerte determinación para lograr hacerlo. En el sexto año se recorren sesenta kilómetros al día durante cien días, también en zonas distintas del monte Hiei. En los primeros cincuenta días del séptimo año se visitan los templos de Kioto andando ochenta y cuatro kilómetros al día, y se pasan los restantes cincuenta recorriendo treinta kilómetros en zonas de montaña. En mil días se recorren cuarenta mil kilómetros, lo que equivale a la circunferencia de la Tierra. El monje Sakai Yusai completó el sennichi kaihōgyō dos veces, una empresa que, antes de él, sólo habían llevado a cabo dos monjes. Llegar a ciertos niveles significa superar cualquier dicotomía entre el cuerpo y el espíritu y alcanzar una dimensión espiritual superior.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 22
 
 
La filosofía budista distingue los comportamientos humanos en: acciones del cuerpo, acciones de la palabra y acciones del alma. Cada grupo se declina en ciertos comportamientos negativos: al primer grupo pertenecen matar a otros seres vivos, robar o realizar actos obscenos; al segundo decir mentiras, calumniar y adular; al tercer grupo pertenecen el apego y la cólera. Quien no realice estos actos negativos tendrá un alma tranquila.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 24
 
 
Para vivir serenamente debemos, antes que nada, conocer nuestro ánimo. Por eso es útil escribir: para comprendernos tanto a nosotros mismos como la naturaleza de los sentimientos que afloran en nuestro interior.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 25
 
 
 
Una costumbre típica de nosotros, los japoneses, es rezar. Si queremos que llegue a buen puerto un determinado proyecto nos dirigimos a Buda o a otras divinidades, hacemos el voto de renunciar a algo que nos gusta en especial y oramos. Si he de ser franco, no creo que ni Buda ni los demás dioses escuchen las oraciones egoístas; no obstante, éstas pueden ayudar a mitigar el regreso en negativo del deseo del que he hablado hace poco. Os pondré un ejemplo: por motivos de salud el médico nos aconseja dejar de beber alcohol y de fumar. Para un fumador empedernido o un amante del sake será una empresa ardua. Pero ¿y si consideramos dicha abstención como una oración a Buda? ¡Podría funcionar! Procurad no confundir esta oración con una justificación egoísta, porque sería propio de pobres de espíritu. Buda sólo nos acompañará en nuestro camino si tomamos la decisión siendo conscientes de hasta qué punto son profundas las pasiones ofuscadoras. Son el enemigo interior que amenaza la tranquilidad de nuestra vida cotidiana; vencerlas es imposible; ignorarlas, perjudicial, dado que entonces regresan con mayor ímpetu. Así pues, aprendamos a convivir con ellas.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 33
 
 
Un precepto budista, el fusesshōkai, prohíbe matar a otros seres vivos, pero no comer carne. Los casos en los que sí lo está son: cuando se asiste a la matanza del animal, cuando un animal se mata para ofrecerlo a un huésped y cuando dudamos sobre una u otra eventualidad. En cualquier caso, se considera maleducado rechazar la comida que nos ofrecen. Así pues, la cuestión no es lo que comemos sino cuál es nuestro estado de ánimo cuando lo hacemos. Tenemos que agradecer siempre la comida con la que nos nutrimos y no darla nunca por sentado. Los japoneses hacemos el saludo gasshō y decimos «itadakimasu» («gracias por esta comida») antes de comer: se trata de una costumbre que debería exportarse, porque cada plato que comemos está integrado por muchas formas de vida. Los ingredientes que vemos en los supermercados están despersonalizados, pero la leche y los huevos, por ejemplo, son alimentos de origen animal y no debemos olvidarlo. Una última observación sobre la palabra «itadakimasu»: literalmente significa «recibir la vida». Me parece importante divulgar este concepto, incluso entre los más pequeños.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 46
 
 
A propósito de budismo y de limpieza, debo contaros un hecho curioso: existe una verdura llamada myōga, que tiene un aroma intenso y que es perfecta para comer con el sōmen; se dice que quien come demasiada pierde la memoria. Su nombre deriva del de un monje, Shurihandoku, que despertó justo mientras estaba barriendo.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 48
 
 
Cuando Buda aún estaba vivo, había dos hermanos entre sus monjes: el mayor, Makahandoku, era un alumno modelo, y el menor, Shurihandoku, era tan desmemoriado que ni siquiera recordaba su nombre. Makahandoku quería a su hermano y hacía todo lo posible para enseñarle los preceptos budistas, pero Shurihandoku había olvidado ya a mediodía todo lo que su hermano le había enseñado por la mañana. Un día Buda dijo a Shurihandoku: «Quien sabe que es tonto es la persona más inteligente del mundo; quien no se da cuenta de su estupidez es la persona más estúpida». Luego le ordenó que barriera a la vez que le decía: «Quitar el polvo; quitar la suciedad». A partir de ese momento, sin importar que lloviese o nevase, que hiciese caldo o frío, Shurihandoku barrió mientras repetía: «Quitar el polvo; quitar la suciedad». Un día comprendió que el polvo y la suciedad era lo que debía eliminar de su alma y de esta forma despertó. Cuando murió en su tumba brotó una planta rara a la que se denominó myōga, que literalmente significa «persona que lleva su nombre sobre los hombros».
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 48
 
 
¿Cómo expresar la esencia del budismo en pocas palabras? Un verso del Dhammapada que responde a esta difícil cuestión: «No hagas el mal, haz el bien, purifica tu alma. Ésta es la enseñanza de Buda».
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 51
 
 
Parece que en la sociedad contemporánea, gracias al sorprendente desarrollo de la medicina, todos viven bien, pero no es así: muchas personas sufren estrés, depresión, y algunas se suicidan. Estoy convencido de que debemos reconsiderar nuestra forma de vivir: salta a la vista que hemos cometido errores a la hora de valorar lo que nos hace realmente felices. Daríamos ya un gran paso adelante si nos diéramos cuenta de que el camino que estamos recorriendo no es el adecuado, de que nos está llevando a un callejón sin salida, y que, por ello, debemos cambiar de rumbo.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 60
 
 
Esto enseña el budismo: dar felicidad y eliminar la inquietud.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 61
 
 
Creo que el budismo es el camino de los caminos, porque nos exhorta a mirar nuestro interior en todo momento.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 67
 
 
Nunca me cansaré de repetirlo: es más importante cultivar nuestra alma que perseguir la riqueza material. La búsqueda del éxito lleva al egocentrismo y a la soledad, a considerar a los demás sólo como enemigos. Eso significa vivir constantemente en la duda. El pensamiento budista da un vuelco a esta visión del mundo de tipo conflictual: todas las cosas están interconectadas y unas dependen de las otras.
 
Keisuke Matsumoto
Manual de un monje budista para liberarse del ruido del mundo, página 71
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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