Rice Anne El sirviente de los huesos



En Ucrania, los supervivientes de una Union Soviética derrotada luchaban contra las gentes de las montañas que nunca habían cedido ante ninguna potencia extranjera. Las personas morían en medio de la nieve y el hielo por razones que resultan dificiles de explicar.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 8
 
 
—Eres un hombre de carne y hueso, que respira —dije—. No sé cómo conseguiste asumir el aspecto de Gregory Belkin. —No, no soy un hombre, soy un fantasma —replicó Azriel—, un fantasma tan poderoso que puede envolverse en la forma que tenía cuando estaba vivo; y ahora no logro desembarazarme de ella. ¿Por qué me ha hecho esto Dios? No soy un ser inocente; he pecado. Pero ¿por qué no puedo morir?
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 11
 
 
—¿Es que jamás alcanzaré el estado de nefesh? —preguntó—. Es decir, la unión de cuerpo y alma. Yo conocía esa palabra hebrea. Le pedí que se sentara. Azriel manifestó su deseo de beber agua. Me explicó que todos los fantasmas y espíritus podían beber agua, y que absorbían los aromas de los sacrificios; por eso las leyendas antiguas se referían a libaciones e incienso, a ofrendas quemadas y a humo alzándose de los altares. Se bebió el agua, lo cual pareció relajarle.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 15
 
 
Yo era un espíritu fuerte, era lo que los caldeos habrían definido como un genio. Cuando fui creado, sabía todo cuanto debía conocer sobre aquellos tiempos, la lengua, las costumbres del mundo próximo y remoto, todo cuanto debía saber para servir a mi amo.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 18
 
 
Nunca he visto un pueblo más parecido a los antiguos sumerios y babilonios que el americano.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 24
 
 
—No tiene mayor dificultad. Algún día la ciencia será capaz de controlar esas cosas. Hoy, la ciencia lo sabe todo sobre los átomos y neutrinos. Para crear mi antigua vestimenta, sólo tuve que emitir las minúsculas partículas, más pequeñas que los átomos, que había atraído hacia mi persona, a través, por decirlo así, de una fuerza magnética. No eran prendas reales. Eran unas prendas creadas por un fantasma. Luego, para hacerlas desaparecer dije, como diría el hechicero: «Regresad hasta que vuelva a llamaros.» Después invoqué unas prendas nuevas, formulando con el convencimiento de un hechicero las siguientes palabras: »"De entre los vivos y los muertos, de la tierra y de aquello que es forjado y refinado, tejido y atesorado, venid a mí, más diminutas que los granos de arena, de forma sigilosa y discreta sin perjudicar a nadie, con la mayor celeridad, atravesando las barreras que me rodean para vestirme con unas suaves prendas de terciopelo rojo, el color de los rubíes. Ved esas prendas en mi mente, venid." Azriel lanzó entonces un suspiro. —Y el conjuro se cumplió.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 29
 
 
Es una cosa curiosísima. . —¿El qué?—pregunté, intrigado. —Que nadie sabe de dónde provienen los súmerios. Ni siquiera hoy en día. Dicen que surgieron de la nada, hablando una lengua distinta de todas las demás, y construyeron las primeras ciudades en nuestros hermosos valles. Es lo único que se sabe de ellos.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 33
 
 
—¿No has observado que nadie sabe tampoco de dónde provienen los judíos? —pregunté—.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 33
 
 
—Era una casa de gemas y oro —contestó Azriel—. Era un universo formado por el intenso y vibrante fulgor de las piedras preciosas, el aroma de maravillosos perfumes y el sonido de arpas y flautas; un mundo que invitaba a caminar descalzo y sentir el suave tacto de las baldosas talladas en forma de flores.
 
