Nos fabricaron para
utilizarnos
Algunos científicos de avance y los legados más antiguos de
nuestra historia convergen en una explicación lógica para el origen de la
humanidad: una civilización cósmica para nosotros desconocida nos fabricó en un
pasado remoto. Más adelante alguien —ya sea el mismo programador original u
otro distinto— efectuó una mutación en el ser programado, para encarrilar
nuestro desarrollo genético hacia nuestra condición humana actual. Pero ¿qué
hicieron nuestros programadores después de habernos fabricado y posiblemente
mutado en un estadio más tardío? ¿Nos abandonaron a nuestra suerte? ¿O, más
bien, han venido controlando el desarrollo de nuestra existencia? Existen
suficientes ejemplos que evidencian que en el pasado y también hoy en día
alguien más —y por lo menos tecnológicamente, más avanzado— se mantuvo y se
mantiene cerca de nosotros, acompañándonos a lo largo de toda nuestra historia.
Pero no solamente se han dedicado a controlarnos, sino que, en determinados
momentos históricos decisivos para la marcha de la humanidad, han intervenido
directamente para encauzarla en uno u otro sentido. En la etapa antigua de
nuestra historia, los seres para nosotros desconocidos descendían habitualmente
de las alturas para convivir con el ser humano sobre el planeta que habitamos.
Dado que sus actuaciones y su tecnología se escapaban a la comprensión del
hombre primitivo, que era incapaz de imitar lo que estos seres desconocidos
podían hacer, tales visitantes fueron tomados necesariamente por nuestros
antepasados por auténticos dioses, cosa que en cierta forma no deja de ser
cierta para nosotros, en el supuesto de que ellos sean nuestros fabricadores.
Sus actuaciones fueron interpretadas naturalmente por el hombre primitivo y
medieval como expresiones inequívocas de la divinidad. Pero con el paso del
tiempo, la situación ha cambiado: los que fueron dioses hasta hace poco,
comienzan a esconder su careta divina para irse diluyendo en el anonimato. ¿Por
qué? Porque nuestra propia evolución nos ha conducido a un punto en el que
nuestros actuales conocimientos no les permiten ya ser identificados con la
imagen de seres divinos. Hoy ya sabemos que lo que ellos hicieron en el pasado,
lo pueden hacer otros, lo podemos en parte hacer nosotros, simples humanos. Y
lo que aún no podemos hacer hoy lo podemos —extrapolando nuestros conocimientos
actuales— alcanzar hipotéticamente en el futuro. Así, el contacto con ellos, en
vez de darse en un contexto religioso como se dio en la antigüedad y en el
medioevo, se intuye en un futuro a un nivel científico posiblemente.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 1
La presencia de objetos volantes no identificados y la
presencia de seres inteligentes no pertenecientes a nuestra comunidad humana
terrestre, se manifiesta como una constante en el curso de nuestra evolución,
desde la antigüedad hasta nuestros días. Si bien la ciencia académica se niega
a aceptarla como un hecho. Argumenta para ello que el viaje interplanetario
preciso para que seres de otra civilización cósmica visitaran efectivamente
nuestro planeta es de todo punto imposible.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 3
No debemos adaptar los hechos a nuestra inteligencia, sino
que debemos aspirar a elevar esta inteligencia a un grado en el que pueda
entender y asimilar los hechos, aunque en estos momentos aún se le antojen
absurdos.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 4
A lo que debemos aspirar es a lograr comprender algún día la
realidad subyacente y el sentido de los fenómenos inexplicados que se han
venido produciendo a lo largo de la historia humana y que actualmente se siguen
produciendo y prodigando.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 4
No debemos perder de vista para ello que, sin necesidad de
recurrir a testigos dudosos, a textos equívocos, a grabados de diversa
interpretación, los textos que a lo largo de los tiempos han ido reflejando los
pasos de la historia de la humanidad, están salpicados de testimonios que
ilustran la presencia de objetos volantes que evolucionan de forma inteligente
a baja altura, sobre la superficie terrestre. Tampoco es preciso recurrir al
cúmulo de leyendas y textos religiosos que claramente hacen referencia a seres
que procedentes del cielo entran en contacto con los habitantes de la Tierra.
No. Sólo hace falta releer los textos de historia. Así, Plinio habla de objetos
volantes no identificados en el Libro II de su Historia Natural. Cayo
Suetonio refiere que el 1 de enero del año 49 a. C., Julio César se topó con
una figura sobrehumana junto al río Rubicon. En el año 312 el pagano
Constantino y todo su ejército contemplaron una cruz luminosa en el cielo.
Beda, en su Historia, afirma que en el año 664 se presentó sobre las cabezas de
las monjas de un monasterio de Barking, junto al Támesis, una sábana volante
luminosa. Mientras Carlomagno irrumpía en Italia, los sajones sitiaron
Sigisburg, hasta que hicieron acto de presencia en el aire dos escudos volantes
rojizos, que les hicieron huir precipitadamente y someterse luego a Carlomagno
y al cristianismo. El 21 de febrero de 1345 una luz misteriosa procedente de
las montañas de Montserrat en Catalunya se desplazó en el aire hasta detenerse
encima de la población de Manresa, cuyos habitantes siguen celebrando desde
entonces anualmente la «Avinguda de la misteriosa Llum». En un texto que figura
en los anales de la Inquisición, el Dr. Eugenio Torralba afirma que efectuaba
viajes desplazándose por el aire guiado por una nube de fuego. Bernal Díaz del
Castillo, cronista de Hernán Cortés, narra en su Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España que en el año 1527 los expedicionarios españoles
observaron en el aire sobre sus cabezas una enorme espada larga (comparable a
la cruz que vio Constantino) que no se mudaba del cielo durante más de veinte
días. Mientras que el historiador catalán Geroni Pujades escribe en su Diari el
día 30 de setiembre de 1604 que en la madrugada de aquel día los habitantes del
obispado de Urgell asistieron a un combate aéreo a baja altura. En la
publicación «L’Année Scientifique» aparece publicada en el año 1874 la noticia
del avistamiento de gran número de cuerpos negros que cruzaban la Luna. En
1885, el astrónomo José A. Bonilla publica un artículo en la revista
«L’Astronomie», en el que explica que los días 12 y 13 de agosto de 1883
contempló desde el observatorio mexicano de Zacatecas, del que era director, el
paso de un total de 116 objetos volantes no identificados que en oleadas sucesivas
cruzaban por delante del disco solar. Etcétera. La lista se hace interminable.
La historia bien habla de estos fenómenos. Si no los omitiéramos, si
explicáramos la historia en su totalidad, sin omisiones ni retoques,
asimilaríamos con naturalidad que los fenómenos que evidencian la actuación de
una inteligencia distinta a la nuestra, forman parte integrante y continuada de
la historia de la humanidad. Sabríamos todos un poco mejor en donde nos
encontramos.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 6
Así reza el Popol-Vuh, que además nos cuenta cómo los
Dominadores construyeron al ser humano, al hombre, para que éste les adorara y
les invocara, ya que sin este detalle de vanidad su creación, su fabricación,
no resultaba completa y, más aún, carecía de sentido. Esta necesaria adoración
se repite en las tradiciones religiosas más antiguas de numerosas comunidades
humanas. ¿Cabe pensar acaso que la energía que emitimos durante semejantes
actos de adoración sirve de nutrición a quienes presumiblemente nos diseñaron?
«Es tiempo de concentrarse de nuevo sobre los signos de nuestro hombre formado,
como nuestro sostén, nuestro nutridor, nuestro invocador, nuestro
conmemorador», afirma el Popol-Vuh. Narra este mismo ‘libro del Consejo’ que el
primer muñeco formado con tal finalidad no hablaba, por lo cual no los
invocaba, motivo por el que fue destruido: «No tenían ni ingenio ni sabiduría,
ningún recuerdo de sus Constructores, de sus Formadores; andaban, caminaban sin
objeto. No se acordaban de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron.
Solamente un ensayo, solamente una tentativa de Humanidad». La imperfección de
este primer intento de biorrobot provocó su destrucción por medio del agua, del
diluvio: «Entonces fue hinchada la inundación por los Espíritus del Cielo, una
gran inundación fue hecha, llegó por encima de las cabezas de aquellos
maniquíes».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 10
Lo más grave de esta situación es que este alguien,
precisamente por ser nuestro fabricador, puede seguirnos controlando a
voluntad. A la suya, que no es necesariamente la nuestra.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 14
Los primeros formados Antes de hablar de los primeros
contactados, cabría hablar de los primeros formados, aquellos que fueron
puestos por seres superiores sobre la superficie del planeta Tierra,
programados para engendrar allí a una nueva raza de seres inteligentes:
nosotros. De ello nos hablan las referencias bíblicas a Adán y Eva, en que un
ser superior crea a los primeros padres de la especie humana; los relatos del
Popol-Vuh, el libro sagrado de los quichés, de la gran familia maya, según el
cual los poderosos del cielo deciden crear sobre la superficie terrestre a un
muñeco de inteligencia restringida —nosotros—; el relato conocido por el Espejo
de Izanami, con el que los japoneses explican el descenso, en tiempos remotos,
de una pareja celeste que procrea sobre el planeta Tierra y deja en él a sus
hijos —varón y hembra— para que crezcan y se desarrollen hasta llegar a formar
la nación nipona; y las pinturas rupestres conocidas por que son, en los montes
Kimberley australianos, las únicas pinturas no trazadas por mano humana, sino
directamente por los dioses que en épocas remotas descendieron para
proporcionar alimento a los nativos —¿los primeros contactados en sentido
estricto?—, antes de transformarse en serpientes míticas, ascender al cielo y
moverse allí en forma de luces que pueden verse a gran altura —¿los primeros
Objetos Volantes No Identificados en sentido estricto?—; etc.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 14
No estará de más recordar aquí otro texto bíblico, cual es
el escrito apócrifo titulado Visión de Isaías, que relata cómo el profeta Isaías,
en el siglo VIII antes de JC, duda de la veracidad de su fe en la grandeza
del Todopoderoso, por cuya razón es contactado e invitado a subir al cielo. Al
ver allí la majestad del llamado Creador, Isaías se arrepiente de sus dudas. El
emisario que le había conducido al cielo se disponía a acompañarle de regreso a
la Tierra. «¿Por qué tan pronto? —suplicó el profeta—. No llevo más de dos
horas aquí». «Dos horas no: treinta y dos años», rectificó el emisario,
advirtiéndole, sin embargo, que estos treinta y dos años no habían transcurrido
para él: vuelto a la Tierra tendrá la misma edad que tuvo al partir. Tenemos
aquí un ejemplo de aplicación práctica de la teoría de la relatividad. Pero
¿cómo la podía conocer el autor del apócrifo, escrito antes del siglo III
de nuestra era? La pregunta no es capciosa ni ligera. Poco importa que la
Iglesia reconozca la autenticidad o no de este texto apócrifo. Poco importaría
incluso en este caso el que Isaías ascendiera realmente a algún punto externo a
la atmósfera terrestre o no. Poco importaría para esta pregunta el que
efectivamente realizara este asombroso viaje espacial. Porque lo que realmente
es inquietante en este texto —y que alguien me lo aclare si puede— es cómo un
autor que vivió antes del siglo III de nuestra era, era capaz de poner un
ejemplo práctico de aplicación de la teoría de la relatividad formulada por
Albert Einstein en nuestros días.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 20
En tela de juicio están la muerte de Jesús en la cruz, su
resurrección, y su ascensión al Cielo.
Porque no hay datos históricos que avalen su muerte en la
Cruz. Tampoco nadie presenció la resurrección.
En cambio, hay indicios históricos de un hambre de ideas y
filosofías idénticas, que a partir de aquellos años marcha hacia el Este,
dejando testimonio de su vida y de sus actos. Un hombre que se encamina hacia
Cachemira, se establece en ese país y muere en él. Su tumba se está venerando
hoy en día en Srinagar, capital de Cachemira.
Leyendas, tradiciones y textos antiguos nos refieren esta
segunda vida de Jesús al Norte de la India. Por esos documentos sabemos que
Jesús tuvo hijos en Cachemira, y que de resultas de esta unión con una mujer,
un hombre, Basharat Saleem, puede afirmar hoy ser el descendiente vivo de
Jesús.
En la misma ciudad en que este descendiente por vía directa
de Jesús conserva el árbol genealógico de su familia que, arrancando de Jesús
llega íntegro y sin lagunas hasta su misma persona, un destacado arqueólogo, el
Profesor Hassnain, director de los Archivos, Bibliotecas y Monumentos del
Gobierno de Cachemira, está investigando intensamente las posibilidades para
esta hipótesis de una segunda vida de Jesús.
Así, una realidad que es sabida en términos de investigación
y a nivel sectario por unas cuantas personas repartidas por todo el mundo, es
sin embargo desconocida para la inmensa mayoría del público, que creo es ya
hora de que sea informado de que el pilar sobre el que se asienta el Credo
cristiano, Jesús, posiblemente no haya muerto en la cruz, sino que después de
vivir una segunda etapa de su vida en tierras lejanas, muriera a edad muy
avanzada, de muerte natural. Con ello, y sólo así, habría completado la misión
para la que fue enviado a la Tierra, misión que incluía el encontrar y el
predicar a las tribus perdidas de Israel, a los hijos de Israel.
Se establecen así puentes lógicos sobre unos vacíos en modo
alguno claros, que ofrece el texto bíblico.
Debo señalar que los nombres Yusu, Yusuf, Yusaasaf, Yuz
Asaf, Yuz Asaph, Issa, Issana, Isa, que aparecen en textos, leyendas y
recuerdos cachemires, son todos ellos traducciones del nombre de Jesús. Por lo
tanto, cuando hablo de Jesús en las páginas que siguen, me puedo estar
refiriendo a cualquiera de las traducciones de su nombre en las lenguas
cachemir, árabe o urdú. También se refieren al nombre de Jesús prefijos
toponímicos tales como Yus-, Ish- o Aish-.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 30
Desde Murree, Jesús prosiguió su avance hacia Srinagar entrando
en Cachemira a través de valle que hasta hoy sigue llamándose «Yusmarg», para
recordar que es el valle por el que Yusu o Jesús, entró en Cachemira.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 41
Nicolai Notovitch fue un viajero ruso que a finales de la
década de los 80 del siglo pasado, exploraba los territorios norteños de la
India avanzando hacia Cachemira y Ladakh, región conocida también como el
«pequeño Tíbet». Después de visitar Leh, capital de Ladakh, Notovitch prosiguió
viaje hasta llegar a la lamasería de Hemis, una de las principales de la
región, que alberga además una vasta biblioteca de obras sagradas. Conversando
con el lama principal de ésta lamasería, Notovitch le refiere que en una visita
reciente a la lamasería de Moulbek, situada en lo alto de los riscos que
culminan el pueblo de Wakha, le habían sido narradas cosas interesantes acerca
del profeta Isa. Y le pidió al lama de Hemis que le contara más cosas acerca de
este profeta. El lama le contestó que el nombre de Isa era muy respetado entre
los budistas, pero que era conocido con exactitud únicamente por los lamas
importantes que habían leído los rollos que relataban su vida. Le dijo también
que existen una infinidad de budas similares a Isa, y que los 84 000 rollos que
existen abundan en detalles acerca de cada uno de ellos. Pero que muy pocas
personas habían leído escasamente una centésima parte de estos rollos. De
acuerdo con las costumbres establecidas, cada pupilo o lama que visitaba Lhasa,
la capital del Tíbet, no debía dejar de hacer un regalo de una o más de estas
copias a la lamasería a la que pertenecía. Le dijo el lama a Notovitch que su
monasterio (el de Hemis) poseía un gran número de estos rollos, y que entre
ellos había descripciones de la vida y de la labor del buda Isa, que enseñó las
doctrinas sagradas en la India y entre los hijos de Israel. Continuó el lama
explicando que los rollos traídos desde la India al Nepal y del Nepal al Tíbet,
en que se relataban la vida y las obras de Isa, estaban escritos en lengua
pali, y que se encontraban en Lhasa, pero que una copia en lengua tibetana
existía en la lamasería de Hemis. Las masas, sin embargo, ignoraban esto.
Apenas había alguien más aparte de los grandes lamas que conocía a Isa, porque
ellos habían dedicado su vida entera al estudio de estos rollos que relataban
los hechos de Isa. Pero dado que su doctrina no constituía una parte canónica
del budismo, y dado que los adoradores de Isa, los cristianos, no reconocían la
autoridad del Dalai Lama, en el Tíbet el profeta Isa, como muchos otros
similares, no era reconocido como uno de sus santos principales. Llegados a
este punto del relato, Notovitch le preguntó al lama si era posible mostrar a
un extranjero estas copias que conservaba en su lamasería. El lama le replicó
que lo que pertenece a Dios pertenece también a los hombres y que era su deber
de lama ayudar a la propagación de sus doctrinas. Pero le dijo también que no
tenía noción en aquellos momentos de dónde en su biblioteca se conservaban los
rollos mencionados y que, si en alguna otra ocasión Notovitch visitaba la
lamasería, se los tendría preparados y se los mostraría gustosamente. A
Notovitch no le quedó otro remedio que regresar a Leh e ingeniarse un plan para
hallar una excusa y poder regresar a la lamasería. Dos días después envió al
lama superior un regalo consistente en un reloj de alarma y un termómetro con
un mensaje de que probablemente volvería a rendir una segunda visita a la
lamasería antes de abandonar definitivamente Ladakh, y que esperaba que el lama
la mostraría entonces los rollos que habían sido el motivo de su reciente
conversación. Notovitch se había propuesto abandonar Ladakh y encaminarse hacia
Cachemira para volver más tarde al monasterio y no despertar interés en los
rollos que hablaban de Isa. Pero la casualidad jugó en su favor, ya que al
pasar junto a la montaña en cuya cumbre está la lamasería de Pittzk, su caballo
tropezó lanzando a Notovitch al suelo, lo que le causó la fractura de una
pierna. No deseando regresar a Leh ordenó a sus porteadores que le llevasen a
la lamasería de Hemis, donde fue amablemente recibido y atendido. Refiere
Notovitch que estando inmovilizado en la cama, y mientras un joven iba girando
ininterrumpidamente el cilindro de oraciones junto a su lecho, el venerable
anciano que gobernaba la lamasería le entretenía con interesantes historias. A
menudo le hablaba del reloj de alarma y del termómetro que Notovitch le había
enviado como regalo, preguntándole acerca de su correcto uso. Finalmente, dice Notovitch,
accedió a sus insistentes preguntas acerca de Isa y trajo dos grandes paquetes
de libros cuyas hojas estaban ya amarillentas por el paso del tiempo. El lama
le leyó entonces a Notovitch la biografía de Isa, mientras nuestro ruso viajero
iba apuntando cuidadosamente en su bloc de notas, todo cuanto su intérprete le
iba traduciendo. Este curioso documento está escrito en forma de versos
aislados que muy a menudo no guardan relación el uno con el otro.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 50
A continuación voy a reproducir las partes más interesantes
de esta vida de Isa, tal y como nos la refiere Nicolai Notovitcha partir de los
manuscritos conservados en la lamasería Hemis de Ladakh, copia a su vez de
manuscritos originales que se conservan en Lhasa, capital del Tíbet. Estos
manuscritos cuentan literalmente a partir del verso 5.o de la sección 4.a lo
siguiente:
«Poco tiempo después un hermoso niño nació en el país de
Israel; el mismo Dios habló por boca de este niño explicando la insignificancia
del cuerpo y la grandeza del alma. Los padres de este niño eran gente pobre,
que pertenecían a una familia distinguida por su piedad, que había olvidado su
antigua grandeza sobre la Tierra, celebrando el nombre del Creador y agradeciéndole
las desgracias con que los había provisto. Para premiar a esta familia por el
hecho de haber permanecido firme en el camino de la verdad, Dios bendijo a su
primogénito y lo eligió para que redimiera a aquellos que habían caído en
desgracia y para que curara a aquellos que estaban sufriendo. El niño divino,
al que dieron el nombre de Isa, comenzó a hablar, siendo aún un niño, del Dios
uno indivisible, exhortando a la gran masa descarriada a arrepentirse y a
purificarse de las faltas en que habían incurrido. La gente acudid de todas
partes para escucharlo y quedó maravillada ante las palabras de sabiduría que
surgían de su boca infantil; los israelitas afirmaban que en este niño moraba
el espíritu santo. Cuando Isa alcanzó la edad de 13 años, la época en que un
israelita debe tomar una mujer. La casa en que sus padres se ganaban el pan
mediante una labor modesta, comenzó a ser sitio de reunión de la gente rica y
noble que deseaba tener al joven Isa por yerno, siendo así que en todos lados
era conocido por sus discursos edificantes en nombre del Todopoderoso. Fue
entonces cuando Isa desapareció secretamente de la casa de sus padres, abandonó
Jerusalén, y se encaminó con una caravana de mercaderes hacia Sindh. Con el
propósito de perfeccionarse a sí mismo en el conocimiento divino y de estudiar
las leyes de los grandes Budas».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 52
Nosotros, durante nuestra estancia en Cachemira, no pudimos
proseguir hasta Leh y el monasterio de Hemis, como habría sido nuestro deseo,
debido a que estábamos en el mes de abril y Leh sólo puede alcanzarse usando
las carreteras y caminos de alta montaña que en aquel momento estaban
completamente bloqueadas por la nieve. Sin embargo, cualquier estudioso puede acudir
a la biblioteca de la lamasería de Hemis para buscar allí los manuscritos de
referencia. Yo los he resumido aquí para conocimiento de todos, ya que tal es
el espíritu de este artículo: informar al lector y a través de él a un amplio
sector de la opinión pública de las tradiciones, leyendas y datos históricos
que en Cachemira y sus inmediaciones se conocen hoy en día, y que tienden a
confirmar la creencia popular de que Jesús vivió y murió a los pies del
Himalaya.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 56
Moisés, enterrado en
Cachemira
«Pero hasta hoy nadie conoce su sepultura» (Deuteronomio,
34, 6).
Moisés, el primer guía del pueblo hebreo, yace en algún
lugar del mundo. ¿Dónde? Hasta hoy, nadie lo sabe. Si bien allá por el siglo IV
de nuestra Era, San Juan Crisóstomo parece haber intuido algo. Porque de forma
muy acertada, se pregunta:
«Pero decidme, ¿no yacen los restos de Moisés en algún
lejano lugar del Este?» (Homilía 26, epístola a los hebreos, capítulo 3).
Porque, según parece, también Moisés está enterrado en
Cachemira.
El profeta Moisés emigró de Egipto. Le siguió una sección de
los hebreos que se establecieron en Palestina, el país sagrado, como lo leemos
en el Deuteronomio (1, 8):
«Os ofrezco el país que tenéis delante vuestro. Id a tomar
posesión del país que Yahveh juró dar a vuestros padres, a Abraham, a Isaac, a
Jacob y a su descendencia».
Luego nombró a Josué su sucesor para guiar a la próxima
generación, como está escrito en el mismo Deuteronomio (31, 14):
«Después Yahveh le dijo a Moisés: “Se acerca el día de tu
muerte. Llama a Josué y quedaos junto a la tienda del oráculo; y yo le daré mis
órdenes”».
A Moisés mismo le fue denegada la entrada en Palestina.
Seguimos leyendo en el Deuteronomio (1, 37):
«Hasta contra mí se indignó Yahveh por culpa vuestra, y me
dijo:
“Tú tampoco entrarás”».
El Deuteronomio menciona cinco lugares relacionados con la
Tierra de Promisión. Son: Bethpeor (4, 46), Heshbon (4, 46), Pisgah (4, 49), el
monte Nebo (34, 1), y el valle o las llanuras de Moab (34, 5-8). Todos los
comentarios bíblicos han admitido que estos lugares no han sido localizados.
Peale dice literalmente que estos lugares son desconocidos.
Pero en Cachemira, sí se encuentran estos lugares. Vamos a
verlos uno por uno:
Bethpeor significa la casa o el lugar de la apertura. El río
Jhelum es llamado Behat en persa y Vehath en lengua cachemira.
Bandipur, o Bandipoor, en Cachemira fue conocida por
Behatpoor.
dipur es el lugar de la apertura en el sentido de que a partir
de este lugar se abre el valle de Cachemira. También aquí, el río Jhelum pasa a
través de una puerta al lago Wular. Así Bethpoor (Behatpoor), parece, a todas
luces, ser el Bandipur que existe en Tehsil Sopore: Cachemira.
Heshbon se cita en conexión con pequeños lagos. En Cachemira
existe Hashba (Hazbal), un pequeño pueblo, famoso por sus lagos ricos en pesca,
situado a unos 19 kilómetros al noroeste de Bandipur.
El manantial de Pisgah (Pishnag) está aproximadamente a
kilómetro y medio al nordeste de Aham Sharif, un pequeño pueblo al pie del
monte Nebo. Sus aguas son famosas por sus propiedades medicinales.
Los llanos de Moab (Movu) están situados a unos seis
kilómetros y medio al nordeste del monte Nebo.
El monte Nebo y el monte Abarim han sido considerados como
uno mismo, pero la realidad es otra. En primer lugar el monte Nebo es uno de
los picos del monte Abarim. Por otra parte, el monte Nebo ha sido mencionado
junto con Bethpeor (Deuteronomio, 34, 1-6).
Establecida la identidad de Bethpeor, el monte Nebo debe
buscarse en sus proximidades. Por otra parte, los lugares denominados Bethpeor,
Heshbon, Moab y Pisgah se hallan todos ellos en Cachemira, y además en un área
que cubre solamente escasos kilómetros.
En Cachemira existe el monte Nebo (Baal Nebu, Niltoop),
situado a unos 12 kilómetros al nordeste de Bandipur. Newall llama a esta
montaña boo Hill. Desde lo alto de esta montaña se ve Bandipur y todo el valle
de Cachemira.
Este último detalle es importante, ya que Yahveh ordenó a Moisés
subir a la montaña desde la que vería la Tierra Prometida.
Hay un dato en la Biblia que indica que la Tierra Prometida
es Palestina:
«Yahveh le dijo a Moisés: “Sube a esta montaña de Abarim, y
contempla el país que he dado a los israelitas.”» (Números 27, 12).
Y el monte Abarim, ciertamente está en Palestina. Pero en
Cachemira existe, justo encima del monte Nebo, el monte Ablu. Desde el monte
Ablu se disfruta una vista maravillosa del valle de Cachemira.
Por lo demás, la Tierra de Promisión era un «país de
montañas y de valles que se riega con la lluvia del cielo» (Deuteronomio, 11,
11). Esta descripción coincide absolutamente con la descripción de Cachemira.
Palestina, por el contrario, no responde a las descripciones del País de
Promisión tal como nos lo describe la Biblia. Y ciertamente, añade Mohammad
Yasin, autor de la obra Mysteries of Kashmit (Misterios de Cachemira, que lleva
por subtítulo Cachemira, el país prometido) no existe otro país al este del
Jordán o del Eufrates, excepto Cachemira, que pueda aportar tantos manantiales,
ríos, abundancia de frutas y de flores, prados y verdes valles. Muy
acertadamente —afirma— Cachemira ha sido llamado Jannat-ut-duniya (El Paraíso
del mundo) y Bagh-i-Jannat (El jardín del Paraíso).
