"Con entera buena fe puedo creer que mi memoria ha conservado un fiel recuerdo de la verdad, pero mis sentimientos bien pueden haber hecho que la memoria me engañara; pueden haberla inducido a presentar el pasado no como fue en realidad sino como a mí me habría gustado que hubiese sido. [...] Esto ocurre no solamente con nuestros recuerdos de hechos de nuestra propia vida sino también con lo que recordamos como integrantes de una red de relaciones sociales (familia, comunidad política o religiosa o alguna otra institución). La imagen sentimental que de su propia historia tiene un pueblo puede diferir considerablemente de la imagen de esa misma historia reconstruida por la labor profesional de arqueólogos y críticos de ‘alta escuela’, desprovistos de todo lazo emocional con aquel pasado."
Felix Dahn
"Con la recuperación y fortalecimiento de la vida alemana (...) ha acontecido también una liberación completa del derecho alemán frente a la opresión de las cadenas romanas. La ciencia y la legislación de los estados particulares contemplan de nuevo el derecho nacional, jamás extinguido en la vida jurídica del pueblo."
Felix Dahn
Contra Roma
El mundo estaba doblegado bajo cadenas de hierro
Desde el muro de los pictos hasta las orillas del Indo.
Las águilas victoriosas del emperador
no encontraban más tierra ni horizonte donde emprender nuevos vuelos.
Pero he aquí que desde la oscuridad de los bosques habitados por nuestros antepasados,
brotó rebosante de fuerza un caudal de pueblos:
‘¡Por la libertad! Ánimo, alegres germanos,
reunid tribu a tribu y ¡adelante, contra Roma!’
Y Roma sucumbió: — el mundo fue liberado, rescatado
por la fuerza alemana. — Pero de nuevo, con engaños y mentiras,
con nuevas cadenas, más fuertemente aherrojadas,
una nueva Roma encadenó el espíritu:
Entonces un hombre de raza sajona
Prendió la llama frente a la catedral de Wittenberg
lanzando a las llamas la excomunión papal
y por doquier un grito traspasa Alemania: ‘¡Adelante, contra Roma!’
Felix Dahn
"Desde que tuve edad para poder hacerlo, leía todo cuanto caía en mis manos. Pero mis padres mantuvieron lejos de mi alcance todos los libros de poesía, salvo una selección de Schiller y Uhland, pues eran buenos conocedores de que la desbordante capacidad imaginativa del muchacho que yo era estaba muy por encima de sus demás capacidades; este don —el de la fantasía— ha sido a menudo mi maldición y finalmente también mi bendición. En cuanto oí campanas —digámoslo así— y me enteré de labios de mi profesor particular de que había algo llamado «Historia», descubrí cosas tales como las gestas llevadas a cabo por antiguas estirpes de hombres tan parecidos a nosotros y sin embargo tan distintos, entonces —digo—, se apoderó de mí el segundo espíritu que determinó mi desarrollo personal: los estudios históricos."
Felix Dahn
"El derecho es, por tanto, el ordenamiento razonable y pacífico de una comunidad humana en las relaciones abiertas de los hombres entre sí y con las cosas... El carácter nacional, los rasgos individuales de cada pueblo, la esencia de las condiciones históricas que le rodean en el tiempo y el espacio son, por otra parte, los factores de los que surge el derecho."
Felix Dahn
"Ptolomeo es mi verdadero nombre. La tierra sagrada del Nilo es mi hogar. Mi ascendencia paterna remite al gran Ptolomeo, que fuera general de Alejandro Magno y rey de Egipto; mi madre era hija de faraones y todos mis antepasados son hijos y sacerdotes del dios del sol y de Zeus Amón, además de ser descendiente del propio Alejandro. Así que mis antepasados han dominado desde la época inmemorial en Egipto, prevaleciendo en las castas sacerdotales. Roma ha adquirido un poder temporal tras la conquista del país que servirá para su salvaguarda y bienestar. La línea consanguínea romana, hijas de familias nobles, se ha sumado a la línea masculina del lar, así que soy romano, egipcio y griego. La grandeza de roma era nuestra grandeza, el predominio de nuestros sacerdotes nunca fue amenazado, pero Osiris e Isis y el invicto dios sol en el Tíber fueron pronto aclamados en el Nilo. Mi padre, como sumo sacerdote del dios egipcio del sol, junto al gobernador de Roma eran aclamados como los primeros hombres del país, si bien el primero era más reverenciado en el ánimo de las gentes. Se oyeron cosas terribles. ¡Una crueldad insoportable! Apenas Constantino había librado de obstáculos a la doctrina de la iglesia, los obispos, sacerdotes y monjas abusaron de la libertad concedida y oprimieron de manera ominosa el antiguo culto. La sangre de la nación fluía a borbotones. Los templos, los bosques sagrados, las imágenes de los dioses fueron destruidos, quemados, saqueados todos sus tesoros y convertidos en iglesias."
Felix Ludwig Julius Dahn
Juliano el Apóstata
Paisaje germano
Un maravilloso y recóndito rincón,
Oculto en silencioso paraje,
Entre un frondoso robledal
sin parangón.
Allí se encuentra la lanza de las runas de Wotan,
allí la rueca de Friga,
y brilla la áurea copa,
el anillo del rey de Thule.
El claro escudo de los amalos,
la espada de Carlomagno.
Felix Dahn
"Silverio respiró aliviado. Los otros eran víctimas de una vergüenza silenciosa. Sin embargo, Licinio se armó de valor: "Hemos desafiado a los bárbaros tras nuestros muros", dijo, alzando su hermosa cabeza. "Estos muros, Licinio, llevan en pie toda una eternidad, no un sólo día" "Moriremos como ciudadanos libres", dijo Scaevola. "La curia nos ha otorgado hábilmente tres horas más", rió Cetego, encogiéndose de hombros. Silverio se aproximó con los brazos abiertos, como para darle un beso, pero Cetego lo eludió, diciendo: "La patria y la iglesia están con nosotros, no lo dudéis" -dijo el sacerdote. Licinio asió la mano del prefecto:
"Llegué a dudarlo", clamó con hermoso tono, "Perdóname, romano. Esta espada que debía darte muerte a partir de hoy se halla a tu servicio. Hoy es el día de la libertad, de romper el yugo de los cónsules. ¡Salve, dictador Cetego! Y con los ojos brillantes se apresuró a marcharse. El prefecto lo miró con satisfacción. "Dictador, sí, pero sólo hasta asegurar la prevalencia de la República", dijo el jurista. "Sí", sonrió Cetego, "Despertaremos a la República y Bruto y Camilo serán sus líderes tras todo este tiempo" ¿No eras tú, Silverio, el prefecto de Roma?, inquirió el sacerdote. "Tu sabes que tuve la ambición de liderar la causa de la patria, pero mi hora pasó" "Un papa de libre elección como cabeza de la iglesia romana, ésa era la única promesa" "Sí", dijo Cetego "Silverio será ese Papa" El sacerdote se retiró con una sonrisa en los labios, pero meditando seriamente en su corazón. "Vamos", dijo Cetego tras una pausa a sus compañeros. "Para derrocar a los opresores se necesita un tirano."
Felix Dahn
Un combate por Roma
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