El seudónimo del autor está constituido por los nombres
‘Harun’ –Aarón-- y ‘Yahya’ –Juan--, en memoria de ambos Profetas, quienes
lucharon contra la infidelidad. El sello sobre la cubierta de los libros tiene
un carácter simbólico y está vinculado a sus contenidos: representa al Corán
(la última escritura) y al Profeta Muhammad, el último de los profetas. El
propósito que anima al autor, bajo la guía del Corán y de la sunnah
(literalmente significa: costumbre, práctica, uso, tradición), es refutar cada
uno de los pilares fundamentales de las ideologías ateas, al punto que quienes
argumentan en contra de la religión se queden mudos, sin saber qué decir. El
sello del último de los profetas, quién obtuvo la sabiduría en su más elevado
nivel y la perfección moral, es usado por Harun Yahya como un signo de la
intención que lo anima frente a los que repudian la creencia religiosa.
Harun Yahya
En sobre el autor dentro del libro El atlas de la creación
Todos los trabajos del autor se centran en un objetivo:
comunicar el mensaje del Corán, animar a pensar sobre las cuestiones básicas
relacionadas con la fe (como la presencia de Dios, Dios Uno y el Más Allá) y
poner al descubierto los fundamentos endebles de las ideologías pervertidas de
los sistemas ateos.
Harun Yahya
En sobre el autor dentro del libro El atlas de la creación
El único objetivo que persiguen los libros de Harun Yahya es
superar la incredulidad y diseminar los valores morales del Corán. El éxito e
impacto de este servicio se manifiesta en la convicción que adquieren los
lectores.
Harun Yahya
En sobre el autor dentro del libro El atlas de la creación
Es posible que sean los registros fósiles los que entregan
las evidencias más importantes que demuelen los supuestos evolucionistas, ya
que revelaron que las formas de vida en la Tierra nunca sufrieron el más leve
cambio y que ninguna de ellas se desarrolló a partir de otra. Al examinar los
fósiles vemos que son exactamente los mismos que sus descendientes de hoy día,
a pesar del paso de millones de años. En otras palabras, nunca hubo evolución
alguna. Incluso en los períodos más antiguos los distintos tipos de vida
emergieron repentinamente con todas sus estructuras complejas y con las mismas
características de sus actuales semejantes. Esto demuestra algo innegable: la
vida no pasó a existir a través del supuesto proceso evolutivo. Los fósiles del
caso revelan que todo lo viviente que existe y existió en la Tierra fue creado
por Dios.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Los fósiles son la evidencia más importante de los detalles
de la vida prehistórica. Los cientos de millones de ellos obtenidos de
distintas partes del mundo, nos abren una ventana a la estructura e historia de
la vida en la Tierra. Indican que las especies aparecieron repentinamente,
totalmente formadas y con sus estructuras complejas, sin sufrir ningún cambio
hasta ahora. Esto es una prueba significativa de que la vida se produjo de la
nada, es decir, que fue creada. Ni un solo fósil sugiere que los seres
vivientes se hayan formado gradualmente, es decir, a través de la evolución. Y
la ciencia ha demostrado que las especies presentadas por los evolucionistas
como “intermedias”, no son tales. No sólo eso, sino que se ha probado que
algunas de ellas son falsificaciones, lo cual exhibe la desesperación de los
darwinistas por demostrar lo indemostrable.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Los fósiles desenterrados durante los, aproximadamente,
últimos 150 años, prueban que los peces han sido siempre peces, los insectos
siempre fueron insectos, las aves siempre aves y los reptiles siempre reptiles.
Ninguno de esos restos indica alguna transición entre especies vivientes, como
sería la de pez a anfibio o la de reptil a ave. En resumen, los registros
fósiles han demolido definitivamente los supuestos básicos de la teoría de la
evolución, los cuales sostienen que las especies descendieron una de otra por
medio de modificaciones a lo largo de extensos períodos de tiempo.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Después de los innumerables fósiles hallados hasta la
actualidad, el argumento usado por Darwin, ante la no existencia de fósiles con
formas intermedias –“pueden ser encontrados en investigaciones posteriores”–,
ya no tiene ningún sentido. Es decir, es imposible esperar que emerjan en
nuevas excavaciones. Hasta la fecha se ha encontrado una inmensa cantidad de
piezas fósiles en el mundo, de las que se han descrito unas 250 mil. La mayoría
de ellas se corresponden con sus semejantes de las aproximadamente 1.500
millones de especies actuales. Los registros fósiles no ofrecen a los
evolucionistas ni una sola muestra de “forma intermedia” que les sirva de
evidencia de lo que barruntan, sino que proveen el conocimiento de cientos de
miles de especies demostrativas de la invalidez del darwinismo. Las más
importantes entre éstas son los “fósiles vivientes”, pues sus descendientes
viven en la actualidad: los ejemplares de hace cientos de millones de años y
los de ahora no ofrecen ninguna diferencia, lo cual es una prueba del hecho de
la creación. Los darwinistas quedan impotentes frente a esta situación.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Las próximas generaciones se asombrarán de que alguna vez se
haya creído en el mito darwinista, porque todos los hallazgos científicos
exhiben el hecho manifiesto de que nunca hubo evolución alguna y que es Dios
Quien creó el universo y todo lo que contiene.
Harun Yahya
El atlas de la creación
La tesis de Darwin, lanzada a mediados del siglo XIX y que
propone que los seres humanos y los monos evolucionaron a partir de un
antecesor común, no pudo ser respaldada con pruebas científicas desde entonces
hasta ahora. Todos los esfuerzos en tal sentido, realizados en aproximadamente
150 años, resultaron nulos. La verdad es que el conjunto de fósiles reunidos ha
probado que los monos siempre fueron monos y que los seres humanos siempre
fueron seres humanos. Es decir, lo que se comprueba es que los monos no se
transformaron en seres humanos y que unos y otros tampoco compartieron un
antecesor común. Muchos científicos se animaron a decir esto que expresamos, a
pesar de la intimidación a la que se vieron sometidos por parte de los círculos
académicos y a pesar de la intensa propaganda darwinista en la materia. Uno de
esos estudiosos es el paleontólogo de la Universidad de Harvard David Pilbeam,
quien dijo que la llamada “evolución humana” es una aseveración desprovista de
argumentos científicos: Si usted hubiese traído un talentoso científico de otra
disciplina y le mostraba la escasa evidencia (recogida), seguramente hubiese
dicho: “Olvídelo, con esto no vamos a ningún lado”.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Frente al desengaño sufrido con los registros fósiles y la
falta de pruebas, lo único que les quedaba a los evolucionistas era reacomodar
los cráneos comprobadamente falsificados y especular sobre los mismos. De todas
maneras, las investigaciones hechas sobre cráneos de monos, de otros animales y
de distintas razas humanas que vivieron en el pasado, revelaron que esas
criaturas tuvieron que haber existido con todas sus características intactas,
sin modificaciones a la largo de la historia. Ello significa que los seres
vivos no han sufrido ningún proceso evolutivo y que fueron creados por Dios
Todopoderoso. Como lo revelan los ejemplos de las páginas siguientes, los
cráneos, al igual que otros órganos y miembros de muchas de esas formas de vida
–ranas, lagartos, libélulas, moscas y cucarachas–, tampoco cambiaron. Tampoco
se modificaron las cabezas de los peces y de los pájaros. Los leones, los
lobos, los zorros, los leopardos y las hienas, asimismo, poseen hasta la
actualidad esa estructura con la que fueron creados. Las respectivas anatomías
inmodificables refutan la supuesta evolución de los seres vivientes. Mientras
los materialistas hablan de la llamada evolución humana y arreglan el árbol
genealógico como más les gusta, presentan la saliente de las cejas, las
características del rostro y los volúmenes de los cráneos desenterrados, como
evidencias de su tesis. Pero esas diferencias estructurales no son, de ninguna
manera, argumentos valederos a favor de la evolución, porque algunos de esos
cráneos son de distintas razas humanas en tanto que otros pertenecen a especies
de monos extintas. Es totalmente natural que distintos grupos de nuestros
congéneres posean algún tipo de diferencias. Lo mismo pasa con la forma de la
cabeza de distintos tipos de peces. Por ejemplo, la cabeza del salmón-trucha es
muy distinta a la de la anguila, aunque ambos son peces. Es así, que entre
pigmeos y británicos, entre rusos y chinos, entre esquimales y nativos de otras
partes del mundo o entre negros y japoneses, encontramos diferencias en la
estructura del rostro, la proyección de las cejas, las cavidades oculares y los
volúmenes craneales. Pero esas disparidades no significan que una raza ha
evolucionado a partir de otra o que alguna de ellas es “más primitiva” o “más
avanzada” que otras. Cuando un determinado grupo humano no se mezcla o cruza
con otros, sus rasgos permanecen los mismos. Independientemente del tiempo que
pase, estas personas no evolucionarán ni adquirirán características nuevas,
como cráneos con volúmenes mayores o estructuras anatómicas distintas. Por
ejemplo, algunos nativos actuales de Malasia tienen un arco superciliar con una
marcada proyección hacia afuera y la frente inclinada hacia atrás. Esos son
rasgos propios del cráneo del Homo erectus, al que los evolucionistas llaman
“primitivo”. Si esto fuese así, esos malayos serían subdesarrollados que
evolucionaron hace poco a partir de los monos. Pero por supuesto, para nada
esto es así. Por el contrario, lo que sucede es que el Homo erectus no era una
especie humana primitiva y que el “árbol genealógico” de los darwinistas es,
simplemente, una mentira. En resumen, las diferencias anatómicas de los seres
humanos que vivieron en el pasado no representan ninguna evidencia de la
evolución, pues siempre estuvieron presentes en toda época. Si dentro de miles
de años un científico compara los cráneos de un americano de 1,90 metros de
altura y de un japonés de 1,60 metros de altura, que se murieron en estos
tiempos, observará muchas diferencias, empezando por sus dimensiones. Y si en
base a esas observaciones afirma que los americanos eran “más avanzados
evolutivamente” y que los japoneses eran homínidos primitivos, estaría
expresando algo totalmente alejado de la verdad. Además, la medida del cráneo
no determina la inteligencia o habilidad del ser humano. Mucha gente tiene un
pronunciado desarrollo de distintas partes del cuerpo pero poseen capacidades
mentales limitadas o, por el contrario, se encuentra una inteligencia muy aguda
en un cuerpo o cráneo pequeño. A esto se debe que el “arreglo del árbol
evolucionista” carece de valor científico y no refleja la realidad. Asimismo,
los distintos volúmenes craneales tampoco corresponden a diferencias en la
inteligencia y otras capacidades. El cráneo de quien desarrolla una intensa
actividad mental no se expande o crece en el curso del tiempo, sino que,
simplemente, la persona aumenta su capacidad de discernimiento. La inteligencia
no se modifica según el volumen del cerebro, sino que aumenta o disminuye según
la organización de las neuronas y la sinapsis entre las mismas3. Que los Monos
Imiten Algunos Comportamientos no Significa que Puedan Evolucionar y
Convertirse en Seres Humanos Los darwinistas afirman que la capacidad de
imitación de los monos aporta a la idea de que algunos evolucionaron y se
transformaron en seres humanos. Pero su aptitud de imitación de gestos y
comportamientos o para diferenciar formas y colores enseñados, no es más que la
reacción a un estímulo y no significa talento para evolucionar y convertirse en
humanos con el paso del tiempo. Si fuese así, sería de esperar que especies
animales consideradas inteligentes –perros, gatos, caballos– evolucionen y
gradualmente se conviertan en iguales a nosotros. Por ejemplo, los loros
entrenados discriminan las formas redondas y cuadradas, el rojo y el azul y
pueden reemplazar objetos de una manera correcta. También poseen la capacidad
de imitar la voz humana, cosa que los monos no pueden hacer. Entonces, según
los supuestos irrazonables de los darwinistas, los loros tendrían una
posibilidad muy grande de evolucionar y convertirse en humanos inteligentes.
Otro animal conocido por su inteligencia es el zorro. Según la “lógica
darwinista”, los cráneos de los zorros debieron haber crecido gradualmente en
proporción a su calidad de discernimiento y en algún momento tuvieron que haber
emprendido el camino de la evolución y pasar a ser una especie tan conciente e
inteligente como los humanos. Sin embargo, eso no sucedió nunca y los zorros
siempre fueron zorros. Llama la atención ver a académicos que intentan explicar
seriamente los absurdos supuestos mencionados, valiéndose para ello de términos
científicos y denominaciones en latín. Independientemente del desarrollo que
alcancen los monos en sus capacidades, habilidades o imitación de lo que ven,
eso nunca los transformará algún día en seres humanos. Los monos siempre fueron
monos y siempre permanecerán así. Por más que los evolucionistas se esfuercen
por defender sus argumentos, la verdad es evidente: el ser humano no pasó a
existir a través de un proceso evolutivo sino que ha sido creado por Dios con
la inteligencia y conciencia que El le dio. Siempre tuvimos y tendremos las
cualidades que manifestamos, cosa que nos lo evidencia la ciencia y el sentido
común.
Harun Yahya
El atlas de la creación
A continuación, enunciamos algunas de las “evidencias” que
fabricaron y usaron los materialistas para convencer al desprevenido que el
escenario de la evolución humana es algo cierto.
1. El Hombre de Piltdown, descubierto por Charles Dawson en
1912 y que supuestamente tenía 500.000 años, fue presentado como una prueba
contundente de la llamada evolución humana. Sin embargo, unos 40 años después
del “descubrimiento del fósil”, los científicos lo reexaminaron y pusieron de
manifiesto un fraude sorprendente. El cráneo pertenecía a una persona que había
vivido hacía 500 años y el hueso de la mandíbula a un mono que había muerto
hacía poco. Los dientes fueron implantados en el maxilar con un cierto orden.
Los puntos de unión se habían rellenado dándole la apariencia de una boca
humana. Y todas las piezas fueron teñidas con dicromato de potasio para darle
la apariencia de algo muy antiguo.
2. Henry Fairfield Osborn, director del Museo de Historia
Natural de Norteamérica, declaró en 1922
que había encontrado un molar fosilizado del Plioceno en el
oeste de Nebraska, cerca de Snake Brook.
Supuso que esa pieza dental tenía características comunes al
ser humano y al mono y que provenía de una especie hasta el momento
desconocida, a la que denominó “Hombre de Nebraska”. Distintas personas,
basadas en ese solo diente, realizaron bosquejos de la cabeza y el cuerpo de su
presumible dueño. ¡Pero después fue retratado incluso con su familia!
De todos modos, en 1927 se encontraron otras partes de los
restos del cuerpo al que pertenecía ese diente. Entonces se supo que éste no
pertenecía a un ser humano ni a un mono sino a una especie extinta de cerdo
salvaje llamado Prosthennops.
3. En la India se encontró en 1932 un fósil que se supuso
era testimonio del momento en que divergieron los monos de los seres humanos,
cosa que habría ocurrido hace 14 millones de años. Se lo llamó Ramapitecus y se
lo conoce como la falacia más grande y duradera de la teoría de la evolución.
Los darwinistas lo usaron como sólida evidencia de sus puntos de vista durante
50 años. Sin embargo, un análisis pormenorizado reveló que las características
dentarias del Ramapitecus eran totalmente similares a las de algunos chimpancés
de la actualidad, como, por ejemplo, el Theropitecus galada, mandril que vive
en Etiopía y posee incisivos y caninos pequeños en comparación con los de otros
monos actuales y un rostro pequeño. Science publicó en abril de 1982 un
artículo titulado “Los Humanos Pierden un Antecesor Primitivo”, en el que anuncia
que el Ramapitecus se trata solamente de un orangután extinto.
4. En julio de 1984 se descubrió en Lake Turkana (Kenya) un
esqueleto casi completo que obviamente era de ser humano. Se lo denominó
Muchacho de Turkana, se calculó que al morir tendría 12 años y que en la
adultez habría medido 1,83 metros de altura. Su estructura erecta no se
diferenciaba en nada de la de los humanos de hoy día. Resultaba igual en todas
sus características a los esqueletos de las personas que viven en las regiones
tropicales. Richard Leakey dijo que este muchacho pasaría inadvertido en medio
de una multitud de personas en la actualidad4. Debido a que fue encontrado en
un estrato con una antigüedad de 1,6 millones de años, fue clasificado como
otro representante de Homo Erectus. Se trata de un ejemplo típico de la
interpretación tendenciosa y prejuiciosa de los fósiles por parte de los
evolucionistas.
5. El antropólogo Donald Johanson descubrió en 1974 un fósil
al que denominó “Lucy”. Muchos evolucionistas afirmaron que se trataba de una
forma intermedia entre los humanos y los denominados antecesores homínidos. Sin
embargo, otros análisis de esos restos revelaron que Lucy era solamente miembro
de un grupo extinto de monos, conocido como Australopiteco. La medida del
cerebro de éste es similar a la del chimpancé. Muchas otras particularidades
–detalles en el cráneo, la proximidad de las cejas, los molares agudos, la
estructura de la mandíbula, los brazos largos, las piernas cortas– evidencian
que estas criaturas no se diferenciaban en nada de los chimpancés de hoy día.
Incluso las pelvis son semejantes5.
6. Richard Leakey presentó el cráneo al que dio una
antigüedad de 2,8 millones de años y que denominó KNM-ER 1470, como el mayor
descubrimiento en la historia de la antropología.
Según dicho investigador, ese cráneo tenía un volumen
similar al de los Australopitecos, a la vez que su rostro sería parecido al de
los humanos actuales. En consecuencia, consideró que era el eslabón perdido
entre los Australopitecos y los seres humanos. No obstante, poco después se
comprobó que KNM-
ER 1470, con su rostro humano y que apareció con frecuencia
en las tapas de las revistas y periódicos científicos y de divulgación de esos
temas, era el resultado de un ensamblaje incorrecto de fragmentos craneales. No
se descarta que ese “error” haya sido deliberado.
Como podemos ver, no hay ningún descubrimiento que respalde,
y mucho menos que confirme, la teoría de la evolución. Sólo la sostienen
algunos investigadores que, aunque carecen de fundamentos científicos, creen en
ella ciegamente. Es gente así la que recurre a construcciones engañosas e
interpretaciones prejuiciosas y que también quiere que otros las acepten. Todas
las noticias e ilustraciones acerca de los llamados “antecesores de los humanos”
son simples inventos. Las evidencias sólidas han demolido la fábula de la
evolución humana.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Todos los seres vivientes mantienen y mantuvieron
exactamente las mismas características que poseen o poseyeron siempre. Es
totalmente ilógico e irracional sostener que los monos se convirtieron en
humanos. Semejante afirmación no tiene ningún fundamento científico.
Harun Yahya
El atlas de la creación
La verdad revelada por la ciencia es que la teoría de la
evolución es errónea y que lo viviente, junto con el resto del universo, es
creación de Dios.
Harun Yahya
El atlas de la creación
La mejor manera de comprender una religión es estudiando su
fuente divina. La fuente divina del Islam es el Corán, cuyo modelo de moral es totalmente
distinto del que se imaginan algunos occidentales. El Corán se cimienta en la
moral, el amor, la compasión, la humildad, el sacrificio, la tolerancia y la
paz. El musulmán que vive según sus preceptos auténticos será amable, humilde,
ecuánime, cauteloso, fidedigno y mantendrá la armonía social. Irradiará amor,
respeto, cordialidad y alegría en su entorno.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Forzar a la gente a creer en una religión o a adoptar
determinada forma de creencia, es algo totalmente opuesto a la esencia y
espíritu del Islam. Según éste, la fe auténtica sólo es posible mediante el
libre albedrío y la libertad de conciencia. Por supuesto, los musulmanes pueden
aconsejar y animar a otros a hacer propia la moral del Corán pero nunca recurrirán
a la compulsión ni a ningún tipo de presión física o psicológica. No se valdrán
tampoco de privilegios mundanales para atraer a alguien a la religión.
Imaginemos un modelo de sociedad totalmente opuesto. Por ejemplo, un mundo en
el que se fuerza a las personas por medio de la ley a las prácticas religiosas.
Esto es absolutamente contrario al Islam porque la fe y la adoración sólo valen
cuando se las acepta por amor a Dios. Si un sistema impone a la gente la
creencia y la adoración, las tomará solamente por temor. Desde el punto de
vista religioso lo que cuenta en verdad es que la religión sea vivida para el
agrado de Dios y en un ambiente donde los individuos la abracen a conciencia
sin ningún tipo de compulsión.
Harun Yahya
El atlas de la creación
El Islam, según lo describe el Corán, es una religión
progresista, esclarecedora, moderna. El musulmán es por sobre todo una persona
de paz. Es tolerante, de espíritu democrático, culto, instruido, honesto,
conocedor del arte y de la ciencia, civilizado. El musulmán educado en la
excelente moral coránica, se acerca a otros de la mejor manera. Respeta todas
las ideas y valora el arte y la estética. Busca conciliar las partes, aleja la
tensión y restablece la amistad. En una sociedad con personas así habrá una
civilización más desarrollada, una moral más elevada, más goce, felicidad,
justicia, seguridad, abundancia y bendiciones que en las más modernas naciones
de la actualidad.
Harun Yahya
El atlas de la creación
la moral que el Islam recomienda a la humanidad lleva al
mundo a la virtudes de la paz, la armonía y la justicia. La barbarie conocida
como terrorismo, que preocupa tanto al mundo actual, es obra de gente ignorante
y fanática completamente extraña a la ética coránica y que no tiene nada que
ver con la religión. A esa gente que actúa bajo la máscara de la religión, sólo
se la puede reeducar enseñándole la verdadera moral coránica. En otras
palabras, ésta y el Islam son las soluciones para el flagelo del terrorismo, no
para apoyarlo.
Harun Yahya
El atlas de la creación
EL MAYOR MILAGRO DE
NUESTRA EPOCA:
LA CREENCIA EN EL
ENGAÑO DEL EVOLUCIONISMO
Todas las especies en la Tierra poseen características
milagrosas, comportamientos particulares y estructuras físicas absolutamente
apropiadas: cada una de ellas ha sido creada con sus detalles y belleza
singulares. La vegetación, los animales y por sobre todo los seres humanos,
fueron creados con un arte y conocimiento sin par, desde su apariencia externa
hasta sus células, invisibles a simple vista. Hoy día existen muchas ramas de
la ciencia y decenas de miles de científicos que trabajan sobre las mismas, que
investigan cada minucia de las distintas criaturas, que descubren sus aspectos
milagrosos y que intentan probar y responder el planteo de cómo pasaron a
existir.
Algunos de esos estudiosos se maravillan al descubrir los
aspectos fascinantes de las estructuras que investigan y la capacidad de quien
las hizo, pues son testigos del conocimiento y sabiduría infinitos desplegados
en ellas. Otros, sin embargo, creyentes en la teoría de la evolución, suponen
que todos esos rasgos milagrosos son el producto de la ciega casualidad. Según
sus puntos de vista, las proteínas, las células y los elementos que las
componen, se produjeron por un encadenamiento de coincidencias. Es realmente
asombroso que esa gente que ha estudiado durante largos años, que ha llevado a
cabo extensos análisis y que ha escrito libros sobre el funcionamiento
milagroso de una organela dentro de la célula, la cual es tan pequeña que no se
la puede ver a simple vista, pueda pensar que son productos de la casualidad.
Esa cadena de coincidencias en la que creen profesores
eminentes, resulta tan contraria a la razón, que quienes los escuchan quedan
absolutamente atónitos. Según esos profesores, en primer lugar, una serie de
substancias químicas simples se unen para formar una proteína, algo tan
imposible como que una cantidad de letras desparramadas al azar se unan por sí
mismas de tal manera que dejen redactado un poema. Luego, nuevas coincidencias
fortuitas conducen a la aparición de otras proteínas. Y repitiéndose la
situación, éstas se combinan de cierta manera billones de veces y por
casualidad para dar lugar a la primera célula mediante estructuras muy
complejas que se albergarán en ella: el ADN, el ARN, las enzimas, las hormonas,
las organelas. Pero la capacidad milagrosa de la ciega casualidad no se detiene
aquí, pues empiezan a multiplicarse y luego, de nuevo casualmente, se organizan
de manera tal que producen la primera criatura viviente.
A continuación, para que se forme un ojo en la criatura
tuvieron que tener lugar billones de otros sucesos increíbles. En esta ecuación
también opera ese proceso ininteligible conocido como “casualidad”: primero
abrió un agujero de la dimensión requerida en el lugar más apropiado del cráneo
y luego las células formadas por casualidad se ubicaron por sí mismas en ese
lugar como producto del azar y comenzaron a construir el ojo.
Como vemos, la casualidad sabe lo que quiere producir y
desde el mismo comienzo sabe de qué se trata la visión, la audición y la
respiración, aunque nunca tuvo un ejemplo de ellos en el mundo. Desplegó una
gran inteligencia y conciencia, exhibió un planeamiento audaz y construyó la
vida paso a paso.
Lo que terminamos de describir es, como podrán darse cuenta,
un escenario totalmente irracional.
Pero al mismo se han dedicado profesores y científicos cuyos
nombres e ideas son muy respetables e influyentes. Incluso ahora, con una
terquedad infantil, excluyen a cualquiera que rechace creer en tales cuentos de
hadas, acusándoles de no científicos e intolerantes. En verdad, no se
diferencian en nada de la mentalidad medieval oscurantista, ignorante y
fanática que castigaba a quienes afirmaban que la Tierra no era plana.
Y para peor, algunos evolucionistas dicen que son musulmanes
y que creen en Dios. Pero sostienen que mantener que “Dios creó todo” no es
científico, pero sí lo es decir que “la vida se produce por medio de
desarrollos inconscientes en el que participan billones de coincidencias
milagrosas”.
Si colocamos frente a ellos la talla de un ídolo de piedra o
madera y les decimos: “Observen, esta imagen creó el lugar en el que estamos y
todo lo que hay aquí”, seguramente dirán que manifestamos una gran estupidez y
la rechazarán. No obstante, aceptan como la más espectacular explicación
científica declarar algo sin sentido del tipo: “el proceso inconsciente
conocido como casualidad, hizo que en este mundo aparezcan innumerables y
maravillosas formas de vida tan extraordinariamente estructuradas”.