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 56 y siguientes
Las tradiciones cachemiras, tanto escritas como orales,
afirman que Moisés llegó a Cachemira, y que allí está enterrado. Así lo leemos
en la obra Hashmat-i-Kashmir: «Moisés llegó a Cachemira y la gente le escuchó.
Unos continuaron creyendo en él, otros no. Murió y fue enterrado aquí. La gente
de Cachemira llama a su tumba “El Santuario del Profeta del Libro”». Los textos
bíblicos ignoran la localización de la tumba de Moisés. Así lo leemos, por ejemplo,
en el Deuteronomio (34, 5-6): «Moisés, siervo de Yahveh, murió en la tierra de
Moab por orden de Yahveh. Le enterraron en el valle, en el país de Moab,
delante de Bethpeor; pero hasta hoy nadie conoce su sepultura». Nadie, excepto
los cachemires. Porque en lo alto del monte existe una tumba, venerada desde
hace 3500 años, aproximadamente, como la tumba del «Profeta del Libro», como la
tumba de Moisés. Desde esta tumba se ve Bethpeor (Bandipur) y no lejos de allí
están Hazbal (Hesbon), Moab y Pisgah. Los alrededores están llenos de lugares
conocidos por Muqam-i-Musa: significando el «lugar de Moisés». Sea dicho aquí
que Musa es el nombre árabe bajo el que también los cachemires conocen a
Moisés.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 59
En la ascensión hasta la tumba de Moisés, partiendo desde
Aham Sharif, ascensión que en ocasiones se hace algo difícil debido a lo
escabroso del terreno en el primer tramo del sendero, y a lo resbaladizo de la
pinaza del bosque en el trayecto restante, se invierten aproximadamente unas
dos horas. Téngase en cuenta también que, en Cachemira, ninguno de los lugares
citados en este libro, ninguno de los lugares sagrados para el pueblo cachemir,
está señalizado en forma alguna. Se debe conocer el terreno para llegar hasta
ellos. O se debe por lo menos dominar la lengua urdu o el cachemir, para
preguntar a los habitantes inmediatos al lugar que se quiere visitar, por la
localización exacta de éste.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 60
En Cachemira —¿tierra bíblica? — puede estar encerrada buena
parte del gato que se presiente en los negocios que sobre la Tierra han ido
floreciendo en nombre de Dios.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 66
El volumen II de la Introducción a la Ciencia Espacial,
publicado por la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, incluye un
capítulo de estudio de los OVNIs. Se afirma allí literalmente que OVNIs son
objetos materiales que están, o bien pilotados, o controlados por control
remoto por seres que son de fuera de este planeta. Y también se afirma que «las
visiones OVNI parecen extenderse a lo largo ya de 47 000 años».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 68
Hay momentos concretos a lo largo de la historia de la
Humanidad, en que figuras u objetos que descienden del cielo, intervienen en
los asuntos de los hombres, e incluso llegan a decidir nuestras disputas en uno
u otro sentido. En algunas ocasiones, la ayuda ha sido favorable al signo de la
Cruz, si bien el motivo de este favoritismo se nos escapa. Así aconteció en las
luchas de los cristianos contra los moros, y también durante la conquista de
América en las luchas contra los indios.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 75
De Europa nos vamos a tierras norteamericanas. Porque si
Yahveh hizo caminar a Moisés con sus seguidores por el desierto durante
cuarenta años, el dios de los aztecas obligó a éstos a una caminata de casi
3000 km, antes de que hallasen en una pequeña isla en medio del lago Texcoco,
al águila de su profecía devorando a una serpiente. Era el símbolo que les
indicaba que aquélla era su tierra de promisión. Los paralelismos entre el
éxodo del pueblo de Israel y el éxodo del pueblo azteca comienzan con la
personalidad misma de los dos protagonistas, Yahveh y Huitzilopochtli. Ambos
querían ser considerados como protectores e incluso como padres, pero eran
tremendamente exigentes, implacables en sus frecuentes castigos, y muy
irritables. Ambos les indicaron a sus pueblos elegidos que abandonasen la
tierra que habitaban. Ambos acompañaron personalmente a sus protegidos a lo
largo de todo el peregrinaje. Yahveh lo hizo como ya vimos en forma du una
curiosa nube o columna de fuego y de humo que les procuraba luz de noche y
sombra de día, o les señalaba el camino que debían tomar. Huitzilopochtli, a su
vez, acompañaba a los aztecas en forma de un gran pájaro. La tradición afirma
que fue un águila o una grulla blanca, que les iba indicando la dirección en la
cual debían caminar desde las tierras de Arizona y de Utah hasta el
emplazamiento de la actual capital de México. Pero lo más curioso es que los
dos pueblos —israelitas y aztecas— transportaban una especie de caja sagrada
que para ellos tenía una gran importancia y que servía para comunicarse
directamente con la divinidad. Los israelitas llevaban la famosa Arca de la
Alianza, y los aztecas llevaban un cofre, tal y como nos lo cuenta fray Diego
Duran, historiador contemporáneo de la conquista: «Cuando llegaban a un lugar
para quedarse en él durante algún tiempo, lo primero que hacían era construir
un templo que servía para alojar el cofre en que llevaban a su dios».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 76
La brevedad de un artículo no da para más. En el tintero se
han quedado centenares de casos OVNI en la Antigüedad, en la Edad Media y en
tiempos más recientes, hasta llegar a aquéllos que cité al principio, vistos
por Kenneth Arnold en 1947. Para enumerar solamente a algunos de los más
importantes, falta hablar de los Objetos Volantes No Identificados vistos por
Tutmosis III el Grande, por Alejandro Magno y por Timoleón (ambos en el s.
IV a JC), por Cayo Julio César y por Pompeyo (s. I a JC), y por Constantino el
Grande (s. III). También la espada volante vista sobre Jerusalén en el s. I y
citada por Flavio Josefo. Ni hay que olvidar el cuadro Madonna e san Jiovannino
de la escuela de Filippo Lippi (s. XV), en que junto a la Virgen aparece en el
cielo un OVNI, ni el OVNI citado en los anales de la Inquisición, y que
transportó al Dr. Torralba en viaje de ida y vuelta de Valladolid a Roma en
1527. Deben recordarse igualmente los fenómenos OVNI citados por Pedro de
Valdivia y por el cronista Pedro Cieza de León (s. XVI), y por Fray Junípero
Serra (s. XVIII). No deben omitirse los cilindros volantes vistos sobre
Nuremberg en el s. XVI, la viga aérea vista por Benvenuto Cellini, los globos
ígneos que sobrevolaron Basilea también en el s. XVI, la columna brillante que
se presentó la víspera de la batalla de Lepanto, una vez más en el s. XVI, los
OVNIs que evolucionaron sobre Cataluña en 1604, recogidos en el Diari de Jeroni
Pujades, iguales chismes volantes vistos sobre el mediodía de Francia en 1621,
la hostia volante que sobrevoló Braga en 1640, la bola volante que sobrevoló
Robozero, en Rusia, en 1663, y finalmente los 446 OVNIs reportados por el
director del observatorio mexicano de Zacatecas, en 1883. En absoluto puede
afirmarse —a la vista de este repertorio— que los OVNIs son una invención o un
fenómeno característico de nuestro siglo XX.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 77
Más adelante, Fray Junípero volvería a ser testigo de otro
episodio que nos lleva a pensar que hubo una preparación previa del terreno
para cuando llegara el momento oportuno. Resulta que el día 6 de agosto de
1772, un reducido grupo mixto integrado por Fray Pedro Cambón, Fray Angol
Somera y diez soldados, bajo las órdenes de Fray Junípero Serra, llegaba al río
de los Temblores, después de caminar 40 leguas al norte desde la ciudad de San
Diego, en la California septentrional. Una vez elegido el sitio adecuado para
erigir la cruz que presidiese aquel lugar, y en el preciso instante en que se
disponían a clavarla en el suelo, un considerable número de indígenas manifestó
su presencia profiriendo gritos y amenazas. La situación se estaba poniendo fea
para el reducido número de cristianos, cuando uno de los misioneros tuvo una
idea que les salvaría la vida. En esta ocasión, su fe movió montañas (o lo que
es lo mismo, redujo a corderos a los fieros nativos). Al fraile se le ocurrid
sacar del escaso equipaje que llevaban un cuadro de la Virgen de los Dolores, y
exponerlo a la vista del enemigo. El resultado fue absolutamente sorprendente:
los gritos y los gestos amenazadores cesaron bruscamente. En silencio, aquel
grupo de nativos fue acercándose al sitiado grupo de hombres de armas y cruz.
Uno a uno, los indígenas se inclinaron, en muestra evidente de respeto y sumisión,
al tiempo que fueron depositando junto al cuadro todos cuantos objetos de valor
adornaban sus cuerpos, amén de sus armas, arcos y flechas que momentos antes
empuñaban amenazadoramente. ¿Qué significaba para aquellos indios la visión de
esta Virgen? No lo sabemos. Pero todo parece indicar que reaccionaron a un
estímulo previamente inducido a la vista de una imagen similar.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 87
Ciertamente se prodigaron en tierras americanas las ayudas extrahumanas
a quienes portaban el signo de la cruz.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 88
Los guerreros catalanes, antes de emprender alguna lucha, se
encomendaban a san Jorge al igual que los guerreros de Palikir se encomendaron
a Sanoro, y obtuvieron gran protección —al igual que aquéllos—, particularmente
en ocasiones en que luchaban contra los musulmanes. Así, cuando los árabes
hubieron conquistado la ciudad de Barcelona y ésta hubo quedado arrasada, el
conde Borrell II se reorganiza en la cercana población de Manresa. Con muy
exiguas fuerzas decide volver sobre Barcelona, para intentar su reconquista
prácticamente imposible. Mas, al llegar, no tardaron en fijarse en un apuesto
guerrero que galopaba entre las nubes y que esgrimía un rayo por arma, con el
cual sembró la muerte y el terror entre los moros que caían a millares o huían
a todo correr. Desaparecido el misterioso caballero, al que nadie conocía, los
hombres de Borrell II y Catalunya entera lo tomaron por patrón, y la cruz que
lucía en su vestimenta pasó a formar parte del escudo de Barcelona y de muchas
otras ciudades y pueblos. En mis libros Las nubes del engaño y El muñeco humano
aporto más intervenciones de este caballero que defiende a cristianos contra
moros ayudando a Jaime I el Conquistador en la conquista de Mallorca, y a
los alcoyanos en la defensa de su ciudad, amén de otros casos similares, en que
determinada aparición celeste o sobrehumana actúa en defensa de determinado
bando de la lucha, en distintos lugares y épocas. Y en la época romana
Finalizaré aquí este breve repertorio con un caso extraído de la historia de
Roma, por cuanto también aquí, al igual que en la narración de la isla de
Pohnpei, la divinidad implorada acude a la llamada en auxilio del solicitante.
El personaje invocado aquí es Castor. Efectivamente, en el año 498 antes de JC,
el exiliado Tarquino se encaminó sobre Roma, con la intención de aplastarla con
aliados de treinta y seis ciudades de la Liga latina conducidos por Octavio
Manilio. La batalla se libró junto al lago Regilo, cerca de la actual Frascati.
Cuando al cabo de algunas horas parecía decantarse cierta ventaja en favor de
los etruscos, que consiguieron empujar a los romanos, Aulio Postumio, en su
desesperación, prometió un templo a Cástor si éste intercedía en la lucha.
Repentinamente, en una violenta carga contra el enemigo, se colocaron a la
cabeza de la caballería dos extraños y apuestos jinetes de una estatura
superior a la humana, que de inmediato se pusieron a dirigir la por ende
victoriosa carga.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 90
Dado que los relatos que nos refieren los cronistas de la
conquista de América difieren poco o nada, en algunos casos, de otros
testimonios similares recogidos en todas las épocas y en muchos lugares del
planeta por otros historiadores, creo que cabe poca duda acerca de la
observación de que alguien está encauzando desde siempre, sin preguntárnoslo,
nuestro destino.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 91
La senda del conocimiento puede conducir a la sabiduría o a
la perdición del buscador, y éste es el riesgo inherente a toda aventura humana
desde el momento mismo en que vislumbramos la posibilidad de acceder a la
inteligencia.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 92
Los indios hopi viven hoy en una reserva en el estado
norteamericano de Arizona, y su poblado principal es Oreibi, el más antiguo
lugar ininterrumpidamente habitado de Norteamérica. Josef F. Blumrich, el
ingeniero de la NASA que reconstruyó el esquema de la nave que vio y describió
en los textos bíblicos el profeta Ezequiel, y con quien tuve ocasión amplia de
intercambiar informaciones en sendos congresos de la Ancient Astronaut Society
celebrados en Crikvenica (Croacia) y en Múnich, vive en Laguna Beach, en
California, no lejos de la reserva de los hopi. Desde el año 1971 mantiene una
agradable amistad con el anciano indio White Bear, el cual le ha venido
narrando pacientemente a Blumrich los recuerdos ancestrales de su pueblo, que
forman parte de su actual tradición viva. El ingeniero Blumrich dispone hoy así
de casi cincuenta horas de cintas grabadas con narraciones y explicaciones
adicionales. Voy a resumir aquí los puntos que nos interesan de estas
grabaciones.
Kasskara y los siete
mundos
De acuerdo con la tradición hopi, la historia de la
Humanidad está dividida en períodos que ellos denominan «mundos», los cuales
están separados entre sí por terribles catástrofes naturales: el primer mundo
sucumbió por el fuego, el segundo por el hielo y el tercero por el agua.
Actualmente vivimos en el cuarto mundo. Y en total, la Humanidad deberá
recorrer siete.
No siendo comprobables históricamente los dos primeros
mundos, la memoria tribal de los hopi se remonta a la época del tercer mundo,
cuyo nombre era Kasskara. Éste era el nombre, en realidad, de un inmenso
continente situado en el actual emplazamiento del océano Pacífico. Pero
Kasskara no era la única tierra habitada. Existía también el «país del Este». Y
los habitantes de este país tenían el mismo origen que los de Kasskara.
Los Katchinas
llegaron por el aire
Los habitantes de este otro país comenzaron a expandirse y a
conquistar nuevas tierras, atacando Kasskara ante la oposición de ésta a
dejarse dominar. Lo hicieron con armas potentísimas (y uno piensa
inmediatamente en las armas devastadoras descritas en las antiguas epopeyas
hindúes, así como en la deflagración atómica de Sodoma y Gomorra), imposibles
de describir.
Tan sólo los elegidos, los seleccionados para ser salvados y
sobrevivir en el mundo siguiente fueron reunidos bajo el «escudo». Los
proyectiles enemigos reventaban en el aire, de modo que los elegidos colocados
bajo el «escudo» quedaban indemnes. Repentinamente, el «país del Este»
desapareció por alguna causa desconocida bajo las aguas del océano, y también
Kasskara comenzó a hundirse paulatinamente.
En este momento, los katchinas ayudaron a los elegidos a
trasladarse a nuevas tierras. Este hecho marcó el fin del tercer mundo y el
comienzo del cuarto.
Es preciso aclarar que, desde el primer mundo, los humanos
estaban en contacto con los katchinas, palabra que puede traducirse por
«venerables sabios». Se trataba de seres visibles, de apariencia humana, que
nunca fueron tomados por dioses sino solamente como seres de conocimientos y
potencial superiores a los del ser humano. Eran capaces de trasladarse por el
aire a velocidades gigantescas, y de aterrizar en cualquier lugar. Dado que se
trataba de seres corpóreos, precisaban para estos desplazamientos unos
artefactos voladores, unos «escudos voladores» —al igual que en las crónicas
romanas, al igual que en las crónicas de Carlomagno— que recibían diversos
nombres.
Escudos voladores
White Bear describe estos artefactos:
«Si de una calabaza cortas la parte inferior, obtendrás una
corteza; lo mismo debe hacerse con la parte superior. Si luego se superponen
ambas partes, se obtiene un cuerpo de forma de lenteja. Éste es básicamente el
aspecto de un escudo volador».
Hoy en día los katchinas ya no existen en la Tierra. Las
danzas katchinas, tan conocidas hoy en Norteamérica, son representadas por
hombres y mujeres en calidad de sustitutos de unos seres realmente existentes
antaño. Los katchinas podían en ocasiones tener un aspecto extraño, siendo así
que originariamente se solían confeccionar muñecas katchina para que los niños
se acostumbraran a su aspecto. Hoy en día, estas muñecas se fabrican
preferentemente para los turistas y coleccionistas.
El gran éxodo
Hecha esta aclaración, regresemos al cambio de territorio de
los antiguos habitantes de Kasskara.
La población, de acuerdo con el recuerdo tradicional de los
hopi, llegó a la nueva tierra por tres caminos diferentes. Los seleccionados
para recorrerla, inspeccionarla y prepararla, fueron llevados allí por aire, a
bordo de los escudos de los katchinas. El gran resto de la población tuvo que
salvar la enorme distancia a bordo de barcas. Y cuenta la tradición que este
viaje se efectuó a lo largo de un rosario de islas que, en dirección noreste,
se extendía hasta las tierras de la actual América del Sur.
La tocada por el rayo
La nueva tierra recibió el nombre de Tautoma, que viene a
significar «la tocada por el rayo». Tautoma fue también el nombre de la primera
ciudad que erigieron, a orillas de un gran lago. De acuerdo con los
conocimientos actuales, Tautoma se identifica con Tiahuanaco, mientras que el
lago corresponde al Titicaca, en la frontera actual de Perú con Bolivia.
Posteriormente, un cataclismo convulsionó a la ciudad,
destruyéndola, motivo por el cual la población se fue desperdigando por todo el
continente. Durante un largo período de tiempo estos hombres procedentes del
Pacífico se fueron repartiendo en grupos y clanes por los dos subcontinentes.
Algunos de estos clanes iban en compañía de los katchinas, quienes a menudo
intervinieron para ayudarles.
De la selva a la
pared de hielo
Los hopi formaban parte del grupo de tribus que emigraron en
dirección norte, y sus leyendas recuerdan un período en el que atravesaron una
calurosa selva, y un período en el que se toparon con una «pared de hielo» que
les impidió el avance hacia el norte, y les obligó a volver atrás.
El ingeniero Josef F. Blumrich, comentando lo sorprendentes
que pueden llegar a parecer algunas de estas tradiciones, recuerda que todavía
hoy en día siguen vivas a través de diversas ceremonias.
La ciudad roja
Mucho tiempo después de estas migraciones todavía había
clanes que seguían conservando las antiquísimas doctrinas. Estos clanes se
reunieron y construyeron una ciudad «de importancia trascendental, que recibió
el nombre de “la ciudad roja”», a la que se identifica con Palenque, en el
Yucatán mexicano.
En dicha ciudad fue establecida la escuela del aprendizaje,
cuya influencia todavía puede descubrirse en algunos hopi.
Los maestros de dicha escuela eran los katchinas, y la
materia de enseñanza estaba compuesta esencialmente por cuatro apartados: 1.
Historia de los clanes; 2. La naturaleza, las plantas y los animales; 3. El
hombre, su estructura y su función física y psíquica; 4. El cosmos y su
relación con el hacedor.
Tras un posterior período de numerosos enfrentamientos entre
las ciudades establecidas en el Yucatán, sus habitantes abandonaron la zona y
reemprendieron la migración hacia el norte. Durante aquella turbulenta época
los katchinas abandonaron la Tierra. Los pocos clanes que han seguido
manteniendo vivo el antiguo saber se juntaron más tarde en Oreibi, siendo ésta
la razón de la especial importancia de este lugar.
Túneles e instalaciones
subterráneas
Tras haber recogido toda la información que le ha sido
posible sobre los katchinas, Blumrich llega a las siguientes conclusiones sobre
estos seres que, sin ser considerados en ningún momento como divinidades —y
esto es importante—, se sitúan en el plano cósmico de injerencia directa en el
quehacer humano: tenían cuerpo físico, tenían apariencia de hombres, en muchos
aspectos se comportaban como hombres, pero disponían de unos conocimientos muy
superiores a los propios hombres.
Poseían artefactos voladores, y un enigmático escudo que
rechazaba a los proyectiles enemigos a elevada altura. Eran además capaces de
engendrar niños en las mujeres sin mediar contacto sexual. A todo ello hay que
sumar las habilidades que los humanos aprendieron de los katchinas, la más
importante de las cuales fuera quizás el corte y transporte de enormes bloques
de piedra y, en relación con ello, la construcción de túneles y de
instalaciones subterráneas.
Los mensajeros de los
dioses
Además de lo que afirma Blumrich con referencia a los hopi,
que él estudió en profundidad, podemos corroborar algunas de sus constataciones
observando las costumbres de sus inmediatos vecinos, los indios zuñi y pueblo,
que junto con los hopi forman el grupo de pueblos agricultores de la actual
Arizona.
Así, por ejemplo, los zuñi, cuyos templos son cámaras
ceremoniales terráneas, conservan el culto de la serpiente emplumada como
deidad celeste, lo que indica el origen mexicano de ciertos elementos de su
religión al enlazar directamente con la imagen y culto de Quetzalcóatl
(identificado con Kukulkán y Gucumatz) que fue también serpiente emplumada y
voladora, corroborando así en cierta forma las narraciones de los hopi que
afirman haberse establecido durante un tiempo en el área del Yucatán.
Los mismos zuñi rinden igualmente culto a los katchinas,
para ellos mensajeros e intermediarios entre las deidades del cielo y el ser
humano. Con lo cual se identifican prácticamente con los seres —emisarios o
mensajeros de la divinidad— que en los textos bíblicos actúan bajo el concepto
de ángeles.
Otro dato curioso es que este grupo de indios pueblos
practican el arte de la pintura en seco, de arena o de polen, frente a sus
altares, para las ceremonias religiosas. El origen de este arte es desconocido,
y el mismo es practicado igualmente en el Tíbet y entre algunas tribus de
Australia.
Tecnología punta
Pero regresemos a las observaciones que efectúa Josef
F. Blumrich, sin perder de vista al hacerlo que se trata de las
observaciones de un ingeniero con cargo de directivo de la NASA.
Afirma que los hopi cuentan que los escudos voladores de los
katchinas se desplazaban a enormes velocidades gracias al impulso de una
«fuerza magnética». En relación con ello, argumenta Blumrich que ni los hopi ni
nosotros sabemos de qué se trata concretamente. Y que nosotros, por ejemplo,
todavía no sabemos qué es realmente la gravitación. El día en que logremos
descifrar este enigma, existirá la posibilidad de que incluso nosotros podamos
volar sin limitación alguna.
Cabe recordar, sin embargo —volviendo a lo que afirman los
hopi— que Jonathan Swift vertió en su obra Los viajes de Gulliver datos
astronómicos correctos acerca de los satélites de Marte, que nadie en su época
podía conocer y que no fueron corroborados por nuestros astrónomos hasta 150
años más tarde. Swift le hace decir a Gulliver —personaje central de esta obra—
que estos datos se los comunicaron los tripulantes de un artefacto volante
circular y resplandeciente (como los «escudos» de los katchinas) gobernado a
voluntad por estos tripulantes recurriendo al magnetismo. La fuerza magnética
por lo tanto que afirman los hopi que servía para desplazar a sus escudos
voladores.
En cuanto al escudo capaz de hacer explosionar los
proyectiles enemigos en el aire, recuerda Blumrich que los rusos estaban
desarrollando hace ya años unos haces de protones capaces de destruir a los
cohetes en pleno vuelo, mientras que en los Estados Unidos se estaban
realizando ensayos con rayos de electrones parecidos, que tienen esta misma
capacidad.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 93 y siguientes
Existe una nutrida literatura y suficientes investigadores
que mantienen la hipótesis de que debajo de la superficie de nuestro planeta
habitan seres inteligentes desconocidos por nosotros. Existen diversas
hipótesis acerca de la posibilidad de que inteligencias procedentes de fuera de
nuestro planeta posean puntos de apoyo subterráneos o subacuáticos en el
planeta Tierra.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 99
Hay más de un investigador que afirma que el polo Norte
alberga tierras cálidas y la entrada hacia un mundo interior.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 100
El monte Shasta
Los indios hopi afirman que sus antepasados proceden de unas
tierras hundidas en un pasado remoto en lo que hoy es el océano Pacífico. Y que
quienes les ayudaron en su éxodo hacia el continente americano fueron unos
seres de apariencia humana que dominaban la técnica del vuelo y la de la
construcción de túneles e instalaciones subterráneas. Los hopi están asentados
hoy en día en el estado de Arizona, cerca de la costa del Pacífico. Entre ellos
y la costa, se halla el estado de California. Y en el extremo norte de este
estado existe un volcán nevado, blanco, llamado Shasta. Las leyendas indias del
lugar explican que en su interior se halla una inmensa ciudad que sirve de
refugio a una raza de hombres blancos, dotados de poderes superiores,
supervivientes de una antiquísima cultura desaparecida en lo que hoy es el
océano Pacífico. El único supuesto testigo que accedió a la ciudad, el médico
Dr. Doreal, afirmó en 1931 que la forma de construcción de sus edificios le
recordó las construcciones mayas o aztecas.
El nombre Shasta no procede del inglés, ni de ninguno de los
idiomas ni dialectos indios. En cambio, es un vocablo sánscrito, que significa
«sabio», «venerable» y «juez». Sin tener noción del sánscrito, las tradiciones
indias hablan de sus inquilinos como de seres venerables que moran en el
interior de la montaña blanca por ser ésta una puerta de acceso a un mundo
interior de antigüedad milenaria.
Notificaciones más recientes de los habitantes de la cercana
colonia de leñadores de Weed refieren apariciones esporádicas de seres vestidos
con túnicas blancas que entran y salen de la montaña, para volver a desaparecer
al tiempo que se aprecia un fogonazo azulado.
Narraciones recogidas de los indios sioux y apaches
confirman la convicción de los hopi y de los indígenas de la región del monte
Shasta, de que en el subsuelo del continente americano mora una raza de seres
de tez blanca, superviviente de una tierra hundida en el océano. Pero también
mucho más al norte, en Alaska y en zonas más norteñas aún, esquimales e indios
hablan una y otra vez de la raza de hombres blancos que habita en el subsuelo
de sus territorios.
Una ciudad bajo la
pirámide
Descendiendo hacia el Sur, recogí en la primavera de 1977 en
México la creencia de que bajo la pirámide del Sol en Teotihuacán (la «ciudad
de los dioses»), se esconde por el lado opuesto de la corteza terrestre —o sea
en el interior del subsuelo— una ciudad en la cual se afirma que se halla el
dios blanco.
400 edificios
vírgenes
Si de aquí nos trasladarnos a la península del Yucatán,
hallaremos en su extremo norte, oculta en la espesura de la selva, una ciudad
descubierta en 1941 que se extiende sobre un área de 48 km2, y que guarda en el
silencio del olvido más de 400 edificios que en alguna época remota conocieron
esplendor.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 100
Descendiendo hacia el Sur, recogí en la primavera de 1977 en
México la creencia de que bajo la pirámide del Sol en Teotihuacán (la «ciudad
de los dioses»), se esconde por el lado opuesto de la corteza terrestre —o sea
en el interior del subsuelo— una ciudad en la cual se afirma que se halla el
dios blanco.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 101
… cuentan los lacandones que saben de sus antepasados que en
la extensa red de subterráneos que surcan su territorio, se hallan en algún
lugar secreto unas láminas de oro, sobre las que alguien dejó escrita la
historia de los pueblos antiguos del mundo, amén de describir con precisión lo que
sería la Segunda Guerra Mundial, que implicaría a todas las naciones más
poderosas de la Tierra.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 105
… sabemos desde la época de la conquista que los nativos
(incas) ocultaron sus enormes riquezas bajo el subsuelo, para evitar el saqueo
de las tropas españolas. Todo parece indicar que utilizaron para ello los
sistemas de subterráneos ya existentes desde muchísimo antes, construidos por
una raza muy anterior a la inca, y a los que algunos de ellos tenían acceso
gracias al legado de sus antepasados. Posiblemente, el desierto de Atacama en
Chile sea el final del trayecto, en el extremo Sur.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 107
Ahora que había regresado (de la cueva de los tayu), y que
le demostré hasta dónde había llegado, su actitud cambió por completo: me abrió
su pequeño museo junto a la sede de la Empresa Minera Cumbaratza y de la
Empresa Minera del Sur, en Guayaquil, me mostró parte de su oro, sus fotografías
del interior de los túneles, y me obsequió con un plano de los mismos: «Es
usted el primer extranjero que ha tenido el arrojo de ir solo hasta las cuevas.
Otros lo han intentado, pero nunca nadie había ido solo. Ha crecido enormemente
mi respeto por usted, por lo que, la próxima vez que venga, le prometo
acompañarle a la selva. Solamente le pido a cambio que no publique
absolutamente nada de lo que ha visto ni de lo que le he estado explicando». No
hacía falta que insistiera en ello. Conozco bien las reglas y sé respetarlas:
por ética y por propia seguridad, pues queda mucho camino por recorrer.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 108
De hecho, yo podía haber publicado un libro sobre mi viaje a
los Tayos («Tayu Wari» en el idioma de los nativos) tan pronto como regresé a
Barcelona, en la primavera de 1986. Pero no me parecía ético. Prefería seguir
buscando en esta dirección, como en tantas otras, en silencio. Prefería la
postura del propio Moricz, cuando le pregunté qué pasaría si él moría antes de
poder dar al mundo el mensaje que se había traído del interior de las cuevas:
«No pasaría nada. Entonces no habré sido yo el elegido para dar este mensaje».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 112
El 23 de julio de 1969 se firmó en Guayaquil un documento
que comenzaba así: «Los abajo firmantes, integrantes de la expedición a las
cuevas descubiertas y denunciadas en el Ecuador por el Sr. Juan Moricz,
nos comprometemos formalmente a no formular declaración alguna periodística,
radiodifundida, televisada u otras de similar naturaleza, ni a publicar
fotografía alguna relacionada con la expedición, sus incidencias, los objetos
preciosos existentes en el interior de las cavernas, la ubicación geográfica
del lugar descubierto, las teorías o hipótesis a que conduce el descubrimiento
y en general respecto de todos los pormenores de la expedición». Etc. De hecho,
yo podía haber publicado un libro sobre mi viaje a los Tayos («Tayu Wari» en el
idioma de los nativos) tan pronto como regresé a Barcelona, en la primavera de
1986. Pero no me parecía ético. Prefería seguir buscando en esta dirección,
como en tantas otras, en silencio. Prefería la postura del propio Moricz,
cuando le pregunté qué pasaría si él moría antes de poder dar al mundo el
mensaje que se había traído del interior de las cuevas: «No pasaría nada.
Entonces no habré sido yo el elegido para dar este mensaje». Pero apareció
recientemente un artículo sobre los Tayos, firmado por alguien que nunca estuvo
cerca de los mismos, ni mucho menos al borde de su entrada. Valga decir aquí de
paso que tampoco Erich von Däniken estuvo jamás en la selva que encierra estas
cuevas. Un mes después de este reportaje, apareció un artículo sobre el túnel del
«Templo de la Luna», al que descendí con Juan José Benítez en Costa Rica en
octubre de 1985. Honestamente creo que no era momento todavía de publicar nada
sobre ninguno de los dos túneles. En el caso de los Tayos, me obligan a
publicar parte de mi propio testimonio, en apoyo de sus mismas afirmaciones.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 112
En vez de ir conmigo a la selva como estaba previsto, Janos
Moricz me invita a acompañarle a Vilcabamba —el pequeño valle andino con mayor
índice de longevidad de América—, no sin antes darme un consejo: «Llévese
bastantes botellas de aguardiente de caña. No para usted, sino para la mula,
por si ésta flaquea en la selva: un trago de aguardiente la levanta de golpe.
Además, es lo más seguro: montado en la mula no le morderá ninguna serpiente».
Me llevo aguardiente y whisky para mí. Viajo al sur del Ecuador, casi a la
frontera con el Perú, en un «Trooper» de la Empresa Minera del Sur y en
compañía de Zoltán. «¿Por qué no se olvida de los Tayos? Verá cómo le gustan
las minas. Es toda una experiencia. Escriba un libro sobre las minas y sobre el
oro. Le daremos toda la información que precise y en Vilcabamba estamos
abriendo una nueva prospección. Puede vivir allí como invitado nuestro el
tiempo que quiera». No sabían con quién estaban hablando.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 113
Bien entrada la noche llega por fin un responsable con poder
de decisión. Le pregunto qué significa aquella retención y aquella actitud
hostil hacia mí, dado que tenía mis papeles en regla, venía desarmado y contaba
con un salvoconducto del Gobernador de la zona, que instaba a todos los
habitantes de la misma a prestarme ayuda. Me contestó que aquel salvoconducto
era papel mojado en el territorio de su tribu, y yo estaba en el fondo
completamente de acuerdo con él en este extremo. Y continuó: «Éste es nuestra
selva y nuestro territorio, y tú has entrado en él sin nuestro permiso. Si
fueras portador de un permiso nuestro, la costumbre de nuestro pueblo nos
obligaría a protegerte mientras estés aquí, y nos obligaría a acompañarte hasta
que volvieras a salir de nuestra selva con vida, aunque en ello muriera alguno
de los nuestros. Pero dado que has entrado en nuestro territorio sin avisarnos
de tu llegada, debes saber que, si mañana desapareces en estos parajes, si te
matamos esta noche, nadie se va a enterar nunca de ello. Nadie conocería tu
paradero ni podría venir en tu ayuda. Desaparecerías para siempre». Aquella
primera noche dormí sin llegar a pegar ojo. Con el machete a mano y el cuchillo
escondido en una de mis botas. Si la cosa se ponía fea eran unos 50 individuos,
repartidos en 9 cabañas, los que tendría frente a mí. Tampoco ellos se fiaban
de mí. Nadie quiso acogerme en su cabaña. Al día siguiente seguí inquiriendo el
motivo de aquella desconfianza y de aquella hostil acogida, que para mí no era
lógica en una tribu de su estilo: «Es que puedes ser un espía». Me acordé de
repente de que el Gobernador me había advertido que no me adentrara solo en
aquella zona de la selva, dado que los jíbaros shuaras estaban en guerra entre
sí, entre tribus: unos querían ser ciudadanos ecuatorianos «oficiales» y los
otros preferían seguir siendo los hijos de la selva y dueños de su propia
libertad e independencia. Pensaban que yo podía ser un espía que trabajaba para
alguno de los bandos contendientes…
… Cuando insistí en que no tenía nada que ver en esta lucha, acabó por confesarme: «También puedes haber venido para espiar las piedras». Aquello ya me intrigó muchísimo más. ¿Espiar las piedras? «Sí, puedes haber venido para espiar las piedras que constituyen la razón de nuestra existencia aquí». Le dije que sí, que ése era precisamente el motivo de mi viaje. En los días siguientes fui indagando más y más aspectos de lo que había detrás de estas piedras: averigüé así que la razón de vivir de estos indios —en esta zona concreta— se debía al hecho de que eran los guardianes de lo que se ocultaba debajo de sus pies, en el subsuelo de aquel pedazo de selva: los agujeros que pertenecían a otros seres que ellos desconocían, pero que el legado de sus padres y abuelos afirmaba vivían en aquellas profundidades. Nunca los habían visto ellos, pero cuando descendían a las cuevas en alguna ocasión veían sombras que huían rápidamente en la penumbra, y que dejaban huellas de pisadas en el lodo. Me fui ganando la confianza de aquellos jíbaros distintos hasta lograr que por fin aceptaran tatuarme en el brazo el mismo signo que ellos llevan marcado en el rostro: sería mi salvoconducto para futuras incursiones en su territorio. El veterano Waharai acabó llenando de humo una gran hoja que tomó de los alrededores, afiló una rama en punta y fue pinchándome con paciencia hasta grabarme aquel signo con humo en la piel. Pero antes, con tiento y paciencia, fui averiguando día a día y noche a noche la historia de las piedras. Me acompañaron además hasta la boca de entrada de Tayu Wari, la gran boca negra en la que anidan los tayos, pájaro sagrado que guarda en la tradición el acceso al mundo subterráneo. De regreso, hicimos un alto en el río que separa la boca de la cueva del poblado en el que vivía. De repente, me dice uno de ellos: «La otra entrada que buscas está frente a ti. Mira atentamente. Nunca podrás penetrar en ella, pues la guardan las boas. Dos niños de una misma mujer de nuestra tribu han muerto devorados por las boas, uno cada año, el anterior y éste, mientras jugaban aquí en la orilla del río».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 117-118
De acuerdo con los relatos que personalmente me hicieran
Janos Moricz y su compañero Zoltán en Guayaquil y en Vilcabamba, y de acuerdo
también con los relatos que escuché en la selva de boca de los transmisores de
los conocimientos antiguos de su tribu —entre ellos los jíbaros shuaras
Wamputsar y Kajekai Wajarai Nunkuich, así como Venancio, que me abordó mientras
estaba solo en el riachuelo de la selva lavando mi ropa—, relatos que en lo
esencial coinciden con los recogidos de boca de Moricz por Salvador Freixedo y
por el matrimonio Marie-Thérése Guinchard y Pierre Paolantoni, el interior de
Tayu Wari alberga lo siguiente: Una vez descendida la oscura chimenea de más de
80 metros de profundidad en la que anidan los pájaros sagrados llamados tayos,
recorridos los primeros 300 metros de subterráneos y atravesada la gran
estancia bautizada por Moricz como «Domo de Nuestra Señora del Guayas», hay que
recorrer dos galerías largas, hasta que se dobla un recodo de 90 grados que
forma el mismo pasadizo, y que a renglón seguido conduce a una curva en sentido
contrario. De allí se desemboca en una sala circular. En su centro hay una mesa
redonda tallada en piedra, rodeada de siete asientos que son también de piedra.
En la pared de roca, detrás de cada asiento, una abertura rectangular. A partir
de aquí hay que penetrar en la abertura que está orientada hacia el Sur. Un
pasadizo pequeño, bajo y estrecho, asciende por una pendiente poco pronunciada.
Al cabo de una hora larga de lenta ascensión, el túnel vira hacia el Sureste y
asciende ahora en una pendiente más acentuada. Poco después, el túnel se
estrecha aún más, ahora en descenso, y hay que continuar a gatas. Al poco rato
se percibe una luz, al final de la pendiente. La boca del túnel queda separada
del exterior por una potente cascada de agua que la cubre por completo. Una vez
cruzada la cascada, se llega a un promontorio, abierto en lo alto sobre la
selva virgen, y que da paso a una enorme gruta. Junto a ella, en la pared de la
roca que forma un precipicio a plomo sobre la selva virgen que se divisa abajo
en el valle, un resbaladizo camino enlosado forma una estrechísima cornisa que
conduce hasta otra abertura —esta vez pequeña— en la roca: se trata de una
pequeña cavidad de solamente tres metros de profundidad. En el piso de esta
pequeña estancia hay dos losas cuadradas de medio metro de lado cada una.
Debajo de ella, una estrecha escalera de piedra, que hay que descender hasta
llegar a una galería de piso de tierra. Al final de la misma, una bajada
extremadamente peligrosa que desemboca en una nueva gruta que alberga un
pequeño lago de unos 40 metros de ancho. Continúa a partir de aquí una galería
horizontal que se extiendo a lo largo de algo más de un kilómetro, para virar
luego hacia el Oeste e iniciar una bajada poco pronunciada. Por este camino se
llega al cabo de una hora larga de marcha a una nueva gruta, mucho más pequeña
que la anterior, y que también posee un pequeño lago interior. Al retirarse el
agua de este lago —fenómeno que se produce en determinadas circunstancias—
aparece en su fondo, a unos diez metros de profundidad, una galería lateral. Al
cabo de unos metros, una larga escalera ascendente conduce hacia un nuevo
pasadizo superior, horizontal, extremadamente estrecho y de algo más de metro y
medio de altura, que avanza en espiral. Al final, una escalera descendente muy
pronunciada. Un poco más adelante, una nueva cavidad, en cuyo centro se halla
una especie de altar. Más allá, un enorme pórtico abre el paso a una galería
ancha, que se desanda cómodamente hasta llegar a una suave pendiente que
desemboca en una gruta. En esta gruta, una luz procedente de una especie de
lámpara giratoria ilumina numerosos esqueletos humanos totalmente recubiertos
de oro. Junto a ellos, ingentes cantidades de joyas de todo tipo. En el centro
de la estancia se halla una mesa o pupitre de piedra, sobre el cual se hallan
unos libros cuyas hojas son de oro. Sus páginas están cubiertas de
jeroglíficos, y contienen la historia de todas las civilizaciones de la Tierra.
Allí moran los habitantes de estas cavernas. Más bajos que nosotros. Se mueven
como sombras en la penumbra. Ningún extraño debe tocar nada de lo que allí ve.
