"La estrategia alienígena ideal es la perfecta fusión con el entorno."

Martin S. Kottmeyer



"No es que nadie se esté quejando, pero la invasión reptoide de la Tierra parece haber llegado un poco tarde. En 1993, una fuente conocida sólo como Conciencia Cósmica aseguró que los ejércitos reptoides tenían prevista su llegada masiva en la segunda mitad de los 90, muy particularmente para 1999 (1). Otros rumores relacionaban todo esto con un asteroide llamado 1991VG que sería en realidad una nave nodriza llena de reptoides, añadiendo que todo aquel no que fuese esclavizado mediante dispositivos implantados sería devorado (2). Algunos reptoides tipo Draco estarían ya entre nosotros, en la base subterránea de Dulce, encerrados en el Nivel 7 (La Cámara de las Pesadillas) (3). La declaración de John Lear en 1987 también hacía referencia a ciertos alienígenas con piel de reptil recuperados de platillos estrellados, sacando a la luz pública un detalle esotérico sobre este tipo de incidentes sólo conocido hasta entonces por los lectores de Leonard Stringfield (4). Los ufólogos más respetables consideraban todo este material como demasiado descabellado, fruto de mediums y embaucadores (5).

Empezaremos nuestro viaje insistiendo en el detalle de que la existencia de los reptoides fue aceptada y divulgada, en primer lugar, no entre los escalones más altos de la ufología, sino entre gente del montón y mitómanos. Incluso ahora, en la mente de la mayoría de la gente, los reptoides aparecen asociados con el trabajo de varios teóricos de las conspiraciones como David Icke y “Branton”, o Sheldon Bidle, un revisionista de la Nueva Era cuya cronología histórica acepta como reales la Atlántida, Lemuria, Hiperbórea, y hasta unos viajeros estelares de origen cetáceo (6). Se dice que los ufólogos más respetables están empezando a aceptar cautelosamente que los reptoides pudieran ser una especie alienígena real; el simple volumen de testimonios que van acumulándose arrollaría el rechazo inicial.

Los reptoides se han hecho populares en Internet. Tenemos el Reptoids.com. David Icke tiene una página impresionante bajo el título de Reptilian Research (Investigaciones Reptilianas) donde va recogiendo desde el folklore antiguo sobre las serpientes hasta los más modernos y sugerentes relatos de violaciones reptoides. Otra página llamada The Reptilians: Who are They Really (“Los Reptilianos: Quienes Son en Realidad”) presenta los trabajos de Pamela Stonebrook, una cantante de jazz cuyas declaraciones sobre encuentros sexuales con reptoides están coloreadas con un denso discurso metafísico de la Nueva Era. Esta página incluye un gran número de enlaces que, si alguien se molesta en seguirlos, acaban sumergiéndolo en toda esa cháchara de la Nueva Era.

Resulta curioso darse cuenta de que, hasta el momento, los alienígenas tipo Mantis no han generado ni siquiera una fracción del interés que vemos aquí. No existe ninguna Mantis.com, ni compilaciones de enlaces Mantis, ni muchos comentarios en torno a ellos (Nota del editor: salvo el artículo realizado por el propio autor ver aquí). La elaboración de un censo de encuentros con reptoides en la literatura ufológica está preñada de ambigüedades. Es cierto que se conoce un cierto número de encuentros con hombres-lagarto a lo largo de los años, sin conexión evidente con los ovnis.

También se conocen bastantes casos donde la entidad descrita incluye algún rasgo aislado que podría calificarse de reptiliano, pero que por lo demás parece pertenecer a una categoría diferente, sean los grises, los mongoloides o a las mezclas exóticas. Puedo ofrecer un listado de apenas 30 casos de encuentros ovni y abducciones, debidamente referenciados, que representaría el mínimo, estrictamente hablando. Seguro que existen otros casos que no conozco, pero la cifra sirve como referencia en bruto suficiente como para percibir que su número es muy inferior al de los Grises, aunque resulta similar a mi estimación de alienígenas tipo Mantis, incluso puede que algo mayor (7).