Anne Rice
El sirviente de los huesos, página 48
 
 
—Era una casa de gemas y oro —contestó Azriel—. Era un universo formado por el intenso y vibrante fulgor de las piedras preciosas, el aroma de maravillosos perfumes y el sonido de arpas y flautas; un mundo que invitaba a caminar descalzo y sentir el suave tacto de las baldosas talladas en forma de flores.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 51
 
 
¿Me negará Dios por la eternidad el acceso a la escalera del cielo?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 52
 
 
—Azriel, la mayor parte de los demonios son las almas errantes de los muertos. Pero existen unos espíritus tan poderosos como los propios dioses, y algunos de ellos están llenos de odio y desean hacer el mal. Pero no suelen entretenerse en hacer que una campesina caiga enferma o en echar un maleficio sobre una casa humilde. Eso es cosa de los espíritus errantes de los muertos, pues necesitan cometer esas maldades a fin de que la niebla y el humo que los envuelven se disipe.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 58
 
 
Agarré la mano de Marduk. Marduk se había hecho más poderoso, tras haber sido contemplado por tantas personas. No tengo que explicarte la cosmología, es muy simple; cuantas más veces apareciera en público, más aumentaría su poder.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 61
 
 
—Aléjate de mí, Enoc, tú y toda tu tribu. Te perdono tus impetuosas palabras. Tu Dios no tiene rostro y es cruel. ¡Pero invocaré el viento para hacer que os disperséis!
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 66
 
 
—Era Marduk quien estaba contigo, ¿no es así? O un espíritu que afirma ser Marduk. ¿No es verdad? —Sí, padre, es verdad. Hablo con él desde que era un niño. ¿Acaso merezco ser castigado por ello?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 72
 
 
 
 
Mi padre siguió llorando durante un buen rato. De pronto sentí la tentación de arrebatarle el sobre de arcilla, y así lo hice. Leí las palabras que estaban escritas en sumerio: "Para crear al Sirviente de los Huesos."
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 72
 
 
—¡Ciro! —exclamé. Era Ciro el conquistador. Recordé con toda nitidez los detalles de las hazañas de aquel hombre. Tenía ante mí a Ciro, el rey aqueménida que gobernaba la mitad del universo. Había logrado unir a medos y persas; era el hombre que se había propuesto conquistar Babilonia. Esto no era una mera charla de taberna sobre guerras.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 78
 
 
—Esta es una ciudad en verdad maravillosa. Me fascina Babilonia. No sería capaz de dañar una sola de sus piedras. ¡Ah, Babilonia
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 79
 
 
Noté que me empujaban hacia atrás y caí en la caldera que estaba llena de oro hirviendo. Grité y grité. Aquello era insoportable. Era imposible experimentar semejante dolor. No era posible que aquella atrocidad me ocurriera a mí, que el oro hirviendo se introdujera en mi garganta, asfixiándome, y me abrasara los ojos. Cuando creí que iba a enloquecer, que iba a volverme loco de espanto y de dolor, cuando no quedaba ya un solo pensamiento humano en mi mente, salí disparado de la caldera y me encontré suspendido en el aire sobre el cuerpo que seguía hirviendo dentro de ella, con un solo ojo abierto sobre el burbujeante líquido dorado. ¡Era mi cuerpo! Pero yo no estaba dentro de él.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 107
 
 
—¿Qué piensas hacer, Azriel? —me preguntó. Parecía perplejo. —¿Qué puedo hacer, señor? ¿Qué puedo hacer sino buscar al mago más poderoso de Babilonia, uno lo suficientemente fuerte para ayudarme a descifrar mi destino y comprender mis limitaciones? De lo contrario, estoy condenado a permanecer así por la eternidad. No soy nada, como puedes comprobar, nada, tan sólo una imitación de un ser vivo. ¿Acaso debo vagar errante durante toda la eternidad? Mira, soy sólido y visible, pero no soy nada, y todo cuanto queda de mí está en este saco.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 112
 
 
—¿Cómo lograste detenerlo? ¿Cómo sucedió todo? —Cometió un grave error —respondió Azriel—. Una de las antiguas leyendas persas afirma que el mal penetró en el mundo no a través del pecado, ni a través de Dios, sino a través de un error. Un error ritual. ¿Has oído hablar de ello? —Sí, supongo que te refieres a los antiguos mitos, restos del mazdeísmo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 133
 
