Fernand Crommelynck

"El burgomaestre. Los jóvenes, que sólo tienen serrín en la cabeza, sueñan con Stella en medio de su trabajo. Las mujeres tiemblan por la paz de sus hogares. En todas las ciudades se difunde la melodía de una extraña perversidad y aquellos que rigen sus destinos se reúnen para tomar medidas. Hemos de considerar que la suerte de la familia dependa de circunstancias como éstas. Es, amigo mío, algo propio de la edad de este siglo.
Bruno. ¡Tanto mejor! ¡Tanto mejor!
El burgomaestre. Se precavido, Bruno, con Stella. El amor es algo bueno, pero pronto no tendrás nada más que desear. Es algo intolerable. Las disputas se suceden por doquier. La noche se llena de gritos y gemidos. Las mujeres, indignadas, amenazan con incendiar sus lares. Stella estaba cerca de la Riviera.
Cris. ¡Al río!-clama con ira-.
El burgomaestre. No os quedéis ahí pasmados como musarañas. Guardias, haced todo lo que tengáis que hacer.
Cris. Stella, bruja, rasgaré tu vientre.
El burgomaestre. Mantened las puertas con firmeza.
Bruno. Qué estupidez. ¿Aquéllos a quienes amamos son tan rápidamente abandonados a su suerte? ¿Yo mismo me he abandonado al fuego que enardece treinta ciudades?"

Fernand Crommelynck
El estupendo cornudo: farsa en tres actos


"Tú tienes veinte años. ¿De qué nostalgias de garras y de terciopelo te sientes atravesada, si te vuelve de entre los años la frescura de tu primer beso? Tu boca entonces no era sino la celada de tu corazón. ¿Te hablaré del inocente amor que está contenido en una frágil forma humana, en un rostro pequeño, en el círculo de un ojo. En toda una región, con sus montañas, sus desfiladeros de sombras y rumores, sus aldeas y villorrios, en un continente y en el universo sin contornos, del inocente amor que quiere ver una mirada tierna, ilimitada como el azul, bañando los cabos, ciñendo las islas, ahogando a las constelaciones? De suerte que felicidades o infelicidades no tienen ya sino un solo o mismo nombre: Arturo, si tú quieres-o España, o Milán... y que, en mi recuerdo, semejantes a estatuas, mis amantes con nombres de ciudades lleven en ofrenda o sobre su mano tendida, en una un campanario fino, en la otra un barco ornado. O que entre las ciudades con nombres de mujer, ésta, maquillada, empolvada, eleve su brisa carnal, mientras que aquélla, lánguida bajo la cortina negra y de oro, aviente mi corazón de sus pesados párpados."

Fernand Crommelynck
Corine 







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