Jesús López Pacheco

A Noma y Wes Flint

Canadá, página de nieve. Empiezo
lentamente a escribir en ti los pasos
de la segunda parte de mi vida.
Casi temo mancharte la blancura
con huellas del dolor que me he traído.
Para escribir en nieve versos nuevos
yo quisiera ser blanco. Pero tengo
el color de la vida que he vivido. 

Jesús López Pacheco



"A todo el que necesite del arte auténtico. Hoy, en nuestra civilización, la burguesía no parece que lo necesite demasiado, a juzgar por la saña que pone en mercantilizarlo. Pero quizá esto sea una forma sádica –y masoquista, pues el arte, aunque herido, arremete muy a menudo contra ella– de necesitarlo. El pueblo, también desde el punto de vista artístico, es, desde luego, el más necesitado. Aunque todavía vaya descalzo y desnudo de arte. El suyo es un problema de poder adquisitivo, económico y espiritual. En cuanto a la misión del arte, indudablemente es de carácter estético (esta frase no debe separarse nunca de lo que sigue), pero devolviendo a esta palabra, librada de todo lastre de evasiones y cobardías con que se la suele cargar, el originario valor etimológico: la palabra griega «aiszetico» deriva del verbo «aiszanomai», «sentir». A través de los siglos, los artistas han sentido la naturaleza, pero también la sociedad, tema hoy más sentido que nunca quizá. Lo estético, pues, incluye, legítimamente, lo social. Porque lo social también es un sentimiento. Quienes lo han desgajado semánticamente de la palabra «estético» son aquellos que, por ser dueños de la sociedad, no la sienten sino en tanto en cuanto la explotan; del mismo modo que no suele sentir el campo aquel que lo explota: le interesa, más que los colores, el número de hectáreas, y cree que el «arte» hay que ir a buscarlo a la ciudad."

Jesús López Pacheco


A una época larga como un día sin pan
a una larga plaga de miedos, silencios y dolores,
a una charca de historias en la historia de España
que ha de tener también historiadores.

Jesús López Pacheco
A la dictadura franquista



"Aquel ruido continuado, subterráneo, lo llenaba todo. Nacía de la tierra acaso. Más que el ruido producido por los alternadores, parecía el de las raíces absorbiendo vida de la tierra húmeda, el de la savia al ascender por los troncos, enormemente amplificado por la resonancia del valle.
Se oía vivir a las cosas, a las plantas y a los hombres desde kilómetros. Era un ruido de vida, bronco, alegre y trágico, a cada segundo muriendo y renaciendo a cada segundo. Lo producían los alternadores girando a miles de revoluciones por minuto. A todas las casas llegaba. Lo oían las mujeres mientras fregaban, cosían, hablaban: «Nuestros maridos, nuestros hijos y hermanos siguen trabajando. Nada pasa», quería decir. Los niños lo oían también, acostumbrados a él como a una manifestación de la naturaleza. No les impedía jugar, no les entristecía. Los alternadores eran seres míticos para ellos, tenían algo de monstruo gigantesco y algo de mago bueno repartidor de luz. Algunos domingos, después de la misa, iban de la mano de sus padres a verlos. Bajaban en el «plano inclinado» hasta el fondo del valle, al pie de la presa. El ruido deslizante por los cables de acero. El chirriar de las ruedas sobre las vías. La pequeña caseta gris, a mitad de camino, de la que salían hilos hacia arriba. Las finas tuberías que saltaban entre las rocas, apoyadas en soportes de madera o de cemento. Había algo irreal, extraño en aquel descenso. Crecía la presa, el ruido se hacía más potente y vibrado, iba adquiriendo una densidad maciza. Al otro lado de la presa, agua. Los niños se asustaban de esto, sobre todo. Saber que detrás de aquella gran pared de cemento había agua, mucha agua que llegaba hasta muy lejos, todo por encima de sus cabezas. Cada vez les parecía más alta la presa y menos pequeños los hombres que entraban y salían del edificio de la central."

Jesús López Pacheco
Central eléctrica


Canción bailable

Lo más cómodo es
llorar desde Madrid
al que muere en Bolivia
(¡quién tuviera un fusil!)

Lo más cómodo es
no tener un fusil,
no luchar en Bolivia
y llorar en Madrid.

Lo más cómodo es
no luchar ni en Madrid,
llorar muertes lejanas
y soñar sin fusil.

Jesús López Pacheco



Deshonras fúnebres por Francisco Franco

A G. Jackson y R. Tamames 

A la historia no pasan, si es que pasan,
sólo sus constructores.
Pasan también como los terremotos,
como los huracanes y las inundaciones,
como las grandes plagas
y los grandes dolores
los que intentan pararla a fuerza de odio
y destruyen la vida a suficientes hombres. 

Asi has pasado tú a la historia ¡al fin!,
y con grandes honores.
Vencedor de la guerra más hermosa y más triste,
paciente destructor de vida y corazones,
héroe negro de España, héroe de sangre fría,
capitán general de las ejecuciones. 

Le has dado nombre a un tiempo
de chulos y matones,
a una época larga como un día sin pan,
a una plaga de miedo, silencios y dolores,
a una charca de historia en la historia de España
que ha de tener también historiadores. 

Quede tu nombre, pues, al frente de sus páginas
para que nadie olvide nunca tu triste nombre.

Jesús López Pacheco



"Distingo entre «sociedad» y «sectores y elementos que la corrompen y miserabilizan». Por otra parte, no es el artista –cuando la tiene– el único que tiene esa «abnegada y corajuda actitud». Cuando la tiene, no hace sino ser fiel a su verdadera sociedad."

Jesús López Pacheco



"La libertad es siempre relativa. Dicho esto, sí creo que los artistas –como los pueblos– necesitan una libertad personal y política relativa, dentro de una sociedad que haya logrado relaciones justas o en camino de serlo. Aun así, el artista puede vivir y crear, con más dolor, bajo situaciones históricas injustas."

Jesús López Pacheco



"Sí. Sólo que la «libre actitud creadora del artista» no es nunca libre. Toda la historia, toda la sociedad, el momento en que vive, la formación, la biografía, la clase social del artista, &c., determinan esta «libre actitud creadora». Para hacerla verdaderamente libre, a mi modo de ver, tiene que asumir todas estas determinantes con la máxima conciencia posible de sí mismo y de las relaciones que existen entre aquéllas y su arte. Tiene que comprender la necesidad de su arte y de cada uno de sus actos creadores. Sólo a través de esta necesidad puede llegar a conseguir una auténtica libertad."

Jesús López Pacheco


Sueño americano

Los envuelve una bruma de deseos
insatisfechos, pero renovados siempre.
Son libres de comprar vendiendo el alma
y, esclavos de sus pobres propiedades nunca suyas,
no hacen la digestión jamás sin hipoteca.
El cráneo les horada, gota a gota, una secreta admiración por los canallas.

Jesús López Pacheco









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