De lo contrario, nunca más hallará el camino de salida.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 119
Ésta es la historia y existe el lugar. Pero podría ser que
no fuera éste el lugar de esta historia. Porque un lugar así, naturalmente, se
cubre con habilidad. Si te aventuras tras las huellas que dejo en este
reportaje, no hallarás más que un conjunto de cuevas entrelazadas, y unos
indios que guardan silencio. Pocas son en estos momentos las personas que
conocen las claves correctoras para llegar a la biblioteca de oro. Este
reportaje te muestra la cerradura. Pero si no posees la llave, nunca llegarás a
abrir la puerta. Si intentas forzarla, reventarás en el intento. Lee, escucha,
documéntate en otras fuentes, en otros textos, en otros libros. Existen. La
llave existe, por fortuna para los auténticos buscadores. Solamente hay que ser
sincero consigo mismo, ser honesto, y saber leer cada frase en varios sentidos.
De la habilidad y limpieza de propósitos del buscador depende —exclusivamente—
el dar con la llave de este legado. Recuerda siempre que solamente llega aquél
que realmente merezca llegar.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 121
Debajo de la isla de Pohnpei, en el océano Pacífico, se
esconde una página secreta de la historia de la Humanidad. Por esta razón, los
iniciados de la hermandad de los ‘tsamoro’ le dan a su isla justamente este
nombre: «Sobre el secreto». Un lugar que le sigue ocultando al extraño gran
parte, precisamente, de sus conocimientos secretos. El único que ha trascendido
más allá de sus límites, sigue sin estar resuelto: frente a sus costas se
asientan las ruinas de la enigmática ciudad acuática de Nan Madol, construida
—nadie sabe cuándo ni por quién— con gigantescos bloques de basalto sobre 91
islotes artificiales. Invadida por la jungla y los manglares, continúa siendo
para los nativos una ciudad prohibida, que —de acuerdo con su tradición— acecha
con la muerte a quien osa permanecer en ella después de la caída del Sol. En
este enclave de las Carolinas orientales, en la Micronesia, averigüé sobre el
terreno cuanto allí se esconde. Acumulando vivencias en la jungla de los montes
y en los manglares de las aguas litorales, conviviendo con los transmisores del
conocimiento de la isla, he ido recomponiendo el rompecabezas de la desafiante
historia de Pohnpei —descubierta por navegantes espaciales en el siglo XVI— que
mantiene a muerte un solo principio: no revelar jamás todo lo que alberga.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 122
En 1939 había aparecido en la Prensa alemana una curiosa
noticia: afirmaba ésta que submarinistas japoneses habían efectuado inmersiones
en la isla Carolina de Ponape (la antigua Pohnpei) y habían sacado del lecho
del mar trozos de platino. Pero no de alguna formación natural recubierta de
coral, sino de un tesoro submarino. Noticias posteriores afirmaban que en la
costa oriental de Pohnpei se hallaban diseminadas en una amplia área
misteriosas construcciones cubiertas por la jungla: un sistema de canales,
muros ciclópeos, ruinas de fortificaciones, ruinas de palacios…
… sta misteriosa ciudad submarina albergaba tesoros concretos, debiéndose hallar en el centro de la misma una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yacían allí. Pero aquí viene lo asombroso: cada una de estas momias estaría encerrada en un sarcófago de platino. Éstos son los sarcófagos que —ya en época de la dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos guerras mundiales— habrían localizado los submarinistas nipones. De acuerdo con estos testimonios, habrían ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos submarinistas ya no volvieron a emerger. Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 123
Pohnpei se presentaba como un reto fascinante. Pero quedaba
una sola duda: ¿se trataba de comentarios fantasiosos de gente ávida de
sensacionalismo? Para despejarla, valía la pena estar volando, como lo
estacamos haciendo Miquel Amat y yo, en pos del Sol. «Allí la gente no va». Que
esto no lo hacía nadie, que la gente se iba, pues… a Hawaii o a las Fidji, pero
allí no: «Allí se comen a la gente», me decía un oficial de inmigración en el
aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 105
El 9 es —para las empresas de la especie humana— el símbolo
del nacimiento. Entre otras, lo refleja así claramente por ejemplo la cábala
lingüística de las voces «nueve-nuevo-nave-huevo» («novem-novum-navis-ovum»),
que cobra todo su vigor en el gay saber de los argotiers, en el argot de
aquellos que construían la obra en el país del gallo, en la Galia:
«neuf-neuf-nef-oeuf». En el relato pohnpeyano reaparecen estos mismos
elementos: la nave, tripulada por nueve parejas, para construir un país nuevo,
lo cual significa un nacimiento, simbolizado por el huevo.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 127
En el reino de Kiti, puede llegar a constituir una de las
experiencias más cautivantes en la vida de cualquier persona que busca. Como
puede también convertirse en un sendero sin retorno. O ser simplemente una
excursión por la jungla. Todo depende de la motivación con que uno emprende la
ascensión hasta el núcleo habitado más elevado de Pohnpei. Allí se halla el
germen inicial de todo cuanto tiene que ver con los misterios de la isla…
Días antes le había preguntado a Masao —uno de los iniciados de la isla— por el significado del nombre ‘Salapwuk’: «Allí hay una roca. Cuando la veas, sabrás por qué se llama Salapwuk», me contestó escuetamente, para advertirme a renglón seguido: «Si logras subir con los contactos adecuados a las montañas, los celadores del lugar te mostrarán algo si creen que eres merecedor de ello; pero jamás te permitirán acceder a las cosas secretas que allí hay».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 128-129
De cuanto se puede explicar, lo más importante que me traje
de las espesuras de Salapwuk fue la explicación de su celador visible, Pernis
Washndon, de que estos montes y la isla misma no constituían más —como su
propio nombre esotérico («Sobre el secreto») indica— que un tapón que esconde,
al tiempo que señaliza, el emplazamiento del auténtico misterio que se oculta
en sus profundidades. No tardaría en averiguar que este misterio guardaba
estrecha relación con las noticias aparecidas a finales de los años 30 en la
Prensa alemana. De regreso del reino de Kiti pude ya, con lo averiguado en
Salapwuk, poner todo mi empeño en averiguar el motivo de la existencia en la
isla de una ciudad construida sobre islotes artificiales, aprovechando su
arrecife coralífero. Para ello había que remontarse a la aparición en la isla,
en épocas remotas, de una pareja de instructores llegados desde el aire, en una
nube, con la finalidad de buscar un emplazamiento idóneo para la construcción
de una ciudad-santuario. Hallaron este emplazamiento en un lugar en el que
vieron luces bajo el agua, en el mar. Supieron por ellas que era éste el lugar
en el que debían construir una ciudad provocativamente distinta, sobre islotes
artificiales, para señalizar la singularidad de aquel lugar. Porque las luces
que vieron les indicaban la existencia, allí, de construcciones artificiales
muchísimo más antiguas, sumergidas bajo las aguas litorales de Pohnpei. Allí
estaba el inicio del ovillo que conducía al secreto que daba nombre y
significado a la isla. Todo un reto para esoteristas, arqueólogos e
historiadores.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 130
Por debajo de los Sau Rakim, que eran los máximos iniciados
de la isla, existía una sociedad secreta, la sociedad de los tsamoro.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 132
«Las inundaciones arrancaron toda la tierra de la isla»
dicen las tradiciones. Después de haberse retirado nuevamente las aguas,
alguien procedió a reconstruir un túmulo de rocas en Salapwuk, en el reino de
Kiti. Pernis Washndon (el celador de los misterios de estos montes) me dijo en
este contexto que Salapwuk no era más que el tapón que tapaba un secreto que se
encerraba debajo del lugar que estábamos pisando. Y considerando que Salapwuk
debe su razón de ser a la primera piedra, a la piedra angular, obligado es aportar
aquí el dato de que en el texto apócrifo Testamento de Salomón, la piedra
angular es aquella que se pone encima de la puerta del templo.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 132
Lo que ingerimos aquí, en Pohnpei, es una droga
adormecedora, la kawaína, cuyos efectos se comienzan a advertir en una
insensibilización de los labios y de la punta de la lengua. Es un principio
activo modificador del sistema nervioso, que produce la parálisis de las fibras
centrípedas. El abuso de su ingesta puede conducir finalmente a una caquexia
mortal. De todas formas, esto no se da entre los habitantes de Pohnpei, que
saben dosificarse perfectamente su ración diaria de sakau. Precisamente porque
no toman el sakau por drogadicción, sino porque constituye para ellos
ancestralmente un vehículo de comunicación sagrado. De comunicación con seres
superiores.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 134
Padre extraterrestre
y madre terrestre
Comienza la conexión celeste de los antiguos pohnpeyanos con
un hombre llamado Kanekin Zapatan, descendido de las alturas, de un lugar
desconocido, a Pohnpei, acompañado de un grupo de personas que sabían volar.
Kanekin Zapatan se fija en la hija de un jefe nativo. Tenemos así a un hombre
descendido del cielo que se casa con una mujer terrestre. Ya conocemos eso de
los textos bíblicos. Urgido para el regreso por sus acompañantes, reclama sus
alas y su aditivo capilar —un casco que llevaba— para poder reunirse en las
alturas con los suyos. Le acompaña también su mujer, y literalmente dice la
tradición: «Metió a la mujer en el cabello y alrededor de él ajustó el nudo».
¿Cabría en aquella remota época mejor concreción para indicar que le puso un
casco, imprescindible para levantar el vuelo?
Huye pues con la hija del jefe nativo, que en el trayecto da
a luz a un niño distinto, dotado de grandes poderes mágicos. Este niño se
llamará Luk, al que dejan en tierra mientras ellos prosiguen su vuelo. Más
adelante Luk enciende una hoguera, para ascender en su humo, sobre un tambor,
al cielo, imagen ésta que puede equipararse a la del despegue de un cohete
portador de una cápsula tripulada. Al reencontrarse con sus padres les recuerda
que «me engendrasteis en la Tierra». La narración también afirma de él que
«sabía andar sobre el mar». Se suceden los símiles con pasajes bíblicos.
Dominaban la técnica
del vuelo
«En aquella época» —me cuenta Masao al pie del camino que
conduce hacia Nan Madol— «la raza de los hombres era distinta. Estaban más
dotados, ya que eran capaces de transformar la piedra y de efectuar trabajos
muy difíciles en la misma, pero esta gente habilidosa ya no existe hoy en
Pohnpei. Hoy ya no son como la gente de antes, son distintos, ya que aquéllos
poseían poderes mágicos y eran fuertes».
Un curioso invento lo constituyen los sacos voladores que
aparecen en algún que otro relato de los tiempos antiguos de la isla. Se
trataba de vehículos volantes de gran movilidad con capacidad para un solo
tripulante. Incluso quedan narraciones que refieren combates entre varios de
estos sacos voladores.
En relación con este tema, le pregunté a Masao si
antiguamente habían existido en la isla hombres voladores. «¿Hombres volantes?
No. No volaban propiamente, sino que penetraban en grandes pájaros,
pronunciaban palabras mágicas, el pájaro se alzaba y volaba con ellos dentro.
Construyeron pájaros voladores con árboles».
Dos hermanos con
poderes mágicos
Es hora ya de que me refiera al principal enigma que plantea
esta isla: la ciudad muerta de Nan Madol. Para ello hay que remontarse
nuevamente a los relatos tradicionales de los nativos. Cuentan éstos que
muchísimo tiempo después de la llegada de la primera canoa con las nueve
parejas, hacen aparición en la isla dos hermanos: Olosipe y Olosaupa. Con ellos
comienza el enigma de la ciudad de Nan Madol. El único recuerdo ancestral que
los nativos conservan sobre la construcción de dicha ciudad, es el que refiere
su origen a la actuación, absolutamente mágica, de estos dos personajes.
Nadie sabe de dónde vinieron; llegaron en una nube y
descendieron en Sokehs, en el norte de la isla. Eran constructores, ingenieros,
arquitectos extraordinariamente inteligentes y dotados de poderosos recursos
mágicos. Pero además sacerdotes e instructores, que sacaron a los pohnpeyanos
de su ignorancia y de su primitivismo. Llegaron a Pohnpei para edificar allí un
santuario consagrado a un protector de la tierra y del mar: la anguila, desde
entonces el animal totémico por excelencia de Pohnpei. Hay que tener en cuenta
que el pohnpeyano no adora a la anguila misma como animal, sino por lo que éste
representa: en su cuerpo habita el espíritu, la divinidad. La anguila es así un
vehículo de la divinidad. Como lo es la serpiente para los aborígenes australianos
y para los pueblos mesoamericanos, entre otros. ¿Y por qué en Pohnpei no
aparece la figura de la serpiente, cobrando vigor, en su lugar, la de la
anguila? Pues porque es el único animal que el nativo pohnpeyano puede asimilar
a la imagen de una serpiente, por la sencilla razón de que en su pequeña isla
las serpientes no existen.
Pero volvamos al propósito de Olosipe y Olosaupa: erigirle
un santuario a esta anguila sagrada. Siendo la anguila una serpiente acuática,
el santuario debía erigirse en un lugar que fuera a la vez mar y tierra: el
arrecife coralífero que rodea a la isla.
El feudo de los reyes
del Sol
Recorrieron, pues, la costa de la isla desde el promontorio
de Sokehs, en el Norte, en busca de un lugar idóneo. Lo hallaron en un lugar
llamado Sau Nalan, cuyo significado era el Sol. El santuario debía recibir el
nombre de Nanisounsap, que significa «Lugar del rey del Sol». Pensile Lawrence,
transmisor ya citado del conocimiento esotérico de Pohnpei, me confesaría: «Se
decidieron por el actual enclave de Nan Madol, puesto que en aquel lugar
preciso observaron luces extrañas en el mar».