 
—La memoria es lo más importante —dijo con suavidad—. Podemos vivir con la idea de que Dios no es perfecto, siempre y cuando tengamos la certeza de que Dios recuerda... de que lo recuerda todo... —Querrás decir que lo sabe todo. En realidad, deseamos que olvide nuestras transgresiones. —Sí, supongo que tienes razón.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 136
 
 
—Si destruimos estos huesos, ¿moriré? —inquirí. —Te dije que reflexionaras en silencio —replicó mi amo—. No, no morirás. No puedes morir. ¿Quieres acabar igual que esos estúpidos espíritus que farfullan como si hablaran con el aire? Supongo que los has visto, ¿no? ¿O como un ángel que deambula como un idiota por los campos tratando de recordar los himnos celestiales? Desde ahora perteneces para siempre a la tierra, de modo que olvida esa brillante idea de deshacerte de los huesos. Los huesos te mantendrán vivo, por decirlo así, te proporcionarán un lugar de descanso. Harán que tu espíritu conserve una forma que te permita utilizar su poder. Hazme caso. No seas imbécil.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 150
 
 
—Existe un sólo propósito en la vida: ser testigo de las maravillas del mundo y comprender sus complejidades, su belleza, sus misterios, sus enigmas. Cuanto mejor las comprendas, cuantas más cosas conozcas, más gozarás de la vida y de una sensación de paz. Esto es lo fundamental. Lo demás son menudencias. Si una actividad no está basada en el amor o el aprendizaje, no tiene ningún valor.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 156
 
 
Toda la magia en todos los países y de todas las escuelas es la misma. La magia es un intento de controlar a los espíritus invisibles, así como a los espíritus que habitan dentro de los vivos, o invocar a los espíritus de los muertos que todavía merodean por la Tierra. En esto consiste la magia. Los trucos, los sortilegios, el proporcionar fortuna a una persona, todo se hace a través de los espíritus, es decir, de unos seres incorpóreos que se mueven de forma veloz, invisibles, que roban, espían, transportan, etcétera. Esto es la magia.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 157
 
 
 
 
Espabílate e inventa tú mismo un encantamiento. Los encantamientos atemorizan tanto a los espíritus como a los seres humanos. Cuando desees imponer tu voluntad crea una canción de fuerza, de poder, y se te abrirán todas las puertas.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 157
 
 
—Por último, ningún ser humano sabe lo que yace más allá de la auténtica muerte. Los espíritus vislumbran unas escaleras resplandecientes que conducen al cielo, ven los árboles frutales del paraíso, se comunican de diversas formas con los muertos y distinguen la luz de Dios; el que vislumbren esos destellos de luz es algo muy común, pero no saben con certeza lo que yace más allá de la auténtica muerte. Nadie que escape de la Tierra y de sus espíritus terrenales regresa jamás. Es posible que se te aparezcan y que hablen contigo, pero no puedes hacerlos regresar del más allá. Una vez que están muertos, la posibilidad de que aparezcan aquí está en sus manos o en manos de Dios. De modo que no creas a nadie que te asegure saberlo todo sobre el cielo. Los únicos ámbitos de los espíritus y los ángeles que llegaremos a conocer tú y yo son los de la Tierra, no los que yacen más allá de la muerte. ¿Me has comprendido? —Sí, me temo que sí —contesté—. Pero ¿por qué es tan importante amar y aprender? ¿Por qué es éste el propósito de la vida? ¿Por qué debemos afanarnos en comprender sus misterios y complejidades? —Ésa es una pregunta estúpida —respondió Zur-van—. No importa por qué; es así y basta: el propósito de la vida es amar y aprender. —El mago lanzó un suspiro y continuó—: Imaginemos que son otros quienes nos hacen esta misma pregunta. Si se tratara de un hombre estúpido y cruel, bastaría esta respuesta: "Es la forma más segura de vivir." Si se tratara de un hombre bueno e inteligente, le respondería de este modo: "Es la forma de vivir más satisfactoria y enriquecedora." Si me formulara la pregunta una persona egoísta, ciega, contestaría así: "El hecho de acordarte de los pobres, los hambrientos y los oprimidos, el hecho de amar a tus semejantes, de aprender, te aportará una gran sensación de paz." —Zurvan se encogió de hombros y añadió—: A los oprimidos les contestaría de la siguiente forma: "Ello aliviará vuestro dolor, vuestros terribles sufrimientos." —Comprendo —dije, y sonreí, experimentando una inmensa y maravillosa sensación de gozo. —Veo que has comprendido —observó Zurvan. Rompí a llorar de nuevo. —¿No existe ningún lema que facilite las cosas? —pregunté. —¿A qué te refieres? —No siempre es fácil amar y aprender; uno puede cometer errores tremendos, lastimar a los demás. ¿No existe ningún lema? Por ejemplo, en hebreo existe la palabra Altashhetk, que significa "no destruirás". —Apenas podía hablar. Las lágrimas me ahogaban. Empecé a repetir esa palabra una y otra vez. Por fin musité—: Al-tashhetb. Zurvan me miró con aire solemne y pensativo, y luego respondió: —No. No existe un lema. No podemos cantar Al-tashheth, a menos que el mundo entero entone la misma canción. —¿Ocurrirá eso alguna vez? ¿Cantará el mundo entero la misma canción? —Nadie lo sabe. Ni medos ni hebreos ni egipcios ni griegos, ni los guerreros de los países del norte, nadie lo sabe. Te he contado todo cuanto puede saber el ser humano. El resto es pura filfa, monsergas.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 158
 
 
Cada mago que conozcas a lo largo de tu existencia posee su propio mapa del terreno de los espíritus. Tiene su propia opinión sobre los espíritus y sobre el motivo de que éstos se comporten como lo hacen. Pero en esencia, lo que verás en cualquier viaje al reino de los espíritus es lo mismo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 166
 
 
Observa la taberna y el ágora, contempla el sol. Observa los espíritus. No les digas nada ni aceptes ninguna invitación ni gesto de ellos. Limítate a contemplarlos y observar todos los detalles. Examina el aire como si buscaras unos objetos minúsculos y valiosos que desearas poseer, pero no muevas los labios. Yo obedecí a mi amo. Supuse que vería a los pequeños y fastidiosos demonios que infestaban la casa de Zurvan. Sin embargo, en lugar de eso vi unas almas que vagaban confusas y perdidas. Vi sus siluetas o espíritus en la taberna, suspendidas sobre las mesas, tratando de entablar conversación con los vivos, deambulando de un lado para otro como si buscaran algo... —Ahora mira más allá de los muertos terrenales, esos que acaban de morir, y fíjate en los espíritus más viejos, esos otros que poseen vitalidad en cuanto espectros —ordenó Zurvan. Hice lo que me ordenaba y vi a aquellos seres altos, de mirada fija, translúcidos, con forma humana y una expresión definida, y vi no sólo a los que me contemplaban y señalaban, y hacían gestos refiriéndose a mí, sino a muchos otros espíritus. El ágora entera estaba atestada de ellos. Al mirar hacia el cielo vi más espíritus refulgentes. Lancé una pequeña exclamación de asombro. Estos espíritus resplandecientes no parecían tristes ni furiosos ni perdidos, ni tampoco daban la impresión de buscar algo, sino que parecían ser los guardianes de los vivos, unos dioses o ángeles, y contemplé cómo flotaban alrededor de la bóveda celeste, hasta donde yo alcanzaba a ver. Sus idas y venidas eran muy rápidas. De hecho, todo el universo de los espíritus estaba en constante movimiento, y uno podía clasificarlos por sus movimientos: las almas de los muertos se movían de forma torpe, los espíritus más viejos eran más lentos y humanos, mientras que los espíritus angélicos, esos espíritus jubilosos, se movían a una velocidad imposible de seguir para el ojo humano.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 167
 
 
—Te has portado muy bien, magníficamente bien. —Pero no logré hallar la montaña. Zurvan se echó a reír. —Es probable que no des nunca con ella, ni yo, ni nadie —dijo el mago. A una orden suya, los otros espíritus huyeron como esclavos, dejando la habitación en silencio. Luego prosiguió—: Cada hombre tiene un mito sagrado, una vieja historia que le han contado y en la que cree firmemente, o quizá le atrae por su belleza. En mi caso es la montaña sagrada. Y gracias a tu poder he viajado hasta la cima del mundo y he comprobado por mí mismo que Meru no es un lugar, cosa que por otra parte ya sabía, sino un pensamiento, un concepto, un ideal.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 172
 
 
Traté de orientarme. ¿Me hallaba debajo de la superficie terrestre? Lo ignoraba. Había caído en una turbia lobreguez, una niebla a través de la cual era imposible ver nada material. Los espíritus que habían huido o permanecían junto a mí formaban parte de la polución y densidad de ese lugar.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 179
 
 
Te vi ascender por los aires, pero los espíritus que habitan en la atmósfera superior no te permitieron pasar. —Así es, pero fueron muy amables conmigo. ¿Viste la luz que brillaba más allá de ellos? —No —confesó mi amo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 179
 
 
—¿Has visto dónde he estado y lo que he hecho? —pregunté. —Sólo en parte. Te vi ascender por los aires, pero los espíritus que habitan en la atmósfera superior no te permitieron pasar. —Así es, pero fueron muy amables conmigo. ¿Viste la luz que brillaba más allá de ellos? —No —confesó mi amo. —Debe de ser la luz del cielo —dije—, y sin duda desde allí desciende una escalera hasta la Tierra. Pero ¿por qué no pueden subir por ella todas las almas, incluso las que se sienten confundidas y furiosas? —Nadie lo sabe. No me hagas esa pregunta. Trata de descifrar tú mismo el misterio. Pero ¿por qué estás tan seguro de que existe esa escalera, una escalera destinada a ciertos espíritus? ¿Acaso es lo que prometen los zigurats, las pirámides o la leyenda del monte Meru? —No —respondí tras unos instantes de reflexión—. Aunque constituyen unas pruebas, desde luego. O cuando menos unos indicios. Lo sé por la expresión que mostraban los espíritus superiores... cuando me indicaron que me marchara. No había mezquindad, malicia ni rencor en ellos. No se pusieron a gritar como los guardianes de un palacio; se limitaron a apartarse para dejarme paso y me indicaron el camino que debía tomar... de regreso a la Tierra.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 179
 
 
—Acércate a esa jarra de agua y bebe cuanto quieras —dijo Zurvan—. Puedes beber tanta agua como te apetezca. El agua hará que tu cuerpo espiritual, bajo cualquier forma, sea más fuerte. Esto es aplicable a todos los espíritus y fantasmas. Les encanta el agua y la humedad.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 181
 
 
E1 mundo brillante de los vivos se abrió de nuevo a mi alrededor.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 184
 
 
—Las reglas son muy estrictas. El candidato a convertirse en un mal'ak debe ser absolutamente perverso, enemigo de Dios y de la bondad, un ser que ha renegado de Dios por despecho hacia su crueldad para con el hombre y las injusticias que permite que se cometan en la Tierra. El candidato a mal'ak debe ser un individuo o ente que esté cegado por la furia, perverso y resuelto a luchar contra Dios. Debe ser capaz de enfrentarse en un mano a mano a cualquier Ángel del Señor y luchar contra él hasta derrotarlo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 186
 
 
Recuerdo a Alejandro postrado en su lecho, rodeado de un aura tan brillante como la de Ciro el Persa. Pese a estar moribundo, era muy hermoso y mostraba una mirada extraña. Era como si se observara a sí mismo morir, sin oponer ninguna resistencia. No se aferraba a la vida. Sabía que había llegado el fin.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 197
 
 
 
—Sígueme, si eres tan amable, en un viaje al interior de la conciencia.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 205
 
 
Una vez, cuando yo era un niño, había leído en el scriptorium el siguiente lamento en sumerio: "¿Quién conoce la voluntad del cielo?" Cualquier hombre o mujer en las calles de Nueva York podía pronunciar en la actualidad estas mismas palabras.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 218
 
