Léon Brunschvicg

"Así, después de haber constituido la ciencia de la extensión y la ciencia del pensamiento, independientemente la una de la otra, e íntegramente cada una por sí misma, se encuentra Descartes con el problema de su unión. Ya del punto de vista especulativo, el esfuerzo necesario para librarnos de los prejuicios de la infancia, para sustituir a las imágenes sensibles la verdad de un universo transparente a la inteligencia, plantea la dificultad de comprender cómo ocurre que seamos inducidos en error cuando no hacemos más que seguir el impulso de la naturaleza. Descartes mantendrá en la
Sexta Meditación el principio de que Dios no es engañoso. Solamente que ya no se tratará más del Dios de las ideas claras y distintas que ha ordenado fiarse únicamente en ellas porque sólo a ellas garantiza. El Dios que Descartes invoca ahora es como un segundo Dios, Dios de la finalidad orgánica, tal como lo representa la tradición del sentido común, Dios que ha tomado cuidado de acomodar las sensaciones a nuestras necesidades, de modo que le respondan los movimientos más favorables a nuestra salud.
Está, pues, permitido sostener la causa de este Dios al sostener que el hombre es culpable cuando fuerza y falsea el alcance de las relaciones que son de por sí totalmente utilitarias y totalmente antropocéntricas. A nosotros nos corresponde defendernos, reconquistar la integridad de nuestros juicios, separando la apariencia, que sólo es de los sentidos, y la realidad, que surge de la sola razón, el sol visible y el sol astronómico.
Esta dualidad, que tiene, así, su fundamento teórico en los aspectos de Dios mismo, volverá a encontrarse en el terreno de la práctica, y será objeto del Trotado de las Pasiones del Alma que Descartes escribió a ruego de la princesa Elisabeth, tratado de medicina más que de moral, en cuanto la medicina se relaciona con la unión del alma y el cuerpo."

Léon Brunschvicg
Descartes


"Creer o verificar, la alternativa es ineludible."

Léon Brunschvicg



"El estudio de la actividad intelectual, que define a la filosofía, es entonces un estudio del juicio, pero a condición de no entender el juicio como una operación particular dentro de la serie de las operaciones lógicas; el juicio es el acto completo de la actividad intelectual, y el acto único; no hay un más acá del juicio que sería el concepto, ni un más allá del juicio que sería el razonamiento."

Léon Brunschvicg



"El método histórico permite resolver las tesis contrarias al kantismo y positivismo; es decir legitimando la particularidad de la ciencia en torno a aspectos que en principio no están destinados a perdurar. Existe una etapa en la filosofía matemática determinada por los principios de la dinámica y la estática, ya usados como elementos coadyuvantes por Arquímedes y Galileo, como fuerzas motrices a la hora de descubrir e interpretar esta ciencia. Kant y Comte fueron muy receptivos a la hora de evaluar la importancia primordial de este paso, pero tal vez no avanzaron lo suficiente con respecto a la creciente complejidad planteada por el progreso de los instrumentos técnicos y la plasticidad radical. Ésta es la meditación de la geometría euclidiana que Kant trasladó a la doctrina de la estética transcendental, insertando formas de intuición como mediadoras entre las distintas categorías de juicio y los fundamentos de la física racional. Del mismo modo, podría suponerse que la geometría de Descartes sirvió como prototipo para la mecánica de Lagrange, y por lo tanto Comte fue impelido a observarlo desde la rama matemática. La filosofía matemática en un período donde la ciencia tendía a mostrarse de forma positiva y orgánica, tendió a asumir la sencillez del concepto espacio, que de manera innegable aunó lo inteligible a lo real."

Léon Brunschvicg
Las etapas de la filosofía matemática


"La mera posibilidad de comparación es suficiente para disipar el espectro de la voluntad pura, que sólo debe quererse a sí misma. Sin duda, la libertad es la condición de la vida moral, pero no su objetivo final; en vano agotaría las posibilidades de rehacerse en cualquier perspectiva, habiendo traspasado cualquier patrón o determinación que conserve su integridad con absoluta indiferencia; prisionera de esta indiferencia, la libertad de acción devendría en impotencia. Pero si el hombre es en sí mismo y persigue una meta, ha de obedecer a una idea o sentimiento. El día que la naturaleza de este objeto sea determinada, se juzgará el valor del pensamiento o sentimiento en cuestión, comenzando la vida moral del hombre.
La pregunta que surge es la siguiente: si las causas naturales más relevantes son las que no se analizan y ni siquiera se conocen directamente, son éstas las que han de prevalecer en nosotros? ¿Debemos abandonarnos a nuestra naturaleza, rendirnos a impulsos y tendencias oscuras e irreflexivas? O, presentada en estos términos, la cuestión es tan específica que no resulta imposible de resolver. No es que pretendamos discutir acerca de la validez del sentimiento sin caer en un contrasentido.
Frente a cualquier hipótesis, vamos a restablecer la supremacía de la razón para refutar con convicción cualquier posible error. Confiar ciegamente en el sentimiento es una manera de abocarnos a la derrota. Todo lo que pedimos a aquéllos que apoyan la superioridad del sentimiento –todos tienen derecho a esta demanda- es que acepten que las consecuencias de su doctrina están abanderadas por su propia creencia. El hombre es impulsado por la fuerza de sus sentimientos; de donde se colige que todos los sentimientos son buenos, simplemente porque son sentimientos, indistintamente. En este punto hemos de retomar la cuestión. Renunciamos a la justificación de esta elección desde el preciso momento en que la profundidad del sentimiento se opone a la superficialidad de la inteligencia. Buenos o malos todos los motivos alegados por la inteligencia resultan vanos; el poder real y decisorio pertenece al sentimiento. La determinación se debe a un conflicto de sentimientos. ¿No han de ser abordadas todas las determinaciones desde un mismo plano? ¿Cuáles son las bases sobre las que estableceríamos una jerarquía? ¿Con qué derecho recriminaríamos o concederíamos las mismas? ¿Dónde hallar un criterio con sentido? “Ama y haz lo que quieras”, o mejor aún: “Siente y actúa como tú consideres”. Dada la proliferación de tal actividad, el hombre sufre sus sentimientos y la vida moral desaparece."

Léon Brunschvicg
El idealismo contemporáneo












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