De acuerdo también con la versión esotérica, debajo de Nan
Madol yace Kanimeiso, la «ciudad de nadie». Por ende, cabe comentar aquí que
todo el simbolismo de la construcción del santuario apunta hacia el feudo de
los reyes del Sol: Nan Tauas, la construcción principal del conjunto, se halla
en el vértice oriental (hacia donde sale el Sol) de Nanisounsap (el lugar del
rey del Sol), erigido a su vez en el extremo oriental de Sau Nalan (el Sol),
que a su vez constituye el flanco oriental, o sea de la salida del Sol, de la
isla de Pohnpei.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 134 y siguientes
¿Mágico?: Absolutamente mágico. De día, íbamos a visitar
desde allí las cercanas ruinas de Nan Madol: 91 islotes artificiales construidos
sobre el arrecife, a base de la superposición —única en el mundo— de enormes
columnas de basalto.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 138
¿Mágico?: Absolutamente mágico. De día, íbamos a visitar
desde allí las cercanas ruinas de Nan Madol: 91 islotes artificiales
construidos sobre el arrecife, a base de la superposición —única en el mundo—
de enormes columnas de basalto. Analizamos todas las posibilidades que podían
ofrecerse de transportar estas columnas desde la cantera que se hallaba al
norte de la isla, hasta el enclave en que habían sido apiladas en Nan Madol.
Por tierra, imposible, dado que la espesa jungla que cubría toda la isla, y los
intrincados manglares que se extendían a lo largo de la costa, hacían imposible
el transporte de estos enormes bloques de piedra. Cabía la posibilidad de un
transporte por mar, a lo largo del arrecife. Miquel Amat, experto navegante, me
comentó sin embargo que la única posibilidad habría sido, en época tan lejana,
el sujetar cada columna de piedra debajo de una enorme balsa, para evitar que
ésta zozobrara y se hundiera. Pero entonces, ¿cómo habrían podido salvar la
barrera coralífera con la que habrían topado? El transporte era a todas luces
imposible. Excepto para los iniciados, aquellos privilegiados isleños que
conocían la historia auténtica de su tierra. A la luz de la hoguera, en noche
de plenilunio, un descendiente de tsamoro me confió que para ellos no es ningún
secreto el que Olosipe y Olosaupa, los dos hermanos constructores, estaban
dotados de un extraordinario poder mágico: «Convocaron a todas las piedras para
que vinieran por sí solas y formaran las imponentes construcciones. Olosipe y
Olosaupa llamaron a las piedras que estaban en Sokehs. Éstas oyeron su llamada
mágica y acudieron volando junto a los dos hermanos. Por procedimientos mágicos
éstos ordenaron a cada uno de los grandes bloques de piedra que ocupara su
sitio correspondiente en las construcciones. Tal es la forma en que se
construyó Nan Madol». Quien se sonría ante mi ingenuidad, recuerde las palabras
del jefe hopi White Bear, cuando explica —sin tener ni la más remota idea de lo
que cuentan los transmisores del conocimiento en Pohnpei— que exactamente este
corte y transporte de enormes bloques de piedra es lo que los katchinas —seres
que dominaban el secreto del vuelo— enseñaron a los antepasados de los indios
hopi, hoy asentados en Arizona, y que por su parte afirman proceder del
Pacífico. Es más: vimos que en la relación solar de todo el simbolismo
construccional y de emplazamiento del santuario del rey del Sol —Nanisounsap—
el edificio principal, Nan Tauas, ocupaba el vértice más oriental, o sea
dirigido al Sol naciente. Pues bien, Tauas significa en lenguaje hopi
exactamente esto mismo: Sol.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 138
El misterio está
debajo
Todo esto no son más que los testimonios visibles y
averiguables —cuando se pregunta con tiento— de los enigmas que presenta la
isla de Pohnpei. Ocultos quedan sus auténticos misterios. O su auténtico
misterio. Aquél que está implícito en el propio nombre de Pohnpei: «Sobre el
secreto». Tuve que desandar la selva monte arriba para que en lo alto del reino
de Kiti, en Salapwuk, uno de los principales celadores del secreto me dijera
que la isla que estábamos pisando no era más que el tapón puesto encima de un
gran secreto que se escondía debajo, razón y origen de la sociedad secreta que
allí funcionaba. Tuve que cruzar luego los manglares y navegar hasta Nahnningi,
y por ende explorar las ya devastadas ruinas de la ciudad prohibida de Nan
Madol, para ir arrancándoles a algunos nativos iniciados la confesión de que
Nan Madol no es más que una señal en forma de desafiante ciudad que indica que
frente a su muralla externa, allí donde moran los tiburones, se esconde bajo
las aguas otra ciudad de construcción muchísimo más antigua. Sendas
expediciones australiana, norteamericana y japonesa confirman que allí, a nueve
metros de profundidad, descubrieron los vértices superiores de diez columnas
verticales de 20 metros de altura cada una. Nadie explica lo que ha encontrado
agua abajo de estas diez columnas submarinas, de una cultura absolutamente
distinta a la de los constructores de Nan Madol: éstos dispusieron la totalidad
de los bloques de basalto en forma horizontal, mientras que las mencionadas
columnas submarinas se hallan todas en posición vertical. Pero eso es solamente
el principio de lo que allí se esconde. Quedan para el recuerdo más reciente
los sarcófagos de platino extraídos de allí entre las dos guerras mundiales por
los buzos japoneses. Y para el más remoto, las luces vistas en este punto del
mar por los instructores y constructores Olosipe y Olosaupa, que supieron así
en dónde debían erigirle un santuario a la anguila sagrada.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 139
La CIA fue creada en 1947, y ya de setiembre de dicho año
data el primer informe OVNI que recogen sus archivos, de acuerdo con la
documentación que he podido recopilar. Se trata de un informe sobre fenómenos
luminosos inusuales observados en Tashkent, en el Uzbekistán (URSS). Desde el
mismo año de su creación, la agencia de inteligencia americana viene por lo
tanto recopilando información sobre el fenómeno OVNI.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 142
Repasando el bloque de correspondencia y memorandos de la
CIA, se confirma en él por ejemplo que en abril de 1949 y en el polígono de
tiro de White Sands, un comandante de la Marina que seguía el vuelo de un misil
por el teodolito, vio de repente dos discos que maniobraban a alta velocidad
alrededor del cohete de prueba, y que en el lapso de un mes tuvieron lugar tres
de estas observaciones en White Sands. En sus maniobras, estos objetos volantes
desconocidos alcanzaban velocidades de hasta 18 000 millas/hora (más de ¡28 000
km/h!), una velocidad, en 1949, absolutamente inalcanzable por el hombre. Y sin
embargo eran objetos que maniobraban alrededor del misil.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 145
Prácticamente todos los informes OVNI que aporta la CIA
constituyen información no evaluada, o sea «materia prima» tal y como fue
transmitida por los agentes e informadores de la CIA desde distintos países.
Los documentos que incluyen la información más evaluada, o sea con las
conclusiones a que en cada caso llegaron los consejeros de la CIA, constituyen
uno de nuestros próximos objetivos, en lo que a obtención de documentos OVNI
que hoy aún siguen estando clasificados, se refiere. En el primer bloque de
estos documentos, que recoge informes directos de avistamientos OVNI, aparecen
con marcada preponderancia incidentes acaecidos en la Unión Soviética. Dentro
de las hipótesis de origen de los OVNIs se barajaba insistentemente en los años
de la guerra fría la posibilidad de que fueran armas experimentales rusas,
ensayadas bajo las directrices de los científicos alemanes que estaban
trabajando desde el final de la guerra en los proyectos soviéticos. Por esta
razón la CIA tenía preponderante interés en reunir información de cualquier
nuevo tipo de ingenio volador que pudiera detectarse por aquellas latitudes.
Dentro de la absolutamente ilógica irregularidad del material facilitado,
destaca aquí por ejemplo el desmesurado interés prestado al avistamiento de un
objeto volante no identificado por parte del personal de inteligencia americano
durante un viaje en tren de Baku, a orillas del Mar Caspio, hasta Tiflis. Más
adelante aparece un informe sobre objetos voladores desconocidos que
sobrevolaron Budapest en formación 4-3-4 y a una velocidad de 12 000 km/h, en
1955. En mayo del año siguiente unidades de radar de la base del Comando de
Defensa Aérea de Hungría, captaron —sin siquiera intentar su interceptación
debido a que no disponían de armamento para ello— objetos volantes desconocidos
que en formación volvieron a sobrevolar Budapest a velocidad extremadamente
elevada y a unos 25 000 metros de altura.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 148
El estudio de los OVNIs presenta su lado oscuro. Entre
estudiosos del tema y testigos de aterrizajes Gray Barker y James
E. Moseley recopilaron más de 600 casos de personas que fueron obligadas
al silencio. Otros, cesaron en sus investigaciones. Algunos —demasiados—
murieron. Por otra parte, la postura oficial de los distintos gobiernos —de
cara a la opinión pública— es de descrédito o en el mejor de los casos de
silencio sobre el tema, y una nota de la redacción de la revista italiana
Alaya, de enero de 1968, afirma que desde 1955 los gobiernos se han
comprometido a guardar silencio sobre la realidad de los OVNIs. Pero mucho
antes ya han existido sociedades que se habían comprometido a guardar silencio,
generación tras generación, sobre las realidades cuya transmisión secreta a
través de los siglos había dado vida precisamente a esas comunidades. Son
sociedades que han nacido gracias a la posesión de unos conocimientos que no
debían trascender a la masa, y que siguen viviendo gracias a la necesidad de
conservar para el hombre esos conocimientos. Y ese mundo paralelo, esa realidad
paralela de las comunidades secretas, de la cábala, del esoterismo, de lo
arcano, parece encontrarse con ese otro mundo, con esa otra realidad también
paralela a nuestro quehacer sobre la tierra: con la realidad de «ellos».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 105
Quienes se han dedicado al estudio del fenómeno OVNI en la
antigüedad conocen una leyenda inca de Tiahuanaco —El calendario que figura en
la Puerta del Sol de Tiahuanaco se ha identificado como el calendario de
Venus—, según la cual de una nave dorada descendida de la «gran estrella
esplendorosa» surge Orejona, que construyó, con piedras negras procedentes de
su planeta, el primer templo de la isla del Sol. Orejona debía cumplir la
misión de convertirse en madre de la Tierra.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 158
Henry Sérouya, en su estudio sobre la Kábala, «precisa que
el conocimiento del “carro de Dios” (!) no debía jamás ser transmitido por
escrito, sino sólo de manera oral a aquellos que se mostraran dignos; es decir,
a un pequeño grupo que había alcanzado previamente un grado de iniciación
superior».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 159
En su libro Los platillos volantes y los dioses, John
Michell estudia transfiguraciones de serpientes entre los pueblos antiguos,
figuraciones que se revelan como interpretaciones veladas de naves volantes
extraterrestres, lo que nos remite a Quetzalcóatl, que quedaba simbolizado por
una serpiente con plumas. En Tula, la ciudad consagrada a Qetzalcoatl, se
levanta una pirámide consagrada a Venus, ya que ambos eran una sola deidad.
Quetzalcóatl, finalizada su labor civilizadora, huyó por los aires, fue por el
espacio de un lado a otro, y se convirtió en el planeta Venus, con el nombre
náhuatl de la «estrella que echa humo». Una serpiente voladora que es una
estrella. Un cohete que se aleja hasta convertirse en sólo un punto luminoso en
el cielo… y echa humo.
Quetzalcóatl era en América un agente unificador del Cosmos
cuyo signo era la cruz, que trajo riquezas y cultura desde Oriente…,
circunstancias que nos hacen recordar que existe también una hermandad de
filósofos herméticos que se autodenominan inmortales, iluminados e invisibles,
y afirman ser los agentes predestinados para la futura reforma general del
Universo y para el establecimiento de la paz universal —obsérvese los
paralelismos con Quetzalcóatl—, cuyo signo es la rosa y la Cruz, y de la que un
libro de Valentín Andreae cuenta que fue fundada —la leyenda no debe ser
histórica, pero obedece sin duda a una intención concreta— por un tal Christian
Rosencreutz, que aportó sus conocimientos del Oriente…
Es la misma sociedad de la que nos hablaba el editorial
citado del boletín «Informationen», afirmando de ella que sus miembros eran
convocados en una fortaleza suspendida en el aire.
El historiador Serge Hutin escribe de esta sociedad que
constituye la colectividad de los seres llegados a un estado superior a la
humanidad corriente, «poseedores por ello de los mismos caracteres interiores
que les permiten reconocerse entre ellos».
Surge la pregunta: ¿Son determinadas hermandades secretas,
herméticas, las encargadas de mantener el contacto —siempre— entre la humanidad
y «ellos»? ¿Son sus miembros —ya sea consciente o inconscientemente— los
auténticos «hombres contacto»?
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 160
Existen por otra parte numerosas razones que hacen sospechar
el origen de la construcción de los templos a partir de la visión real de máquinas
volantes descendidas a la tierra en la antigüedad. El templo quiere ser
imitación forzosamente inmóvil de la morada real móvil —volante— de la
«divinidad». De ahí la gran importancia que presumimos tiene para el ufólogo la
existencia de comunidades que transmiten en secreto, durante siglos, las normas
por las que debe regirse la construcción de los edificios sagrados.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 161
¿Pero qué era la alquimia sino un intuitivo tanteo de lo que
hoy es asignatura corriente en las universidades?
