Gil Blas Tejeira

“Lo adoptamos (el seudónimo) porque estamos dispuestos a mantenernos… a la altura de aquel caballero andante grato a la evocación del magro manchego.”


"Martina dio cumplida cuenta de su gestión a María de los Ángeles, la que, acostumbraba a las iniciativas de su sirvienta, no le hizo el menor reproche y antes se mostró agradecida y satisfecha.
El trato de la chapina con el sacerdote había sido siempre cortés, pero superficial. Levantada en la fe católica y conocedora de que la Iglesia improbaba la unión de una pareja fuera del matrimonio, reprimió sus impulsos de confesarse, ya que sabía que no lograría la absolución si no renunciaba a su amor por Camile Rostand. Además, no podía, sin ser insincera, confesar que estaba arrepentida del amor que llevaba arraigado profundamente en su alma y la compensaba de vivir en tierra extraña sin más familia que su amante y su hijo.
Iba a misa María de los Ángeles. Para ello no se sentía cohibida por su calidad de amante del francés, ya que varias mujeres gatuneras vivían en amancebamiento y no por ello se alejaban del templo. Más de una vez quiso hablar con el padre Villanueva, no para confesarse y conseguir la absolución de su único y vital pecado, sino para encontrar comprensión y simpatía en un ministro del Señor suficientemente humano para entender que de no haberse unido al francés, ella habría estado expuesta a mayores peligros.
Ahora, ante la perspectiva de entregar a su hijo a los cuidados de un sacerdote virtuoso e instruido, sentía que su pecado era menos pecado y que a través del fruto de su vientre retornaba a los caminos de su Dios y de su fe.
Se vistió María de los Ángeles con las ropas que consideró más sencillas y adecuadas para visitar a un sacerdote, arregló con su mejor traje a Camilo y, con éste de la mano, se encaminó a la muy sobria casita que servía de alojamiento al padre Villanueva, quien recibió a madre e hijo con gentileza inspiradora de confianza. Pareció el cura más interesado en dialogar con el niño que con la madre y no pudo menos que reír cuando en las palabras de Camilo la d era sustituida por la r suave."

Gil Blas Tejeira
Pueblos perdidos


Una derrota

La noche del jueves y a lo largo del viernes el ejército de los Estados Unidos perdió una batalla para su país y su pueblo. La sangre derramada por las armas norteamericanas en esta ocasión es la sangre de una multitud desarmada que, si era preciso dispersar, pudo haberse conseguido sin haber ocasionado los numerosos muertos y heridos que se produjeron con ráfagas de ametralladoras y disparos continuados de rifles y revólveres.

Y por la derrota de las armas norteamericanas en Panamá son responsables el Departamento de Estado, las autoridades civiles y militares zoneítas y los estadounidenses residentes en la Zona del Canal que han venido manteniendo una actitud intransigente en el asunto de las banderas y exaltando los ánimos de uno y otro lado de la avenida que hace poco fue bautizada con el nombre del asesinado presidente Kennedy.

El Gobernador Flemming figura entre los primeros responsables. El tenía la obligación de darle cumplimiento al compromiso contraído por su gobierno con Panamá, de enarbolar la bandera panameña al lado de la norteamericana en los puestos de la Zona del Canal que no fueran militares. Y en vez de llevar adelante sus instrucciones, recurrió al pusilánime expediente de cortar las astas en varios puestos entre ellos las escuelas. Ello dio lugar a que estudiantes zoneítas dispusieran exteriorizar su patriotismo enarbolando el pabellón de las barras y las estrellas, acto que fue desautorizado por el gobernador Flemming y muy aplaudido por una gran cantidad de zoneítas.

El general Flemming tuvo la suerte de volar hacia Washington el jueves en la tarde dejando en su lugar a un suplente. La fuerza militar estaba a cargo del general O'Meara, sobre quien sin duda cae culpabilidad mayor por la orden de matanza dada a sus tropas.

El no cumplimiento del enarbolamiento de nuestro pabellón en la Zona del Canal indujo a un grupo de estudiantes a llevar ellos personalmente nuestro tricolor a la Zona. Ya sabemos las consecuencias de este acto de fervor patriótico.

Lo más lamentable es que el primer choque se produjo entre estudiantes. Las nuevas generaciones de Panamá y la Zona del Canal no se encuentran para acordar, sino para disentir violentamente. Se ha cumplido el traslado de una herencia de odio de una generación a otra. Desde ya hay asegurado rencor para estimular los conflictos de mañana, que ofrecen ser más feroces que los de hoy.

Acaban de llegar al ápice del fracaso los sesenta años de presencia del gringo en la Zona del Canal. La obra que se realizó para unir al mundo, ha arribado a una división abismal entre el pueblo que la realizó y el que facilitó su territorio para ello.

El pueblo panameño ha sido sangrado una vez más. Mas parece que el sino nuestro es unirnos por el sufrimiento. E1 denominador común del panameño ha sido hasta ahora el resentimiento contra el gringo por todas las injusticias de que nos ha hecho víctimas, a partir de la imposición de un tratado que se mantiene vigente a pesar de su anacronismo colonial.

De lamentarse es que el resentimiento que hasta ahora nos ha unificado, se convierta en rencor. Yo me temo que en estos momentos no haya un panameño que de veras lo sea que no sienta encono contra los Estados Unidos.

Y yo afirmo que ellos acaban de perder una batalla. En estos momentos toda la prensa mundial se ocupa de nuestro caso. Los Estados Unidos tienen suficientes malquerientes que han de explotar el atropello asesino de que sus hombres de armas han hecho víctima a una multitud, si bien llena de indignación cuando vio su bandera ultrajada por un puñado de estudiantes boqui-rubios, desarmada para constituir un peligro para la seguridad de la Zona del Canal.

El mundo ha cambiado vertiginosamente en los últimos años. Hasta 1959 parece ahora de otra era. Los cónclaves internacionales están saturados de representantes de naciones recién llegadas a la libertad y dispuestas a ponerse siempre del lado del débil. Castro aprovechará el baño de sangre que el Tío Sam se acaba de dar en Panamá para predicar el odio al gringo. Y entre los panameños, estoy seguro, encontrará terreno abonado.

En los mismos Estados Unidos, por sobre los embustes ya manifiestos de las agencias informadoras, se abrirá paso la verdad y el atropello del pueblo panameño será arma contundente contra la reelección de Johnson.

Decididamente, los Estados Unidos, que no conocían la amargura de la derrota desde 1812, la van a experimentar ahora hasta el fastidio. Y si no rectifican su conducta para con Panamá, tendrán siempre, siempre, una zona de irritación y un campo para que sus militares sacien sus instintos sanguinarios.

Gil Blas Tejeira
Diario El Día. Columna Mirador Istmeño, a cargo de Gil Blas Tejeira, del 11 de Enero de 1964







No hay comentarios: