Jaime Delclaux

Ahora todos descansamos
en el místico conjuro de nuestro amor plateado
que duerme en su cuna de algas
su inefable sueño blanco.

Jaime Delclaux


Como el mar un infinito deseo,
De besar todas las cosas,
y, como el mar, roturas del sentimiento,
puñaladas de unas rocas,
entre mis brazos abiertos.

Jaime Delclaux


El alma estaba roja de impaciencias,
y el deseo, este obrero incansable,
tenía la absurda idea de la forma
única, y trabajaba inmutable.
Pero ella,
viento tibio de la tarde,
huía loca hacia la forma,
árbol, estrella, pájaro, del instante.
Buscando siempre la armonía
de los perfiles nuevos,
en la eterna niñez
que hace al minuto viejo.
Y el deseo cansado se decía:
Si yo pudiera darle el cielo,
multiforme, que busca,
ella descansaría en su beso.
¡Este loco deseo siempre ha sido
tan soñador, que no le bastan
los alegres tesoros
de la inconstancia;
quiere unir lo mudable
a lo fijo. Milagro de nostalgias
en la fuga de las flores
y minutos del alma.
Y que nadie le diga
su imposible. Trinidad misteriosa
de la única armonía.

Jaime Delclaux



Entre la niebla de la tarde y los besos de ella

"A. . . que no es.
Con la tristeza alegre
de lo que sabe renunciar.

Unas lágrimas de cielo,
han besado las corolas de tus flores
y el aire tiene un aliento húmedo de enamorada,
que discurre silencioso entre los pinos del bosque.
El mar desdibuja sus contornos,
en la plata desvaída de sus encajes de bruma
y el jardincillo de casa
le ofrece un ramo de flores que ata con cinta de espuma.
. . . .
Como dos locos chiquillos,
en la niebla de la tarde
hemos jugado a pedreas de flores y hojas de mirto
. . . . .
Ahora todo descansa
en el místico conjuro de nuestro mar plateado
que duerme en sus cunas de algas
su inefable sueño blanco.
Bajo nuestra marquesina que cubre una enredadera
campanillero morado
en los pregones del viento
esta noche nos sentamos
y yo beso las estrellas
en el iris infinito de tus ojos verde claro.
Mientras descansa indolente
tu cabecita en mi brazo.
. . . . .
Todo el mundo con tus ojos, se hace mío.
Todo el mundo con tus besos es pequeño.
Antes en las noches infinitas del espíritu
yo besaba en el silencio
malva rojo de la tarde
la tristeza obsesionante del misterio
de las cosas, que se mueren poco a poco
en la caricia traidora de la nostalgia de un sueño.
Ahora beso tus pupilas
con borrachera de cielo.
. . . . .
No sé qué fuerza mala condena
nuestras almas al calvario de la duda.
Yo besaba las estrellas y acariciaba los mares.
Yo bebía la blancura
de la brisa de la tarde y el aliento de tu boca
buceaba la delicia del misterio que se oculta
en el pozo blanquecino de las almas
de la tuya. . .
. . . . .
Y una noche como ésta
que salpicaba de estrellas el silencio plateado
de los mares
que apoyabas indolente tu cabecita en mi brazo
que las tristes campanillas de tu vieja marquesina
regalaban a los vientos su tenue pregón morado
al besarte las pupilas
dejé clavada la vida en los dos puñales blancos
de un misterio de amarguras que ocultabas
en dos lágrimas no hechas de tus ojos verdes claro.

Jaime Delclaux de Bustamante


Una impresión de Debussy

Y me dieron una tiza invisible,
y me dijeron: "Traza
tu paralela, la de tus sueños
mientras tu otra mano marca
la de tu vida. . . "
. . . . .
Y ya no escuché más.
Ingrávida de cielos
mi mano, se llenó de siglos
y de kilómetros
y no tuvo medidas
ni peso.
Alma desdibujada, imprecisa, hecha por mí,
iba hacia la conquista de su sueño.
Y cuando ibas a ser mío
un recuerdo,
de tantos olvidos,
nuevo,
me grita la locura
de mi vuelo.
Era la otra recta, tan pequeña y tan frágil
que apenas si podía con mi sueño.
. . . . .
Y tú, desde tu equilibrio, me decías:
"Pareces sonámbulo,
llevas tus ojos hacia una indescifrable lejanía. . ."
. . . . .
Y tu voz fue la salutación de mi regreso.

Jaime Delclaux



…Y por allí me fui, gustando alegre
la divina novedad de los colores,
pero andando, he llegado
a las puras entrañas de la noche.
Y desde aquí te llamo, inquieto,
¿En dónde?- todo es bruma –
y tú, arquitecto de vientos,
te ríes otra vez, y me respondes:
¡En tu propia pregunta!

Jaime Delclaux



Yo sé que he de morir pronto

"Yo sé que he de morirme pronto. . .
y no me importa nada.
Que la gloria no ceñirá en mi frente
el premio de su palma.
Que amor no me dirá al oído
pasión en noche clara.

Y yo siento algo en mí que llora y canta,
algo que es poesía sutil y cadenciosa
como bruma de plata,
algo. . .
que me lleva hacia Dios
muriendo de nostalgias.

No sé decir qué es, y es algo que al tocarlo
se quiebra entre mis manos como el agua.
Quizá anhelo infinito de cosas increadas
o suspiro en la noche que ni se ve ni palpa.
Es lucecita blanca
que pone palideces en mi cara.

Yo sé que he de morirme pronto. . . . .
y no me importa nada.
Como en el quieto estanque pierde el surtidor triste
sus gotas color de alba,
así quiero perderme
en el sueño de plata
que sueñan mis nostalgias.

¡¡Una carrera loca!!
¡¡Un beso a lo infinito en noche clara!!

Y luego en el espacio. . .
. . . libre de las miserias de la carne
volando hacia lo eterno, sola el alma.

¡Señor, Señor! Aunque sé que he de morirme pronto
acorta lo que puedas mi jornada.

Yo no te pido premios, ni laureles, ni palmas,
que para mí no hiciste.
Yo sólo quiero fundirme en el silencio de la noche
estrellada.

¡Cuándo será que pueda. . . !
Lo poco de poeta que me diste
dejando ante tus plantas
ofrecerte mi vida en el cáliz rosado de la aurora,
mientras brilla en silencio
la pálida sonrisa infinita
del Alba!...

Jaime Delclaux





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