En resumen, esa gente le da a la casualidad la categoría de
dios y la supone lo suficientemente inteligente, consciente y poderosa para
crear la vida y todos los delicados equilibrios universales. Cuando decimos que
es Dios, poseedor de sabiduría infinita, Quien creó todo, los profesores
darwinistas lo rechazan y se aferran a que billones de coincidencias
desprovistas de eficacia e inteligencia, sin ningún tipo de capacidad
decisoria, son en verdad la fuerza creadora.
El hecho de que personas inteligentes, preparadas y eruditas
puedan asumir, como grupo, la creencia del supuesto más irracional e ilógico de
la historia, parece que se debe a que están sometidas a un hechizo que les hace
ver las inmensas incoherencias como un gran portento. A través de un milagro
Dios crea algo como la célula, con su organización y propiedades
extraordinarias. Y a través de otro milagro parece que esta gente se ciega y no
comprende nada, al punto que no puede ver lo que está adelante de sus narices.
Uno de los milagros de Dios es que los evolucionistas sean
incapaces de comprender por más que se les explique algo que lo entiende
incluso un niño pequeño.
Harun Yahya
El atlas de la creación
La mayoría de la gente acepta como estrictamente cierto todo
lo que escucha de los científicos. No se les ocurre que los mismos pueden tener
también distintos prejuicios filosóficos o ideológicos. El hecho es que los
científicos evolucionistas imponen a la gente sus propios prejuicios y puntos
de vista filosóficos, bajo la apariencia de “ciencia”. Aunque son conscientes
que los sucesos azarosos no causan más que irregularidades y confusiones,
pretenden que el maravilloso plan, orden y designio que se ve en el Universo y
en los organismos vivientes surgen de manera casual. Por ejemplo, un biólogo se
da cuenta fácilmente que en una molécula de proteína, el "ladrillo"
con el que se construye la vida, hay una armonía incomprensible, sin ninguna
posibilidad que sea el producto de la casualidad. Sin embargo, el evolucionista
sostiene que esa proteína pasó a existir de modo casual, bajo las condiciones
primitivas de la Tierra, hace miles de millones de años. Y no se detiene ahí
sino que sostiene también, sin vacilar, que no solamente se formó una proteína
de manera casual sino que lo hicieron millones, y luego, de forma increíble, se
juntaron para crear la primera célula viva. Además, defiende ese punto de vista
con una obcecada obstinación. Una persona así es lo que se llama científico
"evolucionista".
Harun Yahya
El atlas de la creación
Unas pocas líneas escritas por uno de los biólogos
prominentes de Turquía, es un buen ejemplo que nos capacita para ver el juicio
desordenado o perturbado que conduce a esa devoción ciega. Este científico
discute la probabilidad de la formación por coincidencia del Citocromo-C, una
de las enzimas más esenciales para la vida: “La probabilidad de la formación de
la secuencia del Citocromo-C es igual a cero. Es decir, si la vida requiere una
cierta secuencia, se puede decir que tiene la probabilidad de que se lleve a
cabo una vez en todo el Universo. O bien algunas fuerzas metafísicas más allá
de nuestra determinación habrían actuado en su formación. Aceptar esto último
no es lo apropiado para el objetivo científico. Por lo tanto, tenemos que ocuparnos
de la primera hipótesis”
Harun Yahya
El atlas de la creación
Prueba y Error: el
Equilibrio Puntuado
La mayoría de los científicos que creen en la evolución
aceptan la teoría neodarwinista de una evolución lenta y gradual. En las
décadas recientes, sin embargo, se ha propuesto un modelo distinto, al que se
denomina "equilibrio puntuado".
Los primeros defensores vocingleros de esta idea aparecieron
a comienzos del decenio de 1970.
Dos paleontólogos norteamericanos, Niles Eldredge y Stephen
Jay Gould, eran bien conscientes que las pretensiones de la teoría
neodarwinista eran absolutamente refutadas por los registros fósiles. Éstos
probaban que los organismos vivos no se originaron por evolución gradual, sino
que aparecieron repentinamente y totalmente formados. Los neodarwinistas
vivieron y viven con la acariciada esperanza de que las formas transitorias
perdidas sean encontradas algún día. Aunque Eldredge y Gould comprobaron que
era una esperanza sin fundamentos, de todos modos fueron incapaces de abandonar
el dogma de la evolución, por lo que presentaron este nuevo modelo: “el
equilibrio puntuado”. Es decir, sostienen que la evolución no tiene lugar como
resultado de pequeñas variaciones como dijo Darwin, sino, más bien, por medio
de cambios grandes y repentinos.
Se trataba nada más que de un modelo fantasioso, caprichoso.
Por ejemplo, el paleontólogo europeo O. H. Shindewolf, quien preparó el camino
a Eldredge y Gould, sostenía que el primer pájaro provino de un huevo de
reptil, como resultado de una "mutación importante", es decir como
resultado de un "gran accidente" en la estructura genética12. De
acuerdo con la misma teoría, algunos animales terrestres pudieron haberse
convertido en ballenas gigantes al sufrir una transformación total y brusca.
¡Esos supuestos que contradicen totalmente las normas de la genética, de la
biofísica y de la bioquímica, son tan científicos como los cuentos de hadas que
hacen que las ranas se conviertan en princesas! No obstante, dada la crisis que
sufría la afirmación neodarwinista, algunos paleontólogos evolucionistas
abrazaron esta teoría que se distinguía por ser, incluso, más grotesca que el
propio neodarwinismo.
El único propósito de este modelo era proveer una
explicación a los vacíos existentes en los registros fósiles que el modelo
neodarwinista no podía explicar. Sin embargo, es muy difícil intentar explicar
racionalmente dicho vacío en la evolución de los pájaros alegando que "un
pájaro surgió totalmente formado y repentinamente de un huevo de reptil" ,
porque, según los propios evolucionistas, la evolución de una especie a otra
requiere un cambio grande y adecuado en la información genética. Además, ningún
tipo de mutación mejora la información genética o agrega otra nueva. Las
mutaciones solamente desordenan, trastornan la información genética. Por lo
tanto, las "grandes mutaciones" imaginadas por el modelo del
equilibrio puntuado provocarían solamente "grandes" o "gruesas"
disminuciones y perjuicios en la información genética.
Por otra parte, el modelo de "equilibrio puntuado"
colapsa desde el primer paso por su incapacidad para aplicarse a la cuestión
del origen de la vida, cuestión que también refuta al modelo neodarwinista
desde el principio. Dado que ni siquiera una simple proteína pudo haberse
originado por casualidad, resulta sin sentido el debate sobre si organismos
constituidos por trillones de esas proteínas han sufrido una evolución
"gradual" o "puntuada".
A pesar de esto, el modelo que se nos viene a la mente
cuando se presenta la cuestión de la
"evolución" es aún el neodarwinista. En los
capítulos que siguen examinaremos primero dos mecanismos imaginarios del mismo
y luego veremos los registros fósiles para someterlos a prueba. Después de eso
trataremos la cuestión del origen de la vida, con lo que se invalida tanto el
modelo neodarwinista como todos los otros modelos evolucionistas y, entre
ellos, el de "la evolución por saltos".
Harun Yahya
El atlas de la creación
“Las Mariposas De La
Revolución Industrial”
Douglas Futuyma publicó en 1986 el libro La Biología de la
Evolución, el cual se acepta como una de las fuentes que explica la teoría de
la evolución por medio de la selección natural de la manera más explícita. El
más famoso de los ejemplos al respecto se refiere al color de las poblaciones
de mariposas, las cuales parecían tornarse oscuras durante la Revolución
Industrial en Inglaterra. Es posible encontrar la historia de la Mariposa
Industrial en casi todos los libros de biología evolucionista, no precisamente
en el de Futuyma. La cuestión se basa en una serie de experimentos llevados a
cabo por el físico y biólogo inglés Bernard Kettlewell en el decenio de 1950 y
que se puede resumir como sigue.
De acuerdo con la narración, en los albores de esa
Revolución, el color de la corteza de los árboles cerca de Manchester era
totalmente claro. Debido a eso, las mariposas de color oscuro que se apoyaban
en esos árboles podían ser fácilmente distinguidas por los pájaros que se
alimentaban de ellas y por lo tanto tenían muy poca probabilidad de sobrevivir.
Cincuenta años más tarde, la polución había matado los líquenes de los bosques
cercanos a las industrias, las cortezas de los árboles se habían oscurecido y
entonces las mariposas de color claro resultaban ser las más cazadas. En
consecuencia, decreció el número de estas últimas y aumentó el de las de color
oscuro puesto que no eran fácilmente visualizadas. Los evolucionistas creen que
esto es una gran evidencia de su teoría. Justificaban lo que decían por medio
de mostrar cómo las mariposas de color claro "evolucionaban" y
pasaban a ser oscuras.
De todos modos, aunque asumamos que esto es correcto, sería
totalmente obvio que esa situación no puede ser usada de ninguna manera como
una evidencia de la teoría de la evolución, porque la selección natural no dio
lugar a la aparición de una nueva forma que no existiera antes. Las mariposas
de color oscuro ya existían antes de la Revolución Industrial. Lo único que se
modificó es la parte proporcional de cada una en la población general. Las
mariposas no adquirieron nuevos rasgos u órganos, lo cual llevaría a
"modificaciones en la especie". Con el objeto de
que una mariposa se transforme en otra especie viva, por ejemplo, en un pájaro,
los genes tendrían que experimentar agregados. Es decir, tendría que haber
cargado o agregado otro programa genético completo que incluya la información
acerca de los rasgos físicos del pájaro.
Esta es la respuesta para los evolucionistas a su historia
de las Mariposas de la Revolución Industrial. Pero esto tiene otra faceta
interesante: lo que está errado no es la interpretación sino lo acontecido.
Como explica el biólogo molecular Jonathan Wells en su libro Iconos del
Evolucionismo, la fábula de las mariposas que se tornarían negras, convertida
en un símbolo en todos los libros de biología evolucionista, no refleja la
verdad. Wells discute en su obra de qué modo el experimento de Bernard
Kettlewell, conocido como “la prueba experimental” en este asunto, en realidad
se trata de un escándalo científico. Veamos algunos elementos básicos de esa
impudicia:
• Muchos experimentos rechazados después del de Kettlewell,
revelaban que sólo un tipo de esas mariposas se aposentaban en los troncos de
los árboles, en tanto que otros tipos de la misma especie preferían hacerlo en
las ramas horizontales más bajas. Desde 1980 ha quedado en claro que las
mariposas negras no se apoyan normalmente sobre los troncos. En un trabajo de
campo a lo largo de 25 años, científicos como Cyril Clarck, Rory Howlett,
Michael Majerus, Tony Liebert y Paul Brakefield concluyeron que en el
experimento de Kettlewell las mariposas fueron obligadas a actuar atípicamente,
por lo que el resultado no podía ser aceptado como “científico”.
• Los estudiosos que pusieron a prueba las inferencias de
Kettlewell presentaron un resultado aún más interesante: aunque era de esperar
que la cantidad de mariposas claras fuera mayor en las regiones no polucionadas
de Inglaterra, las oscuras las cuadruplicaban. Esto significaba que no había
ningún correlato entre la población de mariposas y los troncos de los árboles,
como fue asegurado por Kettlewell y repetido por casi todas las fuentes
evolucionistas.
• En tanto que se profundizaba la investigación crecía el
escándalo: “Las mariposas sobre los troncos” fotografiadas por Kettlewell, en
realidad eran ejemplares muertos que él había pegado o clavado allí. En verdad,
ni siquiera había mucha posibilidad de sacarles una foto a las mariposas
descansando, cosa que hacían no sobre los troncos sino en el reverso de la hoja.
Esto fue descubierto por la comunidad científica sólo a
fines del decenio de 1990. El colapso del mito de las mariposas industriales,
que había sido uno de los temas más atesorados durante largos años en los
cursos de “Introducción al Evolucionismo” en las universidades, fue un gran
desengaño para los darwinistas. Uno de ellos llamado Jerry Coyne hizo notar:
“Mi reacción se asemeja al desánimo que tuve a los seis años
cuando descubrí que los regalos de Navidad no me los traía Papá Noel sino mi
padre”.
De esta manera, el ejemplo más mentado de “selección
natural” fue relegado al basurero de la historia como un escándalo científico.
Y ello era inevitable porque la selección natural no es un
“mecanismo evolutivo”, aunque los darwinistas,
incorrectamente, le den ese carácter. No es capaz de agregar o sacar un órgano
a algo viviente ni de convertir un organismo de una especie en el de otra.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Otro de los métodos engañosos que también emplean los
evolucionistas en la cuestión de la selección natural, es presentar este
mecanismo como si estuviese obrando un diseñador consciente. Sin embargo, la
selección natural no posee ningún tipo de conciencia. No posee voluntad para
decidir qué es bueno y qué es malo para lo viviente. En consecuencia, no se
puede explicar los sistemas biológicos y los órganos que tienen el carácter de
"complejidad irreductible" por medio de la selección natural. Esos
sistemas y órganos están compuestos de un gran número de partes que cooperan
entre sí y no sirven para nada si una de esas partes se pierde o resulta
defectuosa (Por ejemplo, el ojo humano no funciona a menos que su constitución
abarque todos los detalles intactos que lo hacen apto para la visión). Por lo
tanto, la voluntad que reúne todas las partes del caso debería ser capaz de
imaginarse el futuro y apuntar directamente a la ventaja que tiene que ser
adquirida en la última etapa. Dado que la selección natural no posee ninguna
conciencia o voluntad, no puede hacer nada de eso.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Las mutaciones son definidas como substituciones,
(inserciones) o rupturas que tienen lugar en la molécula de ADN, la cual se
encuentra en el núcleo de la célula de un organismo viviente y contiene toda la
información genética. Estas substituciones o rupturas son el resultado de
efectos externos tales como la acción química o la radiación. Cada mutación es
un "accidente" que daña los nucleótidos que componen el ADN o cambia
su ubicación. La mayoría de las veces provoca tantos daños y modificaciones que
la célula no puede repararlos. Los evolucionistas ocultan frecuentemente que la
mutación no es una varita mágica que transforma los órganos vivos en una forma
más perfecta y avanzada. El efecto directo de las mutaciones es dañino. Los
cambios efectuados por las mutaciones pueden parecerse solamente a los
experimentados por el pueblo de Hiroshima, Nagasaki y Chernobyl, es decir, a la
muerte, a la invalidez y a la enfermedad …. La razón para esto es muy simple:
el ADN tiene una estructura muy compleja y los efectos azarosos pueden
provocarle solamente daño.
