Patrick DeWitt

“Amo la vida, pero también la encuentro ridícula a menudo. Esa actitud de dar un paso atrás, observar y reírme de cómo están montadas las cosas en nuestra sociedad me ha ayudado constantemente.”

Patrick DeWitt



“Durante mi adolescencia y hasta casi los treinta me costaba lidiar con… todo en general. Pero hace tiempo que no conozco el sentimiento de soledad. Ya no me siento a la deriva, aunque parece ser que esa sensación sigue presente a través de mis personajes.”

Patrick DeWitt


"Enfiló hacia el castillo con lágrimas deslizándose por sus mejillas. Cuando subió por la escalera y llegó a su habitación estaba agotado y se sentía vacío. Impulsado por automatismos, sacó la maleta de debajo de la cama y metió en ella sus pertenencias, incluidos la capa de Klara y el catalejo del señor Broom. Se metió en el bolsillo la moneda de Agnes y tomó papel y lápiz para escribirle al señor Olderglough una carta de despedida. La dejó sobre la almohada, agarró a Rose, cogió la maleta y bajó por los escalones. Al atravesar el vestíbulo vio que el barón había dejado su carta en la mesa auxiliar. Dejó en el suelo la maleta y se quedó mirándola. La abrió y la leyó.
Anoche cogí una cuchilla de afeitar con la que podría haberme degollado. Sería muy fácil: un movimiento rápido de la muñeca y la vida se escaparía de mi cuerpo, la habitación se haría borrosa y por fin encontraría la paz. No temo morir, hace mucho que no temo a la muerte. Y sin embargo creo que no sería capaz de dar el paso, sabiendo que tú todavía respiras. Si estuvieras muerta, no me costaría nada hacerlo, pero saber que sigues en este mundo me inmovilizó la mano. Así que viviré hasta que vuelvas conmigo. Si no vuelves, moriré esperándote. Este es mi compromiso contigo.
Lucy sabía que encontraría consuelo marchándose; el bálsamo de la aceptación del fracaso era algo que le resultaba familiar. A partir de su dolor y su miedo había construido cierto tipo de justificación, porque, después de todo, estos sentimientos eran razonables, y marcharse de allí era necesario, y además una decisión sabia. Sin embargo, la carta del barón le generó una sensación de vergüenza que eclipsó todas las otras emociones y decidió no partir hacia la estación como tenía planeado, sino que sacó la capa de la maleta y caminó colina abajo hasta la aldea. Cuando golpeó con los nudillos en la puerta de Klara sentía cómo le palpitaba el corazón con cada golpe. Ella respondió; estaba sola."

Patrick DeWitt
El submayordomo Minor


"Era una figura lastimosa con su pequeña bolsita de dinero, pinzando el cordón del modo en que uno coge por la cola a un ratón muerto. Salimos detrás de él y contemplamos cómo se estiraba y reacomodaba la ropa y ataba las alforjas. Parecía querer pronunciar un discurso, pero o bien no encontró las palabras adecuadas o bien nos consideró poco dignos de escucharlo, así que guardó silencio. Montó su caballo y se marchó con un seco gesto de asentimiento y una mirada que decía: No me gustáis. Volvimos al sótano para contar el contenido de la caja fuerte; repartimos y nos guardamos en los bolsillos los billetes, un total de dieciocho billetes de cien dólares. El oro resultó ser demasiado abundante para cargarlo en nuestro viaje, así que lo escondimos debajo de una panzuda estufa que descansaba sobre una tarima de madera noble en la esquina del fondo del sótano. Fue un trabajo sucio, porque tuvimos que desmantelar el tubo de plomo para poder mover la estufa y los dos quedamos cubiertos de hollín; pero cuando acabamos pensé que nadie sería capaz de encontrar nuestro tesoro, porque a nadie se le ocurriría buscar en un lugar tan recóndito. Calculamos a ojo que aquel oro debía de valer unos quince mil dólares; sólo mi parte triplicaba mis ahorros, y mientras salíamos del húmedo sótano y subíamos por las escaleras hacia la luz, sentí dos cosas a la vez: alegría por ese giro de la fortuna pero también un vacío por no sentirme más alegre; o más bien miedo de que mi alegría fuese forzada o falsa. Pensé: Quizá un hombre en realidad nunca es verdaderamente feliz. Quizá no exista tal cosa en nuestro mundo, después de todo.
Mientras recorríamos los pasillos del hotel, las putas chismorreaban las noticias sobre la marcha de Mayfield con la cabeza ensangrentada y la desaparición de los tramperos. Observé a la puta de Charlie, que parecía sólo un poco menos verdosa que antes, me la llevé aparte y le pregunté dónde estaba la contable.
[...]
El puerto, a primera vista, no lo entendí. Había tantos barcos fondeados que sus mástiles parecían enredados entre sí de una forma imposible; había cientos, todos pegados unos a otros de forma tan compacta que aquello parecía un enorme bosque de árboles sin ramas mecido por las mareas. Charlie y yo nos abrimos paso hasta la línea de costa y todo a nuestro alrededor era caótico: hombres de todas las razas y edades corriendo, gritando, empujándose, peleándose; vacas y ovejas a las que hacían ir de un lado para otro; carros tirados por caballos que transportaban madera y ladrillos hacia lo alto de la colina por resbaladizas laderas cubiertas de barro, y el sonido de martillazos y edificios en construcción resonaba desde la ciudad hacia el mar. Se oían risas flotando en el aire, aunque no transmitían una sensación de felicidad sino de apetitos más maniacos y perversos. Barreño estaba nervioso y yo también. Jamás había visto nada ni remotamente parecido a aquello y me pregunté cómo íbamos a encontrar a un hombre en aquel laberinto de calles y callejones, donde todo era extraño, sombrío y furtivo."

Patrick DeWitt
Los hermanos Sisters


“Llevaba tiempo intentado terminar una novela, pero no encontraba un tema que me diera suficiente seguridad como para escribir un relato largo. Cuando empecé a plasmar mis experiencias personales tuve que rendirme a la evidencia de que  ese era el camino a seguir.”

Patrick DeWitt


“Vuelvo a ella sin darme cuenta, pero solo en mis relatos. Aunque hace tiempo que la dejé de lado, es una sensación que no es fácil de olvidar.”

Patrick DeWitt











No hay comentarios: