Roberto Calasso

“El soma es un gran misterio, porque en el mundo veda era una planta de la que nacía la ebriedad, mientras que la embriaguez no tenía nada que ver con el borracho actual que toma un poco de vino. Las palabras han cambiado y eso las convierte en un verdadero misterio.”

Roberto Calasso




“El terrorismo islámico es sacrificial: en su forma perfecta, la víctima es el terrorista.”

Roberto Calasso


“El turismo ha perdido ya su propio control y ya no parece obligatoriamente vinculado al viaje. Se presenta, antes bien, como una segunda realidad que se revela como el modelo de la realidad virtual.”

Roberto Calasso



 “En cuanto a los libros ligados a la actualidad, publicados con gran prisa porque tratan de asuntos de los que habla todo el mundo, serán enseguida arrinconados por la propia actualidad, que obligará pronto a hablar de otras cosas.”

Roberto Calasso



"Es indudable la influencia de Salvator Rosa y de Benedetto Castiglione sobre Tiepolo, sobre todo a través de dos aguafuertes: El Demócrito de Salvator Rosa y el Diógenes de Castiglione. Es como si Tiepolo hubiese querido remitirse a ellos para elaborar un personaje meditabundo rodeado de animales nocturnos, ruinas arqueológicas y troncos torcidos. Eran dos antepasados de sus orientales, fuertemente concomitantes (sobre todo el Diógenes de Castiglione) en el estilo y en el juego de las sombras. Pero tanto Salvator Rosa como Castiglione habían añadido a sus imágenes una inscripción que explicaba el significado y el carácter ejemplar. No así Tiepolo. En los Scherzi no sólo faltan inscripciones, sino incluso los títulos. Carecen de toda traza de ejemplaridad. Las escenas individuales son instantes concatenados de una historia. Sus predecesores tienden a componer un emblema, en tanto que Tiepolo quiere narrar una escena que se desarrolla, sin principio ni fin. Quiere ser el único custodio de su secreto. Con espíritu de anticuario oculto, Tiepolo descubre en los Scherzi el vasto sustrato pansófico del siglo XVII, pero sin necesidad de subrayar que ciertas imágenes eran símbolos. Éstos se buscarán en vano, como han observado, con cierta decepción, los estudiosos modernos. Tiepolo perseguía otros fines: mostraba grupos de personas cuya mente estaba asediada, atormentada por símbolos (¿de qué otra cosa se ocupaban los magos?). Incluso sus efebos habían visto algo que sus contemporáneos ignoraban, que pronto volverían a encontrarse en la llanura. Quien pasó la vida cumpliendo encargos dictados por potencias superiores -eclesiásticas, reales, nobiliarias- por una vez parecía haberse dictado a sí mismo un programa, a condición de ser el único que conociera la clave."

Roberto Calasso
El rosa Tiepolo



"Hay una her­mo­sa fra­se de Jung que ci­to en La li­te­ra­tu­ra y los dio­ses: “Los que eran dio­ses se han con­ver­ti­do en en­fer­me­da­des”. Y no es por­que los mo­der­nos se­pan más, si­no por­que sa­ben me­nos.
Eso tam­bién es pa­ra­dó­ji­co. En los ini­cios del psi­coa­ná­li­sis, en los pri­me­ros años, tan­to en Freud co­mo en Jung, hu­bo un in­ten­to ge­nial de com­pren­der en tér­mi­nos nue­vos es­te fe­nó­me­no. Des­de lue­go que Freud y Jung lo abor­da­ron des­de pers­pec­ti­vas opues­tas. Sin em­bar­go, al fi­nal, no tan­to en sus obras co­mo en las re­per­cu­sio­nes so­cia­les, clí­ni­cas y co­ti­dia­nas del psi­coa­ná­li­sis, se creó un me­ca­nis­mo de re­cha­zo y de de­fen­sa de ca­ra a es­te fe­nó­me­no en la di­rec­ción que men­cio­na­mos an­tes."