Harun Yahya
El atlas de la creación
No debe sorprender que hasta ahora no se haya observado
ninguna mutación provechosa.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Todas las mutaciones que se han observado en los seres
humanos han tenido resultados nocivos. Los evolucionistas arrojan una cortina
de humo sobre esta cuestión e intentan mostrar algunas de esas mutaciones
nocivas como "evidencias de la evolución". Todas las mutaciones que
tienen lugar en los humanos resultan en deformaciones físicas, en enfermedades
como el mongolismo (síndrome de Down), el albinismo, el enanismo o el cáncer.
Estas mutaciones se presentan en los libros de texto de los evolucionistas como
ejemplos de "los mecanismos de la evolución en operación". Ni hace
falta decir que un proceso que deja a la gente incapacitada o enferma no puede
ser un "mecanismo de la evolución", en tanto se entienda ésta como
productora de formas mejores y más aptas para la vida.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Damos como resumen las tres razones principales por las que
las mutaciones no pueden ser puestas al servicio de las afirmaciones de los
evolucionistas:
1°) El efecto directo
de las mutaciones es dañino. Dado que la gran mayoría de las veces ocurren
de manera fortuita, invariablemente dañan a los organismos vivos que las
experimentan. La razón nos dice que la intervención inconsciente sobre una
estructura compleja y perfecta no la mejorará, sino que la deteriorará. En realidad,
nunca se observó una "mutación provechosa".
2°) Las mutaciones no
agregan ninguna información al ADN del organismo. Como resultado de las
mutaciones, las partículas que constituyen la información genética son
separadas de sus lugares naturales, destruidas o llevadas a otros lugares. Las
mutaciones no pueden hacer que algo vivo adquiera un órgano nuevo o un rasgo
nuevo. Solamente provocan anormalidades, como sería una pierna adherida a la
espalda o un oído ubicado en el abdomen.
3°) Para que una mutación
sea transferida a la generación subsiguiente tiene que haber tenido lugar en
las células reproductoras del organismo. Un cambio fortuito que ocurre en
cualquier célula u órgano del cuerpo no puede ser transferido a la nueva
generación. Por ejemplo, un ojo humano alterado por los efectos de la radiación
o por otras causas, no pasará como rasgo a las generaciones venideras.
Es imposible que los seres vivos hayan evolucionado porque
en la naturaleza no existe ningún mecanismo que los lleve a la evolución. Esto
concuerda con las evidencias de los registros fósiles, lo cual no demuestra la
existencia de un proceso evolutivo sino todo lo contrario.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Un artículo publicado en las Actas de la Academia Nacional
de Ciencias (de EEUU) en 2000, informa que los análisis de ADN han cambiado la
situación de los grupos taxonómicos que en el pasado se consideraban “formas
intermedias”: “Los análisis de la secuencia del ADN dictan una nueva
interpretación del árbol filogenético. Los grupos taxonómicos que una vez
representaron grados sucesivos de complejidad en la base del árbol metazoario,
están siendo cambiados a posiciones más elevadas. Esto deja a los
evolucionistas sin ninguna (de las situaciones) “intermedias” y nos fuerza a repensar
la génesis de la complejidad bilateral. .”36. En el mismo artículo escritores
evolucionistas advierten que algunos grupos taxonómicos que eran considerados
“intermedios” entre las esponjas, las cnidarias y los ctnéforos, ya no pueden
ser considerados así debido a los nuevos descubrimientos genéticos. En
consecuencia, han perdido la esperanza de construir árboles genealógicos que
marquen el evolucionismo: “La nueva filogenia basada en lo molecular tiene
varias implicancias importantes. La principal es la desaparición de grupos
taxonómicos ‘intermedios’ entre las esponjas, las cnidarias, los ctnéforos y el
último ancestro común del grupo bilateria o ‘Urbilateria’. . .Un corolario que
tenemos es la existencia de un mayor vacío en la cadena que conduce al grupo
Urbilateria. Hemos perdido la esperanza, tan común en el antiguo razonamiento
evolucionista, de reconstruir la morfología del ‘ancestro de los celomados’ a
través de un escenario que involucre sucesivos grados crecientes de complejidad
basados en la anatomía de los linajes ‘primitivos’ existentes.”
Harun Yahya
El atlas de la creación
Los evolucionistas asumen que los invertebrados marinos que
aparecen en el estrato Cámbrico evolucionaron de alguna manera para
transformarse en peces a lo largo de millones de años. Sin embargo, como los
invertebrados cámbricos no cuentan con ningún antecesor, no hay ningún eslabón
transitorio que indique que ocurrió una evolución entre éstos y los peces. Se
debería advertir que los invertebrados y los peces tienen enormes diferencias
estructurales. Los invertebrados tienen los tejidos duros al exterior del
cuerpo, mientras que los peces son vertebrados que tienen los huesos en el
interior. Una "evolución" tan enorme habría abarcado miles de
millones de mudanzas para completarse y debería haber miles de millones de
formas transitorias exponiéndolas. Los evolucionistas han estado excavando los
estratos fósiles por cerca de 140 años en la búsqueda de esas formas
hipotéticas. Encontraron millones de invertebrados fósiles y millones de peces
fósiles. No obstante, nadie ha encontrado, aunque más no sea, un fósil a medio
camino entre el invertebrado y el pez.
Harun Yahya
El atlas de la creación
En los años siguientes se atraparon doscientos celacantos en
distintas partes del mundo. Esas criaturas vivas revelaron lo lejos que podían
llegar los evolucionistas en la formación de sus escenarios imaginarios.
Contrariamente a lo que se sostenía, los celacantos no tenían pulmones
primitivos ni cerebro grande. El órgano que los investigadores evolucionistas
propusieron como pulmón primitivo no pasó a ser otra cosa más que una bolsa
lípida42. Por otra parte, el celacanto, presentado como "un candidato a
reptil preparado para pasar del mar a la tierra", era en realidad un pez
que vivía en las profundidades de los océanos y nunca se aproximó a menos de
180 metros de la superficie.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Permanece totalmente sin respuesta cómo pasó a existir la
estructura perfecta de las alas a través de consecutivas mutaciones fortuitas.
No hay ninguna manera de explicar de qué forma los brazos frontales de los
reptiles pudieron convertirse en alas con un funcionamiento perfecto como
resultado de una distorsión en los genes (mutación). Además, no es suficiente
tener alas para que un organismo terrestre vuele, ya que hacen falta muchos
otros mecanismos estructurales que usan los pájaros con ese fin. Por ejemplo,
los huesos de los pájaros son mucho más livianos que los de los animales
terrestres. Sus pulmones funcionan de manera muy diferente. Los sistemas de los
músculos y del esqueleto son distintos y el sistema de circulación sanguíneo es
muy especializado. Estos rasgos son prerrequisitos que se necesitan para volar,
al menos tanto como las alas. Todos estos mecanismos tenían que estar presentes
juntos y simultáneamente. No pudieron formarse gradualmente por
"acumulación". Es por esto que la teoría que afirma que los
organismos terrestres evolucionaron para convertirse en organismos aéreos
resulta completamente falsa. Todo lo dicho nos plantea otra pregunta:
suponiendo que incluso este cuento imposible sea cierto, ¿por qué los
evolucionistas son incapaces de encontrar fósiles "semialados" o de
"una sola ala" que respalde su teoría?
Harun Yahya
El atlas de la creación
Los "hombres-monos" que vemos en los periódicos,
revistas o películas, son todos meras reconstrucciones.
Harun Yahya
El atlas de la creación
El Hombre de Piltdown, el Hombre de Nebraska, Ota Benga…
Estos auténticos escándalos demuestran que los científicos evolucionistas no
vacilan en emplear cualquier tipo de método anticientífico para hacer creíble
su teoría.
Harun Yahya
El atlas de la creación
¿Qué es lo que
proponen, entonces, los evolucionistas como fundamento de su teoría?
Dicho fundamento es la existencia de muchos fósiles, sobre
los cuales son capaces de construir interpretaciones imaginarias. A lo largo de
la historia han vivido más de 6000 especies de monos, la mayoría de las cuales
se extinguieron y constituyen un rico recurso para los evolucionistas. Hoy día
viven solamente 120 especies.
Los evolucionistas describieron el escenario de la evolución
humana disponiendo convenientemente algunos cráneos que se ajustaban a sus
propósitos, los ordenaron de menor a mayor y esparcieron entre ellos algunas
calaveras de razas humanas extintas. Según este escenario, los seres humanos y
los monos actuales tienen antecesores comunes. Esas criaturas ancestrales se
desarrollaron con el tiempo convirtiéndose algunas en los monos de hoy día,
mientras que otro grupo que siguió otro camino derivó en los seres humanos
actuales.
Sin embargo, todos los descubrimientos biológicos anatómicos
y paleontológicos han demostrado que esa pretensión de la evolución es tan
ficticia e inválida como todas las demás. No se ha presentado ninguna evidencia
real o cabal que pruebe que existe una relación entre el mono y el ser humano,
excepto, claro está, las falsificaciones, las distorsiones, los dibujos y las
discusiones o comentarios que inducen al error.
Los registros fósiles nos indican a lo largo de la historia
que los seres humanos han sido seres humanos y los monos solamente monos. Los
evolucionistas conjeturan que algunos de esos fósiles son ancestros
relativamente recientes de los seres humanos –vivieron hasta hace unos diez mil
años– y luego desaparecieron. Sin embargo, aún hoy día existen comunidades con
la misma apariencia y características físicas que esos supuestos antecesores.
Todo esto sirve como una clara prueba de que el ser humano nunca pasó por un
proceso evolutivo en ningún período de la historia.
Lo más importante es que hay numerosas diferencias
anatómicas entre los monos y los seres humanos y ninguna de las mismas son del
tipo que pasan a existir a lo largo de un proceso de evolución.
El “andar bípedo” es uno de ellos. Como describiremos más
adelante detalladamente, esa forma de desplazamiento es peculiar del ser humano
y una de las características más importantes que lo distingue de los animales.
Harun Yahya
El atlas de la creación
El Árbol Genealógico Imaginario
del Ser Humano
Los darwinistas alegan que los seres humanos actuales han
evolucionado a partir de algún tipo de mono antropomorfo. Se sostiene que,
durante ese pretendido proceso evolutivo, el cual habría comenzado hace 4-5
millones de años, existieron algunas "formas transitorias" entre los
seres humanos de hoy día y sus ancestros. Según este escenario totalmente
imaginario, se registran cuatro "categorías" básicas:
1.- Australopiteco.
2.- Homo habilis.
3.- Homo erectus.
4.- Homo sapiens.
Los evolucionistas llaman al supuesto primer ancestro común
de los monos y de los seres humanos
"Australopiteco", término que significa "mono
del sur". Los Australopitecos no son otra cosa más que un viejo tipo de
mono extinto, el cual comprende varias formas. Algunos de ellos están bien
constituidos y otros son pequeños y gráciles.
A la etapa siguiente de la evolución humana los
evolucionistas la clasificaron como género
"Homo”, es decir, "hombre". Suponen que los
seres vivientes en las series Homo están más desarrollados que los
Australopitecos y no son muy distintos de los hombres actuales. Se dice que el
ser humano de hoy día, es decir, el Homo sapiens, se ha formado en la última
etapa de la evolución de este género.
Fósiles como el " Hombre de Java", el "
Hombre de Pekín" y " Lucy", que aparecen en los medios de
información de vez en cuando y se encuentran en las publicaciones y libros de
texto evolucionistas, se incluyen en uno de los cuatro grupos mencionados al
principio. Se asume también que dichos grupos se subdividen en especies y
subespecies.
Algunas formas transitorias del pasado, como el Ramapiteco,
tuvieron que ser excluidas del imaginario árbol genealógico después que se
comprendió que se trataba de monos comunes.
Para bosquejar los vínculos en la cadena "
Australopiteco > Homo habilis > Homo erectus > Homo sapiens", los
evolucionistas argumentan que cada uno de estos tipos es el antecesor del
siguiente. Sin embargo, recientes descubrimientos de paleoantropólogos han
revelado que los autralopitecinos, Homo habilis y Homo erectus existieron en
distintas partes del mundo al mismo tiempo. Además, algunos de esos humanos
clasificados como Homo erectus han vivido probablemente hasta hace muy poco. En
un artículo del periódico Science titulado “El Ultimo Homo Erectus de Java:
Potencialmente Contemporáneo con el Homo Sapiens del Sudeste Asiático”, se
informa que el fósil de Homo erectus encontrado en Java tenía “una edad media
de 27±2 a 43±4 mil años” y que ello “plantea la posibilidad de que el Homo
erectus se haya sobrepuesto en el tiempo a los humanos anatómicamente modernos
(Homo sapiens) en el sudeste asiático”.
