Rafael Batista Cáceres

El dilema de un arcángel

Te juro que no entiendo para qué movemos
los falsos presagios de melancolías...
por qué arrancamos las costras
pasadas de añejas horas extendidas...
Te digo, que no hay castigo, para
quien no grita, juntando
anhelos de rebeldías;
ni para aquel que restañe, pidiendo
plegarias, y rasgando las
banderas de meras hipocresías.
Parece que juntamos,
y no entiendo por qué,
pesares de antiguas cofradías...
y gritamos las mismas tonterías
con voces aguadas de liridas.
Paso dos veces por la misma calle,
silbando el duelo de mis alegrías,
Y recojo la gota rota en que, incauto,
sepulto todas mis rebeldías.

Rafael Batista Cáceres


La alondra y la luna

La alondra canta sonora
del aire, su suspirar,
y su constante mirar,
mi triste alma decolora.

Y era su alma anhelada
encontrándose en amorío,
sacando el tibio rocío,
del pecho en la luna amada.

Se arrancó un jirón blanco,
el corazón de rubí,
el pecho carmesí
guardó fiel como el banco.

La coqueta luna pasa
rozando el ala del ave
y ésta lanza una clave
que sólo el astro alcanza.

Qué fantástica silueta
tiene la luna moza,
es siempre la eterna rosa
de algún bardo anacoreta.

Ya ambos seres unidos
se amarán en un jardín,
aquel lecho de carmín,
esos, suspiros y olvidos.

Rafael Batista Cáceres


Reflexión de Una Época

I

Con un gesto sentencioso
Reanimas, persistente,
Un litigio casi inverosímil
Con mi lengua.

Me tributas trascendencia,
Y cada sonido,
Ya no sonido,
Ya no sentimiento,
Ya no sugerencia
Me invita a simbolizar
Con ademanes largos
Las palabras.

II

Parecemos símbolos,
Cicatrices, manchas,
Restos antropomórficos,
Que a veces sin
Léxico,
Le donamos más
Nombre, a nuestros
Seudónimos cotidianos.

III

¿Qué perspectiva puede nacer
De algún origen
humano?
De esta dicotomía sempiterna
En que el ser humano
Sólo es, en virtud
De su sexo,
Una cópula genital.

IV

Transitamos la calle
con dos ojos proscriptos;
una boca extraditada;
dos oídos vilipendiados;
unas manos deportadas;
y aún así nos piden
libertad de expresión
poética.

V

Impreciso sería pedirle
A cuanto insurgente poeta
Nazca, que para
Sublevar su lengua, deba pagarle
diezmos a doctrinarias
sectas monacales.

VI

Recopilo soliloquios
dentro de esta bohemia
estructura humana.
Renovando cada letra,
Dislocando cada idea,
Por un mero conflicto conyugal.

VII

¿Qué hace con este espacio?
Ámbito limitado, donde
El monólogo es la
Única lucha fraticida,
Y en donde lo único asequible
Es mi propia carátula
Impenitente.

VIII

Entre infligir e infringir
Me hablas, y diferencia.
Me inflige , y quedo absorto
Por tu castigo.
Me infringe y quedo absorto
Por tu osadía.

IX

Me dices alquimista;
Y si pudiera cambiar,
Tu risa en barro,
Tu voz en lluvia,
Y tus hebras en fuego,
Ya no me dirías
Alquimista sino
Alfarero.

X

Me alude, y en este
Obsoleto altercado
De identidades
Me allanas con la
Fuerza genésica
De tu lengua vituperada,
Y la ternura profética
De una pitonisa.

XI

Tienes una risa
Esotérica, esa misma,
La que escarnece
Arremetiendo.
La mía es de eremita
Y vagabundo,
Trovador impenitente,
Éstas, la que se
Esboza
Excusándose.

XII

No sé si me parezco
A mi linaje.
Esa estirpe vernácula
y errátil.
A veces me siento escrutado
desde mi esperma advenediza
hasta mi geriátrica
pubertad de dos
décadas.

XIII

La juventud, tribu nómada
En sus inicios,
Escudriña hasta el triste
Nicho en que ha de
Lamer
Los restos de la
Vida.

XIV

La Botella que tiras desata
La embriaguez que mendigo.

XV

Escribo, y por delante,
Tu báculo manifiesto
Hiere la ya aprendida
Lección.

XVI

Esta circunstancia bilateral
En que abocados nos vemos,
Con los rostros absueltos
Por exegetas empedernidos.
Aquí abrumado, con
La desesperación acometiendo,
Resultas ser el mejor epílogo de
Todo mi contexto.

XVII

Hago de ti un acápite
De recuerdos,
Un prólogo de divergencias,
Un exordio de aventuras,
Saturando
De toda mi inconstancia
Este absurdo epílogo.

XVIII

¿Cómo?
Que sea acróbata
Me pides lo obvio
Sabes lo que es acoplar
Mis inconstancias
Adjudicándote mis temores,
Admitiendo mis defectos,
Adscribiendo toda mi propia
Debilidad,
Amedrentando mi libre albedrío,
Para eso, pídeme
Ser poeta.

XIX

Esta lengua sacrílega
En la que la herejía
No supera más
La impenitencia
Terrenal,
En donde supedito
Mis devaneos
A tu huella indeleble.

XX

Me aferro a esta espera
Con un dolor adictivo
Uno, que se aferra
En el costado.
Supurando añejos
Recuerdos.
Tomando con albergue
Ese exiguo cuarto
En donde la soledad,
Es sólo un mueble
Cambiado de lugar.

XXI

No menoscabo
Esta furia inveterada,
Esta rabia hipotética,
En donde lo único
Incólume,
Es esta sed continua y
Relegada.

XXII

Debo introducir esta
Rabia caduca,
Cubriéndome la cara y
Franqueando la vida,
En donde este amor
traducido en vidrio,
Trocado en carne,
y acusado de hereje
blasfema lo perdurable
con risa burlona.

Rafael Batista Cáceres



Sacrificio

Y era adalid de un grácil porte
investida en solemne presencia,
princesa ataviada de la esencia,
de bellas flores del sur y norte.

Tu mirada, la del genio gótico,
piadoso hálito de vida,
éxtasis de percepción sentida,
en mi fiel numen anacreóntico.

Tus labios, paradisiacos mundos,
primitivos y urbanos recintos,
encendidos por los rojos cintos
que atraen a tus abismos profundos.

Al remanso de aguas plateadas
la luna se ve resplandeciente,
reflejando su cara sonriente
en lagos de ilusiones y plasmadas.

Soy un pez dorado con la sed
del alma fugitiva en la mañana,
y vuelto pasión en raza humana
me dejo atrapar en tu hábil red.

Ya en el cristalino santuario
de tu omnipotente dominio,
me ofrezco como un sacrificio
de amor redimiendo tu calvario.

Rafael Batista Cáceres















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