 
Eran tiempos que estaban presididos por una violencia universal. De hecho, la violencia se presentaba como cualquier otro artículo, en todo tipo de tamaños y formatos. Los robos, las violaciones y las agresiones eran frecuentes, por no decir que estaban a la orden del día, bajo una fachada de civilización y paz. Continuamente estallaban pequeñas guerras organizadas. La gente luchaba a muerte en Somalia, Afganistán, Ucrania. Las almas de los que habían muerto recientemente envolvían la Tierra como humo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 222
 
 
Todos seríamos capaces de cualquier cosa si recibiéramos una señal del cielo. Yo enseño a mis seguidores a amar en un mundo donde no se producen señales del cielo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 243
 
 
Dios mío, ¿quién me ha invocado? Deseaba contemplar el rostro risueño de mi dios. Mi dios personal; el que solía pasear conmigo, el dios que cada hombre posee, su propio dios, tal como yo había visto al mío. ¡Ojalá hubiera aparecido en aquellos momentos!
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 250
 
 
—¿Por qué hiciste que asesinaran a tu hija? Quiero saberlo. ¡Debí exigirte ese precio a cambio del cofre! —¡Eres un necio, todos sois unos necios, beligerantes y supersticiosos, los idiotas de vuestro dios! —Tus templos, Gregory, son las casas de los estafados y los condenados —replicó indignado el rabino.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 262
 
 
Es terrible sentirse herido, pero peor es matar a un inocente y sonreír con odio.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 266
 
 
Uno no puede culpar a los demás de todos los males que aquejan al mundo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 268
 
 
Pero, como puedes suponer, yo seguía siendo un misterio para mí mismo, atrapado entre el cielo y el infierno y sin saber por qué había venido a la Tierra.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 268
 
 
¿Quién sabe de qué se alimenta un espíritu, ya esté embutido en un cuerpo humano o fuera de él?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 269
 
 
Algún día esa gente —esas personas tan listas de hoy en día— lo averiguarán todo sobre los espíritus. Sabrán todo lo referente a ellos, al igual que lo saben sobre los genes, los neutrinos y otras cosas que no ven. Los médicos de cabecera verán alzarse a los espíritus, los tzelem, como yo vi alzarse el espíritu de Esther. No habrá que ser un mago para conducir a un espíritu hacia el cielo. Existirán hombres lo suficientemente inteligentes para exterminar incluso a un ser como yo...
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 26
 
 
¡Permanece vivo el tiempo suficiente para comprender!
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 270
 
 
Ambos íbamos sentados en el coche, el fantasma observaba en tanto que el hombre aferraba aquel tesoro que mantenía sobre sus rodillas y no cesaba de sacar y meter los papeles en el bolsillo de la chaqueta, sujetando el cofre para que no cayera al suelo y acariciándolo, como si el oro le excitara tanto como a los antiguos. Del mismo modo que me excitaba a mí.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 279
 
 
—Tengo una curiosidad —dije, disimulando el gozo que experimentaba al contemplar aquellos objetos, mi debilidad y la nostalgia que me producían—. ¿Cómo es ese Templo de la Mente que permite a su sumo sacerdote vivir rodeado de este esplendor? Deduzco que éstos son tus aposentos privados. ¿Eres tú el jefe y el charlatán, según afirmó tu abuelo?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 297
 
 
—¿Qué harías si te confesara que yo maté a Esther? —preguntó Gregory—. La maté por el bien del mundo, del nuevo mundo que surgirá de las cenizas de este mundo que expira, uno que se está destruyendo a sí mismo con hombres mezquinos y sueños mezquinos e imperios mezquinos.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 307
 
 
—¿Me matarás? ¿Te crees capaz de ello? —Por supuesto —contesté—. Recuerda lo que te dijo el rabino. He matado a quienes se atrevieron a invocarme. —Pero yo no te invoqué; fue el plan, fue el mundo. ¡Fue un designio! Viniste a mí porque te necesito, porque puedo utilizarte, y harás lo que yo te ordene. "Fue el mundo." Yo me había repetido esas mismas palabras en un desesperado intento de comprender.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 307
 