Por otra parte, está claro que el Homo sapiens
neandertalense y el Homo sapiens sapiens (el ser humano actual) coexistieron.
Esta situación indica aparentemente la invalidez del supuesto que uno es
antecesor del otro.
Intrínsecamente, todos los descubrimientos e investigaciones
científicas han revelado que los registros fósiles no sugieren un proceso
evolutivo como el planteado por los evolucionistas. Los fósiles que los
evolucionistas suponen son los ancestros de los seres humanos, en realidad
pertenecen a distintas razas humanas o, en su defecto, a especies de monos.
Entonces, ¿cuáles fósiles son de humanos y cuáles de monos? ¿Es posible que
cualquiera de ellos sea considerado forma transitoria?
Harun Yahya
El atlas de la creación
Con muy pocas excepciones, la definición y uso del género en
lo que hace a la evolución humana y a la demarcación de Homo, han sido tratados
como si no hubiese ningún problema. Pero.. datos recientes, nuevas
interpretaciones de la evidencia existente y la limitación de los registros
paleoantropológicos invalidan los criterios existentes, de atribuir un grupo
taxonómico al Homo. . . en la práctica, especies fósiles homínidas son
asignadas a Homo sobre la base de uno o más de cuatro criterios.. Sin embargo,
ahora resulta evidente que ninguno de esos criterios es satisfactorio. El
Rubicón (o punto de no retorno) cerebral es problemático porque la capacidad
cerebral absoluta es cuestionable en lo que hace a la biología. Del mismo modo,
hay evidencias que fuerzan a considerar que la función de comunicación oral
(lenguaje) no puede ser inferida con precisión de la apariencia general del
cerebro y que las partes de éste relacionadas con el lenguaje no están bien
localizadas, como lo daban a entender estudios anteriores. . En otras palabras,
el género Homo no resulta bueno si se le asignan los hipodigmos de Homo habilis
y Homo rudolfensis. De ese modo, Homo habilis y Homo rudolfensis (u Homo
habilis en el sentido lato para quienes no suscriben la subdivisión taxonómica
de “primeros Homos”) deberían ser removidos de (la categoría) Homo. La
alternativa taxonómica obvia, que es transferir uno o ambos del grupo
taxonómico a uno de los primeros géneros homínidos existentes, también tiene
sus problemas, pero nosotros recomendamos, por ahora, que Homo habilis y Homo
rudolfensis sean transferidos al género Australopiteco”80. La conclusión de
Wood y Collard corrobora lo que hemos mantenido aquí: en la historia no existen
“los antecesores de los humanos primitivos”. Las criaturas que, se supone, lo
serían, se trata en realidad de monos que deberían ser asignados al género
Australopiteco. Los restos estudiados muestran que no hay ningún vínculo entre
estos monos extintos y el Homo, es decir, la especie humana que aparece
repentinamente en los registros fósiles.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Hoy día se ve más pronunciadamente en la comunidad
científica que el Homo erectus es un grupo taxonómico superfluo y que los
fósiles que se le adscriben, en verdad, no se diferencian del Homo sapiens como
para ser considerado una especie distinta. En American Scientist esta discusión
y la conferencia tenida en la materia en el 2000 fueron resumidas así: “La
mayoría de los participantes en la conferencia de Senckenberg se sumergieron en
un acalorado debate sobre la verdad del grupo taxonómico del Homo erectus,
debido a las intervenciones de Milford Wolpoff de la Universidad de Michigan,
Alan Thorne de la Universidad de Canberra y sus colegas. Argumentaron que el
Homo erectus no era para nada una especie y que debía ser eliminado de esa
categoría. Dijeron que todos los miembros del género Homo, desde hace unos 2
millones de años hasta la actualidad, eran especies muy variables y ampliamente
esparcidas de Homo sapiens, sin ninguna subdivisión. El tema de la conferencia,
es decir, el Homo erectus, no se trató para nada”. La conclusión alcanzada por
los científicos al defender la tesis antes mencionada, se puede resumir de la
siguiente manera: “La especie Homo erectus no es distinta de la Homo sapiens
sino más bien una raza dentro de Homo sapiens”.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Los Neandertales fueron seres humanos que aparecieron
repentinamente hace 100 mil años en Europa y fueron asimilados, mezclándose con
otras razas, o desaparecieron silenciosa pero rápidamente hace 35 mil años. La
única diferencia que tenían con el ser humano de hoy día estaba en el
esqueleto, pues el de ellos era más vigoroso, con un volumen craneal levemente
más grande. Los Neandertales eran una raza humana, hecho que es admitido hoy
día prácticamente por todos. Los evolucionistas se esforzaron al máximo por
presentarlos como "una especie primitiva", aunque todos los
descubrimientos indican que no diferían en nada de un ser humano
"robusto" que camine por la calle actualmente.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Muchos investigadores contemporáneos definen al hombre de
Neandertal como una subespecie del ser humano actual y lo llaman " Homo
sapiens neandertalensis". Los descubrimientos testifican que enterraban a
sus muertos, modelaban instrumentos musicales y tenían afinidad cultural con
los Homo sapiens sapiens que vivían en el mismo período. Para expresarlo con
precisión, los Neandertales son una raza humana "vigorosa" que,
simplemente, desapareció con el tiempo.
Harun Yahya
El atlas de la creación
El Homo sapiens arcaico es el último paso antes del ser
humano contemporáneo en el esquema evolucionista imaginario. En realidad, los
evolucionistas no tienen mucho que decir acerca de esos fósiles, dado que las
diferencias entre aquellos y los seres humanos actuales son mínimas. Incluso,
algunos investigadores dicen que aún viven representantes de esa raza y señalan
a los nativos de Australia como un ejemplo. Estos, igual que el Homo sapiens
(arcaico), también tienen una gruesa saliente en las cejas, una estructura
maxilar inclinada hacia adentro y un volumen craneal levemente más pequeño. El
grupo caracterizado como Homo heilderbergensis, en la literatura evolucionista,
es en realidad igual que el Homo sapiens arcaico. La razón por la que se usan
dos términos distintos para definir el mismo tipo racial humano reside en las
diferencias entre los evolucionistas. Todos los fósiles incluidos bajo la clasificación
Homo heilderbergensis sugieren que estas personas, que resultaban
anatómicamente muy similares a los europeos modernos, vivieron 500 mil e
incluso 740 mil años antes, primero en Inglaterra y después en España. Se
estima que el Hombre de Cromañón vivió hace 30 mil años. Tenía el cráneo
abovedado, la frente ancha, el volumen craneal de 1600 cc –por encima del
promedio del ser humano contemporáneo–, gruesas salientes en las cejas y una
saliente ósea en la espalda, característica ésta tanto del Neandertal como del
Homo erectus. Aunque al Hombre de Cromañón se lo considera una raza europea, la
estructura y volumen del cráneo se ven mucho más como los de algunas razas que
viven actualmente en África y en los trópicos. Apoyándose en esta similitud, se
estima que el Cromañón era una raza africana arcaica. Otros descubrimientos en
el campo de la paleoantropología han señalado que los Cromañones y los
Neandertales se mezclaron entre sí y pusieron el fundamento para las razas
actuales. En síntesis, ninguno de ellos fue “especies primitivas” sino
distintos seres humanos que vivieron en los primeros tiempos y se asimilaron y
mezclaron entre sí o se extinguieron.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Si, como pretenden los evolucionistas, el Australopiteco
cambió a Homo habilis, y éste a su vez a Homo erectus, deberían haber vivido en
eras correlativas. Sin embargo, ese orden cronológico no se observa en los
restos fósiles. De acuerdo a las estimaciones de los evolucionistas, los
Australopitecos vivieron desde hace 4 millones de años hasta hace 1 millón de
años. Seres clasificados como Homo habilis, por otra parte, se piensa que han
vivido hasta hace 1,7-1,9 millones de años. ¡El Homo rudolfensis, que se dice
ha sido más "avanzado" que el Homo habilis, se sabe que tiene 2,5-2,8
millones de años! Es decir, el Homo rudolfensis es aproximadamente un millón de
años más antiguo que el Homo habilis, su supuesto “antecesor”. Por otra parte,
se calcula que el Homo erectus se presenta hace 1,6-1,8 millones de años, lo
cual significa que esta clase apareció sobre la Tierra en el mismo período que
aquel que es considerado su supuesto antecesor, el Homo habilis.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Fue Louis Leakey, el conocido paleoantropólogo
evolucionista, el descubridor de los primeros elementos en la materia. En 1932,
en la región de Kanjera, cerca del Lago Victoria en Kenya, encontró varios
fósiles que pertenecían al Pleistoceno Medio, los cuales no tenían ninguna
diferencia con el ser humano de hoy día. Y esa época significa un millón de
años atrás92. Dado que este descubrimiento puso al árbol genealógico evolutivo
patas para arriba, fue despreciado por algunos colegas darwinistas. No obstante,
Leakey siempre sostuvo que sus estimaciones resultaban correctas.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Ha habido muchos descubrimientos que datan al Homo sapiens,
incluso, con anterioridad a los 800 mil años. Uno de ellos fue el hecho por
Louis Leakley a principios de 1970 en Olduvai Gorge. Allí, en el segundo
estrato del yacimiento, descubrió que hubo una coexistencia entre las especies
Australopiteco, Homo habilis y Homo erectus. Pero resultó más interesante una
estructura que encontró en el mismo yacimiento y estrato: los restos de una
choza de piedra. El aspecto llamativo era que dicha construcción, que aún se
usa en algunas partes de Africa, ¡podía ser erigida solamente por el Homo
sapiens! De ese modo, de acuerdo con el descubrimiento de Leakey, el
Australopiteco, el Homo habilis, el Homo erectus y el ser humano actual deben
haber coexistido hace aproximadamente 1,7 millones de años94. Este hallazgo
seguramente debe invalidar la teoría de la evolución que pretende que el ser
humano de nuestros días evolucionó desde alguna especie de mono como el
Australopiteco.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Estudios imparciales revelaron quiénes las hicieron. Se
trata de veinte pisadas fosilizadas de un humano de nuestros días de 10 años y
27 pisadas de otro chico aún más joven. Ciertamente, eran gente como nosotros.
Esta situación puso las pisadas de Laetoli en el centro de las discusiones
durante años. Los paleoantropólogos evolucionistas intentaron desesperadamente
encontrar una explicación en tanto les era difícil aceptar que un hombre como
ellos hubiese caminado sobre la Tierra hace 3,6 millones de años. Durante el
decenio 1990 empezó a tomar forma la "explicación" de ese hecho. Los
evolucionistas decidieron que correspondían a un Australopiteco porque, según
la teoría en la que se basan, era improbable que existiese hace 3,5 millones de
años una especie homo.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Para decirlo de manera breve, esas impresiones de pies a las
que se supone 3,6 millones de años de antigüedad, no podrían haber pertenecido
a algún Australopiteco. La única razón por la que se pensó eso es que el
estrato volcánico en el que se encontraron las huellas tenía esa edad, época en
la que se asumió no podían haber vivido los humanos. Estas interpretaciones de
las huellas de Laetoli nos muestra una realidad muy importante: los
evolucionistas no sostienen esa teoría en consideración de los descubrimientos
científicos sino a pesar de ellos. Estamos frente a la defensa de una teoría de
manera obcecada, sin importar a qué se recurra, pues se ignoran o distorsionan
todos los nuevos hallazgos, con tal de salirse con la suya. En síntesis, la
teoría de la evolución no es científica sino un dogma que se mantiene vivo a
pesar de las evidencias científicas.
Harun Yahya
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Además de los registros fósiles de los que nos ocupamos
hasta ahora, hay importantes lagunas o brechas anatómicas entre los monos y los
seres humanos, que invalidan la ficción de la evolución humana. Una de esas
lagunas tiene que ver con la forma de caminar.
Harun Yahya
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Zuckerman hizo también un interesante "espectrograma de
la ciencia". Formó un espectro de las ciencias que va desde las
consideradas científicas a las consideradas no científicas. Según el espectrograma
de Zuckerman, las ciencias más "científicas" –es decir, las que
dependen de datos de campo concretos– son la química y la física. Le siguen las
ciencias biológicas y luego las sociales. Al final del espectro, considerada la
parte menos científica, están ubicadas las llamadas de "percepción
extrasensorial" –en las que entran la telepatía y el sexto sentido–,
ocupando el último lugar "la evolución humana".