Roberto Calasso


"La elección del concubitus –en vez del cosmos, como en Lucrecio, o de la tierra, como en Virgilio– como objeto de un poema didáctico solo es posible si se escribe tongue in cheek. El sutil veneno de la parodia penetraba entonces en los capilares de un género venerable, que se remontaba a Hesíodo. Pero también los tormentos amorosos de Propercio o de Tibulo, de los que Ovidio había tomado el impulso, eran un repertorio muy preciso de posibilidades que, en verdad, cualquiera podía experimentar. Así, perdían ese carácter único e irrepetible al que aspiraba la voz del poeta elegiaco. En tal caso Propercio no hubiera podido decirle a Cintia: «Tu mihi sola places», «Solo tú me gustas», ni esperar que Cintia le respondiera como a su único amante.
Concubitus aparece siete veces en los tres libros del Arte de amar, en tanto que, en los Amores, solo aparece en dos ocasiones. Otras siete veces la palabra aparece en los quince libros de las Metamorfosis. Hay un vínculo sutil entre ambas obras. El Arte es un breve tratado didáctico que se autodestruye. Enseña reglas minuciosas sobre algo que, según el propio autor, se sustrae a toda regla, porque son necesarios «miles de métodos diversos para capturar mil almas distintas». Es vano enumerar preceptos si el único argumento seguro sería el de adiestrarse en el arte de la metamorfosis, hasta que el cazador de muchachas «utque leves Proteus modo se tenuabit in undas, / nunc leo, nunc arbor, nunc erit hirtus aper», «como Proteo se convierte en un arroyo ligero, / o bien será león o árbol o erizado jabalí».
El lugar común sobre el hombre como cazador amoroso debía ser obvio en la Roma de Augusto, no menos que en todas las épocas posteriores. Ovidio lo trató como solo los verdaderos escritores saben hacerlo: lo tomó a la letra, y desde el principio del Arte de amar habló del cazador que «sabe dónde tender las redes para los ciervos», retornando constantemente a imágenes venatorias. No se trataba solo de sacar provecho de una supuesta sabiduría proverbial. Como Bloy, Ovidio buscaba en los lugares comunes las imágenes especulares de verdades divinas y no temía perseguirlas, incluso cuando lo inducían a penetrar en territorios prohibidos. Cuanto mayor era el peligro más ágil era su paso.
La palabra puella, «muchacha», aparece en ochenta y tres ocasiones en el Arte de amar. Lo sabemos por la Concordance of Ovid editada por Roy J. Deferrari y Martin R. P. McGuire junto a una monja, Sister M. Inviolata Barry, of the College of Our Lady of the Lake. Altas correspondencias entre las culturas pagana y cristiana.
Después de haber estudiado durante años la época de Augusto, Syme escribió acerca del Arte de amar: «El tratado no pretendía ser tomado en serio: era solo una especie de parodia. Augusto, sin embargo, no entendió la broma.» También se hubiera podido decir que la entendió demasiado bien. Como eminente político que era, sabía que la parodia no era cosa seria pero sí grave. Tan grave como para justificar, en un momento dado, una condena al exilio."

Roberto Calasso
El cazador celeste


“La información no tiende solo a sustituir a la conciencia sino al pensamiento en general, aliviándolo del peso de tener que elaborar y gobernar permanentemente.”

Roberto Calasso



“La sensación más precisa y más aguda para quien vive en este momento, es la de no saber dónde se pisa a cada momento. El terreno es poco firme, las líneas se desdoblan, los tejidos se deshacen, las perspectivas oscilan. Entonces se advierte con mayor evidencia que nos encontramos en ‘la actualidad innombrable’.”

Roberto Calasso


"Libro único es aquel en el que rápidamente se reconoce que al autor le ha pasado algo, que ha terminado por depositarse en un escrito.”

Roberto Calasso


"Pa­ra los grie­gos an­ti­guos, in­clu­so an­tes de que hu­bie­ra dio­ses sin­gu­la­res, con un nom­bre y una his­to­ria, exis­tía lo di­vi­no co­mo even­to. Una ex­pre­sión grie­ga di­ce: “lo di­vi­no es”, lo di­vi­no in­de­ter­mi­na­do. Es­te he­cho exis­te en la ex­pe­rien­cia de to­dos. No es al­go que per­te­nez­ca só­lo a un mo­men­to de­ter­mi­na­do de la his­to­ria. Per­te­ne­ce al te­ji­do de nues­tra vi­da.
La ver­da­de­ra di­fe­ren­cia es­tri­ba en re­co­no­cer­lo o no. Que ha­ya o no con­cien­cia de ello es el pun­to don­de se di­vi­den las aguas. A par­tir de ahí pue­den to­marse los rum­bos más di­ver­sos."

Roberto Calasso



"Pronto estaremos cerca de saber casi todo lo que no nos interesa saber.”

Roberto Calasso



"Sus palabras se tensan entonces en una última arcada. Dice que desde hacía años esperaba aquella escena de la carta. Parece como si todo aquello que ha sucedido entre padre e hijo se condensase en esa carta. Hasta el amigo de San Petersburgo estaba al tanto de todo. El hijo tiene un último sobresalto: «¿De modo que me has espiado?» Pero nada puede frenar al padre, que se acerca al momento de la condena: «Por eso ahora escúchame bien: ¡te condeno a morir ahogado!» De pie sobre la cama, en camisón, con los cabellos blancos cayéndole sobre la boca desdentada, el padre ha emitido su condena. El hijo se siente expulsado de la habitación. Sólo le preocupa dejar pasar el tiempo más breve entre la condena y su ejecución. Así, se tira al río con un gesto propio «del excelente atleta que, para orgullo de sus padres, había sido en sus años juveniles». Nunca la narración de una muerte había parecido tan irracional, nunca tan bien preparada y demostrada como un teorema. La desproporción es un compás abierto hasta el punto de aplanarse sobre el papel. Sobre ese mismo papel se escribiría, en un progresivo palimpsesto, la entera obra de Kafka.
La novela del siglo XIX había provocado un desvelamiento gradual de los horrores familiares y conyugales, hasta el calor blanco de Strindberg («el enorme Strindberg», que Kafka leía «no para leerlo sino para descansar en su pecho»). Las escenas se vuelven cada vez más vergonzantes y cada vez más cómicas. Pero aquí se trata de un padre que, de pie sobre la cama, en camisón, pronuncia la condena a muerte de su hijo (precisando: «ahogado»); y de un hijo que se precipita a cumplir la condena con agilidad reivindicando, un instante antes de desaparecer en el río, el amor que lo une a sus padres, de la misma forma en que un subversivo declara su fe revolucionaria frente al pelotón de fusilamiento. Sólo que aquí la revolución es el pelotón mismo: la psicología, a pesar de su envenenamiento, nunca se había atrevido a llegar tan lejos. Se puede suponer que, llegados a este punto, la historia navegue más allá, hacia una zona en la que la relación entre las imágenes y aquello que acontece queda gravemente descompuesta y ya no pueda volver a ser la de antes.
La mañana siguiente de haber escrito La condena, Kafka entró «temblando» en la habitación de sus hermanas y les leyó el relato. Una de las hermanas dijo: «"El apartamento (en la historia) es muy parecido al nuestro." Yo me asombré de cómo malentendía la distribución de los lugares y dije: "Pero entonces nuestro padre tendría que vivir en el retrete."» Ese mismo día, recordando la noche de La condena, pensó, entre otras cosas, «naturalmente en Freud»."

Roberto Calasso
K.


"Todo lo que nace en la literatura pasa por vías muy complicadas y tortuosas. Hoy lo que impera, en mi opinión, es una cierta inconsistencia intelectual en general. Se siente la falta de sustancia. Es un fenómeno siniestro que vuelve más difícil una aproximación. Lo que ocurre queda muy lejos de la capacidad de elaborarlo intelectualmente.
Nunca como hoy ha habido tanta distancia entre los acontecimientos descomunales, ingentes, y la capacidad de elaborarlos en términos de balbucir, de incapacidad de articular, y esto, naturalmente, hace que la vida de los libros y de la literatura en el sentido que mencionamos, no sea particularmente fácil, pero nunca ha sido fácil."

Roberto Calasso














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