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 161
La unión de los dos triángulos del fuego y del agua, o del
azufre y del mercurio reunidos en un solo cuerpo, engendra el astro de seis
puntas, el Sello de Salomón, también llamado Sello de Hermes, jeroglífico de la
Obra por excelencia y de la Piedra Filosofal realizada.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 162
Conocido de todos los interesados en el tema es el pasaje en
que Jonathan Swift, el singular deán de San Patricio, en boca de Gulliver, nos
refiere la visión que éste tuvo de la «isla volante», un «cuerpo movible y opaco,
muy grande, que parecía fluctuar en el aire», cuya base era «plana, compacta y
resplandeciente». Los Viajes de Gulliver datan de 1727, y Swift relata en ellos
que la famosa «isla volante», tripulada por seres inteligentes, basaba su
movimiento en las leyes del magnetismo —las mismas en que parecen basarse los
OVNIs observados en la actualidad—, al tiempo que anuncia que Marte posee dos
satélites, cuyos parámetros indica con asombrosa exactitud. Pero resulta que
los susodichos satélites de Marte no fueron descubiertos por la ciencia
«oficial» hasta el año 1877 —siglo y medio después de hablarnos de ellos el
deán de San Patricio (!)— y que, además, uno de ellos (Fobos), es muy probablemente
un satélite artificial.
Swift era un iniciado en los conocimientos que proporciona
el Gay saber, la Gaya ciencia, la Lengua de Corte entre los antiguos incas
(recordemos las analogías entre la Orejona de la leyenda inca e Isis, Ceres y
Cibeles) o sea, el argot, la cábala hablada.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 163
Nos informa Fulcanelli que los argotiers, los que utilizan
el argot (lengua particular de todos los individuos que tienen interés en
comunicar sus pensamientos sin ser comprendidos por los que les rodean), lengua
en que se expresaban todos los iniciados, son descendientes herméticos de los
argonautas…
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 163
Volvamos al argot. Lo hablaban los frimasons de la Edad
Media, que edificaron los templos argóticos. Las obras de art goth o de argot:
Las catedrales góticas. «También ellos, estos nautas constructores, conocían el
camino que conducía al Jardín de las Hespérides».
Y ya que estamos hablando aquí de nautas, bueno será hablar
también de la Concha de Santiago, del “señor Yago de compos stella, que
dispensa ayuda, luz y protección”. De la citada concha, nos dice Fulcanelli,
que la llevan místicamente «aquéllos que emprenden la labor y tratan de obtener
la estrella (compos stella) …», «tienen que realizar, con el bordón por guía y
la concha por insignia, este largo y peligroso recorrido, una de cuyas mitades
es por vía terrestre y la otra por vía marítima. Deben ser, ante todo,
peregrinos, y, después, pilotos». ¿Pilotos? En los pilares que decorar la
credencia que se puede admirar en la mansión Lallemant, en Bourges, la
susodicha concha aparece rematada por un desconcertante par de alas… ¿Pilotos
de naves capaces de volar? ¿Nautas voladores? Recordemos que el «agua» de que
hablan los iniciados es un agua que no moja las manos. El agua, el mar, el
océano, se nos aparece como denominaciones referidas al espacio y a sus
«corrientes», a sus líneas de fuerza.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 164
EL SISTEMA DE LOS 9
En la cábala numérica, el número 9 es importante sin duda.
Al echarse de menos a Hiram, el arquitecto conocedor de los secretos de la
construcción del Templo, asesinado, Salomón ordenó que nueve maestros lo
buscasen. Nueve son los maestros constructores de la bóveda secreta. Enoch
escondió el nombre indecible debajo de nueve arcos, grabado en un delta o
triángulo equilátero. La figuración del campamento de los Príncipes del Real
Secreto, que esperan el momento oportuno para reedificar el templo, se realiza
en una sala alumbrada con 81 luces (9×9), en la cual aparecen una serie de
figuras geométricas concéntricas encerradas en un polígono de nueve lados.
Por otro lado, leemos en Behind the Flying Saucers que la
estructura del OVNI caído en manos del Gobierno norteamericano en Nuevo México
se basaba igualmente en el número 9. Su anchura total era de 9999/100 pies. La
línea vertical imaginaria desde la punta exterior del «ala» circular a la base
medía 27 pulgadas. La cabina tenía un diámetro de 18 pies y una altura de 72
pulgadas, sobresaliendo exactamente 45 pulgadas de la cabina por encima del
borde exterior de artefacto. Con el segundo OVNI pasando a manos americanas en
Arizona ocurre otro tanto. Medía 72 pies de diámetro, y descompuesto en sus
distintos elementos, se comprobó que éstos seguían el llamado «sistema de los
nueve». Y en el mismo sistema basaba su estructura el tercer OVNI descendido en
Paradise Valley, y que tenía un diámetro de 36 pies.
Según una teoría de J. M. Diez Gómez, publicada en extracto
a partir de la página 81 de la serie «Cíclope Informa» (Barcelona; Cíclope,
S.A.E.), sobre la que no nos atrevemos a pronunciarnos en favor ni en contra
sin un estudio previo completo, Adán sería el símbolo de una nave de tipo
nueve. Con las debidas reservas, puede establecerse a raíz de esta teoría una
relación cabalística —provisional de momento— entre las voces nueve, nuevo,
nave y, posiblemente, huevo (novena, novum, navis, ovum).
En nueve ciclos se forma el ser humano.
En el simbolismo de los números sagrados, el 9, último de
estos números, propios de los entes divinos, superiores, frente a los humanos,
se consideraba como número completivo de la vida humana y del Cosmos.
Nuestras matemáticas se construyen sobre una serie-base de nueve
números completados por el símbolo neutro representado por el cero.
Entre las sociedades secretas debemos citar todavía una, muy
importante, en la India, y que se remonta a la época del emperador Asoka. Es la
sociedad secreta de los Nueve Desconocidos, etcétera, etc.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 165 y siguientes
… es curioso observar que el alquimista «necesita el hilo de
Ariadna (Ariane es una forma de airagne, por metátesis de la i) si no quiere
extraviarse por los meandros de la Obra y verse incapaz de encontrar la salida.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 169
En cuanto al lavado de cerebro, alcanzó poco antes su éxito
definitivo en manos de los especialistas de Corea del Norte, que marcaron la
pauta para el resto de equipos que en todo el mundo practican este sistema de
despersonalización. Se siguen diez fases básicas:
Destrucción de la identidad del individuo.
Insinuación de su culpabilidad general.
Incitación a la denuncia de sí mismo.
Instauración de un clima de inseguridad.
Clemencia aparente y proposición de perdón.
Incitación a confesarse.
Insinuación de su culpabilidad.
Autocrítica por deducción lógica de su culpabilidad.
Armonización de los puntos de vista entre las dos posiciones.
Acabado del cambio del sujeto.
De esta forma, se le lleva a condenarse a sí mismo sin que
se ejerza verdadera violencia sobre él, obligándolo a analizar de forma lógica
a partir de un punto de vista erróneo. Si analizamos bien este sistema, cabría
imputarles semejante práctica igualmente a las sectas dominantes y hasta
convendríamos en que los coreanos bebieron en cálices sagrados: los conceptos
de la culpabilidad y de la autoanulación como premisas para la purificación y
el cambio de personalidad que deben conducir a la pretendida liberación o
sublimación espiritual del individuo, subyacen en toda doctrina religiosa
importante.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 176
Las tentativas por convertir al ser humano en muñeco que
responda inadvertidamente a determinados impulsos, seguirán siendo objetivo
prioritario de cuantos pretenden dominarnos.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 177
Los intereses de las grandes multinacionales farmacéuticas
son muchas veces más determinantes que el objetivo final de la curación de los
enfermos.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 193
Albert Pike le escribió a Giuseppe Mazzini el 15 de agosto
de 1871 que, al final de la Tercera Guerra Mundial, quienes pretenden la
completa dominación mundial provocarán el mayor cataclismo social jamás
conocido en el mundo.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 205
Quien hable de casualidades, es que no ha entendido todavía
el juego que se llevan con todos nosotros.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 206
Philip von Rothschild anunció ante el «Consejo de los 13» en
el Casino Building de San Antonio, la planificación de la historia a partir de
1980. Las indicaciones son muy concretas: «Cuando veáis apagarse las luces de
New York, sabréis que nuestro objetivo se ha conseguido».
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 207
Desde el momento en que no se ha podido determinar aún de
dónde parten los informes ni qué fin se persigue con los mismos, el asunto UMMO
no está cerrado en absoluto.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 210
De acuerdo con el investigador más serio que se ha dedicado
a este tema, el americano Leonard H. Stringfield, los Estados Unidos guardan en
su base aérea de Wright Patterson los restos de por lo menos dos ovnis
estrellados.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 207
Todo cuanto la máquina humana da de sí, debe ser puesto al
servicio del esclarecimiento del fenómeno que se esconde detrás del ovni.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 211
El ser humano del planeta Tierra es un producto fabricado
por seres inteligentes que poblaban el universo o parte del mismo mucho antes
de nuestra existencia. Estos seres nos han puesto en el planeta que hoy
poblamos y siguen controlando de cerca nuestra evolución. Nunca han dejado de
encauzar sutilmente el curso de nuestra historia. El resto de mis conclusiones
sobre este tema forma parte de mi actual silencio y será publicado en su
momento oportuno. Puedo adelantar que no se vislumbra nuestra destrucción. En
este aspecto soy optimista. Pero tampoco puede afirmarse que nuestra condición
sea halagüeña. Dependemos, desde nuestra misma creación, de otros seres a los
cuales desconocemos. Y eso es, como mínimo, preocupante. Contra esa dependencia
nace en mí un brote de decidida rebeldía.
Andreas Faber-Kaiser
El muñeco humano y otros artículos, página 211
Una sonrisa puede cambiar una vida, y un silencio también la
puede cambiar. Pero uno debe seguir fiel a sí mismo, si quiere ser auténtico,
independiente, y útil a la comunidad del universo.
Andreas Faber-Kaiser
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… Cuando insistí en que no tenía nada que ver en esta lucha, acabó por confesarme: «También puedes haber venido para espiar las piedras». Aquello ya me intrigó muchísimo más. ¿Espiar las piedras? «Sí, puedes haber venido para espiar las piedras que constituyen la razón de nuestra existencia aquí». Le dije que sí, que ése era precisamente el motivo de mi viaje. En los días siguientes fui indagando más y más aspectos de lo que había detrás de estas piedras: averigüé así que la razón de vivir de estos indios —en esta zona concreta— se debía al hecho de que eran los guardianes de lo que se ocultaba debajo de sus pies, en el subsuelo de aquel pedazo de selva: los agujeros que pertenecían a otros seres que ellos desconocían, pero que el legado de sus padres y abuelos afirmaba vivían en aquellas profundidades. Nunca los habían visto ellos, pero cuando descendían a las cuevas en alguna ocasión veían sombras que huían rápidamente en la penumbra, y que dejaban huellas de pisadas en el lodo. Me fui ganando la confianza de aquellos jíbaros distintos hasta lograr que por fin aceptaran tatuarme en el brazo el mismo signo que ellos llevan marcado en el rostro: sería mi salvoconducto para futuras incursiones en su territorio. El veterano Waharai acabó llenando de humo una gran hoja que tomó de los alrededores, afiló una rama en punta y fue pinchándome con paciencia hasta grabarme aquel signo con humo en la piel. Pero antes, con tiento y paciencia, fui averiguando día a día y noche a noche la historia de las piedras. Me acompañaron además hasta la boca de entrada de Tayu Wari, la gran boca negra en la que anidan los tayos, pájaro sagrado que guarda en la tradición el acceso al mundo subterráneo. De regreso, hicimos un alto en el río que separa la boca de la cueva del poblado en el que vivía. De repente, me dice uno de ellos: «La otra entrada que buscas está frente a ti. Mira atentamente. Nunca podrás penetrar en ella, pues la guardan las boas. Dos niños de una misma mujer de nuestra tribu han muerto devorados por las boas, uno cada año, el anterior y éste, mientras jugaban aquí en la orilla del río».
El muñeco humano y otros artículos, página 117-118
El muñeco humano y otros artículos, página 119
El muñeco humano y otros artículos, página 121
El muñeco humano y otros artículos, página 122
… sta misteriosa ciudad submarina albergaba tesoros concretos, debiéndose hallar en el centro de la misma una especie de panteón de los nobles del lugar, cuyas momias yacían allí. Pero aquí viene lo asombroso: cada una de estas momias estaría encerrada en un sarcófago de platino. Éstos son los sarcófagos que —ya en época de la dominación japonesa de la isla, o sea entre las dos guerras mundiales— habrían localizado los submarinistas nipones. De acuerdo con estos testimonios, habrían ido extrayendo platino del fondo marino hasta el momento en que dos submarinistas ya no volvieron a emerger. Desaparecieron sin dejar rastro, llevándose consigo su moderno equipo de inmersión y de trabajo: jamás nadie volvió a verlos.
El muñeco humano y otros artículos, página 123
El muñeco humano y otros artículos, página 105
El muñeco humano y otros artículos, página 127
Días antes le había preguntado a Masao —uno de los iniciados de la isla— por el significado del nombre ‘Salapwuk’: «Allí hay una roca. Cuando la veas, sabrás por qué se llama Salapwuk», me contestó escuetamente, para advertirme a renglón seguido: «Si logras subir con los contactos adecuados a las montañas, los celadores del lugar te mostrarán algo si creen que eres merecedor de ello; pero jamás te permitirán acceder a las cosas secretas que allí hay».
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Insinuación de su culpabilidad general.
Incitación a la denuncia de sí mismo.
Instauración de un clima de inseguridad.
Clemencia aparente y proposición de perdón.
Incitación a confesarse.
Insinuación de su culpabilidad.
Autocrítica por deducción lógica de su culpabilidad.
Armonización de los puntos de vista entre las dos posiciones.
Acabado del cambio del sujeto.
El muñeco humano y otros artículos, página 176
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