Algunas estadísticas más interesantes pueden encontrarse circulando por la conferencia de estudio de las abducciones que tuvo lugar en 1992 en el MIT. Alguien preguntó a John Carpenter: “¿Qué porcentaje de los alienígenas representa el tipo reptiliano?”. Su respuesta: “En torno al diez por ciento” (8). En el libro que C.D.B. Bryan escribió sobre la conferencia cuenta cómo, cuando Carpenter preguntó a la audiencia cuántos habían oído hablar o visto a los reptilianos, los que alzaron las manos fueron aproximadamente la mitad de los que habían oído hablar de los Nórdicos (9). En otra de la ponencias, Eddie Bullard señalaba que 3 de los 9 investigadores consultados no tenían ningún ser reptiliano ni insectoide en sus archivos. Cinco tenían entre un 1 y un 10 por ciento, y sólo uno de los ufólogos alcanzaba el 25 por ciento. Bullard no incluyó ninguna estadística limitada sólo a los reptoides. Por otro lado, en su estudio de 270 abducciones anteriores a 1985, Bullard sólo mencionó un reptoide: el caso del italiano Fortunato Zanfretta ocurrido en 1978; y además, lo descartaba por su parecido con el protagonista de la película La mujer y el monstruo (Creature of the Black Lagoon) de 1964. Por tanto, se puede declarar enfáticamente que su presencia ha ido en aumento.

A esto podemos añadir que los reptoides de los noventa no se parecen a la criatura vista por Zanfretta. Incluso si descartamos este primer caso, los dibujos de reptoides que se conocen no muestran excesivas semejanzas. Esto lo reconoce incluso la página Reptoids.com al ofrecer una taxonomía de tres tipos de alienígenas reptilianos: los reptoides, los Draco, y los híbridos de Grises y Reptilianos. Esta última categoría es un cajón de sastre donde aparecen muchas variantes, siendo la más importante el cada vez más notorio Chupacabras.

Algunos investigadores han comentado que muchos de estos reptoides muestran gran semejanza con el modelo realizado en 1982 por un museo sobre el aspecto que podría haber tenido una cierta especie de dinosaurio si hubiese seguido evolucionando, en vez de extinguirse. Se trata de la creación de un paleontólogo llamado Dale Russell, quién había quedado impresionado por la tendencia presente en la evolución craneal del Stenonychosaurus. El primero en dar cierta notoriedad a las ideas de Russell fue Carl Sagan, en su libro (ganador de varios premios) Los dragones del edén (The Dragons of Eden)(1977). Joe Lewels menciona que sus abducidos no pueden soportar mirar las fotos de la creación de Russell por su parecido, tan próximo a los terribles seres que los secuestraron (10). Aunque Lewels parece considerar dicha semejanza como un voto a favor de la plausibilidad de tales seres, está olvidando que la propia creación de Russell es altamente especulativa. Ciertos rasgos como la ausencia de orejas y los ojos amarillos con pupilas verticales son meras elucubraciones, pues de todos es sabido que los fósiles no conservan tales detalles. El propio Russell admite que las orejas se omitieron por mera elección artística, para evitar precisamente un apariencia más humana (11).

Durante la conferencia, Carpenter señaló que podría argumentarse que los reptilianos tenían un origen psicodinámico, aunque para inclinarse vagamente por negarlo, al comentar “la pauta emergente en los datos que poco a poco se acumulan, aún no apoya dicha interpretación”. Carpenter no explica cuál es dicha pauta. Permítanme ofrecer como contrapartida una pauta mucho más robusta.

Los antropólogos han señalado muchas veces que los mitos y visiones acostumbran a incluir teriantropos. Con ese término denominan a las combinaciones de hombres y animales. Por lo general, la mitad animal corresponde a uno que tenga especial importancia en la sociedad del visionario. Así, entre los San, que dependen para su supervivencia de las manadas de antílopes, las visiones mencionan curiosas amalgamas entre los antílopes y los hombres. Mientras, en la región dominada por un antiguo culto al gran toro, nos encontramos con el Minotauro y demás hombres-toro análogos (12).

Es indiscutible que la cultura americana moderna, sea por la razón que sea, muestra una fascinación desbordada por los dinosaurios. Steven J. Gould ha hablado con elocuencia sobre como la dinomanía ha pasado de ser algo propio de los empollones y los inadaptados de los años 40 y 50 a alcanzar “un nivel estable de popularidad capaz de alcanzar todos los aspectos de la cultura… durante los últimos 20 años” (13). Como evidencia adicional podemos ofrecer el libro de Donald Glut, The Dinosaur Scrapbook (Album de recortes sobre dinosaurios)(Citadel, 1980) con su colección de cientos de imágenes y detalles que han saturado la imaginación de los americanos actuales. Cuando Russell divulgó por vez primera la existencia de su escultura sobre ese dinosauroide evolucionado, llegó a recibir más de mil cartas de personas que deseaban fotografías y más información. Fue algo totalmente sin precedentes para el museo. También lo llamaron tantos periodistas que tuvo que dejar de contestar el teléfono (14). Con el paso del tiempo, la foto de su escultura apareció en los principales telediarios así como en varias de las más populares revistas de divulgación científica como Omni y Science Digest.

Añadamos a todo esto la observación de que los reptilianos son los seres más dibujados (sólo por detrás de los humanoides) cuando se trata de presentar alienígenas en los tebeos. El listado de razas alienígenas que aparece en The Official Handbook of the Marvel Universe incluye 19 razas reptilianas. Aunque mucho menor en número que las 91 razas humanoides y semi-humanoides del listado, son bastantes más que los 8 ejemplos de razas insectoides y los 3 ejemplos de razas ameboides. Con una frecuencia incluso menor aparecen formas basadas en peces, plantas, gatos, perros, caracoles, caballos, hipopótamos, cerdos y energías inteligentes. Aparte, la cultura popular del período inmediatamente anterior a su proliferación ufológica presenta algunos reptoides prominentes: V (1983); el hombre serpiente de Dreamscape (1984), el lectroide Emilio Lizardo de Buckaroo Banzai (1984); y los Draks de Enemigo mío (Enemy Mine)(1985).

Resulta obvio que cualquiera puede ofrecer una extensa genealogía de predecesores de estos hombres-lagarto no sólo en la ciencia ficción (desde H.P. Lovecraft y el Monstruo de la Laguna Negra hasta el Gorn de Star Trek), sino en las mitologías antiguas (el dios cocodrilo egipcio Sebek, el hindú Nagas, el tolteca Quetzalcoatl, la Tifón griega y la bíblica serpiente del Edén). Se ha dicho: “probablemente no haya criatura más ampliamente distribuida por las mitologías del mundo que la serpiente” (15). Si hay algún misterio psicodinámico en todo esto, será más bien el porqué los reptoides son tan escasos en la literatura ufológica del periodo 1947-1985. Ya en ese periodo la cultura sobre los dinosaurios estaba extendida y se disponía de un amplio fondo de imágenes de hombres-lagarto. Pero recordemos que según el testimonio de Gould, la dinomanía corresponde principalmente a los últimos 20 años. A esto podemos probablemente añadir que los relatos de abducción fueron volviéndose cada ver más terroríficos en los años 80, facilitando así un entorno ideal para la aparición de símbolos malevolentes, como ese otro, análogo, de la Mantis Gigante. Por tanto, incluso ese reparo parece solucionado.

Quizá exista la obligación escéptica de mencionar aquí que el dinosauroide de Russell ha recibido un voto de no confianza por parte de uno de los más grandes maestros de la biología moderna, Ernst Mayr.

Los lagartos de "V" (1983) tuvieron un regreso (poco triunfal) en 2009.
Los lagartos de «V» (1983) tuvieron un regreso (poco triunfal) en 2009.
Según recogió Joel Achenbach, “los dinosaurios –dijo Mayr– eran casi con toda seguridad de sangre fría, en contra de lo que puedan hacer creer algunos recientes comentarios muy de moda. Nunca han existido criaturas inteligentes de sangre fría. La sangre caliente es condición indispensable para que pueda funcionar un cerebro lo suficientemente grande como para ser inteligente” (16).

Los antropólogos parecen estar de acuerdo en que los cerebros de gran tamaño son metabólicamente caros de mantener y, por decirlo de alguna forma, se encuentran más allá de los presupuestos energéticos al alcance de cualquier reptil. Incluso, dejando cierta libertad en las estimaciones, los mamíferos tienden a tener cerebros diez veces más grandes que los de sus equivalente reptilianos (17).

Podemos permitirnos ser generosos y admitir que, dado que la evolución ha sido capaz de crear asombrosas e impredecibles combinaciones de rasgos aquí en la Tierra, nada impide que en otros mundos pueda surgir un torso reptiliano con cabeza similar a la nuestra. Al menos para mí, tal posibilidad parece mucho menos impensable que la existencia de gigantescos dioses insecto (18) o rubios nórdicos perfectos (19).

La objeción más evidente sigue siendo que los reptoides son demasiado fáciles de explicar. Encajan con las obsesiones culturales de los americanos como un guante. Resultan ideales como alienígenas, grandes tipos malos, fríos demonios evolucionados. A no ser que alguien quiera argumentar que todos los terioantropos son psicodinámicamente opacos, la invasión de la cultura americana por los reptoides es sólo otro mal augurio para la desaparición de la ufología si la ciencia alguna vez se molesta en hincarle el diente a este asunto."

NOTAS

(1) Steve Wingate, “An Alien Update: How Close are the Reptoids”, IUFO Mailing List (archivo electrónico), 14 de enero de 1999.
(2) George Andrews, Extra-Terrestrial Friends and Foes, Illuminet, 1993, pp. 293-4, 303-6.
(3) Jason Bishop III, “The Dulce Base”, UFO 4 nº 3, pp. 15-16.
(4) Leonard Stringfield, UFO Crash-Retrievals: Amassing the Evidence: Status Report III, Stringfield, 1982, pp. 20, 47.
(5) Don Ecker, “Stray Asteroid Stings UFO Groupies”, UFO 7, nº 1, p. 21.
(6) Sheldon Nidle & Virginia Essene, You Are Becoming a Galactic Human (SEE, 1994).
(7) “Graying Mantis” (“Santa Grisácea”), The REALL News 7, nº 5, Mayo 1999, pp. 1, 5-8.
(8) Pritchard, Andrea, et al. Alien Discussions, North cambrige, 1994, pp. 91-5, 579.
(9) C.D.B. Bryan, Clse Encounters of the 4th Kind, Arkana, 1996, p. 30.
(10) Joe Lewels, The God Hypothesis, Wild Flower, 1997, pp. 182-3, 221.
(11) Jeff Hecht y Gurney Williams III, “Smart Dinosaurs”, Omni, Mayo 1982.
(12) Michael Rice, The Power of the Bull, Routledge, 1998, pp. 38-40.
(13) Steven J. Gould, “Dinomanía” en Dinosaur in a Haystack, Crown Trade, 1996, p. 222. N.del T.: Existe traducción en castellano.
(14) Jeff Hecht y Gurney Williams III, “Smart Dinosaurs”, Omni, Mayo 1982.
(15) Richard Cavendish, Man, Myth, Magic, Marshall Cavendish, 1985, pp. 2528-32.
(16) Joel Achenbach, Captured by Aliens, Simon & Schuster, 1999, pp. 310-1.
(17) Roger Lewin, Human Evolution: A Core Textbook, Blackwell Science, 1998, pp. 445-7.
(18) “Graying Mantis” (“Santa Grisácea”), The REALL News 7, nº 5, Mayo 1999, pp. 1, 5-8.
(19) Richard Fortey, Life: A Natural History of the First Four Billion Years of Life on Earth, Vintage, 1997, p. 281.

Publicación original:

Kottmeyer, Martin. (2003) “Reptoid Fever” en The REALL News, Volume 11, Number 1, January 2003

Martin S. Kottmeyer


"Si el fenómeno ovni es de origen cultural, uno esperaría poder reconocer antecedentes culturales en sus principales características. Los auténticos extraterrestres, sin embargo, tendrían que ser independientes de cualquier cultura y, si son recién llegados, sus características deberían mostrar una discontinuidad con el pasado."

Martin S. Kottmeyer
Tomada del libro DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa? de José Antonio Caravaca














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