Ion Creanga

"Ante mí se hallaba Danila, tirando del carro junto a su hermano. Pretendería poder leer el lenguaje de los árboles del bosque y que sus ramas sesgadas se agolparan sobre el carro. Danila siente una terrible bocanada sobre su pelo cuando las ramas caen.
-«¿Cómo debería actuar si mi hermano y yo padeciéramos la peste?». Creo que después de todo quizás no sería un mal tan terrible. Danila debe deshacer la veleidad de su tórrido pensamiento. Quizás él y su hermano pudieran de alguna manera encontrar la forma de huir de ese mundo."

Ion Creangă
Danila Prepeleac

"Entonces, en el retiro de sus aposentos, las novias recordaban las delicias del tiempo pretérito y comenzaban a hablar, empujándose unas a otras y rememorando el instante mortuorio y todas las travesuras que sólo ellas habían sido capaces de pergeñar bajo el espeluznante cielo. Y soñaban con la felicidad pasada como una vetusta anciana que se encaminara a un pozo en busca de agua."

Ion Creanga
Madre con tres hijas


"La primera alumna fue Smarandita misma, la hija del cura, un diablillo de inteligencia viva y tan trabajadora que se les adelantaba a casi todos los chicos tanto en estudiar como en hacer travesuras. Pero el cura pasaba por la escuela casi todos los días y veía cómo iban las cosas… Y un día nos lo encontramos que viene a la escuela y nos trae una silla nueva y alargada, y después de preguntarle al maestro por el comportamiento de cada uno, se paró un rato a pensar, luego le puso a la silla el nombre de “Caballo Bayo” y nos la dejó allí.
Otro día lo vemos otra vez llegando a la escuela, junto con el hermano Fotea, el curtidor, que nos trae como regalo de escuela nueva un látigo de los lindos, hecho de tiras cuidadosamente trenzadas, y el párroco lo bautiza “San Nicolás”, por el patrón de la iglesia de Humulesti. Luego invita al hermano Fotea que, si alguna vez le sobraran tiras buenas, nos hiciera de vez en cuando alguno más, pero un poquito más grueso si podía ser… Tío Vasile sonrió entonces, mas nosotros, los alumnos, nos estábamos mirando con ojos saltones los unos a los otros. Y el párroco sacó ley nueva y dijo que se repasaran todos los sábados los chicos y las chicas, eso era que el maestro preguntara a cada uno lo que había estudiado entre semana; y que se le anotaran con carbón todos los errores en algo, luego al final, que se le diera un azotazo de San Nicolás por cada error. Entonces la hijita del párroco, como era ella alegre y llena de vida, se echó a reír. ¡Fallo suyo, la pobre!- ¡Ven aquí y monta en el Bayo, señorita! dijo el padre malhumorado, a ver si estrenamos a San Nicolás colgado del gancho. Contra todas las insistencias del hermano Fotea y del tío Vasile, Smarandita se tragó la zurra, luego se cubrió los ojos con las manos y se quedó llorando como una novia el día de su boda que le brincaba la camisa en la espalda. Nosotros, cuando vimos todo eso, nos quedamos de piedra. Y el cura, más de un día nos vino trayendo panecillos y bollos de la iglesia y nos dio a cada uno, hasta que nos apaciguó, y el trabajo iba como la seda; los chicos cambiaban todos los días la pizarra, y el sábado repaso."

Ion Creanga
Recuerdos de la infancia


"Queridos me eran mi padre y mi madre, los hermanos y las hermanas y los chicos del pueblo, mis compañeros de infancia, con los que, en invierno, en los días gélidos, disfrutaba sobre el hielo y con los trineos; por otra parte en verano en los días soleados de fiestas, cantando y silbando recorríamos los prados y los llanos sombreados, las tierras de trigal, el campo con flores y las orgullosas montañas desde las cuales el alba me sonreía en la alterada edad de la adolescencia. Asimismo me eran queridas las juntas del pueblo, las “horas” (baile popular rumano) y todas las fiestas del pueblo."

Ion Creangă






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