Harun Yahya
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¿Cuál es entonces la razón que lleva a que muchos
científicos sean tan testarudos respecto a este dogma? ¿Por qué se han estado
esforzando tanto para mantener viva su teoría, a costa de tener que admitir
incontables conflictos y renunciar a las evidencias (en contra) que han
encontrado? La única respuesta es el temor que sienten a lo que tendrían que
enfrentar en caso de abandonar la teoría de la evolución: el hecho o la
realidad de que el ser humano fue creado por Dios. Sin embargo, considerando lo
que presumen y la filosofía materialista en la que creen, la Creación es un
concepto inaceptable para los evolucionistas. Por esa razón se autoengañan y
engañan al mundo valiéndose de los medios de comunicación con los cuales
cooperan. Si no pueden encontrar los fósiles necesarios, los
"fabrican", ya sea en la forma de descripciones imaginarias o modelos
ficticios, e intentan dar la impresión de que realmente existieron fósiles que
verifican la evolución. Algunos órganos informativos que comparten sus puntos
de vista materialistas también intentan engañar al público e inculcar la fábula
de la evolución en el subconsciente popular.
Harun Yahya
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… el ser humano no pasó a existir a través de un proceso
evolutivo sino creado por Dios. Por lo tanto, el ser humano es responsable
frente a Él.
Harun Yahya
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El tema que hace a la teoría sin sentido desde el inicio es
la cuestión de cómo apareció la vida en la Tierra la primera vez. La teoría de
la evolución al referirse a esta cuestión, sostiene que la vida comenzó con una
célula que se formó por casualidad. De acuerdo al escenario, hace 4 mil
millones de años distintos compuestos químicos inorgánicos sufrieron una
reacción en la atmósfera primordial de la Tierra, en la cual los efectos de los
rayos y de la presión hicieron que se forme la primera célula viviente. Lo
primero que se debe decir es que la pretensión de que materiales inorgánicos se
juntaron para formar la vida es algo no científico, pues no está verificado por
ningún experimento u observación hechos hasta ahora. La vida se genera
solamente a partir de la vida. Cada nueva célula con vida se forma por la
duplicación de otra. Nadie jamás en el mundo ha tenido éxito para constituir
una célula reuniendo materiales inorgánicos, ni siquiera en los laboratorios
más avanzados. La teoría de la evolución pretende que la célula de un ser vivo
–que no puede ser producida, aunque se reúna al efecto toda la potencia del
conocimiento, la tecnología y el intelecto humano– se las arregló, a pesar de
todo, para formarse casualmente bajo las condiciones primitivas de la Tierra.
Harun Yahya
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La Fábula de "La
Célula Producida Por Casualidad"
Si alguien cree que una célula pasa a existir por
casualidad, entonces no hay nada que le impida creer en la historia que
contaremos a continuación. Se trata de la historia de una ciudad.
Un día una masa de barro presionada entre las rocas en una
zona estéril, se mojó después de llover.
El barro mojado se secó y endureció cuando salió el sol y
tomó una forma rígida, resistente. Después, esas rocas, que también sirvieron
como molde, se hicieron pedazos y a continuación apareció un ladrillo, robusto,
bien formado, bonito, el que esperó años, bajo las mismas condiciones
naturales, hasta que se formase otro similar. Así continuó la situación hasta
que se formaron cientos de miles de ladrillos en el mismo lugar. De todos
modos, de manera casual, no resultó dañado ninguno de ellos. Aunque quedaron
expuestos durante miles de años a las tormentas, a las lluvias, a los vientos,
al sol abrasador, al frío glacial, no se rompieron, no se fragmentaron ni se
dispersaron, sino que permanecieron en el mismo lugar, con la misma
determinación, a la espera de que se formen otros más.
Cuando su número fue adecuado, se colocaron uno sobre el
otro y al lado del otro para dar lugar a una edificación, cosa que se logró de
manera fortuita por medio de los efectos de las condiciones naturales, como
ser, los vientos, los temporales o los tornados. Entre tanto, bajo las
"condiciones naturales" se formaron otros materiales, como el cemento
o la argamasa, que se colocaron y distribuyeron perfectamente por sí mismos
entre los ladrillos para conseguir el agarre o sujeción entre sí. Mientras
sucedía todo eso bajo las "condiciones naturales", se moldeaba el
mineral de hierro para estructurar los cimientos del edificio del que estamos
hablando. Al final del proceso tendremos un edificio completo con todos sus
elementos, carpintería e instalaciones íntegras.
Por supuesto, un edificio no consiste solamente en un
cimiento, ladrillos y cemento. ¿Cómo se obtienen entonces los materiales
faltantes? La respuesta es simple: los que se necesitan para la construcción de
un edificio existen en la tierra sobre la que se levanta el edificio. Sílice
para los vidrios, cobre para los cables de la electricidad, hierro para las
columnas, las viguetas y los caños, etc., son materiales que existen bajo la
tierra en cantidades abundantes. Con la sola habilidad de las "condiciones
naturales" todos esos elementos tomaron forma y se ubicaron en la parte
correspondiente del edificio. Las instalaciones, la carpintería y los
accesorios, se ubicaron entre los ladrillos o paredes con la ayuda del viento,
la lluvia y los terremotos. Todo sucedió tan bien, de modo que al ir juntándose
los ladrillos dejaron los espacios necesarios para las ventanas, como si
supieran que oportunamente cosas llamadas marco y vidrio se formarían por medio
de las condiciones naturales. Tampoco se olvidaron de dejar el espacio
correspondiente para las instalaciones de agua y de los sistemas eléctricos y
de calefacción, sistemas que también tomaron cuerpo más tarde de manera
fortuita. Todo ha marchado tan bien que las "coincidencias"
y las "condiciones naturales" produjeron un diseño
perfecto.
Si usted es capaz de creer este relato, no tendrá ningún
problema en presumir la manera en que pasaron a existir los demás elementos de
una ciudad, como los sistemas de transporte, las comunicaciones, las
infraestructuras, las autopistas, otros edificios y diversos caminos. Si usted
posee conocimientos tecnológicos y es versado en la materia, incluso puede
escribir un libro sumamente "científico", de varios volúmenes,
contando sus teorías acerca del "proceso evolutivo de un sistema de albañal
y su isocronismo con las estructuras presentes". También puede ser
condecorado con un premio académico por sus brillantes estudios y considerarse
un genio que lleva luz a la humanidad.
La teoría de la evolución supone que la vida pasó a existir
por casualidad. Es una suposición que en nada es menos absurda que el relato
que terminamos de hacer porque, con todos sus sistemas operacionales, de
comunicación, transporte y administración, una célula no es menos compleja que
una ciudad.
Harun Yahya
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La estructura compleja de una célula viva era desconocida en
la época de Darwin y los evolucionistas pensaban entonces que decir que la vida
era el resultado de "coincidencias y condiciones naturales" era
suficiente para que la gente crea en sus teorías. La tecnología del siglo XX ha
penetrado en las partículas más pequeñas de la vida y ha revelado que la célula
es el sistema más complejo confrontado por la humanidad. Hoy día, sabemos que
la célula contiene usinas que producen la energía que ha de ser usada por la
célula, fábricas que elaboran las enzimas y las hormonas esenciales para la
vida, un banco de datos donde se registra toda la información necesaria sobre
los productos a fabricarse, complejos sistemas de transporte y tuberías para
llevar materias primas y productos de un lugar a otro, laboratorios y
refinerías avanzados para triturar o licuar las materias primas aprovechables y
proteínas especializadas de la membrana celular para controlar la entrada y
salida de materiales. Y lo dicho es solamente una pequeña parte de ese
increíble sistema complejo.
Harun Yahya
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Una célula es tan compleja que incluso el alto nivel de
tecnología obtenido por la humanidad no puede producir una de ellas. Ningún
esfuerzo por crear una célula artificial ha tenido éxito. En realidad, muchos
intentos en tal sentido han logrado solamente la frustración y fueron
abandonados.
(…)
La teoría de la evolución pretende que este sistema (el de
la célula) -que el género humano no pudo reproducir con toda la inteligencia,
conocimiento y tecnología a su disposición- pasó a existir fortuitamente bajo
las condiciones de la Tierra primitiva. Para hacernos una mejor idea de ello,
podemos decir que la probabilidad de que una célula se forme de manera casual
es tan mínima como la posibilidad de que un libro sea impreso por medio de una
explosión que ocurra en una imprenta.
Harun Yahya
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Una de las razones que no permiten que la teoría de la
evolución pueda explicar cómo pasó a existir la célula, es la "complejidad
irreductible" de la misma. La célula viva se automantiene con la
cooperación armoniosa de muchas organelas. Si solamente una de éstas deja de
cumplir su función, la célula no puede permanecer viva. La célula no tiene la
posibilidad de esperar que mecanismos inconscientes como el de la selección
natural o el de la mutación le permitan desarrollarse. Así, la primera célula
sobre la Tierra fue necesariamente una célula completa con todas las organelas
y funciones requeridas, lo cual significa, definidamente, que dicha célula ha
sido creada.
Harun Yahya
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Las Proteínas Ponen en
Tela de Juicio la Casualidad
Lo dicho se refiere a la célula. Pero la evolución no puede
explicar ni siquiera los elementos que la "constituyen": no es
posible la formación, bajo las condiciones naturales, de una proteína sencilla.
Menos aún, por lo tanto, de las miles de moléculas de proteínas complejas que
componen la célula.
Las proteínas son moléculas gigantes consistentes en
unidades más pequeñas llamadas "aminoácidos", los cuales están
dispuestos en una secuencia particular en ciertas cantidades y estructuras.
Esas moléculas constituyen los "ladrillos" de una
célula viva. La molécula más simple se compone de 50 aminoácidos, pero hay
algunas que constan de miles de aminoácidos.
El punto crucial es: la ausencia, la adición o el reemplazo
de un solo aminoácido en la estructura de la proteína provoca que se convierta
en un amontonamiento molecular inservible. Cada aminoácido tiene que estar en
el lugar correcto y en el orden correcto. La teoría de la evolución, que supone
que la vida emergió como resultado de una casualidad, se desespera frente a
este orden, dado que es demasiado pasmoso para ser explicado por medio de la
casualidad (Por otra parte, la teoría incluso es incapaz de explicar el
supuesto de la "formación coincidente" de los aminoácidos, lo cual
discutiremos luego).
El hecho que la estructura funcional de las proteínas no
puede acaecer de ninguna manera casualmente, es algo fácilmente observable
incluso por el simple cálculo de probabilidad que cualquiera puede comprender.
Una molécula promedio se compone de 288 aminoácidos, de los
cuales 12 son de tipos diferentes.
Esto se puede disponer u ordenar en 10300 modos distintos
(Se trata de un número muy grande, consistente en un "uno" seguido de
300 ceros). De todas esas secuencias u órdenes, sólo una forma la molécula de
proteína deseada. El resto constituyen cadenas de aminoácidos que, o son
inservibles o son potencialmente dañinas para la vida.
En otras palabras, la probabilidad de la formación de
solamente una molécula de proteína es de "1 en 10300", o sea, es
prácticamente imposible que ocurra la formación de esa proteína casualmente (En
matemáticas las probabilidades menores de 1 en 1050 se aceptan como
"probabilidad cero").
Por otra parte, una molécula de proteína de 288 aminoácidos
es más bien una molécula modesta comparada con algunas gigantes que constan de
miles de aminoácidos. Al aplicar a esas moléculas gigantes de proteínas un
cálculo de probabilidades similar, nos encontraremos con que hasta el término "imposible"
resulta inadecuado para su producción fortuita.
Al dar un paso más en el desarrollo del esquema de la vida,
observamos que una proteína sola no significa nada por sí misma. Una de las
bacterias más pequeñas descubierta, " Micoplasma Hominis H 39",
contiene 600 "tipos" de proteínas. Si tenemos que repetir el cálculo
de probabilidad para cada uno de estos 600 tipos distintos de proteínas,
veremos que el resultado agota incluso el concepto de "inasequible".
Alguien que esté leyendo esto y que hasta ahora ha aceptado
la teoría de la evolución como una explicación científica, puede sospechar que
estos números son exagerados y que no reflejan los hechos. No es así: hay
hechos definidos y concretos. Ningún evolucionista puede objetar esos números.
Los evolucionistas aceptan que la formación por coincidencia de una sola
proteína es “tan improbable como la posibilidad de que un mono escriba la
historia de la humanidad con una máquina de escribir sin cometer un solo error”.
Sin embargo, en vez de aceptar la otra explicación, es decir, la Creación,
siguen defendiendo esa imposibilidad.
Harun Yahya
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Los evolucionistas pretenden que la evolución molecular tuvo
lugar en un período muy largo, período que hizo posible lo imposible. A pesar
de eso, por más largo que pueda ser el período, no es posible que los
aminoácidos formen las proteínas de manera casual.
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Robert Shapiro, profesor de química en la Universidad de
Nueva York y experto en ADN, calculó la probabilidad de una formación
coincidente de 2.000 mil tipos de proteínas encontradas en una sola bacteria
(En una célula humana hay 200 mil tipos de proteínas). El número hallado fue el
de 1 en 10 40000 (Se trata de un número increíble formado por un uno seguido de
40.000 ceros).
Harun Yahya
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Proteínas Levógiras
Examinemos ahora en detalle porqué es imposible el escenario
evolucionista relatado para la formación de las proteínas.
La secuencia correcta de los aminoácidos adecuados no es por
sí solo suficiente para la formación de una molécula de proteína. Además, cada
uno de los 20 tipos diferentes de aminoácidos presentes en la composición de
las proteínas debe ser levógiro. Entre los aminoácidos hay dos tipos distintos:
los "levógiros" y los "dextrógiros". La diferencia entre
ellos es la simetría especular entre sus estructuras tridimensionales, similar
a la mano derecha y a la mano izquierda de una persona.
Los aminoácidos de cualquiera de esos dos tipos pueden
unirse fácilmente entre sí. A través de la investigación se ha revelado un
hecho asombroso: todas las proteínas en las plantas y en los animales, desde
los organismos más simples a los más complejos, están integradas por
aminoácidos levógiros. Si aunque más no sea un solo aminoácido dextrógiro se
liga a la estructura de la proteína, ésta se vuelve inservible. Algo bastante
interesante es que en algunos experimentos las bacterias a las que se les
agregaron aminoácidos dextrógiros fueron inmediatamente destruidas, excepto en
algunos casos en los que a partir de los componentes fracturados formaron
aminoácidos levógiros, pudiendo entonces usarlos.
Supongamos por un instante que la vida pasó a existir por
casualidad, como suponen los evolucionistas. En este caso, los aminoácidos
levógiros y dextrógiros generados por casualidad deberían estar presentes en
cantidades más o menos iguales en la naturaleza. Por lo tanto, todos los seres
vivientes deberían tener ambos aminoácidos en su constitución porque
químicamente es posible que los aminoácidos de esos dos tipos se combinen entre
sí. Pero en la realidad, las proteínas que existen en todos los organismos
vivientes están compuestas solamente de aminoácidos levógiros.
La cuestión de cómo las proteínas pueden escoger de entre
todos los aminoácidos solamente los levógiros y cómo en el proceso de la vida
no se involucra ni siquiera uno dextrógiro, es algo que aún hace frente a los
evolucionistas: no tienen ninguna manera de explicar una selección tan
consciente y específica.
Además, esta característica de la proteína intensifica la
confusión del atolladero de la "coincidencia" de los evolucionistas.
Con el objeto de que sea generada una proteína "significativa" no es
suficiente la existencia de una cierta cantidad de aminoácidos en una secuencia
perfecta y que se combinen con el diseño tridimensional correcto. Además, todos
los aminoácidos tienen que ser elegidos de entre los levógiros y no puede
existir ni un solo aminoácido dextrógiro entre ellos. No obstante, no hay
ningún mecanismo de selección natural que identifique que un aminoácido
dextrógiro se ha agregado a la secuencia, que lo reconozca como un error y que
por lo tanto indique que debe ser sacado de la cadena.
Esta situación elimina, una vez más la posibilidad de la
coincidencia y casualidad.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Una situación similar a la de los aminoácidos y el carácter
levógiro es la que sucede con los nucleótidos, las unidades más pequeñas de ADN
y ARN. A diferencia de los aminoácidos, de los organismos vivos, en los
nucleótidos sólo son elegidas las formas dextrógiras. Esa es otra situación que
nunca se puede explicar por medio de la casualidad. Como conclusión, está
definidamente probado por las probabilidades que estuvimos examinando hasta
ahora, que la fuente de la vida no se puede explicar a través de la casualidad.
Si intentamos calcular la probabilidad de que una proteína promedio compuesta
de 400 aminoácidos seleccione a éstos solamente de entre los levógiros, nos
encontramos con una relación1/2400, es decir, 1/10120. Con el objeto de hacer
una comparación, recordemos que el número de electrones en el universo se
estima en 1079, un número mucho más pequeño que el (denominador) anterior. La
probabilidad de que esos aminoácidos formen la secuencia y la forma funcional
requerida, debería dar lugar a números mucho más grandes. Si unimos estas
probabilidades y expandimos el tema a la formación de un número y un tipo de
proteínas más enormes, los cálculos se vuelven inimaginables.
Harun Yahya
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La Unión Correcta es
Vital
Todo lo dicho antes, de cualquier modo, no pone fin a las
dificultades de la evolución. No es suficiente que los aminoácidos estén
ordenados según las cantidades, secuencias y estructuras tridimensionales
necesarias correctas. La formación de una proteína también requiere que las
moléculas de aminoácidos con más de un brazo se vinculen con otra solamente por
medio de ciertos brazos. Tal vinculación se denomina "unión
peptídica". Los aminoácidos pueden vincularse entre sí de modos distintos,
pero las proteínas están compuestas sola y únicamente de esos aminoácidos
reunidos por uniones "peptídica". Una comparación aclarará este
punto. Supongamos que todas las partes de un auto fueron colocadas
correctamente, con la única excepción que una de las ruedas no fue asegurada
con las tuercas y tornillos correspondientes sino con un pedazo de alambre y de
modo tal que la parte exterior de la llanta queda paralela al suelo. El auto no
podrá moverse ni un metro, independientemente de la tecnología compleja o el
motor poderoso de que disponga. En una primera observación, todo parece estar
en su lugar, pero la colocación incorrecta de una de las ruedas se traduce en
la ineptitud o nulidad del auto como tal. De la misma manera, la unión de,
aunque más no sea un aminoácido con otro por medio de una vinculación distinta
a la peptídica en una molécula de proteína, vuelve a toda la molécula inútil,
inservible. Los investigadores han puesto de manifiesto que la combinación
fortuita de los aminoácidos se da con una unión peptídica solamente en una
proporción del 50%, en tanto que el resto lo hace con uniones distintas que no
están presentes en las proteínas. Para funcionar apropiadamente, cada
aminoácido que compone una proteína Debe unirse solamente con una unión
peptídica, de la misma manera que los aminoácidos tienen que ser elegidos
solamente de entre los levógiros. Es decir, cuando consideramos una proteína
integrada por 400 aminoácidos, la probabilidad de que todos los aminoácidos se
combinen entre sí solamente con enlaces peptídicos, es de 1/2399.
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Probabilidad Cero
Como se puede ver en el recuadro al fin de este capítulo, la
probabilidad de la formación de una molécula de proteína compuesta de 500
aminoácidos es de 1 sobre un número formado por otro 1 seguido de 950 ceros,
algo difícil de concebir para la mente humana. Se puede hablar solamente de
improbabilidad, porque en la práctica la misma tiene una posibilidad
"cero" de concretarse. Una probabilidad de "1 sobre 10950"
está más allá de los límites de la definición. Mientras la improbabilidad de la
formación de una molécula de proteína compuesta de 500 aminoácidos alcanza tal
grado, podemos expandir más los límites de la mente con niveles más elevados de
improbabilidad. En la molécula "hemoglobina", que es una proteína
vital, hay 574 aminoácidos, es decir, un número más grande que el que conforma
la proteína mencionada antes. Si consideramos que solamente en uno de los
billones de glóbulos rojos del cuerpo humano hay 280 millones de moléculas de
hemoglobina, no es suficiente la supuesta edad de la Tierra para producir la
formación, aunque más no sea, de una simple proteína por medio del método de
"prueba y error", sin hablar ya de un glóbulo rojo. Incluso si
suponemos que los aminoácidos se han combinado y descompuesto por el método de
"prueba y error" sin perder ningún momento, desde la formación del
mundo, para la formación de una sola proteína, así y todo, el período de tiempo
requerido es mayor que la edad actual del mundo, es decir, no alcanza para cubrir
la probabilidad de 1/10950. La conclusión derivada de todo esto es que el
criterio de la evolución cae en un profundo abismo de improbabilidad
precisamente en el estadio de formación de una proteína aislada.
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En la naturaleza no existe ningún mecanismo de prueba y
error que pueda producir proteínas.
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Los cálculos que hicimos antes para indicar la probabilidad
de la formación de una molécula de proteína con 500 aminoácidos son válidos
solamente de manera hipotética, en un ambiente ideal de "prueba y
error", ambiente que no existe en la vida real. Es decir, esa probabilidad
de 1/10950 para obtener una proteína útil, es válida solamente si suponemos que
existe un mecanismo imaginario operado por una mano invisible que reúne 500
aminoácidos al azar y luego, si se ve que ese conjunto no funciona, los separa
uno por uno y vuelve a probar según un nuevo ordenamiento. Si después de reunir
cada vez 500 aminoácidos (reiteradamente), sin ningún agregado extra, la
proteína aún no se ha formado, habría que seguir probando con otras secuencias,
sucesivamente, cuidando siempre que no se involucre en el proceso ningún
material extraño. También es imperativo que la cadena que se forma durante la
prueba no se corte o destruya antes de llegar a su unión 499. Estas condiciones
significan que las probabilidades mencionadas antes solamente pueden tener
lugar en un medio controlado donde exista un mecanismo consciente dirigiendo el
inicio y la finalización de cada etapa del proceso y donde solamente la
"selección correcta de los aminoácidos" es dejada a la casualidad.
Sin duda es imposible que exista un ambiente así bajo las condiciones
naturales. Por lo tanto, la formación de una proteína por sí misma en el
ambiente natural, es lógica y técnicamente imposible, independientemente de la
faceta de "posibilidad". En realidad, hablar de probabilidades de un
suceso así, es totalmente no científico. Algunos evolucionistas no doctos no
comprenden esto. Dado que asumen que la formación de la proteína es una simple
reacción química, hacen deducciones cómicas tales como "los aminoácidos se
combinan por la vía de la reacción y luego forman proteínas". Sin embargo,
las reacciones químicas accidentales que tienen lugar en una estructura
inorgánica pueden producir solamente cambios simples y primitivos. El número de
éstos es limitado y determinado. Para producir algo más ya tienen que
comprometerse o incluirse en el proceso otros materiales, plantas químicas,
laboratorios y grandes fábricas. Las medicinas y muchos otros productos
químicos que usamos en la vida diariamente, son del mismo tipo. Las proteínas
tienen estructuras mucho más complejas que esos productos industrializados. Por
lo tanto, es imposible que las proteínas –cada una de las cuales es un diseño y
obra de ingeniería maravillosa en la cual cada parte encaja en su lugar con un
cierto orden– se originen como resultado de fortuitas reacciones químicas.
Dejemos a un lado por un minuto todas las imposibilidades descritas hasta ahora
y supongamos que una molécula de proteína útil se ha producido por evolución, a
pesar de todo, "azarosamente". No obstante, los evolucionistas no
resolverían nada con esto porque con el objeto que esa proteína mantenga su
presencia necesitaría aislarse del medio circundante en que está y protegerse
bajo condiciones muy especiales. De no ser así, dicha proteína se desintegraría
al exponerse a las condiciones naturales de la Tierra, o también se uniría a
otros ácidos, aminoácidos o compuestos químicos, perdiendo sus propiedades y
convirtiéndose en una sustancia totalmente distinta e inservible.
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El atlas de la creación
Hay una realidad concreta que señalan todos estos hechos: el
experimento de Miller no puede suponer haber demostrado que los organismos
vivos se formaron por casualidad bajo las condiciones primitivas de la Tierra.
El experimento en su conjunto no es más que un experimento controlado de
laboratorio y con un fin determinado, es decir, sintetizar aminoácidos. La
cantidad y tipos de gases usados en el experimento fueron determinados de
manera ideal para posibilitar la formación de los mismos. La energía provista
al sistema tampoco fue una cantidad cualquiera sino una establecida con
precisión para posibilitar que ocurran las reacciones necesarias. Los
instrumentos del experimento fueron aislados para no permitir que se escurra
allí algún elemento perjudicial, dañino o de cualquier otro tipo que obstruya
la formación de los aminoácidos que probablemente estuvieron presentes en las
condiciones primitivas del planeta. En el experimento no fue incluido ningún
elemento, minerales o mixturas que sí existían en aquella época, los cuales
posiblemente modificarían el curso de las reacciones. El oxígeno, que habría
evitado la formación de los aminoácidos debido a la oxidación, es solamente uno
de esos elementos destructores. Incluso bajo las condiciones ideales de
laboratorio era imposible que los aminoácidos mantuvieran su existencia y
evitaran la destrucción sin la intervención del mecanismo de la trampa de frío.
En verdad, con este experimento Miller destruyó la conjetura evolucionista que
sostiene que “la vida emergió como resultado de coincidencias inconscientes”. Y
si demuestra algo, es que los aminoácidos se pueden producir solamente en el
medio ambiente controlado de un laboratorio, donde todas las condiciones están
diseñadas específicamente a través de la intervención consciente.
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Suponer que las proteínas se formaron por casualidad bajo
las condiciones naturales es mucho más irreal e irrazonable que pretender que
los aminoácidos se formaron de modo azaroso.
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Hasta ahora nuestros exámenes han mostrado que la teoría de
la evolución está en un serio aprieto a nivel molecular y sus defensores no han
esclarecido para nada la formación de los aminoácidos. Por otra parte, la
formación de las proteínas es un misterio, pero el problema no se limita a
ellas ni a los aminoácidos: resultan solamente el inicio. La perfecta
estructura de la célula lleva a los evolucionistas a otro atolladero. La razón
está en que la célula, precisamente, no es una cantidad de proteínas estructuradas
por aminoácidos sino el sistema más complejo encontrado por el ser humano. Los
evolucionistas no pueden explicar esos sistemas complejos como así tampoco la
formación de las unidades básicas de la célula.
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El orden secuencial de las letras en el ADN determina la
estructura del ser humano hasta sus más leves detalles. Además de los rasgos
como el peso, los ojos, el color de la piel y del cabello, el ADN de una sola
célula contiene también el diseño de 206 huesos, 600 músculos, 100 billones de
células nerviosas (neuronas), 1.000 billones de conexiones entre las neuronas
del cerebro, 97 mil kilómetros de vena y 100 billones de células en el cuerpo.
Si fuésemos a poner por escrito la información codificada en el ADN, tendríamos
que compilar una biblioteca gigante consistente en 900 ejemplares
enciclopédicos de 500 páginas cada uno. Este increíble volumen de información
se encuentra codificado dentro de las moléculas de ADN en el núcleo de la
célula, el cual es mucho más pequeño que ésta. Se considera que la célula mide
alrededor de 1/100 milímetros...
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Hasta ahora hemos examinado la imposibilidad de la formación
de vida de manera accidental. Olvidemos por un momento todas esas
imposibilidades y supongamos que una molécula de proteína se formó en el medio
más inapropiado y libre, como sería bajo las condiciones primordiales de la
Tierra. La formación de una sola proteína no sería suficiente. La misma tendría
que esperar pacientemente durante miles o millones de años en ese medio libre
de todo control, sin sufrir ningún daño, hasta que se forme otra molécula más,
por casualidad, bajo las mismas condiciones. Tendría que esperar hasta que
millones de proteínas esenciales y bien hechas se formen una contigua a la
otra, en el mismo medio circundante, y todas por "casualidad". Las
que se formaron primero tienen que ser lo suficientemente pacientes para esperar
–sin ser destruidas a pesar de los rayos ultravioletas y rigurosos efectos
mecánicos– a que se formen las otras exactamente en su adyacencia. Luego esas
proteínas, en una cantidad adecuada, originadas todas en el mismo lugar,
tendrían que reunirse y dar lugar a combinaciones provechosas para la formación
de las organelas de las células. No tiene que interferir ningún material
extraño, ninguna molécula dañina o alguna cadena de proteína inútil. Luego,
aunque esas organelas fuesen a reunirse de una manera sumamente armoniosa y
cooperativa, dentro de un orden y una planificación, todas deben
autoposesionarse también de las enzimas necesarias, cubrirse con una membrana y
en su interior contener un líquido especial para preparar el ambiente ideal
requerido. Así y todo, si todos estos sucesos "altamente improbables"
ocurrieron realmente de modo casual, ¿pasaría a tener vida ese amontonamiento
molecular? La respuesta es NO, porque las investigaciones han revelado que la
simple combinación de todos los materiales esenciales para la vida no es
suficiente para que la vida se inicie. Incluso si todas las proteínas
esenciales para la vida fuesen reunidas y puestas en una probeta, ello no
resultaría en la producción de una célula viva. Todos los experimentos
dirigidos a ese fin han probado ser ineficaces. Todas las observaciones y
ensayos indican que la vida solamente se puede originar a partir de la vida. La
aseveración de que la vida evolucionó a partir de materiales inertes, en otras
palabras, de la "síntesis abiogenética", es una fábula que existe
únicamente en los sueños de los evolucionistas y resulta algo en completo
desacuerdo con los resultados de todos los experimentos y observaciones. En
este sentido, la vida primera sobre la Tierra se debe haber originado también a
partir de otra vida.
Harun Yahya
El atlas de la creación
Supongamos que hace millones de años se formó una célula que
adquirió todo lo que necesitaba para la vida y que por lo tanto "pasó a
existir". La evolución vuelve a colapsar en ese punto porque, aunque esa
célula hubiese subsistido por un tiempo, eventualmente hubiera muerto y después
no quedaría nada, con lo que todo volvería al punto inicial. Eso ocurriría así
porque la primera célula, al carecer de cualquier tipo de información genética,
no habría sido capaz de reproducirse e iniciar una nueva generación. La vida
habría finalizado con la muerte de esa célula. El sistema genético no consta
solamente de ADN. En ese entorno deberían existir también: a) enzimas para leer
el código en el ADN; b) ARN mensajero después de la lectura de los códigos en
el ADN; c) un ribosoma sobre el que se montará el ARN de acuerdo al código del
caso, donde se fija para la producción; d) ARN para transferir los aminoácidos
al ribosoma y poder así usarlos en la producción; y e) enzimas extremadamente
complejas para llevar a cabo numerosos procesos intermedios. Un ambiente así no
puede existir en ninguna otra parte que no sea aquel, totalmente aislado y
controlado como el de la célula, donde se hallan los recursos de todas las
materias primas y energías esenciales. En consecuencia, la materia orgánica
puede autorreproducirse solamente si existe como lo hace una célula totalmente
desarrollada, con todas sus organelas y en un medio apropiado, donde pueda
sobrevivir, intercambiar sustancias y tomar energía de su entorno. Esto
significa que la primera célula en la Tierra se formó
"repentinamente" con su increíble estructura compleja.
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Los evolucionistas proclaman las variaciones dentro de una
especie como evidencia de la teoría. Sin embargo, las variaciones no
constituyen una evidencia de la evolución porque las mismas son el resultado de
distintas combinaciones de la información genética ya existente y no agrega
ninguna característica nueva a la misma. Lo importante para la teoría de la
evolución, sin embargo, es la cuestión de cómo podría producirse una nueva
información para hacer una nueva especie. Las variaciones siempre tienen lugar
dentro de los límites de la información genética. En la ciencia genética ese
límite se llama "pool de genes". Todas las características presentes
en el pool de genes de una especie pueden presentarse de distintas maneras
debido a la variación. Por ejemplo, como resultado de ésta, pueden aparecer
variedades que tengan una cola relativamente más larga o una pierna más corta,
porque en el pool de genes de los reptiles existe, por ejemplo, la información
de la pierna corta y de la pierna larga. Sin embargo, las variaciones no
transforman a los reptiles en pájaros por medio del agregado de alas o plumas,
o por modificaciones en su metabolismo. Tal cambio requiere un aumento en la
información genética de los organismos vivientes, cosa absolutamente imposible
por medio de las variaciones.
Harun Yahya
El atlas de la creación
El conocido biofísico israelí Lee Spetner autor del libro No
por Casualidad publicado en 1977, sostiene que la inmunidad de las bacterias se
da por dos mecanismos distintos, pero aclara que ninguno de ellos vale como
evidencia de la teoría de la evolución.
Esos mecanismos son:
1) La transferencia de genes resistentes ya está disponible
en la bacteria.
2) La resistencia se constituye como resultado de la pérdida
de datos genéticos debido a la mutación.
Harun Yahya
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Ahora se sabe que las "branquias" que
supuestamente aparecían en las primeras etapas del embrión humano son en
realidad las fases iniciales del canal del oído medio, de las paratiroides y el
timo. La parte del embrión que era vinculada a la "bolsa de la yema del
huevo" resultó ser la bolsa que produce sangre para el feto. La parte que
había sido identificada como una "cola" por Haeckel y sus seguidores,
en realidad es la columna vertebral, que se asemeja a una cola solamente porque
se modela antes que las piernas.
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La propaganda evolucionista que encontramos constantemente
en los principales órganos de los medios de comunicación occidentales y en las
conocidas y "estimadas" revistas de ciencia, es el resultado de esa
necesidad ideológica. Dado que la evolución se considera indispensable, los
círculos que establecen las normas de la ciencia la han transformado en una
vaca sagrada. Hay científicos que se ven colocados en una posición en la que se
encuentran obligados a defender esa teoría desatinada, o al menos a no
pronunciar ninguna palabra cabal o terminante que la cuestione, con el objeto
de mantener sus reputaciones. Los académicos en los países occidentales están
obligados a publicar sus artículos en ciertos órganos científicos para obtener
y sostener el puesto de "profesor". Todas las revistas que se ocupan
de la biología y están bajo el control de los evolucionistas no permiten que
aparezca ningún artículo antievolucionista. Por lo tanto, todos los biólogos
tienen que conducir sus estudios bajo el dominio de dicha teoría. Además, son
parte del orden establecido respecto a la evolución como una necesidad
ideológica, razón por la cual defienden ciegamente todas las
"coincidencias imposibles" que se examinaron hasta ahora en este
libro.
Harun Yahya
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El materialismo rechaza absolutamente la existencia de
cualquier cosa "más allá" de la materia (o de cualquier cosa
supranatural). La ciencia no está obligada a aceptar ese dogma. Ciencia
significa explorar la naturaleza y derivar conclusiones de los hallazgos
realizados. Si los mismos conducen a la conclusión de que la naturaleza es
creada, la ciencia tiene que aceptarlo. Esa es la obligación de un científico
auténtico. En cambio, no lo es defender escenarios imposibles por adherir a los
dogmas materialistas anticuados del siglo XIX.
Harun Yahya
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Mentiras Amañadas
Los evolucionistas sacan un gran provecho de los programas
de “lavado de cerebro” de los medios de comunicación. Mucha gente cree en el
darwinismo tan incondicionalmente, que ni siquiera se molesta en preguntarse
“¿Cómo?”, “¿Por qué?”.
Esto significa que los evolucionistas pueden empaquetar sus
mentiras de modo que sean fácilmente aceptables.
Por ejemplo, en la mayoría de sus libros “científicos”, se
“explica” la “transición del agua a la tierra” –lo cual es uno de los
principales fenómenos inexplicables para ellos– con una simplicidad ridícula.
Según esa teoría, la vida comenzó en el agua y los primeros
animales que se desarrollaron fueron los peces. Luego dice que un día esos
peces se echaron sobre la tierra por una u otra razón (la mayoría de las veces
se dice que se debió a la escasez de alimento en el mar) y que los que
eligieron vivir sobre suelo firme tenían pies en vez de aletas y pulmones en
vez de branquias.
Pero la mayoría de esas publicaciones no cuenta cómo sucedió
eso. Incluso esas propuestas absurdas son ocultadas bajo expresiones del tipo
“se logró la transferencia del agua a la tierra”.
¿Cómo se consiguió esa “transferencia”? Sabemos que un pez
no puede vivir más que breves minutos fuera del agua. Si suponemos que hubo
escasez de alimentos en el mar y que el pez tuvo que dirigirse a tierra firme,
¿qué le habría sucedido? La respuesta es evidente. Todos los peces que salieron
del agua debieron haber muerto a los pocos minutos. Y aunque este proceso
hubiese durado millones de años la respuesta sería la misma: todos hubiesen
muerto. La razón es que un órgano tan complejo y completo como el pulmón no
puede pasar a existir como producto de un “incidente” repentino, es decir, por
medio de la mutación. Además, por otra parte, un semipulmón no sirve
absolutamente para nada.
Pero eso es exactamente lo que plantean los evolucionistas.
“La transferencia del agua a la tierra”, “la transferencia de la tierra al
aire” y muchas otras pretendidas cabriolas, son “explicadas” en dichos términos
ilógicos. Los evolucionistas prefieren no hablar, para nada, de la formación de
órganos complejos como el de la visión y el de la audición.
Es fácil influenciar al individuo desprevenido con el
envoltorio “científico”: se dibuja una representación imaginaria que pasa del
agua a la tierra, se inventan nombres en latín para el animal acuático, para su
“descendencia” terrestre y para todas las “formas transitorias intermedias”
(cosas absolutamente imaginarias) y luego se inventa una mentira estudiada: “El
Eusthenpteron transformado primero en Rhipitistian Crossopterigan y luego en
Ichthyostega, después de un largo proceso evolutivo”.
Si todas estas palabras son puestas en la boca de un
científico de lentes gruesos y traje blanco, seguramente mucha gente quedará
convencida de la “veracidad” de lo expresado, porque los medios de
comunicación, que se dedicaron por sí mismos a promover el evolucionismo,
anunciarán al mundo, con gran entusiasmo ese “descubrimiento” tan
extraordinario.
Harun Yahya
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Aunque vestida con la capa de la ciencia, la teoría de la
evolución no es más que un engaño defendido solamente para beneficio de la
filosofía materialista, un engaño basado no en la ciencia sino en el lavado de
cerebro, la propaganda y el fraude.
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La teoría de la evolución se malogra con el primer paso. La
razón es que los evolucionistas son incapaces de explicar, incluso, la
formación de una sola proteína. Ni las leyes de la probabilidad ni las de la
física y la química ofrecen posibilidad alguna a la formación fortuita de la
vida. Lógicamente, si no puede resultar razonable que pase a existir una sola
proteína de manera casual ni que se combinen fortuitamente millones de ellas
para producir una sola célula, menos razonable se presenta que a continuación pasen
a existir millones de éstas, se junten de manera casual y den lugar a la
formación de millones de especies distintas. Es decir, que a partir de allí se
formen peces y todo lo que sigue para los darwinistas. Pero, aunque a usted no
le parezca lógico, los evolucionistas sí creen en esa fábula. Sin embargo, es
una simple creencia –o más bien una fe falsa– porque no poseen ninguna
evidencia que verifique ese cuento. Nunca encontraron alguna forma transitoria,
como ser una criatura semipez y semirreptil, o semirreptil y semipájaro.
Asimismo, son incapaces de probar que una proteína, o incluso una simple
molécula de aminoácido que compone una proteína, pudo haberse formado bajo lo
que ellos llaman condiciones primordiales de la Tierra. Tampoco han podido lograr
el éxito, en tal sentido, en sus laboratorios superequipados. Por el contrario,
con su propio esfuerzo los evolucionistas han demostrado que jamás ha ocurrido
algún proceso evolutivo ni pudo ocurrir en ninguna época en la Tierra.
Harun Yahya
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Toda la vida es el producto de un diseño perfecto y una
creación superior.
Harun Yahya
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La humanidad se liberará de los velos milenarios, de los
engaños y de las supersticiones que la envuelven.
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En sobre el autor dentro del libro El atlas de la creación
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