 
Cada vez lo veo con mayor claridad. Has venido a la Tierra para hablarnos sobre el fin de los tiempos.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 311
 
 
—Entonces debes aceptar el mundo que deposito en tus manos. Cada vez lo veo con mayor claridad. Has venido a la Tierra para hablarnos sobre el fin de los tiempos. —¿A qué te refieres? ¿Cuándo vais a dejar los mortales de hablar del fin de los tiempos? ¿Sabes cuántos siglos llevan los hombres hablando sobre eso? —Pero yo conozco la fecha exacta del fin de los tiempos —afirmó Gregory con tranquilidad —. Yo mismo la he escogido. No veo razón para seguir guardando el secreto. No veo razón para no informarte de mis planes. Sé que desconfías de mí, que te burlas de mí, pero ya aprenderás. Eres un espíritu inquisitivo, ¿no es cierto?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 311
 
 
Yo soy quien te revelará tu destino.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 316
 
 
—Lo necesito —murmuró Gregory—. Necesito el amor de la gente, el reconocimiento de millones de personas. Me encanta. Me encanta que las cámaras me enfoquen. Me encanta comprobar que mi ambicioso proyecto se ha expandido más allá de lo que cabía imaginar.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 317
 
 
Alguien debe morir para que pueda construirse un gran imperio.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 318
 
 
Yo inventé el Templo de la Mente de Dios, un proyecto gigantesco, que abarca el mundo entero. Tengo millones de seguidores. ¿Sabes lo que significa esa palabra? ¿La palabra millones? Significa espíritu; significa que lo que deseo es lo que deseo. No me refiero a un capricho ni a una necesidad. Eso es lo que deseo, un hombre que lo tiene todo.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 319
 
 
Me quedé atónito, desconcertado. Deseaba poseer un alma, ser bondadoso, ascender por la escalera del cielo. "El propósito de la vida es amar y conocer la belleza y complejidad de las cosas."
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 324
 
 
Un alma, pensar que quizá poseía un alma, un alma capaz de salvarse...
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 324
 
 
Todos los ancianos comenzaron a cuchichear y el rabino, que aún estaba furioso, entonó un cántico en voz alta con objeto de exorcizarme, al que se unieron los demás. Yo les observé impasible, sin sentir nada, sin dejar que aflorara mi ira, tan sólo experimentando amor hacia ellos, y pensando con amor en mi amo Samuel y en que el odio que sentía hacia él probablemente se debiera a algo de naturaleza humana. En cualquier caso, no lo recordaba. Recordaba Babilonia, y al profeta Enoc, pero cada vez que experimentaba tristeza, odio o amargura desechaba esos sentimientos y pensaba en el amor, el amor profano, el amor sagrado, el amor hacia el bien.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 403
 
 
Me sentía fascinado por el amor, no cabía duda.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 408
 
 
 
—Estos son mis cuarteles generales repartidos por el mundo —dijo Gregory—. Son mis templos, mis presuntos hoteles de lujo, mis presuntas oficinas comerciales. Aeropuertos. Islas. —Dios, tu ambición no tiene límites —le dije—. ¿Pero no se te ha ocurrido pensar en el bien que podrías hacer, estúpido idiota moral? Gregory soltó una alegre carcajada, como la de un niño, y contestó: —De eso se trata, mi impulsivo e impertinente amigo. —Luego señaló los mapas y agregó—: Soy un genio moral. Todo está dispuesto para que dos horas después de confirmarse mi muerte se destruyan dos tercios de la población mundial. Ahora, antes de que protestes, deja que te explique que esto se llevará a cabo mediante un filovirus que hemos perfeccionado aquí y que se halla almacenado en varios de los templos que ves en esos mapas. No me interrumpas —ordenó al tiempo que levantaba la mano —. Se trata de un virus que mata en sólo cinco minutos, o menos; permanece suspendido en el aire durante el tiempo en que el huésped respira, que no es más de cinco minutos; su primera acción inmediata es nublar el cerebro y luego proporciona a la víctima una sensación de paz y felicidad.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 417
 
 
El filovirus no afectará a la mayoría de los animales, y el gas se disipará antes de que logre matar a la mayoría de ellos.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 419
 
 
—. Sí, el mundo enfermo, incontrolable e insalvable. Es absolutamente esencial. Morirán todos.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 420
 
 
—Imagínatelo, Azriel, todo el continente africano quieto y silencioso, las hermosas pirámides de Egipto envueltas en el más profundo silencio, la atmósfera de El Cairo libre de toda contaminación, sus arenas purificadas. Imagínate el Zaire liberado de las epidemias y los misteriosos filovirus que amenazaban con destruir el mundo. Imagina a los que padecen hambre sumidos en un sueño eterno. Imagina el resurgir de las grandes selvas tropicales, las densas junglas rebosantes de flores y plantas, los animales salvajes del interior multiplicándose tal como Dios había previsto. "Oh, Azriel, mi sueño es tan grande como el sueño de Yahvé cuando ordenó a Noé que construyera un arca. Incluso he ideado la forma de albergar a las especies más importantes. He invitado a los genios y científicos más brillantes del mundo a asistir a un congreso que se celebrará aquí, a fin de que se salven. Mi país es mi arca, pero el resto de la humanidad debe morir. No existe ningún medio más hermoso, elegante o misericordioso de resolver la presente situación.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 420
 
 
El filovirus muere rápidamente. Hemos perfeccionado nuestra fórmula utilizando las tres cepas del Ébola y algunas que hemos descubierto nosotros mismos. Como te he dicho, el gas se disipa; se descompone por completo. No tienes idea del trabajo y el esfuerzo que nos ha costado perfeccionar nuestra fórmula con el fin de evitar que los caballos y el ganado resulten afectados. No sabes las horas que hemos dedicado a nuestros trabajos de investigación para lograr que nuestro método resultara lo menos doloroso posible.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 421
 
 
¿Te das cuenta, Azriel, de que tengo trabajando para mí a verdaderos genios, a unos hombres que han trabajado durante años en programas gubernamentales sobre guerras bacteriológicas, unos hombres que saben cosas que tú y yo ignoramos por completo?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 422
 
¿No lo entiendes, cretino, no entiendes que no eres más que un destructor?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 429
 
 
¿Me olvidarán Esther y Nathan? ¿Es ésa la naturaleza del éxtasis más allá de la luz, el olvidar y aparecer sólo cuando eres invocado?
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 446
 
 
Sin amor, es imposible apreciar lo que te rodea.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 449
 
 
No quiero volver a sentirme devorado por la ira o el odio, y no lo consentiré, por arduo y largo que sea mi camino. Me conformo con vivir según los principios de aquella palabra. ¿La recuerdas? Altashbeth. "No destruirás." Eso es suficiente. Altashheth.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 449
 
 
Soy el Sirviente de los Huesos que yacen en el inmenso campo que describió Ezequiel, los huesos de todos nuestros hermanos humanos.
 
Azriel recitó las palabras de Ezequiel en hebreo, unas palabras que todo el mundo puede leer en la edi-
 
ción King James:
 
El Señor posó su mano
 
sobre mí, y me condujo
 
en el espíritu del Señor,
 
y me depositó en medio de un valle
 
sembrado de huesos,
 
... y contemplé
 
un sinfín de huesos que yacían en aquel valle, los cuales estaban muy secos.
 
—¿Quién sabe? —continuó Azriel—. Quizás algún día cobren vida de nuevo. O quizás el viejo profeta se refería a que un día todos los misterios quedarán explicados, todos los huesos serán reverenciados, todos los que hemos vivido conoceremos la razón de nuestros sufrimientos en este mundo. —Entonces me miró sonriendo y agregó—: Tal vez algún día los huesos del hombre proporcionen a los científicos el ADN de Dios.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 449
 
 
Soy el Sirviente de los Huesos que yacen en el inmenso campo que describió Ezequiel, los huesos de todos nuestros hermanos humanos.
 
Rice Anne
El sirviente de los huesos, página 449
 
 
 
 
 
 


No hay comentarios: